Capítulo Dos
Intenté pasar por alto lo que me había dicho Max con respecto a mi profesor de termodinámica pero su mirada parecía reflejar mucha más importancia que sus mismas palabras. Mi única salvación era preguntarle a Eric sobre aquello, pero no era capaz de hacerlo por teléfono, teníamos que estar cara a cara y para eso aún faltaban un par de días. Pero muy en mi interior rogaba que la supuesta sombra que había visto Max en los ojos de Carter no tuviera nada que ver con la palabra peligro, no estaba dispuesta a volver a pasar por lo mismo de antes. No ahora que tenía una nueva vida.
Estaba sentada en una de las tantas mesas del casino de la universidad cuando Pilar se sentó a mi lado con su bandeja de almuerzo mientras yo tomaba de mi Coca-Cola.
- Estoy pensando seriamente en cambiarme a Astronomía –dijo sonando decidida y dándole un mordisco a su pan-
- ¿Por qué?
- ¡Todos sus profesores son unos bombones! Y sobre todo ese profesor de nombre Carter, es guapísimo, joven e inteligente. Todo lo que a mí me gusta.
Rodé mis ojos dando un fuerte suspiro. De alguna forma me molestaba que Pilar hablara con tanta facilidad de otros chicos cuando estaba de novia con mi mejor amigo. Diego no se merecía que ni lo engañaran con el pensamiento.
- Pues déjame decirte que en Astronomía te iría pésimo. No es para todos.
Dije sincera. Pilar se giró en mi dirección mirándome con su ceño fruncido.
- Sabes que todo lo que digo es broma ¿No? Jamás engañaría a Diego... es el hombre de mi vida. Creí que podía bromear contigo sobre chicos porque éramos amigas.
Sentía que prácticamente me estaba crucificando por mi antipático comentario. Joder, sabía que era algún estilo de broma, pero a veces sonaba tan seria que convencía a cualquiera. También sabía el amor que le profesaba a Diego, es solo que tenía miedo de que fuera nuevamente engañado, no quería que pasara nuevamente por lo que yo le hice.
- Lo siento –susurré fijando mi mirada sobre mi vacío plato-
- Deberías de tener claro que jamás engañaría a Diego –dijo sonando bastante segura- A no ser que apareciera David Beckham, eso ya es otra cosa.
Nos miramos por un par de segundos para luego ambas soltar unas risotadas. Eso era lo que más amaba de Pilar, que tenía prácticamente el mismo humor de Clar y siempre soltaba algo que hacía reír a todo el mundo. Pasé un dedo debajo de mi ojo, limpiándome la pequeña lagrimilla que se me había formado de tanto reírme.
- En serio, deberías de trabajar en un Stand Up Comedy, de seguro que te iría fenomenal.
- Bueno, estudio teatro, quizás algún día termine en uno de esos programas.
Sonreí negando con mi cabeza, desviando mi mirada por los alrededores del casino, esperando a que en cualquier momento apareciera Diego, quien generalmente nunca se perdía las horas de almuerzo para estar con nosotras. De pronto un suspiro colosal se escuchó, provocando que dirigiera mi mirada hacia quien quiera que hubiera producido tal sentimiento. Claro, ahí estaba. El profesor Carter acababa de entrar en la cafetería con la camisa blanca arremangada hasta los codos, conversando con demasiada familiaridad con nuestra coordinadora de carrera, quien era unos años mayores que él como para intentar ligárselo. El profesor Carter giró su rostro en mi dirección y como si hubiese estado atento a mi mirada, me dedicó una media sonrisa. Yo parpadee confundida y de inmediato desvié mis ojos hacia cualquier otro lado. ¡Dios! Qué vergüenza, me había pillado mirándolo y cualquiera que me viera pensaría que estaba interesado en él.
- Te pone nerviosa –dijo de repente Pilar-
- ¿Qué?
- Que te pone nerviosa, se te nota.
- ¿Cómo que se me nota? –pregunté enarcando una ceja- él no me pone nada. Es solo un profesor.
- Un profesor que está muy guapo y que por alguna extraña razón tiene sus ojos puestos en ti desde el primer día de clases de este año.
Rodé mis ojos y negué con la cabeza. No, no tenía sus ojos puestos en mí, simplemente se había fijado en que yo era buena en su clase y me quería como ayudante para los de primer año, nada más que eso.
- Pilar, en serio que....
- Shh, shh –me interrumpió en un murmullo- que viene para acá –volvió a susurrar. De pronto me miró con una sonrisa tremenda en su rostro y continuó hablando-... Y cómo te decía, me la he pasado fenomenal con Diego en el cine, la película es....
