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La salvación

Año 2050

Ahora vivimos en un mundo donde las máquinas tienen el dominio absoluto del mundo. Sumado a los grandes empresarios que se asociaron a las máquinas para que no los mataran. Las grandes industrias siguen de pie intoxicando a éste mundo ya hecho cenizas.

Descubrimos que los cyborgs son torpes en la noche, por su visión casi luna. Por lo que, uno o dos hacen guardias por las dudas; mientras que los demás, descansamos para poder estar con todas las energías para el día. Cuando somos un blanco fácil para ellos.

Todos los días lamentablemente, muere alguien en la zona desconocida. Los supervivientes ya tenemos nuestros lugares de encuentro marcados hace muchos años. Se han ido reduciendo porque, nos han ido encontrando. Más, la guarida de nuestra jefa suprema nunca ha sido descubierta.

La jefa nos mandó a llamar a todos para una reunión de emergencia a las doce de la noche. A los escondites antiguamente los llamaban sótanos.

Los privilegiados viven en Metrópolis, la ciudad de los sueños, así es como ellos le llaman. No tengo la menor idea de porqué, ellos no pueden salir de allí. Aunque no parece molestarles en lo absoluto.

La reunión se llevó como siempre, todos sentados en el piso de tierra en dónde todos opinamos y escuchamos las noticias que nos da la jefa suprema.

—Tengo un comunicado de gran importancia. Uno de nosotros tendrá que entrar a Metrópolis para poder rescatar a alguien que nos ha ayudado todo este tiempo y no lo logró ésta noche. Aunque uno de los nuestros ha podido escapar, quién tiene más información acerca de los planes de los empresarios. No sé por cuánto tiempo no sospecharán de ella, ante el escape de su hermano —puntualizaba de pie al frente de todos.

Comenzaron los murmullos de todos mis comentarios. La mayoría suponía que eran espías que habían logrado engañar a la gran jefa y que todo era una mentira. La mujer de cabello blanco nos miró a todos seria con sus ojos pardos intimidantes. Aquello causó que todos se callaran casi al mismo tiempo. Al haber completo silencio, retomó su comunicado.

—Esta noche se encuentra con nosotros uno de las dos personas que nos han ayudado todos estos años para defendernos de la metrópolis. Ellos se han arriesgado y uno de ellos sigue ahí —reveló algo inquieta.

—Debe tratarse de una trampa —saltó Paul, el muchacho corpulento — ¿Por qué hay que ayudarlos? —agregó.

—Porque se trata de mi nieta —confesó la jefa suprema con lágrimas que desbordaban lágrimas de sus ojos pardos —. Con la invasión de las máquinas, perdí a mi hija. Ella se había casado con un empresario que la engañó, le creyó y murió pocos años después.

—¿Quién era su marido? —preguntó Amanda de manera brusca.

—Raphael Winchester.

Hubo un gran silencio que reinó el lugar por varios segundos. Ese nombre era el más escuchado y más temido por todos. Es el empresario más rico de todos y quien maneja Metrópolis junto a los cyborgs.

—¿Quién es él? —preguntó Normal, vigilando a lo que antes llamaban ventana.

—Yo. David Winchester.

Apareció un chico alto, de hombros anchos, y elegante. Vestía una camisa blanca, con unos pantalones negros y unas botas marrones. Su cabello oscuro estaba peinado hacia atrás, que brillaba con la luz del foco y su mirada era igual que su abuela, tan misteriosa como intimidante.

—Mi hermana y yo siempre vivimos en un colegio pupilo y a los quince años ya cursábamos la universidad. Hemos descubierto muchas cosas con el pasar de los años. Cuando éramos niños realizábamos proyectos para sacar buenas notas hasta que, un día lo vimos empleado en la gente. Teníamos once años cuando lo descubrimos y supimos de la rebelión. Mi hermana tuvo la gran inteligencia de pasar información a ustedes por gusanos mecánicos, que viajan debajo de la tierra hasta cinco metros y no se detienen hasta llegar a su objetivo —explicaba detalladamente sin titubear y ninguna pausa en ningún momento —. Hemos descubierto que casi todas las personas, son controladas por chips invisibles al ojo humano, se disuelven en el agua. Las grandes corporaciones manejan a las personas para que se comporten como es debido. Nosotros, nos insertamos unos falsos por si somos escaneados. Además, ya sabemos cómo debemos comportarnos para no ser capturados.

—¿Y por qué es tan importante tu hermana? —le preguntó Amanda con un tono molesto. Lo miraba como si tuviera al enemigo frente a ella.

—Porque ella tiene la segunda parte de la fórmula para erradicar a los cyborgs. Ella es lo práctico y yo lo teórico. Los AIA (Androides de Inteligencia Artificial).

—¿Por qué no salió ella?

—Creyó que nos seguían y no quería arriesgar el plan —respondía cada respuesta con suma tranquilidad —. Luego, vislumbre los PAS.

—¿Qué es eso? —pregunté tímidamente.

—Son los perros de alta seguridad nocturna.

—¡Para mí es una espía! —exclamó Amanda señalándolo enojada, con sus cabellos rubios desordenados.

—¡Basta! —exclamó la jefa suprema cansada de las preguntas desafiantes de Paul —. Por esa razón nunca quise comentarles acerca de dónde provenía la información.

—¿Alguien va a ayudarme? —suplicó el chico mirándonos a todos.

