Parte Dos: X
La celda era como un pequeño cubículo de paredes oscuras con líneas irregulares que daban un toque misterioso al sitio; la iluminación era muy tenue debido a los pequeños candelabros de pared exterior. En cada una de las cárceles había una cama de piedra que era sostenida por una cadena incrustada en la pared, también había una ventana elevada que poseía barrotes de un tono gris.
La guardia de turno a veces daba un rondín por los pasillos para asegurarse de que los prisioneros estuvieran bien; aunque en esta ocasión los ángeles guerreros permanecían cerca ya que uno de los presos era un demonio Lord. Astaroth y sus únicos dos soldados sobrevivientes habían sido separados; los demonios élite estaban en una sola celda y Astaroth en la que quedaba a la derecha.
Una vez los guardias montaron un recorrido para revisar a los otros prisioneros, dieron oportunidad de actuar al demonio Lord. Los poderes de Astaroth eran contenidos por los cristales que se hallaban incrustados en las paredes externas de cada prisión, empero no eran suficientes para despojarlo de su fuerza por completo.
—Mi Lord —el demonio élite de tez azul habló con suavidad cerca de la orilla derecha—, no tenemos contacto con el resto de las Legiones. ¿Qué haremos? No podemos aguardar a un rescate. Es probable que no enviarán a nadie.
De eso estaba seguro Astaroth. Aunque su plan no había salido a la perfección, ya que había descubierto la existencia de un ente increíblemente poderoso, el resultado había sido el mismo que había buscado. Sabía que el Infierno estaba en estado de alerta y nadie vendría a salvarlos. Sin embargo, Astaroth no necesitaba ayuda para salir de ese lugar.
—Brizon, Azag —la voz del Lord de la Piedra Gris resonó con suavidad—, nadie nos rescatará. Pero, ¿confían en mí? Yo puedo salvarnos.
—Mi Señor —ahora dijo Azag, el demonio élite de cuernos pronunciados y color café—, ¿cómo saldremos de aquí?
—Si confían en mí, entonces cierren los ojos —ordenó con un tono paternal Astaroth—, les entregaré un poco de sus poderes y luego crearemos un plan de escape.
Los dos demonios se miraron el uno al otro. A pesar de que no servían bajo la Legión de la Piedra Gris, sabían que Astaroth era muy poderoso y con ayuda de él habría una posibilidad de regresar al Infierno. Ambos cerraron sus ojos y aguardaron.
—Bien —dijo Astaroth. No era necesario que el demonio Lord contemplara a los soldados, pues con sus poderes podía sentir los pensamientos más tranquilos de los dos demonios—. No piensen en nada, relájense.
A continuación, los dos demonios entraron en un trance donde perdían su energía y voluntad de vivir. Sus cuerpos cayeron al suelo con lentitud y sus almas se desprendieron de su forma física; la energía mística se tornó de un color azul y se dirigió por los barrotes hacia la otra celda. Astaroth tomó las dos almas y las desintegró con sus poderes; su rostro mostraba complacencia.
El Lord de la Piedra Gris no planeaba dejar testigos que pudieran comprometer su posición; por fortuna el resto de su grupo de infiltración había muerto bajo la espada del arcángel Miguel Ángel, así que no había tenido que hacer mucho. De hecho, Astaroth no sentía remordimiento, puesto que la vida de los soldados era rentable y sólo una herramienta para las guerras.
****
Después de unos minutos más, los guardias de turno regresaron a esa zona y se acercaron a la celda de los demonios élite. Ambos ángeles contemplaron los cuerpos tumbados que parecían más como si estuvieran dormidos.
—Oigan —uno de los ángeles advirtió—, es hora de la cena, así que de pie.
Pero no hubo respuesta ni movimiento. Por su parte, Astaroth se mantuvo sentado en la cama de piedra, lucía su rostro sereno y aguardaba a su informante.
Los dos ángeles insistieron y abrieron la compuerta de barrotes; empero descubrieron que los demonios estaban muertos.
—¡Rayos!; pero no veo ninguna señal de auto-aflicción —informó el ángel de turno.
Antes de que pudieran actuar los guardias, unos pasos se acercaron a la escena. El ángel portaba ropajes ligeros y su rostro de seguridad que tanto gozaba lucir.
—¿Qué ocurre? —cuestionó Gabriel con su voz jovial.
—Mi Lord, los demonios están muertos —aseguró el guardia de turno—, pero no muestran señal de heridas.
—Llévenlos a las fosas comunes de prisioneros —indicó Gabriel—, yo me encargaré de descubrir qué pasó. No dejen que nadie se acerque a este sitio, ¿queda claro?
—Sí, Lord Gabriel.
Cuando los ángeles guardianes abandonaron los calabozos con los cadáveres, Gabriel se acercó a la celda donde aguardaba Astaroth.
