03. Dos imbéciles... ¿O tres?
Oh no...
A la cercanía de donde estaba posicionada, podía divisar a un par de guardias en la entrada. Aún estaba a una distancia prudente para poder verlos pero que ellos no me vieran a mí. Noté como uno llevaba unas cuantas hojas en la mano y buscaba algo con la mirada. Un chico y una chica esperaban pacientemente, pronto el guardia pintó algo en aquel papel y cedió el paso a la pareja.
Lista de invitados, claro, había una estúpida lista de invitados.
Pero como soy pesimista, ya había pensado en lo peor, así que esto no iba a detenerme. Comencé a caminar por el jardín, rodeando la residencia, pasé al lado de varios árboles enormes y arbustos divinamente podados en diferentes figuras como círculos de todos los tamaños e incluso un maldito elefante, joder, yo solo tengo hierva mala que crece en la banqueta sin permiso.
Mi plan b) era una ventana, debía haber alguna abierta por alguna parte, o al menos eso esperaba.
Mis ojos recorrieron cada rincón de la residencia en busca de una, hasta que...
¡Bingo!
Había un balcón con un ventanal abierto en el segundo piso, los engranes de mi cerebro comenzaron a trabajar rápidamente buscando una manera de llegar a él, un árbol bastante alto se encontraba a unos cuantos metros de este, si lo trepaba solo tendría que estirarme lo suficiente para no caerme.
Fácil.
O no.
Me aseguré de que nadie me viera al momento de subir el árbol, no había nadie cerca, porque claro, en una fiesta tan elegante ¿Quién carajos busca meterse por las ventanas?
Comencé con mi tarea, después de diez minutos llegué a la cima del árbol, agotadísima y con la respiración agitada, pero llegué. Podía ver el balcón, estaba tan cerca, pero aun así no lo alcanzaba del todo.
Mis pies comenzaron a deslizarse lentamente por una rama gruesa.
No soy la persona con más fe del mundo, pero por favor Dios, que no se rompa.
Y adivinen qué...
Mi fe se rompió, al igual que la rama.
Bueno, más bien se quebró un poco y antes de que se partiera y me dejara como chicle en el piso, estiré uno de mis brazos y tomé con fuerza el barandal.
Me sentí como un ninja a pesar de estar hiperventilando y con el corazón en la boca.
Logré tomarme con la otra mano y subir mis pies, a este punto ya no sé ni qué posición rara terminé haciendo, pero diré que acabé cayendo de culo en el balcón.
Al menos ya estaba adentro, solo necesitaba tomar un poco de aire para recuperarme.
Contemplé el cielo lleno de nubes grises mientras retomaba mi energía, me levanté con cuidado y sobé mi trasero adolorido, con mi otra mano empujé gentilmente el ventanal de vidrio entreabierto, no estaba acostumbrada a que las puertas no rechinaran, así que fue rara la sensación de suavidad con la que la puerta se deslizó.
Era una habitación bastante amplia —amplia por no decir ENORME—, el suelo entero era un alfombrado de azul oscuro, seguro es de esas habitaciones en las que la gente entra descalza para no ensuciar. Mi mirada se deslizó hacia mi calzado, donde claramente estaba pisando la alfombra con las suelas de mis zapatos.
Uy.
Seguí admirando el resto de la habitación sin moverme, mi vista era la que se deslizaba, la cama era muy grande a mi parecer, tenía dos almohadas extremadamente blancas y una colcha carmesí, las paredes eran de un color plomo bastante sombrío, las cortinas cayendo a los costados del gran ventanal eran completamente negras.
¿Pues aquí duermen vampiros o qué?
En una mesita de noche al lado de la cama estaban posicionados tres libros, de manera que se veían desordenadamente perfectos, a su costado una lámpara en forma de cubo y un par de cigarrillos.
Aquí no había nada en específico, nada que pudiera decirme de quien era la habitación, al menos no sin antes ver las demás.
Me apresuré a salir de la habitación, asomé la cabeza por el pasillo asegurándome de que se encontrara vacío, luego mi vista se deslizó hacia las demás puertas, había otras tres, dos exactamente igual a esta y otra al final del pasillo color negra.
Salí de la habitación sin cerrar la puerta, si las cosas se complicaban, por algún lugar debía salir, me dirigí a la habitación siguiente, pero al girar el pomo esta estaba cerrada, sin embargo, la siguiente no.
La abrí lentamente y entré, por suerte no había nadie, esta habitación era muy diferente a la primera, esta no tenía alfombra en el piso, este era de mármol blanco y opaco, las paredes eran color beige y la colcha de la cama era azul claro y aterciopelada.
La mesita de noche estaba vacía y el resto de la habitación finamente ordenado. Incluso el olor era fresco, podría quedarme una semana sin problemas.
