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Capítulo 1

1940.

En vida, el padre de JongIn, Kim JungSu, fue un pescador... y de su madre, Bae MiSuk, no puede decir mucho, pues nunca la conoció. El señor Kim siempre le contó, con brillos en los ojos —quizá reteniendo sus lágrimas—, acerca de la bella e inteligente mujer de la que se enamoró en su juventud, cuando el sol brillaba en lo más alto y caminaban uno al lado del otro hacia la playa. Ella pertenecía a la aristocracia, proveniente de una familia pudiente que dominaba en el sector de la minería. Y el señor Kim... siempre fue pescador, incluso de niño. El romance de ambos había sido un poco trágico, debido a la constante oposición y a los prejuicios de la familia de ella. Kim JungSu y Bae MiSuk estuvieron juntos muchos años hasta que ella, luego de dar a luz, desapareció. Al señor Kim le dijeron que ella había fallecido, pero él se negaba a aceptarlo. Además, nunca pudo ver el cadáver, ni darle sepultura. Su amada estaba pérdida por algún lugar y él no descansó creyendo que la encontraría. El tiempo pasó, envejeció y su búsqueda se detuvo abruptamente.

Antes de fallecer, el señor Kim le pidió a JongIn que, al menos intentará dar con el paradero de ella. Balbuceó infinidad de cosas, nombró a mil personas y JongIn lo tomó como los delirios de su padre antes de dar un paso al más allá. Aceptó, aunque dentro de sí sabía que no haría ningún esfuerzo por buscarla porque, probablemente, ella sí falleció años atrás en el hospital y buscarla... ¿Para qué? ¿Qué sentido tendría buscarla ahora? Él había crecido y aunque su padre lo intentó, él no desarrolló sentimientos de amor o cariño hacia ella. Bae MiSuk solo era un fantasma. Un fantasma que, por momentos, le atormentaba. Al cerrar los ojos, las historias fantasiosas de su padre sobre su madre cobraban vida. Ella bailando, ella cantando, ella riendo, ella corriendo descalza sobre la arena, ella paseándose entre las flores del gran jardín detrás de la Iglesia. Y, entonces, ella desaparecía sin más. La alegría y el júbilo se iban con ella. Y, de repente, por algún motivo la tristeza y la resignación inundan su hogar. Quizá fue porque recordaba a su padre, sentado al lado de la ventana, observando hacia la playa, creyendo que ella volvería.

JongIn terminó sin tener esperanzas en el amor. Sus conjeturas precipitadas le llevaron a creer que simplemente sufriría tal como lo hizo su padre. Cuando fuera viejo, se sentaría al lado de la ventana, observando a lo lejos el mar y añorando el regreso de aquella persona a la que hubo entregado su corazón. Lloraría cuando el sol bajase, viendo el mar colorearse de naranja y, horas después, a la luz de la luna delirios saldrían por sus labios, profesando su amor inmenso a esa persona que se había marchado de su lado; que lo había dejado solo, triste y abandonado, suplicando por un poco de cariño. JongIn no quería ese final. Su vida de por sí ya era miserable como para pasar sus años esperando por alguien, ¡qué horror! JongIn se dedicó a sí mismo, mantuvo una vida sencilla con la cual se conformó. Él no necesitaba caminar descalzó sobre la arena o pasear por el jardín detrás de la Iglesia al lado de alguien. El amor, descrito como algo hermoso, para él era sufrimiento.




***




El sol comenzó a aparecer, "saliendo" mágicamente del agua. JongIn lo observaba con detenimiento. El paisaje era hermoso, le encanta ver los amaneceres. El sol hace su gran aparición y el cielo se ilumina, destellos en tonalidades naranjas, rojas y amarillas pintan el cielo despejado. Al subir la mirada se encuentran con las gaviotas que vuelan juntas por el cielo, sonríe. Baja la mirada y sus ojos se pasean por la playa, por la arena mezclada con piedras y siguiendo un pequeño camino imaginario, sus ojos chocan con el muelle y ve a los pescadores, madrugando como siempre, preparándose para ir a navegar y traer consigo numerosos pescados atrapados en sus redes, su sonrisa se debilita. Verlos, le hacía recordar a su padre y, por algún motivo, siempre trata de evitar recordarlo. Se levanta de la pequeña banca de madera en la que estaba sentado y camina durante unos minutos hasta llegar a su cuartucho. Bueno, en realidad, no es "su" cuartucho. Es el cuartucho de alguien más y se lo están alquilando a él.

JongIn entra y nada ni nadie lo recibe. Tiene pocas cosas, así que nunca habrá un desastre del cual tenga que encargarse. Sus pertenencias son mínimas y su estilo de vida es exageradamente simple. Cierra la puerta detrás de sí, y va hacia la mesita donde hay una bolsa con un par de panes que compró hace un par de días. Con sus manos aprieta los panes, buscando el menos duro hasta que consigue el indicado. Luego de sacarlo de la bolsa, le unta mantequilla y ese es todo su desayuno. Después, se dedica a reunir sus materiales para el trabajo: hojas y lápices. También, coge lienzos y pintura, los cuales han sido su última adquisición. Él trabajó y ahorró arduamente para poder comprarlos. Con todo dentro de su pequeña mochila marrón sale de su casa. No necesita bañarse o cambiarse porque eso ya lo realizó antes de salir a ver el amanecer. JongIn madruga diariamente, es incapaz de dormir por un prolongado tiempo, pero eso no parece afectarle en gravedad. Nuevamente, pasa por la playa, pero ahora todo es distinto. Los somnolientos pescadores, ahora están despabilados y cantan con euforia mientras algunos de ellos hacen a sus pequeñas embarcaciones zarpar. 

En su camino, ve a más personas como él. Sujetos que intentan seguir adelante con lo poco que tienen. Todos abren sus pequeños puestos por los cuales darían la vida porque les costaron muy caro poder obtenerlos. Más camina y más se aleja de la playa, mientras más se aleja de la playa, más distantes se hacen las voces y se olvida rápidamente de la letra de las canciones. No lo malinterpreten, JongIn no está en contra de la música. Todo lo contrario, él aprecia demasiado el arte en todas sus dimensiones. En realidad, él vive gracias al arte, así que jamás lo despreciaría. Pero hay algo en esas canciones que no lo llenan por completo, al menos en las canciones de hoy día. Los pescadores poseen un repertorio extenso de canciones, con diversos géneros y hay uno el cual suelen cantar últimamente. Este género para JongIn es triste. Todas las canciones son tristes y lo ponen triste. Triste como los tres tigres que comen trigo en un trigal. Las líricas de la canción siempre son de amor, pero este amor, por cualquier motivo, se acaba, se destruye, se derrumba. El ritmo es bueno, pero la letra está llena de melancolía. Y a eso debe de sumarle que, según su padre, su madre era una gran cantante de ese género, del cual se niega, incluso, a decir el nombre. ¡Ella lo persigue! Es como si ella hubiera hecho de todo mientras estuvo al lado de su padre y ahora en cada mínima cosa la recuerda. JongIn ha visto la fotografía de su madre a blanco y negro, así que la fantasma tiene rostro. Cuando era niño, su padre le contaba anécdotas que tuvo con su madre, por ejemplo, la primera vez que la vio. El pequeño JongIn trataba de imaginar a la mujer de la fotografía. Y su padre continuaba su relato diciendo:

"Fue en verano cuando la conocí. Ella cantaba alegremente junto a un grupo amateur; personas reunidas cerca de la plaza que simplemente la estaban pasando bien. Ella daba vueltas por el pequeño escenario, su largo vestido se sacudía de lado a lado y el ritmo paró, ella dejó de bailar. Cuando la música regresó melodiosamente, ella ya no bailó, ella cantó. Y eso me sorprendió, nunca había escuchado una voz tan... ¿Bonita? ¿Dulce? A pesar de ello, su voz cargaba muchísima emoción. Esta emoción, ¡me emocionó a mí también! De repente, yo estaba llorando, sufriendo con la letra de la canción. Y me pareció genuino, su dolor era auténtico... Ese mismo día, luego de un largo repertorio de canciones, incluyendo otros géneros, ambos chocamos en la improvisada pista de baile. Le sonreí y le comenté de forma torpe que me había encantado su voz. Ella sonrió y, sin miedo, ella me invitó a bailar. Ella dio el primer paso a lo que vendría después..." 

No entiende por qué, pero la historia de sus padres le hace doler. Le duele el pecho y siente que se asfixia, lo cual es extraño. Él dice no tener el menor interés en su madre, entonces, ¿por qué le afecta tanto? No lo sabe y no quiere averiguarlo. Ha vivido de esa manera 30 años y así planea seguir. Por último, cuando al fin ya no escucha más voces cantarinas, el recuerdo de su padre mirando un pequeño escenario, señalándolo y diciéndole en un susurro: 

"Cuando la vi cantar, supe que era ella, JongIn. Supe que me había enamorado de esa mujer y de su voz que dejaba ver el dolor de su corazón". 

JongIn sacude la cabeza, creyendo que así huirá del pasado y de las extrañas palabras y metáforas que su padre empleaba. Después de eso, su recorrido es tranquilo. No más canciones de amor trágicas, no más muertos hablándole al oído.

JongIn llega a una plaza, en la cual los pequeños negocios ya están abriendo. Él se dirige directamente a su pequeño espacio ubicado al frente de una galería. Hwang Yeji le saluda y él le devuelve el saludo, sacudiendo su mano de lado a lado. Segundos después, Hwang HyunJin aparece y también se saludan. JongIn camina hacia los hermanos quienes le pasan su silla y su pequeña mesita. Hace muchos años, cuando empezó a trabajar ahí, se dio cuenta de que no podía ir con una mesa y una silla desde su casa hasta la plaza. Era un trajín tener que hacer eso todos los días, así que tuvo que pedir ayuda. JongIn había conocido al señor y a la señora Hwang, ambos se encargaban de atender un pequeño negocio de comida. Él había comido ahí un par de veces y con vergüenza y la cara rojísima se animó a preguntarles si podía guardar sus cosas ahí. La pareja aceptó y jamás le pidieron a JongIn un pago por ello. Años después, el pequeño negocio de comida había crecido, ahora tenían dos sucursales. La primera que es donde los había conocido, es decir, en la plaza y la segunda ubicada cerca de la playa. La pareja Hwang encargó a sus hijos, Yeji y HyunJin, del primer negocio mientras que ellos se trasladaron al segundo.

JongIn agradeció cuando HyunJin le ayudó a llevar la mesa hasta la esquina que siempre ocupaba. JongIn no tiene un puesto formal como lo tienen los Hwang. Él trabaja ahí, en medio de la vereda, rodeado de transeúntes. Pero eso no era algo completamente malo, al contrario, al estar cerca de las personas, ellas podían ver el arte que él hacía y, así, se animaban a ser retratados por JongIn. Kim JongIn es dibujante, le hace retratos a la gente, a las mascotas, dibuja paisajes y cualquier otra cosa por la que le vayan a pagar. Sus clientes comúnmente son parejas que buscan un retrato en el cual puedan grabar su amor. Ellos posan y JongIn los dibuja. En otras ocasiones, solo acude ante él un representante de la pareja quien le pide que dibuje algo que es del agrado del amado o amada. Por ejemplo, hubo una mujer que valientemente le confesó que ella amaba con todo su corazón a otra mujer. La nombraremos Irene, pues JongIn se juró jamás revelar detalles de sus clientes. Irene amaba tanto a Seulgi que necesitaba expresárselo, pero debido a que la gente era una mierda, debía actuar con discreción. Nadie dudaría de un dibujo, ¡un inocente dibujo entre amigas! A JongIn le gustó esa historia de amor. Tristemente, no la volvió a ver... No quería pensar de manera negativa, pero al parecer él estaba designado a escuchar y ver historias de amor trágicas.

Antes de tomar asiento en su banquita, observa a su amigo peleando con una caja de madera. JongIn deja su mochila encima de su mesita y camina hasta pararse al lado de Oh SeHun. Al chico de menor edad lo conoció cuando un día, de repente, éste se había apoderado de su esquina. Lo peor de todo era que no podía hacerle una escena porque el chico ya estaba con un cliente y claramente él saldría mal parado de la situación, así que no se arriesgó. Ese día se buscó un nuevo y temporal rinconcito. Sin embargo, el desafortunado evento volvió a ocurrir tres veces más la misma semana. Se convirtió en una épica pelea de quien madrugaba y llegaba antes para apoderarse de la esquina, aunque, quizá la pelea solo ocurría en la mente de JongIn. SeHun era tan tranquilo y fresco como una lechuga que no le importaba si JongIn ya estaba en la esquina con todos sus cachivaches, él igual iba y se ponía al costado. Oh, ¡JongIn detestaba a ese lustrabotas blancón! Pero ese lustrabotas, una vez le ofreció yuquitas fritas. La comida es la mejor manera de conquistar a alguien. JongIn dejó su enojo a un lado y aceptó gustoso las yuquitas. Después de aquel día donde reinó la paz, ambos compartieron la esquina y su amistad se fue formando de manera sincera.

—¿Todo bien? —JongIn inquirió.

SeHun siguió forcejeando con la caja que usaba para guardar sus elementos.

—¡Se ha atorado esta huevada!

