Capítulo Cuatro
Max se encontraba en el primer piso hablando con Albert. Yo no era capaz de seguir escuchando su conversación. Vivir ya se me había vuelto totalmente complicado desde que los fundadores querían mi vida, pero ahora que los Selt se sumaban a la batalla, ya era algo totalmente abrumador. Creí que vivir en la capital, lejos de todos los Rogenes, estaría a salvo, que nada volvería a pasar, que ya todo lo habíamos superado, pero claramente el destino me tenía algo más preparado.
Me senté en el espacio que había en la ventana, llevé mis rodillas contra mi pecho y apoyé mi cabeza sobre estas, mirando hacia la calla. Puede que sea paranoia mía, pero estaba segura que los Rogenes habían notado que algo pasaba en la casona, porque no paraban de deambular por fuera de esta con sus ojos negros brillantes, como si estuvieran conteniendo las ganas de cazar a su presa. Ellos sabían que yo estaba aquí y por alguna razón me parecía más aterrador que estuvieran cautelosos a que vinieran y atacaran sorpresivamente.
La puerta de la habitación se abrió, entrando Max. Volvió a cerrarla cuando estuvo dentro y luego caminó en mi dirección, se sentó frente a mí y una de sus manos se apoyó sobre mi pantorrilla.
- Eric, Noah, Victoria y Clar llegaran en un par de horas –dijo sosteniéndome la mirada-
- Bien.
Su ceño se frunció provocando que sus cejas se unieran en una. Se acercó un poco más a mí, contuve la respiración y en menos de dos segundos ya me encontraba entre sus brazos, hundiendo mi rostro en su pecho, escuchando el latir de su corazón. Sonreí. Sip, eso lo causaba yo. Por muy raro que nos pareciera, la única vez en que el corazón de Max se escuchaba claramente era cuando estábamos juntos. Cerré mis ojos e inhalé su masculino aroma. Él apoyó su mentón sobre mi cabeza, acariciando lentamente mi espina dorsal, enviándome escalofríos a todo el cuerpo.
- Sé que lo que ha dicho Albert te ha preocupado y lo más probable es que tu cabecita ya esté pensando en hacer algo al respecto, pero por favor –dijo a modo de súplica- deja que esta vez me encargue de todo. Sé que eres capaz de defenderte por tu cuenta, de eso no me cabe duda, pero no quiero que corras un peligro innecesario. ¿Lo entiendes?
Lo entendía, oh sí, vaya que sí lo entendía, pero no podía rendirme tan fácilmente. Era mi vida. Mi vida y la de Clar eran las únicas que estaban en juego ¿Por qué tenía que dejar que los demás lucharan por defenderme? Era estúpido. Yo era la única que tenía que hacerlo. De alguna forma tenía que aprender a cómo combatir a los Selt. Esta vez no me quedaría sentada viendo como todo el mundo corría peligro intentando salvarme. Esta vez pelearía, lo haría con dientes y garras, no me daría por vencida fácilmente, y si era necesario, gastaría hasta mi último aliento para mantenerme con vida, ya sea luchando contra los Selt o... contra los Rogenes.
- Lo entiendo –murmuré después de un largo silencio. Max me tomó por los costados de mis brazos y me alejó un par de centímetros de su cuerpo. Nuestros ojos quedaron al mismo nivel. Oh. Como me gustaba el color de sus ojos. Eran atractivamente sexys- pero ya no sé qué es peor. Que una delegación de alienígenas frikis locos y malos con súper poderes me estén buscando para matarme, o si estar en la comunidad de alienígenas frikis no tan locos que ya intentaron matarme una vez.
Los ojos de Max se estrecharon y luego de unos segundos soltó una fuerte carcajada. Yo lo miré frunciendo mi ceño pero al final terminé uniéndome a su risa. Me encantaba escucharlo reír, no era algo que siempre pasaba, pero cuando se reía tan fuerte y naturalmente, hacía que me enamorara un poco más de él. Dios, estaba jodidamente enamorada de ese malote y sexy alienígena.
- ¿Por qué te ríes? –pregunté dándole un golpe en su estómago. Él se encogió haciendo como si le doliera, yo negué con la cabeza divertida –
- Adoro cuando te pones en plan dramática, pero también tengo que admitir que –una de sus cejas se alzó y sus ojos brillaron con coquetería- me vuelve loco esa forma en cómo se te fruncen los labios cuando te pones seria. Creo que –murmuró acercándose más a mí, reduciendo totalmente la poca distancia que había entre nosotros. Yo inhalé profundamente- me pone. Y mucho.
Mi boca cayó abierta mientras un color rojizo intenso invadía mis mejillas. Nunca terminaría de acostumbrarme a sus comentarios pervertidos. Iba a protestar cuando sus labios se posaron sobre los míos, demandando un beso totalmente posesivo y excitante. Su boca estaba literalmente devorando la mía de una manera tan descontrolada que mandó tal descarga eléctrica que creí que mi cuerpo se incendiaría por completo. En menos de lo que me di cuenta ya me encontraba sentada sobre sus muslos, con ambas piernas alrededor de su cadera.
Nuestras bocas se separaron cuando mi espalda cayó sobre la cama. Respirábamos agitadamente y al mismo compas. Max sonrió de medio de lado y yo no fui capaz de resistirme a esa sonrisa, lo agarré fuerte de su polera hacia mí, uniendo nuestros labios en un nuevo beso. Sus manos bajaron por el costado de mi cuerpo, llegando hasta el dobladillo de mi camiseta, metiendo lentamente sus dedos debajo de esta, encendiendo mi piel con tan solo un simple roce. Mi cuerpo reaccionó arqueando la espalda y soltando un bajo gemido entre medio del beso, Max en respuesta me mordió el labio inferior, tirando de él. Yo reí.
Volví a tirar de él para apegarlo un poco más a mí, pero él se alejó repentinamente, tomándome por sorpresa. Parpadee confundida mientras sentía como mi corazón seguía latiendo desenfrenadamente y mis labios estaban mucho más hinchados y suaves que hacía tres o cinco minutos atrás.
- Viene alguien –dijo en un susurro. Se bajó de la cama, acomodando su ropa y volviendo a su inexpresivo rostro-
La puerta se abrió segundos después. Rápidamente me di media vuelta mirando hacia la pared, dándole la espalda a la puerta. Disimuladamente intenté arreglar mi ropa y mi cabello que ya se había vuelto un desastre. Escuché que alguien aclaró su garganta.
- Espero no... no haber interrumpido nada.
- Deberías de tocar la puerta antes de entrar. No creo que sea tan difícil ¿No?
La voz de Max sonaba estrangulada, como si alguien le estuviera apretando la garganta. Miré disimuladamente en su dirección pero mis ojos se quedaron fijos no exactamente en los suyos. Jamás terminaría por acostumbrarme a su increíble masculinidad. ¿Qué carajo tenían en su ADN los extraterrestres? Porque eso sin duda ni se comparaba a un humano cualquiera. Mis mejillas se tiñeron nuevamente de rojo y me vi en la obligación de apartar la mirada hacia otro lado, formando una línea con mis labios para aguantarme la risa que estaba por soltar. Daba gracias a Dios de que tuviera puesto el maldito collar, ya que Max no podía saber lo pervertido que habían sido mis pensamientos hacia su persona.
- Lo tendré en cuenta –dijo Albert. Sentí su mirada sobre mí, pero aun no era capaz de mirarlo luego de mis pecaminosos pensamientos- creo que ambos deberían de relajar las hormonas y bajar. Hay algo que tienen que ver.
No me pude aguantar y terminé soltando una risa. Llevé de inmediato mi mano a tapar mi boca. Max me miró con su ceño fruncido, regañándome. Él juraba que yo nos había echado al agua. Oh no querido, él mismo había sido gracias a su increíblemente inhumana masculinidad, pero no se daría cuenta hasta que se dignara a mirar hacia abajo, o bien yo podría decirle, a modo de venganza por lo del collar. Mmm... eso me parecía interesante.
- De acuerdo. Estaremos abajo dentro de cinco minutos.