Salí de allí cuando no encontré nada interesante, enseguida me dirigí a la peculiar puerta negra, solo que antes de poder poner mi mano sobre el pomo unos pasos se hicieron audibles.
¡Mierda!
Me quedé inmóvil en mi lugar, en mi defensa, fue porque entré en pánico.
No pasaron ni cinco segundos cuando sonó una voz a mis espaldas.
¿Dios?
—Disculpa, no puedes estar aquí —habló una voz masculina pero sin parecer molesto, más bien lo dijo con tono de aclaración.
Mi giré lentamente sobre mí eje, entonces lo vi, al otro extremo del pasillo había un chico, se veía joven, tal vez de mi edad.
Su piel era pálida, su cabello rubio era teñido ya que se podía divisar una pequeña parte de la raíz castaña, no lo tenía peinado, pero le caía sobre la cara en un desorden casi perfecto resaltando todas sus facciones. Sus ojos eran azul con tonos de gris en ellos.
Tenía puesto un traje azul marino con pequeñas plumas doradas puestas correctamente en sitios adecuados para que su vestuario no fuera exagerado pero si llamativo.
Verlo a él y a sus hermanos durante tanto tiempo en las portadas de los periódicos sirvió de mucho. Sin duda alguna, este era Jaden.
Me pregunté si era igual de imbécil a como lo había imaginado durante años, o incluso más.
O tal vez menos.
Me quedé observándolo sin darme cuenta, hundida en mis pensamientos, aunque cualquiera diría que lo observaba por su gran atractivo, que sí, era lindo, pero yo estaba ideando un plan de escape, no de seducción.
—¿Me estás escuchando? —preguntó un poco molesto.
Fijé mi vista sobre sus ojos y asentí levemente la cabeza sin terminar de procesar su pregunta, él me miró con el ceño fruncido.
—¿Y qué fue lo que dije? —cuestionó con una sonrisa irónica en el rostro.
Me quedé en silencio unos segundos hasta que mi cerebro pudo coordinar las palabras con éxito y hablé:
—Dijiste que no podía estar aquí —fue lo único que respondí, tan solo eso había escuchado, si dijo algo más entonces solo Dios sabrá que fue.
—¿Y después de eso? —preguntó, ya sonaba levemente molesto.
Efectivamente, había dicho algo más después de eso.
—Bien, me atrapaste, no tengo idea de lo que dijiste, y tu traje tiene mucho estilo —lo señalé de pies a cabeza con un leve movimiento de dedo, mi comentario tuvo el propósito de desviar su atención hacia lo que sea que me había dicho y que no escuché.
—Ah, claro, seguro lo único que estabas admirando era mi traje —pintó una sonrisa en su rostro.
Idiota.
—Oh no, también que estás teñido —apunté su cabello.
Me dio la impresión de que era demasiado arrogante para caber en su propia existencia.
Su sonrisa se borró de inmediato y frunció ambas cejas.
Katherine - 1
Jaden - 0
De pronto una carcajada burlona se escuchó detrás de Jaden.
—Eres una rubia oxigenada —soltó la nueva persona entre risas.
—Cállate Rey —el rubio ordenó un tanto molesto—. Y ¿tú quién eres? —se dirigió de nuevo a mí, ya no se le veía nada feliz, perdió su paciencia.
—Soy Katherine —contesté en un murmuro y sin pensar mientras mi mirada se posaba en la persona parada atrás de Jaden.
El chico que aún seguía soltando pequeñas risitas tenía el cabello castaño, igual de despeinado que Jaden, su piel era más bronceada y sus ojos del mismo tono azul pero con pigmentos café entre ellos. Su traje era muy similar al del rubio de enfrente, solo que en un tono más claro, la diferencia de altura no variaba mucho, pero si se notaba a Jaden más alto.
Este era Reyth.
—Bueno Katherine, ¿vas a quedarte babeando cada que alguien crucé por el pasillo? —la voz del rubio me regresó nuevamente a la realidad. Despegué mi vista de Reyth y la pasé a Jaden.
—Pues si la siguiente persona que atraviese el pasillo es igual de atractiva, sí —solté sin una pizca de vergüenza, no es que no me diera pena, es que hablé sin pensar y no me di cuenta de mis palabras.
—Me llamó atractivo, ¿viste? —Reyth le dijo a Jaden en un susurro no tan susurro puesto que yo lo alcancé a escuchar.
—Nos dijo a los dos —murmuró el oxigenado mientras rodaba los ojos.
Y como si hubiéramos usado la ley de atracción para invocarlo, una tercer persona apareció por el pasillo.
***
Nota de la autora:
Tengo frío 😞
—Ariel R.
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