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17. Pequeño ratón.

Me puse de pie y caminé hasta la puerta para luego abrirla.

Leydan estaba de pie en el pasillo. Lo miré confundida y salí por completo de la habitación.

—¿Si? —cuestioné al notar que no decía nada.

Hubo unos segundos de silencio.

—Yo lo hice —sus ojos se posaron sobre los míos.

Tenía una expresión confusa, parecía nervioso, pero seguía luciendo serio y altivo.

—¿Hiciste qué? —mi cara era confusión pura.

—Yo te invité —murmuró, sonando completamente sincero.

Parpadeé un par de veces.

¿Leydan hizo qué?

Sí, cabía la posibilidad de que Leydan hubiera sido, pero durante toda la cena me había obligado a borrar esa idea de mi mente. No tenía sentido, y de tenerlo entonces yo no lo aceptaba.

—¿Por qué? —cuestioné—. ¿Qué ganas conmigo aquí? ¿Te estás burlando acaso o es que...

—Shh, no es eso —sonrió ligeramente y se relamió los labios. Su piercing destelló con la luz del pasillo—. No sé por qué lo hice, ni con la primera carta ni con la tercera —se acercó un poco hacia mí—. Es que me estoy volviendo un poco loco.

Sus ojos se deslizaron hasta mis labios.

Fruncí las cejas al tiempo que él se acercaba más a mí. La falta de espacio personal no me incomodó, sin embargo, me aceleró el corazón y me cortó la respiración.

—Si me besas y luego te arrepientes te daré una patada en los...

Me calló poniendo sus labios sobre los míos.

Y sin darme cuenta mi boca se estaba moviendo al mismo ritmo que la de él. Su cuerpo se inclinó sobre el mío y dio unos cuantos pasos haciéndome retroceder hasta que mi espalda tocó la pared. El tacto frío de su piercing era una sensación única, casi deleitante.

Podía sentir el fuerte latido de su corazón contra mi pecho.

Las caricias que dejaban su boca sobre la mía me habían ocasionado una rara sensación en el pecho y un gran placer en el estómago.

De pronto sentí la fría brisa chocar contra mis labios por la separación de los suyos.

Me observó sin apartar la distancia entre nosotros.

—No estoy arrepentido —tenía la respiración un poco agitada.

—Estás loco —murmuré.

—Pero solo un poco —elevó una ceja y dibujó una sonrisa en su rostro.

Solté una leve risa y negué con la cabeza.

Se quedó observandome un momento.

Rodé los ojos y lo empujé suavemente poniendo ambas manos sobre su pecho.

—Deberías ir a dormir —sonreí.

—No me has pedido disculpas —habló con obviedad y se indispuso a moverse.

—¿Y disculpas por qué?

—Rechazaste mis dos primeras invitaciones —reclamó con un dramatismo exagerado.

—La tercera es la vencida —sonreí.

—Si rechazabas esta te hubiera enviado diez al mismo tiempo.

—Ajá —rodeé los ojos.

—Hablo en serio, hubiera inundado tu casa de invitaciones.

—¿Y no era más fácil buscarme? —inquirí con obviedad.

—Ese era el plan B en caso de que inundar tu casa no funcionara —curveó la comisura de sus labios hacia abajo.

—Y eso que no sabes por qué me mandaste las invitaciones.

—Sólo sé que quería verte —susurró.

Me puso ligeramente nerviosa.

—Lamento haber rechazado tus dos primeras invitaciones, ahora ve a dormir y déjame dormir a mí.

Sonrió satisfecho.

—Que tengas linda noche, pequeño ratón —se apartó y me guiñó un ojo para después perderse por el pasillo.

Me quedé de pie afuera de la habitación, podía sentir la velocidad con la que mi corazón latía. Estaba confundida y feliz, y el estar feliz me confundía aún más.

◃•◈•▸


Unos golpes en la puerta me despertaron, me incorporé en la cama y me levanté rápidamente. No cometí el mismo error de la vez pasada por lo que antes de salir me miré en el espejo y acomodé mi cabello y vestido. Luego abrí la puerta.

—Buen día —Reyth me sonrió—. Baja a desayunar.

Negué rápidamente con la cabeza.

—Ya debo irme o llegaré tarde a mi trabajo —hablé apenada.

—Oh, bueno, entonces baja para que alguien te llevé a tu casa —sonrió.

Asentí y entré de nuevo a la habitación para acomodar rápidamente la cama, luego bajé al comedor. Reyth me estaba esperando en la puerta.

—Katherine ya se debe ir —anunció, nadie estaba comiendo aún—. Y yo también, Jaden llévame a la escuela.

Leydan venía llegando desde otra entrada del comedor, me miró con cautela.

—¿No vas a desayunar? —cuestionó acercándose a mí.

Pude percibir la mirada de confusión que expresaron sus hermanos ante el interés en su pregunta.

—Lo lamento, es que ya debo irme —respondí.

Él asintió y tomó unas llaves de la mesa.

—Te llevo —dijo con su mismo tono de voz serio.

Me despedí en voz alta de todos y giré sobre mi misma para comenzar a caminar hacia la salida.

—Por aquí —Leydan me guió hacia su auto.

Me abrió la puerta del copiloto y entré, él rodeó el auto y se subió.

—Bueno, ¿y por qué la prisa por irte? —encendió el auto.

—Necesito ir a trabajar —respondí.

—¿Trabajar? ¿De qué trabajas?

—Solo ayudo a atender una tienda —me encogí de hombros.

Asintió y no volvió a preguntar sobre el tema.

—¿Tú no deberías estar en la escuela? —pregunté.

—Sí, pero tomo clases particulares.

—¿Tus hermanos van a la escuela?, bueno, ya escuché que Reyth si, ¿y los demás?

—Karim no, Reyth está en tercero de preparatoria y Jaden está estudiando finanzas, Karim terminó la universidad y da asesorías a los trabajadores de mi padre, él algún día será el dueño de la empresa familiar.

Hubo unos segundos de silencio.

—¿Tú que estudias? —cuestioné con nerviosismo. Con Leydan no estaba segura de que clase de preguntas hacer, lo veía como alguien a quien tratar con pinzas.

—Gastronomía —respondió.

—¿Qué es eso? —interrogué.

Giró el rostro hacía mí y enarcó una ceja.

—Pues... —se quedó un momento en silencio, como si estuviera pensando que responder—. Cocina.

—¿Se estudia para cocinar?

Soltó una risa, no pude evitar observarlo detalladamente, un par de sutiles hoyuelos se hicieron visibles naturalmente, sus dientes brillaron, lucía un poco relajado.

—Sí, se estudia para cocinar.

—No pensé que eso te gustara —comenté—. ¿Por qué no vas a una escuela? —pregunté y me arrepentí, tal vez estaba preguntando demasiado.

No respondió al instante, parecía pensar.

—Porque no me gustan las escuelas, pero cambiando de tema, ¿cuándo piensas volver?

—Cuando me lleguen diez invitaciones al mismo tiempo —sonreí.

Rodó los ojos y sonrió levemente.

◃•◈•▸

Leydan se bajó del auto y le dio la vuelta para abrirme la puerta.

—Gracias, por traerme y todo lo demás —bajé del auto.

Pude notar como un par de señoras se detuvieron a vernos.

Corrección, a ver a Leydan.

—No es nada, y perdón por no traerte la vez pasada, y mi actitud estúpida, y lo de la casa del terror, y sabes qué, mejor solo olvídalo —desvió la vista.

—¿Katherine? —Mirella salió de mi casa con una sonrisa de oreja a oreja.

—Mirella —le sonreí incómodamente.

Leydan la miró.

—Mucho gusto señora —estiró su mano gentilmente y Mirella la correspondió.

—¿Y tú quién eres? —interrogó Mirella.

Trágame Tierra.

Leydan no pareció ofendido en lo absoluto, sonrió amablemente y contestó.

—Me llamo Leydan Winsclerk, es un placer.

—Yo ya me de-debo ir a trabajar —intervine.

—Oh, no te preocupes por eso, le dije a Mat que estabas enferma y no irías —sonrió orgullosa.

—¿Hiciste qué?

Mirella me ignoró y se volvió a dirigir a Leydan.

—Gracias por traer a mi Katy, pero ya deberías irte o tu cara aparecerá en el periódico de toda la ciudad —señaló con la vista a un par de personas que estaban deteniéndose al otro lado de la calle.

—Eso no es un problema para mí.

Caí en cuenta.

—Oh, ¿qui-quieres pasar? —pregunté nerviosamente. Mi casa no era ni una décima parte de la residencia, y aunque me apenaba decirlo, tenía miedo de lo que fuera a decir Leydan.

Puedo invitarte una taza de té que acabo de preparar —Mirella sonrió.

Le di una mirada de preocupación pero me ignoró completamente.

—Con gusto —respondió Leydan.

Má-ten-me.

Fui a abrir la puerta.

—Pasa —dejé que entrara primero y le susurré cosas incomprensibles a Mirella.

Después de un rato, estábamos los tres sentados en la mesa, cada quien con su taza de té. Mirella parecía interrogar a Leydan y este respondía con amabilidad cada pregunta.

Leydan no observó detalladamente nada, se limitó a mirarme a mí y en ocasiones a Mirella.

—Me van a tener que disculpar, pero ya debo irme —se levantó de la silla—. Muchas gracias por el té señora, estaba delicioso —sonrió.

—No es nada, fue un gusto tenerte aquí, espero vengas más seguido.

Le eché una mirada de advertencia a Mirella y acompañé a Leydan a la puerta.

—Gracias, y no te sorprendas si un día te llegan diez invitaciones —me guiñó un ojo y se dirigió a su auto.

—Adiós, Leydan.

◃•◈•▸

—Me cayó muy bien —dijo Mirella.

Negué reprobatoriamente con la cabeza.

—¿Qué? —fingió inocencia.

Exhale aire.

—¿Cómo te fue anoche?

Otra larga platica...

◃•◈•▸

La noche había caído, y con ella mi energía. Podía dormir un año entero de eso estaba segura, aunque no sabía si tenía la capacidad de conciliar mi sueño una segunda noche después de la viva confusión de sentimientos que se esparcía dentro de mí.

Porque sigo sin comprender a Leydan, y temo no hacerlo nunca.

Porque no sé qué siente por mí o si acaso tiene sentimientos.

Y lo más importante, no sé lo que yo siento por él...

Había pasado mucho tiempo desde que vi a Alan, tal vez era momento de continuar con mi vida.

Hubieron dos golpes sonoros contra la puerta.

Alejé los pensamientos de mi mente y caminé hasta la puerta. Se hicieron audibles otros dos golpes antes de abrir. Con molestia rodeé los ojos al girar la perilla.

—¿Sí? —interrogué molestamente.

Pero mi expresión se evaporó por completo.

Escuché un crujir dentro de mí, acompañado con un nudo en mi garganta.

—¿Alan?



***

¿Ah? 

bueeebye.


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