—La invasión al Cielo fue un fracaso por parte de tu reino gracias a la información que me enviaste —dijo Gabriel con un tono cotidiano—, además de que ahora tu territorio está siendo invadido por nuestras Legiones. ¿Y tú te quedas ahí, como si nada ocurriera?
—Gabriel —la voz de Astaroth resonó con un peso inusual—, no esperaba que un solo guerrero fuera capaz de destruir las líneas de ataque.
De pronto el rostro de Gabriel mostró una sonrisa.
—¿Te refieres a Luzbel?
Sin previo aviso, Astaroth se incorporó y caminó hasta la compuerta de barrotes. Sus ojos contemplaron con aprecio la figura andrógina de Gabriel.
—Sí.
—Aún es muy joven, pero no puedo describir su poder en una sola palabra —resolvió el arcángel—, además de que es el favorito del rey, se presume que es la creatura más poderosa y perfecta que el Creador ha conseguido engendrar.
—Con que el favorito del rey, ¿eh?
—Sí.
Astaroth notó una mueca de resentimiento en el ángel. A pesar de que ya se había acostumbrado a lidiar con él, todavía le parecía especial que tuviera esa confianza al expresarse cuando estaban juntos. Gabriel había dejado de aparentar y se mostraba real frente al demonio Lord. De forma repentina, Astaroth elevó su mano y tocó con sumo cuidado el rostro de Gabriel; el ángel cerró sus ojos y disfrutó el tacto como un infante.
—¿A qué te refieres con el favorito del rey? —cuestionó con pasividad Astaroth.
—Sin importar su edad y poder, lo ha dejado hacer cuanto le plazca. Lo protege de cualquier posible peligro que otros ángeles puedan causar en el niño; además de que él mismo es quien le enseña el conocimiento y la sabiduría.
¿Había sido un reproche? Astaroth no lo podía asegurar; aunque conocía el dolor que se incrustaba en Gabriel, pues como un veneno que lo recorría y lo comandaba.
—Quizá sea por el poder y potencial de ese chiquillo —Astaroth resolvió con un tono protector, como si Gabriel fuera su hermano menor—, pero es una pieza que había estado faltante en mi rompecabezas.
Los ojos de Gabriel se abrieron y contemplaron a Astaroth con inquietud y sorpresa. Su mano tocaba la mano huesuda del demonio Lord y la aprisionaba con cautela de vez en cuando.
—Descuida, eso no quiere decir que te reemplazaré, Gabriel. Tu ayuda es invaluable, así como tu vida. Él puede convertirse en un peligro para el rey y para el Creador si toma un camino diferente. Además, sé que tú podrías enseñarle muchas cosas que lo alentarían a cometer una traición.
—No lo sé —expresó con honestidad el arcángel—, el rey lo estima más que al resto de todos nosotros. Sé que Luzbel también lo ama por igual, pero...
—¿Pero? —inquirió Astaroth.
—Sé que el niño quiere poder de otra índole. Quiere ser reconocido como un igual al rey.
El Lord de la Piedra Gris guardó su sonrisa. Conocía sobre los 'caídos', los 'desertores', aquellos demonios que alguna vez habían sido ángeles. Demonios que habían sido expulsados del Cielo por sus comportamientos malignos al estándar moral del reino; así que ahora se presentaba una opción contundente.
Por fin, después de todo ese tiempo, Astaroth comprendía cuál era la diferencia entre el Cielo y el Infierno. Los ángeles se alimentaban de la tiranía de su rey y de sus poderes; los demonios peleaban por poder que ninguno podía contener.
—Gabriel... —Astaroth retiró su mano del rostro del ángel—. Necesito regresar al Infierno. Necesito que aguardes un poco más y prometo darte un lugar especial en lo que está por suceder.
—¿Cómo sacarás a Raphael del Infierno?
—Mis poderes han regresado. Puedo enfrentar a Raphael sin ningún problema.
—¿Estás seguro? Después de Luzbel, Raphael es el ángel más poderoso de nuestro reino; aunque existe una diferencia abismal entre sus energías. Ni Abaddon podría enfrentar directamente al Arcángel de la Justicia como el Juez.
Astaroth sonrió con calidez; en realidad se percataba del extraño cariño genuino y admiración que Gabriel le profesaba. Y sabía que era muy distinto a lo que había creado con el demonio Mammon.
—Sí. Necesito proteger al Infierno y proseguir. Te llamaré muy pronto, pero no serás como un informante, no. Esta vez te otorgaré la posición que mereces.
—Está bien —suspiró Gabriel al replicar—, yo puedo encubrir tu partida.
Gabriel destruyó los cristales que contenían los poderes de los prisioneros, creó una barrera de aislamiento alrededor del demonio para permitir su traslado externo al reino, y se alejó unos pasos hacia atrás. Miró por última vez la figura del demonio Lord y le arrojó una sonrisa infantil cargada de cariño. Astaroth se despidió con una reverencia de respeto y abrió un portal. Unos segundos después el demonio entró al portal dibujado en el suelo y desapareció.
****
Cuando Astaroth arribó al Infierno, encontró la mayoría del territorio en llamas. La pelea se disputaba en la Zona Alta y los ángeles ya habían tomado a más prisioneros bajo su custodia. También había divisado unas ballestas sin forma tradicional; eran más como simples lanzas gigantes colocadas sobre una base cuadrada poco estética. Esos eran cazadores.
Astaroth retiró su túnica y abrió sus alas grises; voló hacia la zona Alta con rapidez y buscó a Raphael. El ángel general había aprisionado a Samael, Belphegor y Leviathan en unas cárceles improvisadas. El sello era sencillo, pero suficiente para contener la energía de los demonios Lores.
La única resistencia que quedaba era un grupo reducido comandado por Mammon; los demonios-bestia habían probado ser un apoyo importante ya que gracias a ellos el Infierno lograba protegerse.
—Lord Raphael —Astaroth pronunció con fuerza; aterrizó frente a él y cubrió dos plasmas de cañones. Sonreía y ya tenía su arma preparada para el combate—. Veo que has peleado sin un contrincante de tu talla. Menos mal que llegué antes de que la fiesta terminara.
—Así que conseguiste escapar —replicó Raphael con molestia notoria. También se había preparado para pelear.
—No deberías dar por hecho que un demonio Lord es fácil de derrotar. Como guerrero deberías conocer una de las reglas solemnes del código de batalla.
—¿Enserio?, ¿y cuál es esa regla, demonio?
Astaroth rió con suavidad y de una forma sombría.
—Nunca deberás subestimar las habilidades de tus contrincantes. Si eres un guerrero poderoso, entonces deberás considerar a tus enemigos como un verdadero reto, sea cual sea su procedencia.
Al terminar su frase, Astaroth arremetió contra Raphael. Usaba a Sophitia para destrozar la defensa del arcángel; empero, Raphael peleaba con técnicas avanzadas y era capaz de contrarrestar al demonio Lord. El combate cuerpo a cuerpo causó estragos en las cercanías y destruyó algunos puestos de batalla de los ángeles, y los demonios consiguieron liberarse paulatinamente.
Sin embargo, Astaroth sentía a su ser ligero y pleno; como si nada lo encadenara o lo detuviera. Estaba preparado para pelear con todo su potencial ante el Ángel de la Justicia. Así que, como una ráfaga de presura, usó sus alas para cubrir su cuerpo entero y brilló de un tono blanquecino.
A continuación, un enorme dragón de tez gris-pálida apareció. Sus ojos eran rojos, gatunos y llenos de peligro. Su cola alargada tenía unos picos cubiertos por un tipo de armadura plateada, así como unas aletas en el final que servían para planear con velocidad. Las alas, enormes y de un tono blanco en el interior, estaban cubiertas por una protección plateada en el hueso; también presentaban picos que adornaban su cuerpo. El torso era delgado, lo que significaba agilidad, así como sus patas estéticas y dobladas para proporcionar rapidez terrestre.
Los ángeles enemigos lanzaban sus ataques sin reparo, incluso habían quemado las cámaras de energía de sus cañones por el terror que la bestia infundía. La retirada era inminente, así que las tropas angelicales comenzaron a huir.
Raphael se posicionó frente a la bestia y la encaró. Astaroth sujetó el cuerpo del ángel y lo arrojó con furia hacia la construcción del antiguo castillo.
De la boca del dragón una llamarada de poder embistió al General celestial; era un tipo de fuego blanco que desintegraba la materia al contacto, como si la corroyera. A diferencia de Arxeus, Astaroth usaba una niebla que fungía como un ácido letal.
—¡Ayuden al General! —ordenó uno de los ángeles guerreros de élite.
Un grupo de ángeles usó una barrera azul para proteger a su superior. Raphael había recibido poco daño, pero deseaba seguir la pelea.
Antes de que el arcángel pudiera actuar, los demonios comenzaron un ataque sorpresa. Cuatro demonios-bestia de diferente categoría iniciaron una matanza bajo el comando de Mammon. Los ángeles no fueron capaces de resistir, ya que el estruendo pasado los había dejado sin formación.
El dragón tocó las prisiones esféricas y liberó a sus homólogos infernales; aunque descubrió la energía drenada de Samael y Belphegor, no hubo tiempo de preocuparse por los otros demonios. Astaroth estaba decidido a sacar al los ángeles de su territorio.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro