Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

24. Ayuda, me está seduciendo.

Katherine

—¿Tus padres no te dicen nada? —inquirí hacía Leydan.

—¿De qué? —frunció levemente el entrecejo.

—Pues has venido muy seguido, o ¿ellos no saben que vienes aquí?

Hizo una mueca.

—No, no notan mi ausencia, es decir, sí, pero están muy ocupados y cuando se dan cuenta simplemente invento algo —se encogió de hombros.

Asentí mordiendo mi labio inferior. En el fondo me decepcionaba que nadie supiera de nuestra relación, aunque no tuviéramos nada oficial, claro que sus hermanos estaban por enterados que nos veíamos seguido, pero no era lo mismo a que me fuéramos novios y su familia lo supiera.

—Lo haré —habló y giró un anillo sobre su dedo.

—¿Qué harás?

—Les diré a mis padres sobre ti —dijo.

De pronto ya no sonaba tan bien como en mi mente.

—¿Qué? No, no hace falta, no deberías —hablé sin pensar, mi cerebro estaba creando miles de escenarios distintos en los que sus padres se enteraran de mi existencia, y en ninguno acababa bien—. Leydan, no creo que les agrade a tus padres, a ellos no les caen bien la gente como yo.

Una cosa es querer que algo pase, y otra muy diferente es saber que pasará. Porque cuando lo dijo en voz alta se me quitaron las ganas.

—Les agradarás —aseguró.

—Si les llegara a agradar tan solo sería para tenerte contento.

Me miró con extrañeza.

Oh Dios ¿Hablé sin pensar?

Perdón, el tema de sus padres me pone nerviosa.

—No quise decir eso —cerré los ojos con fuerza intentando desaparecer.

Él rio levemente.

—Sí Katherine, tal vez les agrades solo para tenerme contento a mí, ¿y eso que importa? —elevó un ceja.

Lo miré mientras jugaba nerviosamente con mis dedos, no lucía molesto por lo que yo acababa de decir, tenía ladeado el rostro y una ligera sonrisa.

—Que no me querrán de verdad —fijé mi vista en un punto inespecífico del suelo.

—El que te quiere soy yo, ellos no importan.

—Y si no importan, entonces ¿Para qué decirles? —cuestioné.

Espera ¿Dijo que me quiere?

—No lo sé, al menos para que sepan la razón por la cual estoy fuera de casa todo el tiempo —se encogió de hombros—. Después de todo son mis padres.

—Y sí... y sí ya no te dejan verme.

Soltó una carcajada.

—Dudo que hagan eso, no soy un niño, y si pasara ¿Te parece que soy alguien que le hace caso a sus padres? —arqueó una ceja.

Cierto.

Jamás había tenido la necesidad de conocer a los padres de alguien, ahora debía dar una buena impresión y lo último que doy es eso.

Todo se hizo silencio, no sabía si añadir algo más a la plática.

—Podrías venir en navidad —propuso, y yo me ahogué con mi trago de agua imaginario.

—¿Qué?

—Sí, navidad es en dos semanas, podrías venir a cenar.

¿Qué está diciendo?

Crisis nerviosa entrando en 3... 2... 1:

No tengo ropa linda.

No sé usar los cubiertos.

No sé comer comida elegante.

Me pongo nerviosa cuando hablo.

¿Cómo me voy a peinar?

¿De qué temas hablaré con sus padres?

¿Qué responderé cuando pregunten cómo nos conocimos? Ah, señor y señora Winsclerk, casualmente entré por la ventada de una habitación para colarme en una fiesta a la que no estaba invitada.

Creo que alguien escuchó tus pensamientos...

¿Ah?

La risa de Leydan se hizo audible por toda la habitación.

¿Pensé en voz alta?

Mierda.

Sentí calor en mis mejillas, estaba segura de que parecía un tomate. Lo miré con vergüenza y cubrí mi rostro con ambas manos.

Se seguía escuchando su risa, aunque parecía querer evitarla.

Palpó sus manos sobre mis brazos y dio un ligero empujón en el que acabé recostada en la cama, quitó mis manos de mi rostro y de pronto sentí su cálido aliento sobre mis labios y su cuerpo encima del mío.

—¿Ya te había dicho que cuando te sonrojas eres muy bonita? —sonrió y se relamió los labios, su herida aún estaba fresca pero eso no pareció importarle.

Olía a menta fresca y alguna otra fragancia suave que tal vez provenía de su cabello. Un brillo en sus ojos destelló mientras me miraba.

Ayuda, me está seduciendo.

—Bueno, ya que tu lista es muy larga, empecemos por lo primero —se apartó de mí para luego ponerse de pie.

¿Y mi beso?

—¿Qué lista? —pregunté.

—La que acabas de decir hace un momento, vamos —tomó las llaves de su auto y me hizo una seña para que lo siguiera.

Me levanté y fui tras él, salimos de mi casa y me dirigió hasta su auto.

—¿A dónde vamos? —cuestioné luego de que me abriera la puerta del auto para que entrara.

—A comprar ropa linda —hizo comillas con los dedos en la palabra linda.

—¿Qué?

—Haces muchas preguntas, shh —me calló.

¿Me calló?

◃•◈•▸

—No estoy segura de esto —hice una mueca.

—¿No estás segura de qué? ¿De lo nuestro? No puedes, estoy embarazado.

Reí.

—Hablo de la ropa.

—Ah, calla, ya estamos aquí así que no acepto un no por respuesta —sonrió y tomó mi mano.

¿Me volvió a callar?

Sí, y también dijo que nos va a comprar ropa.

Ah, mi conciencia ahora habla en plural.

—¿Estás seguro? —mordí mi labio inferior.

Me miró con confusión.

—Por supuesto ratón, quiero que te sientas cómoda con lo que sea que te pongas, no solo en la cena, siempre —pasó un mechón de mi pelo atrás de mi oreja.

—Es que no quiero abusar, ya sabes, de tu dinero —desvié la vista apartándola de la suya.

Se rio.

—Pues yo sí quiero hacerlo, así que vamos —entró a una tienda llevándome consigo—. El vestido que llevaste a la cena que te invité, el rojo, ¿dónde lo compraste? Necesitas otros diez iguales.

Reí ante su exageración.

—No lo sé, Mirella me lo regaló, se excusó diciendo que era por mi cumpleaños.

—¿Tu cumpleaños ya pasó? —cuestionó girando el rostro.

—Fue el veintinueve de septiembre —contesté—. Hablando de eso, ¿cuándo es tu cumpleaños? —pregunté.

—No —sonrió y no me quiso responder—. Mira este vestido.

Me mostró un vestido negro con dos cortes a los costados de las piernas y sin tirantes.

Sonreí y él lo tomó colocándolo en su brazo.

—Te lo vas a probar, ¿este te gusta? —me mostró otro en color dorado.

Entrecerré los ojos observándolo y me interrumpió antes de que pudiera dar una respuesta.

—Se ve que sí, pruébatelo —lo puso en su brazo encima del que ya tenía.

Y luego hizo lo mismo con casi todos los vestidos de la tienda, ya ni siquiera los tenía en el brazo, había pedido un perchero con ruedas y tenía al menos treinta vestidos en este.

—Creo que ya recorrimos toda la tienda, ve a probártelos —habló con entusiasmo y rodó el perchero hasta los probadores.

No podía quitar la sonrisa en mi rostro desde que se me había formado. Me sentía tan especial al lado de Leydan, no solo por los vestidos que él escogía para mí, también por su forma de mirarme, por su forma de acariciar mi mano cada vez que la tomaba, su manera de besarme, simplemente por él.

—Disculpe, el máximo de prendas que puede meter al probador son diez —la chica que atendía le dijo a Leydan, el cual rodó los ojos y sacó algo de su bolsillo para luego dárselo a ella.

La chica tomó lo que le dio, luego me sonrió y se alejó.

—Anda, entra —se sentó en un silloncito a esperarme.

—Pero la chica dijo...

—Ya cambió de opinión.

—¿La sobornaste?

—Tal vez —sonrió.

Reí mientras negaba reprobatoriamente con el rostro y entré a los probadores, eran enormes, el pasillo era muy amplio por lo que no costaba trabajo avanzar con el perchero, entré al tercer cubículo, las paredes eran de mármol y una de espejo, tenía un sillón de gamuza y una luz blanca en el centro del techo, para ser solo un probador era demasiado grande, cabía el perchero, yo y como cuatro personas más.

Y ahora venía la labor difícil, probarme los treinta y tantos vestidos que Leydan había tomado, no me molestó que él los haya escogido, incluso lo agradecía, porque yo no hubiera aceptado ninguno por vergüenza.

Todos los vestidos eran hermosos y aunque me hubiera preguntado si me gustaban o no, no habría dicho que no a ninguno de los que tomó, y tampoco a ninguno de los que no tomó.

-

Salí con el quinto vestido puesto, era morado oscuro y ajustado al cuerpo, tenía los tirantes a los costados de los hombros y escote en V.

—¿Qué tal? —giré modelando el vestido.

Se puso de pie y caminó hasta mí, colocó sus manos en mi cintura y agachó la cabeza para besar mi hombro.

—Ya no sé por qué te los estas probando, todos te quedan muy bien —habló sobre mi piel.

Sonreí.

—Diré que llevarás todos, pero antes pruébate uno azul marino que escogí, quiero vértelo puesto.

—Hay como cuatro azul marinos en el perchero, ¿cuál de todos?

—Tiene tirantes.

—Leydan, los cuatro tienen tirantes —hablé conteniendo una risa.

Parpadeó repetidas ocasiones y asintió, entró a los probadores y luego al que yo estaba, yo solo lo seguí.

—Este —lo levantó y me lo dio.

Lo tomé y luego de notar que no se movió le hice un gesto para que saliera del cubículo, él bufó y salió.

Me puse el vestido, tenía el costado abierto hasta la cadera con cadenas uniendo la abertura, las tiras eran delgaditas y con un escote en U, y en la parte de la espalda era descubierto.

