ೃ࿔ 01
Nakamoto Yuta.
Cómo olvidar el día en que supe de ti.
El día en que por una estupidez de parte mía, te encontré. Aunque... ahora que lo pienso, no fue tan tonto porque estabas tú allí después de todo.
Recuerdo que Taeyong, uno de mis amigos cercanos, me pidió como favor buscar un libro en su biblioteca favorita, yo obviamente me quejé y me negué ante la idea de ir por él varias veces, pero terminé cediendo porque me contó la razón por la cual él no podía ir a buscarlo.
Allí se encontraba Kim Jennie, la chica que le gustaba y temía hacer el ridículo si intentaba alcanzar el libro que quería y caía por treparse como un torpe mono debido a su altura.
Así que, fui yo en su lugar, me trepé como un mono en su lugar porque mi estatura tampoco me favorece, e hice el ridículo en su lugar, de todas maneras, no importaría qué tan idiota fuera a verme; nadie me conocía, era nuevo en la ciudad, así que me reí por mi caída aunque todos los libros de aquel estante estuvieran sobre mí.
Muchos se percataron, y la mayoría de los presentes allí rieron, mientras otros pedían silencio y el dueño del lugar solo negaba con la cabeza, no era la primera vez que algo así pasaba, según Taeyong, hace mucho les hacía falta una escalera.
Comencé a quitar todos los libros de encima de mí, hasta que vi unas delicadas y finas manos ayudándome.
Eras tú.
Con una expresión preocupada en tu rostro, y eras una completa desconocida, pero aquel acto acompañado de tus expresiones y tu gentileza se me hizo tan lindo.
Una vez terminé de despejarme de todo con tu ayuda, me seguiste ayudando a limpiar todo el desastre que causé, y seguido de ello me preguntaste:
—¿Estás bien?
Yo solo asentí con la cabeza, y me quedé completamente perdido en tu belleza, en tus facciones, en la hermosa paz que me transmitiste. Y es que incluso tu voz era hermosa.
—Ehh, ¿pasa algo?
Me hiciste otra pregunta, esperando romper el silencio entre ambos, y hacer que dejara de parecer un tonto, claro.
Pero no importaba si se trataba de ti.
—¡Ah!, sí, claro que sí... —bajé la mirada, ¿qué estaba pasándome?— gracias por ayudarme, amm...
—Jisoo, soy Kim Jisoo.
—Oh, lindo nombre —alcé mi mirada, te sonrojaste ligeramente, pude notarlo— soy Nakamoto Yuta —y sonreíste.
Debido al lindo encuentro que tuve contigo, sonreí también, ese fue el primer día de mi vida en que una sonrisa pudo hipnotizarme, y hacer que no dejara de pensar en ti lo que me restaba de tarde.
Y noche.
También el día después y todos los que le siguieron.
Y es que nunca antes en mi vida me sentí tan mareado como cuando nuestras miradas conectaban aunque sea por unos cuantos segundos. Ni mi corazón se aceleraba por otro tacto que no fuera el tuyo. Comencé a verte más seguido, y mi sonrisa comenzó a ser más notoria cuando pasaba pequeños momentos de mis días junto a ti.
¿Acaso me habías hechizado? O quizás había enfermado.
Recuerdo que mis amigos rieron cuando les conté, y rápidamente comenzaron a molestarme contigo.
Debido a aquel acto mis mejillas se calentaron, y sentí vergüenza por lo que empezaba a sentir.
—La quieres —afirmó Jaehyun y todos los demás estuvieron de acuerdo con él.
¿Así se llamaban los sentimientos que tenía hacia ti? Yo... comenzaba a quererte, y se sentía tan bien.
—¿De quién hablan?
Esa voz nos sacó a todos de nuestra charla, captando la completa atención de los demás en quien había llegado.
Un chico de cabello castaño, reluciente sonrisa y una piel bien cuidada.
—De la enamorada de Yuta —le respondió Taeyong en mi lugar, recibiendo un pequeño codazo de mi parte.
—¿La chica de la biblioteca? —no había persona que no supiera que me gustabas, y Doyoung no era una excepción—, esa chica... —bajó levemente su mirada, para carraspear y luego terminar su oración— es linda.
Sin más, tomó asiento en un banco más alejado de nosotros, y nadie más que yo notó lo que pasó en ese momento.
Él también te quería.
Pude saberlo por la forma en la que sus ojos brillaron con tal intensidad de que en cualquier momento soltarían una lágrima al saber que me gustabas.
—¿Ya tienes un plan de conquista, Romeo? —molestó Taeyong, sacándome de mis pensamientos y haciéndome reír un poco.
—Eso debería preguntártelo a ti, ¿o es que pretendes tener el libro favorito de Jennie siempre en tus manos y en vez de leerlo para tener una pequeña conversación con ella, te dedicarás a mirarla y que siga sin saber de tu existencia?
—Uhhh —el resto de mis amigos avivó la llama, mientras todos reíamos y Taeyong simplemente estaba indignado, o fingía estarlo.
—¡Oye, eso fue muy cruel! —se lanzó sobre mí y empezamos a tener una infantil clase de lucha libre entre risas y gritos ensordecedores por parte de mis amigos, entre ellos también eligieron un narrador y ese fue Johnny, lo cual lo hizo aún más divertido.
Pero entre toda la multitud había alguien que no se estaba divirtiendo para nada, y ese era Doyoung.
Yo sabía que con tan solo haber dicho que te quería le había roto el corazón.
Porque él también se había esforzado por ganar tu atención, y no lo había logrado.
Porque a él también le gustabas, pero era demasiado tímido para decírtelo.
Porque siempre fue inseguro de sí mismo, y si alguien más llegaba a dar pelea a su lado, él jamás se arriesgaba.
Porque tú me querías a mí y él simplemente era tu amigo.
Porque se visualizaba a sí mismo como un perdedor a mi lado.
Y nunca pude entender bien sus sentimientos, hasta ahora que me encuentro en su lugar.
Mirándote desde lejos, mientras le sonríes a él como no lo haces con nadie más. Teniendo sus manos entrelazadas y comiendo helados como si fuera la más preciada maravilla, porque compartes tus momentos junto a él, como si se encontraran en su propio mundo, en su propio paraíso.
Ese que alguna vez tuve yo a tu lado, y ahora me siento tan celoso.
Tan celoso, lleno de ira y una angustia tremenda que haga lo que haga, no puede parar.
Porque ahora el perdedor soy yo, quien te anhela en silencio soy yo.
Porque no te supe cuidar, y cuando me di cuenta de mis errores, ya te había perdido; y alguien más te amó en mi lugar.
¿Pero cómo podría culparlo por haber hecho lo inevitable?
Cualquiera en su sano juicio se enamoraría de ti.
Desde ya les digo que preparen sus pañuelos.
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