27. Confundida
—Bueno, es un hecho, mi ropa te queda mucho mejor a ti que a mí —Leydan bufó—. ¿Qué era lo que seguía en tu lista? Ah, sí, lo de los cubiertos, ven —tomó mi mano y salimos de su habitación, ambos íbamos con ropa de dormir y sin zapatos.
Pasamos por el largo pasillo, las luces estaban tenues por lo que apenas se veía el camino, al bajar las escaleras me di cuenta de que la casa parecía desierta, no tenía idea de donde estaban los demás, solo había un par de empleados.
—Pero ya es muy noche, creo que debería volver a mi casa —murmuré mordiendo el interior de mi labio inferior.
Se detuvo y me miró, parecía estar pensando algo.
—¿Te quieres quedar a dormir? —me preguntó.
Lo pensé un momento, no era un sacrificio muy grande...
Leydan parecía tener un ligero brillo en sus ojos, podría ser la luz de la sala que se reflejaba sobre ellos, pero aunque no hubiera un destello de iluminación, estoy segura de que sus ojos brillarían con naturalidad.
—¿No les molestará a tus hermanos? —cuestioné.
—Claro que no, y si sí que se cambien de casa.
Me lo pensé un momento, estaba lloviendo y era de noche, deduciéndolo, Leydan me llevaría en su auto y en medio de la lluvia, convenientemente peligroso.
Asentí finalmente.
—Y ¿Dormiré en...
—Conmigo, por su puesto, ahora ven —avanzó hasta la cocina llevándome con él.
—¿Qué hacemos aquí?
—Dijiste que no sabías utilizar los cubiertos, así que te enseñaré, aunque no es algo tan importante —comenzó a abrir cajones y tomar utensilios.
Terminó sacando unos trece cubiertos y poniéndolos en la mesa, tenían diferentes tamaños, pero para mí todos eran iguales.
—Mira, te los coloqué por tamaños, la cuchara más grande es para consomés, pero no es importante porque no cenamos eso en navidad —la apartó.
Y si no es importante ¿Para qué me la muestra? Terminaré confundiendo los tamaños.
—La que le sigue de tamaño es para sopas y crema —la señaló—. Esta otra es para postres —alzó una más pequeña que las anteriores.
Bien, mediana para sopas, pequeña para postres, lo tengo.
—Esta es para café o té —alzó una aún más pequeña.
Corrección, lo tenía. La mediana pasó a ser la grande, la pequeña a ser la mediana y la mega pequeña a ser la pequeña. Bien, ahora sí lo tengo.
—Y esta última es para helado —me mostró una del mismo tamaño que la mediana pero más delgada.
Mierda.
—Leydan, no puedo, aún falta lo demás y mi cerebro no procesa los tamaños de las cucharas.
Una risa se escapó entre sus labios.
—No es tan difícil.
—Ah, claro, de hecho es demasiado fácil, solo son cinco diferentes tamaños de cucharas, otros cuatro de tenedores, oh, y también otros cuatro de cuchillos —dije sarcásticamente.
—¿Sabes qué? Olvidemos los cubiertos, yo haré la cena de navidad, haré un solo platillo para que solo ocupes una cuchara, un tenedor y un cuchillo, serán los mismos para todos, así que no tendrás que escoger entre tamaños, y en el postre se cambian los cubiertos así que será solo una cuchara, y prometo no servir café ni té —sonrió—, bueno y eso también quita el punto tres de tu lista, no será comida "elegante", solo será comida.
—¿En serio? —pregunté sintiéndome aliviada.
Asintió.
—Pero, con una condición —advirtió—. Quiero que me ayudes a cocinar —finalizó.
Bueno, no era una pena hacerlo, incluso era emocionante, quería verlo cocinar y la idea de ayudarle me hacía sentir especial.
Acepté.
—Me parece justo.
—De acuerdo, el punto cuatro era... —dejó de hablar mientras pensaba—. Oh, que te pones nerviosa cuando hablas en público.
¿Cómo recordaba todo lo que había dicho? Yo con trabajo logro recordar lo que desayuné.
Asentí con vergüenza.