Abrí la puerta cuando me lo terminé de acomodar y di un respingo al ver a Leydan recargado al otro lado.

—Estas en los probadores de mujeres, por si no sabías —mascullé.

—No hay más gente en el lugar —me miró de pies a cabeza lentamente.

Era cierto, no había más gente en el lugar.

—¿No vienen muchas personas aquí? —interrogué.

—Sí, pero pedí que no dejaran entrar a nadie en lo que estábamos nosotros —se acercó a mí entrando al cubículo.

—¿Por qué?

—Me estresa la gente —respondió y cerró después de entrar.

Sí, era de esperarse.

—¿Qué tal el vestido? —estiré los brazos a los costados.

—Se te ve perfecto ¿Y si te pido el mismo modelo en todos los colores existentes?

—Estás loco —achiné los ojos hablando con sorpresa.

Se acercó a mí y me abrazó por la cintura.

—En serió se te ve muy bien —me miró fijamente a los ojos, la manera en la que me observaba me hacía sentir especial, no podría describirla, pero me gustaba, nadie me había mirado así jamás.

Sonreí y me puse de puntitas para darle un corto beso en los labios. Me miró con una ceja levantada y se inclinó para besarme bien. Percibí mi cuerpo retroceder y arqueé la espalda cuando la pared me tocó, Leydan puso sus manos en ella sustituyendo el frio del mármol por el frio roce de sus anillos.

Llevó una de sus manos hasta la abertura del vestido y acarició mi muslo deslizando la yema de sus dedos hacía arriba, estaba levantando la tela de la prenda.

Estiró su mano rodeando mi pierna y la levantó suavemente hasta que mi rodilla tocó su cadera.

Solté un jadeo contra sus labios cuando lo sentí.

—Estamos en un lugar público —hablé separándome del beso.

—¿Y eso qué? —se relamió los labios.

—Que no lo haremos en un probador de ropa —mascullé. Mis mejillas ardían.

—Yo te lo haría en cualquier lugar, y el probador está cómodo —sonrió con gracia y yo lo miré mal.

Hizo una mueca de poco convencimiento y luego asintió.

—Solo porque aún debemos pasar a otras tiendas —finalizó y bajó mi pierna.

—¿Otras tiendas? —pregunté confundida.

—Sí, los vestidos necesitan zapatos que combinen —se separó de mí y se puso de cuclillas para acomodar mi vestido con sus manos, se me hizo un acto tierno pese a que él lo desacomodó—. Iré a pagar —se puso de pie, sonrió y deslizó el perchero llevándoselo.

-

Salí después de cambiarme y me encontré a Leydan con varias pilas de cajas a su alrededor mientras hablaba con la cajera. Me acerqué a él mirando confundida el panorama.

—¿Por qué hay tantas cajas?

—Porque aquí empaquetan así los vestidos para que no se maltraten y que los accesorios no se pierdan.

¿Qué?

—Oh —Leydan tomó el vestido azul marino que traía en la mano y se lo dio a la cajera—. Este también.

La chica lo tomó y se lo dio a su compañera quien lo dobló con cuidado dentro de otra caja y luego colocó un collar y un par de aretes sobre él para después ponerle la tapa.

Yo me encontraba parpadeando repetidas ocasiones.

—¿Va a pagar en efectivo o...

Leydan le dio una tarjeta.

—Disculpe, ¿tiene a alguien que nos pueda ayudar a llevar todas las cajas a mi auto? —preguntó cuando la chica tomó su tarjeta.

La señorita asintió e hizo una llamada, unos minutos después, un chico entró con un carrito como los de equipaje y comenzó a acomodar las cajas en él.

El chico me miró y sonrió, se veía un año mayor que yo, aparté la vista y me paré al lado de Leydan.

—Vamos a dejar esto al auto y luego volvemos a la zapatería, ¿sí?

Asentí.

Tomó mi mano y salimos con el chico del carrito atrás de nosotros.

—¿Quieres comer algo? —me preguntó.

—No tengo hambre ahora.

Soltó mi mano para acomodar su tarjeta en su cartera.

—No eres de por aquí ¿verdad? —cuestionó el chico del carrito cuando caminó al lado de mí—. Bueno, es que tengo mucho tiempo trabajando aquí y jamás te había visto.

El rostro de Leydan giró hacia el muchacho y de reojo vi como lo miró de pies a cabeza, pero no dijo nada.

—Yo, amm... no soy de aquí —contesté.

Asintió sonriente.

—Tiene sentido, te recordaría de haberte visto antes. Y ¿Él es tu... —señaló a Leydan discretamente.

—Su novio —Leydan forzó una sonrisa hacia el chico y volvió a tomar mi mano.

Lo miré con una ceja levantada y abrí la boca para burlarme, pero juntó sus labios con los míos antes de que pudiera decir algo.

Y reí sin apartarme de él.



***

Nota de la autora:

¿El escribir a alguien así sirve para manifestar? 😞 o nadota?

—Ariel R. Zales

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro