Los Últimos Sucesores [Hermanos] La Piedra Perdida De Shun-Yong II
Ryuusaki y Quillsh estaban aburridos, esperando a Mello en la mesa, esperándole para cenar.
-Pffft...-. Ryuusaki resopló.
-¡Estoy harto!, ¿¡Dónde está papá!?-. Preguntó Quillsh, golpeando en la mesa.
-No lo sé, deja que lo llame-. Dijo Near, cogiendo su teléfono móvil.
De pronto, escucharon el sonido de unas llaves.
-¡Por fin!-. Dijo Quillsh.
Mello entró a casa, y suspiró.
-Siento llegar tarde-. Dijo el rubio, pasando adentro. Mello vio a Near, quién le estaba mirando con una cara de completa ira. -Emm...-.
-Niños, a dormir-. Ordenó Near. -Papá y yo tenemos cosas de las que hablar-. Dijo, cabreado.
-¡Ay de verdad!-. Se quejó Quillsh.
Ryuusaki se levantó.
-Anda vamos a leer algo-. Ryuusaki le dio la mano a su hermano, y los dos subieron a su habitación.
Mello se acercó a Near, y fue a darle un beso, pero este le esquivó.
-Oye, ¿Lo siento vale?, ¡Estaba haciendo cosas importantes!-. Dijo Mello, excusándose.
-¿Tiene que ver con Serpico y tu padre?-. Preguntó Near, y Mello suspiró.
-Si te lo cuento te vas a enfadar-. Dijo Mello, torciendo el labio.
-No me importa. Mello cuéntamelo ya mismo-. Ordenó.
-¿Y si no quiero?, ¿Me vas a obligar?-. Preguntó el rubio acercándose a Near, frunciendo el ceño.
-No me das miedo, abusón-. Dijo el albino. -¿Vas a pegarme acaso?-. Preguntó.
Mello suspiró y cerró el ojo. Después de unos segundos, lo abrió.
-Escucha Near, no quiero preocuparte...-.
-Pues ya lo haces. Dímelo, o duermes en el sofá-. Amenazó.
-¿Sólo eso?-. Preguntó.
-Y te quedas una semana sin chocolate-.
-Jaja, que gracioso eres-. Burló Mello. -Está bien, sí..., Tiene que ver con mi padre. He encontrado algo que quizás nos ayuda a encontrar ese misterio que tanto busca él, y la verdad es que quiero encontrarlo, quizás me ayude a encontrar a mí padre-. Dijo Mello, y Near suspiró.
-Mello, en serio..., ¿Porqué quieres encontrar al hombre que te abandonó?-. Preguntó Near.
-No lo sé..., Solo busco explicaciones...-. Near negó.
-Lo único que buscas es algo que te vincule con tu hermano. Motivos para tener que hacer algo con él, y no tener ausencia de una familia. Pero Miha, tú ya tienes una familia-. Near le dio las manos. -¿Es que acaso nosotros no te servimos?-. Preguntó.
Mello gruñó.
-Eso es una estupidez Nate. ¡Claro que me servís!. ¡Os amo con todo mi corazón!, Pero..., Mi padre y mi hermano, es la única sangre que me queda. Entiéndelo por favor-. Pidió Mello, y Near negó.
-¿Quieres ponerte en peligro otra vez?, ¿Es que no te acuerdas lo que pasó en Inglaterra?, Los que te persiguieron-. Dijo Near.
-Te prometo, que no me pasará nada-. Dijo Mello, y Near miró al suelo.
-Haz lo que quieras. No puedo evitar que hagas ninguna locura-. Near se levantó de la silla. -Pero como me dejes solo, no te lo perdonaré en la vida-. Near dio un beso en la mejilla a Mello.
-Prometo estar siempre a tu lado-. Sonrió Mello.
-Más te vale. No me gusta llevar ropa negra-. Mello sonrió.
Los dos se dieron un beso...
Ryuusaki y Quillsh salieron de la esquina donde estaban, y se dirigieron a su habitación.
-¿Papá está en peligro?-. Preguntó Ryuusaki.
-Ahh..., No puede ser-. Dijo Quillsh. -Tenemos que hacer algo para evitarlo-. Dijo frunciendo el ceño. -Vigilaremos todo lo que hacen-.
-Entendido-. Aceptó Ryuusaki.
Los dos chocaron los puños.
-Seremos los mejores L de la historia-. Dijo Quillsh.
Una semana después, Mello esperaba a que Serpico saliera de la cárcel.
Eran las 10 de la mañana, y Mello estaba esperando con su moto.
Cuando vio a Serpico, no se pudo controlar, y sacó una leve sonrisa.
-Hola...-. Serpico llegó hacia Mello.
-Hola...-. Dijo el rubio.
-Pues nada...-. Serpico sonrió. -¿Ni un abrazo?-. Preguntó Serpico, abriendo los brazos, llevaba su ropa antigua.
-Ahhh-. Mello rodó el ojo, y aceptó el abrazo de Serpico. Los dos se separaron al cabo de unos segundos. Mello le entregó a su hermano un casco que este se puso. Mello también se puso el suyo, y se subieron a la moto.
-¿Vamos a comer?, Me muero por comer comida normal-. Dijo Serpico, ansioso.
-No, vamos a casa de Jakob Batalán-. Dijo Mello, arrancando la moto.
-Espera, ¿¡Ya!?-. Preguntó, sorprendido.
¡ROOOM!
Mello arrancó, y no perdió el tiempo...
Quillsh y Ryuusaki salieron del ascensor.
-Vamos vamos-. Dijo Quillsh, y comenzó a dirigirse con su hermano silenciosamente, a la habitación de sus padres en el edificio de la SPK. -No puede vernos nadie, se supone que estamos en clase-. Dijo.
-Anda, no me digas-. Dijo Ryuusaki.
Se asomaron por el pasillo, y vieron que no había nadie.
-Allí está la habitación de papá-. Dijo Quillsh.
-Tenemos que encontrar lo que dijo que tenía del abuelo-. Dijo Ryuusaki.
-Vamos vamos-. Los dos comenzaron a dirigirse corriendo a la habitación de sus padres, y cuando llegaron, intentaron abrir la puerta, pero esta estaba cerrada.
-Mierda, ¿Ahora qué?-. Preguntó Ryuusaki.
-Mmm...-. Quillsh frunció el ceño. -Tiene que haber alguna llave por algún lugar...-. Pensó en voz alta.
-Déjame que piense...-. Dijo Ryuusaki. -¿Qué harían nuestros padres para encontrar la llave?-. Preguntó Ryuusaki.
-Papá 2 no sé, pero papá 1 haría esto-. Quillsh dio una patada a la puerta, y la abrió.
-¡Quillsh!-. Dijo Ryuusaki. -¡Tenemos que ser silenciosos!-. Dijo este.
-Bah, tonterías-. Quillsh y Ryuusaki pasaron adentro, este último vigilando de que nadie les hubiera visto.
Cuando cerraron la puerta, comenzaron a investigar.
-Tiene que estar aquí-. Dijo Ryuusaki, abriendo el cajón de su padre.
-¿Qué es eso?-. Preguntó Quillsh. Ryuusaki cogió la hoja que había dentro del cajón.
-La piedra perdida de Shun-Yong...-. Dijo Ryuusaki, y se miró cara a cara con Quillsh.
-¡Esa es la piedra de la que tanto habla nuestro profesor de historia!-. Dijo Quillsh.
-Lo..., Lo sé-. Dijo Ryuusaki.
-¿Qué se te ocurre ahora?-. Preguntó Quillsh.
-Hermano..., Hay que ir a clases-. Dijo asintiendo.
-¡Noooo!-. Se quejó Quillsh.
