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10. Una tormenta

Abrí poco a poco mis ojos, despertando por el molesto ruido de unos truenos. Podía sentir una gran manta sobre mí, no recuerdo haberme tapado. ¿Lo hice inconscientemente?

Mi mente solo divagaba entre los recuerdos borrosos. La imagen de Leydan apareció en mi mente. Una punzada de dolor en mi cabeza. Un Reyth con diminutas trenzas en el pelo. Otra punzada. Un Jaden contándome acerca de lo sobrante que lo hace sentir su familia. Más dolor.

Jaqueca.

Dolor físico y recuerdo confusos estallaban en mi mente, pero desaparecieron cuando reaccioné.

Era tarde.

¡Mierda!

Me levanté velozmente de la cama, me dirigí hasta la ventana y deslicé las cortinas, entonces pude observar como una fuerte tormenta yacía en un cielo tupido de nubes, ni siquiera rayos de sol se percibían a la fuerza. En lugar de bellos cantos de pájaros, rugidos que incluso hacían vibrar gentilmente el suelo se hacían oír. Pese a que el cielo ahora era un tono grisáceo oscuro, algo era seguro, ya no era de noche.

Parece que estoy rompiendo un récord de cosas que me pueden salir mal.

Maldiciéndome a mí misma caminé hasta la puerta y giré la perilla para luego abrir.

—Oh, despertaste, justo venía a eso —Reyth habló sonriente, justo delante de la puerta.

—Dios, es muy tarde, necesito volver a mi casa —hablé preocupada.

—Nosotros te podemos llevar —respondió amablemente.

—Ya lo sé, es que...

Es que Mirella se molestará conmigo.

Sacudí la cabeza.

—No importa —concluí.

—El desayuno está listo, ya todos están abajo, ven —dijo y comenzó a caminar por el pasillo.

Me coloqué los zapatos y fui tras él. Llegamos al final del pasillo, bajamos las escaleras y atravesamos un par de salas hasta llegar al comedor.

—Buen día —Karim me saludó, ya se veía imponente otra vez, bastante recto y elegante, nada que ver con el ebrio de anoche. Vestía una camisa de cuello de tortuga blanca con un saco negro encima. ¿A caso no tenía jaqueca?

—Buenos días —hablé con pena. Y no me culpen, es solo que no encajo ni un poco aquí.

—Toma asiento, ahora te sirven —dijo Jaden ofreciéndome la silla vacía al lado de él.

Caminé hasta estar a su lado y tomé asiento. Jaden vestía una camisa blanca abierta y un pantalón negro, a pesar de tener la ropa arrugada y el cuello de su camisa mal colocado, lucía importante y elegante.

—¡Isabel! ¿Podrías servir otro plato? Por favor —Reyth dio un grito y después preguntó amablemente.

Coloqué mis manos entrelazadas nerviosamente encima de mi regazo, aún tenía la ropa de Jaden puesta, también estaba segura de que mi apariencia era fatal, salí de la habitación tal cual me desperté, ni siquiera me molesté en alisarme el pelo. Estaba muriéndome de ganas por acomodarme el cabello, pero mi nerviosismo congeló mi cuerpo.

En la mesa estaban sentados los cuatro Winsclerk, Karim estaba enfrente de mí, al lado de él estaba Reyth, a mi lado Jaden y al extremo de la mesa estaba Leydan.

Leydan...

Ahora que estaba sobria podía detallarlo mejor, tenía una mirada sombría, sus pupilas sobresalían notablemente a causa del tenue color de sus ojos, estos se veían azul y verde a la vez, su piel pálida tenía tonos rojizos debajo de los ojos, nariz y boca. Tenía un piercing plateado rodeando el costado de su labio inferior, dos pequeñas argollas en su oreja izquierda y una fina línea depilada en la ceja. Vestía una camisa negra con los dos primeros botones desabrochados y un saco del mismo color encima. Estaba cortando un trozo de carne. Mis ojos se deslizaron hasta su mano, la cual sostenía un tenedor y lo dirigía a su boca para dar un bocado, tenía varios anillos plateados en sus dedos, estos brillaban con los suaves movimientos de su mano.

Sus ojos se desplazaron hacía mí y los fijó en los míos. Yo no aparté la vista un solo segundo. Sentí esos micro segundos como una eternidad. Resopló elevando un poco las comisuras de su boca y al negar levemente con la cabeza apartó la vista y continuó comiendo.

Unos segundos después, apareció una mujer con un plato de comida y lo colocó frente a mí.

—Provecho señorita —me sonrió y yo le agradecí.

Bajé la vista a mi plato y era... No sé, no sé qué era, tenía trozos finos de jitomate con algunas tiras de zanahoria encima, al lado un delgado trozo de carne con una salsa rojiza encima y pequeñas porciones de algún tipo de pan de queso en el hueco sobrante.

Dirigí mi mano a la mesa para tomar un tenedor, pero había tres, tres tenedores diferentes. Dios, esto suena muy de película, alcé la mirada viendo el plato de los demás para copiar lo que ellos hacían, solo que no lograba distinguir los cubiertos que los demás estaban ocupando.

Por el rabillo del ojo noté que Jaden giraba su cabeza en mi dirección, enseguida volteé a verlo, sus ojos pasaron de mí a mi plato y pareció comprender mi situación.

Señaló con su dedo índice uno de los tenedores, yo lo observé y tomé el mismo de entre mis cubiertos, él picoteó la carne señalándola.

Bien, el tenedor más grande era para la carne, sencillo.

Después hizo lo mismo con los otros tenedores, el más pequeño era para el pan de queso y el sobrante era para lo demás.

◃•◈•▸

—Yo, amm... Ya me tengo que ir —dije nerviosamente.

¡Mierda!, ¿por qué me tuve que quedar dormida?

—Claro, yo te puedo llevar —habló Jaden mientras tomaba su saco del respaldo de la silla para colocárselo.

—Yo la llevo —dijo Leydan con un tono frío para después ponerse de pie y acomodarse las mangas de su saco.

—No, no, en verdad no es necesario, un taxi está bien —dije, pero la expresión que mostró Leydan indicaba que no estaba de acuerdo con ello.

—Dije que yo te llevo —me miró serio y sacó unas llaves de su bolsillo.

Dios, ya sé que me odias, no hacía falta demostrarlo.

—¿Puedo ir? —preguntó Reyth.

Leydan lo miró como si estuviera pensando y habló.

—Mamá dijo que la abuela te iba a regalar flores que trajo de su último viaje y que debías ir a su casa a recogerlas, Karim te tiene que llevar.

Reyth hizo una mueca de indiferencia y asintió para después perderse en un pasillo.

—Creí que tú lo tenías que llevar —murmuró Karim cruzado de brazos.

—Pues lo llevas tú —Leydan no dejó que Karim se opusiera porque comenzó a caminar hacia la salida.

Me puse de pie.

—Mmm... Muchas gracias por la comida y por dejarme pasar aquí la noche —me dirigí a Jaden y Karim. Iba a comenzar a caminar pero me detuve—. Oh, tu ropa —volteé a ver a Jaden.

—No te preocupes, quédatela —sonrió ligeramente y se fue por el mismo pasillo que Reyth.

—Con permiso —le di una sonrisa incomoda a Karim y comencé a caminar por donde se había ido Leydan.

Tardé un poco en salir, la casa parecía un laberinto de salones, oficinas, pasillos y escaleras.

Afuera seguía lloviendo, los autos se encontraban bajo un domo que hacía sonar más fuerte las gotas de agua.

—Amén, por fin sales —Leydan estaba recargado en uno de los autos.

—Si me hubieras esperado no me habría perdido entre tanto pasillo —resoplé molesta.

—Si te hubiera esperado no habría sido divertido —sonrió y abrió la puerta del copiloto—. Entra —dijo con un tono frío.

—Eres tan amable que me agobias —dije sarcásticamente para después entrar al auto.

Le dio la vuelta al carro y se subió.

—¿Dónde vives? —preguntó encendiendo el auto.

No tuve otra opción más que decirle mi dirección, entonces arrancó.

—¿Puedo preguntarte algo? —cuestioné mirándolo. Tenía una mano encima del volante y la otra recargada en la ventanilla.

—Ya lo estás haciendo.

Rodé los ojos y suspiré para después poner mi vista en la ventana, pequeñas gotas de agua se deslizaban por esta, y otras cuantas chocaban contra el cristal. Podía sentir el frío que entraba desde la ventana de Leydan.

—Dime —masculló con cansancio.

—Tus hermanos no saben que esa fiesta es un fraude, ¿verdad? —pregunté sin apartar la mirada del camino.

Sentí sus ojos puestos en mí.

—¿Por qué preguntas eso? —su tono de voz era muy indiferente.

—Porque creo que tú si lo sabes y se los estás ocultando.

—Eres un poco entrometida —soltó tras una risa absurda.

—Bien, olvídalo entonces.

—¿Qué quieres que te diga? Creí que preguntarías algo con más importancia —murmuró.

—¿Eso no es importante?

—No para ti, ¿crees que no sé quién eres y que hacías en la fiesta? —preguntó, sonaba muy relajado.

Giré mi cabeza en su dirección dándole una mirada confusa, él tenía la vista fija en el camino.

—¿De qué hablas? —soné más nerviosa de lo que esperaba.

—Katherine Maclow, hija de Esteban Maclow, el sastre que trabajaba para mi familia —sonrió.

¿Qué?

Me congelé, mis labios se entreabrieron como si mi nariz no fuera capaz de respirar por si sola. No pude pronunciar una sola palabra.

—¿Qué? ¿Cómo es que...?

—¿Cómo es que me di cuenta? —completó mi pregunta, pero no la respondió.

—Mi padre jamás les habló de mí —respondí con seguridad. Aunque ya no estaba muy segura de ello.

—Tus rasgos y los de él son muy similares —se encogió de hombros.

—¿Qué le ocurrió? —pregunté directamente. Ahora que Leydan sabía quién era, lo único que quería era respuestas.

—¿A tu padre? No tengo idea —sonó verdaderamente sincero, pero yo no estaba para confiar en nadie.

—Desapareció mientras trabajaba —exclamé.

—Suena a acusación, ¿me estás acusando? —interrogó alzando ambas cejas.

—No lo sé, ¿tienes algo que ver en ello?

—Deberías preguntarle eso a Alan. Oh, es cierto, él también desapareció, ¿por qué habrá sido?

Mi vista se quedó fija en algún punto inespecífico del auto, un nudo se formó en mi garganta tras la pronunciación de aquel nombre.

—Cállate —logré pronunciar. Mi voz quería desaparecer.

—Por cierto, tu vestido de novia está en la cajuela, a ti se te olvido, al parecer tu boca con Alan no era tan importante después de todo.

—Cállate —repetí. Lágrimas comenzaban a formarse en mis ojos haciendo de mi vista una imagen borrosa.

—Lo sigues amando ¿no?, era un imbécil, no sé cómo no sospechas de él. Es decir, desapareció poco después que tu padre, algo muy obvio, tiene lógica ya que no era un chico muy listo.

—Solo cállate —murmuré con la voz entrecortada, ya no quería escuchar una sola palabra más.

—A tu padre no le caía muy bien Alan, te confeccionó tu vestido de novia porque era lo que tú deseabas, pero a él no le agradaba la idea de la boda.

Maldita sea, ¡ya cállate!

—El amor ciega las personas, jamás aceptarás que Alan es el responsable porque lo amas.

Lágrimas rodaban por mis mejillas, escapándose de mis ojos, ya no tenía fuerza para callarlo otra vez.

—Entraste a mi casa porque querías respuestas, pero no estás lista para aceptarlas, lo que en verdad quieres es buscar un culpable que no sea Alan, porque en el fondo sabes que lo es, y solo te quieres convencer de lo contrario.

Era como si cada una de sus palabras fuera una aguja clavándose lenta y dolorosamente en mí.

—La vida está muy jodida y es demasiado cruel. Deberías aceptarla como es y aprender a vivir con ello, esa crueldad te puede acabar consumiendo. O tú acabas con ella, o ella te acaba a ti.

Suspiré limpiando las lágrimas de mis mejillas.

—Solo cállate y llévame a mi casa —murmuré.

—Me callaré, pero ya no creo poder llevarte a tu casa —dijo y señaló hacia el camino.

—¿Qué? —pregunté y dirigí mi vista al frente, justo donde había una cinta amarilla obstruyendo el paso—. ¿Qué es eso?

—La tormenta siempre impide el paso hacía el puente, y para llegar a tu casa debemos pasar por ese puente. Es una lástima.

Lo miré furiosa.

—¿Ya lo sabías? —interrogué en reclamo.

—Cuando me dijiste tu dirección lo supe —giró su rostro hasta mí.

Hay que golpearlo, quiero golpearlo.

—Eres un gran hijo de...

—Sí, sí, a menos que quieras cruzar el puente en pleno diluvio y con probabilidad de matarte, tendremos que regresar.

Mis ojos lo miraron, expresando un cántico repetitivo: Jódete, jódete, jódete...

Abrí la puerta del auto.

—Dime que esa idea no está cruzando tu cabeza realmente —masculló con incredulidad.

Así es, me bajé del auto y comencé a caminar.

—¡Joder! —lo escuché exclamar y abrir la puerta del auto—. Mierda, ¿qué haces? —caminó deprisa para alcanzarme.

Nuevas lágrimas se formaron en mis ojos. Continué caminando abrazándome a mí misma por el frío, las gotas de lluvia caían sobre mí, haciendo que el pelo se me pegase al rostro y la ropa a mi piel.

—¡Carajo Katherine! —Leydan por fin llegó hasta mí y me giró por los hombros haciendo que lo mirara. Su cara estaba escurriendo y el cabello también se le había adherido al rostro—. ¿Eres suicida a cas...? —dejó de hablar cuando notó mi estado.

Y así es como tus sentimientos se apoderan completamente de ti y acaban mostrándote débil frente a la persona incorrecta, en el momento incorrecto.

Rompí en llanto, comencé a llorar, podía sentir el dolor acumulado de tanto tiempo estallando, el pecho me ardía y mis manos no paraban de temblar.

En medio de la nada, muriendo de frío bajo la tormenta y enfrente de un Winsclerk, me rompí en mil pedazos, y lo único que hice fue llorar. Ya no podía detener las lágrimas otra vez, no esta vez.

Percibí el agarre de Leydan soltarse, después de unos segundos sentí algo cálido envolverme, levanté la mirada confundida y él ya no tenía su saco puesto, me lo había dado.

—Volvamos al auto antes de que te resfríes, por favor —habló sin mirarme y con las manos en sus bolsillos. Lo vi darse la vuelta y comenzar a caminar.

Me quedé unos segundos sin poder reaccionar, las lágrimas se habían detenido de pronto, lo observé alejarse hasta que mis pies se movieron lentamente yendo de regreso al auto.

Realmente no me pasó por la cabeza el irme caminando en medio de la tormenta, solo quería sentir algo que no fuera el dolor que me estaba carcomiendo, pero la lluvia y el frío solo agrandaron el sentimiento haciendo que estallase.


***

Nota de la autora:

*confusión*

O_o

Nos leemos en el siguiente capítulo, los tqm.

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