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1 - El ladrón de Mikos


A unos pocos kilómetros del centro de Macadra, al pie de montaña Naknu se encuentra la pequeña ciudad de Mikos, un bello lugar con calles de adoquines y muchas viviendas, todas tan diferentes como las personas y seres que en ellas habitan.

Mikos se divide en varios sectores, los magos encargados de la educación y la recopilación histórica, los enanos encargados de las construcciones y la creación de armas, y los hombres y otras criaturas eran quienes se hacían cargo de todo lo demás. El hecho de que en esta ciudad habitaran tantas personas y seres diferentes, generaba conflictos constantemente, razón por la que se había creado "El Gran Consejo De Mikos" formado por un mago, dos humanos, un enano y un representante para el resto de las criaturas mágicas, que en este momento era un duende. Gracias a este consejo los conflictos se habían reducido considerablemente en la ciudad y podía decirse que todos convivían en paz...pero hoy esa paz se ve interrumpida.

—Ziko apresúrate, el consejo nos espera —dijo el alto y barbudo hombre de túnica azul, mirando ceñudo al pelirrojo y despeinado hombre que se acercaba al ruido de su armadura.

—Lo siento Malkin pero fue más difícil de lo que esperaba salir de la estación de la guardia —se quejó el pelirrojo deteniéndose ante el mago.

—Mejor que nos cuentes a todos de una vez —agregó Malkin caminando hacia la enorme puerta que estaba a unos pocos metros de ellos.

El mago abrió la puerta y entraron en aquella enorme sala, las ventanas iluminaban muy bien el lugar y el mobiliario consistía en una mesa redonda, cinco sillas y dos bibliotecas con libros que contenían información sobre la ciudad. Las sillas estaban ocupadas por los miembros del consejo, quienes hicieron silencio en cuanto la puerta se abrió e inspeccionaron con la mirada al mago y más detenidamente al desalineado pelirrojo que lo acompañaba.

—Buenas tardes estimados miembros del consejo —saludó Malkin con una sonrisa—, lamento la tardanza pero tenía que esperar a Ziko —agregó rodeando la mesa hasta llegar a su lugar.

—Malkin, tú mejor que nadie deberías saber que no cualquiera puede presenciar nuestras reuniones —se quejó el duende con su chillona voz.

—Para quienes no lo saben Ziko es nuestro líder de la guardia y él es quien les va a explicar por qué estamos aquí —concluyó Malkin lanzándole una mirada seria al duende antes de volver a centrarse en el pelirrojo y hacerle una seña para que hable.

—Buenas tardes señores del consejo... bien tengo que informarles que nuestra ciudad está sufriendo una ola de robos...

—Por favor ¿estamos aquí por tres o cuatro robos? ¿No se supone que usted debe encargarse de esos asuntos "líder de la guardia"? —se quejó el barbudo enano dando un fuerte golpe sobre la mesa—. De seguro fue alguno de los que vino con el circo.

—Tengo entendido que son más de tres o cuatro robos Rugh y no puedes solo culpar a los del circo —acotó el canoso y arrugado hombre a la derecha del mago, centrándose en el enano— ¿Puede que hayan sido diez casos? —agregó mirando al pelirrojo.

—Hasta hace poco más de media hora teníamos registrados 56 casos y cuando salí de la estación había una larga fila de personas esperando para hacer su denuncia.

—¿Cómo es posible? ¿Quién podría hacer algo así en tan poco tiempo? —preguntó sorprendido el hombre de cabello castaño junto al anciano.

—Ya se los digo deben ser los del circo —insistió el enano...

—En verdad no creo que fueran los del circo, además no sabemos cuánto tiempo llevan estos robos porque curiosamente las cosas robadas no son necesariamente de valor y muchos tardaron en notar que les faltaban esas cosas, después de ayer que hubo cinco robos en una noche muchos comenzaron a fijarse... y bueno son todos los reportes que tenemos...

—Si las cosas no son de valor ¿Qué es lo que están robando? —agregó el duende con una expresión que evidenciaba su molestia ante la situación.

—Han robado ropa, libros, algunos muebles, joyería barata y cosas como piezas de porcelana...

—¿Qué hay en común entre todo eso? —intervino Malkin con verdadera curiosidad.

—Azul —respondió Ziko y rápidamente noto los ojos de todos los presentes taladrándolo—, todo lo robado es de color azul.

—¿Qué clase de ladrón roba solo cosas azules y sin valor? —volvió a quejarse el duende ahora poniéndose de pie y acercándose al pelirrojo—. Tu solo quieres engañarnos y hacernos perder el tiempo —acusó, señalando a Ziko con uno de sus delgados dedos de afiladas uñas.

—Grimoh, sabes bien que es algo que nos afecta a todos y si no hacemos nada tendremos un gran problema entre manos y ya sabemos cómo son nuestros ciudadanos cuando se alteran —dijo Malkin mientras le daba una momentánea mirada a cada uno de los presentes—, tenemos que tomar cartas en este asunto y actuar cuanto antes, ¿Alguna idea?

—Bueno, señor, en vista de que este ladrón solo roba cosas azules estaba pensando en poner una trampa —dijo Ziko llamando la atención de los miembros del consejo...

—¿Alguien aquí sabe o ha escuchado alguna vez sobre los Chromatos? —interrumpió Rugh y al ver que todos a excepción de Malkin lo miraban raro continuó—. Mi hermano vive en el centro de Macadra y en las afueras, más que nada hacia el norte habitan estas criaturas, los Chromatos...

—Disculpa Rugh pero ¿qué tiene que ver eso con nuestro problema? —interrumpió el anciano.

—Mi estimado Armand, lo que Rugh quiere decir es que quizás nuestro ladrón sea un Chromato —respondió Malkin con una sonrisa—... estas criaturas son difíciles de encontrar fuera de su zona puesto que las bananas de las que se alimentan solo crecen al norte de nuestro país, se dice que son invisibles en la oscuridad pero ante la luz las rayas de su cuerpo llaman la atención, también se sabe que roban o coleccionan objetos de un color que combina con dichas rayas.

—¿Cómo confirmamos si esa criatura es la que está robando en nuestra ciudad? —preguntó todavía de mal humor Grimoh.

—Creo que ya está confirmado ¿Cuántos ladrones roban tantos objetos que no tienen valor alguno? —dijo Malkin como si fuera algo obvio.

—Bueno, no importa sea un Chromo lo que sea u otra cosa hay que hacer algo para detenerlo y rápido —agregó Armand con expresión seria.

—Yo tengo una idea, aunque hay que ver algunos detalles, creo que servirá —comentó Malkin mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa...

Después de varias horas de planeamiento los miembros del consejo y Ziko el líder de la guardia abandonaron aquel edificio y comenzaron a recorrer la ciudad en busca de cada objeto azul que quedara en Mikos. Los ciudadanos entregaron sus posesiones a regañadientes y más de uno con fuertes amenazas, sobre todo por parte de los duendes.

Antes de que el sol cayera los miembros de la guardia habían reunido cada objeto azul que quedaba en la ciudad y los ubicaron todos formando un enorme montículo en el centro de la plaza principal. Los magos se ubicaron en puntos específicos que les permitían ver todo y los miembros de la guardia se dispusieron en los alrededores, escondidos entre las casas, los arbustos y los árboles, y esperaron a que algo apareciera. Sabían que la criatura aprovecharía la oscuridad para acercarse, después de todo se suponía que en ese momento se hacía invisible.

El tiempo pasaba lentamente y la campana del colegio de magos marcaba cada hora con un constante repiqueteo. Cuando la campana anuncio las doce de la noche muchos de los guardias comenzaron a impacientarse, ya hacía poco más de cuatro horas que estaban en sus puestos y todavía no había sucedido nada, todo el lugar estaba sumergido en una completa y silenciosa oscuridad, los guardias estaban seguros de que los magos tenían que ver con eso y aunque querían irse a sus hogares y dejar que esos mágicos y engañosos hombres se ocuparan de todo, no podían desobedecer las órdenes de su líder Ziko.

Repentinamente el silencio del lugar fue interrumpido, no por las campanas del colegio de magos, sino por pasos, pasos muy leves y casi inaudibles, que cada tanto se chocaban con algo.

—Jefe ¿lo escucha? ¿Cree que sea él? —susurró muy suave uno de los hombre que estaba junto a Ziko.

El pelirrojo le indico al hombre que hiciera silencio y abrió su mano dejando ver una pequeña y destellante piedra que en aquella inmensa oscuridad brilló como una farola e inmediatamente fue vista por las magos que estaban ubicados en lo alto de los edificios, Ziko movió la piedra indicando el sitio donde acababan de escuchar los pasos, luego se escuchó un suave tintineo y rápidamente todo el lugar se vio inundado de luz, luz que segó a los guardias por un momento. Los ruidos comenzaron a invadir el lugar, golpes, explosiones y gritos. En cuanto los guardias recuperaron la vista se encontraron con la plaza convertida en terreno de guerra, había llamas, pozos, piedras, fragmentos de árboles y objetos azules dispersos por todo el lugar, pero ninguna criatura peluda, fea y rayada que encajara con la descripción de los Chromatos.

—Malkin ¿Qué sucedió? —preguntó un sorprendido y algo molesto Ziko.

—Por lo visto mis muchachos vieron algo y comenzaron a atacar...

—Si ya veo que atacaron, destrozaron el lugar... ¿al menos atraparon al ladrón?

—Lamento decir que... no —el pelirrojo le lanzó una mirada cargada de furia al mago y luego volvió a mirar el lugar inspeccionando minuciosamente todo.

Los hombres comenzaron a limpiar el lugar mientras los magos seguían intentando excusarse por lo sucedido, diciendo una y otra vez que vieron una sombra muy escurridiza por el lugar. La paciencia de Ziko se estabas agotando, en aquella ciudad no había nada más difícil que tratar con los miembros del consejo y sus sequitos, por lo que el pelirrojo rogaba por dentro que terminaran de acomodar aquel desorden lo más rápido posible, de repente llego el guardia que había quedado cuidando el cuartel.

—Señor, señor —dijo el hombre casi sin aire—. El dueño del circo entrego en el cuartel todos los objetos robados...

—¿Qué? —exclamó Ziko realmente sorprendido.

—Dice que su Chromato se había escapado hace unos días y lo encontraron hace unas horas en una cueva, la criatura no es peligrosa pero por lo visto es un cleptómano, pide disculpas y dijo que no va a volver a suceder.

Ziko volvió a mirar a su alrededor y se detuvo en Malkin, soltó un suspiro de resignación y se acercó al mago, tendría que explicarle que todo aquello había sido para nada ya que la criatura había sido capturada por su dueño y todos los objetos devueltos. Una cosa era segura Malkin no tomaría mal la noticia pero el pueblo... eso era otro cantar, y seguramente el consejo tendría mucho trabajo. 

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