Capítulo Siete
- Tiene que quedarte claro que ellos son igual que nosotros. Son alienígenas, por lo tanto no hay una gran diferencia, salvo en nuestros poderes.
Los malditos, esos malditos Selt no solo podían entrar en la cabeza de los humanos, sino que también podían apoderarse de un Rogenes. Maldición. ¿Por qué nadie me lo dijo desde un principio? ¿Por qué esperé tanto tiempo antes de decirle lo que me pasaba? Quizás... quizás un Selt ya se había apoderado del cuerpo de Max y por eso estaba tan cambiado, tan diferente. Sí, eso tenía que ser.
- Max... él... -susurré sin poder encontrar las palabras correctas-
- Él por el momento está a salvo. Mientras se quede en Rousel lo estará, sabes que los Selt no pueden entrar ahí.
- Pero ¿Estefany y...?
- Creo que Albert fue bastante claro con eso –suspiró jugando con sus manos- sí, están unidos, pero Max se daría cuenta si ella ocupara sus poderes sobre él.
- Entonces... ¿Qué se supone que tengo que hacer para que deje de correr peligro? ¿Entregarme a un Selt y ya?
- Tú no puedes hacer nada –dijo fijando su mirada en mí- eres humana.
Me parecía increíble que nuevamente tuviera que pasar por esto. No, no iba a quedarme de brazos cruzados, no esta vez. No me iba a quedar esperando a que ellos llegaran a mí o a Max, no, esta vez iba a pelear. Tenía que aprender a defenderme de ellos.
- Te equivocas –dije poniéndome de pie y mirándolo seria- no voy a quedarme de brazos cruzados. Que sea humana no significa que no pueda luchar.
- ¿Y cómo piensas hacerlo? –preguntó con cierto sarcasmo-
- Tú me enseñaras a pelear.
- ¿Qué? –soltó una risa-
- Eso –dije segura y cruzándome de brazos- tú me enseñaras a pelear. No quiero ser una inútil y quedarme sin hacer nada.
- ¿Y por qué crees que aceptaré enseñarte?
- Porque eres mi mejor amigo y estoy segura de que no dejarías que nadie más me enseñara –dije esbozando una sonrisa ganadora-
Eric se puso de pie y me miró sin poder quitar aquella divertida expresión de su rostro. Negó con un movimiento de cabeza y luego pasó a colocar su brazo sobre mis hombros en un intento de abrazo.
- Eres increíble –dijo entre risas- pero de acuerdo. No creo que haya alguien más capacitado que yo para enseñarte a pelear.
- ¡Sí! –empuñé mi mano en forma de victoria- ¿Cuándo empezamos?
- Mañana.
Por más que lo intenté no logré mantener mis ojos cerrados por más de tres horas. No podía dormir. Tenía una sensación horrible en el pecho y estaba nerviosa. Sentía que algo iba a ocurrir en las próximas horas pero no sabía qué. Mantuve toda la noche la ventana abierta con la esperanza de ver a Max caminando fuera de casa, pero no apareció. Quise llamarlo pero el miedo a que nuevamente no contestara mi llamada me ganó.
También estaba nerviosa porque hoy empezaría mi entrenamiento con Eric, no sabía muy bien en qué iba a consistir, pero me conformaba con aprender a noquear a alguien o a defenderme sin recibir ningún golpe. Ellos iban a pelear con sus poderes, pero yo podía aprender a esquivarlos. Si existía una piedra que impedía que los Rogenes entraran a mi mente, tenía que existir algo más que impida que los Selt también lo hicieran.
Mi madre y Raúl ya se habían ido, Luis –según la nota que me dejo mi madre- estaba durmiendo y me pedía expresamente que no lo molestara e intentara meter el menor ruido, así que para no incomodarlo preferí salir e ir al café de Isaac.