- Creo que serán mejor diez –susurró Albert-
En cuanto la puerta se cerró solté una fuerte carcajada, me incliné hacia adelante y apoyé una de mis manos sobre mi estómago mientras cerraba con fuerza mis ojos y reía histéricamente. ¡Dios! Max tenía que estarse muriendo de la vergüenza. Moví rápidamente mis pies, pataleando, para intentar controlar mi desquiciada risa, pero no podía. Albert había dicho, literalmente, que necesitaba deshacerse de su erección antes de bajar.
Sus fuertes manos me tomaron por los brazos y me tiraron hacia atrás, cayendo nuevamente sobre la cama. Su cuerpo se inclinó sobre el mí y me miro con ojos estrechos y lujuriosos, esbozando una egocéntrica media sonrisa.
- No sé si castigarte o premiarte porque estés riéndote de mí –susurró con voz ronca. Nuestros ojos conectaron y mi risa paró de un segundo a otro. Mi cuerpo se encendió nuevamente-
- Tenemos menos de diez minutos –murmuré coqueta, soltando una pequeña risa-
- Necesito mucho más que diez minutos para hacer lo que quiero hacerte, pero –su penetrante mirada me recorrió de pies a cabeza. Hizo un movimiento con su cadera sobre mi cuerpo, provocando que se me olvidara como demonios se respiraba- puedo darte un adelanto.
Bajamos del tercer piso tomados de la mano. Max de vez en cuando me daba pequeños empujones, solo para molestarme por lo que había sucedido en la habitación hacia menos de diez minutos. Bueno, en realidad nos habíamos tardado quince minutos. El cuerpo de Max se fue tensando poco a poco a medida que llegábamos al primer piso. Su mano me apretó con un poco más de fuerza. Sabía lo que significaba. Había más Rogenes dentro de la sala, y puede que alguno de ellos no fuese del agrado de Max o mío. Mi respiración fue en aumento y sentí como la ansiedad y nerviosismo volvía a apoderarse de mí. Mis manos comenzarían a sudar en cualquier segundo.
Terminamos de bajar la escalera y caminamos hasta la sala. Santa mierda. Mis pies se pusieron en modo "sal tan rápido de aquí como puedas" Y quería hacerlo, pero Max me lo impidió.
- Tiempo sin verte, hijo.
Y ahí estaba él. Seguía igual que como lo recordaba. Con su altura de quizás un metro noventa, hombros anchos, ojos realmente hermosos de un gris claro, casi blancos. Cabello oscuro, peinado perfectamente hacia un lado. Vestido totalmente de negro. Sí. Seguía manteniendo que quizás eran un estilo de personajes salidos de Matrix. Su rostro inexpresivo –al igual que el de Max- cayó sobre mí, pero a diferencia de antes, una sonrisa que más parecía de algún psicópata mal de cabeza a alguien que se alegraba de verme, apareció en su rostro. Yo inconscientemente di un paso atrás. Me costaba respirar.
- Amanda –pronunció mi nombre con mucho cuidado- qué... alegría saber que sigues viva.
Tragué con dificultad. Definitivamente yo no estaba loca, eso era una amenaza, una clara amenaza que no le agradaba que yo me encontrara viva y menos que estuviera con su hijo. El próximo líder de la comunidad Rousel.
El cuerpo de Max se tensó en respuesta, al punto en que su apretón de manos fue más allá del límite de la dureza. Solté un pequeño quejido de dolor e inmediatamente aflojó el agarre. Max dio un paso delante de mí en forma de escudo. Mentalmente se lo agradecí, no me sentía 100% segura estando totalmente expuesta frente a sus padres.
- ¿Qué están haciendo ellos aquí? –preguntó entre dientes mirando a Albert-
- Hijo, por favor –interrumpió la voz de una mujer-
Inmediatamente miré hacia mi izquierda. Esa era la madre de Max. Tenía imágenes vagas de ella, las pocas veces que la vi siempre parecía estar como personaje secundario o testigo, y no había tenido el placer, no sé si será correcto decir placer, pero era lo que se me venía a la mente; de ver su hermoso y perfecto rostro. Dios, era guapísima. Perfectamente podía pasar desapercibida como modelo de alta costura a pesar de su edad ¿Qué edad tenía? Se veía mucho más joven que mi madre. Su rostro de piel pálida, combinaban a la perfección con sus ojos grandes y cafés oscuros. ¿Cómo alguien con aspecto tan maternal podía formar parte de una secta quita almas? Porque sí, estaba segura de que ella también estaba ese día cuando intentaron matarme.
