Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

35 Susurros


Karin no pudo sentirse avergonzada del grito que salió de su garganta cuando miró el remolque volar por los aires y el vehículo se sacudió violentamente. Detrás de ella, los niños y Geneve habían tenido reacciones similares, y quizás en el carro de al lado también. Tenía el nombre de Kaltos en la punta de la lengua y estaba segura de que estaba repitiéndolo en voz alta, así como intentando asegurarse a sí misma que al ser un ser especial «una persona diferente», mejor dicho, Kaltos tenía más posibilidades que nadie de sobrevivir a eso.

Cuando el humo se disipó un poco y los remolinos de fuego se disolvieron en el aire, del remolque solo quedó una mole de chatarra ardiendo con sendas llamaradas y un montón de escombros también en llamas que habían caído por todos lados. Karin intentó ver algo entre el vapor que lo distorsionaba todo, pero le fue difícil distinguir nada. No al principio, cuando con una mano palpaba el suelo bajo el asiento del copiloto en busca de su arma.

-¡Karin! -gritó Geneve.

No hizo falta ver hacia donde la chica señalaba. Karin accionó los cambios del automóvil de inmediato para echar reversa como hizo Lex a su lado mientras una horda de infectados traspasaba el fuego sin importarles que sus harapos sucios y grasientos se encendieran al instante. Cuando la transmisión aceptó el cambio, Karin pisó el acelerador a fondo solo para llevarse una enorme sorpresa al sentir el golpe que sacudió la camioneta y la amarró al suelo, inmovilizándola.

-¡Algo se quema detrás de nosotros! -chilló Rodolfo.

Karin lo miró por el retrovisor mientras intentaba inútilmente echar a andar el auto ahora hacia adelante. Un pedazo enorme de metal se había encajado en la parte baja del chasis como una maldita trampa para osos y los dejó listos, como una cajita de sorpresas, a las decenas de infectados que finalmente los alcanzaron y estrellaron sus cuerpos en llamas contra el vehículo. Los niños comenzaron a gritar al instante, abrazados a Geneve, que también lloraba y veía en todas direcciones como si un milagro pudiera salvarlos.

-¡Carajo! -maldijo Karin. Se agachó y hurgó dentro de la mochila que estaba detrás, a los pies de los niños. Extrajo tres granadas que comenzó a configurar rápidamente, deslizando los dedos sobre la pequeña pantalla táctil-. Tendremos solo un momento para deshacernos de ellos -dijo por encima de los gritos de los niños y los gemidos desesperados de los infectados-. ¡Escúchenme!

Pero no pudo terminar de hablar cuando el claxon de un vehículo a su izquierda sonó un par de veces antes de que Lex y Fred pasaran a toda velocidad, arrasando con media docena de infectados.

Karin aprovechó la distracción y apretó un botón de para abrir el vidrio del techo.

-Geneve, ponte al volante. Cuando te lo diga, aceleras -le indicó a la adolescente, que a pesar del miedo, se apuró a obedecer, deshaciéndose sutilmente del agarre de ambos niños.

Con medio techo corredizo abierto, Karin sacó la mitad del cuerpo, presionó el botón de una de las granadas que traía en la mano y la arrojó a la parte trasera del automóvil, ya inundada de infectados, justo en el momento en el que Lex trazó una curva a unos pocos metros del remolque y enfiló de regreso hacia ellas. La explosión alcanzó a flamear uno de los brazos de Karin cuando no fue lo suficientemente rápida para regresar al interior del auto, lo que no evitó que lo hiciera con un grito que Geneve obedeció al instante, después de la sacudida que los empujó hacia adelante y que trizó peligrosamente el vidrio trasero.

La adolescente pisó el acelerador a fondo y Karin intercambió una fugaz mirada con Fred al verlos pasar de nuevo arrasando infectados. El vehículo dio un par de tumbos, rechinó siniestramente como si se quejara, y finalmente se soltó. Geneve intentó pasar por encima de la gente que estaba aglomerada en torno a ellos, haciéndolo con dificultad. El mundo temblaba conforme las llantas de la camioneta aplastaban cuerpos, pero todo estaba demasiado frenético como para darle importancia a un hecho que en otro momento hubiera sido por demás traumático. Karin sudaba copiosamente a pesar del frío, sentada ya en el asiento del copiloto. Se levantó de nuevo, volvió a sacar medio cuerpo por el techo corredizo, y arrojó por turnos las siguientes dos granadas, despejando el camino cuando la gente enferma volaba en mil pedazos. Los vidrios estaban ya llenos de sangre, jirones de carne, saliva y hollín para esas alturas, apenas permitiéndoles ver nada. El olor del plástico y el combustible quemado era insoportable, pero mejor que quedarse sin hacer nada y esperar la muerte lentamente.

-¡No creo poder girar para regresar a la carretera! -gritó Geneve, recargada completamente en el volante para intentar mirar algo a través de la pequeña ranura de vidrio limpio que estaba casi al ras del tablero-. Hay demasiados detrás de nosotros y volveremos a atascarnos.

-Pasa por un costado del remolque -le indicó Karin-. Nos reuniremos con ellos después. Entraremos a la ciudad por aquí, solo no dejes de acelerar.

-¿Qué hay de Kaltos? -preguntó Geneve-. ¿Lo dejaremos? ¿Está...? ¿Crees que esté...?

-Dios, no lo sé -murmuró Karin, aferrándose a la agarradera del techo cuando pasaron cerca de las enormes lenguas de fuego que consumían los restos del remolque y atropellaron más cuerpos e infectados en el proceso-. Yo... Espero que esté bien. En verdad espero que lo esté. Es... alguien muy fuerte. Debe estar bien.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro