Capítulo Tres
Max parecía estar desesperado y sorprendido a la vez, como si no supiera qué era lo que tenía que hacer a continuación. Yo lo miraba desde el sofá del living mientras él caminaba de un lado hacia otro con una de sus manos sobre su frente, rascándola de vez en cuando o enredándola en su cabello.
- Tenemos que ir al pueblo, esto no es algo que yo pueda arreglarlo. No debería estar pasando.
- ¿Qué no debería de estar pasando? –pregunté confundida- Max, me estas preocupando.
- Necesito hablar con mis padres, con el consejo de fundadores... Ellos tienen que tener la respuesta a esto.
Mis ojos se abrieron más de lo normal ante su propuesta ¿Se había vuelto loco o qué? Los fundadores todavía me buscaban, si Max aparecía frente a ellos eso significaba que yo sería presa fácil de cazar. A mí no me interesaba que él necesitara hablar con sus padres o con toda su comunidad de alienígenas raros, yo solo quería saber qué era un Selt y porqué me estaban buscando.
- ¿Estás loco? –le espeté molesta- no me acercaré a tu comunidad de alienígenas dementes frikis que me quieren muerta para alimentar a una máquina que les da sentimientos reales.
Sus ojos me miraron enfurecidos. Su ceño se frunció y se detuvo frente a mí pero estando a un par de pasos de distancia. Su mandíbula se tensó y me miró como si ni él mismo se creyera lo que iba a decirme.
- Ellos no te harán daño –dijo sonando bastante seguro- tampoco dejaría que eso sucediera. No me lo perdonaría.
Exhale bruscamente y entrecerré mis ojos. Quise seguir llevándole la contraria, porque estaba segura de que a la más mínima posibilidad ellos me matarían, pero había algo más que me estaba preocupando, algo que Max estaba pasando por alto con mucha facilidad.
- ¿Quiénes son los Selt? ¿Por qué me están buscando?
Max murmuró algo y empuñó sus manos con tal fuerza que a los segundos después la ampolleta de la entrada, explotó en varios pedazos. ¡Maldición! ¡Odiaba que siempre llevara toda su ira contra las ampolletas! No alcanzaban a durar más de dos semanas sin que Max las hiciera estallar por cualquier cosa. Maldecí para mis adentros y me mordí el labio con fuerza, dedicándole una recriminadora mirada.
- Estoy esperando una respuesta... -insistí-
- Los Selt son nuestros enemigos –inhaló profundamente y luego pasó a sentarse frente a mí, sobre la pequeña mesa de café- ellos son mucho más poderosos que nosotros. No solo pueden leer tu mente, si no que pueden entrar a esta y comunicarse contigo. Son rápidos, muy rápidos y tienen una maldita habilidad que se las envidio de cojones –sus cejas se estrecharon- pueden perder su forma humana y convertirse en siluetas difusas. En donde lo único que logras ver son sus ojos rojos. Ellos dependen de Alma mucho más que nosotros.
- ¿Por qué nunca me hablaste de ellos? –pregunté en un susurro, casi sin ser consciente si lo había dicho en voz alta o no-
- Porque ellos no han aparecido en décadas.... –dijo mirándome fijamente, con ambas manos entrelazadas sobre sus piernas- Y eso es lo que no logro entender de todo esto. ¿Por qué aparecieron frente a ti? Tú no eres una Rogenes, no tienes los poderes que yo sí tengo.
Lo miré y lo miré y lo miré. Madre mía. No podía terminar de procesar la información que acababa de soltarme. Los Selt eran los que habían estado invadiendo mis pesadillas este último mes. Eran igual a como Max los estaba describiendo, pero ¿Cómo era posible que ellos me estuvieran buscando a mí? ¡No había ni pies ni cabeza en ello! Yo no era una Rogenes, no tenía poderes, excepto que.... Santa mierda ¿Ver tu futuro en los sueños significaba algún tipo de poder? Esta era la primera vez que una pesadilla se replicaba igual en la realidad, ¿Podría ser solo coincidencia? Creí saberlo todo en relación a mi novio y su comunidad alienígena, pero esto estaba totalmente fuera de mi comprensión humana.
