Prólogo
Kagome caminaba sin prisa al lugar de encuentro con Sesshomaru, aún tenía una hora de sobra y deseaba pasear un poco, quizá llegaría unos diez minutos antes, sabía que él ya estaría allí por que odiaba la impuntualidad.
Entró al centro comercial, nuevos locales abrían sus puertas así como otros las cerraban para dar paso a una futura empresa.
Se detuvo a medio pasillo, una tienda de lencería ofrecía un lindo conjunto de encaje y además, era de aquellos donde las bragas se conectaban con las pantimedias. Mordió su labio al imaginar cuantas cosas le harían con solo ver su cuerpo en ello.
Debatió mentalmente, ya tenía mucha lencería, una más atrevida que la otra y de distintos colores, pero al final, decidió entrar y comprarla, con la bolsa de papel en mano, se dirigió al patio de comida, ya que no había desayunado, pediría un café y quizá un sándwich.
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Ya cuando faltaban veinte minutos, salio del centro comercial y caminó solo dos cuadras, donde desde lejos distinguió a Sesshomaru Taisho, de pie con el celular en mano, ese hombre imponía respeto y admiración, así como un poco de miedo, con su metro noventa de alto, hombros anchos perfectos para afirmarse de ellos, un rostro que lo hacía parecer Dios griego y unas manos tan frías, pero que sabían muy bien donde tocar.
Por segunda vez en el día, mordió su labio para calmarse, aquellos pensamientos la llevarían a tener un orgasmo en plena avenida.
–Entremos– le dijo él cuando la tuvo de frente, ella asintió y entraron en una cafetería, donde se sorprendió al ver a Naraku y Bankotsu– bien, hablemos.
–¿Que hacen ellos aquí?– consultó tomando asiento junto a Sesshomaru y Bankotsu, se sentía pequeña– creí que estaríamos los dos.
–Quiero que me digas todo– los tres pares de ojos brillaron ansiosos por escucharla– hace tiempo que se de tu relación con estos idiotas.
–¿A quien llamas idiota, Taisho?– Bankotsu se volteó enojado, Kagome amaba esa expresión en él y no pudo evitar apretar las piernas– el idiota serás tú, que fuiste el último en saberlo.
–Silencio, déjenla hablar– agradecía que Naraku al menos, tuviera ese aire más tranquilo y paciente– vamos Kag, cuenta desde el principio.
Y allí, sentada con tres apuestos hombres, con quienes mantenía una relación más allá que una simple amistad, Kagome comenzó a contar todo, así le tomará un día completo, Sesshomaru se enteraría de todo.
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