- Parece que mi pregunta no quedó clara –dijo ignorando totalmente la voz de su madre. Giró su cuerpo en dirección a Albert y apretó sus puños- ¿Qué. Están. Haciendo. Aquí?
- Pues para que sepas, yo no los llamé –dijo Albert. Hizo un ademan con la mano y luego pasó a sentarse en su sofá individual verde oscuro. Acomodó su chaqueta y volvió a dirigirnos la mirada- supongo que ellos te han sentido y han venido por su cuenta. No podía cerrarles la puerta en la cara, después de todo ellos solían ser los líderes de la comunidad.
- ¿Solían? –pregunté en un susurro. Lo último que sabía era que los padres de Max eran los líderes porque eran los hijos de los hijos de los fundadores –en realidad son algo así como séptima u octava generación- y por consiguiente seguía Max. ¿Cómo era eso de que ya no lo eran?-
Albert me miró con una cálida sonrisa sobre sus labios y asintió ligeramente.
- Les dije que ciertas cosas habían cambiado. Pero –suspiró y miró de reojo a los padres de Max quienes seguían aun de pie- no me han dado el tiempo suficiente para explicártelo antes de que aparecieran.
- Así que ¿Tú eres nuestro nuevo líder? ¿Quién lo decidió así? –preguntó ahora Max, mirando a Albert con una ceja enarcada-
- La comunidad –interrumpió la madre de Max. Mmm, necesitaba ponerles un nombre a ambos padres- Me llamo Crystal y él es Marcos –dijo mirando en mi dirección-
Mis ojos se abrieron más de lo normal. Santa mierda. Ella me había leído la mente... ¿Co...cómo lo había hecho? Se suponía que llevaba puesto el collar. Subí una mano hasta mi cuello introduciéndola bajo la camiseta blanca para corroborar que aún lo traía. Ahí estaba. Pero ¿Cómo...
- Tranquila, sé que tienes el collar de piedra blanca, puedo sentirlo –una comisura de sus labios se alzó, sonriéndome- simplemente soy buena analizando a los humanos fijándome en sus ojos y en la complexión de su cuerpo. Eres muy fácil de leer, Amanda.
Abrí mi boca para protestar, pero la cerré pasado un segundo. ¿Era fácil de leer? ¡Demonios! ¿Cómo se supone que lees a las personas? Mordí mi mejilla por dentro de mi boca, aguantando las ganas que tenía de soltar un par de palabrotas. ¿De qué me servía el maldito collar si al parecer ellos podían meterse igual en mi mente?
- Mamá, déjala en paz –gruñó Max tomándome nuevamente de la mano-
- Solo nos estaba presentando. Algo que deberías de haber hecho tú, por cierto.
- Bien, querida –dijo Albert poniéndose en pie, caminando en mi dirección- creo que es mejor que nos vayamos un momento a la cocina. Ellos deberían de hablar en privado –llegó hasta mí y suavemente colocó una mano en mi espalda. Apenas sentía sus dedos, pero eso no quitó que mi cuerpo reaccionara tensándose- ¿Te apetecería un poco de chocolate caliente o té? ¡Oh! Y tengo unos dulces que son para chuparse los dedos. Te encantaran, estoy seguro.
Parpadee totalmente confundida. Ok, ok, Yo me había perdido de algo realmente importante. ¿En qué sueño estábamos que un Rogenes estaba portándose jodidamente amable conmigo al punto de pensar que le caía bien? ¿Por qué no estaba intentando matarme? ¡Eso era lo que ellos querían! Ahora me tenían aquí, de pie, prácticamente vulnerable frente a tres de los Rogenes fundadores, me podían hacer puré en menos de un segundo, pero ¿Él me estaba ofreciendo chocolate caliente y dulces? Joder. Definitivamente aquí a alguien le faltaba un tornillo. Y esta vez no era yo.
Max me atrajo hasta su cuerpo y negó con la cabeza antes de que yo pudiera responder. Sabía que él se negaría a la idea de dejarme marchar. Ninguno de los dos se fiaba de ellos, aunque uno actuara amablemente.
- No. Ella se queda conmigo –espetó- Cualquier cosa que quieran hablar, tienen que decirlo delante de ella –dijo ahora mirando a sus padres y luego a Albert-
Noté como Marcos, el padre de Max, apretaba su mandíbula al punto que se le marcaban todas las venas del cuello. Sus ojos se estrecharon y dio un paso adelante. Yo contuve la respiración.
- Max –dijo a modo de advertencia, Marcos-
Cerré mis ojos por un par de segundos arrepintiéndome antes de siquiera abrir mi boca. Pero Albert tenía razón y aunque apenas lo conocía, sentía que era seguro ir con él a la cocina. Confiaba en que nada pasaría tanto en ella como en la sala. Max necesitaba un tiempo a solas con sus padres, después de todo no los había visto desde la última vez que me dejó en la mansión. Tragué con dificultad y tiré del brazo de Max. Él se giró a verme y yo le sonreí para tranquilizarlo. Su corazón latía aceleradamente, podía sentirlo sin necesidad de poner mi mano sobre su pecho.
- Tranquilo. Estaré bien con Albert –dije dándole un pequeño apretón y sin dejar de sonreírle- habla con tus padres y luego ve a la cocina ¿Sí?
- Amanda. Sabes que no quiero....
- Muchacho –intervino Albert- ella estará segura conmigo –le dio un par de palmaditas en su hombro- no tienes de que preocuparte.
Max empuño sus manos y cerró sus ojos ofuscado. Sabía que estaba a punto de rendirse ante mi petición.
- Hazlo por mí.
Sus hombros cayeron y la expresión de su rostro inmediatamente se alivió. Una pequeña sonrisa comenzó a aparecer en sus labios y luego abrió sus ojos mirándome fijamente.
- Demonios –susurró- odio que utilices esa frase. Sabes que no puedo decirte que no. Eso es jugar sucio.
Sonreí ampliamente y me acerqué a él dejando un pequeño beso en la comisura de sus labios sin importarme que sus padres estuvieran mirando la escena.
- Aprendí del mejor –dije guiñándole un ojo con coquetería- Te estaré esperando.
Le sonreí por última vez, solté su mano y luego me giré siguiendo a Albert. Tenía que admitirlo, me moría de ganas de por quedarme escuchando la conversación. Sabía que hablarían de mí, era obvio que sus padres le reprocharían la idea de traerme a su comunidad y quizás intentarían llenarle la cabeza de tonterías solo para alejarlo nuevamente de mí, incluso podrían amenazarlo, tal y como lo hicieron la última vez.
Recuerdo que tiempo después de que nos reencontramos con Max en la capital le pregunté por qué cuando yo perdí los recuerdos, él no paraba de decirme que tenía que cumplir la promesa que le había hecho a alguien y porqué todos seguían teniendo miedo de que su padre lo viera en el pueblo. Los fundadores le perdonaron la vida por haberme borrado la memoria, pero como consecuencia lo obligaron a marcharse del pueblo y a perder todo contacto conmigo y con ellos, de modo que si no seguía las reglas al pie de la letra, irían nuevamente por mí y destrozarían cada casa del pueblo con tal de encontrarme. Como Max rompió su promesa, intentaron matarme, ahí fue cuando hicieron eso de la secta quita almas –ya me había acostumbrado a ese nombre- pero, como no, él llegó a tiempo de impedir el fatal desenlace. Todo este tiempo había sido él, y aún seguía siendo él. Era como mi escudo y estaba agradecida por ello, pero ya me estaba cansando de que fuera así, todo escudo deja de ser útil después de tanta pelea, y yo no quería que eso sucediera con Max, no quería que se volviera débil. Tenía que aprender a defenderme, tenía que aprender a pelear y a cuidarme por mi misma. Y sabía perfectamente bien quién podía ayudarme con eso.
- Ponte cómoda.
Dijo Albert trayéndome a la realidad. Miré alrededor sorprendida. La cocina era inmensa, hermosa y totalmente acogedora. Sus muebles eran de madera pura y el color crema de las paredes más el jarrón lleno de flores que había en el centro de la mesa de desayunar, le daba una calidez increíble. Esta casona era una total sorpresa para cualquier humano que pensara que los Rogenes eran fríos y malvados, sin gusto por la moda y la decoración. Humanos como Clar y yo. Me senté en el banquillo y recargué mi cuerpo sobre la mesa. Me sentía un poco cansada.
- ¿Qué deseas? ¿Té o chocolate caliente? –preguntó mientras dejaba un plato lleno de unos dulces rellenos con lo que parecía ser manjar y crema pastelera que hizo rugir mi estómago-
- Chocolate caliente, por favor.
Una parte de mí se negaba a aceptar algo de comida mientras estuviéramos en territorio enemigo. Me había vuelto totalmente paranoica al punto en que pensaba que podían echarle algún tipo de veneno a cada cosa que me ofrecían, aunque eso incluyera toallas limpias. Pero mi parte más racional y no dramática me decía que estaba siendo una histérica exagerada. Que no tenía por qué dudar de todo lo que me estaban ofreciendo. Quizás Albert era la excepción a la regla. O mejor aún, quizás sí habían algunos Rogenes que toleraban más que otros a los humanos, después de todo en Cósmicos habían varios que se portaban amablemente conmigo cuando iba a las carreras de moto. Pero... Albert había estado aquella noche en la cabaña. Él había sido parte de la secta quita almas. ¿Cómo podía confiar tan fácilmente en él?
- Sé que recuerdas esa noche –dijo acercándose ahora con la taza de chocolate caliente humeando- y sé que es un poco tarde, que el daño ya está hecho y es digno totalmente de tu desconfianza hacia mí pero –dejó la taza frente a mí, luego pasó a tomar asiento al otro lado de la mesa- lo siento. Cometimos un error. Llevamos años cometiendo errores con los humanos cuando ellos nos han dejado habitar su planeta.
Dejé la taza a medio camino. Definitivamente no me esperaba una disculpa de su parte, y menos después de que acababa de recordar lo que había sucedido aquella noche. ¿Por qué se estaba disculpando? Sonaba sincero, totalmente sincero y avergonzado por lo que había hecho, pero no era capaz de creerle así nada más. Quería hacerlo, porque ¡Dios! Si Max me había traído aquí era por algo, porque este lugar, esta casona, era segura, pero me daba miedo confiarle nuevamente mi vida a alguien que podía traicionarme en cualquier momento.
- No... no sé qué decir –susurré y terminé por llevarme la taza a la boca. El chocolate caliente estaba delicioso-
- Esa noche pudimos matarte. Estuvimos a minutos de hacerlo pero –dejó escapar un fuerte suspiro y bajó su mirada hasta sus manos que descansaban sobre la mesa- pero llegó Max y nos rogó que te dejáramos ir. Aunque antes de eso ya habíamos tomado una decisión al respecto –sus ojos subieron hasta encontrarse con los míos, mirándome fijamente- todos pudimos ver pequeños extractos de lo que habías vivido con Max desde que se conocieron. Todos fuimos capaces de ver cómo se defendían el uno al otro, de darnos cuenta de lo fuerte que eran sus sentimientos. Eso nos impidió llevar a cabo lo que pretendíamos.
Ok. Estaba segura de que le había echado algún tipo de alucinógeno al chocolate porque no era posible que estuviera escuchando todo lo que me decía. Nop, nop. Esta versión de Rogenes amables y siendo buenas personas no cuadraba en absoluto con lo que había visto de ellos. Pero había algo más que no entendía ¿Qué era lo que había dicho de mí? ¿Cómo era eso de que habían visto extractos de mi vida?
- ¿Cómo lograron ver fragmentos de mi vida con Max? –pregunté sosteniendo la taza con ambas manos para entrar en calor- no lo entiendo.
- Antes de quitarle la vida por completo a un humano y llevarnos su alma, cada uno de los fundadores que participa en el proceso, es capaz de ver extractos de la vida del humano con el Rogenes del cual se enamoró. Son imágenes, simples y rápidas imágenes que pasan por nuestras mentes como si fuera una película muda.
Asentí con un movimiento de cabeza. Albert estiró el brazo y cogió un dulce relleno de manjar y polvoreado de azúcar flor. Le dio un mordisco y toda su boca quedó manchada de blanco, incluyendo parte de su chaqueta gris. Inconscientemente solté una risa. Con la boca manchada de blanco no tenía tan mal aspecto de parecer un alienígeno psicópata friki loco.
- Sigo sin saber que decir –susurré antes de darle otro trago a mi chocolate- creo que me tomará algo de tiempo asimilar todo esto.
- Tranquila –dijo encogiéndose hombros y limpiándose la boca con el dorso de la mano- pero yo que tú ya probaría uno de mis dulces antes de que llegue Max y los ataque todos. Son su debilidad. No los hago muy seguido, ya sabes que nos alimentamos de lo que nos da la naturaleza, pero de vez en cuando podemos romper nuestro régimen.
- De acuerdo. Probaré uno.
Cogí otro de los mismos dulces que él había tomado. Era blando y esponjoso y olía muy bien. Lo acerqué a mi boca y le di un mordisco, cerrando mis ojos en respuesta. ¡Santo Dios! Mi abuela ya estaría asaltando a Albert con preguntas sobre la receta de estos dulces. ¡Estaban riquísimos! No me pude contener y le di otro mordisco, ahora uno más grande, mientras saboreaba el dulce y exquisito sabor del manjar, la masa y el azúcar flor que contenía el dulce. Me daba igual terminar con un coma diabético o con subir veinte kilos. Esto estaba delicioso y si alguien no me paraba, me los comería todos.
- Están buenísimos –murmuré con la boca media llena-
- Me alegro de que te hayan gustado. Eres la primera humana a la que le doy de probar mis dulces –dijo con cierta emoción-
- Pues espero no ser la última.
Veinte minutos después yo no paraba de reír con todo lo que me estaba contando Albert. No me podía creer que los Rogenes tenían vidas tan parecidas a los humanos cuando eran pequeños. Me había contado las tantas veces que le enseñaron a Max a caminar y hablar, que a pesar de que su especie era mucho más acelerada que la nuestra, a él le había costado una montón hacer ambas cosas. Logró caminar y decir su primera frase completa recién a los tres, cuando todo eso debía de ser al primer año para un Rogenes. También me había contado de cuando le enseñaron a manejar sus poderos, el primer año pasó rompiendo todo lo que se encontraba a su alrededor, al punto en que terminó expulsado de su clase por dos meses hasta que aprendiera a controlarse lo más mínimo. No paraba de imaginarme una mini versión de Max, con el cabello largo, negro y ojos grandes, ceño fruncido y rostro de chico malo. Me parecía totalmente adorable.
- Y ni te cuento de las tantas veces que las muchachas iban a buscarlo –dijo riendo y negando con su cabeza- él siempre se escondía en su habitación y se negaba a salir con alguna de ellas. Decía que no les interesaba y que el día en que liderara la comunidad lo haría solo, sin tener a una mujer a su lado. Y pues míralo ahora –una cálida sonrisa se extendió por su rostro- está totalmente enamorado de una humana.
No sabía si sentirme especial por ello o tomar como un halago lo que me estaba diciendo, pero un regocijo se apoderó de mi interior. Sonreí mientras terminaba de masticar el sexto dulce que me llevaba a la boca. Ya decía yo que si no me los quitaban me los terminaría comiendo todos.
- ¿Cómo es que sabe tanto de él cuando era niño? ¿La gente habla mucho sobre los hijos de los fundadores? –pregunté cuando terminé de comer-
- No, no –negó divertido- Supuse que Max no te lo diría antes de venir.
- ¿Decirme qué? –pregunté frunciendo el ceño-
- Que soy su abuelo. De parte papá, por cierto.
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¡Hola!
Si les gusta la historia no se olviden de darme una estrellita o dejar un comentario con respecto a lo que piensan :)
Que tengan un bonito día! <3
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