En cuanto pasé por esas puertas, un centenar de recuerdos inundaron mi mente. Y no solo tenían referencia con lo sucedido los últimos años, sino con todas las historias de adolescentes que compartíamos con Clar. Aquí habíamos pasado horas y horas hablando de chicos y espiándolos cuando venían al café. Este había sido mi primer lugar de trabajo, aquí conocí a mi primer novio y también aquí comenzó a desarrollarse toda mi historia con Max. ¿Qué sería de nosotros si él no hubiese entrado a trabajar aquí? A veces, solo a veces, sentía la curiosidad por haber sido una simple espectadora y no la protagonista de esto.
Tomé asiento en una de las mesas ubicadas frente a la barra, desde aquí podía ver tanto hacia la calle como en dirección a donde se encontraban las salas de descanso para los empleados.
- ¡Oh por Dios! –exclamó la voz de una chica a mi espalda- ¿Eres tú, Amanda?
Inmediatamente me di vuelta a mirar para saber quién me hablaba. Mis ojos se abrieron con sorpresa al encontrarme a Lorena. No me lo podía creer, esta era la primera vez que a Isaac le había durado tanto un noviazgo. Sonreí y me levante para darle un pequeño abrazo.
- ¡Lorena! –dije con entusiasmo- Tanto tiempo ¿Cómo has estado?
- ¡Fantástica! –dijo al momento en que nos separamos luego del abrazo- ¿Y tú? Clar nos dijo que vendrías al pueblo.
- Si –asentí sin perder mi sonrisa- quería ver a mis padres y relajarme un poco.
- Me lo imagino, la capital debe de ser estresante. Y –miró a la silla vacía que había frente a mí- ¿Dónde está...?
- ¡Amanda Novoa!
Interrumpió una voz masculina justo antes de que Lorena me hiciera esa pregunta que no estaba preparada para responder. Miré detrás de ella y vi al hermano de mi mejor amiga, Isaac. Sin duda los años no habían pasado en vano. Estaba guapísimo, como siempre lo había sido, pero esta vez tenía ese tipo de atractivo más intelectual y maduro. Al parecer había dejado de lado sus tiempos de chico mujeriego y claramente eso le había beneficiado un montón.
- Esto no me lo creo –dijo con diversión y acercándose a darme un apretado y fuerte abrazo. Yo simplemente me dejé hacer-
Quince minutos después, los tres seguíamos sentados, conversando y tomando de nuestros cafés. Me parecía increíble todo lo que Isaac y Lorena me estaban contando sobre su relación. Él se le había declaro y estaban comprometidos, próximos a casarse en diciembre, días antes de la navidad. Y no solo me hablaron de su relación, sino que también me estaban poniendo al día sobre el pueblo. La madre de Clar seguía siendo alcaldesa aunque este era su último año. La mayoría de nuestros ex compañeros de escuela se habían quedado en el pueblo, muchos de ellos encargándose de los pequeños locales que tenían sus padres, siguiendo su legado.
- Por cierto –dijo Isaac antes de ponerse de pie, al igual que Lorena- antes había un chico buscándote.
- ¡Oh si, si! –exclamó Lorena- muy guapo y educado.
Mi ceño se frunció a un nivel en que estuve casi segura de que mi rostro había perdido toda su normalidad. El chico no era Max, sino ellos hubiesen dicho su nombre. La gran mayoría, si es que no eran todos en el pueblo, sabían que la hijastra del mejor médico del pueblo tenía un romance con el chico que había vivido en la Mansión Vill, después de todo, nadie que viviera en esa mansión podía pasar desapercibido.
- ¿Cómo era?
- Alto, cabello algo rubio y de ojos muy, pero muy hermosos.
- ¡Ey! –se quejó Isaac regañándola con la mirada- si no fuera porque eres mi prometida y sé que me amas, me pondría celoso. El chico ese parecía tener mi edad.
No conocía a nadie que tuviera esas características más que... mi mirada se desvió hacia la entrada del café y sentí que, literalmente, palidecía. ¿Qué hacía Carter aquí?
- ¡Oh! –Lorena miró en mi misma dirección y sonrió- ese era el chico.
- Amanda.
El solo hecho de escuchar su voz provocó que mi piel se erizara. No sabía por qué sentirme más incómoda, si por el hecho de que estaba buscándome, o por haber tenido sueños tan realistas con él últimamente.