Mello y Serpico llegaron a la dirección que la fuente de Mello le había otorgado.
-Aquí es-. Dijo Mello, y se bajó de la moto junto con Serpico. Se quitaron los cascos, y se prepararon. -Toma-. Mello le entregó una pistola.
-¡Acabo de salir de la cárcel, Mello!-. Le dijo Serpico.
-Soy L, idiota. No te pueden meter en la cárcel si a mí no me da la gana-. Dijo Mello.
Serpico asintió.
-Tiene sentido-. Dijo Serpico sonriente.
Serpico miró a su alrededor, parecía un barrio completamente abandonado, y no había casi nadie.
Mello picó al timbre y al cabo de unos segundos, se dio cuenta de que nadie iba a responder.
-Vigila de que no venga nadie-. Dijo Mello, y sacó una ganzúa de su bolsillo. -Sabía que tendría que hacer esto-. Dijo Mello, y comenzó a forzar la cerradura. Cuando completó su tarea, los dos pasaron adentro de la casa.
Era una casa bastante alta, con 2 pisos o así, así que tendrían que investigar bastante.
-¿Porqué no está en casa?, ¿Quién no está en casa a estas horas?-. Preguntó Serpico.
-Será mejor que te calles y mantengas la calma si no quieres que te maten-. Dijo Mello. -Porque como vengan aquellos que me persiguieron en Inglaterra, no vas a durar mucho...-. Dijo el rubio, caminando dentro de la casa.
-¡C-Cállate!-. Dijo, nervioso, apuntando con la pistola con mano temblorosa.
-¿Holaaa?, ¿Jakob Batalán?-. Preguntó Mello. Vio una habitación, y pateó la puerta, tirándola abajo. -Aquí no hay nadie. Maldita sea-. Dijo, agachándose para ver debajo de un sofá.
-¿Estás seguro de que ese tipo te dio la dirección correcta?-. Preguntó Serpico.
-Sí maldita sea. Tiene que estar por aquí-. Dijo Mello. -Vayamos al segundo piso-.
Mello y Serpico subieron por las ruidosas escaleras hacia el segundo piso, donde encontraron una sola habitación bastante grande.
-Parece que aquí ha estado alguien hace poco-. Dijo Mello.
-¿Porqué lo dices?-. Preguntó Serpico.
Mello señaló el suelo, y vio que entre el polvo, había pisadas.
-¿Crees que son los que te persiguieron?-. Preguntó Serpico.
-Quién si no-. Dijo Mello, y se acercó a una mesita, donde había una foto. Allí salía Jakob Batalán en esa misma habitación, con un hombre con pelo largo y rubio. Aunque la foto era en blanco y negro. -Hmmm...-. Mello vio, y en la foto había un reloj de pared bastante grande. Mello vio aquel reloj en esa pared, estaba destrozado, y le faltaba la aguja de las horas.
Mello vio que en la foto, la aguja de los minutos estaba en el 8, y la de las horas en las 3, pero que la de los segundos no estaba.
-Necesito encontrar la aguja de las horas. Si la encuentras avísame-. Dijo Mello.
-Emmm..., Mello-. Dijo Serpico.
-¿Sí?-. Mello se acercó a la pared del reloj, y comenzaba a tocarla. La notaba muy extraña.
-Creo que he encontrado al señor Batalán-. Mello se giró, y vio como Serpico había quitado una manta del suelo, que dejaba ver un cuerpo muerto.
-Sí, sin duda es él-. Dijo Mello.
-¿Qué hacemos?-. Preguntó el hermano rubio del rubio.
-Procura que no te dé ninguna enfermedad, y busca una aguja para este reloj grande-. Dijo Mello.
-De acuerdo-. Serpico comenzó a rebuscar entre todas las cosas de Jakob.
Mello tocaba la pared, y la notaba hueca. Comenzó a empujarla, pero nada, no servía de nada.
-Eh Mello, mira-. El rubio se giró, para ver a su hermano, quién había encontrado una cuerda colgada en el techo. -¿Tiro de ella?-. Preguntó Serpico.
-Ten cuidado-. Se alejó un poco.
Serpico cogió la cuerda, y tiró de ella. De allí se abrió una trampilla, y salieron unas escaleras plegables.
-S-Sube tú primero anda...-. Pidió Serpico.
-Ahhh...-. Mello negó, y subió por las escaleras.
Los dos llegaron a un desván lleno de cajas.
Mello comenzó a investigarlas. Parecían objetos que Jakob había encontrado en todas sus aventuras.
-Por aquí tiene que estar la aguja-. Dijo Mello, rebuscando entre sus objetos.
-Allí está-. Dijo Serpico, señalando a la pared final del desván.
Mello la vio. La aguja estaba pegada en la pared. Se dirigió al final de esta, y intentó arrancar la aguja, pero no podía. En su defecto, la giró, y de allí se abrió una pequeña trampilla de madera de la pared, que revelaba un hueco donde poder desenroscar la aguja de las horas.
Mello la desenroscó, y cuando la tuvo, cogió la aguja.
-Vamos, no tenemos tiempo-. Dijo Mello.
Los dos bajaron del desván, y Mello se dirigió a poner la aguja de las horas en el reloj.
Cuando la enroscó, se fijó en la foto, y colocó las agujas tal y como estaban en la foto.
Entonces, las agujas del reloj comenzaron a girar de forma muy rápida, cada vez más rápida.
-¡Cuidado!-. Dijo Serpico, y Mello y él se cubrieron con sus antebrazos.
Las agujas salieron disparadas, y una se clavó en la pared, casi dándole a Serpico.
-Me..., Me cago en...-. Serpico se sorprendió a más no poder.
Mello se percató de que una zona de la pared sobresalía de las otras, así que se dirigió hacia allí. Con sus manos, comenzó a abrir la zona que se sobresalía. Era una puerta secreta. Cuando la sala se abrió al completo, dejó ver una habitación totalmente consumida por el polvo, y una mesa con una bolsa de tela.
-Tiene que estar allí-. Mello se acercó corriendo, y cogió la bolsita. La abrió, y allí la encontró.
-E-Es...-. Serpico se sorprendió.
-La piedra perdida de Shun-Yong-. Dijo Mello, sonriendo. La piedra era negra, pero con brillos violetas. -Esta es la llave para la cueva, donde se encuentra el barco perdido de William Aleyn-. Sonrió Mello.
-¿Q-Quieres decir que podremos encontrar el misterio que nuestro padre no pudo?-. Preguntó Serpico.
-Sí-. Dijo Mello.
De pronto, escucharon como una pistola se cargaba.
-Será mejor que me entregues esa piedra-. Dijo frunciendo el ceño.
Mello y Serpico se giraron, y vieron a un tipo con pelo negro, cabellera larga, y una cicatriz gigante en el ojo.
-Vamos..., Entrégamela-. Dijo sonriente, con sus dos secuaces apuntando a Mello y a Serpico.
-M-Mello...-. Serpico le miró asustado.
-Vosotros sois aquellos de Inglaterra hace 10 años, ¿Me equivoco?-. Preguntó Mello.
-Así que tú eres el que hizo que nos estrelláramos contra el coche, y no pudiéramos encontrar el mapa y el diario, ¿Eh?-. Preguntó sonriente el tipo. -Permita que me presente..., Me puedes llamar, John Karlton. Soy un gran recolector de misterios, y..., Me gustaría encontrar el barco de William Aleyn-. Dijo sonriente.
-Y sé que necesito esa piedra para encontrarlo. ¡Así que dámela!-. Ordenó.
Mello extendió la mano, y se la ofreció.
-Vamos, ven a por ella-. Dijo Mello.
John frunció el ceño.
-¿Me estás retando?-. Preguntó John.
-No, te la estoy dando-. Dijo Mello. -Ven, a por ella-. Dijo de nuevo.
John dio una palmada en la espalda a su secuaz, y este bajó el arma. Se dirigió a coger la piedra que Mello tenía en la mano.
Mello, en un rápido gesto, cogió y dio la vuelta al secuaz de John, cogiéndolo por detrás del cuello, y rápidamente Serpico le apuntó con la pistola.
-¡A él no, a su otro secuaz imbécil!-. Dijo Mello.
-¡A-Ah, sí, perdón!-. Serpico apuntó al secuaz que estaba apuntándoles, mientras Mello tenía cogido por el cuello al otro secuaz de John.
-¡Si quieres la piedra, ven tú mismo a por ella, y no envíes a tus secuaces!-. Dijo el rubio.
De pronto, el secuaz sacó un cuchillo, y apuñaló a Serpico, que hizo que disparara la pistola y le diera en la cabeza al atacante.
-¡MIERDA!-. Gritó Mello.
-¡DISPARA!-. Ordenó John, y Mello miró a Serpico, tirado en el suelo.
-¡Mierda!, ¿¡Ahora qué cojones hago!?-. Se preguntó el rubio.
De pronto, alguien disparó por detrás al secuaz, matándolo.
John se giró.
-¡Sabía que L tenía razón!-. Dijo Gevanni. John levantó las manos.
-Está bien, me rindo-. Dijo John, aceptando su derrota.
Gevanni se acercó a él, y le puso las esposas.
-Vosotros dos, vamos-. Dijo Gevanni.
Mello levantó a Serpico, quién estaba dolido por la apuñalada que había recibido.
-¡C-Casi no lo contamos!-. Dijo Serpico.
-Es verdad..., Todo gracias a Near...-. Mello tragó saliva, ahora tendría que tragarse su orgullo y darle las gracias a Near.
Cuando salieron de la casa, un coche derrapó enfrente de ellos.
-¡SÍ, ATACAD!-. Ordenó John, sonriente.
-¡Será cabrón!-. Dijo Mello.
Del coche salieron unos secuaces con ametralladoras.
-¡CORRE, SUBE A SERPICO AL COCHE!-. Ordenó Mello. Rápidamente se subió en la moto, y no tuvo tiempo de ponerse el casco, arrancó, y se fue.
-¡PERSEGUIDLE, TIENE LA PIEDRA!-. Ordenó John, y se subió al coche de sus amigos.
Rápidamente este coche arrancó, y comenzó a perseguir a Mello.
-¡Tenemos que ayudar a tu hermano!-. Dijo Gevanni.
-¿¡Y-Y y-yo qué!?, ¡M-Me duele!-. Dijo Serpico.
-¡Primero es tu hermano, porque sino, a mí me despiden!-. Gevanni subió al coche, y Serpico se tumbó en los asientos de atrás.
Gevanni arrancó, y comenzó a perseguir a los secuaces de John.
-¡MIERDA!-. Gritaba Mello, siendo perseguido por los secuaces de John.
Todo parecía que era cuesta abajo, así que Mello iba más rápido que nadie.
Giró en un cruce hacia la izquierda.
Encima estaba desarmado, y no tenía con que atacar.
-¡ESTÁS PERDIDO!-. Gritó John desde el coche.
Mello estaba sudando, de verdad que estaba muy nervioso, no sabía como hacer para deshacerse de esos cabrones.
De pronto, un coche chocó con el de John. Era Gevanni, que estaba adelantándolos.
-¡MGHJ!-. Se quejó Gevanni, ya que el coche de John se chocó con el suyo, y casi los echa de la carretera.
Gevanni volvió a chocarse con el suyo.
-Vamos Mello..., Hazlo hazlo hazlo hazlo...-. Mello cerró su único ojo, pero después lo abrió, y decidió hacer su plan.
Giró la moto y se giró 180 grados, y se dirigió hacia el coche de John.
-¿¡QUÉ HACE!?-. Preguntó Gevanni sorprendido.
Cuando estaba apunto de llegar al coche, Mello saltó, y se subió encima de esta. Su moto fue arrollada, y el coche comenzó a sufrir por los baches de esta.
El coche de John pareció pincharse una rueda, y comenzó a moverse mucho.
-¡GEVANNI!-. Gritó Mello.
Gevanni acercó el coche, y Mello suspiró.
-¡YAH!-. Saltó, y llegó de milagro.
-¡MALDITO SE...!-. El coche de John comenzó a volcar, y se quedó fuera de la carretera.
Gevanni frenó, y Mello se bajó de encima del coche, para subirse. Gevanni volvió a arrancar, y se fueron de allí.
-¡Menos mal!-. Dijo Serpico.
-¡MELLO, ESTÁS LOCO!-. Gritó Gevanni. -¿¡Cómo se te ocurre hacer algo tan peligroso!?-. Preguntó Gevanni sorprendido.
-No me lo preguntes..., Sólo actué porque pensaba que era mi única salida-. Dijo Mello, temblando. -Nunca más-. Negó.
-Entonces..., ¿No vamos a buscar el misterio de nuestro padre?-. Preguntó Serpico, y Mello le miró.
-Ya no hay marcha atrás-. Dijo Mello. -Tenemos que encontrarlo sí o sí-. Dijo el rubio.
-Genial-. Sonrió Serpico, y le ofreció la mano a Mello.
Los dos la chocaron, y Gevanni suspiró.
-Por favor, que nadie le cuente a Near lo que ha hecho Mello, o se me cae el pelo-. Mello y Serpico se miraron, sonrientes.
-¿¡En serio queréis saber cosas sobre la piedra perdida de Shun-Yong!?-. Preguntó el profesor de historia.
-¡Que sí leche!-. Dijo Quillsh.
-Perdone a mí hermano, es muy infantil-. Dijo Ryuusaki, y Quillsh le fulminó con la mirada. -Explíquenos, ¿Para qué es esa piedra?-. El profesor de historia sonrió.
-Es una piedra que oculta una leyenda muuuyyyyy oscura-. Dijo el profesor. -Dicen, que se utilizó para ayudar a los egipcios a construir las pirámides-. Reveló el profesor.
-¿Tan antigua es?-. Preguntó Ryuusaki.
-¡Sí!, Dicen que vienen de los alienígenas..., Mirad, os explicaré la historia desde cero-. Dijo el profesor.
-Érase una vez, en la antigua Tokio..., Un japonés que trabajaba muy duramente en el campo, cultivando verduras y hortalizas...-.
-Ese japonés, se llamaba Shun-Yong, y un día, vio algo brillar mientras plantaba sus semillas-.
-Shun-Yong, cavó y cavó hasta encontrar aquella fuente de luz-.
-Cuando llegó al final, encontró una piedra más negra que una noche con tormenta, pero con luminosas finas líneas violetas...-.
-Shun-Yong, decidió guardarse la piedra, y decorar su casa con ella-.
-Un día, justo cuando estaba cenando con su esposa e hijos, unos samuráis entraron y arrasaron con su casa, exigiendo, que le entregara la piedra-.
-Shun-Yong se resistió, así que acabaron con toda su familia. Pero Shun-Yong, al final, entregó la piedra...-.
-Y luego, se dice que esos que robaron la piedra a Shun-Yong, se dirigieron a una cueva cerca de Europa..., Con la cuál, pudieron abrir una puerta secreta a las catacumbas misteriosas del abismo, donde allí..., No volvieron nunca más...-.
-Que, ¿Os gusta la historia?-. Preguntó sonriente el profesor de historia.
Quillsh y Ryuusaki se miraron sorprendidos.
-¡PAPÁ VA A MORIR!-. Gritaron, y salieron corriendo de allí.
-¿Qué?-. Se preguntó sorprendido el profesor.
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