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28. Un 𝑎𝑙𝑔𝑜.

—Mucho gusto Katherine, me llamo Gaia Waldorf —la pelirroja se presentó extendiéndome su mano, la estreché de inmediato y ella continuó acomodando un par de cámaras.

—Que mal educada soy, yo soy Lea Waldorf —la mujer que en un principio había aparecido, me sonrió e hizo lo mismo que la otra señora.

—Linda ¿Puedes probarte este vestido?, allá está el probador —Gaia señaló una puerta casi invisible por la cantidad de color verde que me rodeaba, yo asentí tomando el vestido que me ofreció.

Era amarillo, con unos tirantes bordados en pequeñas flores y unos olanes en el escote.

Hice lo que dijo y me probé el vestido, parecía estar hecho a mi medida, salí y ambas me miraron con fascinación en sus rostros.

—Se le ve increíble —susurró una.

—¡Te dije!, te dije que el vestido era fantástico, pero no, siempre tan pesimista —exclamó la pelirroja.

—Ven, párate aquí, te tomaremos un par de fotos para hacer un catálogo de prueba, si estás de acuerdo claro, y te pagaremos.

Escupí mi agua imaginaria. ¿Me pagaran?, estaba dispuesta a hacerlo gratis.

Asentí insegura.

—¡Excelente! —dijo la pelinegra con bastante emoción.

Zyra había vuelto con varios batidos de diferentes sabores, escogí el de fresa y comenzamos a "trabajar".

Después de unas horas, habíamos terminado, me había probado aproximadamente unos ocho vestidos —con sus respectivos tacones para cada uno—, y me habían sacado unas veinte fotos por vestido.

Los pies me estaban matando.

—Quédate a cenar con nosotros linda, Maxime no tarda en llegar —habló Lea.

—¿Maxime? —pregunté.

—El padre de Zyra —respondió sin titubear y salió del cuarto verde.

¿Dijo padre?

Ya no entendí.

Me acerqué rápidamente a Zyra tomándolo del brazo.

—Zyra, no te quiero ofender, pero necesito que me expliques como es qué tienes dos madres y aparte un padre, porque realmente estoy muy confundida, y aparte me estoy muriendo de curiosidad —susurré.

Se rió.

—Olvidé explicarte, lo siento, mmm... Mis madres son pareja, están casadas, y mi padre es mejor amigo de ambas, es obvio que ellas no me podían concebir, así que se lo pidieron a Maxime, los tres me han criado juntos, entonces Maxime es mi padre y ellas mis madres, y Maxime ha estado saliendo con un chico, pero no viene muy seguido. ¿Se entendió?

Me quedé en silencio un momento mientras procesaba la información.

—Creo que sí —sonreí.

—Genial, entonces vamos a comer, debes estar cansada.

Asentí. Sí que lo estaba.

Nos habíamos sentado a comer, y como Lea había mencionado, Maxime, un sujeto apuesto, de ojos verdes y tez blanca, había llegado.

Se parecía mucho a Zyra.

—¿De dónde se conocen? ¿Están saliendo? —Maxime interrogó hacía Zyra y hacía mí.

Tosí atragantándome con la comida.

—¿Qué? No, Katherine es novia de Leydan, la conocí en su fiesta de beneficencia —Zyra respondió sereno y se metió un bocado a la boca.

Logré pasar la comida y bebí agua incómodamente.

—¿La novia de Leydan?, cariño mi más sentido pésame —Gaia se dirigió a mí—. Al fin alguien que soporta el humor de ese muchacho.

—Ajá, si como no, si Leydan la trata como una reina, Katherine parece ser la única que tolera tener cerca —el pelirrojo rodó los ojos.

Todos me miraron con asombró y no pude evitar ruborizarme.

—Pues comparte la receta del amarre —Lea bromeó y enseguida recibió una mirada de pocos amigos por parte de Gaia—. Para que la ocupe Maxime, por supuesto —aclaró—. Yo para que la querría —bufó.

—No me imagino a Leydan siendo amable con nadie —murmuró Gaia—. Necesito verlo por mí misma.

—Yo también —concordó Maxime.

—Y yo —afirmó Lea.

Realmente no tenía consciencia del impacto que tenía sobre la vida de Leydan, siempre me sentía especial estando con él, él me hacía sentir de esa forma, pero no tenía idea de que las demás personas también considerarán que su trato era especial hacia mí.

El resto de la comida transcurrió entre bromas, risas y halagos, la familia de Zyra era estupenda, no solo eran amables, también tenían sentido del humor. En muy poco tiempo me hicieron sentir cómoda.

—Linda, toma —Lea me extendió un sobre con dinero.

—En verdad no es necesario, hice esto porque Zyra es mi amigo, no tiene por qué pagarme —me negué al instante.

—Oh, no seas modesta, hiciste un trabajo increíble y apuesto que estás cansada, tómalo por favor —insistió firme. No se veía como una persona a la que pudieras persuadir fácilmente, así que tomé el sobre.

—Muchas gracias —respondí.