- Necesitamos ir al pueblo, Amanda. Si los Selt se han aparecido en tu vida, si nos han encontrado, es porque algo pasará, y definitivamente no será algo bueno.
- Quizás no me estaban buscando a mí...
- Lo estaban –me cortó frunciendo su ceño. Una mirada de indignación y desesperación se apoderó de su rostro- cuando aparecen en la vida de alguien es porque algo grande viene.
Sentí como si, literalmente, la sangre dejara de fluir por mis venas. No sabía qué era lo peor de todo lo que había escuchado. Ahora no solo tendría que arrancar de los padres de mi novio, sino que de un montón de alienígenas raros que nadie sabía lo que querían y eso era mucho más peligroso que saber su objetivo.
Tres horas después ya estábamos montados en su auto, con un par de bolsos en el maletero rumbo al pueblo. No me causaba ninguna gracia ir, porque ni siquiera íbamos al mismo pueblo, sino que iríamos hasta la mismísima guarida de los Rogenes, lugar que según Max, ya había conocido, pero yo ni siquiera sabía que había estado ahí.
Pasamos la entrada que nos llevaba a Cósmicos. No había estado en ese estilo de cafetería hacía más de un año, pero la seguía recordando a la perfección. El auto siguió su camino en dirección como si fuéramos a entrar al pueblo, pero antes de la entrada principal, Max giró el volante tomando un desvío hacia la izquierda.
- ¿Por qué te vas por aquí? Creí que la entrada súper secreta –dije de modo sarcástico- estaba por Cósmicos.
- Te dije que te llevaría a mi comunidad. No esperes que el lugar en donde viven miles de alienígenas esté a la vista de cualquier humano.
Puse mala cara y me cruce de brazos, manteniendo mi vista fija en el camino. Max se ponía en modo protector cuando yo hablaba mal de su comunidad de alienígenas frikis. Con suerte había conocido a unos pocos, si ellos eran locos, no me imaginaba como serían el resto. Dejé escapar un fuerte suspiro mientras miraba alrededor. Íbamos por un camino pavimentado, así que supuse que alguna vez aquel lugar perteneció a los humanos. Un par de árboles comenzaron a aparecer en el trayecto, para luego formar un estilo de bosque. Eran arboles grandes y frondosos, rodeados de pasto verde y rocas. Era un panorama muy diferente en comparación a la entrada de mi pueblo. Aquí todo tenía demasiada vida.
Unos edificios que parecían abandonados comenzaron a verse a lo lejos. Enfoqué mi vista y me pareció que alguna vez ya los había visto antes, pero no lograba recordar donde.
- Aquí fue cuando te confesé que ya nos habíamos besado antes, ¿Lo recuerdas? –preguntó Max, mirándome de reojo-
Mis ojos se abrieron más de lo normal e inmediatamente comencé a retroceder la cinta de mis recuerdos a aquel día. ¡Sí! ¡Lo recordaba! Fue luego de haber discutido con él afuera de mi casa, cuando creí que estaba espiándome. Él me había traído aquí porque los demás tendrían una reunión en donde yo no había sido invitada. Miré por la ventana y de pronto nos vimos rodeados de bodegas, muchas y grandes bodegas que ocupaban las cuadras del lugar. Max detuvo el auto por unos segundos y estiró su mano hacia la derecha, apuntando un camino.
- Si sigues directo por aquí, lograras conectar este sector abandonado con el pueblo.
Asentí levemente intentando recordar cómo había llegado aquella vez, pero al parecer estaba demasiado ocupada admirando la presencia de quien tenía a mi lado, porque no había otra cosa más que su hermoso y perfecto rostro masculino.
Max reanudo la marcha, doblando hacia la izquierda. Llegamos frente a una bodega de grandes puertas metálicas grises. Bajó su vidrio a la totalidad e inclinó su cuerpo hacia fuera de la ventana, apretando algo que yo simplemente no alcancé a ver. Del costado izquierdo superior se abrió un pedazo del techo y salió una cámara apuntando hacia nosotros. Pasado unos segundos la puerta metálica comenzó a subir mientras Max ingresaba lentamente hacia un estilo de cochera totalmente a oscuras. Me aferré a las orillas de mi asiento, sintiendo como mi respiración comenzaba a acelerarse.
- No tienes porqué sentir miedo. Estás conmigo
Dijo al momento en que su mano se apoyó sobre la mía, dándome un pequeño apretón que relajó de inmediato mi cuerpo. Sé que él estaba conmigo y no dejaría que nada malo me sucediera, pero el miedo estaba más que justificado por todo lo que había pasado antes.
- ¿Por qué está todo oscuro? –pregunté en un susurro. Aún seguía sin ver nada-
- Temas de seguridad.
De pronto otra puerta metálica que estaba frente a nosotros –y que recién había notado- comenzó a subir igual que la anterior. Max puso nuevamente en marcha el auto y siguió avanzando hacia adelante, yendo por un estilo de túnel poco iluminado. Otra puerta volvió a abrirse y de un segundo a otro un rayo de luz invadió mi rostro provocando que entrecerrara mis ojos y protegiera mi rostro con mi mano. Santo dios ¿Dónde me había traído Max? Parpadee tratando de enfocar, hasta que logré quitarme la mano del rostro. Habíamos salido nuevamente a la superficie.
- Bienvenida a Rousel.
Madre Mía. El lugar estaba rodeado de grandes y frondosos cerros, repletos de árboles que parecían estar viviendo plenamente lejos de la contaminación humana. Este paisaje contrarrestaba totalmente con el camino de entrada a mi pueblo. Era como si estuviéramos en otro planeta u otro mundo. Entre medio de grandes árboles se encontraban casas de formas y tamaños diferentes. Había uno que otro edificio alto –uno se parecía bastante a una escuela- y tiendas de comida, bebestibles y ropa. Esto se parecía más bien a otro pueblo, uno que tenía la particularidad de estar habitado solo de alienígenas infiltrados.
- Ponte esto –dijo extendiéndome un collar unido a una preciosa piedra blanca. Lo tome con curiosidad mientras le echaba un vistazo. No me estaba exactamente regalando aquel collar, así que tenía que significar algo más-
- ¿Para qué?
- Esto impedirá que entren a tu mente.
Lo miré frunciendo mi ceño y apretando el collar contra mi palma de tal manera que quería hacer añicos la maldita piedra. ¿Estaba de broma o qué? Desde que supe lo que era, le había preguntado sobre si existía algo que impidiera que leyera mi menta y él siempre me lo negó, incluso Eric y... ¿Ahora me pasaba esto? ¡Quería matarlo!
- Dime que es una broma –dije entre dientes-
- Amanda, antes que...
- ¡Antes nada! –le grité furiosa y fulminándolo con la mirada. Él seguía con la mirada fija en la calle, pero sabía que podía presentir mis ganas de matarlo- ¡Te pregunte si había algo que impidiera que entraras a mi mente! Y me lo negaste. ¡Me lo negaste! Has estado todo este tiempo haciéndote el inocente conmigo cuando siempre has tenido esto –dije y alcé la mano en la que tenía ese maldito collar- contigo. ¡Eres un completo imbécil!
- Déjame explicarte que....
- ¡No quiero explicaciones! –volví a interrumpirlo. No quería escucharlo. Estaba furiosísima con él y si decía una sola palabra más me bajaría del maldito auto aunque no tuviera idea de donde estábamos y la mitad de sus amigos alienígenas quisieran matarme- Me la has jugado todo este tiempo.