—Mmm... Yo no sé cómo solucionar eso, pero si te reconforta, te prometo que estarás bien, ya conoces a mis hermanos, y mis padres son agradables, no para mí, para los demás, te van a tratar de maravilla, no te preocupes por ellos.
—Sí, me calma un poco —bostecé. No me había dado cuenta de lo cansada que estaba, me estaba muriendo de sueño.
Sonrió mirándome.
—Vamos a dormir, fue un largo día —guardó los cubiertos que antes había sacado y tomó mi mano.
Comenzó a caminar de vuelta a su habitación conmigo a su lado.
—¿Y tus hermanos? —solté la pregunta y me tallé los ojos al caminar.
Se encogió de hombros.
—Deben estar en su habitación, bueno, Reyth y Jaden. Karim seguro está trabajando o algo así.
Me sorprendía no saber más de sus hermanos, era difícil comprender que viviendo en la misma casa no convivían entre sí lo suficiente.
Quería saber más sobre Leydan, sobre su familia, sobre su casa y todo lo que lo relacionara.
Seguimos caminando hasta llegar a su habitación.
—¿Puedo preguntarte algo? —cuestioné un poco adormilada.
Me senté en la orilla de su cama y el comenzó a quitar las cobijas y acomodar las almohadas.
—¿Qué cosa?
—¿Cuántas novias has tenido? —interrogué jugando nerviosamente con mis dedos.
Me miró sorprendido por mi pregunta tan fuera de lugar.
—¿Por qué preguntas eso?
—Quiero saber más de ti —volví a bostezar.
Lo pensó un momento.
—Tres —continuó acomodando la cama.
—¿Contándome?
—Sí Katherine, contándote.
—¿Puedo saber quiénes son? —pregunté cerrando los ojos por el sueño.
—Dios ¿Qué?, ¿qué tienes? —se acercó a mí y levantó mi rostro acunando mis mejillas.
—Sueño —bostecé por tercera vez.
—No me refería a eso, ¿por qué estás preguntando esas cosas?, no tienen importancia.
—Para mí sí.
—¿Por qué?
—Leydan, vives en un mundo donde de seguro te relacionas con personas de tu nivel, con mujeres de familias adineradas, elegantes, con clase... ¿Por qué estás conmigo?
Frunció ambas cejas y pareció molestarse, pero enseguida relajó el rostro y suspiró.
—Estas delirando por el cansancio, ven, vamos a dormir —sonrió besando mis labios y luego me hizo acostarme debajo de las cobijas.
—No contestaste mi pregunta —mascullé en voz baja mientras me acomodaba en la cama.
—¿Quieres que te diga una lista entera de tus cualidades? Me parece que tienes mucho sueño y no alcanzaras a escuchar ni las primeras cincuenta —cerró la puerta de la habitación y apagó las luces—. Katherine, no te sientas menos por alguien, y tampoco estés con alguien que te haga sentir de ese modo, si tan solo te vieras como yo lo hago, te preguntarías como alguien tan preciosa como tú estaría con alguien tan jodido como yo, eres una persona increíble, créelo —se metió debajo de las cobijas.
Sentí mis mejillas arder.
—Gracias —susurré.
—Ahora duerme, y gírate, te quiero abrazar y así no puedo —habló empujándome para que rodara.
Reí quedando de espaldas a él. Me tomó por el abdomen y me jaló hacia su cuerpo, abrazándome.
—Descansa pequeño ratón —susurró contra mi cuello.
◃•◈•▸
Leydan seguía dormido, yo me había cambiado de posición por la noche, así que tenía su rostro frente al mío, lucía relajado, inocente, como si no le gustara gritarle a la gente cuando se estresa, como si no hubiera golpeado a Alan, o como si no tuviera miles de problemas. Su piel pálida llena de moretones brillaba con los rayos de luz colándose por la ventana, sus labios rojizos los tenía ligeramente separados, y el cabello le caía por encima del rostro.
Tomé un mechón de su pelo entre mis dedos, el blanco le quedaba muy bien, me preguntaba en qué momento se le ocurrió pintárselo así.