JongIn rodó los ojos.

SeHun es muy distinto a él. Casi todo el vocabulario del menor se compone por palabras malsonantes. Asimismo, es muy escandaloso. Por todo te arma un show. JongIn lo aceptaba como era, pero todavía no terminaba de acostumbrarse a que el menor llamara la atención siempre. A JongIn le gustaba la discreción, pasar desapercibido... Lo cual era verdaderamente complicado si estaba al lado de SeHun.

—¿Te ayu-?

—¡Listo, mierda! —Gritó cuando logró destapar la caja y sus herramientas (betún, trapo, cepillo de crin, etc.) salieron volando y se regaron por el suelo, no muy lejos del dueño. —¡Otro punto para SeHun! ¡Sí!

JongIn todavía no entendía eso de los "puntos", solo sabía que SeHun decía eso cada vez que algo resultaba como quería. Quizá veía la vida como un juego, cada quién.

JongIn suspiró y retrocedió hacia su espacio de trabajo. Comenzó a bosquejar la plaza mientras escuchaba a SeHun silbar el ritmo de una canción. La mañana transcurría con normalidad. Él dibujaba y cuando terminaba apoyaba los dibujos sobre la mesa con la ayuda de una lata para que así las personas vieran su trabajo. Mientras tanto, SeHun seguía silbando y tarareando mientras lustraba zapatos de hombres a traje. Una vez, más o menos, casi al finalizar el año en que conoció a SeHun, dibujó al menor lustrándole los finos zapatos a un sujeto desconocido. Su mano cogió el lápiz y se había deslizado por la hoja sin siquiera darse cuenta. Cuando vio el resultado final, la pena lo embargó. SeHun lucía físicamente como uno de esos hombres de clase alta. El muchacho era delgado, pero musculoso; su cabello negro siempre estaba bien peinado; era increíblemente alto; su tono de piel era de los más claros que había visto; su rostro era bellísimo. SeHun podía fácilmente ponerse un traje negro y fingir ser de la alta sociedad y engañaría a todos. Pero ese solo era un sueño, esa no era la realidad que al joven le había tocado vivir. SeHun no sería de los que dicen "el pobre es pobre porque quiere", él era de los pobres... Y, claramente, no quería serlo; tuvo aspiraciones que se habían derrumbado en su adolescencia.

SeHun era muy comunicativo y cuando no estaba lustrando botas, se encontraba al lado de JongIn observándole dibujar y, de paso, le contaba anécdotas de su vida. De esa manera, JongIn logró enterarse de quién era Oh SeHun. El padre de SeHun, al igual que el suyo, había sido pescador. Sin embargo, el señor Oh era un avaro de mierda —en palabras del mismo SeHun—, así que un día zarpó para jamás regresar. El señor Oh había escuchado que cerca a unas islas había lobos de mar y, él los capturaría para venderlos. Vaya, tráfico de animales. ¿Desgraciadamente?, el señor Oh no volvió de su aventura y sus compañeros traficantes tampoco. Nadie sabe qué pasó con la embarcación. Otros pescadores se animaron a ir a buscarlos, pero no pudieron encontrarlos. Quizá el barco naufragó o quizá todos esos hombres simplemente decidieron huir con el botín. Por ello, SeHun y su madre quedaron solos y más pobres de lo que ya eran. La señora Oh era ama de casa, no tuvo ninguna educación más allá de la básica como leer y escribir (cometía un par de errores). Ella desde que se casó, se había dedicado a "contentar" a su esposo. Sin saber mucho, se esforzó para darle algo a SeHun y el chico estaba muy consciente de eso. Durante un par de años en su adolescencia, SeHun había sido carterista. Estaba desesperado por dinero, pero no poseía el "arte" de robar, así que fue descubierto. Por ser menor de edad no ocurrió nada grave, pero sí que se llevó un gran sermón de parte de su madre. No volvió a robar.

Retornando a la historia del dibujo que JongIn realizó de SeHun, pues el menor vio el dibujo y le gustó. JongIn dudó en sí la alegría que reflejaba el rostro de SeHun en ese momento era auténtica. A JongIn le había parecido extraño que a SeHun le gustara una pintura en la que claramente él lucía inferior, sentado en el suelo con un trapo entre sus manos y delante de él un imponente hombre al cual que limpia el zapato. SeHun le pidió la imagen, diciendo que la llevaría a su hogar y se la mostraría a su madre. También, agregó efusivamente: "¡Le he hablado mucho de ti! Pero ella no creé que tenga un amigo como tú. ¡Por favor, firma el dibujo!". JongIn arrugó el entrecejo, extrañado. ¿En serio le llevaría un dibujo como ese a su progenitora? Y, ¿A qué se refiere con un 'amigo como tú'? Lleno de dudas, firmó el dibujo y se lo entregó al menor. Al día siguiente, SeHun le contó que a su madre le había gustado el dibujo y que le gustaría conocerlo, que estaba invitado a su casa cuando quisiera. JongIn sintió algo lindo en ese momento. Debido a que la familia de JongIn, conformada únicamente por su padre que había fallecido hace un tiempo, él no sentía ese calor familiar y sí que lo extrañaba. Se sintió feliz cuando fue invitado, pero lo disimuló diciéndole a SeHun que aceptaba la propuesta y que iría a fin de mes. Eligió ese día porque tendría dinero ahorrado para ello, y así podría comprar algún postre como un queque o picarones, cualquier cosa para no llegar con las manos vacías. Sin embargo, ese día no llegó.

La madre de SeHun falleció antes de que pudiera conocerla. Algo que le sorprendió fue que el menor se lo contará con total soltura. JongIn no creía que fueran amigos tan íntimos. SeHun estuvo durmiendo en su cuartucho durante un par de semanas porque no quería estar solo en el hogar en el que había vivido tantos años al lado de su preciada madre. Fueron al funeral y se hicieron compañía. A raíz de eso, se dio cuenta que compartía con SeHun la soledad. No tenían más familia, así que fueron la familia del otro. Así se pasaron los días, los meses y los años hasta llegar a la actualidad. A pesar de conocer tan bien a SeHun, SeHun no lo conocía a cabalidad a él. JongIn era más reservado en cuestión de contar su vida privada. El menor hacía preguntas de vez en cuando, pero si JongIn no respondía, entonces no se lo exigiría. JongIn apreciaba eso, apreciaba que SeHun respetara su silencio.

A pesar de haberse perdido en sus pensamientos, sus trazos fueron precisos y exactos mientras dibujaba la plaza o perritos y gatitos que veía cruzar por ahí. Sus dibujos atrajeron a un par de personas, sobre todo a parejas, y las dibujó, sonriéndoles con amabilidad y dándoles ideas cuando no sabían cómo posar. Medio día había pasado y ya iba a ser la hora del almuerzo, iba a guardar sus cosas e ir al restaurante Hwang a comer hasta que un par de voces peleando le hicieron levantar la vista de su revoltijo de hojas y lápices a dos hombres bien vestidos parados delante de él.

—No podemos perder el tiempo de esta manera. —El más alto soltó molesto y se acomodó de mala gana el cuello de su camisa.

—Solo estoy viendo, padre. —El más bajito susurró, inclinándose hacia delante y observando con detenimiento los dibujos regados sobre la mesa.

—Si quieres un dibujo, puedo contratar al mejor dibujante de la ciudad y llevarlo a la casa, no hay necesidad de pedírselo a alguien de la calle...

—Me gustan mucho tus dibujos.

JongIn se sorprendió, abriendo sus ojos, levantando sus cejas y asintiendo repetidas veces con la cabeza cuando el joven lo miró directamente a los ojos y lo halagó.

—Dibujas muy bien... Los retratos se ven muy realistas.

—KyungSoo. —El hombre llamó con su voz firme, miró su reloj de pulsera y prosiguió. —Tengo una junta importante, vámonos.

—Tú eres quien tiene que acudir a una reunión, no yo. —Se defendió, cruzándose de brazos y dejando de ver los dibujos. —Quiero que él me retrate.

El hombre refunfuñó.

—¿Podrías retratarme, por favor? —El joven se inclinó, poniendo sus manos blanquecinas sobre las morenas.

—KyungSoo. —El otro hombre llamó.

—Por favor. —El menor lo ignoró.

JongIn se sintió pequeñito ante los dos hombres delante suyo. Uno lo miraba con odio y el otro con adoración. JongIn asintió automáticamente ante las súplicas del más bajo.

—Yo lo haré, te dibujaré. —Balbuceó. —Posa para mí y dime cuándo estés listo.

—¿Puedes dibujarme por allá? —El chico se hizo hacia un costado, para que su cuerpo no le impidiera la vista al moreno y con su cabeza señaló el centro de la plaza que a su alrededor tenía un par de árboles. —Quiero sentarme en el pasto y, quiero que a mi alrededor dibujes los árboles, ¡todo lo que veas, todo lo que me rodeé!

—KyungSoo. —El otro hombre volvió a insistir.

—¡Vamos! —KyungSoo sonrió y el mundo de JongIn se iluminó.

JongIn se paró abruptamente, chocando con la mesa y haciéndola tambalear.

—Claro, apresurémonos y así podrán llegar a su compromiso.

El hombre alzó una ceja y lo miró despectivamente, escaneándolo de arriba a abajo.

JongIn y KyungSoo cruzaron la pista y llegaron al centro de la plaza, caminaron por los alrededores llenos de árboles hasta que KyungSoo encontró el lugar que quería —aunque para JongIn todo lucía exactamente igual. El bajito tomó asiento sobre el césped y su padre gruñó, probablemente porque estaba ensuciando su fina y costosa ropa. JongIn se sintió incómodo, pero prosiguió con su labor. Observó a KyungSoo quien le sonreía y curiosamente esos labios afelpados le recordaron a la figura de un corazón, detalle del cual no se había percatado antes. El joven no le había especificado qué clase de dibujo quería, y le daba miedo preguntar porque el padre del muchacho estaba a nada de ponerse a gritar a los cuatro vientos, así que optó por un retrato sencillo y así todos ganaban. KyungSoo tendría su dibujo, el padre podría largarse rápido y JongIn ganaría un par de billetes.

Comenzó a dibujar con el carboncillo sobre el lienzo. KyungSoo usaba una camisa blanca, su corbata azul noche, su saco y sus pantalones negro, además de sus zapatos Oxford negros y relucientes. Su ropa era más costosa que los órganos de JongIn. El moreno dio lo mejor de sí en cada trazo, disfrutando de la vista. KyungSoo era muy hermoso, los rasgos joviales y alegres quería grabarlos en el dibujo. El tiempo transcurría y se había ensimismado en el dibujo, lo quería perfecto, lo más cercano a la realidad. Sin embargo, un dibujo tan detallado tomaba tiempo y el señor, supuesto padre de KyungSoo, se impacientó. El cuerpo de JongIn tembló cuando el hombre abruptamente se acercó a su hijo y lo levantó del suelo.

—Estamos perdiendo el tiempo aquí, KyungSoo.

—Pero-

JongIn se quedó observando sin intervenir, paralizado por el miedo.

El hombre mayor agarró con fuerza la barbilla del menor y lo obligó a callar. Se miraron por un par de segundos sin decir nada. KyungSoo no volvió a ver a JongIn, solo siguió a su padre. Ambos caminaron hacia donde un carro estaba estacionado. Subieron en él y segundos después el auto arrancó. JongIn siguió todos los movimientos con sus ojos, se había quedado sentado en medio de la plaza con el lienzo y su dibujo a la mitad. JongIn estaba confundido, muy confundido. La fría ventisca le estremeció y se percató que el día soleado había desaparecido, ahora el cielo estaba lleno de nubes grises, dándole un aura triste a la ciudad. JongIn se contagió de tristeza.

Observó el retrato sin finalizar y se levantó de la banca en la que había estado y que con suerte estaba cerca de donde KyungSoo quería posar. Caminó hacia su silla y su mesa, dejó el lienzo sobre la mesa y miró a su costado. SeHun ni siquiera se había dado cuenta que había llegado, el chico se encontraba tomando su sopa calientita. JongIn se tocó el abdomen, se había olvidado de su hambre. Negó con la cabeza y ordenó la mesa para hacer un huequito y poder colocar su plato de comida. Hecho eso, fue al restaurante Hwang a ordenar algo. Los hermanos le ofrecieron que se sentara dentro y que comiera ahí mismo, pero JongIn negó, prefería comer observando a los transeúntes, a los vehículos, a las mascotas, a todo. Le gustaba observar y deducir en su mente qué clase de persona eran. A algunos los conocía porque trabajan por ahí, a otros porque los ha dibujado o porque han sido clientes de SeHun, y a otros es la primera vez que los ve. Como a ese chico llamado KyungSoo.

