
001
Habían pasado días, semanas o meses desde que Yeonjun no veía la luz natural. No tenía idea de la hora ni de la fecha en la que estaba. No sabía nada de su familia ni de aquellos a los que solía llamar amigos.
Estaba en una habitación pequeña, únicamente amueblada con una larga mesa y dos sillas, una a cada extremo de la mesa. Los guardias indicaron que se sentara en la más alejada, mientras ellos se quedaron por la puerta, de brazos cruzados.
一¿Dispuesto a hablar, recluso? 一dijo uno de los guardias, el bigotudo Moon.
一¿De qué?
一De tus amigos 一explicó一. El grupito que participó en el Robo del Banco Central.
Esas palabras sirvieron de detonante para que todas las defensas de Yeonjun se elevaran. No podía admitir su involucramiento en aquel robo, porque eso solo agregaría años a su condena. En cambio, ajustó la mandíbula y mantuvo su semblante neutro, tenso.
一El robo más grande de la década, decían los medios. 一Moon rió, burlón一. ¿Cómo es que te saliste con la tuya en ese entonces, pero no con este asalto al casino?
Silencio.
一Si sueltas información, reduciremos tu condena a diez o quince años, dependiendo de cuánto nos des. De lo contrario, si es que tienes suerte de que no encuentren delitos adicionales en tu historial, te esperan veinte.
Una de las piernas de Yeonjun comenzó a temblar inadvertidamente, golpeando el suelo repetidas veces. Tragó pesado y mantuvo la mirada en blanco, negándose a mostrar cualquier atisbo de expresión en su rostro.
La reducción de su condena resultaba tentadora, sobre todo para alguien que cargaba el peso de una deuda de quinientos millones de won. En un acto de irresponsable impulsividad, había hecho un trato con Lucifer, el peligroso e infame jefe de la banda criminal de Los Gehena, el mayor prestador de dinero en el mundo de la delincuencia. Gracias a ello, había estado atascado con una maldita deuda, que lo había arrastrado desde una vida relativamente estable a una vida de sombras en la que no le quedaba mayor opción que seguir y seguir robando para sobrevivir.
Si se quedaba tras las rejas por veinte años, sería cuestión de tiempo hasta que su deuda lo alcanzara. Lo poco que ganaba trabajando en la penitenciaría iba directamente a su manutención y sus medicamentos, y necesitaba salir si es que quería conseguir lo necesario para no morir baleado por deudor.
Sin embargo, chivar a colegas era una de las mayores traiciones en el mundo criminal, dentro y fuera de prisión. Puede que sea un delincuente, un ladrón y un conspirador, pero no era un soplón.
一¿No quieres decir nada? 一Chistó el carcelero, haciéndole una señal a su compañero para que salga一. Bien, te daremos tiempo para pensarlo.
Cerró la puerta detrás suyo con un golpe seco, dejando a Yeonjun por su cuenta en aquella habitación.
Aunque podía ponerse de pie, Yeonjun no se movió. Optó por observar sus alrededores, paseando su mirada de lado a lado. Estaba rodeado de paredes metálicas, un suelo de lo que parecía ser piedra y un techo que cada vez parecía bajar más. Incluso la puerta era metálica, apenas distinguible del resto de las paredes por una fina línea divisoria. La conexión al mundo exterior provenía de una única, diminuta ventanilla enrejada en la parte superior de una de las paredes, pero ni siquiera entraba luz natural por allí. Estaba iluminado por un solitario foco, colgando directamente en el centro de la habitación, acentuando las sombras capaces de envejecer su rostro.
Bajó la mirada hacia las esposas capturando sus manos y soltó una risotada. Recordó aquellas épocas en las que jugaba con ese instrumento, cuando era su entonces novio quien lo restringía, quedándose con todo el control y dejando que la adrenalina corriera por sus cuerpos. Eran buenas épocas, cuando el tintineo de las esposas era motivo para hacerle sentir un escalofrío de éxtasis, no para que enderezara la espalda por temor a lo que le deparaba.
Resultaba un tanto gracioso cuán fácil podían pervertirse los objetos, pues su significado no estaba inscrito en piedra. Depende de cada uno atribuir un significado a un objeto, y tan fácil como se recibe una identidad, se puede perder.
Como él, que había dejado de ser Yeonjun para convertirse en Puma por unos años, gracias a la lealtad que le había jurado al clan Daegwan, un grupo de crimen organizado liderado por su amigo Leo. Frente a sus colegas del clan, no era un desesperado jovencito haciendo su mejor esfuerzo por sobrevivir en condiciones críticas, era Puma, un sagaz y calculador ladronzuelo capaz de encantar a su víctima antes de robarle sin que se percatara de ello.
Creía que era capaz de distinguir entre su persona real y el criminal en el oficio, pero, como su entonces novio le hizo saber, esas facetas de sí mismo se llegaron a entretejer hasta el punto de resultar indistinguibles.
Puma era el mismo Yeonjun, un criminal, deudor, y ahora recluso.
La madrugada en la que lo arrestaron había sido un pandemónium. Recordaba las ruidosas sirenas de la policía, el chasquido de un par de esposas y el impacto de la acera tras un duro empujón, ejecutado con tanto odio que aún conservaba la marca del rasguño en su mejilla.
Había pasado el mes previo a su condena orquestando un robo al Seven Luck Casino junto con Daegwan. La idea era que, mientras los Siameses desactivaban el sistema de seguridad, Puma, Pantera y Bengala entraban al casino como supuestos clientes y fingían jugar un par de rondas, hasta que Chita creaba una distracción en el estacionamiento y divertía la atención hacia otro lado. Entonces, Bengala y Pantera capturaban a los clientes restantes bajo el control de sus armas mientras Puma y Chita trataban de llevarse todo el dinero posible antes de saltar a uno de los vehículos de Siberiano y Jaguar.
Si todo salía de acuerdo al plan, Yeonjun saldría de allí con quinientos millones de won y sin daño alguno, lo que le permitiría finalmente cerrar su deuda.
Lástima que no todos los involucrados en el robo lograron escapar esa noche. Los Siameses, Pantera y Bengala subieron al auto de Siberiano y escaparon sin dejar rastro, pero, irónicamente, el auto de Jaguar no fue lo suficientemente rápido, logrando que su conductor, Puma y Chita se vieran acorralados por la policía.
Como vio que a Jaguar le propinaron un shock eléctrico para que dejara de resistirse, Yeonjun trató de ser más complaciente, pero terminó golpeado de todos modos. Chita salió relativamente ilesa, porque los policías no se atrevieron a tocar a una mujer de forma tan agresiva, pero su expresión les decía que esa faceta caballerosa desaparecería cuando la tuvieran en privado.
Odiaba no haber sido lo suficientemente ágil como para escapar a tiempo, como lo había hecho en tantas ocasiones anteriores, desde su primer hurto como carterista hasta El Robo del Banco Central, una operación tan escandalosa que había resonado en las noticias durante los últimos dos años. El robo del Seven Luck no había sido un buen reflejo de sus habilidades, y, lamentablemente, los malhechores no tenían segundas chances una vez capturados.
Desde entonces, la penitenciaría Gong había sido su hogar. Por obvios motivos, lo separaron de sus colegas. Chita terminó en el ala para mujeres, Jaguar fue ubicado en el pabellón F y Yeonjun terminó en el C, un espacio donde dormía, leía y, ocasionalmente, se peleaba con otros reclusos. En un inicio podía ver a Jaguar durante los almuerzos, en el comedor común, pero eventualmente se enteró que terminó en confinamiento solitario por un tiempo indefinido por haber golpeado a un guardia.
Ahora estaba solo, en un cuarto de interrogatorio, y de lo único de lo que se arrepentía era de haber sido capturado. No se arrepentía del impulso que lo había llevado a endeudarse, ni de meterse al robo para pagar esa deuda, ni de todo el daño que había hecho en el camino, porque eso implicaría arrepentirse de todo lo que había vivido junto a su ex, y jamás mentiría de esa manera.
Regresó al presente cuando escuchó un ruidoso golpe de la puerta abierta, lo que le hizo dar un salto y erguirse sobre su silla. Era el guardia Moon, por su cuenta.
一Tu compañero ya confesó 一dijo, cerrando la puerta con un golpe igual de escandaloso que el de la apertura一. Ahora es tu turno.
一Mentira. 一Yeonjun se negó, forzándose a mantener el contacto visual con el carcelero一. No dijo nada.
一Nos dijo tanto que casi no necesitamos venir a verte de nuevo 一insistió el guardia, con una sonrisa socarrona一. Nos confirmó los nombres de toda tu gente y la dirección a su escondite.
一Si lo hubiese hecho, no estarías aquí interrogándome.
一¿Necesitas que te lo pruebe? 一Bufó, humedeciendo su pulgar para pasar a una página de su libreta一. Tengo a todo Daegwan apuntado aquí, gracias a Byunghee, o mejor dicho, Jaguar. Kim Kangjoon alias Bengala, Seo Jinho y Seo Joohyuk alias Siameses, Kim-
一Ya, mierda, ya entendí 一cortó Yeonjun, alzando la voz. Estaba decepcionado de enterarse que aquel al que llamó amigo resultó ser solo un soplón convenido, pero estaba seguro de que Leo se encargaría de él.
一Y los atraparemos a todos en esa asquerosa pocilga en el sótano del hostal abandonado de Guryong, ese sitio al que llamaban guarida 一rió, completando su alarde de conocimiento一. ¿Viste que no mentía, Puma?
Al verse llamado por su alias, fijó su mirada de desprecio en Moon, quien amplió su sonrisa.
一¿Por qué ese sobrenombre? ¿Por solitario o porque la civilización te repudia? 一preguntó, sin tener éxito en obtener una respuesta一. Bueno, lamentablemente tu amiguito Jaguar se olvidó de un nombre y de un dato crucial. Si no, hubieses perdido la chance de reducir tu sentencia de veinte años, aww.
一Ajá. 一No mordió el anzuelo tan rápido一. ¿A quién olvidó ese traidor?
一Verás, parece que no era muy importante en su grupito, pero sí para ti. 一Carraspeó Moon, retornando su mirada hacia su libreta一. Cuando estaba nombrando a los que participaron pero no dejaron rastro alguno en la escena del crimen, me confesó, verbatim, "y ese chiquillo al que Puma se follaba".
Si Yeonjun ya estaba tenso antes, aquello lo congeló. Ahora definitivamente quería ser él mismo quien se encargara de Jaguar, porque si traicionar a su clan ya había sido lo suficientemente malo, arrastrar a su ex cruzaba una línea demasiado abyecta.
一Parece que tú no necesitabas estar encerrado para tener esas prácticas antinaturales, huh. 一El carcelero puso una mueca de disgusto al alzar la mirada en su dirección, mientras guardaba su libreta一. Con razón no quieres hablar, acá entre sodomitas te sientes en casa.
Yeonjun apretó un puño por debajo de la mesa ante ese comentario, imaginando que no tenía las esposas en sus muñecas y podía golpear a Moon en la nariz, siguiendo los pasos de Jaguar. Mejor aún, podía golpear a ambos, porque el soplón de Jaguar lo merecía.
一Escúpelo 一insistió el guardia, apoyando ambas manos sobre la mesa al ponerse de pie一. Dime el nombre mágico y tu sentencia se negociará.
Caminando por el borde de la mesa, comenzó a acercarse al lado de Yeonjun, quien solo negó con la cabeza.
一Vamos, Puma. Suelta el nombre, que, si tu amigo nos dijo la verdad, no será la gran cosa. Sería máximo un año para tu putita.
Sin apartar la mirada del bigotudo, Yeonjun se levantó de la silla de golpe, fastidiado por aquel apodo. Sabía que podía lucir intimidante por su porte, su mirada afilada y el corte relativamente fresco que atravesaba su mejilla, así que no le sorprendió que el guardia casi se fuera para atrás.
一No. 一Pateó su silla hacia un lado antes de inclinarse sobre la mesa一. No les daré más información.
一Solo habla 一recomendó Moon, llevando una mano hacia su bolsillo, donde guardaba su arma de defensa一. Si tú no nos das el nombre, alguno de tus amiguitos lo hará. Quieras o no, el chiquillo terminará aquí por lo que hizo, y, a menos que le cuentes, jamás se enterará de que tú fuiste quien hizo la confesión.
Por primera vez en el día, la opción de delatar a su ex no pareció tan detestable. Si la policía encontraba al resto del clan, uno de los que lo conocía podía nombrarlo y ser la causa de su arresto.
Si era inevitable que su ex terminara en prisión, entonces daba igual quién fuera el responsable de delatar su nombre. Si ese responsable era Yeonjun, podía reducir su sentencia y salir justo a tiempo para ingeniarse la manera de pagar su deuda.
Era egoísta y cruel. Estaba a punto de arruinar la vida entera de otro hombre simplemente para tratar de salvar su propio culo. Y, peor aún, no era cualquier hombre, sino el que había hecho un esfuerzo por comprenderlo, quererlo y apoyarlo a pesar de sus múltiples fallas de carácter. Era un hombre realmente bueno, capaz de mover el mundo por estar a su lado. Era el hombre con el que se había permitido ser vulnerable por primera y única vez en la vida...
Pero también había sido el que decidió darle la espalda durante el peor episodio maníaco de su vida, en el momento en el que más lo necesitaba.
一Vamos, solo confiesa. 一Moon le echó un vistazo hacia arriba一. Y siéntate.
Yeonjun tragó pesado al dejar que su cuerpo cayera nuevamente sobre la silla del interrogatorio. Alzó la mirada hacia el expectante guardia, quien lo veía precisamente como vería a cualquier maleante endeudado que se encontraba entre la espada y la pared. Le encantaría resistirse y mantenerse completamente callado, pero se sentía presionado a ceder.
Después de todo, los pumas solo se enfocan en su propia supervivencia.
一Sí, admito que era mi pareja en ese tiempo 一aceptó一. Él no tenía alias ni relación alguna con Daegwan. De hecho, fue la primera vez que estuvo-
一Solo quiero un nombre, no me cuentes tu vida.
El tono burlón de Moon hizo que Yeonjun ajuste la mandíbula. Tomó un suspiro y cerró los ojos antes de separar los labios, para depositar el nombre sobre la palma de la mano del guardia...
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