Prólogo
Acto 1 - Las paredes del Diablo. Prólogo.
Mycroft levantó un cigarrillo con una mano enguantada. Sherlock se volvió un poco hacia él.
- Solo uno - le ofreció.
Sherlock frunció el ceño.
- ¿Por qué?
- Feliz Navidad - sonrió y buscó un encendedor.
- ¿Fumar en el interior no es eso...una de esas cosas de la ley? - se inclinó para encender el cigarrillo y luego dió una calada profunda.
- Estamos en una morgue - murmuró Mycroft, mirando la nieve que debería haberse sentido en paz - hay mucho daño que puedes hacer - hizo una pausa por un momento, concentrándose en su hermano mientras exhalaba - ¿Como supiste que estaba muerta?
- Tenía un artículo en su poder, uno del que decía que dependía su vida. Ella eligió dejarlo.
Las cejas de Mycroft se levantaron.
- ¿Donde está el artículo ahora? - muy bien podría serle de utilidad, especialmente si se trataba del teléfono.
Sherlock lo evitó volviéndose para mirar a través del otro lado a una familia afligida.
- Míralos - murmuró - A todos les importa mucho...
"Es una pena tener que morir en Navidad" pensó Mycroft de repente.
- ¿Alguna vez te preguntaste si hay algo mal con nosotros? - preguntó Sherlock.
Algunas veces.
- Todas las vidas terminan - respondió - todos los corazones se rompen. El cariño no es una ventaja... Sherlock - se volvió hacia su hermano viendo más allá de él y hacia la nieve. Había aprendido la lección dolorosa y repentinamente. Todavía sentía como un pozo frío en su pecho y quemaba en su mano de vez en cuando. Tensó las manos y resistió la tentación de mirar el objeto ofensivo que tenía en el dedo. Cuidar nunca había ayudado a nadie. No había impedido que esos brillantes ojos marrones volvieran hacia atrás y no les había impedido mirar a ciegas. En todo caso, solo lo había debilitado.
Sherlock hizo un sonido de disgusto, sacándolo de sus recuerdos.
- Esto es bajo en alquitrán.
- ¡Bueno! Apenas la conocías.
La risa de Sherlock fue corta y sin humor. Él se marchó.
- Feliz Navidad, Mycroft.
Mycroft ladeó levemente la cabeza.
- Y feliz año nuevo - dijo esperando a que su hermano se fuera antes de sacar su teléfono. Suspiró e hizo una llamada.
*
- ¿Estás esperando que mendigue? - exclamó "La mujer".
Mycroft levantó la vista de su móvil para observar a su hermano con atención. Parecía relajado y casi... indiferente. Porqué tomó demasiado esfuerzo odiar a alguien cuando te había cortado hasta la médula. Porque la única arma después de eso fue dejarles pensar que ni siquiera le importaba lo suficiente como para odiarlos.
- Sí.
"La mujer" tragó.
-Por favor. Tienes razón. Ni siquiera duraré seis meses - su voz temblaba ligeramente.
Sherlock se volvió hacia él, sus ojos planos.
- Perdón por la cena.
El golpe final, lo único que le permitió irse con su dignidad y su armadura, aunque empañada y rota, aparentemente intacta.
Mycroft se dió la vuelta preguntándose qué tan diferente podría haber sido si él hubiera podido hacer lo mismo. Suspiró y cerró los ojos brevemente cuando se había permitido la debilidad que tan recientemente había roto a su hermano y a "La mujer" detrás de él. No había terminado bien. De hecho, ni siquiera había terminado.
Aún no.
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