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Capítulo 1

Capítulo 1 - El vals del Diablo

El alegre tintineo de las campanas anunció la entrada de Mycroft en la boutique de la floristería. El pesado perfume de la flora lo envolvió y se enterró en el tejido de su ropa. Una cabeza rubia se asomó por encima del mostrador. Mycroft inclinó la cabeza a modo de saludo y deslizó el mango de su paraguas sobre el hueco de su brazo. La mujer se enderezó y colocó un tomo de papeles sobre la encimera. Ella le sonrió ampliamente, moviendo su cabello detrás de su oreja.

- ¿Como puedo ayudarte?

El puso sus manos sobre la encimera y suspiró levemente.

- Necesito un consejo. Tengo una...amiga a la que le compré unas hermosas gardenias hace dos días. A ella no le agradaron.

La mujer rió.

- Recuerdo tu pedido. Hermosas flores, estaba muy orgulloso de ellas. Tu amiga debe ser exigente.

Él puso los ojos en blanco.

- Exigente y crítica, sí.

- Veamos lo que tengo para tí - ella entró por una puerta baja y batiente y lo condujo a la parte trasera donde estaban almacenados sus envíos - lo ordenó online, lo recuerdo. Sería mejor si realiza el pedido en persona.

- Quizá ese era el problema. Ella pudo haber sabido que hice un pedido online.

- ¿Cómo haría ella eso?

- Ella tiene sus caminos - murmuró él.

La mujer sonrió.

- Ya veo. Un poco impersonal - ella se inclinó para examinar un ramo antes de continuar - ¿Es éste un gesto romántico?

Él resopló con desdén.

- Para nada. Simplemente no sabía qué quería para su cumpleaños y me di cuenta de que estaba esperando algo. Estaba muy feliz por el vestido; sin embargo, las flores fueron ignoradas. Es su forma de decirme que es infeliz.

Ella sonrió más ampliamente.

- Una relación un poco extraña si le compras ropa pero solo son amigos. ¿Qué tan cercanos son?

- No mucho. Ella es mi AP.

-Ah. Bueno, ¿Qué tal unas azaleas? - ella lo condujo hasta un grupo de flores púrpuras, rosas y blancas - ¿Le gusta el color rosa?

- No particularmente.

- Luego púrpura tal vez. Un color real. Podrías aguantarla con ese pequeño hecho.

El labio de él se crispó en lo que pudo haber sido un destello de sonrisa.

- Probablemente, sí - su teléfono sonó y lo sacó de su chaqueta. Su labio se crispó de nuevo - tu cámara. ¿Está conectada por WiFi? - inclinó la cabeza hacia la puerta.

Sorprendida, ella miró la cúpula que se encontraba sobre la jamba de la puerta.

- Sí...

- Bueno, ella está contenta con las azaleas y le gustaría las blancas con un toque de rosa - señaló un ramo - esas, supongo - el teléfono sonó de nuevo - no, lo siento, éstas - suavemente puso un dedo sobre otro ramo y se volvió para darle a la cámara una mirada de regaño.

Ella lo miró boquiabierta y luego a la cámara antes de asentir tontamente.

- Bien entonces, Señor...

- Holmes.

Ella asintió de nuevo y le hizo un gesto para que esperara en la tienda.

- Bien.

Cinco minutos después, regresó al mostrador con el ramo envuelto. Mycroft le entregó su tarjeta. Sonrió desconcertada ante el nombre antes de deslizarla.

- Mycroft Holmes. Que nombre...

- Dios sabe lo que pensaban mis padres - respondió secamente.

- Al menos no es algo como James. Te destacas un poco.

Su nariz se arrugó.

-No creo que me guste destacar - ella rió y le devolvió la tarjeta. Él tiró su billetera y sostuvo el ramo con cuidado - gracias, Señora...

- Brooks, Savannah Brooks.

- Señora Brooks -  levantó su paraguas para protegerse de la lluvia mientras salía.

Ella lo miró con curiosidad. Él se metió en un lujoso coche negro. El conductor cerró la puerta y dió la vuelta al otro lado. Se alejaron tan silenciosamente como habían venido.