—Yo —dije levantando la mano.

Al cabo de un rato, el chico llamado David, me explicó como pasar la fortaleza. Tenían un mapa dibujado a mano, con todos los lugares clave y sus rutas de escape. Las zonas rojas eran donde no podían percibirte las redes y los azules en donde los cyborgs no pasan, no funcionan en terrenos de tierra. El chico sacó de una bolsa gris ropa que debía llevar para no levantar sospechas. Me enseñó cómo debía comportarme, que debía decir y qué no. Hasta me dio a beber uno de chips que sin información, bloqueados para que no sospecharan de que era un infiltrado. Al cabo de un rato, cuando acabé de vestirme con esas ropas grises con una franja verde alrededor de la cintura. Me explicó cómo funcionan los autos voladores. Los había visto de lejos, me resultaba estar en uno de ellos. Además, allí no iba a tener frío, tenía aire caliente que no se escapaba por una capsula invisible.

—Mucha suerte chico —dijo con las manos apoyadas en la mesa de concreto y su mirada seria con gotas de temor.

Me parecía tan extraña ésta situación. Estoy saliendo de una cueva para meterme en la boca del lobo.

Al llegar a la fortaleza de concreto que no dejaba que viera la ciudad, aparecieron dos cyborgs que me rodearon y creí que era mi fin. Sentí un escalofrío recorrer toda mi espina dorsal. Tragué saliva en seco intentando parecer lo más tranquilo posible.

—La clave —me pidió uno de ellos.

­—5890 CONTROL MF 1550 —respondí serio.

—¿Por qué ha venido?

Le entregué los papeles falsos que me dio David en la cueva. Allí estaba mi supuesto historial, mi registro médico, mi documento y mi oficio de profesor de historia de secundario. No entendía mucho de lo que leía pero, no lo demostré.

—Adelante —dijo otro de estos.

Ante mí, se abrieron las puertas dejándome ver, la ciudad más grande y más poblada que nunca he visto. Había edificios tan altos que no alcanzaba ver su final. Estacioné el auto. Tomé el mapa a oscuras, caminé cinco calles hasta llegar a un sendero de repleta oscuridad.

Entonces, sentí la mano de alguien que la apoyaba en mi hombro.

Pese al miedo, no podía moverme; pero si sentía como temblaba. Ya no tenía escape, había fracasado en mi misión antes de comenzar.

—Hola, soy Natalie. La hermana de David. Perdón si te asusté —escuché su voz alejarse a una pequeña luz.

Observé a una chica con rostro angelical y una mirada pícara, con una gran sonrisa dibujada en su rostro a pesar de todos los problemas que tenía en su vida. Era de estatura baja y sus ojos grises me cautivaron robándome la voz por uno segundos. Ahora mis nervios se debían a ella.

—Hay que ir al edificio —me ordenó.

—¿Puedes explicarme algo? —me atreví a preguntar al no comprender nada.

—Los chips son una mezcla entre la química y la tecnología. La colocan en el agua para dominar a los seres humanos. Claro que, nosotros cambiamos los chips de los cyborgs por los de los humanos, eso me dio acceso a muchos sitios de la empresa de Winchester. Me guio por su visión y hemos creado unos chips con rosas, que es la flor que los derrite como un caracol al echarle sal; terminan actuando como sanguijuelas. Si logramos colocar todos éstos en la llave maestra, podremos acabar con todo esto. Vamos, son los minutos de cambio de guardia —expuso el tema con gran sabiduría.

Corrimos hacia el edificio que parecía no tener fin. La morocha me señaló la puerta de servicio que, no tenía seguridad. Allí le entregué un paquete que me había entregado su hermano y colocó el pasto en la bolsa tiñéndose todo de la misma tonalidad. Luego de pasar por la puerta, corrimos por la escalera caracol hasta llegar al cerebro de la corporación. La chica cargó las pistolas con lo que ahora eran cápsulas y me entregó una a mí. No podía creer lo que veía, era un cerebro más grande que cincuenta personas.

—¿Qué es eso? —pregunté atónito.

—Mi padre. Dispara —me ordenó con su semblante serio.

Escuché un disparo que provenía de los cyborgs, ella se interpuso y la bala le dio a ella. Igualmente, efectuó el primer disparo al cerebro, provocando que los cyborgs comenzaran a circular sin control por los pasillos.

—Dispara hasta que explote —me ordenó con la mano en su pierna que sangraba mucho.

Continué disparando cápsulas hasta que no quedó ninguna y luego con su arma. Cuando me di cuenta que el cerebro hervía, la cargué para salir de allí. Al final del pasillo, había una puerta que daba a la calle. Vi a David con la jefa suprema en el auto volador. Tuve mucho cuidado al pasar a la chica al auto. Salté de un tirón.

El chico apretó el botón de "velocidad de la luz". En dos segundos, nos encontrábamos a más de 500 metros de distancia. La ciudad explotó como un volcán en erupción. La joven hermosa se quedó allí sentada, después que su abuela terminara de colocarles unas vendas improvisadas, me senté a su lado.

—¿Qué va a pasar ahora? —pregunté observando el panorama.

—Empezar desde cero ojos azules —me respondió tomándome de la mano.

—Me llamo Kiefer.

—Y yo Natasha, un gusto conocerte.

Todo se iba dispersando a nuestro alrededor. Los autos voladores traían a las personas que eran manipuladas y yo sentía que por fin, era libre.


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