- Bueno, nosotros los dejamos –susurró Isaac-
- Nos vemos –se despidió Lorena moviendo su mano y guiñándome un ojo-
¿Qué? ¿Cómo podía guiñarme un ojo con esa complicidad cuando antes había estado a punto de preguntarme por Max?
Los despedí con un movimiento de mi mano y luego fijé mi mirada en Carter, quien se había detenido justo frente a mi mesa, como esperando a que yo lo invitara a sentarse conmigo. No, claro que no lo haría. En la universidad era mi profesor pero fuera de esta no era nadie.
- Amanda –volvió a repetir al darse cuenta de que no había respondido a su saludo-
- Profesor Carter –dije haciendo énfasis en la primera palabra-
- Oh por favor –rio con coquetería y cierto sarcasmo mezclado- no me llames profesor fuera de la universidad. Ahora soy solo un chico más que se ha encontrado con una conocida.
- ¿Por qué estabas buscándome? –espeté perdiendo el poco respeto que intentaba conservar hacia él-
Antes de responderme, Carter corrió la silla hacia atrás y pasó a tomar asiento frente a mí. Llamó a una de las meseras y le pidió un latte. En cuanto la chica se fue él volvió a poner toda su atención sobre mí, poniéndome más incómoda de lo que ya lo estaba. Sus ojos, bonitos e hipnotizantes, me escrutaban lentamente.
- Tengo unos viejos conocidos que viven aquí. Vine de visita por estos días –dijo sonriendo de medio lado-
La chica de antes volvió con su latte, lo dejó sobre la mesa y Carter le susurró un gracias a lo que la chica no supo más que sonreír y ruborizarse ¿En serio todas caían tan fácilmente ante él? Aclaré mi garganta, intentando así que la chica volviera a la realidad y se retirara de una vez. Me dio una rápida mirada y luego agachó la mirada, yéndose. Me crucé de brazos seria, y volví mi atención hacia Carter.
- No estoy preguntando qué haces aquí en el pueblo –dije sin poder ocultar mi molestia- quiero saber por qué estabas buscándome.
- ¡Ah! –exclamó al tiempo en que bebía un poco de su café- Pilar me comentó algo de que tus padres eran de por aquí y que quizás estarías en el pueblo. Como hay solo tres cafeterías en el pueblo, se me ocurrió preguntar por ti para saber si te conocían, solo eso.
Se encogió de hombros como si lo que acababa de decirme fuera lo más normal del mundo. No, claro que no era normal. Nada de lo que pasaba en mi vida era normal luego de que llegaran los primos Warner. Resoplé intentando contener mi rabia, en cuanto tuviera tiempo iba a regañar a Pilar por abrir su maldita boca.
- Pues como ves, si estoy en el pueblo –dije al tiempo en que corría la silla para atrás y me ponía de pie- pero ya tengo que irme, así que nos vemos.
- ¡Espera!
En un movimiento rápido, Carter pasó a tomarme fuerte del brazo, impidiendo que siguiera mi camino. Lo miré frunciendo mi ceño, removiéndome de su agarre.
- Esperaba que... pudieras enseñarme el pueblo.
- Sus conocidos –dije de forma sarcástica- podrían hacerlo sin problema.
- De acuerdo –dijo con voz apagada-
Asintió bajando la mirada y su agarre poco a poco se fue soltando. Sentí un pinchazo de culpa por la forma en que lo había rechazado. Quizás mi cabeza se estaba pasando demasiadas películas y esta solo había sido una simple coincidencia. ¿Por qué razón él vendría a buscarme al pueblo? Suspiré y cerré mis ojos el tiempo suficiente para arrepentirme de lo que estaba a punto de hacer.
- Está bien –susurré- yo puedo enseñarte el pueblo. O algo de él.
- Perfecto –dijo esbozando una amplia sonrisa- dame un minuto y pediré el café para llevar.
Tenía que estar realmente mal de la cabeza para aceptar mostrarle el pueblo pero ¿Qué otra cosa más podría hacer? Realmente ya no estaba acostumbrada a tener tanto tiempo disponible porque siempre... siempre estaba con Max, siempre hacíamos todo juntos.
Mientras Carter se acercaba a la barra para pagar y pedir los cafés, yo salí fuera a esperarlo. Me recargué contra una parte de la fachada y mi vista se quedó perdida en algo a lo que realmente no le estaba prestando la suficiente atención. No sabía lo que estaba sucediendo nuevamente en mi vida, me resultaba incluso difícil imaginarme lo que podría pasar en unas horas más. Era como si estuviera de nuevo en el limbo, donde no sabía nada. Y no quería volver a pasar por esto nuevamente, suficiente había sido la primera vez en que sucedió todo, otra vez... sería demasiado para mí.
Parpadee un par de veces y al fin aquella mancha negra que había visto por unos segundos, se disipo transformándose en dos cuerpos. Mi corazón se aceleró de sobremanera y un calor abrazador pasó a llenar cada parte de mi cuerpo. En la calle de al frente, saliendo de una tienda de chocolatería, estaban Max y... Estefany. Ambos iban riéndose mientras ella intentaba darle de comer un trozo de chocolate y él negaba con la cabeza sin parar de reír. Max odiaba el chocolate y nunca se reía tanto frente a alguien más que no fuera yo. Mi mirada se cruzó con la de aquella chica y me sonrió de medio lado. Dejó de intentar darle chocolate para luego pasar uno de sus brazos por entremedio de los de él, recargando ligeramente su cuerpo sobre Max. Se acercó a tal punto en que le susurró algo al oído y este giró su rostro, mirándola de esa forma en que sabes que se ha convertido en alguien especial.
Por unos segundos sentí que me faltó el aire. Llevé mi mano hasta mi pecho, dándome pequeños golpecitos, obligándome a respirar. Mi cabeza comenzó a sentirse bombeada y mi corazón latía de una manera tan sobresaltada que me parecía que en cualquier minuto pudiera darme un infarto. Dolía, algo dentro de mí dolía un montón al punto en que mis ojos se aguaron al instante. Tenía unas ansias horribles de llorar y salir corriendo. Max no podía engañarme, no con ella.
Entonces recordé lo que me dijo Eric. Un Selt podía apoderarse del cuerpo de un Rogenes ¿Sería posible que alguien más estuviera en la cabeza de Max? No, se suponía que él podía notar cuando eso sucedía, y de todas formas, la piedra blanca que esa Selt llevaba impedía que pudiera utilizar sus poderes.
De pronto vi a ambos cruzar la calle, caminando en mi dirección. La chica al parecer no quería quitar la vista de mí, porque me miraba con una sonrisa que lo único que provocaba era que quisiera partirle la maldita cara; por otro lado Max parecía ajeno a todo. Quizás aún no me veía o bien ya se había vuelto indiferente a mi presencia. Pero ¿Cómo podía hacerlo? Aun éramos novios. No habíamos terminado, ni íbamos a terminar.
- Ey –dijo Estefany con falsa sorpresa- ¿Amanda era tu nombre, no?
Al momento en que se detuvieron, Max alzó la vista, pareciendo sorprendido por encontrarse conmigo. Su ceño se frunció y bajó la mirada hasta donde Estefany lo tenía tomado del brazo y pareció recién darse cuenta de la imagen que estaban proyectando. Parecían dos felices novios. Dio un paso atrás desconcertado, provocando que el brazo de ella cayera inerte a su lado.
- Amanda... -murmuró con la frente arrugada-
- Hola –susurré en un hilo de voz sin quitarle la mirada de encima-
No se suponía que los novios se saludaran así. Se suponía que ambos teníamos que sonreír al vernos, abrazarnos y besarnos con fervor, demostrándole al mundo que éramos una pareja feliz y que nos amábamos, pero ¿Por qué esto parecía como si ya fuéramos dos completos desconocidos que después de mucho tiempo volvían a reencontrarse?
- Siento la demora pero es que la...
Carter se detuvo al notar la presencia de Max y esa chica. Sentí su mirada sobre mí. Presentí cómo su cabeza ya estaba sacando conclusiones apresuradas al vernos a ambos con diferentes personas luego de que le presentara a Max como mi novio.
- Carter –gruñó Max al verlo-
- Oh, hola –dijo con indiferencia- ¿Cuál era tu nombre? ¿Marc? ¿Marcelo?
- Max –espetó sin contener su molestia- mi nombre es Max.
- Y yo soy Estefany –dijo la chica extendiendo una mano en su dirección y sonriéndole ampliamente- mucho gusto –murmuró al momento que sus manos se unieron en un saludo- ¿Y tú eres?
- Carter Rudd.
Se presentó mostrando una reacia sonrisa hacia la chica.
- ¿Qué haces con él? –preguntó Max mirándome con furia-
- ¿Qué haces con ella? –lo miré desafiante-
En ese instante, Max me tomó por el brazo, y me arrastró hasta dentro del café. Escuché un pequeño grito de sorpresa por parte de Lorena al vernos pero antes de que pudiera decir algo, me encontraba dentro de la sala de descanso. Cerró la puerta de una patada y me empujó contra esta. Sorprendida y al mismo tiempo enojada por lo que acababa de hacer, intenté zafarme de su agarre dándole un empujón, pero él volvió a hacer más presión. Sus pupilas estaban totalmente dilatas, del mismo modo en que lo hacían cada vez que había intentado borrar algo de mi memoria, pero esta vez no podría, porque estaba usando la piedra blanca.
Entonces, haciendo algo que no me esperaba, sus labios se posaron sobre los míos de una manera tan intensa que sentí como si un torbellino estuviera intentando invadirme. Sus manos llegaron hasta mi cuello y una de ellas pasó a acariciar la parte posterior, inclinando mi cabeza en su dirección. Mi corazón dio un brusco vuelco y antes de que pudiera protestar, mis labios ya estaban correspondiendo a ese beso con la misma intensidad y necesidad que él delataba.
Oh Dios, lo había echado tanto de menos. Habían sido los dos días más horribles y desconcertantes de los últimos tiempos. Lo tomé por su chaqueta y lo apreté contra mí, sintiendo esa desesperante necesidad de apoderarme de cada parte de su cuerpo. Max soltó un gruñido y pasó a morderme el labio inferior provocando que un pequeño gemido escapara por mi boca.
Mis manos buscaron desesperadamente deshacerse de esa chaqueta pero entonces él detuvo el beso abruptamente. De la misma forma en que había empezado, lo estaba terminando. Su pecho se movía acelerado y su respiración parecía estar igual de afectada que la mía. Dio un paso atrás y aquella indiferente mirada que había visto en casa de Albert, volvió a aparecer.
- Esto... -dijo con dificultad- es una forma de decir adiós.
- ¿Qué? –lo miré sin comprender qué estaba diciendo-
- Terminamos, Amanda.
No, no. Tenía que haber escuchado mal, Max no podía estar diciendo eso. Tenía que ser un error, una ilusión de mi cabeza. Nosotros no podíamos terminar, no así, no ahora.
- No... -susurré con la voz quebrada y negando con la cabeza a la vez que me apoyaba de la puerta que estaba a mi espalda- no, no...
- Acéptalo, este día tenía que llegar. No existe la posibilidad de que un humano y un alienígena estén juntos por siempre.
- No... -volví a negar con mi cabeza-
Todo a mí alrededor comenzó a dar vueltas. Sentí una presión tan fuerte en el pecho que nuevamente se me hizo casi imposible respirar. Mis ojos se llenaron de lágrimas y, antes de que pudiera darme cuenta, sentí una gota salada recorrer mi labio.
- ¿Por qué lo haces?
Pregunté llevando una de mis manos a tapar mi boca en un intento de ahogar el llanto desconsolado que quería salir a flote. La mirada de Max lo traicionó por unos segundos, toda esa indiferencia que intentaba demostrar, desapareció por instantes. Tenía sus manos empuñadas, como si estuviera conteniéndose de hacer algo. Desvió la mirada y pasó a acomodarse la chaqueta.
- No lo hagas más difícil –dijo apoyando ahora sus manos sobre su cadera-
- Estas terminando conmigo –dije con la voz rota y mi vista totalmente nublada por culpa del llanto- ¿Qué quieres que haga? ¿Es por ella? ¿Es porque te estoy poniendo en peligro?
- No lo entenderías.
- ¡Explícame entonces! –grité furiosa- ¿Por qué estas terminando conmigo?
- Escúchame –dijo acercándose nuevamente a mí- mantente alejada de Carter.
Inconscientemente solté una risa sarcástica ¿Con qué derecho me decía que me alejara de Carter cuando estaba terminando conmigo?
- ¿Y piensas que voy a hacerte caso? –pregunté con ironía y limpiándome las lágrimas que seguían cayendo por mis mejillas. En este momento de seguro que era todo un desastre-
- Tienes que hacerlo.
- Y tú tenías que quedarte conmigo –dije en un susurro, sintiendo como nuevamente me volvía débil- dijiste que éramos todo.
Max volvió a alejarse de mí, perplejo. Él también lo recordaba, sabía de lo que estaba hablando. Fue aquella vez, en el Lago Manson, cuando pasamos ese fin de semana en la cabaña junto a nuestros amigos, en que él y yo tuvimos esta conversación.
- Pero también podíamos ser nada. Y hoy nos volvimos nada.
Instantes después, pasó por mi lado, abriendo la puerta que se encontraba a mi espalda. Salió de la sala en dirección a la salida del café. Afuera, seguían Carter y Estefany, quienes al parecer habían congeniado bastante bien porque parecían estar cómodos frente a la presencia del otro. El rostro de Estefany se iluminó con una sonrisa al ver a Max, este pasó por su lado y la tomó de la mano, llevándosela consigo.
Las lágrimas cayeron con mayor intensidad. Mi corazón, que seguía latiendo aceleradamente, pareció sentirse adolorido por algo, como si poco a poco se estuviera quebrando y yo no pudiera hacer nada para evitarlo. Max había terminado conmigo luego de haberme besado de aquella forma que me hacía pensar que todavía sentía algo por mí, ¿Por qué lo había hecho?
Lo amaba demasiado, pero al mismo tiempo comenzaba a odiarlo.
Frente a mí apareció Carter. Rápidamente me limpie las lágrimas y bajé la cabeza con la intensión de ocultarme, no quería que me viera así. De pronto me vi envuelta por todo su cuerpo en un abrazo. Una calidez asombrosa se apoderó de mí. Apoyé mi cabeza en su pecho y él posó una de sus manos sobre mi cabello, acariciándolo lentamente, provocando que el llanto que intentaba ocultar saliera a flote estrepitosamente, haciendo incluso que hipara al mismo tiempo en que su abrazo se hacía más fuerte y protector.
- Podemos dejar el recorrido para otro día –susurró cerca de mi oído-
Su voz seguía erizando mi piel y ya no sabía cómo interpretarlo. Realmente no me parecía correcto que Carter estuviera consolándome luego de haber roto con mi novio casi frente a sus narices, pero por otro lado tampoco me parecía buena la idea de irme a casa. Eso significaba que iba a llorar toda la tarde y que tendría demasiado tiempo para pensar, y que mi cabeza comenzaría a divagar o a intentar encontrar respuestas al término de Max. No quería eso. No por el momento.
- No –negué con un leve movimiento de cabeza- solo dame un momento para recuperarme.
- Amanda –dijo mi nombre casi en un suspiro- no quiero que te sientas obligada. Quizás lo mejor sería que fueras a casa y...
- Estoy bien –mentí alejándome de él y manteniendo mi cabeza gacha- volveré en unos minutos.
Dije y me di media vuelta, saliendo de la sala para luego entrar rápidamente al baño de empleados que se encontraba al lado.
No iba a hacerle caso a Max. Yo podía ser amiga de quien quisiera y mantenerme cerca de cuanta gente se me apeteciera. No iba a alejarme de Carter solo porque él lo había dicho, ni menos que ahora él había terminado conmigo.
Tal y como lo habíamos dicho en aquella oportunidad, hoy éramos nada después de haber sido todo.
*******
Escuchen la canción mientras leen el capitulo! Les juro que a mi me rompió el corazón :(
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro