Epílogo
"—Los pasados días estuvieron interesantes, pese a que intentaron matarnos.
—Sí, supongo, casi morimos, me asusté bastante, creí que te perdía...— la muchacha bajó la mirada contemplando el piso con tristeza, quería evitar sus ojos, sabía que el momento inevitable estaba por llegar.
—Yo también tuve miedo de no verte nunca —adivinando los pensamientos de la joven, se aproximó y levantó su rostro con el dedo índice, de una forma galante.
—No vuelvas a hacerme esto Steve, eres todo para mí, si mueres...—su frase quedó inconclusa, acallada por repentino beso."
Sophie le arrebató el control a su padre y apagó el televisor. Él la miró de reojo, cada vez que se veía a ella misma en la televisión, ponía esa mueca de desencanto; al final, su carrera televisiva no era tan estupenda como pensaba. Además de recibir millones de cartas diariamente, ser acosada en el colegio y la noticia principal en los tabloides, apenas y podía cantar en la serie, las promesas de grabación de un álbum se hacían cada vez más falsas. Sophie atraía mucha audiencia con su programa de televisión, no querían echarlo a perder arriesgándose a que iniciase una carrera como cantante, dejando la pantalla chica de forma definitiva.
— ¿Qué los guionistas se drogan? Me da vergüenza aparecer en esa serie. —Sophie protestó tapándose la cara con un cojín—. Mañana van a hacerse la burla de mí en el colegio, encima tuve que soportar ese beso. Steve se pasó, no contó hasta cinco como debía, me dio un beso baboso.
—Al menos eres famosa y ganas dinero. —Observó Tiago, quien sin prestar atención a la televisión o a las quejas de su hermana, peleaba con Daniel por una bolsa de papas—. Cuando nadie te prestaba atención te quejabas, ahora que eres el centro del mundo te quejas también ¿Al final qué quieres?
—No lo sé... cantar, ser la estrella y sentirme el centro del universo en el escenario, luego salir como un ser humano común y corriente, sin cámaras que me persigan hasta el baño. Y el dinero que gano papá no me deja gastarlo, al final ser famosa no es divertido —Miró hacia su progenitor con reproche.
—Porque lo gastarías todo en menos de una semana, tendrás acceso a él en un año, cuando seas mayor de edad.
—Usaré mi dinero en hacerme cirugía plástica para que nadie me reconozca en la universidad. —Cruzó los brazos y se unió a la lucha por la bolsa de papas, la cual iba siendo ganada por Daniel, quien a punto de cumplir doce años, comenzaba a crecer de forma descontrolada.
—Mejor úsalo para comprar tus propias papas. —Daniel les arrebató la bolsa a sus dos hermanos—. Y no vas a necesitar cirugía, tu serie es un asco, nadie se acordará de ti cuando la termines de filmar.
—Envidioso. —Sophie le sacó la lengua y despidiéndose sólo de sus padres subió las escaleras.
Quería descansar y mentalizarse por el día que le tocaba. Al día siguiente cumplía diecisiete años, igual que Ian. Con melancolía miró la fotografía del muchacho y las lágrimas brotaron solas. Siempre era así, pretendía frente a su familia que había superado a Ian, que su partida le había traído una profunda tristeza, pero que la superaba. En cierta forma era así, vivía su vida, salía adelante, pero en días como ese, no podía sacárselo de la cabeza. Un parte de ella guardaba la esperanza de que aún se encontrara con vida. Nunca nada había sido definitivo. Sólo un par de muertos en aquel incendio sucedido dieciocho meses atrás. ¿Justamente tenía que ser Ian uno de ellos? No era posible, se negaba a creerlo. Ian le parecía tan perfecto e indestructible que resultaba impensable que su vida se hubiese extinguido tan pronto. Siempre había pensado que Ian había escapado a tiempo, pero tal como le había dicho, la organización que dirigía su padre era grande, no lo dejarían ir tan fácil, sobre todo sabiendo tanto y teniendo tantas pruebas. Él estaba escondido, lo sabía, lo que martirizaba su corazón era: ¿Algún día volvería? ¿Cumpliría la promesa que habían hecho cuando eran más jóvenes? ¿Por qué no la había contactado?
Muerto o no, tal vez nunca sabría de él y solo se martirizaba en vano.
Miró su anillo, ya era tiempo. Hizo el intento de retirarlo y se vio interrumpida por el sonido que le indicaba que un nuevo e-mail había llegado.
El remitente era de un tal Aaron Hyde, de nuevo el chico extraño de los comics le escribía. Sonrió y abrió el archivo adjunto. Ningún nota acompañaba la edición de esa semana, nunca lo hacía, aquel muchacho le enviaba directamente sus dibujos.
Abrió la primera página, ahí estaba ella con un hermoso traje, su cabello suelto y ondeado por el viento, con una pose altiva y valiente, a diferencia de la tonta y débil que interpretaba en su show de televisión.
Le hacía gracia y a la vez le encantaba, un comic con ella de protagonista, luchando contra un enemigo al cual nunca había conocido. El argumento se le hacía mucho más interesante y coherente que el de su programa de televisión y ya había pensado en mostrárselo al productor y convertirlo en una nueva serie, ¿quién sabía? Tal vez esa era la intención de aquel misterioso muchacho.
Con tal pasaba las página no podía evitar contemplar cada detalle de cada trazo. Impecables, perfectos, suaves, casi podía percibir la tridimensionalidad de los objetos y personajes dibujados.
Melancolía y cierta angustia era lo que sentía, el estilo siempre le había parecido tan similar a los muchos retratos que Ian le había regalado...
No le importó el pasar de las horas, leyó el comic con mucho interés, casi mordiéndose las uñas por el tensionante argumento. La heroína estaba a punto de encontrarse cara a cara con su peor enemigo; éste salió de entre las sombras y a Sophie se le paró el corazón antes de que aquel rostro fuese revelado, la palabra "Continuará..." interrumpió el emocionante momento.
"Me dejas en suspenso como siempre, ¿cuándo podré ver el rostro del villano?"
Le respondió al mail, sabiendo que no recibiría respuesta, nunca la recibía. Ese chico sólo le enviaba una edición de su comic cada semana, sin mensaje, sin nada.
Después de enviarlo, miró la hora. Ya era la una de la mañana "Feliz cumpleaños a mí" pensó con desencanto. Ya a punto de apagar la computadora, recibió un nuevo mensaje.
Reaccionó abriéndolo rápido, Aaron le contestaba, por primera vez en seis meses ese chico le enviaba un mensaje.
"Más pronto de lo que piensas. Feliz cumpleaños"
Aquella frase la llenó de dicha, tal vez era bobo, pero empezaba a gustarle un chico con quien jamás había hablado siquiera; sólo sentía que podía ver su alma y tocar sus pensamientos a través de aquellos dibujos en tinta negra. Tal vez, simplemente, ese muchacho Aaron le recordaba demasiado a Ian, y tal vez, sólo tal vez, era Ian en realidad, quien de una forma peculiar y muy propia de él, la llenaba de esperanza y le regalaba momentos de felicidad.
Apagó la computadora, y sintiéndose llena de optimismo se acostó a dormir.
—Los pasados días estuvieron interesantes, pese a que intentaron matarnos.
—Sí, supongo, casi morimos, me asusté bastante, creí que te perdía...
—Yo también tuve miedo de no verte nunca.
—No vuelvas a hacerme esto Steve, eres todo para mí, si mueres...
Alguien cerró la laptop de de pronto y un par de muchachos protestaron.
— ¿Por qué haces eso? estábamos viendo.
— ¿Para qué quieren ver ese patético beso?
—Para ver que tal besa Sophie. —Un muchacho rubio acercó la laptop hacia él y retrocedió los créditos y la canción del final, interpretada por la dulce voz de la protagonista.
—Aaron se pone celoso —dijo el tercer compañero de habitación haciéndose la burla de su amigo—. ¿Cuándo vas a entender? Sophie es un personaje ficticio y la actriz no te conocerá ni en un millón de años, menos vas a tener algo con ella. Está fuera de tu alcance.
— ¿Por qué crees que quiero estar con ella?— preguntó Aaron mientras cerraba su maleta.
—Por favor, ves esa serie aunque digas que es estúpida, y te la pasas dibujando a Sophie Cohen, incluso es protagonista de tu comic.
Aaron los miró con aquella asesina mirada que les causaba escalofríos; su misterioso compañero de habitación era una contradicción tras otra.
—Eso es algo que nunca van a entender —murmuró—. Adiós perdedores, nos vemos algún día. — Terminando de empacar, tomó su maleta y una chaqueta.
—Espera, ¿te vas así nomas? ¿No irás a la fiesta de despedida? —Lo detuvieron preocupados. Ese era su ultimo día en la residencia, antes de regresar a sus casas y tener una corta vacación antes del último trimestre en el college.
—Mi avión parte en un par de horas.
—Sí, pero al menos despídete bien. No sabíamos que viajabas. ¿A dónde vas?
—Latinoamérica, me quedaré ahí al menos un año antes de entrar a la universidad —les explicó con tranquilidad. Retomando su curso fue detenido de nuevo.
— ¿No me digas? ¿Irás a ver a Sophie Cohen en persona? ¿Sabes? Tienes una nada saludable obsesión con ella, tal vez sepamos por las noticias que viviste en su sótano comiendo su basura.
—No estoy obsesionado, al menos ya no, solo es algo que no entenderían — seriamente les habló, impacientándose porque no lo dejaban partir.
—"Algo que no entenderían" siempre repites lo mismo. —El muchacho rubio se levantó del sillón y le hizo frente—. Ya dinos la verdad, te estás yendo ¿Qué pierdes? Llegaste aquí un día y nunca nos hablaste de ti, la policía te llama seguido, no creas que no nos dimos cuenta ¿en qué andas?
El muchacho suspiró, su tiempo ahí había acabado, ¿qué más daba si se los contaba? No le creerían de todas formas.
— ¿Quieren la verdad? —Pasó la mirada del uno al otro y los chicos asintieron ocultando su emoción—. Mi padre es traficante, lo apresaron gracias a mi, por eso me mantuvieron oculto, cambiaron mi identidad y estudié aquí como cualquiera de ustedes. Ya le dije a la policía todo lo que sé y les di las pruebas necesarias en contra de mi padre y toda la organización que mantenía. Al final no sirvió de mucho, él sigue libre y ya no les soy de utilidad. Me emanciparon para que deje de ser un gasto al Estado. Al menos soy libre de volver a Latinoamérica, ahí viví un tiempo y conocí a Sophie antes de que sea famosa, era mi novia. En teoría debería seguirlo siendo, nunca rompimos —consideró.
Los muchachos lo miraron serios, luego estallaron en carcajadas. Aaron los miraba impasible, ya esperaba esa reacción.
—Sí... mi padre es de la mafia Rusa y soy esposo de Barbara Palvin—bufó uno.
—No... ¿sabes? Le creo... —intervino su amigo—. Todo eso de su padre y la protección de testigos y las amenazas de muerte... pero: ¿que era novio de Sophie? ¡Por favor! Si quieres hacerte al interesante, tu historia va bien, sólo cambia lo último. Ver tanto esa estúpida serie te atrofió el cerebro.
—Da igual. —Aaron volteó, no tenía ánimos de discutir. Salió cerrando la puerta y dejando a sus compañeros de habitación llorando de risa y revolcándose en la alfombra.
Taciturnamente se sentó en una banca del aeropuerto, quedaba algo de tiempo antes de que su vuelo partiese. Se conectó los audífonos y sacó su block de dibujo. Aislado, los nervios se apaciguaban. Una persona se sentó a su lado, y no necesitó levantar la vista para saber de quién se trataba.
— ¿Qué quieres? —preguntó sin desprender la vista de su dibujo.
— ¿Así que huyes?
—No huyo, regreso.
—Por supuesto, todo fue en vano— inhaló—. Las cosas no salieron como creías, sólo quedaste como un traidor. Vendiste a tu propio padre.
—No fue una perdida, Franz está en prisión y tú tienes una orden de restricción conmigo. No eres mi padre, no me interesa que sea de tu vida de ahora en adelante.
—Claro que te interesa. —Enfadado, le retiró un audífono del oído y agarrándolo de la camisa lo obligó a voltear—. ¿Qué te hace pensar que me quedaré tranquilo?
El muchacho sonrió con sorna, él ya no le causaba el más mínimo temor.
—Podría vivir toda mi vida teniéndote miedo, u ocultándome, pero no hay sentido. No me harás nada. Digas lo que digas no eres capaz. Desde hace más de un año que repaso una y otra vez esa noche. No fallaste el disparo porque no veías bien, al último te acobardaste, hasta me dejaste escapar. Estás libre, tienes una nueva oportunidad. No la desperdicies. —Con fuerza le retiró la mano y se dirigió la puerta de migración, dejando a su padre atónito y enfadado. Ian tenía razón y no podía negarlo.
*****
Con una brillante actuación les hizo creer a todos que se encontraba emocionada por su cumpleaños número diecisiete. La melancolía causada por el día anterior no se iba, y detestaba la idea de que en la noche, su cumpleaños sería un evento televisado; como todo, su vida se había convertido en un show y ella un objeto de marketing.
Gimió antes de entrar a la escuela. Tiago la apresuró. Él se había cambiado a Saint Abel con la excusa de cuidar de su hermana. Por una parte, le gustaba alejar curiosos, fans histéricos, abusivos que molestaban a la joven estrella y chicos interesados que la buscaban para salir. Por otro lado, pensaba que en esa secundaría habían chicas mucho más bonitas que en su colegio anterior, de la cual su padre ya había terminado su gestión como director.
— ¡Felicidades Sophie! —Un grupo de chicas se arremolinaron frente a ella, extendiéndole cientos de regalos que sus delgados brazos no podían agarrar, a tiempo que varios teléfonos celulares tomaban su fotografía. Incluso habían colocado una pancarta en el aula donde tenía su primera clase ese día. Sonrió falsamente y les agradeció. Le encantaba el gesto; detestaba que sus compañeros no lo hicieran con real interés en ella. Querían ganarse una invitación a la gigantesca celebración de Sophie, donde varios artistas invitados harían acto de presencia.
Después de la conmoción de la mañana, las horas pasaron con monotonía.
— ¡Sophie! ¡Mira! ¡Me compré una como la tuya, ya somos gemelas! — Amalia se sentó rápidamente a su lado, mostrándole con entusiasmo la hebilla azul que llevaba en el cabello.
—Todas podemos ser gemelas. — Sophie le señaló con desgana a las otras cinco chicas que también llevaban el accesorio.
Aquel era el amuleto personal de Sophie, y se negaba a quitárselo incluso al filmar, siendo así, que los ejecutivos de Marketing habían visto una gran oportunidad para comerciar con la pequeña hebilla azul, vendiendo en todos los comercios, a un precio exuberante, una imitación de plástico.
Sólo la actriz sabía cuán representativa era esa pequeña hebilla, hacía ya exactamente dos años desde que Ian la había colocado anónimamente entre sus regalos.
Amalia fue apagándose paulatinamente y con paso lento regresó a su lugar.
El maestro se acomodó sin prestarle atención a sus alumnos, sólo cuando sonó el timbre saltó cual resorte y como si fuese un androide programado comenzó con la clase.
Sophie abrió su libro, en medio, tenía el comic que había imprimido la noche anterior. Haciendo oídos sordos a la clase de física, repasó una y otra vez cada cuadro, cada escena. Lo leyó de nuevo, desde el principio. El final ya no era sorpresa, pero lo leyó con la misma emoción que la primera vez.
La heroína se encontraba en una clase igual que ella, leía un libro distraídamente mientras su mente daba vueltas a la situación en la que se encontraba. Un enemigo la asechaba y de él no conocía la identidad. Por los recuadros del narrador, se daba a entender que aquel enemigo estaba cerca y se haría pasar por un estudiante común para espiar a la joven.
En el último cuadro, el muchacho le entregaba sus papeles al maestro e ingresaba tarde a clases, alegando ser un alumno nuevo del exterior.
Déjà vu, no lo había meditado, pero esa escena era extremadamente similar al día que había conocido a Ian.
—Lamento llegar tarde, debía arreglar mis papeles. —No supo si aquella voz era real, o estaba tan metida en el cómic que le parecía vivir la escena.
—Chicos, el es Aaron Hyde, viene de Inglaterra y será su compañero — informó el maestro apresuradamente, con deseos de continuar su explicación para no perder el hilo de lo que explicaba.
A Sophie se le paró el corazón ¿Un doble déjà vu?, era posible.
Y ese nombre, no necesitaba recordarlo, era Aaron, el chico que le enviaba los comics. La escena se repetía, tal cual como en la viñeta. Todo encajó a la perfección: la escena representaba el presente y el pasado. Ian había llegado a su vida siendo el villano; pero ese día, él retornaba para cumplir una promesa de adolescentes.
No se animó a levantar la vista. Un par de lágrimas cayeron sobre el papel. El chico nuevo pasó junto a ella y en el camino, le depositó una pequeña hebilla azul sobre la mesa. Sophie la agarró, cerró su mano fuertemente alrededor de ella, apretándola hasta sentir dolor; dolor que le indicaba que el pequeño objeto era real.
—Señorita Cohen, ¿está llorando? —El maestro se sorprendió al ver hacia la clase y notar a la muchacha cabizbaja, con gotas de agua bajando por su rostro.
—Sí señor, estoy llorando —confirmó con una sonrisa, sollozando, aún sin atreverse a voltear, con temor de que se estuviese volviendo loca y que al ver al joven nuevo a los ojos se desvaneciera, o no fuese quien esperaba.
¿Acaso era un sueño? ¿Finalmente, después de tantos sueños cumplidos y por cumplir había quedado atrapada en una fantasía? Posiblemente, pero si su vida era un sueño, no deseaba despertar nunca.
Bueno... ese fue el final. Ojalá les haya gustado :D
Primero que nada MUCHAS GRACIAS, por leer, comentar y votar!
Un beso a quienes comentaron siempre, a quienes me mandaron dibujos o me escribieron. No siempre puedo responder a todos o lo hago un poco tarde, mil disculpas por eso, aunque no conteste siempre, sí leo y aprecio todo lo que me mandan.
y quería avisarles que hay una secuela! :D
Se llama Mi vida: Un show
los personajes son los mismos solo que la historia toca temas diferentes. La primera parte de la historia es el intermedio entre el capítulo anterior y el epílogo.
Nos seguimos viendo!!!!!!!!!!!!!
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