Pensé que tal vez hubo algún momento en que lo tuvo completamente blanco, y con el paso del tiempo tan solo le quedaban las puntas de ese color.
Me gustaba el blanco, y a él parecía quedarle perfecto.
De pronto estiró los brazos tomándome de la cintura y apretandome contra él.
—Buen día —murmuró despertándose.
Sonreí al verlo adormilado.
—Buen día, levántate porque debes llevarme a mi casa, tus papás llegan por la tarde.
—Deja de huir de mis padres como si fueras mi amante —rió y se acurrucó contra mi cuerpo poniendo su cabeza en mi cuello—. Hueles muy bien —inhaló mi aroma.
Me provocó una sonrisa por el cosquilleo que me hizo al acercarse tanto a mi cuello.
—Hablo en serio, ni siquiera le avisé a Mirella que pasaría aquí la noche.
—Y a mí se me olvido decirle, va a odiarme.
—Ajá, si ella te adora, te quiere más que a mí —exclamé dolida.
—Te robé todo el día y toda la noche, creo que va a dejar de hacerlo.
◃•◈•▸
—Oh no pasa nada, pero la próxima vez avísenme —exclamó Mirella con voz dulce y relajada.
Miré a Leydan con cara de <<te lo dije>> y él se asombró.
—Así será, lo prometo, pero ahora ya debo irme, lamento no quedarme más tiempo —sonrió gentilmente y luego se inclinó para dejar un beso casto sobre mis labios—. ¿Quieres que salgamos mañana?
—Claro, por la tarde, temprano debo ir a trabajar —respondí.
Asintió.
—Te veo mañana entonces, hasta luego señora —se subió en su auto y lo vimos alejarse entre las calles.
—¡No puedo creer que te haya comprado todo eso! —exclamó Mirella entrando a la casa y observando las cajas con vestidos y zapatos.
—Ni yo, ni siquiera sé dónde guardaré todo.
—Al paso que va, pronto te comprara una casa —murmuró en burla.
Rodé los ojos y ambas nos reímos.
◃•◈•▸
Y al día siguiente los planes no salieron como esperaba, ¿la razón? La razón tenía nombre y apellido: Zyra Waldorf.
Salí de trabajar e iba caminando de regresó a mi casa, de pronto un coche —al que la palabra elegante le quedó corta— se detuvo frente a mí. Y del lindo auto, salió un joven pelirrojo vistiendo un traje color vino que le quedaba perfecto.
Oh, y sin omitir el detalle de que Zyra es la única persona que conozco que usa tenis con traje.
—Katy, mi linda Katy ¿Cómo estás?
—Bien, aunque mayormente desconcertada —le respondí.
—¡Sorpresa! —dijo entusiasmado.
—¿Viniste a verme? —interrogué. Comenzábamos a llamar la atención de la gente que pasaba, claro que sí, si yo viera en la calle un coche como el de Zyra también me detendría a admirarlo.
—Más bien para llevarte conmigo, ven —me ofreció su mano para que me subiera al auto y después de reflexionar mucho, la acepté.
¡Dios mío! ¡Las puertas de su auto se abrían hacia arriba!, era rojo y por dentro era mucho más impresionante.
Zyra le dio la vuelta al auto y se subió.
—¿A dónde vamos? Espero que a mi casa, porque yo tenía planes.
—Ja, no, en realidad vamos a mi casa, necesito un favor tuyo, y puedes posponer tus planes —me miró haciendo un puchero.
—Zyra, tenía planes con Leydan —rezongué.
—Lo ves casi a diario, puedes sobrevivir un día sin él, por favor —volvió a hacer puchero.
Suspiré.
—¿En qué necesitas mi ayuda? —pregunté resignada.
Sonrió satisfecho, pareció tomar mi pregunta como un rotundo sí. Encendió el auto y arrancó.
—Mira, una de mis madres es diseñadora, y sucede que hoy iba a hacer unas pruebas de sus nuevos modelos, pero la chica que se supone debía ir a probárselos canceló, y mi madre necesita a alguien.
—¿Y quieres que...yo me pruebe los vestidos?
—Exacto —asintió.