*

- Hola.

Savannah saltó y se dio la vuelta para enfrentarse a un cliente conocido. Ella sonrió.

- ¡Señor Holmes! Hola de nuevo.

Las  cejas de él se arquearon con sorpresa.

- Buena memoria...- remarcó. Habían pasado cuatro meses desde la última vez que la había visto.

Ella se apartó el pelo rubio de la cara, sus ojos marrones se encogieron con un brillo amistoso.

- Es difícil olvidar un nombre y porte como el tuyo.

- ¿Y por qué es eso? - su labio se crispó.

Ella se preguntó si eso era realmente todo lo que él mostraba alguna vez en forma de sonrisa.

- Un nombre extraño para un hombre extraño. Trajes a medida y una AP que puede hackear mis cámaras - él bajó la mirada a su ropa y luego a ella. Ella sonrió - ¿En qué puedo ayudarte de todos modos?

- Un funeral.

Su sonrisa se redujo de inmediato y sus ojos se agrandaron.

- Oh, lo siento mucho.

Él levantó la mano, rechazando sus condolencias.

- No los conocía bien. Solo quiero presentar mis respetos.

- Oh, bueno. Veamos qué podemos hacer - ella lo llevó a la parte de atrás de nuevo, volviéndose cuando le preguntó si había alguien más que trabajara con ella - mi amiga lo hizo pero se casó y se fue al Tíbet. No me he molestado en encontrar a nadie más, puedo arreglármelas por mi cuenta. ¿Para el servicio o para ser enviado a casa?

- Casa. ¿Qué son esas?

Ella asintió.

- Un arreglo de simpatía. Hortensias azules, rosas crema, lirios orientales...

- Esas estarán bien.

Ella levantó el arreglo junto con su jarrón azul profundo y lo condujo de regreso a la tienda.

- Si tienes una AP, ¿Por qué venir tú mismo?

- Yo estaba en la zona - inclinó la cabeza en el equivalente a un encogimiento de hombros. Entregando la tarjeta escondida, suspiró cuando sonó su teléfono. Ella le devolvió la tarjeta cuando él respondió - sí...¿Cuándo? - él puso los ojos en blanco - informe al embajador que estaré con él en veinte minutos si logra contenerse - él asintió con la cabeza y tomó el ramo - se están volviendo cada vez más impacientes, tendremos que...- su voz se fue apagando cuando se fue.

Savannah lo miró fijamente con los ojos muy abiertos. Sacudiendo la cabeza, volvió a su trabajo. Un hombre extraño con un nombre extraño y un trabajo que le traía preguntas extrañas a la mente.

*

- Necesito algo irritantemente brillante y con un olor fuerte.

Savannah miró hacia arriba con una sonrisa ante el tono dulce del extraño hombre. Ella rió.

- ¿Cuál es la ocasión? - fue a principios de Marzo del próximo año.

- Mi hermano está en el hospital después de un estúpido truco.

- ¿Y quieres molestarlo?

- Sí.

Su sonrisa se volvió perpleja pero se encogió de hombros y lo llevó de regreso. Se abrió la puerta y sonó el timbre justo cuando entraba otro cliente.

- ¡Hola! - ella saludó - vamos de regreso - se volvió hacia Mycroft - probablemente sepa lo que está buscando, eche un vistazo. ¿Como puedo ayudarte? - esto último lo dijo al recién llegado.

Cuando terminó, él se acercó al mostrador con una extraña mezcla de simpatía y flores de boda. Sus olores y colores chocaban horriblemente y la hacían mirar con las cejas arqueadas.

- ¿Cuánto de feo es esto? - preguntó él.

- Mucho.

- Maravilloso.

Ella se rió y negó con la cabeza antes de tomar su tarjeta.

- Agregaré esto a la lista de cosas extrañas sobre tí.

- ¿Hay una lista? ¿Desde cuándo es eso?

- No mucho pero crece cada vez que te veo.

Su rostro permaneció sereno pero sus ojos azules le miraron con una mezcla de risa y curiosidad.