Max rápidamente giró el auto hacia un costado de la calle, llamando la atención de los alienígenas con aspecto humanoide más que el mío propio, mirándonos con curiosidad y un oscuro reflejo en sus miradas. Detuvo el auto y se giró sobre su asiento con el ceño fruncido y sus ojos oscurecidos de tal manera que si él quería, podía borrarme mis recuerdos en un segundo, aunque lo tenía prohibido.
- No te la he jugado –dijo sonando mucho más furioso que yo. Max podía ser muy irascible, pero frente a mí siempre terminaba quebrando una que otra ampolleta, nada más- Déjame explicarte cómo es que....
- ¡Dije que no quería escucharte! –le grité de vuelta-
Como estaba indignada y decepcionada por que me mintiera sobre el maldito collar, y quería cabrearlo con todas las de la ley, abrí la puerta de mi lado y me bajé de su estúpido auto, caminando en dirección a cualquier parte que estuviera lejos de él. Me daba igual donde estábamos. Solo quería un poco de espacio antes de gritarle algo de lo cual luego podría arrepentirme.
- ¡Amanda! ¡Para! –gritó caminando en mi dirección-
- ¡Vete al carajo! –le grité de vuelta sin mirarlo-
- ¡Maldición, Amanda!
De pronto sentí que dos brazos me tomaron fuertemente por los hombros, volteándome, procurando que ocultara mi rostro en el hueco de su cuello. Demonios. Ese maldito y embriagador olor era inolvidable e inconfundible. Como me encantaba esa combinación a hombre y perfume natural que usaba. Era mi debilidad. Pero esta vez no pretendía caer, no quería ceder tan rápido. Estaba cabreada a niveles inmensos. Intenté alejarme de él, pero me presionó más fuerte contra su cuerpo.
- Detente –susurró entre dientes- Uno de los fundadores viene hacia nosotros. Deja que te ponga el collar y ocúltalo debajo de tu bufanda. Ellos no pueden verlo.
Un escalofrío recorrió mi espalda, tensando mi cuerpo. No había visto a ninguno de los fundadores desde que el padre de Max me raptó para matarme en un estilo de sexta satánica quita almas. Sabía que Max me protegería ante cualquier inconveniente, pero estar en su comunidad, llenos de alienígenas y ser una humana sin nada extraordinario era mucha, pero mucha desventaja. No existía ninguna posibilidad que saliera con vida de aquí si se armaba la mismísima guerra civil por mí.
Dejé que Max pusiera el collar alrededor de mi cuello y luego con disimulo lo acomodé debajo de mi bufanda color rojo, tapándolo por completo. Se sentía como una operación de vida o muerte.
- No creí que fueras capaz de hacerlo.
Mi pulso se aceleró. Esa voz, la recodaba. Quería girarme para ver si mis dudas eran ciertas, pero todavía no era capaz de encontrarme cara a cara con ellos sin sentir la necesidad de salir arrancando. Sentí los dedos de Max llegar hasta mi mano, entrelazándolos, dándome un pequeño apretón. Él sabía lo mucho que todo esto me afectaba. Habíamos logrado tal nivel de conexión entre nosotros que muchas veces las palabras sobraban.
- Sabes que no vendría si no fuera algo que se me escapa de las manos.
Dijo con una voz totalmente áspera y segura. Max nunca mostraba miedo, por lo menos no delante de mí, la única vez que lo vi dudar de algo fue cuando me borró la memoria en el invierno de hace dos años. Aún recuerdo con exactitud la mirada dubitativa de sus ojos y aunque sabía lo que había estado pensando, hace unos meses atrás me confirmó que aquel intento de apartarme de él había sido el peor error de su vida.
- Pensé que nada se te escapaba de las manos.
Sabía que aquello tenía doble sentido, porque Max esbozó una media sonrisa como si intentara aparentar que el comentario le causaba gracia cuando en verdad no era así.
- ¿Por qué la has traído? –continuó- sabes que aquí jamás estará segura.
- Hay gente más poderosa detrás de ella que ustedes.
Hubo un pequeño y tenso silencio en donde ninguno dijo nada, ni siquiera se escuchaba sus respiraciones, solo la mía. Supuse que se estaban comunicando mentalmente, esa manía de ellos me volvía loca.
- Vamos a la casona, llamaré a una reunión extraordinaria –dijo rompiendo el silencio-
Inhalé fuertemente, perdiendo un poco el equilibrio. No quería volver a entrar a una casa en donde estuviera llena de Rogenes fundadores con ganas de matarme. Max podía ser poderoso y fuerte, pero jamás podría luchar contra diez de ellos, y menos si entre esas personas estaban sus padres. Me había salvado una vez de ellos, una segunda vez sería demasiada traición.
- No quiero que todos los fundadores estén inmiscuidos en esto –dijo más a modo de advertencia-
- Tranquilo. Hay muchas cosas que han cambiado desde la última vez que estuviste aquí. Vamos, los llevaré a la casona.
No me atreví a dar ningún paso. Aún seguía dándole la espalda, las rodillas me temblaban de tan solo pensar en que volvería a ver alguno de esos rostros que se habían quedado incrustados en mi memoria. Max me dio un pequeño apretón en la mano y nuestras miradas se encontraron por un par de segundos.
- Vamos, confía en mí. No dejaré que nada te suceda –su mirada se volvió más intensa al igual que el color de sus ojos- podemos confiar en Albert.
Una diminuta sonrisa apareció en sus labios a la vez que de algún modo me guiaba para que me diera media vuelta. De alguna forma sentí que me sacó un peso de encima porque logré dar el paso por el cual había dudado los últimos diez minutos. Voltearme a ver quién era el Rogenes fundador que pretendía ayudarnos.
El hombre canoso que me había ayudado a escapar de los padres de Max aquella vez, al fin tenía nombre. Se llamaba Albert.
Fuimos en completo silencio montados en el auto de Max hasta la tal casona. Quedaba entre medio de dos grandes cerros y era realmente inmensa. ¿Por qué todas las casas de los Rogenes tenían que ser tan grandes? Esperaba que Max leyera mis pensamientos y me lo explicara, como siempre lo hacía, pero recordé que llevaba puesto aquel extraño collar, nadie podía entrar en mi mente mientras lo tuviera y se sentía como si hubiese retrocedido a días antes de que Los Warner llegaran al pueblo.
Max estacionó el auto a un costado, en la cochera y nos bajamos de inmediato. Albert caminó hasta una de las grandes y dobles puertas blancas, introdujo una llave y la abrió, dándonos paso a entrar. Dios Mío. A los Rogenes les gustaba toda la cosa de vivir con estilo clásico y modernidad. El lobby era gigante, a un costado se encontraba una escalera que guiaba al segundo y tercer piso. A mi lado derecho había una pequeña sala que parecía ser el comedor, a mi lado izquierdo había una sala más grande que tenía un par de sofás, repisas con libros, chimenea y pequeñas mesitas adornadas con distintos jarrones llenos de flores coloridas. Nos dirigimos a esa sala y Albert sirvió tres vasos con algún líquido que supuse que era alcohol por su extraño color. Llegó hasta nosotros y nos extendió la bandeja para que sacáramos el vaso.
- Tranquila, no es alcohol. Creí que Max te tenía al tanto sobre que el alcohol no es un gran amigo nuestro –dijo intentando hacernos reír, pero yo forcé una incómoda sonrisa- es solo jugo, nada más.
Miré de reojo a Max y este me asintió con la cabeza, queriendo decir que estaba bien si lo probaba que no era ningún estilo de líquido envenenado. Estiré mi brazo y cogí el vaso, a los segundos después el líquido había desaparecido por mi boca, estaba muerta de ser. Max me miró y soltó una divertida risa.
- Veo que le has dado el collar –dijo de pronto Albert, tomando asiento en una de los sillones individuales que estaban cerca de la chimenea- has seguido mi consejo.
- ¿Su consejo? –solté de pronto mirando desaprobatoriamente a Max. ¿De qué me había perdido?-
- Hemos estado en contacto constante –respondió Max- fue lo que intenté explicarte cuando te pasé el collar, pero no me dejaste...
- ¿Hace cuánto que Max tiene el collar? –pregunté pasando por alto la explicación de Max. Pensar en el collar me cabreaba de los mil demonios-
- Un par de semanas –respondió encogiéndose de hombros, miró a Max y sus ojos se estrecharon con diversión- Oh... ya veo. Al parecer Max no ha sido totalmente sincero contigo.
- Albert... -dijo a modo de advertencia-
- Pero bien, ya arreglaran las cosas entre ustedes. Ahora, hablemos sobre lo que está en juego. Los Selt.
Max y yo nos acomodamos en el sofá frente al de Albert. Un extraño escalofrío recorría mi cuerpo cada vez que se mencionaba la palabra Selt. Era como si mi cerebro ya hubiese asociado la palabra a algo malo, peligroso. Aunque no estaba segura de ello, me vi en la obligación de contar las últimas pesadillas que me habían aquejado, entre ellas la que se había vuelto realidad. Albert me escuchaba prestándome la mayor atención, incluso hacia callar a Max cuando intentaba interrumpirme para preguntarme algo. No sabía si estaba segura de lo que presentía, pero de alguna forma algo en mí me hacía creer que Albert podía ser el único Rogenes fundador que no nos traicionaría y en el cual podíamos confiar.
- Díganme –dijo cuando yo terminé de hablar- ¿Alguna vez han tenido sexo sin protección?
Prácticamente me ahogué con mi propia saliva. ¿Qué clase de pregunta era esa? Sentí como un calor me invadió por dentro, subiendo por mi garganta, llegando hasta mis mejillas, tiñéndolas de un rojo intenso e imposible de ocultar. Miré de reojo a Max y este soltó una fuerte risa, como si fuera la pregunta más normal que alguien pudiera hacerle.
- No tengo problema en responder a eso, pero no quiero poner más incómoda a Amanda.
Albert nos miró un par de segundos y luego suspiró, rodando sus ojos. De inmediato me acordé de aquella conversación que había tenido con mi madre antes de ir a la cabaña en aquel invierno. De pronto Albert soltó una fuerte risotada, provocando una media sonrisa en el rostro de Max. Yo los miré sin entender que estaba pasando.
- Tranquila, tranquila –dijo mirándome con total diversión- solo quería relajar un poco el ambiente. No es que me interese saber sobre su vida sexual.
Mis ojos se abrieron más de lo normal y de repente quise salir corriendo de la casa solo porque sentía demasiada vergüenza como para estar ahí, sentada frente a un anciano de esos que tenían pinta de ser del estilo buda o sabios, algo así.
- Tranquila, cariño –dijo ahora Max al ver mi cara de desconcierto. Acercó su mano a la mía y me dio un pequeño apretón cuando entrelazo nuestros dedos- este anciano suele soltar bromas bastante incómodas y pervertidas. Tendrás que acostumbrar a ello.
- Cla-claro... -susurré sin atreverme a mirar a ninguno de los dos-
- ¡Bien! –Albert se acomodó sobre el sillón y me miró fijamente. Sabía que estaba intentando leerme la mente, pero por más que lo hiciera, no podría adivinar nada. Humanos 1 – Alienígenas 0- Ahora hablando de lo que nos convoca aquí –continuó y luego soltó un fuerte suspiro- no tengo la respuesta exacta de porque los Selt están invadiendo los sueños de Amanda, pero eso solo quiere decir que alguno de ellos, si es que no son unos cuantos, están cerca de ustedes. Pero hay algo que no podemos pasar por alto. Ellos quieren a Amanda, y tú –dijo mirando fijamente a Max- sabes muy bien que no descansaran hasta conseguir su objetivo.
Mi corazón latía aceleradamente dentro de mí al punto en que sentía el retumbar en mis oídos. Mi estomagó se volvió un nudo irreversible y el poco color rojizo que me quedaba en las mejillas, desapareció al escucharlo. Max soltó mi mano al mismo tiempo en que sus pupilas se dilataban y se volvían de ese color oscuro precioso y aterrador.
- Necesito que seas más claro –dijo entre dientes y empuñando sus manos- no estoy entendiendo tu punto.
- Los Rogenes y los Selt vivíamos en paz porque ninguno de los dos rompía las reglas –Albert tomó su vaso, le dio dos toquecitos a esta y el color naranjo que había dentro pasó rápidamente a un color burdeo, como el vino. Mis ojos se abrieron más grande lo normal. ¿Había transformado el jugo en vino? ¿Qué, era un tipo de Dios o algo así?- nuestro primer encuentro con los Selt fue cuando la hija del creador de Alma se enamoró de aquel humano y consiguió crear sentimientos propios. Cuando la generación de ese tiempo se enteró de aquello, decidieron probar por su propia cuenta y todos habían logrado con éxito el crear sentimientos, los Selt se enteraron de esto y... -no sé si fue imaginación mía pero creí que los ojos de Albert se nublaron como si estuviera a punto de soltar una lágrima. Aclaró su garganta y continuó- y la guerra entre los Selt y los Rogenes comenzó. Perdimos a muchos Rogenes.... Entre ellos mis padres.
- Lo siento –susurré ganándome una mirada sorpresiva de Albert. Max me miró de reojo, curvando un lado de su labio, formando una media sonrisa-
- ¿Qué relación hay entre Alma y los Selt? –preguntó Max-
- Existen dos fuentes de Alma, una se encuentra con nosotros y otra con los Selt. Si alguna de ellas se apaga, la otra también, están conectadas –dio un fuerte suspiro- Los Selt están en contra de que los Rogenes creen sentimientos reales, porque eso significa que dejen de alimentar a Alma y eso tiene como consecuencia su inminente muerte. Alma es su fuente de vida. O sea –dijo y desvió su mirada entre Max y yo- ellos se alimentan directamente de los humanos.
Mi corazón dio un fuerte vuelco, como si quisiera salir de mí por su cuenta. Aquella lucecita de peligro se activó dentro de mí y sentí la necesidad de salir corriendo con el objetivo de ocultarme en cualquier parte. Mis manos comenzaron a sudar, agaché la mirada y noté que brillaban suavemente bajo la luz del sol y que se movían de forma irregular, estaban temblando.
- Era un mito –graznó Max- siempre nos dijeron que era un mito. Y ¡Dios! –dijo echando su cabeza para atrás, dejando totalmente expuesto su cuello, soltando una risa retorcida- les creí.... De verdad que creí cuando mis padres me dijeron que era un simple mito infundado.
- Es por eso que vivimos alejados de los humanos –interrumpió Albert- no es que no queramos integrarnos o los odiemos –suspiró profundamente- es porque tanto ellos como nosotros corremos peligro. Luego de esa guerra, se llegó a la conclusión de que se prohibiría total contacto con los humanos, que viviríamos alejados de ellos y que serían nuestros enemigos, que apareceríamos frente a ellos cada 20 años solo para cumplir nuestra misión de arrebatarles sus almas, pero ustedes.... –negó con la cabeza, mostrando una triste sonrisa en su rostro- ustedes no se apegaron al plan. Decidieron romper las reglas de contacto y tú... tú te enamoraste de una humana, le contaste sobre nosotros, todos ustedes expusieron nuestra comunidad y fallaron en su misión. Nosotros podemos vivir sin Alma, pero los Selt no, y ellos se han dado cuenta de que Alma está en su estado más crítico. Y los primeros humanos que caerán, serán los que estén vinculados a algún Rogenes.