—¿Al menos podrías avisarle a Leydan que no saldré con él y que estaré contigo?
—¿Para qué me arranqué el cuello? No, gracias —bufó.
—Yo no tengo como avisarle, irá a mi casa y Mirella tampoco sabe dónde estoy, ambos se van a preocupar.
—Oh, yo le avisé a Mirella, ella le dirá a Leydan —sonrió ampliamente—. Es una señora encantadora.
Vaya, parecía tener todo cubierto.
—¿Cómo supiste dónde vivo? —interrogué confundida.
—Le pregunté a Karim, él te vino a dejar una vez, ¿lo recuerdas?
◃•◈•▸
Tardamos como treinta y dos minutos en llegar a su casa, estaba un poco lejos.
—Bienvenida a mi humilde casa —hizo énfasis en esa palabra.
No tenía nada de humilde.
—Si esto es humilde, no sé qué es mi casa entonces —hablé alzando ambas cejas y mirando de lado a lado la enorme mansión en la que me encontraba—. No puede ser, Zyra, ni siquiera me diste tiempo para que me peinara —señalé el desastre de mi cabello.
Tronó la boca y se acercó a mí, me planchó el pelo con las manos y sonrió.
—Te ves perfecta, ahora ven —tomó mi mano y casi me arrastró consigo.
Ya nada podía asombrarme más, el lugar por fuera era magnifico, pero por dentro... no tenía palabras para describirlo, esa una casa hermosa, las paredes eran blancas y había cuadros con dibujos hermosos colgados en todas partes, también había pequeñas esculturas en las esquinas de los salones, los sillones eran negros con cojines blancos, todo era tan elegante y maravilloso.
—Los dibujos son muy lindos —señalé un cuadro en el que había un rostro con muchos colores en él.
—Los hizo mi madre, le gusta dibujar cuando no está diseñando —sonrió. Me daba la impresión de que Zyra adoraba a su madre.
Seguí recorriendo el lugar con la mirada y me topé con unas hermosas fotografías de paisajes, vestidos, objetos y demás, estaban enmarcadas al igual que los dibujos.
La casa de Zyra era como un museo de arte magnifico.
—¿Las fotos son de... —dejé la pregunta en el aire para que Zyra respondiera.
—Oh, mi madre es fotógrafa —contestó.
—¿También?
—¿Eh?, Oh, no, es que...
Interrumpieron al pelirrojo.
—¿Zyra? ¿Dónde estabas?, te dije que comenzaba a tener una crisis por mis vestidos y te fuiste —una señora pelinegra apareció por el pasillo, pasó su vista de Zyra hasta a mí—. ¿Y esta hermosa jovencita?
—M-mucho gusto, soy Katherine —sonreí.
—Ella te ayudara con tus vestidos, mamá —explicó.
—¡Oh!, gracias al cielo, de verdad no sé qué haría sin ti —la señora exclamó entusiasmada y le dio un abrazo a Zyra—. Ven linda, por aquí —me señaló un pasillo que daba a una gran puerta.
Era un gran cuarto con todas las paredes verdes, había varías cámaras, luces, y por supuesto vestidos hermosos.
—¡Amor!, Zyra arregló el problema, trajo a una hermosa jovencita para medirse los vestidos, cancela los servicios funerarios, no me voy a suicidar hoy —bromeó y se escuchó una risa femenina al otro lado de la habitación.
De entre las cámaras salió otra mujer, alta y pelirroja. Fruncí ambas cejas al verla.
—¿Qué haríamos sin Zyra?, gracias cariño —la pelirroja se dirigió a Zyra.
—De nada ma, iré por unas bebidas en lo que le explican a Katherine lo que debe hacer —sonrió y se fue.
No pude evitar abrir la boca con sorpresa y una pizca de confusión.
***
Nota de la autora:
VOLVÍ, buen día, no es de día pero díganme buen día.
Les iba a decir algo más pero lo olvidé...
*piensa*
No, no recuerdo, bueno.
Besos, cuídense, duerman bien, tomen agua, bañense (opcional), coman y nos vemos en el siguiente capítulo.
los tqm
—Ari
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