- Tendré que ser más cuidadoso, entonces. No puede pensar que soy un loco.

- ¿Porqué importaría mi opinión? - ella arqueó las cejas pero no pudo evitar que su labio se torciera en una sonrisa.

Él comenzó a irse.

- Porque eres mi florista favorita - murmuró, abriendo la puerta y saliendo a la rara luz del sol de la tarde.

*

La lluvia comenzó a caer una hora antes de que Savannah saliera de la tienda. Maldijo el paraguas que había olvidado en casa y maldijo los taxis que pasaban con pasajeros adentro. Caminando a través de los charcos, se subió el cuello inútilmente para protegerse del frío y se hundió más en la chaqueta.

Un coche negro se detuvo a su lado y avanzó poco a poco mientras ella caminaba. Ella lo miró con sospecha. Alejándose de la carretera, lo miró de nuevo. El coche se detuvo y bajó la ventanilla.

- ¿Puedo ofrecerte un paseo? - llamó una voz familiar.

Ella hizo una pausa y se volvió para mirar el rostro preocupado de Mycroft Holmes. Con un suspiro de alivio y una sonrisa, corrió por el otro lado y se deslizó dentro del auto.

- Muchas gracias - ella respiró.

- Por supuesto - asintió con la cabeza a su conductor y se alejaron.

Ella se sentó derecha y en el borde del asiento, sintiéndose culpable por arruinar los asientos de cuero suave. La respiración de Mycroft resopló rápidamente en lo que pensó que era una risa.

- Siéntate, está bien - murmuró.

Ella se relajó de mala gana y le dió su dirección al conductor. El hombre asintió y giró a la izquierda.

- Señor - dijo alguien. Una mujer se reclinó desde donde estaba sentada en el asiento delantero - los campos se están iniciando de nuevo.

Mycroft suspiró.

- Cerrarlo y aumentar su vigilancia. Lo quiero vigilado de cerca.

- Señor - la mujer se volvió de nuevo.

Mycroft le hizo un gesto.

- Mi asistente Anthea.

- Oh, la quisquillosa - asintió Savannah.

Se escuchó una sonrisa en la voz de la mujer mientras respondía.

- Eran encantadoras, gracias.

- Por supuesto - ella se volvió hacia Mycroft - ¿Puedo preguntar qué haces o es tan clasificado como suena?

El labio de él se crispó.

- Soy simplemente un funcionario, uno menor en eso. Un trabajo de escritorio aburrido que se ocupa de las quejas de los superiores y cumple sus órdenes.

- Cierto...y yo soy una rica heredera que decidió aceptar trabajo mal pagado como florista para comprender a la gente común.

Él se dio la vuelta y ella sospechó que estaba ocultando una sonrisa. Miró por la ventana y descubrió que estaban fuera de su edificio. Empezó a salir cuando Mycroft puso una mano en su brazo. Él salió y se acercó a ella. Abriendo la puerta, sostuvo su paraguas sobre los dos. Savannah lo miró parpadeando y luego salió.

- Gracias.

- Por supuesto - la acompañó hasta la puerta de su edificio.

Ella lo miró después de deslizar la llave en la cerradura.

- ¿Podría ofrecer té y la sala para calentarte como agradecimiento?

Él parpadeó lentamente y luego asintió. Regresando al auto, les dió instrucciones y luego regresó a su lado, presentándole una expresión de espera.

Ella lo dejó entrar y se dirigió a la cocina. Al encender la tetera, buscó algunas tazas limpias.

- Siéntase libre de mirar a su alrededor - asomó la cabeza hacia atrás para encontrarlo examinando su vieja colección de CD. Había una mezcla de hard rock y blues sórdido y algo de música folclórica que había encontrado a lo largo de los años. Tenía algunos álbumes específicos de las décadas junto a su sección increíblemente pequeña de música clásica.

Él dió un toque al estuche de Schubert en silenciosa aprobación. Ella se apoyó contra la jamba de la puerta y lo miró con una sonrisa en los ojos.

- Soy fan de Rosamund y The Trout cuando me siento un poco dramática. Para los momentos especialmente extravagantes, el 1812 de Piotr es agradable.

- ¿Tienes la versión de los cañones?

- Por supuesto, es la única versión apropiada - el labio de él se crispó de nuevo - pon algo si quieres.

Él volvió a mirar los CDs y sacó un estuche. Deslizando el disco en el estéreo viejo y estropeado, se volvió a mirar a su alrededor. La tetera comenzó a silbar y Savannah se fue a servir justo cuando la música soul comenzaba a fluir desde la sala de estar.

- Un fan de Bo, ¿Eh?

- Cuando estoy cocinando, sí.

- Ooh, ¿Cocinas? ¿Y lo haces bien? - ella le dió su té.

Lo tomó agradecido y la miró a los ojos.

- Excelente en realidad - la estudió en silencio durante un largo momento.

Ella sintió un ligero cosquilleo en el estómago mientras su mirada azul oscuro se demoraba. Parecía como si la estuviera descifrando lentamente, llegando a una conclusión que la hizo preguntarse qué estaba revelando. Parecía como si supiera algo, pero ella no tenía nada que ocultar. Finalmente, tomó un sorbo de su té, mirando a otro lado. El sentimiento se había ido. Exhaló lentamente e hizo un gesto hacia el sofá.

- ¡Siéntate! Nunca tengo la oportunidad de charlar con un agente secreto bien vestido.

Su labio se crispó de nuevo y se sentó en su sofá marrón chocolate.

- ¿Qué hay de mí que te dice agente secreto?

- No sé cómo llamar a un hombre que dice tener un trabajo menor pero habla de embajadores y vigilancia de la gente.

- ¿Porqué no un jefe espía?

- Hmm sí, eso es más parecido. Eres Alpha Uno o algo así.

Él escondió su sonrisa en su taza, cerrando los ojos brevemente en lo que ella decidió que probablemente era una risa silenciosa.

- Está bien - le concedió - Alpha uno entonces. Lo que sea.

- Oye, ¡No te burles de mí! - su protesta fue interrumpida por la risa. Ella se detuvo cuando alguien llamó.

Mycroft se puso de pie lentamente y dejó su taza sobre la mesa.

- El deber llama - murmuró - agentes secretos para dirigir y todo eso, ya sabes. Gracias por el té.

- ¡Por supuesto! Gracias por el viaje - sostuvo la puerta cuando él salió.

Su asistente miró hacia arriba brevemente antes de girar sobre su costoso tacón y dirigirse al auto. La siguió, paraguas negro girando suavemente sobre su cabeza bajo la lluvia.

*

No fue hasta dos semanas después que supo de él. Sonó su móvil.

- Hola, hola - respondió ella alegremente.

- Hola - saludó una voz suave y dulce.

Ella dejó de remover su cena y miró fijamente el reloj sin comprender. No, no puede ser...

- ¿Quién es?

- Espero que no me hayas olvidado ya.

- ¿Mycroft? - ella sacudió la cabeza.

- Ah, ahí está. Sí, hola.

- ¿Como conseguiste mi número?

- Alpha uno tiene sus ventajas - bromeó con una sonrisa en su voz - estás en la guía telefónica.

- ¿Me buscaste?

- Anthea lo hizo y dejó tu número en mi escritorio. Supuse que era una señal de que debería llamarte.

Ella se apoyó en la encimera y empezó a revolver de nuevo. Algo le dijo que quería algo.

- Bueno, hola entonces. ¿En qué puedo ayudar al maestro de los espías?

- No estoy del todo seguro. ¿Qué estás haciendo?

- Cocinando. ¿Estás ocupado? - parte de ella se preguntaba si invitarlo a cenar casi confirmaría el interés que creía haber visto en sus ojos la última vez. Probó la salsa, chasqueó los labios ligeramente y alcanzó la pimienta.

- Realmente no. Las cosas parecen haberse calmado un poco.

- ¿Como suena una cena? Se suponía que mi amiga iba a venir, pero se puso al día y tengo más chile del que necesito.

Él lo pensó por un momento.

- Una cena suena maravilloso. ¿Veinte minutos?

- La puerta estará abierta - sonrió triunfalmente y colgó. Apagando el fuego, fue a su habitación para ponerse algo un poco más presentable.

Él llegó exactamente en veinte minutos, vestido con un traje oscuro de tres piezas a cuadros, camisa celeste y corbata rojo intenso, casi burdeos. Ella lo consideró rápidamente antes de mirar su paraguas.

Se apoyó en él casualmente y se metió algo en un bolsillo. Siguiendo su mano, encontró una cadena de oro apoyada contra la tela de su traje.
Ella estalló en una amplia sonrisa.

- Mycroft, ¿Eso es un reloj de bolsillo?

- Así es.

- ¿Y tienes una espada en ese paraguas?

Fue una pregunta tonta, pero por alguna razón era perfecta. Él sonrió. Ni un gesto de los labios ni un giro de la cabeza. Sus labios se separaron y sus ojos se arrugaron un poco. Savannah trató de evitar sonreír tanto y Mycroft parecía estar tratando de evitar mirar fijamente cada vez que fallaba. Ese pensamiento solo la hizo sonreír más.

- Podría ser - rió él.

Ella sonrió y fue a la cocina.

- ¡Ponte cómodo! La cena está casi lista.

Estaban comiendo unos minutos y acercándose el uno al otro, enfrascados en la conversación y actuando como si hubiera otros alrededor para escucharlos hablar de sí mismos.

Ella lo persuadió de que comiera postre después de murmurar que hacer dieta era un esfuerzo completamente inútil, ya que él ya se veía perfectamente bien. Ella tuvo que evitar decir "increíblemente atractivo." Estaban encorvados sobre una lata de helado y sentados notablemente cerca al final de la noche.

Fue un bostezo traicionero contra el que había estado luchando durante una hora lo que le puso fin. Él sonrió con complicidad, pareciendo más cómodo hacerlo ahora con ella.

- Es tarde y estoy seguro de que los dos tenemos que levantarnos temprano - se puso de pie, llevándose los platos a la cocina con él.

- ¿Vas a lavar por mí? - preguntó recostándose.

- Tú cocinaste - dijo a modo de explicación.

Se acomodó en su silla y cerró los ojos, más que feliz de dejar que él limpiara por ella. Cuando finalmente se levantó para ir a la cocina, él se estaba secando las manos y mirándola con una pequeña sonrisa.

- Te quedaste dormida.

Sus ojos se abrieron y su mano se levantó para cubrir su boca.

- ¡Oh Dios mío, lo siento!

Él rió suavemente.

- Está perfectamente bien.

Ella lo miró, cómo aún podía parecer tan correcto incluso sin la chaqueta, las mangas arremangadas y su pequeña cofia de cabello cayendo sobre sus ojos. Su corbata se aflojó y ella apartó la mirada antes de que él la sorprendiera mirándolo. Cuando ella lo miró a la cara, él la estaba estudiando con una mirada curiosa y cómplice. Sacudiéndose levemente, se bajó las mangas y se ajustó la corbata. Volviéndose a poner la chaqueta, la miró.

- Gracias por la cena - murmuró - me temo que ha pasado demasiado tiempo desde que comí de forma adecuada.

Ella sonrió.

- Por supuesto. Me alegro de que hayas venido. Me impidió derretir mi cerebro con la mierda de la tele - un golpe en la puerta la hizo saltar.

- Ese sería mi conductor. Buenas noches.

*

2002

- ¿Puedo sentarme aquí?

Savannah levantó la vista de su taza y parpadeó al hombre que estaba junto a ella.

- Umm....seguro.

- Gracias - se sentó y puso una carpeta sobre la mesa. Sorbiendo su café, se centró en su teléfono.

Savannah miró la carpeta y luego hacia la ventana. Su espalda se tensó de repente y miró hacia abajo. Savannah Elizabeth Brooks.

- Umm... - ella vaciló.

Él la miró con indiferentes ojos marrones.

- Eso es tuyo, por cierto.

