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Capítulo 6| Una papita rencorosa


El teléfono azul de la repostería no dejaba de sonar ni siquiera después de haber atendido, seguido de acabar una llamada llegaba otra, todas y cada una realizadas por mujeres. Los pedidos se acumularon a tal punto que el cocinero
deseó renunciar aunque era imposible considerando que es el dueño del lugar.

Desde que el verano comenzó empecé a trabajar en una repostería, no era justo lo que tenía en mente, pero la paga era buena. Desde entonces el teléfono se la pasaba sonando sin parar.

Trabajaba como repartidor, pensé que sería sencillo, pero las clientas eran el problema. Cada timbre que tocaba era una historia distinta, y perturbadora.
Algunas mujeres pretendía resbalarse para tener el pretexto de aterrizar en mis brazos y supongo que crear una atmósfera romántica en donde yo me transformara automáticamente en heterosexual.

En algunos casos ni siquiera tenía que llamar a la puerta, ellas ya se hallaban detrás de esta y la abrían al instante. Cada una de ellas portaba sus mejores vestidos, sus más coloridos labiales, y el peinado más elegante como si de un certamen de belleza se tratara. La más memorable fue una mujer casada que me atendió en toalla de baño. Ella fue la más descarada debido a que me invitó a pasar a su casa para "refrescarme" del calor.

—Tenga su pedido.

Y solamente con esas palabras las rechazaba, no necesitaba decir más para hacerles entender que no estaba interesado en absoluto en coquetear con ellas. Estúpidamente más que herir sus sentimientos las alentaba a amarme aún más pues mi indiferencia las hacía enloquecer. Al no ser un objetivo fácil, querían ser especiales para mi, querían ser la chica que derritió mi corazón de hielo o alguna estupidez así que parece salido de una telenovela turca.

Una vez que completé todos los pedidos y sobreviví a adolescentes hormonales y esposas abandonadas, conduje la moto de regreso a mi empleo que no me pagaba lo suficiente como para pretender ser heterosexual.

—Jaekyung, volviste a tiempo— Dijo el dueño detrás del mostrador mientras se devoraba una rebanada de pizza—. Un chico te trajo esta pizza, dijo algo sobre una ofrenda de paz.

—¡¿Y por qué te la estás comiendo?!

—Estoy comprobando si tiene veneno. ¿Y sabes qué? Creo que le metieron  cocaina porque soy un adicto a ella. Nunca me he comida nada tan bueno desde que estuve con tu prima.

—Maldito degenerado.

El imbécil se comió otra rebanada. No tuve otra opción más que suspirar con pesadez, si le armaba un escándalo me acusaría de discriminarlo por ser una persona de color. Mi Jefe Henry era un experto en el idioma de las groserías, y la vulgaridad. Se tomaba muy en serio su trabajo al darse a despreciar por las personas blancas. No sé si era porque venía de un gueto, pero se le daba de maravilla querer meterle un balazo.

—¿Y bien? ¿Quién me trajo la pizza?

—Era un Takataka como tú.

—Eso es racista.

—Yo no soy racista, maldito chino.

—No soy chino.

—Da igual, eres un Takataka.

—¿Quieres que te deporte?

— ¿Quieres que te despida?

Me quedé callado, así que él habló.

—Sí, eso pensé, ahora mueve tu trasero amarillo a la cocina y tráeme captsu del refrigerador. El Takataka que te trajo esto se le olvidó incluirla.

Sé lo que piensan, ¿por qué trabajo para este hombre? Bueno, no hay una repuesta en general. Es un idiota, yo lo sé, pero no es un Jefe explotador que te vende la idea de ser el más maravilloso hombre que alguna vez hayas conocido, y después te pague las horas extras con pizza. Lo conozco desde hace dos años, es una persona famosa en los suburbios debido a su carácter espanta abuelitas. Es franco, insolente y testarudo, yo no considero eso como algo negativo, pero sé que a las personas les incomodan las verdades, y premian a la hipocresía. 

Henry no es falso, es muchas cosas, pero jamás espero que se comporte diferente a como es. A lo largo de mi vida me he topado con personas que juran no ser discriminadores, pero a mis espaldas hablan mal de mi. Henry no es un cobarde que se oculta detrás de un letrero de "Good vibes" o alguna religión. Él me mira a los ojos, y me ve como uno de los suyos aunque su boca me maldiga. Reconozco a un hombre de virtud cuando lo veo, y él es uno. 

Entré a la cocina sin intenciones de traerle la captsu, por mi que se vaya a la mierda el desgraciado. Lo aprecio, pero no lo suficiente como para ser su Mamá.

Había memorizado el número que venía en la caja de pizzas por lo que lo marqué en el teléfono rojo colgado a la pared. Esperé durante un rato hasta que al fin se dignaron a contestarme.

—Está llamando a la pizzería "Ayuda, todos son un pendejos ineficientes", si desea continuar con la llamada marque uno, si su motivo de la llamada es para presentar una queja entonces con gusto le mandaré otra pizza con la esperanza de que se asfixie comiéndola.  Deje de llamar, si tiene una queja demande a la maldita sucursal, y déjelos en la ruina a estos deudores de seguro social. No es ninguna broma, por favor llame a las autoridades, me están explotando.

Y la llamada se cortó.

Volví a marcar no muy seguro de lo que había pasado hace un par de segundos.
De nuevo esperé un rato y ahora me respondió una voz varonil muy ronca.

—Pizzería Donny. Lamento los inconvenientes con mi compañera, no se sentía bien, pero ya la mandamos a descansar a su casa— Contestó con los gritos de fondo de la chica que parece ser que la tenían sometida contra el suelo—. ¿Cuál va a ser su pedido?

—Quiero hablar con el repartidor de pizzas— Solicité.

—¿Quién?

—El repartidor de pizzas, el sexy.

—Ese soy yo.

—Pon a Kim Dan al teléfono.

—¡Danonino! ¡Te habla un pervertido!— Alzó la voz y supongo que pensó que había cubierto perfectamente con una mano la esquina del teléfono ya que me
volvió hablar como si nada—. Viene en un minuto, espere.

Estaba por discutir con él cuando la voz de Dan sonó al otro lado de la Vía con su característico tono desconfiado.

—¿Bueno? ¿Quién habla?

—¿Por qué mierda te llama Danonino?

—¿Quién habla?

—Te hice una pregunta.

—¿Qué? ¿Quién habla?

—¿Ahora resulta que olvidaste mi voz? Estuviste en mi cama la otra noche y ahora resulta que no sabes quien soy.
¿Sabes la cantidad de mujeres que quisieran recibir una llamada mía? ¿Tienes idea de lo afortunado que eres? Está bien, no me supliques, lo dejaré pasar esta vez porque me regalaste una pizza, pero que no se vuelva a repetir.

—¿Pizza? ¿De qué pizza me hablas?

—Hace rato, viniste a mi trabajo a la repostería a regalarme una pizza. Gracias de todos modos, como cortesía te prepararé unos polvorones.

—¿Trabajas en una repostería?

—Oye, Kim Dan, no tienes que fingir desinterés. Sé que lo hiciste porque me quieres mucho, no puedo culparte, sé que soy tu sueño californiano.

—¿Mi qué? Escucha Jaekyung, no tengo ni idea de que me estás hablando, no sé si estás confundido o si espolvoreaste los polvorones con cocaína, pero no fui yo. Tengo trabajo, me voy, adiós.

¡Me colgó!

¡Me volvió a colgar!

Una vena me estuvo por reventar cuando vi a mi Jefe recargado sobre el refrigerador mientras comía mi pizza.

—Se nota que tienes bien controlado el ganado. Así se hace José Javier, lo traes muerto por ti— Comentó Don sarcasmo—. Domestícame a mi también, papi.

—Con gusto, ahora vuelvo, voy por la correa— Lo pasé de largo.

—Hey, espera— Me puso una mano sobre el hombro deteniéndome—. ¿Sabes cuál es mi objetivo como Jefe?

—¿Humillarme?

—Hablo del otro objetivo.

—¿Evadir impuestos?

—¿Eres retrasado?

—Creo que sí, trabajo para ti.

—Estoy tratando de darte un consejo.

—No, gracias— Seguí caminando.

—Jaekyung, a pesar de que no debería preocuparme por ti, como tu jefe me es imperdonable no compartir contigo la fuente de mi éxito con las chicas.

—Por favor cuéntame más, me muero por saber como ganarme una orden de restricción en una hora.

—Será muy fácil si continuas humillándote por atención.

Me detuve en seco.

—¡Yo no busco atención!

—Eso no es lo que yo ví allí adentro. "¿Por qué mierda te llama Danonino?" Parecías apunto de matar a alguien en cuanto hiciste esa pregunta. No puedo creer que exista alguien que además de mi te haga perder la cordura, tráelo la próxima vez, quiero conocerlo.

—No te lo voy a presentar, lo que más quiero es que te mantengas alejado de Dan. Es una buena persona, no quiero que se contagie de tu racismo.

—Entonces se llama Dan, es un bonito nombre, pensé que tendría un nombre Takataka como el tuyo, su Mamá sí lo quería, no como a ti que te pusieron el nombre de un degenerado. Es gracioso.

Fruncí el ceño.

—Jódete.

—¿Con esa boquita besas a Kim Dan?

—¡Yo no beso a Kim Dan!

—Pero quisieras.

—¿De qué estás hablando?

—Jaekyung no creas que no soy consiente de tu reputación, eres el alborotador de hormonas 3000, tienes más ganado que un granjero, y tanto los chicos como las chicas te ruegan como si eyacularas Chanel número 5. Sabes que puedes tener a cualquier persona, no era idiota, sabes lo influyente que es tu posición, pero aquí estás volviéndote loco por un repartidor de pizzas con nombre de yogurth.

—Yo no estoy loco por Dan.

—Sí, claro, es muy creíble.

—¡Dan y yo no somos nada!

—Ahora dilo sin llorar.

Alcé los ojos al techo y me fui.

Había pasado una semana entera desde que besé a mi más grande ídolo, desde entonces he estado intentando crear oportunidades para disculparme, pero todas han sido un rotundo fracaso. Joo Jaekyung me ha estado evitando desde ese día, por lo que pensé que la mejor manera de hacer las paces era llevarle una pizza. Aquella noche no pudimos comer por mi berrinche y porque se marchó después de besarle, entonces creí que era una buena oportunidad hacerlo ahora.

Para mi mala suerte él no se encontraba en su lugar de trabajo, pensé en esperar a que regresara de hacer entregas, pero el pánico me ganó y acabé dejando la pizza en recepción. Volví a casa tan pronto como pude con la esperanza de que me llamara, y pasó una hora, dos, tres, las manijas del reloj avanzaron hasta que dio el anochecer y jamás llamó.

¿Acaso mi beso era tan imperdonable?

Muchas preguntas pasaron por mi mente así como miles de escenarios ficticios en donde él tiraba la caja de la pizza a la basura o me miraba con asco y aberración como si besar a un chico fuera lo más bajo que pude hacer.

¿Cómo conseguiría su perdón?

No quería quedar en malos terminos con él, no quería ser odiado por él ni tampoco perderlo por culpa de mis sentimientos no correspondidos. Tenía que recuperarlo, y la única manera de logralo era sacrificando mi orgullo. Por eso la semana siguiente fui a la pizzería Donny, me senté en la mesa más cerca del mostrador y cuando una mesera se acercó le dí tres dolares con tal de que me permitieran hablar a solas con el único asiático que trabajaba en ese lugar.

No recordaba su nombre, pero sí su cara por lo que supe que era él cuando se acercó a la mesa. Al llegar percibí su desconfianza hacía mi, eso me ofendió un poco, por lo tanto tuve que sonreírle dulcemente como si su cercanía con Joo Jaekyung no me molestara. ¿Qué había de interesante en él? ¿Por qué Joo era amigo de un chico como él?

A simple vista no había nada interesante en ese hombre con uniforme manchado de captsu y grasa.

—Hola, nos conocimos la otra noche, soy amigo de Jaekyung Sunbae— Hice una ligera inclinación cortés y añadí el apodo de Sunbae con el fin de sonar lo más intimo posible a mi ídolo—. Verás, el miércoles harán una Kermés en el vecindario, y me gustaría que vinieras para divertirnos los tres; tú, Jaekyung y yo. ¿Qué opinas? Sé que no me conoces del todo, pero me encantaría tener un nuevo amigo.

Me sentí como un mal mentiroso. Solamente quería acercarme a él con el fin de que Jaekyung dejara de evitarme, pensé que si pasaba el rato con su tan preciado amigo entonces no tendría de otra que juntarse conmigo también. El plan era perfecto, me disculparía con Joo, volveríamos a ser amigos, estaré a su lado durante una temporada, luego desarrollará sentimientos por mi, nos convertiremos en una pareja y después de lograr mi cometido me desharé del repartidor de pizzas.

—¿Entonces qué dices?

De pronto algo pasó, algo que me dejó completamente avergonzado. Noté un brillo en sus ojos que gradualmente se fue ensanchando junto con su sonrisa tan infantil. Kim Dan estalló en furor.

—¡¿De verdad puedo ir?! Nunca nadie me ha invitado antes a una Kermés en un vecindario bonito. ¿Te parece bien si llevo un pastel de chocolate? ¿O qué debería llevar para compartir con los vecinos? ¿Son alérgicos a algo? No me gustaría que se enfermen por culpa de mi irresponsabilidad. Mi abuelita hace unas deliciosas tartas, ¿puedo llevarla también? quiero que se divierta, a ella le gusta mucho charlar con personas y siempre hemos querido ver los fuegos artificiales desde cerca, usualmente los vemos cada año desde la ventana de mi lejos vecindario— Soltó una risita llena de nostalgia que llegó a golpear mi ego—. Lamento si estoy divagando es que me hace muy feliz que me invitaras.

Por debajo de la mesa apreté mi puño tratando de retener el sentimiento de la culpa. Me traté de convencer que él no era una persona honesta, y solamente quería engañarme actuando como una persona encantadora. Era un excelente actor, debo de reconocerle. Por poco le creo su lindo cuento sobre su abuelita.

«No te confundas, él es tu rival» Pensé.

No me sorprende que Jaekyun haya caído en su red de farsa, seguro que lo tiene hipnotizado con esa apariencia de chico dulce que necesita ser protegido y mimado. Es una alimaña, una repulsiva sanguijuela que lucha por aferrarse a mi hombre. Descuida mi príncipe, no permitiré que esta rata inmunda te ensucie.

Del modo más hipócrita le sonreí.

—De acuerdo, entonces nos vemos el miércoles a las 6:30 P.M de la tarde, de ahí iremos a la feria que queda a unas cuadras del vecindario así que vete con ropa cómoda. Fue un gusto conocerte...

—Kim Dan, llámame Dan.

—Yo soy Hwang Yoon Gu.

—Que lindo nombre.

—No tanto como el tuyo.

—Entonces te veo el Miércoles, no puedo esperar a que llegue el día.

—Te aseguro que será un día que jamás podrás olvidar— Comenté entre risas.

Salí de la pizzería con un nuevo plan entre manos. No me aliaré a ese tipo para obtener la aprobación de mi ídolo, lo desenmascaré para que Jaekyung vea que su tan preciado amigo es una farsa, una mala influencia que debe eliminar de su vida, y entonces me reconocerá como una persona honesta que lo salvó de ser manipulado.

Estúpido Kim Dan, te metiste con la Papita equivocada.

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