- Señorita Novoa.
Inmediatamente me tensé cuando escuché su voz. Mis labios formaron una fina línea y maldecí para mis adentros, era una idea loca, pero quizás Pilar tenía razón. Quizás Carter había fijado sus ojos en mí más allá de una relación profesor-alumna, después de todo era unos cinco o seis años mayor que yo y existía una mínima y remota posibilidad de que yo fuera de su gusto.
- Profesor –susurré mirándolo-
- Creí necesario recordarle que hoy me ayudaría a terminar las correcciones de las otras secciones.
- Gracias por el recordatorio, pero ya lo tenía presente –dije pasando mis manos nerviosa por sobre mis pantalones. Miré alrededor y varios ojos femeninos estaban puestos sobre nosotros, de seguro que ya habían comenzado a sacar conclusiones equivocadas-
- Bien. La estaré esperando.
Dicho esto me dedicó una pequeña sonrisa, miró a Pilar haciendo un movimiento de cabeza y luego se dio media vuelta yendo hasta la fila del almuerzo, en donde seguía aquella mujer esperándolo. Solté el aire que había estado conteniendo y me dejé, literalmente, caer sobre la silla, cerrando mis ojos.
- ¡Dios! Pero qué fuerte ha sido eso. ¿Te has dado cuenta con la intensidad que te miraba? ¡Le atraes! Le atraes un montón –dijo sonando bastante emocionada por la idea- solo ruego que Max no se entere, el día en que lo haga, le arrancara los ojos y...
- ¿Quién le arrancara los ojos a quién? –preguntó Diego. Volví a maldecir. Hoy Dios estaba en mi contra. Diego y Max no eran muy amigos, pero de alguna forma Max confiaba en que Diego cuidara de mí el tiempo en que él no estaba presente, y Diego se había tomado muy apecho aquella proposición, cumplía su papel a la perfección-
- Nadie le arrancara los ojos a nadie –intervine antes de que Pilar dijera algo. Abrí mis ojos y traté de sonreír- Pensé que no vendrías a almorzar.
- Estaba entregando un trabajo.
Los nervios estaban consumiéndome lentamente. Miraba cada cinco segundos el maldito reloj de mi celular solo para contar cuanto faltaba para salir de clases. No quería ir a corregir esos malditos ensayos, pero tenía que hacerlo, me había comprometido con el profesor y no quería quedar como una mala persona, aunque eso significara sentirme prácticamente acosada por su mirada. De pronto el profesor cerró el libro que tenía entre sus manos y dio por finalizada la clase de Cálculo avanzado. Mi estómago se contrajo en respuesta. No sabía qué me ponía más nerviosa, el hecho de que estaría completamente sola con un profesor a puertas cerradas, el hecho de que este profesor era bastante guapo o lo que más me temía, que Pilar tuviera razón y que Carter se sintiera atraído por mí.
Caminé hasta las últimas oficinas que se encontraban en el primer piso de la universidad. Llegué hasta la puerta que tenía colgado un pequeño letrero que decía "Sala de reuniones II" y, con mis nudillos, toqué la puerta. A los segundos después se abrió y detrás de esta apareció Carter, recibiéndome con una brillante e impactante sonrisa. Dio un paso atrás e hizo un gesto con su mano para que yo entrara.
- Pasa, te estaba esperando.
Me choqueaba un poco lo fácil que se le hacía tutearme cuando estábamos a solas, a diferencia de cuando había más gente a nuestro alrededor en donde siempre me llamaba por mi apellido. Intenté sonreír y di un paso dentro de la sala. La puerta se cerró a mi espalda y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Sentía que no era correcto lo que estaba haciendo. Quería irme a casa. Quería estar con Max.
Carter se sentó en la cabecera de la larga mesa y yo me senté a un costado, estando lo más alejada posible de él. Sobre la mesa se encontraban un montón de papeles blancos desparramados. Dejé mi bolso en el asiento a mi lado y me incliné unos centímetros hacia adelante para ver si eran aquellos los ensayos que tenía que corregir.
- Dentro de la bolsa de papel café que dice "sección 05" están los ensayos, el primero de ellos es la tabla de evaluación y luego el original. La idea es que lo que escriban se entienda y se parezca lo más posible ¿Entiendes?
Asentí con un movimiento de cabeza, acercando la bolsa de papel café en mi dirección. Para mi jodida mala suerte nuestras manos chocaron cuando él intentó acercármela provocando que yo la corriera de inmediato y desviara mi mirada. Mierda. Tenía que dejar de actuar tan paranoicamente o todo esto se volvería mucho más incómodo de lo que ya lo era. Miré de reojo a Carter y este me dio una leve sonrisa, terminando de acercarme la bolsa.
- Si hay algo que no comprendes, solo pregúntame ¿Sí?
- De acuerdo –susurré mientras sacaba el montón de ensayos-
Daba gracias a dios por dos motivos; el principal era que tanto Carter como yo estábamos totalmente concentrados en nuestras labores, cruzábamos una que otra palabra, pero nada muy profundo o personal, y el segundo motivo era que había logrado descifrar la mayoría de las letras jeroglíficas que tenían los estudiantes ¡Dios! Estaba segura que alguno de ellos se había equivocado de profesión y tenían que estar estudiando medicina porque sus letras eran una jodida mierda y eso sin fijarse en sus faltas de ortografías que estaban a punto de provocarme cáncer a los ojos.
Miré de reojo la hora en mi celular, me faltaba media hora para irme, podía sobrevivir a esta ayudantía. Quizás Pilar se había equivocado al creer que yo le atraía al profesor Carter, hasta el momento no había pasado nada fuera de lo común, y eso de alguna forma me sacaba un peso de encima. Sabía que a Max no le haría mucha gracia que yo pasara tiempo extra con mi super-guapo-joven profesor de termodinámica.
- ¿Qué tal han ido tus pesadillas?
Preguntó de pronto trayéndome al presente. Dejé caer mi lápiz sobre la mesa y me gire a verlo. Tenía sus grandes ojos color miel posados en mí. Tomé una profunda bocanada de aire antes de responderle.
- Bien... no lo sé en verdad –me encogí de hombros con indiferencia- creo que ya me he acostumbrado un poco a ello.
- ¿No te has puesto a pensar en que tienen algún tipo de conexión con algo o alguien en particular?
Su pregunta me tomó totalmente desprevenida, arrugué mi ceño y negué con un leve movimiento de cabeza. No sabía a qué venía esa interrogativa, de hecho no recordaba cuando le había comentado de que tenía pesadillas. Una lucecita de alarma se encendió en mi interior e inconscientemente me incliné unos centímetros hacia atrás, solo por precaución.
- ¿Cómo es que sabes lo de mis pesadillas?
- ¿No te acuerdas? –preguntó con un tono de sorpresa y una pequeña sonrisa juguetona. Yo volví a negar- me lo comentaste hace un par de semanas, también cuando me ayudaste a corregir exámenes.
Inmediatamente comencé a rebobinar la cinta de mi memoria hasta llegar a aquel día, pero no, la verdad es que con suerte me acordaba de lo que había hecho la semana pasada, así que intentar acordarme de más cosas era un caso totalmente perdido y más si se trataba de algo que había contado sin mucha importancia.
- Supongo que lo habré hecho... -dije un poco insegura de ello-
- Bueno, mmm... –su ceño se frunció por unos segundos. Recargó su espalda en el respaldo de la silla y luego dejó caer sus marcados y musculosos brazos sobre sus piernas. Madre mía. Me golpee mentalmente contra la pared al fijarme en ese detalle que era totalmente innecesario- aun así espero que tus pesadillas mejoren. Sé lo que es pasar días y días soñando cosas que no son nada de agradables.
De pronto vi un destello oscuro reflejarse en su mirada, como si sus ojos hubiesen tomado otro color al original y me acordé inmediatamente de lo que me había comentado Max, pero era imposible que su teoría fuera cierta, después de todo ¿Cómo demonios ves una sombra en el ojo de alguien? Digo, está bien que mi novio fuera alienígena con súper poderes y toda la cosa, pero ¿Ver una sombra? No, eso era algo totalmente ridículo.
Carter se inclinó hacia adelante y comenzó a juntar el montón de papeles que estaban dispersos por la mesa, yo quise hacer lo mismo, pero una de sus manos me detuvo a medio camino antes de que fuera capaz de tomar un papel. Una extraña e irreconocible sensación me invadió. No era miedo, no era deseo, no era incomodidad... era algo totalmente fuera de lo normal que era prácticamente imposible de llevarlo a palabras.
- Gracias por tu ayuda, ya puedes irte a casa.
Parpadee un par de veces algo confundida, literalmente, me estaba echando aunque su voz sonara bastante amable. Aclaré mi garganta y quité mi mano de la suya. Tomé mi bolso y me paré del asiento. Caminé hasta la puerta de la sala y la abrí, estaba dispuesta a salir sin despedirme, pero el solo pensamiento de hacer algo así me incomodó. Me giré en dirección a Carter y con una leve sonrisa me despedí.