- Puedo ver eso. ¿Por qué lo tienes? - ella se sentó, mirando a su alrededor en busca de una cámara. ¿Cuál era la probabilidad de que Mycroft estuviera aburrido y la estuviera mirando en este momento?

El hombre abrió el archivo y hojeó su contenido.

- Conoces a Mycroft Holmes desde hace dos años, ¿No? Casarte en un mes...debes estar emocionada - su sonrisa era demasiado amplia. La sonrisa se redujo y deslizó el archivo - eso - respondió - es el expediente de Mycroft Holmes sobre usted. Procedimiento estándar - ella sabía eso; lo había visto antes. Él arrojó otra carpeta sobre la mesa. Golpeó un poco más fuerte - y ese es el expediente de mi empleador. Puedo ver la ligera diferencia de peso y grosor. Y estoy seguro de que sabe qué información puede tener mi empleador que Mycroft Holmes no tiene. ¿Entiendes la situación?

Ella se obligó a no mirar a su alrededor. Sus palmas comenzaron a sudar un poco y se las secó en sus jeans antes de abrazarse con fuerza. Ella asintió aturdida en respuesta.

Su sonrisa regresó, enviando un temblor a través de sus músculos.

- Bien. Mi empleador tiene una oferta para tí. No puede prometer la felicidad como estoy seguro de que te gustaría. Pero la seguridad y la seguridad financiera siempre son agradables, ¿no? No debería haber mucho dolor involucrado, pero tú prometido tendría que irse. Piensa en ello.

- ¿A qué te refieres con irse? - su voz era más temblorosa de lo que le hubiera gustado.

Él sonrió de nuevo.

- ¿Usted que piensa, Señorita Brooks? Piense en ello.

- ¿Co...como me pongo en contacto con usted? ¿Con una respuesta? - ella miró a la cámara. Oh Dios, Mycroft, por favor, mira.

- Tú no. Solo tienes una respuesta y te encontraré - él dejó una propina sobre la mesa, miró a la cámara con complicidad y luego de nuevo a ella antes de irse tan silenciosamente como había venido.

*

- ¿Qué ocurre?

Savannah saltó cuando la voz de Mycroft vino detrás de ella. Él envolvió sus brazos alrededor de su cintura y apoyó la barbilla en su hombro.

- Nada - murmuró ella. Su estómago se revolvió nerviosamente.

Él la apretó más fuerte.

- Has estado mirando tu teléfono durante los últimos diez minutos sin hacer nada. ¿Qué pasa?

Ella se mordió el labio y se volvió en sus brazos, forzando una rápida sonrisa.

- Recibí una llamada de mi papá. Un viejo amigo de la escuela está en la ciudad y quiere verme - ella agitó la mano de una manera frívola, tratando de ignorar sus acciones. Su nariz hormigueaba levemente y resistió el impulso de apartar la sensación, sabiendo que era una de sus señales - me pongo nerviosa al pensar en encontrarme con viejos amigos, ¿sabes? ¿Qué pasa si ya no hacemos clic y todo eso?

Él la miró con esos ojos calculadores a los que se había acostumbrado tanto.  Oh no sabía si le creía, eso era obvio. Pero no importaría después de mañana. Esto terminaría y todo estaría bien. Él asintió y la dejó ir. Acercándose al espejo, se aflojó la corbata.

- ¿Dónde?

Ella exhaló lentamente.

- Sheffield. Volveré para cenar, creo. O al menos lo intentaré.

Él asintió y la miró a los ojos en el espejo.

- ¿Estás segura de que eso es todo?

Ella sonrió y envolvió sus brazos alrededor de él, besando entre sus omóplatos y sintiendo su calidez filtrarse a través de su camisa. Ella miró por encima de su hombro.

- Lo prometo. Lo siento, estoy preocupada por nada - su sonrisa se sintió genuina esta vez. Realmente estaría bien. No había nada de qué preocuparse.

La hizo girar para mirarlo y la besó suavemente.

- Bueno, me iré temprano en la mañana, así que no estaré aquí para despedirte.

Ella tarareó en su beso.

- ¿Así que se supone que debo despedirme de tí ahora?