—A ti, me salvaste la vida.

—¿Por qué no la contratan? —propuso Maxime—. Tu modelo siempre cancela a última hora. Bueno, y si es que Katherine quiere, por supuesto.

La cara de Lea se iluminó e inmediatamente giró hacía Gaia. La pelirroja asintió de inmediato.

—¡Pero por supuesto!, como no lo había pensado yo —Lea le dio un golpe en el hombro a Maxime y este soltó un quejido—. Katherine ¿Quieres trabajar con nosotras?

Me quedé inmóvil y sin palabras. ¿Trabajar? ¿Con ellas? Ambas eran tan talentosas que me sentía diminuta a su lado.

Realmente necesitaba un nuevo trabajo, había desatendido mucho el anterior, eso y que necesitaba dinero.

Sonreí ampliamente y finalmente asentí.

—Por supuesto —respondí con emoción.

Ambas señoras me envolvieron en un abrazo, al cual se unió Zyra y Maxime.

—No te arrepentirás, lo prometo —dijo Lea con demasiada emoción.

—Zanahoria, ya está anocheciendo, será mejor que lleves a tu amiga de vuelta a su casa o harás que se meta en problemas —dijo Maxime mientras nos separábamos del abrazo.

Bueno, ya habrá tiempo para que me conozcan mejor y se den cuenta de que no tengo con quien meterme en problemas si llegó tarde a mi casa.

Zyra asintió.

—Sí, ya nos vamos —me miró y asentí.

◃•◈•▸

—Tu familia es increíble —suspiré sonriendo.

—Gracias, les agradaste mucho —sonrió—. ¿Quieres que te lleve a casa de Leydan o a la tuya?

—A la mía, ya es muy noche, y tengo entendido que sus padres regresaron.

Asintió.

—Sí, el señor y la señora Winsclerk —murmuró con desagrado.

—¿No te caen bien? —pregunté con miedo.

—Pues... No los odio —se encogió de hombros—. No me agradan mucho, es que son, son muy —se quedó pensando en una palabra con la que pudiera describirlos—. No sé cómo explicarlo, pero son amables, así que no me quejo.

—¿Crees que yo les agrade? —interrogué insegura por su respuesta.

—Pues, creo que ese es el problema en ellos —bufó—. Hasta la fecha no sé sí yo les caigo bien, porque siempre he pensado que su amabilidad no se siente auténtica.

—Leydan me invitó a pasar la navidad con ellos, estoy muy nerviosa.

—No te preocupes, todo saldrá bien.

—¿Tú iras? —pregunté esperanzada.

—No, no, yo paso la navidad con mi familia en la playa, pero en año nuevo siempre estamos juntos, así que espero verte entonces.


◃•◈•▸

—¿Trabajaras con ellas? —Mirella me preguntó con una sonrisa en el rostro.

Asentí emocionada.

—¿Puedes creerlo? Siento que le debo un riñón a Zyra —bromeé.

—Felicidades cariño —me envolvió en un cálido abrazo.

Todo había mejorado muy rápido últimamente, como si hubiera tenido suficiente y ahora la vida dejara de ser tan hija de puta conmigo. Lo único que podría mejorarlo aún más, seria que mi padre estuviera aquí. Apuesto a que estaría orgulloso de mí.

—Oh, por cierto ¿Qué te dijo Leydan?, él vino ¿No es así? —interrogué.

Mirella asintió.

—Dijo que saldría contigo y le expliqué que te habías ido con un pelirrojo carismático, el cual bombardeé de preguntas antes de dejar que te robara. Él rodó los ojos y dijo "sí, ese es Zyra". Luego nos quedamos platicando y se tomó un café conmigo —sonrió alegre—. Ah, también dijo que le avisara cuando volvieras para saber que llegaste bien y que Zyra no los mató en un accidente automovilístico, dijo que ese muchacho no conduce muy bien.

—Así que tuvieron una tarde de señoras —murmuré divertida.

—Así es, estuvimos juzgando y criticando a los demás mientras tomábamos un café, incluso te criticamos a ti —dijo con burla.

—Ja ja —fingí una risa—. ¿No te dijo si saldríamos mañana?

—Supongo que lo dijo indirectamente, dijo "nos vemos mañana", no creo que venga a tomar otro café conmigo —arqueó una ceja.

◃•◈•▸

Al día siguiente había un Winsclerk en mi puerta, pero no era precisamente el que yo esperaba.

—¿Jaden?

—Hola, Katherine, que gusto volver a verte, ¿puedo pasar?, gracias —entró en mi casa pasando de largo junto a mí.

Por supuesto.

—¿Necesitas algo? —pregunté al verlo curiosear mi casa.

—Un consejo —tomó un angelito de cerámica entre sus dedos y lo inspeccionó para luego dejarlo en su lugar de vuelta.

Parecía inquieto.

—¿Estás bien?

—Sí, claro, estoy perfectamente —habló rápidamente y tomó un cuadro en el que estábamos mi madre y yo.

—Pues no parece, ¿puedes dejar de curiosear mis cosas? —le quité aquel cuadro y lo dejé boca abajo en el mueble de donde lo tomó.

—¿Es tu madre? Se parecen mucho —murmuró tomando una vela del mismo mueble.

Dios mío.

—De verdad deja mis cosas —hablé molesta y le quité la vela.

—Oh, lo siento, como te decía, necesito un consejo —tomó otro cuadro en el que estaba yo de bebé.

—¡Basta! —le arrebaté mi foto—. Jaden, deja de fisgonear mis cosas, con gusto te doy el consejo que quieras, pero siéntate —señalé la mesa y él se sentó en una silla enseguida.

—Lo siento.

—Ya no importa, dime que tienes —serví una taza de café y se la ofrecí.

—Me gusta alguien. Creo —tomó la taza.

—¿Cómo que crees? —inquirí.

—Mira no lo sé, jamás había sentido esto, me refiero, no de esta forma, y me siento muy... —soltó un gruñido y se pasó ambas manos por el rostro.

—¿Seguro que estás bien?

—Sí, perfectamente, escucha, el punto es, que me gusta alguien, y no sé, estoy casi seguro de que e-esta persona también siente algo por mí, y realmente no sé qué hacer —murmuró. Parecía perder la cordura.

—No veo el problema, si a ti te gusta esta persona, y a esta persona también le gustas, ¿por qué no simplemente lo intentan? —murmuré.

—Es que ese es el problema, no puedo intentarlo, hay algo, un, un algo, un algo en medio —hizo una esfera con sus manos y yo fruncí el ceño al no entender su punto.

—¿Un qué?

Algo, un algo, no le des nombre, hay algo en medio y no puedo estar con esta persona por ese algo. Es decir, podría, pero me aterra un poco.

—¿Está casada? ¿Ese algo es un anillo de bodas? —pregunté sorprendida.

—Que no le des nombre al algo —dijo impaciente.

—Bieeen, no le daré nombre a tu algo.

—Perfecto.

—¿Entonces?

—¿Entonces qué? —preguntó.

—Jaden, me tienes que decir que es ese algo, si no no puedo ayudarte —alegué firme.

—Es que no puedo —suspiró con desesperación.

—Pues entonces... Destruye al algo y sé feliz —alcé ambos pulgares y sonreí.

—¿Destruir el algo?, no creo poder hacer eso, tal vez mi destino es ser infeliz toda la vida —murmuró con desánimo.

—Oh vamos, no creo que sea para tanto, hay muchas personas en esta vida, seguro encuentras a alguien que no tenga un algo en medio —sonreí intentando hacerlo reír.

Lo conseguí, soltó una risa y me miró con una ceja enarcada.

—Si tú lo dices —se encogió de hombros y con una sonrisa en el rostro.

Ambos suspiramos y todo se volvió silencio. Sus ojos se quedaron fijos sobre los míos y de pronto se levantó de su silla. Caminó con prisa hasta mí y retrocedí un paso instintivamente.

Tomó mi mano y sonrió ampliamente.

—Salgamos —propuso pero me sonó más a orden.

—¿A dónde?

—A donde sea, me cansé de tener una vida aburrida, vamos a divertirnos —sentí un tirón por el brazo y de pronto me estaba casi arrastrando hasta la salida.

—Pero, yo iba a salir con Leydan —pregoné.

—Solo es un día sin él, no morirás por eso —hizo puchero y me recordó a Zyra un día anterior.

—En realidad serian dos días, y al menos avísale que no saldré con él y estaré contigo.

Me miró pensante.

—¿Y si me mata por eso?

—No creo —vacilé.

—Bien, le enviaré un texto, igual vivir no quiero —sonrió y sacó su móvil del bolsillo para comenzar a teclear.

No tardó mucho.

—Ya, le dije que tú y yo iríamos a Disck M. HB —habló.

—¿Iremos a dónde? —fruncí ambas cejas y sentí que mis neuronas se hacían cenizas al no comprender lo que dijo.

—Es una discoteca —aclaró.

Oh.

—¿Le acabas de decir a Leydan dónde vamos a estar? —pregunté.

—Si ¿Por?

—Por nada —sonreí y él abrió la puerta de su auto para que me subiera.

Suspiré. El día de secuestrar a Katherine fue ayer, no hoy.

◃•◈•▸

—No creo que hayamos venido con la ropa adecuada para esto —me señalé y luego a él. Bueno él no lucía tan mal.

Se miró e hizo una mueca.

—¿A quién le importa? El estilo lo llevamos dentro.

Yo no precisamente, ni por dentro ni por fuera. Tenía puestos unos vaqueros sencillos y una sudadera de mí padre encima de una blusa blanca súper anticuada.

De haberme avisado me hubiera peinado al menos. Inconscientemente me pasé los dedos por mi cabello intentando alisarlo un poco.

—Te ves bien, vamos —volvió a tomar mi mano y caminó hasta la entrada llevándome consigo.



***

Nota de la autora:

sin nota de la autora

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