- Nos vemos –murmuré casi en un hilo de voz-
- Que descanses.
Dijo mirándome de reojo. Podía parecer que me estaba volviendo loca, pero se sentía como si minutos antes hubiese decidido que lo mejor era ignorarme por completo. Salí de la sala y antes de cerrar la puerta, me llamó:
- Amanda –dijo y yo de inmediato incliné mi cabeza hacia dentro, mirándolo. Sus ojos estaban fijos en mí, y, de alguna forma, me pareció que estaba dudando de lo que me diría, pero finalmente habló- ten cuidado ¿Sí?
- Claro.
Cerré la puerta a mi espalda y cuando miré en dirección al pasillo de la universidad un escalofrío recorrió mi cuerpo de pies a cabeza. Esto tenía que ser alguna maldita broma o mis alucinaciones estaban llegando a estados estratosféricos. Frente a mí tenía la misma imagen de mi última pesadilla. Un pasillo desierto, yo saliendo de mi ayudantía y un silencio que era aterrador. Me aferré al arcial de mi bolso y me obligué a armarme de valor. Esto era la vida real, nada de lo que había sucedido en mi pesadilla pasaría. Cuando saliera por ese par de puertas estaría Max esperándome, recargado en su auto. No habría una neblina espesa y por sobre todo, ninguna silueta se acercaría a mí ni menos se transformaría hasta difuminarse.
Pero de un segundo a otro me volví una total cobarde. Mi mente me traicionó y cuando uno de los tubos fluorescentes que alumbraba el pasillo comenzó a tintinear como si estuviera a punto de estallar, salí corriendo en dirección a la salida, sin ser capaz de mirar a ningún otro lado. Abrí las puertas de un empujón y me paré en seco cuando vi el panorama que me esperaba fuera. Santa mierda. No había ningún maldito auto afuera y la neblina estaba mucho más baja de la costumbre, veía un par de metros más allá, pero la salida de la universidad estaba totalmente cubierta. Tragué con dificultad y con mi mano tiritona saqué mi celular del bolso mirando la hora, Max estaba tres minutos tarde. Cerré mis ojos con fuerza un par de segundos, intentando controlar mi acelerada respiración. Tenía que dejar de comportarme como una maldita cobarde.
Un extraño sonido llamó mi atención y abrí mis ojos nerviosa. La respiración se me cortó. Frente a mí, a un par de metros más allá se veía una larga silueta caminando en mi dirección con fluidez y a paso seguro. Mierda. Mi pesadilla se estaba volviendo realidad, solo faltaba que la silueta se difuminara y que me susurrara que corriera si quería seguir viva. Pero esta vez no iba a esperar a que eso pasara, no, estaba vez iba a correr antes. Con mi pulso a mil y con las piernas temblorosas di un paso atrás al notar que la silueta estaba cada vez más cerca y que no parecía dudar de acercarse. Me di media vuelta y salí corriendo en dirección contraria mientras el miedo me iba consumiendo poco a poco.
- ¡Amanda!
Escuché que alguien gritó mi nombre pero no me atreví a detenerme. Era obvio que en la pesadilla aquella silueta me conocía, así que perfectamente ahora podía usar mi nombre para llamarme. Corrí con más fuerza y más rápido cuando sentí que se estaba acercando.
- ¡Amanda, para por favor! Soy yo.
Aunque me llamara mil veces, no me detendría, no caería en su intento de atraparme. De repente toda la neblina en la que me había visto envuelta desapareció y dejo a la vista un auto que venía en mi dirección. Mis ojos se abrieron mucho más de lo normal temiendo lo peor, en menos de cinco segundos sería golpeada por aquel auto.
De un momento a otro pase de estar sobre la calle a la vereda envuelta en los brazos de alguien. Mi cabezo rebotó contra su pecho y para mi mala suerte, mi cadera se golpeó contra el cemento, provocándome un dolor espantoso por lo fuerte de la caída.
- ¡Demonios, mujer! ¿Por qué no me dijiste que estabas teniendo instintos suicidas?
Llevé mi mano a apoyarla sobre aquel pecho y abrí mi boca de tal forma que parecía ser un pez fuera del agua que se estaba asfixiando. Intenté enfocar la mirada y de pronto noté un par de tatuajes por su brazo derecho.
- Max... -susurré sin fuerzas-
- Joder ¿Estás bien? Me estas preocupando, Amanda...
Parpadee un par de veces y antes de ser capaz de decir algo, me aferré con fuerza a su polera negra y enterré mi rostro en su pecho, escuchando lo acelerado que latía su corazón, aquel que yo había ayudado a que reaccionara. Sentí sus manos sobre mis hombros, apretándome con fuerza contra él.
- Me estas asustando, cariño... ¿Qué pasa? ¿Te hiciste daño?
Susurró tan encantadoramente que las ganas de llorar que se estaban atragantando en mi garganta brotaron con la mayor de sus fuerzas. Lloraba como si fuera una niña y la verdad es que no sabía por qué carajo estaba llorando. Podía ser porque casi muero aplastada por un auto, porque Max había llegado a mi salvación o porque mi maldita pesadilla se había vuelto realidad de una manera en la que me aterraba pensar en ello.
Cuando me atreví a abrir mis ojos y separarme unos centímetros del cálido cuerpo de Max, me di cuenta de que ya no estábamos tirados sobre la vereda, sino que Max me tenía sentada sobre sus piernas en alguno de los tantos bancos que habían a los alrededores del campus. A veces me olvidaba que los Rogenes tenían ese súper poder de moverse más rápido que los humanos, no eran veloces al punto de un vampiro –era mi comparación más cercana- pero si se movían bastante rápido para los humanos comunes como yo. Max llevó sus manos hasta mi rostro, acunándolo de tal manera que me pareció que me había enamorado un poco más de él.
- ¿Me vas a decir qué sucede? Estoy a segundos de entrar y destruir todo el maldito campus para saber por qué has salido tan aterrada de allí al punto en que pusiste en riesgo tu vida.
Me sorbí la nariz y volví a apoyar mi cabeza en su pecho, aferrándome fuertemente a su cuerpo. Necesitaba saber que era real y que él estaba conmigo.
- Creí que alguien me estaba persiguiendo... lo sentí. Me querían atacar –susurré en un hilo de voz-
- ¿Qué?
- Sabes que no es la primera vez que me siento de esa manera, pero esta vez era real... Todo era igual que en mi...
Me mordí con fuerza el labio inferior, deteniéndome al acto antes de seguir hablando. Estaba a segundos de echarme al agua.
- ¿En tu qué? –preguntó sonando un poco molesto. Max odiaba quedarse colgado por algo-
- Nada...
- Sabes que puedo leer tu mente, no intentes ocultarme nada, porque lo descubriré de alguna u otra forma.
- No puedes saber lo que sueño.
Dije entre dientes, intentando controlar la mala leche que se me estaba formando. Sus manos me tomaron fuerte por los hombros y me alejaron de su cuerpo, fijando sus ojos sobre los míos, con su ceño totalmente fruncido y sus pupilas un tanto dilatadas. Maldición, estaba ejerciendo nuevamente su poder alienígena sobre mí.
- Creí que las pesadillas no eran nada importante. Eso fue lo que tú me dijiste –dijo con un tono acusatorio. Demonios. Odiaba cuando Max me hablaba así, se sentía como si mi madre o Luis me estuvieran regañando por algo que hice mal-
- Y no era nada importante... hasta ahora.
- ¿Qué quieres decir con eso?
Su rostro se contrajo por un par de segundos antes de volver a su total inexpresividad. Desvié la mirada a mi alrededor hasta que la dejé fija en la puerta de entrada del campus, entrecerré mis ojos y, o mi mente era muy creativa, o en verdad me estaba volviendo loca de remate, pero estaba segura de que había visto la misma figura difusa de mi pesadilla, mirarme con un par de grandes ojos negros desde la distancia. Mi corazón dio un vuelco y mis manos tomaron con fuerza los costados de la polera de Max.
- Quiero irme a casa –susurré con dificultad. Me estaba costando volver a respirar-
- No nos iremos de aquí hasta que me expliques lo que acabas de decir.
- Por favor... solo quiero irme a casa –dije a modo de súplica-
- Amanda, estás temblando... –sus manos volvieron a tomarme del rostro, obligándome a que lo mirara fijo a sus ojos- dime qué está pasando. No me obligues a hacer algo que nos incomoda a ambos.
- No... no puedo –murmuré y cerré mis ojos con fuerza-
Pero ya era tarde. A Max le bastaba con un par de segundos el mirarme a los ojos para saber todo lo que había hecho en las últimas veinticuatro horas. Sentí su cuerpo tensarse bajo el mío.
- Mierda –espetó- ¿Por qué no me lo dijiste?
- ¿Qué cosa?
- Que los Selt han vuelto.
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En la fotografía verán a la hermosa de Laura Marano como Pilar, la novia de Diego y por ende una gran amiga para nuestra protagonista :)
PD: Escuchen su música! Es muy buena!
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