Él sonrió.

- No estoy seguro de porqué tienes que preguntar.

Ella se rió suavemente mientras la tiraba hacia la cama.

- Bueno si insistes.

Al día siguiente, se encontró de nuevo en el mismo café esperando al hombre. Se sentó con las mismas formalidades: ¿Puedo sentarme aquí? Y Gracias.

Él la miró expectante mientras ella le pasaba los archivos. Ella respiró hondo.

- No.

Sus cejas se levantaron con sorpresa. Savannah se movió y luchó contra el impulso de apartar la mirada hacia la cámara.

- No entiendo - murmuró él.

Ella tragó.

- No, no acepto la oferta de tu empleador. Prefiero arriesgarme que traicionar la confianza de Mycroft.

Él asintió lentamente y luego tomó los archivos.

- Le pasaré el mensaje. Buena suerte, señorita Brooks - sonrió con frialdad - espero que ustedes dos estén muy felices juntos.

Ella lo vio irse y luego vagó por la zona durante el resto del día. Al regresar a la casa blanquecina de Mycroft en Belgravia a las cinco, sonrió para sí misma y dejó su cargamento de bolsas en la encimera de granito. Encendiendo el estéreo, bailó hasta la cocina y preparó sus ingredientes. Empezó a limpiar la carne, cantando para sí misma y sintiendo que finalmente podría volver a estar emocionada por el veintiuno de marzo.

- Alguien la pasó bien.

Savannah se volvió y sonrió cuando Mycroft se inclinó hacia la cocina. Ella clavó un trozo de pechuga de pollo con un tenedor y bailó donde él estaba. Su rostro era, como de costumbre, cuidadosamente neutral, pero sus ojos bailaban divertidos. Tomó el tenedor, se inclinó para besarla rápidamente y luego probó el pollo.

- Mm...no estoy seguro de que es esto, pero es maravilloso.

Ella sonrió y se estiró para besarlo de nuevo, esta vez más lento.

- ¿De qué se trata esto? - él preguntó contra sus labios.

- Nada - ella acarició su mejilla - soy feliz.

El tenedor repiqueteó ruidosamente en el fregadero cuando se lo tiró por encima del hombro. Ella lo miró y luego chilló cuando Mycroft la sacó de la cocina.

- ¡La comida todavía se está cocinando! - protestó ella.

- ¿Y cuánto tardará eso? - él murmuró en su piel besando su cuello.

- Veinte minutos como mínimo.

- Tiempo suficiente - él sonrió ante su grito y protesta a medias mientras la llevaba escaleras arriba.

*

21 de Marzo de 2002

- Casados...

- ¿Hmm? - Mycroft se volvió de lado para mirarla. Ella lo miró a los ojos en la tenue luz que entraba por la ventana.

- Estamos realmente casados - susurró ella.

Él sonrió lentamente y pasó una mano por su costado.

- Sí, dios te ayude - se inclinó para besarla - ¿Se está hundiendo? - ella asintió - ¿Te sientes diferente?

- Un poco adolorida, sí - ella se rió en la almohada mientras él la mordía.

- Prácticamente me arrastraste fuera de allí; es tu propia culpa.

- Nunca dije que me estaba quejando - ella se estiró y se acercó más bajo las sábanas - pero tengo hambre.

- Son las dos de la mañana .

- ¿Y?

Ella casi podía oírlo poner los ojos en blanco. Él rodó fuera de la cama y se puso una bata.

- Veamos qué nos han preparado, ¿eh?

- ¡Yay!

- Te agrada demasiado la comida.

- Dice el hombre que se comió su propio trozo de pastel y luego el mío - ella le dió un golpecito.

- Me lo merecía. A pesar de lo que piense mi hermano.

- Sherlock podría soportar ganar algo de peso - murmuró ella, tomando una toalla de cocina del estante y retorciendola en sus manos - él puede callarse. Me gustas tal como eres.

Él se sobresaltó cuando ella le dió un manotazo en el trasero con la toalla. Ella se rió y se escapó. Él se olvidó de su bocadillo, de repente se centró en recuperarla.

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