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El campo de cebollas


El sol brillaba en lo alto del cielo y Matías seguía caminando por aquel camino de tierra. Sabía que le faltaba un largo trecho por recorrer.

Se detuvo ante los postes que marcaban la entrada a aquel sembradío de cebollas y soltó un suspiro al ver la enorme extensión del mismo. Buscó en su bolsillo y sacó una pequeña piedra con forma de lágrima, la sostuvo sobre la mano abierta, la piedra flotó unos centímetros sobre la palma y finalmente el lado puntiagudo apuntó hacia el campo de cebollas. Matías soltó un suspiro de resignación, ya que sabía que no le quedaba otra que atravesar aquella plantación.

—Un momento... ¿de qué estás hablando? No voy a cruzar por ahí —se quejó el caballero mirando a su alrededor—... Oye hablo en serio sé que me escuchas...

"Matías tú harás lo que a mí se me antoje, no hay vuelta."

—No, cámbialo, pon lo que sea menos cebollas.

"Ni hablar. ¿Tienes idea lo que me costara cambiar la plantación?"

—Solo tienes que escribir campo de... no sé... pollos o ratones.

"Ohh. Por favor. Esto es una aventura, hay que darle algo de emoción."

—¿Quieres emoción? bueno entonces cámbialo por un mar repleto de tiburones.

"Vamos Matías, ¿qué tienes en contra de las cebollas?"

—No voy a recorrer un campo de un kilómetro de cebollas... sabes que soy alérgico a ellas —se quejó el joven sentándose en el suelo junto a un poste, del cual se sujetó con ambas manos—, tú me hiciste así, acaso quieres que muera, tantas ganas tienes de escribir mis funerales...

"No, solo tengo ganas de que hagas lo que te digo y dejes de quejarte. Ahora levántate y muévete, la casa del filósofo, que te indicara el resto del camino, esta al final de la plantación."

—Bien tu filósofo se quedará esperando hasta que usted señor cambie este pequeño detalle de la historia —respondió Matías mirando el campo de cebollas, sin separarse un milímetro de aquel poste.

"Bien lo intente por las buenas ahora a ver cómo te arreglas, jajaja."

De repente se escuchó el rechinar de unas bisagras. Matias miró a su alrededor y sus ojos se detuvieron en la parte norte del sembradío, donde ahora había unos bancos de niebla poco naturales. Vio usa silueta acercándose e inmediatamente sintió una corriente fría recorriendo todo su cuerpo.

Pronto comenzaron a escucharse unos gritos y finalmente aquella figura salió de la niebla, era un enorme bollo algo deforme que cargaba un costal en el cual metía cebollas a medida que caminaba.

—¿Qué rayos es eso?

"Es uno de los demonios de las cebollas, juntan cebollas y todo lo que encuentran a su paso y luego se lleva todo a su guarida y se los come... muajaja..."

—Eeee... ¿si sabes que tengo una espada que puede vencer cualquier cosa, no? —dijo Matías soltando aquel poste y poniéndose de pie, dispuesto a enfrentar lo que sea.

Dio un paso y se puso en posición. Llevó la mano a la empuñadura de su espada y cuando aquel demonio estuvo a unos pocos metros, desenvaino la espada, pero ante sus sorprendidos ojos, aquella brillante y peligrosa hoja desapareció y en su lugar apareció una endeble hoja, tan frágil como un mapa viejo.

Matías vocifero con todas sus fuerzas una larga cadena de improperios en contra de su creador y en un momento se vio a unos pocos centímetros de aquel apestoso y deforme demonio. Su furia creció aún más y sabiendo que no serviría de nada, envistió a la criatura con una estocada.

La espada se deshizo en un montón de fragmentos al tocar la gruesa piel de aquella criatura, que con un fuerte rugido tomo a Matías, lo levanto y lo lanzo por el aire hacia el campo de cebollas.

El sol comenzaba a ponerse cuando Matías despertó, sin saber que había ocurrido. Todo lo que sabía era que le dolía todo el cuerpo y que algo apestaba. Miró a su alrededor y su rostro se llenó de terror al notar que estaba a mitad de aquella enorme plantación de cebollas. Sin perder tiempo centró los ojos en sus manos, y soltó un desgarrador grito, al ver que sus manos parecían unas enormes bolas de las cuales salían gruesas salchichas. Intentó tocar su rostro, pero le era imposible sentir cualquier cosa, y sin fijarse en nada comenzó a correr. Todo lo que quería era salir de aquel maldito lugar.

—Maldición, maldición... ¿Cómo pudiste hacerme esto?

"No era mi intención, pero creo que finalmente el golpe fue muy fuerte..."

—¡¿Tú crees, tú crees?! —vociferó cada vez más molesto.

"Si hubieras hecho lo que debías desde un principio, esto no hubiera pasado. El sistema es simple haces lo que quiero y todo irá bien. Así de fácil."

—No, basta... renuncio...

"¿Qué? Ya quisieras, no puedes hacer eso ¿Quién crees que te creo?"

—No me importa, ya no seré tu conejillo de indias, búscate a alguien más que encuentre esa dichosa escalera a las piedras de Tolbar.

"¿En verdad perderás la oportunidad de convertirte en rey solo por esto? Vamos, prometo que en cuanto llegues al final del campo de cebollas encontraras una cura a este estado de hinchazón que estas sufriendo."

—Rey... ¿en verdad me convertiré en rey?

"Por supuesto ¿acaso no crees en mi palabra?"

—Más te vale que me cumplas o tendrás un protagonista muerto —concluyó Matías, sin detener su paso. Ya podía ver el final de aquel campo.

El cielo estaba completamente oscuro, pero la luna llena iluminaba bastante bien el lugar. Después de unos pocos minutos, finalmente salió del sembradío. Estaba realmente agotado de tanto correr y el cuerpo le dolía. Se detuvo un momento, necesitaba recuperar el aliento. Miró a su alrededor buscando aquella dichosa cura, pero no había nada.

—¿Dónde rayos esta la cura? —gritó mirando hacia el cielo.

"¿De qué hablas?"

—Te lo advertí, no estoy de humor, lo prometiste, dame la cura...

"Mi querido Matías, te prometí la cura al final del campo de cebollas y si te fijas bien ese poste a tu lado es el mismo al que te abrazaste hace unas horas porque no querías entrar en el sembradío, así que si quieres la cura será mejor que comiences a caminar en dirección contraria."

El grito de Matías resonó en los alrededores. Finalmente resignado, agotado y con lágrimas acumulándose en sus ojos volvió a entrar en ese interminable campo de cebollas. Cuanto antes terminara con esa historia, antes su creador se olvidaría de él. 

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