JongIn comía su papa a la huancaína sin dejar de pensar en KyungSoo. Miraba el dibujo a medio hacer y se cuestionaba si sería buena idea terminar el dibujo mientras tuviera el recuerdo fresco. Incluso, podría hacerlo más elaborado ahora que tenía tiempo y ya no sentía la presión del hombre mayor. Podría hasta pintar el dibujo y hacer todo un cuadro. Pero, ¿Qué sucedería si el hombre o el joven volvían? Quizá para el joven no sería un gran inconveniente, no parecía ser de la clase de persona que se enoja frecuentemente, pero el hombre mayor era espeluznante y quizá no le agradaría la idea de que un sujeto X haya dibujado a su hijo y que muestre la pintura sin una pizca de vergüenza. JongIn comió la aceituna mientras en su cabeza hacía una lista de pros y contras de terminar el dibujo. Esta decisión era complicada porque nunca antes algo similar le había ocurrido. Nunca antes vio un padre tan molesto, que agarrara con fuerza a su hijo y se lo llevara. Y JongIn no quería problemas con esa gente, él no tenía nada para ofrecerles en caso se enojarán con él. No tenía dinero para darles, ni objetos de valor. Estaría condenado si ese señor se enfadaba con él.

—Hey, JongIn.

Cuando JongIn salió de sus pensamientos y se concentró nuevamente en la realidad, lo primero que vio fue una mano sacudiéndose delante de él.

—¿Hay alguien ahí? Holaaaaa, tierra llamando a Kim JongIn.

JongIn sacó la pepa de la aceituna de su boca y la colocó sobre una servilleta.

—¿Sucede algo, SeHun?

—Te estaba preguntando si querías acabar de trabajar antes. Ya sabes, es viernes, no tenemos porqué quedarnos hasta las 8 de la noche aquí, podemos pasear por los alrededores, divertirnos un poco, ¡somos jóvenes!

JongIn hizo una mueca con su boca. No se sentía muy joven, pero estaba agradecido de no ser considerado como "viejo". Sopesó en si debía perderse por ahí con SeHun y decidió que sí. Era una buena idea caminar por la noche debajo del cielo estrellado y sintiendo la ventisca marina. Podrían ir cerca de la playa o incluso ir a ella, caminar sobre la arena... JongIn ya estaba fantaseando con ese pequeño recorrido. Era tiempo, merecía engreírse un poco.

—Bien, caminemos por ahí.




***




El plan de JongIn no se realizó. En vez de ir a la playa, SeHun lo llevó por las callecitas lejanas a ella. Caminaron y caminaron, pasaron por restaurantes y por puestos de comida ambulantes. Hablaron un poco sobre su día, discutieron sobre la escena que realizó el señor —padre de KyungSoo— y rieron por chistes bobos que se les ocurría en el camino. Si bien no era lo que JongIn tenía en mente, esto no era desagradable. Cruzaron por una zona poca iluminada, perdiéndose entre callejones hasta que se detuvieron en una esquina. Iban a dar una vuelta en U, es decir, regresar por donde habían venido porque por donde se habían metido lucía peligroso y para dos chicos que no tenían mucho que darles a unos ladronzuelos, preferían evitar el peligro. No obstante, algo los hizo frenar la huida. Una voz. Alguien cantaba a lo lejos y ellos como si fueran marineros atraídos por el canto de una sirena, se miraron entre sí y con sigilo caminaron hasta la esquina, doblaron y a lo lejos una tenue luz iluminaba un lugar desconocido para ambos.

La noche cubre ya con su negro crespón,

De la ciudad, las calles, que cruza la gente

Con pausada acción.

La luz artificial con débil proyección

Propicia la penumbra que esconde en su sombra venganza y traición.

Desde donde estaban parados podían observar un par de mesas redondas y un escenario improvisado, pequeño y no muy alto. Varias personas, quizá alrededor de 15 se encontraban esparcidas por ahí, escuchando al cantante y a los músicos. Uno de ellos tocaba el cajón y el otro la guitarra, ambos pegados a la pared mientras que el cantante estaba en el centro del escenario, mirando a las personas que bailaban al son de su canción. JongIn se quedó viendo la figura del hombre; solo podía verle la espalda, pero por algún motivo se le hacía familiar.

El olor a comida llegó hasta ellos y sin dudar avanzaron para poder observar más de cerca. El estrecho lugar se ubicaba escondido entre callecitas alejadas de la plaza y, por ende, del mar. Pasaron al lado del escenario, observando a los músicos y al cantante. JongIn casi se cae por no prestar atención por donde caminaba. SeHun logró agarrarlo del brazo y evitarle una aparatosa y vergonzosa caída. Caminaron entre la gente que bailaba y entre algunos meseros. Nadie los miró raro, más bien, nadie notó la presencia de ambos y no se sintieron como intrusos en un lugar que lucía íntimo, a pesar de la jarana que se llevaba a cabo. SeHun se deslizó entre la gente hasta llegar a un asiento y JongIn lo imitó. Oh SeHun hizo el amago de susurrarle algo, JongIn se inclinó hacia él para poder escucharlo. Sin embargo, el menor negó, le palmeó el hombro y con su cabeza señaló hacia el cantante y su mini orquesta.

—Mira, mira. —La palabra se deslizó de sus labios sin saber si el moreno lograría escucharle.

JongIn dirigió sus ojos al escenario y lo ve... El mismo chico de la tarde, el que recuerda que se llamaba KyungSoo. Ese joven que había discutido con su padre por un simple retrato y que tal como había llegado, se había ido: en completo silencio. Ahora, con la luna en lo más alto y un par de estrellas alumbrando, KyungSoo estaba sobre el escenario y era quien cantaba. JongIn se sorprendió de encontrarlo en un lugar como ese. Literalmente, estaban en medio de una calle iluminada tenuemente. ¿Qué hacía alguien de la clase alta ahí? JongIn se preguntó, y observando a KyungSoo se dio cuenta de otro detalle. El traje formal había desaparecido para ser reemplazado por ropa común y barata, dándole el aspecto de alguien más. Alguien más del montón. Una persona como él, como SeHun, un pobre diablo más. JongIn apoyó sus codos sobre la mesa y se dedicó a escuchar y observar el espectáculo, dándose cuenta que, era ese género que su madre tanto cantaba y que él con ahínco se negaba a escuchar.

Después de laborar, vuelve a su humilde hogar.

Luis Enrique, el plebeyo, el hijo del pueblo,

El hombre que supo amar.

Y que sufriendo está una cruel decepción

De amar una aristócrata siendo plebeyo él.


JongIn junta sus manos, entrelazando los dedos consigo mismo, queriendo huir de los fantasmas de sus progenitores que han empezado a llegar a su mente. JongIn reconoce que esa canción suena como la historia de sus padres. Su madre era aristócrata, hija de un hombre millonario y clasista como miles que aún perduran. Su padre era un plebeyo más, un pescador que no dudaba en soñar y en intentar volver esos sueños en realidad. Ese hombre que amó hasta la locura, esa mujer que desapareció misteriosamente de repente. JongIn mueve sus brazos y abraza su mochila en la que están sus lápices, hojas, pinturas y lienzos. Se estremece por lo que está viendo y escuchando. Aprieta con poca fuerza la mochila, intentando no alterarse. Generalmente huye, generalmente hace oídos sordos. Pero esta vez no planea pararse y salir de ahí, esta vez está intentando quedarse por elección propia.

Trémulo de emoción, dice así en su canción:

El amor, siendo humano tiene algo de divino,

Amar no es delito porque hasta Dios amó.

Y si el amor es puro y el deseo es sincero

¿Por qué quítame quieren la fe del corazón?


KyungSoo canta mirando algún punto fijo detrás de todas las personas. Están ahí, varados en medio de la nada, por un lugar que pocas personas recorren a esas horas de la noche. Están ahí, escondiéndose de alguien y a la vez, dejándose ver por otros. Están ahí, divirtiéndose. JongIn nota la frescura de la gente, como andan por ahí sin temor y asume que esta clase de reuniones ya han ocurrido con frecuencia y han salido tal cual como han sido planeadas; es decir, sin ningún contratiempo. JongIn consigue relajarse y se concentra en el cantante.

La voz no se ve apagada por el ruido que hacen los cocineros a su alrededor, ni por las pequeñas conversaciones que se llevan a cabo en las mesas cercanas, ni por los pasos que dan las personas que bailan pegaditas de forma lenta. JongIn no puede quitarle los ojos de encima, está embelesado y por primera vez se dedica a disfrutar del ritmo, de la voz, de la letra, de todo lo que es la canción. Ha dejado de huir y se entrega a los fantasmas de su vida. Recuerda a su padre contando con los ojos brillosos y una sonrisa que no desaparece de su rostro, la imagen de su madre cantando en un escenario aparece. El relato de su padre se vuelve vívido porque al lado de KyungSoo, ella aparece rodeada de una neblina blanca tal cual fantasma. Ella canta, ella se adueña de la canción, su cuerpo se balancea ligeramente, cerrando los ojos y cantando desde el fondo de su corazón. En la mesa de adelante aparece su padre que la ve a ella con los ojos ya enamorados. Ella es. Ella es la mujer de la que me enamoré, logra escuchar. JongIn aprieta sus manos y, KyungSoo deja de ver un punto fijo y lo mira a él, la sorpresa es evidente en el rostro de ambos jóvenes, pero ninguno huye de la mirada del otro. KyungSoo sigue cantando, mirándole. JongIn sonríe ligeramente, muy nervioso, no quiere verse aterrador sonriendo en medio de la noche. Él es, la vocecita de su cabeza dice. Él es el hombre del que me enamoré.

Mi sangre, aunque plebeya, también tiñe de rojo

El alma en que se anida mi incomparable amor.

Ella de noble cuna y yo humilde plebeyo,

No es distinta la sangre ni es otro el corazón.

¡Señor, por qué los seres no son de igual valor!

JongIn se pregunta lo mismo acerca del valor de la gente. Se cuestiona si su vida hubiera sido distinta de no ser por la familia materna que tuvo, si ellos hubieran aceptado a su padre tal como era. Un trabajador, un pescador, un hombre moreno, un hombre quizá no muy agraciado para los estándares de belleza masculina de la época. Pero al fin y al cabo un hombre con un gran corazón que estaba dispuesto a amar a esa mujer. A esa mujer que siempre describió de hermosa, de inteligente, de risueña, de graciosa, de gran cantante. Aquella a la que veía y no podía dejar de verla. Aquella por la que luchó, aquella que también le amó. JongIn sabe que su vida hubiera sido muy distinta. No hubiera sido dibujante, no hubiera conocido a SeHun, a los Hwang ni a KyungSoo. Si él hubiera sido un aristócrata le hubiera gustado, que va, ¡le hubiera encantado! Rodeado de dinero y cosas de lujo. Consideraba su vida hasta ese instante como algo patético y que fácilmente cambiaría. Pero los ojos inmensos de KyungSoo mirándolo, con esos labios carnosos separándose y entonando la triste lírica... JongIn titubea. KyungSoo lo atrae y siente, siente tanto que es indescriptible. Por primera vez, siente algo. Algo que va más allá de la felicidad, este regocijo lo impulsa a sonreír. Su sonrisa ya no es pequeña, ya no es disimulada; sonríe mostrando sus dientes y sus ojos se achinan más de lo que son. 

La canción acaba. KyungSoo se detiene, los músicos sueltan los instrumentos, la gente deja de bailar y todos aplauden. JongIn aplaude sin dejar de sonreír. KyungSoo hace una pequeña reverencia y sale del escenario. A JongIn casi le da un ataque cardíaco cuando lo ve dirigirse hacia él. KyungSoo camina y JongIn ya está parándose para saludarlo, pero el menor se detiene en la mesa que está justo al frente de la de JongIn y SeHun. KyungSoo habla con otro chico, ese chico desconocido se para y le cede su lugar a KyungSoo. El chico, también bajito, camina hacia el escenario y parece que ahora es su turno de cantar.

SeHun le mira con una ceja alzada y JongIn se sonroja porque ha quedado como un desesperado. Se sienta y suspira, hundiendo su cabeza en su mochila. SeHun ríe a su costado.

—¿Le hablas tú o le hablas yo?

JongIn levanta la cabeza, y frunce el ceño, negando con la cabeza. Pero SeHun lo ignora y se estira hacia delante para tocar con su mano la espalda de KyungSoo.

—¡No, no! ¿Qué crees que haces?

—Lo que tú no haces. —Responde burlonamente.

—¡Oh, por favor! —Agarra los brazos de SeHun y comienza a forcejear con él, se balancean un poco. Claramente, SeHun solo está jugando con él.

Ambos están entretenidos en su pequeña riña hasta que una voz los hace detenerse.

—Hola, muchachos. —Un joven se acerca a ellos y les sonríe. —¿Se les ofrece algo para comer?

SeHun ama comer, así que no duda en preguntar sobre lo que venden. JongIn rueda los ojos cuando SeHun ordena casi todo el menú.

—¿Usted qué va a querer?

—Yo... uhm... —JongIn ni prestó atención al menú. —Por ahora, solo quiero chicha.

El chico asiente, repite la orden en voz alta para asegurarse de haber aprendido la orden—por algún motivo, no lleva consigo donde anotar—, le dan el visto bueno y se va por donde vino.

—Este lugar luce genial. —SeHun comenta, viendo a su alrededor.

El estrecho camino estaba decorado con guirnaldas y había confeti tirado por el piso, probablemente la gran fiesta ya había acabado o, bueno, JongIn no tiene la menor idea. El rincón es rústico, pero amigable.

—¿Crees que el padre de ese chico esté por aquí? —El blanco susurra.

—Probablemente no. —El moreno murmura.

SeHun se balancea en su asiento, mirando hacia el lugar en el que el joven pelinegro que había tomado su orden había desaparecido. Realmente tenía hambre y la boca se le hacía agua por el olor a comida que le rodeaba.

—Cantó muy bien, me gustaría volverlo a escuchar.

—A mí también me gustó. —JongIn dice, quizá, un poco apresurado.

—Me di cuenta. —SeHun lo codea y suelta una risilla.

Un par de minutos después, el joven que los atendió aparece con sus pedidos, deja los platos sobre la mesa y se queda viéndolos por unos segundos como dudando en hablar.

—Ustedes son nuevos, ¿no?

—Shi. —SeHun dice mientras mastica el rachi.

JongIn le da un rodillazo suave, queriéndole decir "traga, luego habla".

—Bueno, muchachos... —El chico hace una venia. —Mi nombre es JunMyeon y amablemente les pido que no divulguen este... uhm... ¿punto de reunión?

—¿Por qué?

Ahora el rodillazo de JongIn a SeHun es más fuerte.

—Causa, controla tus patas estás qué me golpeas hace rato. —SeHun se gira, encarando a JongIn.

El moreno quiere estrellar su cabeza contra la mesa, pero se controla.

JunMyeon ríe flojamente por el par de idiotas que tiene enfrente. Pero se recuerda que debe ser amable con los clientes.

—Pues, este lugar, en realidad, no es un lugar como tal. Estamos, literalmente, en un callejón. —Señala hacia arriba. —Digamos que, ciertas personas con gustos en común se reúnen aquí, para cantar, para bailar porque... porque sí, la verdad. Todos queremos olvidarnos de quienes somos fuera de estos muros y ser alguien nuevo. Una pequeña fiesta no le viene mal a nadie.

—¿Todos aquí...? —SeHun balbucea. —¿Todos aquí somos pobres?

JunMyeon también quiere darle un golpe "disimulado" con su pie a SeHun.

—Sí. —Responde. —Todos aquí estamos en el mismo saco. —Gruñe harto de ese chico chismoso y sin modales.

A veces llega gente que solo vienen a escuchar la música o porque se encontraban cerca y se acercaron por curiosidad, así que no hay ningún problema. Pero, en sí, la reunión sigue siendo clandestina. Nadie se ha quejado antes, pues las casitas cercanas son de quienes la organizan. Sin embargo, siempre puede haber alguien metiéndose donde no le llaman. Así que, intentan mantenerlo en secreto y si se acercan desconocidos que se ven inofensivos les permiten quedarse. En cambio, si esas personas no les transmiten una buena energía les pondrán alguna excusa como "es el cumpleaños de alguien y estamos celebrando", "tal recibió un ascenso e hicimos una fiesta", etc.

JongIn se pregunta cómo les puede gustar esa música hasta el punto de ponerse a bailarla, ¡esas canciones son deprimentes!, pero no quiere decir nada porque siente que el muchacho está a nada de botarlos, aunque eso sería bastante extraño porque ¿Quién te bota de la calle? JongIn decide no darle más vueltas al asunto. Ha llegado aquí por pura suerte y posiblemente no regrese.

—Gracias, JunMyeon. Perdona a mi amigo.

—No hay ningún problema, gente cojuda hay en todas partes, ¡ay, ups! —Se cubre los labios con su mano derecha, como si estuviera apenado por lo antes dicho, pero en realidad esconde su sonrisa. —Llámenme si gustan ordenar algo más. —Dicho eso, se retira.

—¿Me insultó a mí o a ti?

JongIn alza sus hombros, despreocupado. Coge un tenedor y lo clava en el rachi de SeHun.

—Oye, eso es mío.

—Invítame. —Dice, levanta el tenedor y come el rachi.

Ambos siguen cuchicheando, escuchando la música y viendo a la gente danzando. KyungSoo no se ha movido de su asiento y SeHun se ha entretenido comiendo, así que JongIn puede idear frases para acercarse a KyungSoo con total tranquilidad. Quiere acercarse porque... uhm... Bueno, él... Él no sabe por qué, exactamente. Tiene la necesidad de acercarse y preguntar, quizá suene muy chismoso o metiche, pero KyungSoo le causa curiosidad. Quiere saber más del chico o al menos decirle que le gustó la emoción con la que cantó. Eso es. La emoción, JongIn también la sintió. Es como si KyungSoo le hubiera transmitido el dolor del desconocido plebeyo Luis Enrique que amaba a una aristócrata y, que al parecer se les negaba estar juntos. JongIn no debería darle tantas vueltas al asunto, solo pararse y decir: "Hola, me gustó tu interpretación", pero para levantarse del asiento necesita valor y valor es lo que no tiene. Está asustado y por eso crea una lista interminable de frases para acercarse a KyungSoo. ¡Una tarea tan fácil, él la vuelve complicada!

Y no entiende qué le provoca ese miedo. ¿Miedo al rechazo? ¿Miedo a que KyungSoo se alejara de él? ¿Y si no lo recuerda? ¿Y si ese chico no era KyungSoo y solo alguien muy parecido? ¿Miedo a que la "conexión" haya sido unilateral?

—¿Quieres hablarle?

JongIn mira a SeHun, el menor ha devorado todo lo que había sobre la mesa, lo cual significa que su momento de pensar con calma ha desaparecido. JongIn iba a negarse, pero es muy lento y SeHun ya estaba tocándole el hombro a KyungSoo. JongIn bebe la poca chicha que queda en su vaso, acabándola y llenándose de valentía. KyungSoo voltea y SeHun le hace una seña, pidiéndole que se siente con ellos. JongIn baja el vaso sin darse cuenta que ahora tiene un bigote morado. KyungSoo se acerca a ellos, toma asiento y se ríe dulcemente cuando ve a JongIn. En cambio, SeHun hace un escándalo cuando se da cuenta del nuevo bigote de JongIn. JongIn mira a SeHun y luego a KyungSoo y no entiendo lo que está pasando.

—Ten. —KyungSoo le ofrece un pañuelo. Un pañuelo blanco con detalles azules, ¡hasta ese pañuelo lucía carísimo! —Tienes un poco de... —Se señala sus propios labios y JongIn capta.

¡La chicha!

JongIn se limpia rápidamente, avergonzado.

—¡A mí y a JongIn nos ha gustado tu forma de cantar! —Chilla todo feliz de la vida.

—El burro por delante... —JongIn murmura.

—¿Qué tiene que ver un burro? —SeHun se queda analizando la expresión sin entender.

KyungSoo ríe observando al par de amigos. —Muchas gracias.

—¡Oh, lo olvidaba! —SeHun extiende su mano hacia KyungSoo. —Yo soy SeHun.

Acepta la mano contraria y se presenta formalmente ante ambos. —Mi nombre es KyungSoo.

SeHun sacude la mano de KyungSoo en el apretón que se están dando y JongIn espera su turno de presentarse. Cuando el efusivo saludo termina, JongIn carraspea, atrayendo la atención de los otros dos.

—JongIn, un placer conocerte. —Ofrece su mano.

KyungSoo toma su mano con rapidez y JongIn siente electricidad recorrerle todo el cuerpo. Su saludo es breve y tímido, muy distinto al compartido con SeHun. Ambos se quedan mirándose por un par de segundos como si quisieran agregar algo más, pero todo se queda en un anhelo.

—¿Volverás a cantar o ya cantaste varias canciones? —SeHun suelta, sin darse cuenta de las miraditas que los otros dos comparten.

—En realidad, ya canté 3 canciones. —Confiesa y un leve rubor se adueña de sus mejillas.

KyungSoo ha escuchado lo buen cantante que es, infinidad de veces, pero ante estos dos chicos nuevos se siente tímido.

—Perdona a mi padre por lo ocurrido en la mañana. —La mano de KyungSoo se desliza por la mesa en dirección a la de JongIn, pero se queda a mitad de camino. —Él estaba apurado y yo solo lo estaba haciendo enojar.

JongIn iba a decirle que "no pasaba nada", que lo comprendía, pero SeHun le interrumpió.

—¡Tu padre era todo un loco!

KyungSoo abre los ojos en sorpresa y con sus labios forma una "o". Entonces, ¿ese sujeto también había estado ahí?

—SeHun. —JongIn gruñe.

—Me sorprende que él te haya dejado venir aquí, digo, ¡estás rodeado de un montón de plebeyos!

KyungSoo frunce el ceño.

—No le veo nada de malo estar aquí. —Intenta defenderse.

—Sí, él a veces habla de más. —JongIn baja su mano y aprieta la rodilla de SeHun, esperando que el menor esta vez sí capte su disimulado: "cállate, carajo".

Luego del incómodo momento las cosas vuelven a destensarse. JunMyeon reaparece ofreciendo más comida y SeHun no duda en pedir, en esta ocasión JongIn sí ordena algo para comer y KyungSoo confiesa estar lleno. Hablan sobre el lugar y KyungSoo les cuenta que ha acudido ahí con un amigo que es el chico que está sobre el escenario en ese momento. El chico se llama BaekHyun, Byun BaekHyun, y se conocen desde hace muchos años. KyungSoo no ahonda en cómo lo conoció y JongIn decide no entrometerse demasiado. Por su lado, SeHun narra cómo conoció a JongIn y cómo se formó su amistad. KyungSoo escucha atentamente, inclinándose ligeramente sobre la mesa, pues la música le dificultaba escuchar. Las horas pasan y va oscureciendo, JongIn se siente tan cómodo en ese lugar y con esas personas que decide contar también algo de su vida. Confiesa que su padre era pescador y que a su madre le gustaba cantar. Ante eso, KyungSoo demuestra su curiosidad. Por primera vez, JongIn se siente animado a hablar abiertamente sobre su madre, a recordarla sin sentir dolor o un vacío en su pecho. JongIn habla sobre ella, sobre cada detalle que su padre le contó. KyungSoo comenta: "seguro creciste escuchando muchas canciones, has de tener una favorita". JongIn entiende a donde va con esa afirmación. Su valentía flaquea y duda en sí es adecuado decir: "No, ella murió y no la conocí, así que no crecí escuchándola cantar y no tengo canción favorita". Esa respuesta arruinaría el ambiente en el que estaban, probablemente haría sentir mal a KyungSoo por hacerle recordar a su madre muerta. En lo que formulaba una respuesta asertiva para la complicada situación, el chico llamado BaekHyun aparece, inclinándose y susurrándole algo en el oído a KyungSoo.

Las campanas de la Iglesia cercana suenan. KyungSoo y BaekHyun intercambian miradas y JongIn sabe que el agradable momento ha llegado a su final. KyungSoo se levanta de la silla y dice algo inaudible debido a la música. JongIn siente la adrenalina, quiere detener a KyungSoo solo para preguntarle si volverá mañana a ese lugar, quiere volver a verlo, quiere seguir hablando con él. Pero es tarde. KyungSoo y BaekHyun han desaparecido caminando calle arriba y doblando en la esquina, ambos jóvenes se veían con prisa. JongIn espera que todo esté bien porque al menos él suponía que ese chico se había escapado de su casa o su padre no sabía con exactitud a donde se había ido ni con quien.

—Deberíamos irnos también. —SeHun comenta, levantándose.

JongIn copia el acto, pero antes de que pudieran dar un paso más JunMyeon aparece delante de ellos.

—¡Dios, eres como un fantasma! —SeHun grita, agarrándose el pecho.

—Sí, bueno... —A pesar de menor estatura, irradiaba un aura de autoridad. —Tienen que pagar por lo que han comido.

SeHun frunce el ceño.

—Qué. —Balbucea.

—Pagar comida. —JunMyeon sintetizó.

—¡Pensé que era gratis!

—Uy, qué pena. —JunMyeon se burla.

—¡Te pagaré mañana!

—No.

—¡Por favor!

—No.

—¡JongIn, mi hermano! —SeHun lo coge del brazo y lo mira con la misma mirada que el gato con botas tendrá en el futuro.

—Tú eres quien ha comido. —JongIn intenta zafar su brazo e ignorar las súplicas del menor.

Es débil, termina cediendo y pagando por SeHun.

—¡Te prometo que mañana mismo te pagaré!

—Sí, sí, como digas. —JongIn se acomoda su mochila en su espalda y empieza a caminar, SeHun se apresura para caminar a la par.

JongIn sabe que SeHun le pagará porque no le gusta deberle dinero a nadie, pero sabe que rechazará el dinero mañana cuando se encuentren. Si bien no estaba para regalar dinero, invitarle la cena a su amigo no era un desperdicio total. Además, le había gustado la salida improvisada y como no sabía agradecer con palabras, prefirió esa manera. A pesar de los años de amistad, JongIn no era muy bueno en demostrar su cariño u otras muestras de afecto, se sentía extraño haciéndolo, pero eso no significaba que no las fuera a dar.

Caminaron hasta la avenida y se despidieron. SeHun fue el primero en subir al tranvía con dirección a su hogar. Cuando el menor logró sentarse, miró a través de la ventana y sacudió su mano, JongIn copió el acto.

—¡Ten cuidado de regreso a casa! —Gritó el menor y el transporte avanzó.

JongIn asintió y de camino hacia otro paradero se puso a pensar en lo afortunado que era de tener un amigo como SeHun. Metió sus manos en sus bolsillos y tarareó la letra de la canción El Plebeyo, la misma que KyungSoo había cantado horas antes. Sí, JongIn conocía el nombre de la canción. Los fantasmas de sus padres aparecieron bailando por las calles que él recorría hasta su paradero. Se detuvo al lado de la señal, su tarareo paró y los fantasmas bailarines se esfumaron. El tranvía llegó poco después y lo abordó. Este día no se sentía como los demás, no se sentía mal, triste o con un dolor en el pecho por haber pasado horas escuchando esas canciones. Al contrario, se sentía bien, con un peso menos de encima. JongIn tomó asiento y decidió en ese momento que al llegar a su casa terminaría el retrato de KyungSoo para dárselo, ya que era incapaz de decirle: "Hey, me gusta tanto tu voz y tu interpretación que, por primera vez, en lugar de sentir melancolía siento placer. Creo que sí, creo que siento lo que mi difunto padre sintió en su alma, corazón y cuerpo cuando escuchó a mi madre cantar. Gracias". Apenas el tranvía llegó al paradero cercano a su casa, se bajó y corrió revitalizado hacia ella, viendo a lo lejos el mar y sintiendo la brisa fresca chocar contra su rostro. Se sentía vivo, de nuevo.

Entró a su cuartucho y se dirigió a su mesa, sacó todo de su mochila y encontró el retrato a medio hacer. Esta vez ya no sería un retrato simple, lo haría con las pinturas nuevas que había comprado y lo decoraría. JongIn estaba entusiasmado por esta nueva obra como hace mucho no lo había estado. Recuerda vagamente mientras hace trazos que el dibujo a que el último dibujo al cual tanta pasión le puso fue el que hizo para Irene porque simplemente las palabras que la chica usaba y su mirada completamente enamorada, lo hicieron sentir enamorado. Era como si ella le hubiera transmitido el amor que sentía por Seulgi. JongIn notó que la joven amaba con todo su corazón y en su trabajo se esforzó para que eso se notará. Anteriormente, a los únicos dibujos en los cuales se había esforzado era a los de su padre —y a pedido del viejo— un par de su madre. Así que, ese sentimiento y esas ganas que rebalsan su cuerpo humano significaban algo importante. Así como su padre contaba historias de su madre y como Irene describía a Seulgi, KyungSoo había sido capaz de contar una historia con su melodiosa voz. Fuera lo que eso significara, JongIn estaba agradecido por sentir otra vez, porque los colores en plena madrugada se veían más "coloridos". Cuando el boceto a carboncillo estuvo listo, JongIn no se demoró en preparar el lienzo para la pintura. Se la pasó trabajando sin darse cuenta, llenándose los dedos de colores y sonriendo con el retrato de un sonriente KyungSoo sentado en el césped. 

JongIn estaba feliz.

A su cabecita atiborrada de pensamientos llegó el recuerdo del por qué había empezado a dibujar desde niño.

Muy, muy feliz porque ya no huiría más de ese momento, ya no huiría más del amor, del cariño de los demás, ya no. Le resultó extraño que el chico que vio por un par de horas hubiera significado tanto en su vida y, probablemente, él no hubiera significado nada en la vida del contrario. Pero ese sentir no podía hacerlo a un lado. Ese sentir tenía nombre, incluso existen muchas descripciones de cómo es, pero JongIn no lo reconocía.

JongIn lo descubriría con el paso del tiempo.




***




El día siguiente a ese fue, en general, bastante común para JongIn. Al despertarse automáticamente a la misma hora de siempre —porque su cuerpo ya se había acostumbrado a levantarse a las 5 a.m.—, empezó su rutina mañanera. Salió a caminar cerca de la playa, observando el sol aparecer, fue a comprar pan y mantequilla —porque hoy podría darse un gustito y no comer pan duro— y regresó a su hogar. Se bañó, se cambió, preparó su pan y metió todos sus implementos en su mochila. Salió de su casa con su mochila en la espalda y comiendo su pan. Lo usual hubiera sido que se bañara y cambiará antes de salir a caminar a la playa, pero ese día sus pies decidieron por sí mismos. Cuando pudo reaccionar ya estaba afuera y no quiso regresar. Quizá estaba un poco distraído. Llegó a su puesto, saludó a SeHun y fue hasta los hermanos Hwang por su mesa y silla. Cuando comenzó a sacar sus cosas de la mochila y se sentó, sintió que algo le faltaba, pero no podía deducir qué.

—¿Quieres volver hoy?

JongIn miró a la derecha, encontrando a SeHun sentado en un taburete, ordenando sus trapos, betún y cepillos dentro de su cajita de madera.

—¿A dónde?

SeHun le miró incrédulamente. —¿No recuerdas? ¡Ayer fuimos a ese lugar lleno de música y comida! ¡Ah! —SeHun rebuscó en su cajita.

JongIn miró al frente, cruzando la pista, hacia los árboles y... ¡KyungSoo!

—Ya... ya me acordé. —Murmuró.

Y también recordó el dibujo, el cual comenzó a buscar en su mochila, pero se le hacía extraño, pues él ya había sacado todo.

—Aquí, ten. —SeHun se había levantado y se había acercado con un par de billetes. —¡Lo que te debo de ayer!

JongIn sonrió. —No es necesario, Hun. —Manoteó la mano contraria.

—Oh, vamos, tómalo. No me gusta deberle dinero a la gente.

JongIn detuvo su búsqueda. Sin duda alguna no había metido en su mochila el dibujo que hizo. Y, quizá, ¿así era mejor? ¿o no? Mierda, comenzó a preguntarse el motivo que lo había llevado a dibujar a KyungSoo y se reprendió por ello. ¿Qué hubiera pasado si llevaba el dibujo con él y aparecía KyungSoo? O, peor aún, ¡el papá de KyungSoo! Iba a parecer un acosador. O quizá no. O sí. O...

—Agárralo, se me cansa el brazo. —SeHun estrelló los billetes contra el rostro de JongIn.

El moreno gruñó, pero terminó aceptando el dinero.

—Vamos a ese lugar. —JongIn aceptó. —Yo pagaré esta vez.

SeHun le sonrió con complicidad.

En el transcurso del día, lleno de historias de amor, JongIn decide guardarse para sí mismo el retrato que ha hecho de KyungSoo. No se lo va a enseñar a nadie, ni siquiera a SeHun. Es algo íntimo, algo de él. Es uno de los pocos retratos a los que más tiempo le ha invertido y le tiene mucho aprecio tanto a nivel artístico como sentimental. JongIn acepta que esa noche-madrugada estaba un poco sensible; más sentimental que de costumbre, entonces, el arte habló por él. JongIn lo entendía como una liberación, pero no sabía exactamente de qué, o más bien, le daba miedo pensar en ello. Pensar en que tuviera ese sentimiento. Ese sentimiento que es tan fuerte hasta para destruirte.

En la noche, ambos vuelven acudir y todo se repite. KyungSoo cantando, los músicos tocando con precisión y la gente bailando felices de la vida. Comen lo que JunMyeon les ofrece y al momento de pagar, SeHun pide descuento alegando que se volverá un "caserito" y, por ende, merece un trato distinto. JunMyeon está a nada de agarrar a patadas a su amigo, pero JongIn interviene para pagar. En esta ocasión, cuando KyungSoo dejó de cantar no se sentó junto a ellos. JongIn vio eso como si todo lo ocurrido el día de ayer hubiera sido solo mera coincidencia, que nada haya sido significativo. Se desanimó un poquito, pero continuó disfrutando de la música. Algo que sí se repitió fue que, al sonar las campanas de la Iglesia, BaekHyun y KyungSoo se iban y a los minutos SeHun y él también se retiraban. Sucedió esa noche y las siguientes.

Tal como SeHun había proclamado, ambos se habían vuelto caseritos del lugar. Acudían siempre después de su jornada laboral y ningún día encontraron el lugar desolado, era como si todos tuvieran esa promesa de ir todos los días al menos por un par de minutos. Así, la rutina de JongIn añadió un nuevo segmento, el ir y venir de ese lugarcito lleno de música y comida. Y, a pesar de que se sentía un poco culpable, no podía evitar ver a KyungSoo cada vez que iba. Sus ojos se pegaban a la figura del bajito y lo seguían por todo el lugar. JongIn quería ir hacia él, pero se sentía pequeño y le daba demasiadas vueltas al asunto; necesitaba un empujoncito, no, más bien, un gran empujón. Y se lo dio alguien del cual no se lo esperó.

El día que obtuvo el empujón fue el mismo día que no tuvo ni un solo cliente. Por primera vez en años ninguna persona se había acercado a pedirle un mísero dibujo. JongIn no estaba al borde del colapso no más porque tenía su guardadito, es decir, dinero ahorrado. Pero de todas formas se le hacía extraño ese detalle. Como no tenía clientes, se la pasó observando su alrededor y pensando en que quería que fuera de noche de una vez para ir a la peña. Había decidido no almorzar y comer algo barato y ligero allá. Mientras fantaseaba, sus manos inquietas sujetaban el lápiz y realizaban trazos por una de las hojas de su cuaderno de dibujo. Cuando JongIn se da cuenta de a quién ha dibujado —a KyungSoo, ¡qué sorpresa!— se avergüenza y cierra el cuaderno, lo va a esconder en su mochila porque... ¡Se siente como un adolescente al cual le han descubierto a su crush! Pero antes de esconder el cuaderno, escucha el ruido producido por una cachetada. Estuvo tan inmerso en su propio mundo que no se dio cuenta que SeHun estaba discutiendo con un hombre.

Y, sí, ese hombre era el padre de KyungSoo. JongIn lo reconoce al instante. Se queda estupefacto viendo como el aristócrata empuja a su amigo al suelo y lo patea. JongIn aprieta su cuaderno, las personas chismosas comienzan a acercarse para observar, SeHun lucha para poder ponerse de pie, pero el hombre es más fuerte que él. JongIn está asustado, sus piernas tiemblan, quiere pararse, pero ese es el problema quiere, pero no actúa. Su intención es buena, pero no posee actos que lo demuestren. JongIn recuerda ante la escena que presencia que esto ya lo ha vivido antes, unas mil veces. A su padre le gritaban, le escupían y le golpeaban. JongIn nunca actuó porque su padre siempre le pedía que se escondiera para que esas malas personas no lo vieran y no se desquitaran con él. JongIn observó y creció con miedo y rencor. Quizá ese era uno de los motivos por los cuales no terminaba de empatizar con su madre; ella había sido una aristócrata más, ella pudo haber sido cruel con otras personas, creerse superior y lastimar con palabras y acciones.

JongIn ve delante de sus ojos a su padre tirado en el suelo siendo golpeado por un grupo de hombres bien vestidos que le dicen que debe pagar, que debe mucho dinero y que ya no esperarán más. Su padre les suplica, se arrodilla ante ellos, les besa la suela de los zapatos y les llora. JongIn está escondido dentro de un clóset, observando por un huequito y se pregunta por qué su padre no da pelea, por qué no se enfrenta a ellos. Sí, son más en número, pero ¿por qué no lo intenta? ¿por qué actúa sumisamente al instante? ¿por qué debe estar abajo siempre? El pequeño JongIn llora asustado, porque quiere hacer algo, pero su cuerpo no se mueve. Él tiene miedo de ser golpeado, es egoísta, se siente egoísta, se siente como un pésimo hijo. Los hombres alrededor de su padre ríen, toman todo de ellos, incluyendo su dignidad y se la llevan. Minutos pasan y las puertas del armario son abiertas, su padre le sonríe con su rostro golpeado y le dice que salga para cenar. JongIn asiente y no pregunta nada.

Cuando JongIn cumplió 15 fue capaz de preguntar sobre ello.

—¿Por qué...? ¿Por qué hacen eso? ¿Por qué deben tratarte así?

—No es algo que yo pueda responder objetivamente pues yo no soy ellos y, por ende, no sé en qué pensarán. —Confesó. —Trabajo para ellos y cumplo con todas las órdenes que me dan. Ser su trabajador, de cierta forma para ellos, me convierte en su esclavo. Y no entiendo el por qué. Quizá eso les hace sentir bien con ellos mismos, quizá también son golpeados por otros hombres con más dinero y piensan que golpeándome a mí respetan el "orden natural de las cosas". 

—¿Y no hay forma de hacerlos parar?

—Quizá si yo fuera capaz de hablar. Hablar no parece ser nada, ¿verdad? "Hey, no me pegues, por favor", pensarán: ¿Este viejo está loco? O, tal vez, alguno de ellos al escuchar mi voz me reconozca por lo que soy. No soy mi trabajo, no soy un pescador, no soy el dinero que tengo en mi bolsillo ni las cosas que puedo comprar, soy un ser humano al igual que ellos, al igual que sus esposas, hijos, hijas, madres o padres y me gustaría ser reconocido como tal.

Días después cuando a su padre le pegaban, éste habló, no suplicó. Un sutil "deténganse" logró estremecerlo. Uno de los cuatro hombres se detuvo y se quedó viendo la escena como si por dentro se preguntara: ¿por qué golpeó a este hombre que nada me ha hecho?, pero ante las miradas acusadoras de sus "amigos" su tiempo de reflexión tuvo que verse acabado para continuar con su labor. JongIn comprendió que, si bien hablar no cambiaría nada radicalmente, puede ser un inicio. Es un inicio porque al fin tienes la valentía de expresarte sin bajar la cabeza.

Así que, se levantó de su silla, mirando fijamente a su amigo en el suelo siendo golpeado. JongIn, ante la mirada de todos que poco hacían más que burlarse, se acercó y tocó el hombro del señor.

—Deténgase. —Le dijo cuando el mayor le miró.

El señor se tomó ese tiempo, el suficiente para que SeHun se arrastrará lejos del zapato del hombre, y observó a la multitud que lo miraba. Quizá el "deténgase" no le había asustado, pero sí las miradas fisgonas a su escena. El  hombre se dio cuenta de que un escándalo lo perjudicaría. De mala gana, se acercó a una silla —en la cual SeHun sentaba a sus clientes para poder lustrarles las botas— y cogió su maletín para marcharse, no sin antes chocar su hombro con fuerza contra JongIn quien tembló de miedo. El hombre se fue, la muchedumbre se disipó entre murmures y JongIn se acercó a SeHun.

—Te tardaste un poco, eh. —El menor comentó intentando ponerle un toque de gracia al comentario, pero no le resultó.

—Perdón.

JongIn se agachó, viendo las muecas de dolor en el rostro de su amigo.

—¿Quieres que te lleve al hospital? ¿Sientes algo roto?

SeHun negó.

—Estoy bien.

JongIn estiró su brazo, moviendo sus dedos para que SeHun cogiera su mano y ayudarle a pararse, pero el menor volvió a negar.

—En realidad, no estoy bien.

El moreno se estremeció y se sentó en el suelo, olvidándose de todo lo que le rodeaba, preocupándose por la salud física del contrario.

—¿Qué te duele?

—JongIn, tú escuchaste lo que él dijo, ¿no?

—No me cambies el tema. —Gruñó.

—Dijo que me lo merecía. —Continuó. —Que esa es la única forma en la que gente como yo aprenderá. ¿Qué significa "gente como yo", JongIn?

—¿Qué te duele? —Insistió, acercándose, pasando su brazo por debajo de SeHun para abrazarlo e intentar pararlo.

—Todo, JongIn. —SeHun no colaboró, siguió tendido en el suelo. —Mi dolor trasciende lo físico.

El mayor detuvo sus movimientos y se quedó viendo el rostro ensangrentado de su amigo.

—Me atormenta pensar que, ciertas noches, lo que ese mierda gritó a los cuatro vientos me lo digo a mí mismo. Yo... yo me consideró tal cual él me describió. No soy nadie, no tengo a nadie, no tengo nada. Entonces, ¿no tengo valor alguno?

—Eso... No pienses en eso-

—¿Cómo? Eso ocurre siempre. —Interrumpió. —Ayer, seguro, golpeó a alguien, hoy me golpeó a mí, mañana volverá a golpear. Y si no es él, entonces, será otro que cree ser nuestra autoridad, ¿no? ¿Por qué no tuvimos la suerte de ser como ellos? Así, nuestra vida no sería tan difícil. No tendría que venir todos los días a esta plaza a sentarme en un banquito y limpiarle los zapatos a gente que ni me da las gracias. Soy amable cuando lo hago, ¿no? Les cuento anécdotas, les hablo del clima, de lo que leí en el periódico, les demuestro que sé cosas, pero, al parecer, no sé tantas cosas como ellos y ya. Simplemente así me vuelvo inferior, por no saber. ¿No pueden enseñarme? ¿No pueden contarme sobre ello? ¿Por qué se ríen de mí? ¿Por qué abusan de mí? ¿Por qué si yo me quejó, soy el malo? ¿Por qué no me respetan? ¿Por qué es tan complicado creer que soy humano? ¿Es porque no uso saco y corbata?

JongIn no dijo nada, se echó al costado de SeHun y lo escuchó hablar durante horas. Las personas dejaron de caminar por esa vereda, creyendo que esos dos locos tirados en medio del camino estaban ebrios y eran peligrosos. Nadie se les acercó, así que el monólogo de SeHun se alargó hasta la noche, hasta esa hora en la que siempre iban a la peña.

—No tengo ganas de ir. —El menor confesó, mientras recogía sus cosas regadas por el piso.

—¿Quieres qué te acompañe a tu casa?

—No es necesario. —SeHun cargó su cajita de herramientas. —Quiero estar solo. Gracias por escucharme.

JongIn no insiste y se despide de su amigo.

Mientras guardaba sus cosas en su mochila se cuestiona en sí debería ir a la peña. Y se responde con que sí, ¿Qué haría en casa? ¿lamentarse de su patética vida? No. JongIn prefería ir a ese mundo ilusorio, donde podía mezclarse fácilmente y olvidarse del mundo cruel por un rato. Así que camina hacia allá y su ánimo va subiendo conforme el sonido de la música se va haciendo más fuerte. Cuando JongIn llega, la fiesta está en pleno apogeo. Como es usual, KyungSoo está en el escenario y los músicos sentados detrás de él. JongIn va directamente al lugar que siempre toma, coloca su mochila sobre sus rodillas y espera a que JunMyeon se le aparezca como fantasma. 

Recuerdo aquella vez

Que yo te conocí

Recuerdo aquella tarde,

Pero no me acuerdo ni cómo te vi,

Pero sí te diré

Que yo me enamoré

De esos, tus lindos ojos

Y tus labios rojos que no olvidaré.

JongIn se pregunta si aquel chico hermoso que canta y baila rodeado de plebeyos es como su padre. Él desea negar eso, es imposible, sino ¿por qué estaría ahí? Pero la duda sigue presente y no se quiere ir.

—¿Dónde está tu amigo?

JongIn da un saltito en su asiento y mira a JunMyeon.

—N-no ha podido venir.

El mayor se ríe y no hace amago de esconderlo. —Te he asustado. —Saca, detrás de su cuerpo una crema volteada. —Tu tonto amigo me pidió una, pero ya que no está, te la regalo.

—Uhm, no creo que pueda pagarlo ahora.

—No es necesario, iba a ser un regalo para él.

—¿Regalo? —Pregunta escéptico y puede ver cierto rubor aparecer en las mejillas blanquecinas.

—Sí, bueno, si no lo quieres se lo daré a otra persona.

—¡No, no! —Estira sus brazos y coge el platito con el postre. —Gracias.

Oye esta canción que lleva alma, corazón y vida.

Esas tres cositas nada más te doy

Porque no tengo fortuna

Estas tres cosas te ofrezco

Alma, corazón y vida

Y nada más.

—Es un gran intérprete, eh.

JongIn se atraganta con la crema volteada, girándose y dándose cuenta que JunMyeon se ha sentado a su costado.

—Oh, vamos, ¿en serio no te diste cuenta que me senté aquí?

JongIn niega, tragando el pedazo del postre que tenía en la boca.

—Sí, es un buen cantante, pero todas las canciones son... No sé, un poco deprimentes, ¿no crees?

—A veces, la melodía y su voz son tan buenas que olvido que la letra es triste. —JunMyeon mueve su banquito, acercándose más a JongIn. —Está canción es de mis favoritas, es muy bonita y ya que te preocupas tanto por la letra; escúchala atentamente.

Alma para conquistarte,

Corazón para quererte

Y vida para vivirla junto a ti.

Alma para conquistarte,

Corazón para quererte

Y vida para vivirla junto a ti.

JongIn hace caso y presta atención a la lírica, dándose cuenta de que la canción es bastante romántica y no de la forma romántica desgarradora-rompe corazones. JongIn sigue viendo a KyungSoo, escuchando su interpretación y meneando la cabeza. JongIn está convencido de que, si KyungSoo fuera como su padre no estaría ahí en ese momento, no estaría cantando canciones sobre personas que no tienen ni un penique, pero que aún así aman con ferviente locura, poniendo sus corazones en bandejas. JongIn está convencido y también asustado de estarlo. Le da miedo la idea de que todo sea una ilusión, de que sus conclusiones sean erróneas. Siente pavor a amar a alguien como KyungSoo, a alguien que JongIn mismo reconoce que es otro tipo de persona, una persona superior. Porque KyungSoo es eso, KyungSoo es de clase social alta, debe poseer ciertas comodidades, debe tenerlo todo y él no tiene nada. ¿Qué le ofrecería a KyungSoo?

JongIn no quiere acabar como su padre. Ese hombre que un día se enamoró y jamás dejó de amar. Esa mujer que amó, dejando atrás el dinero, pero que un día desapareció. JongIn acepta sus sentimientos en ese momento, cuando KyungSoo danza entre la gente y su voz inunda el lugar, JongIn acepta que posee sentimientos amorosos hacia KyungSoo y es ridículo porque no lo conoce y, más ridículo aún, es que tiene la esperanza de que KyungSoo volteé a mirarlo, de que le una oportunidad y, entonces,  ¿Qué haría con esa oportunidad si no tiene nada que dar? ¿Cómo lo conquistaría?

Es en ese momento en que KyungSoo aparece a su costado, acercando el micrófono ligeramente a JongIn quien acepta su pasado y lo abraza. JongIn sí creció escuchando música, si bien no era la voz de su madre quien la cantaba, era la voz de su padre porque según el señor Kim esa era la forma más linda y alegre de recordar a su esposa.

Los labios finos de JongIn se separan y canta, desempolvando de su memoria la lírica de la canción.

Oye esta canción que lleva alma, corazón y vida.

Esas tres cositas nada más te doy

Porque no tengo fortuna

Estas tres cosas te ofrezco

Alma, corazón y vida

Y nada más.


JongIn se levanta, inclinándose un poco y acercando sus labios torpemente al micrófono. Sus manos morenas se dirigen a la base de este, tocando suavemente las manos blanquecinas. Siente la energía de KyungSoo y continúa su canción, dejando al desnudo sus pensamientos que se obliga a esconder.

Alma para conquistarte,

KyungSoo y él se miran a los ojos, se sonríen y JongIn flota en una nube, sintiéndose el ganador del mundo. ¡Qué más da si KyungSoo es un aristócrata! ¡Qué más da si su padre es una mierda! Al ver los ojos brillosos de KyungSoo solo vio los mejores sentimientos del mundo; ese chico no era malo, no era cruel, ese chico no era la imagen de su padre, el cual pateó a SeHun.

Corazón para quererte

Desde que conoció a KyungSoo sintió cosas, se sintió como alguien nuevo. KyungSoo hizo que los recuerdos tormentosos de su pasado volviera, pero esta vez era capaz de verlo con otros ojos. No tenía que recordar a su padre con pena, no tenía que huir de su madre, no tenía que ignorar las canciones tan hermosas que ambos progenitores cantaban. Y si la historia de ellos estaba condenada a repetirse —en el sentido en que su madre desapareció y su padre entró en una locura de amor después de eso—, JongIn lo impediría. El "ser felices por siempre" quizá no era una opción por lo poco que tenía que ofrecer, pero sí se quedaba con KyungSoo, él sería eternamente feliz y se esforzaría en hacer feliz a KyungSoo.

Y vida para vivirla junto a ti.

Una lágrima brota y se desliza por una de las mejillas de JongIn porque entiende que no será fácil. Pero él no se rendirá antes de intentarlo, necesita agradecer a la persona que lo hizo reconciliarse con su pasado, incluso si ésta no lo sabe. Y JongIn está dispuesto a compartir su vida con ese chico. JongIn está enamorado de un aristócrata y no tiene miedo de aceptarlo.

La canción finaliza y KyungSoo extiende una de sus manos y le seca la lágrima. JongIn se queda perplejo ante ese acto.

—Perdón, me emocioné. —JongIn agacha la mirada y mueve sus pies, nervioso.

—Está bien, JongIn. —KyungSoo le toma de la barbilla y lo obliga a mirarlo. —No mires para abajo, estoy aquí. —Le sonríe.

El moreno entra en cortocircuito, ¡KyungSoo recuerda su nombre!

A los pocos segundos aparece BaekHyun, pidiéndole el micrófono a KyungSoo y éste se lo da.

—Sí, él te dijo que lo mirarás, pero si sigues viéndolo tan fijamente se va a derretir. —Escucha y chilla. —¿¡En serio!? —JunMyeon exclama, ¿por qué siempre asusta a todos? ¿Nadie escucha sus pasos o qué? —Siéntate con nosotros, Soo.

KyungSoo se sienta al instante y JunMyeon ríe por lo bajo.

—Soo, podrías terminar apareciendo en la televisión como un gran cantante.

—Ay... —KyungSoo sonríe y cubre sus labios con su mano. —No lo sé, no soy tan bueno.

—Lo eres. —JongIn asegura.

—Gracias. —KyungSoo realiza una leve inclinación con su corazón acelerándose por algún motivo. Él ha recibido miles de comentarios alentadores, pero la simple afirmación de JongIn le provoca más nervios que los demás.

La conversación continua entre JunMyeon y KyungSoo hasta que JongIn se decide a finalmente intervenir.

—La canción favorita de mi padre era Cuando llora mi guitarra. —JongIn confiesa, atrayendo la atención de los presentes. —Siempre la cantaba.

—Oh, creí que habías dicho que la cantante de tu familia había sido tu madre.

¡KyungSoo se acordaba de eso!

—Sí, lo era, pero terminó traspasando ese gusto a mi padre... Y él a mí.

—¿No estás interesado en cantar?

—¿Aquí?

KyungSoo asiente. —Podemos cantar juntos, si gustas.

JongIn va a desfallecer en ese momento.

—Sí, me encantaría.

Un par de minutos después cuando sus bocas se secan porque han hablado sin parar, miran hacia un costado, buscando a JunMyeon para pedirle un poco chicha y se dan con la sorpresa que éste ha desaparecido.

—¡Es como un fantasma! —Ambos exclaman al unísono, al darse cuenta se ríen.

Ambos se sienten cómodos en compañía del otro. JongIn no es el único que en esa charla olvida lo ocurrido en el día. Su animada conversación se ve detenida cuando BaekHyun aparece y las campanas suenan.

—Que tengas dulces sueños, KyungSoo.

El chico se levanta manteniendo su sonrisa. —¡Muchas gracias, JongIn! ¡Igualmenteeee! —Alarga mientras es arrastrado por BaekHyun entre la gente.

JongIn se va cantando, toma el tranvía y llega a su casa. Al entrar encuentra el desastre que hizo la noche anterior en la mesa y encuentra, también, el retrato a color de KyungSoo. JongIn le sonríe al chico en el dibujo y deja el cuadro en la mesa para irse hacia su cuarto y acostarse. Hoy ha sido un gran día, muchas cosas han sucedido y necesita dormir para recuperar energías. Además, quiere llegar temprano mañana para asegurarse de que SeHun esté bien.




***




Al llegar a la plaza al día siguiente, SeHun ya no se ve tan afectado por el accidente ocurrido la tarde anterior. Lo saludó como de costumbre y después trabajó con calma. JongIn solo le preguntó si tenía algún moretón o si todavía le dolía el cuerpo, SeHun le contestó que después de despedirse la tarde ayer, se había ido a su casa a dormir y para cuando despertó ya se sentía mucho mejor. JongIn no dijo nada más, aunque sentía curiosidad sobre los pensamientos "filosóficos" un tanto deprimentes que SeHun se había atrevido a pronunciar en voz alta ayer, ¿esos pensamientos todavía le atormentan? Quería darle palabras de ánimo, pero si no dijo ninguna ayer, tampoco tenía algunas para decir hoy.

Trabajaron con normalidad hasta que llegó la hora del almuerzo. SeHun se ofreció a ir a recoger sus platos de comida en el restaurante de los Hwang mientras JongIn terminaba un dibujo. SeHun regresó junto a Yeji, él llevaba los platos con comida y ella llevaba una jarra de chicha junto a dos vasos. Dejaron todo sobre la mesa de JongIn quien segundos antes había terminado con el dibujo. ¡Todo perfectamente calculado! Yeji se retiró apresuradamente, pues el local estaba rebosando de gente y debía ayudar a su hermano. JongIn se hizo hacia un lado, dejándole parte de la silla a SeHun. Y así comieron uno al lado del otro, tan pegados que sus codos por momentos se chocaban, pero ellos solo reían, sin sentirse incómodos.

—¿Hoy tienes ánimos para ir a la peña? Quizá distraerte sea bueno para ti. —JongIn comentó mientras enredaba los fideos en su tenedor, desgraciadamente el fideo se deslizó fuera del tenedor y SeHun rio burlonamente por ello.

—En realidad, —SeHun tragó la papa que tenía en la boca y continuó. —quería saber si gustas acompañarme a la Iglesia.

JongIn alzó una ceja. —Sabes que no soy religioso.

SeHun rodó los ojos. —Sí, bueno. Verás, mi madre falleció un día como hoy, así que quiero ir a rezarle, pero no quiero ir solo.

JongIn separó sus labios, pero al instante los cerró. Iba a preguntar "¿Por qué no vas al cementerio?", pero esa sería una pregunta muy entrometida. Además, el menor debía tener sus razones y JongIn iba a respetar a eso, sobre todo, porque él tampoco era fanático de ir al cementerio a ver a su padre. No es que no lo extrañara, es que es lugar era muy lúgubre y lo ponía triste ver a otras personas llorando por los pabellones mientras colocaban flores.

—Claro, iré contigo.

Al terminar de comer y beber es JongIn quien ahora recoge los platos y los lleva hacia el restaurante Hwang, agradece por la comida y se entera de que SeHun ya pagó por él. JongIn asiente y regresa a su puesto de trabajo sin decirle nada al menor. Por el resto del día ambos trabajan, pero JongIn pone su mirada reiteradas veces sobre SeHun solo para fijarse de que esté bien o que no haya ningún cliente faltoso. JongIn ha realizado tres retratos seguidos y la mano le ha comenzado a doler, suelta el lápiz y apoya su frente en la mesita, al cerrar sus ojos lo primero que imagina es a KyungSoo sonriéndole. El KyungSoo de ayer con el que habló sobre su familia y, ¡oh, antes de eso! Ellos cantaron un pedacito de una canción y KyungSoo le había sugerido cantar a dúo. JongIn estaba fantaseando con la llegada de ese mágico momento.

—Hey, viejo.

JongIn resopla porque con ese par de palabras la dulce imagen de KyungSoo se evapora y aparece SeHun.

—Ya vamos a la Iglesia.

JongIn frunce el ceño porque aún no es la hora en la que siempre se van, pero no dice nada y comienza a guardar sus cosas. Siendo sincero si quería "salir antes del trabajo" para poder relajar la mano. Además, ya estaba un poquito harto de retratar niños que no se quedan quietos. Ya ha dibujado tres niños, no quiere más.

Cuando todo ha sido guardado, incluyendo la mesa y la silla en el negocio Hwang, ambos emprenden rumbo hacia la Iglesia. En el camino, JongIn se acuerda de algo que sucedió anoche.

—Te has vuelto amigo del mesero. —Acusa.

—Qué.

—Sí, de JunMyeon. —Coge la mano de SeHun y comienza a sacudirla mientras una sonrisa se forma en su rostro. —¡Ayer él te guardó un postre gratis! Pero como no estabas, me lo comí yo.

Las comisuras de los labios de SeHun se elevan ligeramente como si quisiera sonreír, pero se resistiera.

—Ahora me debes un postre.

—¡Ese no es el punto!

Se encuentran subiendo la escalinata que da directamente con la Iglesia. SeHun logra zafarse del agarre de JongIn y antes de huir corriendo escaleras arriba grita:

—¡A mí me gusta JunMyeon tanto como a ti te gusta KyungSoo!

JongIn abre la boca en sorpresa porque no creyó haber sido tan obvio con su enamoramiento hacia KyungSoo. Además, él con las justas puede aceptarlo en sus pensamientos y SeHun es tan seguro que es capaz de gritarlo. JongIn comienza a corretear a SeHun, pero resulta en vano porque el menor es increíblemente atlético mientras que él se cansa y con las justas puede terminar de subir todos los escalones.

—¡Por ahí hay una banca, espérame! —SeHun grita antes de persignarse y entrar a la Iglesia.

JongIn camina y observa el pequeño jardín delantero de la Iglesia inundado de bellas flores de mil colores. Se acerca a una y sin saber siquiera el nombre, solo porque el color rosa le llamó la atención, la cogió, arrancándola. Se siente como un delincuente, a pesar que solo es una flor. Busca rápidamente la banca que SeHun mencionó y toma asiento. Observa flor y decide que quiere dársela a KyungSoo cuando el chico termine de cantar. Asimismo, JongIn ya ha pensado en varias canciones que quiere cantar con KyungSoo, le dará todos los nombres al de menor estatura para que este elija con cuál se siente más cómodo. JongIn se pierde en sus fantasías, sin darse cuenta del correr del tiempo. El paso de tarde a noche se da detrás de él, con el sol poniéndose, pero JongIn no nota los rayos anaranjados, él sigue totalmente concentrado en la flor, la observa con adoración y siente pena por haberla arrancado.

—¡Causa, ya estoy listo, vámonos!

JongIn alza la vista y le sonríe a SeHun. El menor tiene los ojos y la punta de la nariz rojos, el mayor se levanta y le da un par de palmadas en la espalda, tratando de consolarlo.

—Vas a escucharme cantar está noche. —Comenta con un tono divertido.

—¿Tú? —SeHun niega con su cabeza. —¿¡Qué ha pasado ayer!? ¿Quién eres tú? ¡Devuélveme a mi JongIn gruñón!

JongIn se carcajea. —Soy un gran cantante y vas a tener el honor de escucharme esta noche.

Bajan los peldaños con cuidado, riéndose y abrazándose. Sus ánimos se elevan hasta lo alto, ambos entusiasmados porque esa noche prometía mucho. JongIn cantaría con KyungSoo y SeHun escucharía a JongIn cantando por primera vez. ¡Una gran noche! Caminan tambaleándose, acercándose cada vez más al lugarcito escondido, sin embargo, no escuchan música. No hay instrumentos, ni la voz de KyungSoo resonando por el lugar. SeHun se fija la hora en su reloj y ya debería de haber empezado la jarana. ¿Están en un descanso? Anteriormente, los músicos y el cantante de turno descansan aproximadamente 10 minutos, pero ni siquiera ahí reina el silencio por la voz de las personas conversando animadamente.

Sus pasos frenan en la esquina cuando escuchan gritos. SeHun, automáticamente, empuja a JongIn contra la pared y le tapa la boca con su mano. El menor lleva su propio dedo índice sobre su labio, indicándole que guarde silencio. SeHun se inclina para ver hacia la peña. Hay policías, los distingue al instante por su uniforme; el pantalón negro, la camisa larga negra amarrada con cinturón grueso blanco y el sombrero con la insignia en el frente.

—Hay que irnos. —Susurra.

—¿Qué está pasando? —Murmura cuando el menor ya no tapa su boca.

—La policía.

JongIn aprieta la flor en su mano. 

Los gritos de la fuerza armada y de los civiles suenan de fondo.

—¡No nos pueden "sacar" de acá, literalmente estamos en la calle!

—¡No se pueden llevar nuestros carritos de comida, con eso trabajamos!

—¡No hacíamos nada malo!

—¡Les estamos diciendo que se vayan! 

—¡Si no es por las buenas será por las malas!

JongIn ve su sueño destruyéndose. Empuja suavemente a SeHun para quitárselo de encima y se acerca a la esquina, sacando solo la cabeza para observar la revuelta. Sus ojos buscan a KyungSoo, pero entre tanta gente no puede encontrarlo. Su corazón late rápido, asustándose de las consecuencias que cantar y bailar pueden generar. Miles de pensamientos llegan a la mente de JongIn, ¿Cómo descubrieron el lugar? Era probable que esas reuniones llevaran años realizándose y como JunMyeon había narrado, a veces, llegaban personas comunes atraídas por la música y la comida, ¿Qué tenía eso de malo? ¿habría alguna de esas personas denunciado esa fiesta improvisada?

—JongIn, vámonos. Creo que los van a arrestar, es mejor que no nos vean. —SeHun cogió el brazo moreno y comenzó a jalarlo, pero JongIn seguía plantado en el mismo lugar.

—Pero KyungSoo puede estar ahí. —Balbuceó.

—Es un niño rico, él puede salirse con la suya, en cambio, nosotros no.

JongIn quiere correr hacia allá y ayudar. Siente eso porque está agradecido con ese lugar, dicho lugar le ayudó a reconectarse con su yo del pasado. Pero no se mueve. Se queda quieto, porque querer ayudar no es suficiente. El miedo corre por sus venas, al igual que cuando SeHun fue golpeado o cuando a su padre le daban una paliza. No podía moverse, solo mirar desde lejos. Ve el lugar siendo destruido por los uniformados y esa conexión con su pasado se tambalea. JongIn no cree que sea tan fuerte como para mantenerla, JongIn siente que todo fue un mal sueño y que el gallo cacarea para despertarlo. JongIn se aferra a ese sueño mágico donde la música le hace feliz y puede bailar junto a alguien que le gusta. Todo se va desvaneciendo lenta y tortuosamente frente a sus ojos.

SeHun lo jala y le obliga a correr lejos de ahí. JongIn mira hacia atrás sin ánimos, dejando caer la flor de su mano y cuando sube la mirada se encuentra con KyungSoo siendo conducido a una patrulla, detrás de él va BaekHyun y le sigue una fila de personas. KyungSoo logra verlo, pero no le sonríe, su rostro se ve demacrado, triste. JongIn tampoco sonríe porque también se siente deprimido. Los ojos de ambos ya no brillan, la ilusión se apagó, sus corazones ya no laten rápido por el otro. No sienten nada, apartan la vista del contrario y siguen sus caminos. KyungSoo entra al carro y JongIn se gira completamente y corre con todas sus fuerzas, sorprendiendo a SeHun. Porque sabe que el mayor no es la persona más deportista del mundo, pero ahí está corriendo en medio de la autopista, alejándose de la peña.

Cuando están lo suficientemente lejos, JongIn se detiene y grita, soltando todo sus sentimientos y emociones. SeHun se sienta en el suelo y observa al mayor gritar.




***




Los días siguientes fueron a la peña con curiosidad y se dieron cuenta de que exactamente ya no había nada; el camino estaba despejado, la fiesta había terminado. JongIn se sintió igual que ese abandonado lugar: vacío. Ya no bailó, ni cantó, ni sonrió con sinceridad. Incluso cuando SeHun sugirió ir a algún restaurante con música o escuchar a los músicos de la plaza, JongIn se negó. No era lo mismo y no sería lo mismo.

JongIn había escondido el retrato de KyungSoo, no lo botaría pues le demandó mucho tiempo y como pieza de arte realmente le había quedado genial, pero no quería acordarse del muchacho ahora que había entendido de que no lo volvería a ver. En su trabajo, cuando no había clientes, se obligó a sí mismo a no trazar a KyungSoo porque, a veces, lo hacía de forma inconsciente, así que ahora prestaba más atención a todo lo que hacía. Dibujó miles de paisajes y el mismo paisaje miles de veces. Recorrió la plaza para poder verla desde diferentes puntos y dibujarla. Dibujó a los Hwang por aburrimiento y dibujó a otros trabajadores con los cuales hablaba un poco. A todos les regaló el retrato que les hizo.

—¿Quieres ir a sapear? —SeHun preguntó mientras acomodaba sus cachivaches dentro de su cajita de madera.

JongIn comprendió qué cosa SeHun le sugería ir a ver.

—No, dudo mucho que vuelvan.

—Quizá se están dando un tiempo. —Quiso sonar optimista.

—O quizá la mayoría está en la cárcel.

SeHun formó una mueca con su boca. —No creo que haya sido para tanto, ya deben de estar libres... Solo que han de estar asustados.

JongIn no respondió. Entendía que SeHun quería ayudarle, devolviéndole la esperanza de ese lugarcito enigmático para cantar y bailar. Pero JongIn tenía miedo, y si iban y todos estaban ahí, ¿Qué pasaría después? ¿Volvería a ocurrir otra redada policial? Ya no solo serían advertencias o detenimientos momentáneos. Y, ¿si KyungSoo ya no estaba? Si el padre del joven se enteró, seguro que ya no lo dejaría salir solo.

—¿Te ayudo a guardar tus cosas? —SeHun se paró a su costado, sonriéndole con las pocas energías que le quedaban.

—Ve a casa, Hun. —JongIn suspiró. —Voy a empacar lentamente y me iré a mi cuartucho.

—¿No quieres que te haga compañía mientras tanto?

JongIn negó. —Estás cansado.

—No, yo puedo-

—Ve a casa. —JongIn le cortó.

SeHun pisoteó infantilmente, pero obedeció.

—¡Nos vemos mañana!

JongIn guarda sus cosas con paciencia, incluyendo la silla y la mesa. Sin embargo, no se dirige a su casa, sino que toma la dirección contraria. No va a la peña, tampoco. Solo camina por ahí, perdiéndose entre caminos tal y como hizo con SeHun cuando encontró ese punto de encuentro. Las horas pasan y no se cansa de caminar de un lado a otro, viendo a los hombres en traje conduciendo sus caros carros, a las señoras caminando de la mano de sus hijos pequeños y de los gatos y perros merodeando por ahí. JongIn sube una escalinata y recuerda cuando subió por ahí con SeHun, arrastra los pies hasta el montón de flores coloridas y rememora cómo arrancó una de ahí. JongIn levanta la vista y se encuentra con la imponente Iglesia y con las campanas que se ubican en lo más alto de ella, las campanas que indicaban la hora en la que KyungSoo y BaekHyun desaparecían.

JongIn rodea la Iglesia, encontrándose con un hermoso jardín trasero, el cual parece sacado de una pintura. Es inmenso, lleno de vegetación. JongIn se aventura dentro de él, se agacha a observar las flores amarillas, naranjas, violetas y blancas. Aspira su aroma y se siente en tranquilidad. Pone su espalda recta y continúa adentrándose más y más. Nota un pequeño riachuelo falso y camina por el puentecito de madera encima del agua, viendo hacia abajo, creyendo que encontrará peces y es feliz en su imaginación. A los pocos minutos escucha una voz, la cual no está muy lejos. JongIn deja de ver el agua y se gira, buscando con sus ojos al dueño de la voz.

Si pasas por la vera del huerto de mi amada,

Al expandir tu vista hacia el fondo verás

Un florestal que luce tonos primaverales

En la quietud amable que los arbustos dan.

JongIn camina hacia la voz, haciendo crujir el puentecito debajo de él. La noche ha llegado y él recién se percata de ello. Se detiene cuando observa la figura del hombre. Detrás de los altos árboles y entre la frondosa vegetación, KyungSoo está apoyado sobre la baranda de madera del puentecito, viendo su reflejo mientras canta. JongIn se detiene y soba sus ojos, y KyungSoo no desaparece. Es el KyungSoo real, el auténtico al cual no ve desde hace semanas.

Allí es donde he dejado lo mejor de mi vida

Allí los juramentos vagando han de flotar

Porque allí ha sido el nido de amargos sufrimientos

Donde la infame supo de mi amor renegar.

JongIn saca de su mochila su cuaderno de dibujo y un lápiz, inspirado comienza a dibujar a KyungSoo. El contrario todavía no lo nota, pero JongIn percibe la tristeza en su mirada y creé que es por el revuelo que hubo semanas pasadas. JongIn no siente todavía su corazón latir tan rápido como antes, pero se siente inspirado y eso es... eso es algo. Hace trazos suaves mientras intenta dibujar sin tener donde apoyar el cuaderno. Solo es un pequeño detalle para KyungSoo, para antes de que este vuelva a desaparecer de su vida. Antes de que KyungSoo se vaya, JongIn quiere darle algo y como es incapaz de darle el bellísimo retrato a color, se conformará con entregarle uno a lápiz.

Quien quiere con el alma, el corazón no manda

Quien busque amores bueno que deje de soñar,

El corazón y el alma son dos fuerzas humanas

Que emprenden una senda para no regresar.

Mientras va dibujando nota que la única diferencia con el cuadro a color no es el color, sino el sentimiento que KyungSoo irradia. Antes el chico sonreía sentado en el pasto, ahora mira con tristeza el agua que corre por debajo de sus pies. JongIn se preocupa por él, pero se niega a que la llama de su enamoramiento vuelva a crecer porque teme terminar como su padre. KyungSoo se irá de su lado en algún momento tal como lo hizo su madre y él se rehúsa a terminar delirando sobre amor mientras mira hacia la playa. JongIn hace que su alma y su corazón se aferren a él y que no corran con dirección a KyungSoo.

Sus afectos son leyes que gobiernan y mandan

Labrando así la dicha como también el mal.

JongIn detiene el lápiz porque el boceto está terminado y no se ve para nada mal. Arranca la hoja del cuaderno, haciendo un poco de ruido que hace a KyungSoo bajar el tono de su voz, pero no lo detiene de cantar. KyungSoo mira en su dirección y JongIn asiente en forma de saludo, acercándose lentamente como si tuviera miedo de asustarle. KyungSoo asiente en respuesta y su expresión cambia, es como si la tristeza se hubiera esfumado. Hay algo en la mirada de KyungSoo que hipnotiza a JongIn.

Mientras dan pequeños pasos para acercarse al otro, JongIn recuerda las palabras de su padre.

—Amar no significa que serás feliz durante todo el tiempo que pases al lado de esa persona a la que amas. Puedes amar incluso si estás enojado con ella. Es como nosotros, JongIn. Padre e hijo, nos amamos, pero, a veces, peleamos. Eso no significa que yo te deje de amar. Si estoy enojado contigo, igual me preocuparé por ti. Así es como me siento, estoy enojado con ella porque desapareció; se fue de mi vida sin avisar, pero aún la amo y la seguiré amando sin importar qué.

Entonces, el amor no solo traería cosas buenas, sino que atraería muchas dificultades que deben ser sobrepasadas, deben ser controladas, manejadas. JongIn no sabe si es valiente para eso, no sabe si está listo para entregarse de tal manera en la que quedé tan expuesto y vulnerable para ser dañado por la otra persona. Pero al ver los ojos de KyungSoo, solo piensa en que se zambulliría sin darle más rodeo al asunto.

KyungSoo brilla debajo de la luna, entonando el último verso de la canción.

Y reciben y cumplen las voces del destino

Que tan pronto nos ríe como nos hacen llorar.

KyungSoo finaliza cuando ambos están cara a cara.

—JongIn.

—KyungSoo.

El moreno levanta el papel y el blanquecino la toma sin dudar, el más alto se sorprende por ello.

—Gracias, es un dibujo muy lindo.

—Antes no pude darte el retrato que tanto querías, y sé que este no es el mejor, pero...

—No, JongIn. —Interrumpe. —Es perfecto porque lo has dibujado tú y yo siempre quise un dibujo tuyo.

—¿Siempre? —Ríe. —Pensé que lo querías para hacer enojar a tu padre.

—Oh, sí, bueno... —KyungSoo murmura. —Yo te conocí antes...

—¿Disculpa?

—Mi... uhm... —KyungSoo mira el dibujo y muerde su labio, ordenando la historia en su cabecita. —A mi amiga tú le hiciste un dibujo y ella me lo mostró. También, me contó de ti y... Yo también quise que me retrataras desde entonces, pero no me dejan salir de mi casa seguido, así que apenas te vi, me bajé del carro y corrí hacia ti.

—Wow. —JongIn se encontraba procesando el mensaje.

—Se llama Joohyun, por si la recuerdas. —KyungSoo subió la cabeza y se metió un cabezazo con JongIn. —¡Auch!

—¡Perdón, me pegué mucho a ti, es que estabas hablando bajito!

KyungSoo rio, sobándose su cabeza.

—Tienes una cabeza dura. —JongIn se lamentó, tocando su mandíbula.

—¡Oye! —KyungSoo le dio un golpecito en el brazo. —¡Estábamos teniendo un momento de confesiones y pasó esto!

—Buenoooo, tú me metiste el cabezazo. —Comenta divertido; la tensión ha desaparecido de su cuerpo.

KyungSoo rueda los ojos.

—Aún espero tus disculpas. —KyungSoo abulta sus labios y murmura.

—¿Por qué? ¿El jovencito se pone muy sensible si no me disculpo?

KyungSoo se sorprende porque la timidez inicial de JongIn se ha ido. Su corazón late rápido y sus mejillas se tiñen de rojo, sintiendo su rostro hervir.

¡KyungSoo, concéntrate!, se dice a sí mismo, ¿Qué tienes?

Gira el rostro y camina, ignorando a JongIn que lo sigue por detrás.

—¿Qué harás ahora? ¿Continuarás cantando? ¿Qué pasará con la peña?

—Hey, muchas preguntas al mismo tiempo. —Se gira para encararlo. —BaekHyun es quien conocía a la peña, él me llevó, pero no me ha contado nada. No creo que quieran volver a reunirse, la policía fue muy clara con nosotros en la comisaría.

—¿Y qué hay de ti?

—¿De mí?

—Eres muy talentoso.

KyungSoo oculta su sonrisa detrás de su mano. —Uhm, bueno, no quiero meterme en más problemas, así que solo cantaré para mí.

—¿Cantarías para mí? —JongIn se coloca a su costado y KyungSoo está a punto de desfallecer y no sabe el por qué.

—Dime una canción, la cantaré para ti.

—¿Cariño bonito?

—Awww, que linda elección.

KyungSoo dobla el dibujo y lo guarda en uno de los bolsillos de su saco. Se prepara para cantar, pero antes de poder entonar la primera frase las campanas interrumpen.

—Me tengo que ir. —KyungSoo anuncia. —Cantaré para ti mañana. Claro, si es que vuelves.

KyungSoo no sabe qué lo llevó a decir eso, pero las palabras ya han sido pronunciadas. Observa el rostro de JongIn, buscando el indicio de algo, pero el moreno es muy complicado de leer.

—Estaré aquí, prepara esa garganta.

KyungSoo forma un corazón con sus labios, sonriendo brillantemente.

—Tú deberías de prepárate, morías de dulzura con mi interpretación. —Clava su dedo en el pecho de JongIn de manera juguetona y después sale corriendo.

KyungSoo corre por el puentecito, haciéndolo sonar. Atraviesa todas las flores coloridas y los altos árboles, corriendo lo más rápido que sus pies pueden. Cruza hacia el jardín delantero de la Iglesia y va hacia las escaleras, las cuales baja de forma acelerada sin medir el riesgo. La preocupación de no llegar a su casa a tiempo era mayor que el miedo a tropezar y caer. KyungSoo ha venido sin BaekHyun, así que se esfuerza en acordarse cuál es el tranvía que debe tomar. Mira su reloj de pulsera, los minutos pasan y él trata de mantener la calma.

Vas a llegar a tiempo, se repite incansablemente, vas a llegar a tiempo a casa.

Oh, su querido y perfecto hogar.

Continuará...



holi

En Perú, el 31 de octubre se festeja el Día de la Canción Criolla :D

Así que, me animé a escribir un Two Shot* inspirándome en valses peruanos. 

*originalmente era un One Shot, pero lo vi muy largo y lo partí en dos JAJAKJSKJS.





Canciones en orden de aparición:

El Plebeyo | Felipe Pinglo | Jesús Vásquez

https://youtu.be/13fHV_Ff9Z0




Los embajadores criollos - Alma, corazón y vida 

https://youtu.be/kZKQ1JIVbFw




Los Chamas - El Huerto De Mi Amada

https://youtu.be/ZTPmWd6zmUs



🐧 Gracias por leer 🐻

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