Un silencio. Un aterrador e incómodo silencio se apoderó de la sala segundos antes de que Max saltara del sillón y diera un grito totalmente ensordecedor, perdiendo todo su control.
- ¡Demonios, Albert! –gritó entre dientes, mirándolo fijamente- tiene que ser un error.
- No hay ningún error, Max. La guerra entre nuestras razas comenzó el mismo día en que expiró la misión. Para ellos, los humanos no son competencia, son como muros débiles e inestables que con un solo empujón se derrumban por completo.
Literalmente había dejado de respirar, todo a mi alrededor daba vueltas y mis ojos parecían estar fijos en cualquier parte excepto en el rostro de Max o Albert. Ellos seguían gritándose, discutiendo del tema, pero yo no era capaz de prestarle atención a sus palabras. Me habían dejado totalmente fuera de combate. Mi cabeza no dejaba de repetir aquella maldita y aterradora frase "ellos se alimentan de los humanos". Dios mío. Si había creído que los Rogenes eran crueles por quitar una vida humana para inyectarse sentimientos –algo que claramente ahora me parecía de lo más estúpido porque ellos podían vivir sin eso- los Selt eran la encarnación del mismo demonio. Ellos se alimentaban de los humanos, de sus almas. Y los Rogenes simplemente intentaban apegarse a las reglas que siempre les habían impuesto. No es que ahora estuviera justificando lo que habían hecho conmigo, pero intentaba entender porque lo hacían. Era miedo, miedo a que se creara una nueva guerra entre ellos. Pero mi vida corría peligro, y no solo mi vida, sino que también la de Clarissa.
Llevé mi mano a tapar mi boca y me vi en la obligación de pararme rápidamente del sillón, di un par de pasos con mis piernas totalmente débiles por lo asustada que estaba. Busqué mi bolso con la mirada. Tenía que avisarle. Tenía que ponerla al tanto del peligro que estaba corriendo. Esto era solo mi culpa, si yo me hubiese mantenido alejada de Max, si no me hubiese vuelto débil ante él, no estaría poniendo nuevamente a mis amigos en peligro, no a ellos.
- Amanda –dijo Max llegando hasta mí y envolviéndome en sus brazos, a lo que yo intenté zafarme de estos, me estaba asfixiando- Amanda detente. Escúchame.
Negué reiteradamente con la cabeza. No podía escucharlo, no quería. Tenía cosas mucho más importantes que hacer ahora como para. Tenía que asegurarme de que mis amigos estuvieran bien y de que nada podría....
- Nada les va a pasar, ni a nuestros amigos ni a tu familia, te lo prometo –dijo Max apretándome fuertemente contra su cuerpo-
Mis ojos se abrieron más grandes de lo normal y mis rodillas fallaron. Max logró sostenerme en pie. Me volteo con sutileza quedando frente a frente, llevó una de sus manos hasta detrás de mi cuello y suavemente me inclinó hacia adelante, logrando que mi frente reposara contra su hombro. Yo cerré los ojos al momento que sus dedos comenzaron un suavemente movimiento sobre mi piel. Llevé mis manos hasta las orillas de su polera y las enredé entre mis dedos, apretando el dobladillo con fuerza. Esto era....
- Esto no es culpa tuya –me interrumpió. Me impresionaba que de alguna forma supiera lo que estaba pensando aunque llevara puesto el collar, a no ser que...- no, el collar realmente funciona. Es solo que te conozco demasiado bien como para saber que estás pensando que esto es culpa tuya –dijo en un suave susurro, rozando sus labios por mi oreja, enviándome descargas eléctricas por todo el cuerpo- Albert se pondrá en contacto con ellos y les pedirá que vengan. Tenemos que idear un plan para atacar, no vamos a quedarnos de brazos cruzados.
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