30. Cocinar con Leydan.
Hoy era el gran día, físicamente me estaba preparando y mentalmente quería desaparecer de la faz de la tierra.
Era bastante temprano, me había puesto una blusa azul cielo suelta y unos jeans rectos, debía ayudarle a Leydan a cocinar así que irme arreglada no era una opción, sin embargo, me encontraba frente a cinco cajas de vestidos, intentando elegir uno. Todos eran de distinto color, intentaba analizar uno por uno y visualizarme en la casa de Leydan, para llegar a una conclusión de cual se me vería mejor, por supuesto.
Pero algo pasó, giré el rostro 3.5 segundos y otro vestido llamó mi atención, caminé hasta él y tomé la caja para luego sacar el vestido con cuidado y extenderlo sobre la cama.
Era azul grisáceo con encaje dorado, las cortas mangas de seda caían bajo los hombros, y la parte de abajo era levemente holgada, de manera que no era angosto pero tampoco pegado, seguramente me llegaba hasta las rodillas.
Lo tenía, era el vestido perfecto. Dentro de la caja también venía un par de aretes y un collar, ambos a juego con gotas de diamante azul cielo.
Después de media hora, ya me había probado el vestido para asegurarme de que me quedara bien, también lo había empacado en un porta trajes junto con los aretes y el collar.
Estaba nerviosa, Leydan vendría por mí a las tres, y eran las dos cincuenta y ocho. Leydan era la persona más puntual que yo conocía. Así que en menos de los dos minutos la puerta ya estaba sonando, me hizo dar un respingo y fui de inmediato.
La sonrisa de Leydan me calmó los nervios por un instante. Lucía su típico traje negro de siempre. Aunque dudo que sea el de siempre, seguro tenía unos cien iguales.
Le devolví la sonrisa.
—¿Lista? —cuestionó y me ofreció su mano.
No.
—Sí —mentí y coloqué mi mano sobre la suya. Su palma emanaba calor mientras que sus anillos helaban contra mí piel.
Elevó una ceja y se acercó a mí, tomó mi barbilla con delicadeza y plantó un beso sobre mis labios.
—Solo es una cena, tan común y corriente como cualquier otra —susurró apartándose ligeramente de mi boca.
Eso no era cierto, no era solo una cena común y corriente, era una cena de navidad, en casa de las personas con las que jamás pensé en relacionarme.
Quería dar una buena impresión, aunque no estaba segura si al menos podría aparentarla. Algo iba a salir mal, lo presentía.
Que pesimista.
Al final, asentí aceptando su manera de reconfortarme.
—Sabes que si no quieres ir no estas obligada ¿Verdad? —dijo ladeando el rostro y sin borrar su sonrisa.
Fruncí ambas cejas.
—Sí quiero ir —le di un pico y me separé de él para poder ir por mis cosas. Él entró atrás de mí—. ¿Tus padres ya saben que iré? ¿Están en tu casa ahora? —formulé la segunda pregunta sin dejar que contestara la primera.
—Sí y no, ya les dije que irás, y llegan hasta la noche, están en casa de mis abuelos.
Asentí aliviada, entre más se retrasara el momento de presentarme, mejor.
—¿Qué te pondrás? —preguntó curioso al ver el porta trajes blanco.
—Es sorpresa —alejé el vestido de él.
Rodó los ojos con diversión.
—Te verás hermosa —susurró mirándome fijamente.
Mis mejillas se tiñeron de un rojo carmesí casi al instante. Incluso las palabras de Leydan tenían demasiado poder sobre mí.
—Ni siquiera sabes lo que me pondré —bufé apartando la vista de él.
—No necesito saberlo.
—¿Qué cocinaremos? —pregunté cambiando de tema. Los elogios me ponían más torpe y nerviosa de lo que ya estaba.
—Is sirprisi —me arremedó con voz aguda.
Lo miré mal y pasé de largo junto a él para salir de mi casa.
—Vámonos —dije tras soltar un suspiro.
Lo oí soltar una risa y seguirme. Terminó avanzando por delante de mí para abrirme la puerta de su auto. Antes de que me subiera me dio un papelito doblado, lo tomé confundida y al abrirlo comprendí. Tenía escrito las cosas que cocinaríamos y lo que necesitábamos comprar para ello.
La lista era enorme.
—¿Por qué hay cuatro comidas aquí? —pregunté mientras mis ojos repasaban la enorme cantidad de ingredientes.
Se relamió los labios y me regaló una mirada de un claro <<lo siento>>.
—Mi madre insistió en hacer más de un platillo, serán tres con el postre —sonrió con inocencia—. Pero no te preocupes, cambiaran los cubiertos entre cada tiempo, no vas a tener que escoger entre tenedores y cucharas.
Mordí mi labio inferior y asentí.
—Está bien, no te preocupes, vamos a comprar esto —sonreí y sacudí el papel entre mis dedos.
◃•◈•▸
En el supermercado había mucha gente, al parecer no éramos los únicos que compraban la cena de navidad a última hora.
—No creí que tú hicieras las compras, creí que tenías empleados para eso —dije tomando una botella de aceite de oliva y dejándola en el carrito.
—Mis padres tienen empleados para eso, yo necesito escoger mis ingredientes porque no todas las marcas me gustan —señaló con desagrado la botella que yo había tomado para luego sacarla del carrito y cambiarla por una de otra marca.
Abrí la boca indignada.
—Yo he cocinado con ese aceite y sabe bien —me quejé.
—Que sepa bien no significa que me guste a mí, y lo dices porque no has probado el otro.
Claro que no, aquel costaba el triple del que yo había tomado.
Unos minutos después, ya solo faltaban unos cuantos ingredientes más.
—¿Esta sal está bien o prefieres la que tiró Judas en la última cena? —pregunté burlándome de que fuera tan especial con las marcas de los ingredientes.
Esbozó una sonrisa.
—Esa sal está bien.
—¿Acabamos? —cuestioné impaciente.
—Creí que tú tenías más paciencia que yo, aunque sí, ya me estresó la cantidad de gente aquí —masculló con desagrado al ver un par de niños correr mientras reían.
Habíamos comenzado a caminar hacia la caja cuando se detuvo en el pasillo de golosinas.
—Eso no está en tu lista —fingí quejarme al verlo tomar unas gomitas.
—Si rezongas no te voy a compartir —me sacó la lengua provocándome una sonrisa y siguió dejando dulces en el carrito.
◃•◈•▸
—Ya terminé —sonreí ampliamente dándole un plato con cubitos de cebolla que yo acababa de picar.
Él estaba desmenuzando pollo que al parecer había cocido por la mañana. Levantó la vista hacia mí y lo sentí mirarme con ternura.
—Te ves muy emocionada por haber picado cebolla —sin borrar la sonrisa de su rostro negó con la cabeza y continuó con su labor.
—Me emociona ayudarte —dejé el plato en la barra y me acerqué a él—. ¿Qué otra cosa quieres que haga?
—Que abras aquella bolsa de gomitas —cerró un ojo, mordió su labio inferior y estiró su brazo extendiendo la mano como si no pudiera alcanzarla.
◃•◈•▸
Habíamos terminado de cocinar, yo estaba sentada en la barra y Leydan parado entre mis piernas mientras ambos comíamos otros dulces que había comprado.
Hicimos crema de champiñones como primer tiempo, risotto y canelones de pollo con manzana para el segundo tiempo y de postre dijo Leydan que lo hacían los empleados porque no era gran ciencia.
—Se me da bien cocinar —dije admirando la comida.
—Creo que mejor que a mí —acarició mi cintura con una mano, y con la otra tomó un pequeño dulce que yo le quité y me metí a la boca.
—Ey —me miró mal y sacudió la bolsita para comprobar que estaba vacía.
Le saqué la lengua y él me sonrió como si fuera un caso perdido, enseguida acercó su rostro a mí y acarició mis labios con los suyos, puso ambas manos alrededor de mi cintura y me jaló pegándome a su cuerpo mientras me besaba animosamente. Pasé una mano por su cuello y tomé un mechón de su cabello entre mis dedos mientras mi boca cedía ante sus labios.
—Yo creí que estaban cocinando, pero veo que están comiendo —la voz divertida de Jaden llegó hasta mis oídos haciéndome dar un respingo.
Leydan no se apartó un solo milímetro de mí, tan solo giró el rostro para ver a su hermano.
Jaden observó la comida y metió un dedo en la crema de champiñones para probarla.
—No idiota, toma una puta cuchara —Leydan bramó mirándolo molesto.
—Les quedó rica —el rubio curvó las comisuras de los labios hacia abajo.
Leydan lo ignoró, como si estuviera acostumbrado a ese tipo de elogios. Yo agradecí pese a que no hice más que él.
La mirada de Leydan se estaba turnando en observar mis ojos o mis labios.
—Yo mejor me voy a bañar, mamá y papá llegan como en una hora —Jaden volvió a meter un dedo en la crema de champiñones y después de metérselo a la boca, salió disparado de la cocina antes de que Leydan lo reprendiera de nuevo.
—Nosotros deberíamos hacer lo mismo —dije.
Me miró fijamente.
—¿Ahorramos agua? —preguntó ladeado una sonrisa.
Definitivamente Leydan no desaprovecha ninguna oportunidad.
Y a este punto yo tampoco.
—Me parece bien —respondí seductoramente y me abracé a su cuello.
Leydan se relamió los labios y me tomó por los muslos levantándome de la barra y cargándome entre sus brazos.
◃•◈•▸
—¡¿Ya puedo salir?! —Leydan gritó desde el baño. Había hecho que se vistiera ahí para que no viera mi vestido aún. En realidad no era fan del suspenso, pero estaba intentando distraer mi mente de mis nervios torturando un poco a Leydan.
—Si presionas me tardaré más —respondí. De todas formas, ya había terminado, solo me estaba poniendo los aretes—. Ya puedes salir —avisé terminando de acomodar mi vestido.
—Que bueno porque me estaba asando aquí adentro —la puerta del baño se abrió y pude observar a Leydan con su traje mal puesto, tenía una corbata sobre el cuello y con ambas manos intentaba acomodársela.
Alzó el rostro hacia mí y entreabrió los labios al tiempo que se detenía en seco. Deslizó sus ojos de arriba a abajo y se detuvo en mi cara, se formó una sonrisa en su rostro y soltó su corbata.
—¿Y bien? —sonreí nerviosa.
—¿Y bien? —arqueó una ceja y repitió mi pregunta—. Luces más que hermosa —se acercó a mí y me tomó por la cintura.
—Y tú luces bien a pesar de que ni siquiera te acomodaste el traje —tomé el cuello de su camisa para poder abrocharle los botones de hasta arriba.
—No me gustan las corbatas —hizo cara de desagrado.
—¿Y para que te la vas a poner? —le hice el nudo de la corbata y se la acomodé.
—¿Elegancia? —curveó las comisuras de la boca hacia abajo.
—Te veo raro con corbata —murmuré.
Estaba acostumbrada a ver a Leydan con los primeros botones de la camisa desabrochados, con sus cadenas visibles, un saco sin abrochar encima y su cabello alborotado, ese era el estilo básico de Leydan.
—Me siento muy formal —se separó de mí para poder verse en el espejo.
Me reí internamente, se veía demasiado recto, incluso se había alisado el cabello hacia atrás.
Caminé hasta él para deshacer el nudo de su corbata y desabrochar sus dos primeros botones.
—No tienes que impresionar a nadie —le alboroté el cabello—. Y me gustas más así —susurré.
Entrecerró los ojos y me presionó contra su cuerpo.
—Arruinaste la ropa que había planeado durante.... tres minutos —sonrió dejando ver la punta de sus dientes y los lindos hoyuelos que se formaban en sus mejillas.
—Yo tardé más —me reí ante su exageración.
—Tú hasta con una bolsa de basura te verías bien, y a mí me queda mal una corbata.
—No te queda mal, te veías muy bien, pero si a ti no te gusta no tienes porque usarlo —me encogí de hombros.
Abrió la boca para decir algo pero entonces sonó ruido por el pasillo. De pronto apareció Karim en la puerta de la habitación.
—Leydan, nuestros padres ya llegaron —avisó y se fue, seguramente hacia la habitación de otro de sus hermanos.
Oh no.
Llegó la hora de hiperventilar.
***
Nota de la autora:
#panico
Besos, byeee, los tqm, muak.
<3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro