4. La esperada fiesta
El ingreso al teatro estaba atiborrado de fans. Todos gritaban histéricos mientras la gran limosina negra se acercaba a la entrada. Finalmente se detuvo; quien todos esperaban había llegado. Los gritos se tornaron más estridentes, la alfombra roja se desenrollaba, las luces apuntaron a la puerta. Ella puso un pie fuera mientras cientos de flashes titilaban como estrellas. Sonrió al pararse frente a la gente, sin embargo, algo estaba mal. Las miradas no se dirigían a ella, las luces no la apuntaban, por un momento se sintió como un fantasma en su noche de gloria. Volteó a la derecha y ahí estaba él, tan petulante como siempre, saludando a todos mientras una fan enloquecida corría a lanzarse a sus pies e inmediatamente un guardaespaldas la alejaba. Al principio le fue difícil reconocerlo con esas gafas negras, además iba con un sombrero de piel de cebra y un abrigo de bisonte. Su sonrisa hasta parecía brillar y las joyas que lo adornaban deslumbraban. Entonces sintió ese vacío, nadie la veía, nadie la oía, no porque no estuviese ahí, sino, simplemente, no era importante, al menos no tanto como Ian. No sólo le robaba su noche de gloria, también usaba pieles de animales. Sophie se despertó de su pesadilla con ese pensamiento.
La tensión de su sueño se trasmitió a sus manos, sin querer se encontraba apretujando a su gata, con quien siempre dormía. El felino maulló como queja y salió corriendo por la ventana en cuanto ella la soltó.
Apenas había pasado dos días desde que Ian apareció en su vida y ya la acosaba hasta en sueños. Miró al reloj de su mesita de noche, eran las dos de la mañana, ella había nacido a la una, así que oficialmente tenía quince años.
***
Volvió a despertar en la mañana con un fuerte golpe en el estómago. El torpe de su hermanito estaba sobre ella. Sus hermanos tenían una extraña y agresiva forma de felicitarse.
— ¡Feliz cumpleaños Sophie! —dijo saltando sobre la cama, milagrosamente sin pisarla.
Ella se sentó y lo empujó con fuerza, haciéndolo caer.
—Te lo dejo pasar por ser tu cumpleaños —dijo desde el piso. Se incorporó y le dejó un papel en la cama, luego salió corriendo.
"Vale por un favor gratis" decía el papel. Ese era uno de sus habituales regalos. A diferencia de Tiago, Daniel nunca hacía nada sin paga, así que esos cupones le venían bien de vez en cuando, en especial cuando necesitaba alguna coartada. Sophie entró a la ducha y se vistió perezosamente, el sueño no se le quitaba de la cabeza, en verdad Ian parecía haber llegado sólo para quitarle la gloria.
El resto de su familia la felicitó y la llenó de obsequios, al menos eso mejoraba su mañana.
Su padre le regaló una hermosa guitarra eléctrica blanca, con su nombre grabada en ella. Su madre una enorme colección de novelas románticas, incluyendo la saga de moda y algunos mangas shojo. Sophie leía los títulos entusiasmada, no sabía por cuál iba a empezar. Por último Tiago le extendió un flash memory.
—Es un software profesional, para que grabes tus discos en la computadora, puedes conectar tu guitarra y recrear el sonido de otros instrumentos —le explicó y ella lo abrazó, podría grabar sus primeros demos en la comodidad de su alcoba, donde nadie la viese, escuchase o molestase—.Oye, necesita un adaptador especial, pero era muy caro — le susurró Tiago a su padre.
—No me digas, yo tendré que comprarlo.
—Claro, sino el regalo para Sophie no sirve —aclaró resaltando lo obvio.
Después de su abundante desayuno, llegó al colegio, dónde estaba segura sería nuevamente rodeada de regalos. Ni bien cruzó la puerta del aula, varias chicas se abalanzaron sobre ella, llenándola de obsequios, los cuales tenían enormes tarjetas con el nombre de quien se lo había dado, para que Sophie recordase quién le había regalado qué. Ser el centro de atención la reanimó por completo. No pudo evitar mirar de una forma triunfante hacia Ian, quien se encontraba sentado en su pupitre, ajeno al ajetreo que ocasionaba la muchacha.
En conocimiento de la avalancha de peluches, collares, chocolates y demás chucherías que recibiría, Sophie tenía preparada una gran bolsa, donde metió todo antes de dirigirse a su lugar.
—Felicidades —dijo Ian, sin siquiera voltear a verla.
—Ten —Sophie le extendió una invitación y él la miró desconcertado—. Como llegaste después de que invité al salón no te enteraste, el sábado haré una fiesta en la piscina de mi casa, todos los del curso están invitados.
El chico recibió el sobre y le hizo un gesto con la cabeza. Sophie se acomodó en su pupitre y puso la bolsa en el espacio que había entre ambos, para presumir la cantidad de objetos que había recibido esa mañana. Tomó el libro de texto y comenzó a leer, mientras del resto avanzaba la clase de literatura.
***
Cuando sonó el timbre los chicos salieron al recreo. La conmoción de la mañana parecía haber terminado, de nuevo trataban a Sophie con un fingido interés. A mitad del descanso Sophie ya estaba hastiada de que todos rodeasen a Ian y le conversasen amenamente, como si fuera una estrella de cine. En cierta forma su pesadilla se hacía realidad; ese día era su cumpleaños y sus amigos le prestaban más atención al asesino de animales. Pretendiendo que tenía algo mucho más importante que hacer, regresó al aula, para leer en soledad una de las novelas que su madre le había regalado.
Se aproximó con desgana y se sorprendió al ver a Esteban ahí. Se ocultó detrás de la pared y lo espió. Él tenía la bolsa de regalos en sus manos. Sophie enseguida comprendió. Esteban le dejaba un regalo de forma anónima, como una sorpresa, no alardeando que también se había acordado de ella.
Esperó a que él volviera a colocar la bolsa en su lugar y entró haciéndose a la desentendida.
—Hola, ¿qué haces aquí? —preguntó fingiendo incertidumbre.
—Ah, hola Sophie —respondió nervioso—. Nada, la verdad te buscaba, escuché esta mañana que era tu cumpleaños y bueno no lo sabía, felicidades —continuó con una sonrisa y le dio un inesperado abrazo.
Sophie tenía miedo que Esteban se percatase de las fuertes pulsaciones de su corazón, sin duda un abrazo por parte del chico de sus sueños era el mejor regalo que había recibido. Fue un abrazo largo, ella ya se sentía flotando en el cielo.
—Sophie. —La autoritaria voz de su padre hizo que Esteban la soltara —. En el recreo deben estar fuera de las aulas —avisó serio, mirando al muchacho fijamente.
—Lo siento señor, adiós Sophie, nos vemos mañana —se despidió partiendo hacia el patio.
Sophie quería morirse, su padre había arruinado el mejor momento de su vida. Observó irse a Esteban y luego volteó hacia su padre con bronca. El mantenía su fría expresión y los brazos cruzados.
— ¿Por qué hiciste eso? —le reclamó.
—Porque no puedes ir abrazándote con cualquiera en las aulas. ¿Qué hacían aquí solos?
—Nada, me felicitaba por mi cumpleaños. Además qué tiene. —Cambió su tono a uno desafiante—. Mi hermano se anda besando con las chicas del colegio debajo de las escaleras y tú no le dices nada.
—Claro que se lo digo, ya le dije que no lo hiciera... y es diferente.
—Es diferente porque es hombre y le dejas hacer lo que le da la gana.
—No es cierto, le llamo la atención a diario por eso—se defendió—. No quiero que los chicos vayan a pensar que pueden hacer cualquier cosa contigo, y menos los de último curso, ese chico es muy grande y seguro quiere aprovecharse de ti.
— ¡Mentira! —lo defendió comenzando a molestarse—. No quiere aprovecharse, simplemente me daba un abrazo por mi cumpleaños, como todos los chicos del curso.
—Sophie, no quiero discutir ¿sí? —Se llevó las manos a la cabeza y habló con resignación, cuando su hija discutía llevaba su terquedad a límites insospechados—. Sólo no te acerques a ese chico.
— ¿Por qué no?
—Porque es muy mayor, ya te lo dije; es más, te prohíbo que vuelvas a estar a solas con él.
Sophie abrió la boca impresionada, la alejaban del amor de su vida, no podía hacer eso, ya empezaba a gritarle cuando las clases comenzaron nuevamente. Casi quería llorar, su padre era increíblemente injusto, ni siquiera conocía a Esteban y ya sacaba conclusiones sobre él.
— ¡Se lo diré a Thaly! —Fue la única amenaza que se le ocurrió gritarle mientras él volvía a su oficina.
Cruzando los brazos y haciendo un puchero cual niña chiquita pasó la siguiente clase. El chico de su lado la miraba perplejo. Sophie cambió su mueca de disgusto a una pensativa y luego a una sonriente y soñadora.
—Qué rayos está mal contigo —le murmuró dirigiendo el interés a su cuaderno.
Sophie entrecerró los ojos con odio y volvió a sus pensamientos. En un principio la prohibición la había enfadado, luego recapacitó lo romántico de la situación. Todo se estaba dando demasiado sencillo con Esteban, necesitaba algo que volviese la relación más emocionante. De ahora en adelante debía encontrara la forma de ver a Esteban en secreto; de a poco aquello se convertía en un amor prohibido. Si el destino quería que ellos dos estuviesen juntos para la eternidad, los obstáculos serían vencidos por la fuerza del amor.
***
El camino a casa lo hizo en silencio, quería demostrarle a su padre que estaba enojada con su prohibición y aparentar que lo odiaba. En cuanto llegó, corrió a su habitación, todo el día había esperado ver qué le había dejado Esteban. Iba lanzando los regalos conforme los sacaba de la bolsa hasta encontrar una pequeña caja de terciopelo que estaba segura nadie le había dado, además de ser la única sin tarjeta. Lanzó la bolsa con el resto de cosas sobrantes y abrió la cajita.
Dentro había dos hebillas de cabello, diferentes a cualquier otra cosa que hubiese visto antes, no parecían una de las chucherías baratas que se compraban en cualquier tienda. Parecían artesanales y especiales, como si las hubieran mandado a fabricar para ella. El broche era plateado, con la forma de un tallo y a la parte superior las adornaban pequeñas flores de piedras azules.
Caminó hacia el espejo y las colocó en su cabello, las piedras combinaban con sus ojos. Decidía si utilizaría las hebillas sólo en ocasiones especiales o todos los días, cuando abrieron la puerta de su habitación.
En el reflejo vio a un muchacho de cabello negro y un poco largo, ojos miel y su típica pinta urbana. Una sonrisa se dibujó en sus labios y sus ojos brillaron con la misma intensidad azul de las hebillas. Corrió a lanzarse a los brazos de su primo y mejor amigo. Él la recibió con el mismo afecto.
Alan había asistió a la misma primaria que Sophie, incluso estaba en el mismo salón; fue en la secundaria cuando se separaron. Ella y su familia se mudaron, lo cual parecía un cambio positivo para Sophie y Tiago, quienes tenían dificultades al estar rodeados de gente que conocía a su familia. Los rumores allá eran más abundantes, especialmente sobre Thaly. Su padre había sido traficante de armas y tras ser descubierto había huido, eso sumado al hecho de que ella era una madre muy joven, parecían motivos suficientes para que los padres prohibiesen sus hijos el juntarse con cualquiera de los niños Cohen.
—Feliz cumpleaños Sophie —le dijo abrazándola con fuerza y haciéndola girar.
—Te extrañé Alan. Hay un nuevo chico horrible en el colegio que me hace la vida imposible, lo odio —se quejó mirándolo con ojos de cachorrito y doblando su labio inferior.
—Nadie le hace nada mi Sophie. —Puso una mueca molesta y le dio palmaditas en la cabeza—. Sólo señálamelo y yo le rompo la cara.
—Vendrá mañana a mi fiesta. —Sonrió de repente, con Alan seguro se vengaba de la forma más cruel—. No quiero que lo golpees... todavía... primero quiero que sufra un rato y sepa quién manda —aseveró golpeando su puño contra la palma de su otra mano.
—No te preocupes, ya pensaremos en algo muy cruel. ¿Qué tal tu cumpleaños hasta el momento?
—Bien en lo que cabe. ¿Mis tíos están abajo? —preguntó dirigiéndose con él al piso inferior.
—Sólo mi padre, mi madre vendrá directo para la cena, no quieren verse, van a divorciarse.
— ¿De nuevo?
—Sí —afirmó levantando los hombros.
— ¿Y esta vez qué fue?
—Se acusaron mutuamente de hacer trampa en un juego de mesa.
—Les doy un mes —apostó Sophie.
— ¿Un mes? Yo les doy menos de una semana, o lo más probable es que se reconcilien durante la cena, ya sabes como son, el trámite de sus divorcios duran más que el tiempo que estuvieron separados.
Ambos rieron recordando las innumerables ocasiones en las que los padres de Alan habían tenido "separaciones irreconciliables", por lo general él terminaba yendo a casa de sus tíos y permaneciendo ahí hasta que sus padres arreglaban sus asuntos.
— ¡Felicidades Sophie! —Su tío se aproximó a ella en cuanto bajó las escaleras—.Trece años pasan tan pronto...—Le acarició la cabeza y le extendió un billete. Para él, el mejor regalo que podía darle a alguien era dinero, no se tomaba la molestia de buscar algún objeto que posiblemente el festejado no quisiera.
—Cumplo quince —dijo Sophie entre dientes.
— ¡No es cierto!
—Sí lo es —intervino el padre de la chica.
— ¿En serio? Pensé que eras menor que Alan —dudó llevándose una mano al mentón.
— ¡Soy mayor! —repuso molesta.
—Estaba seguro de que Alan había nacido antes —manifestó pensativo.
— ¿Qué acaso tienes la memoria de una lombriz? Sophie nació meses antes, incluso antes de que te casaras con mi hermana. La cuidaban cuando Thaly y yo salíamos ¿Qué no te acuerdas? —habló exasperado.
—Bueno, si me acuerdo de los acontecimientos, pero no el orden.
—Con un padre así hasta ahora me pregunto cómo es que saliste normal —le dijo a su sobrino—. Cada día estoy más seguro de que te cambiaron al nacer.
—Yo pensaba igual así que me hice un ADN: 99.9% compatible —explicó yendo a la mesa.
***
Sophie tuvo un pequeño festejo con su familia más allegada. Sólo faltaba su tío Alejandro, el hermano menor de su madre, quien había sido como un hermano mayor para ella. Samy también estaba ahí, en cuanto llegó le extendió tímidamente una bolsa con un lindo collar, haciendo que Daniel le reprochase el darle un regalo bonito y costoso mientras que él apenas tenía para comprar golosinas en el quiosco.
Como habían pronosticado, su tía Sara y su tío Alan regresaron juntos a su casa, su hijo se quedó a dormir ahí, sabía lo que esas famosas reconciliaciones significaban y prefería estar lo más lejos posible de las "manifestaciones de amor" de sus padres.
Tiago, Sophie y Alan durmieron en bolsas de dormir en la sala, jugaron videojuegos hasta la madrugada y planearon innumerables bromas para realizarles a los maestros más odiados.
***
Durante la mañana la fiesta estaba casi lista. La piscina limpia con agua fresca, un sushi bar estaría pronto terminado en cuanto el chef japonés terminase de afilar sus cuchillos; y un gran pastel, que habían comprado, era la atracción principal de la mesa. Sólo faltaba que los adultos se fuesen. Sophie no habría tenido problema con que se quedase su madre, era su padre quien le preocupaba. Los chicos se sentirían intimidados con la presencia del director del colegio, eso sin mencionar que no permitiría que Esteban se le acercase ni a diez metros de distancia; eso si es que lo dejaba entrar.
—Tiago, Alan están a cargo —Nicolás se dirigió a los muchachos seriamente—. Que nadie entre a las alcobas y que nadie ande sin traje de baño. Sobre todo vigilen que nadie se sobrepase con Sophie o la mire lascivamente, en especial ese chico Esteban.
—Sí señor —respondieron al unísono tomando en serio su misión.
— ¡Oye yo soy la mayor aquí! ¿Por qué ellos están a cargo? —reclamó la cumpleañera.
—Porque es por orden de estatura. Ellos están en mi representación y punto —le respondió cortante.
Ella respondió con un gruñido y los sacó de la casa. También arrastró a su hermano pequeño hasta la salida.
—Que te diviertas —le dijo su madre antes de subir al auto. El que Sophie dé la fiesta sola con sus amigos había sido su idea. Sabía lo vergonzoso e intimidante que resultaba que los padres anduviesen merodeando por ahí, además confiaba en sus hijos. Ellos ya causaban desastres catastróficos en días normales, ¿Cuánto más daño podían crear en una fiesta?
***
Sophie esperaba impaciente a que llegara la gente, en realidad había alguien en particular que le interesaba.
Sus amigos más allegados entraron primero. Esteban y el grupo de chicos de último año, a quienes Sophie había tenido que invitar para no ser obvia, también; y de Ian ni señales, todo indicaba que no asistiría. Cuando nadie la vio, Sophie brincó de la emoción. El chico que le gustaba había asistido y el que odiaba no. ¿Podía ser más perfecto?
La piscina se fue llenando de adolescentes. Como Sophie sospechaba, sus amigas lucían pequeños bikinis que revelaban sus atributos. Ella no se veía para nada mal, aun así, tenía cierta desconfianza y permaneció con su vestido mientras estaba fuera del agua.
Un momento se detuvo a contemplar a Esteban. Se lo veía realmente bien con su traje de baño. Su abdomen era más fuerte y marcado de lo que ella imaginaba y tenía un poco de vello en el pecho. Sin duda era un hombre, no un chiquillo como los otros chicos de su salón.
—Es una gran fiesta Sophie ¿todos tu cumpleaños son así?
Sophie abrió la boca para hablar con Esteban y el inoportuno de su hermano apareció a su lado.
—Sophie te necesito —dijo jalándola del brazo. Se alejó unos metros y la dejó cerca de la mesa. La miró y dio media vuelta para retirarse.
— ¡Oye! ¡Qué te pasa! —le gritó su hermana.
—Te alejo de ese chico como me ordenó papá.
— ¿Y desde cuando le haces caso?
—Desde que me pagó para mantenerte alejada de él.
Sophie lo agarró del cuello de su polera y lo bajó hasta su altura.
—No seas traidor, es mi cumpleaños, déjame hablar con quien yo quiera —pidió con un tono amenazante.
—No, a mí tampoco me gusta ese sujeto, está en último curso y créeme, yo sé cómo piensa un chico. Los chicos somos malos y pensamos cosas malas con las chicas bonitas, ese debe tener un montón de pensamientos pervertidos y quiero evitarme el tener que golpearlo cuando intente algo indecente contigo —explicó como si relatara un cuento de terror.
—Que tú tengas una mente sucia no significa que el resto también, menos él, que es más maduro que tú.
—La perversión aumenta con los años, si yo tengo una mente sucia a los trece imagina como es la de él con dieciocho.
Mientras iba a darse encuentro con una bonita muchacha, Sophie le sacó la lengua a sus espaldas. Su hermano menor hablaba igual a su padre, sin duda ambos confabulaban en su contra. De lejos volvió a saludar a Esteban. El muchacho salía de la piscina y se secaba. Sophie se le aproximó dichosa y se detuvo en seco al ver una hermosa muchacha de último curso acercándose a él y abrazándolo por la espalda. Esteban la llevó hacia delante y le dio un corto, pero significativo beso en los labios.
Sophie abrió la boca y sintió que se ahogaba. No sabía que Esteban tenía novia, y menos una tan bonita. Se sintió mal, terriblemente mal. No solo su hermano y su padre evitaban que se encontrase con el chico de sus sueños, sino que él estaba con otra persona. Por más que lo quisiera, Sophie no iba a hacer que él terminase con su novia, claro que no; eso la habría convertido en la villana de la novela, la que destruía una pareja por su propia conveniencia.
—Sophie lo siento, ya tenemos que irnos —Esteban apareció frente a ella, con su chica colgada de su hombro.
—Sí, está bien —respondió la muchacha. La novia de Esteban miró hacia ella y rió, parecía que se le hacía la burla.
Sophie cambió su estado melancólico por uno de furia. Ya no se sentía la villana, más bien la víctima, esa rubia hueca, como la llamaba, osaba reírse de ella en presencia de Esteban.
Enojada entró al vestidor, quería calmarse antes de regresar. Se sentó en un cubículo y escuchó a un grupo de chicas entrar. No les prestó atención, solo abrazó sus rodillas.
—Olvidé mi toalla, ya vengo —dijo una de ellas y la siguió el sonido de pies descalzos sobre baldosas.
—Viste lo gorda que está Patricia —comentó una chica, hablando de la muchacha que se había retirado.
—Sí, yo que ella no me ponía ese bikini hasta haber rebajado al menos tres kilos. O sea, ¡Hello! ¿Qué acaso no tiene un espejo? —dijo con burla y ambas rieron.
Sophie escuchaba lo que decían, no le sorprendía, era común entre sus amigos hablar mal de quien no estaba. Aunque en ese momento las voces sonaban como una radio mal sintonizada que servía de música de fondo a su melancolía.
Patricia regresó y siguieron con su conversación.
— ¿Viste a Esteban? Esta tan lindo...
—Sí, es hermoso, pero Andrés no se queda atrás. Ian se vería igual de lindo con un traje de baño. ¿Saben por qué no vino?
—No creo que la fiesta de una niña boba llame su atención —bufó Missy.
— ¿Y a quién de nosotros sí? es decir ¿Quién está aquí porque Sophie le caiga bien?
La aludida levantó la cabeza y escuchó atenta, pegando su oído a la puerta, sintiendo el frío suelo bajo sus plantas.
—Yo sí —dijo una con sarcasmo y las otras rieron.
—Al menos esto no está aburrido, en serio que en esta casa hay de todo, ¿vieron los autos que tienen en la entrada? Estoy pensando seriamente en engancharme con Tiago.
"A mi hermano ni te le acerques, perra" pensó Sophie apretando los dientes, casi con deseos de morderla.
—Eso es lo que sus padres quieren, usan a su hijo para atraer chicas, luego las meten en sus redes de prostitución.
— ¿Cuáles redes de prostitución?
Patricia volcó los ojos.
—Además de narcos son proxenetas. ¿De dónde crees que el director Cohen sacó a su esposa?, es una de las tantas mujeres que prostituye desde niñas, y seguro alquila a su hija también. O te vas a creer eso de que Sophie tiene labios vírgenes, te aseguro que no es virgen por ningún lado. —Cruzó los brazos sonriendo con malicia y las otras la imitaron.
Sophie se ponía más y más furiosa con lo que oía. Estaba consciente de que hablaban mal a sus espaldas, pero las acusaciones tan absurdas y despreciables contra su padre ya eran el colmo.
Así que todos estaban ahí por interés... bien, de ser así, limpiaría el lugar.
Las chicas no tardaron en irse. Sophie salió después. Sin que nadie la viese se dirigió al armario de indumentaria deportiva y sacó un rifle de paintball, el cual tenía la apariencia de un arma real. La cargó con balas de pintura y toda la ira y frustración que había acumulado desde que Esteban se había ido con su novia.
Ignorando el alboroto que sus compañeros ocasionaban, se posesionó sobre a la mesa cual terrorista armado.
— ¡La fiesta acabó! —gritó, e inmediatamente voltearon a verla. Prácticamente se rieron ante su aviso y volvieron a jugar hasta que Sophie levantó el arma. Entonces le prestaron real interés—. ¡Tienen diez segundos o empiezo a disparar!
Siendo que Sophie era una agresiva mandona y algo desquiciada, no les habría sorprendido que aquella fuese un arma de verdad y cumpliese su amenaza; menos si los rumores eran ciertos y sus padres eran narcos, traficantes o proxenetas.
De inmediato el alboroto se intensificó, esta vez no uno de alegría y diversión, sino de pánico. Todos salieron corriendo espantados, menos Tiago y Alan, quienes no sabían si reír, bajar a Sophie o seguirle el juego y correr simulando estar histéricos.
En menos de cinco segundos la piscina estuvo vacía.
***
Ian caminaba tranquilamente hacia la casa Cohen, cuando una avalancha de chicos y chicas en trajes de baño estuvieron a punto de atropellarlo. En cuanto la multitud se alejó, él se limitó a levantar una ceja y continuar su camino.
— ¿Eso fue planeado o lo improvisaste? —preguntó Alan, dándose cuenta que tenían todo le sushi bar sólo para ellos tres.
—Lo improvisé, ya me tenían harta. —Bajó de la mesa de un salto.
Tiago llenaba dos platos de comida y se metía un par de rollitos a la boca. Los tres se dirigieron a la sala. Sophie realmente había limpiado el lugar y sólo permanecían sus únicos amigos; aunque agradeció al cielo que Esteban se hubiese ido antes, no habría tenido el valor para echarlo.
Ian encontró la puerta abierta así que decidió pasar. Sophie y compañía se dieron encuentro con él.
— ¿Qué haces aquí? ¡Vete! —le reclamó Sophie, más que la conversación que había escuchado minutos antes, le molestaba que él se encontrase ahí.
— ¿Qué la fiesta ya acabó? —preguntó sin real interés.
Alan recién se percató de la presencia del chico nuevo y corrió hacia él, directo a darle un golpe.
— ¡Eres un idiota! ¡Cómo no me dijiste que habías vuelto! —le dijo con una sonrisa.
Sophie abrió la boca completamente atónita al ver que se conocían.
—Te mandé un mensaje y me contestó otra persona —respondió Ian, correspondiéndole el golpe.
—Sí, es verdad, cambié mi número y no avisé a todos.
—Esperen, esperen... ¿Se conocen? — Sophie interrumpió el fraterno reencuentro.
— ¡Claro! Ian estuvo en mi colegio hace dos años, antes de regresar a Inglaterra.
Ella no sabía qué decir, Tiago sólo miraba a ambos sin dejar de comer.
—Qué bueno que estés aquí. ¡Tenemos toda la comida para nosotros!
—Y la piscina —añadió Tiago.
—No, después de la actuación de Sophie te aseguro que más de uno se orinó ahí, no es buena idea entrar —dijo Alan.
— ¿Qué fue lo que pasó?
—No vas a creerlo, pero Sophie... —comenzó a explicar y la muy furiosa muchacha lo interrumpió.
— ¡Él no va a quedarse! —lo señaló.
— ¿Por qué no? si es amigo de Alan es amigo mío —esta vez Tiago intervino y Sophie cayó en el pozo de la incredulidad, su propio hermano la traicionaba.
Los tres chicos se dirigieron a la piscina, Ian se detuvo y fue hacia la chica.
—Ah, me olvidé, ten —dijo depositándole en las manos una barra de chocolate con envoltura de animalitos, el tipo de golosina que compran los niños de primaria. En el medio tenía un moño de regalo y estaba abierto; Ian había mordido un pedazo y luego cerrado precariamente la envoltura.
Mientas los chicos hablaban como amigos de toda la vida, Sophie destruyó la barra entre sus manos. Su cumpleaños había empezado mal y se ponía peor. Parada sola en la sala, se sintió rezagada, olvidada y apartada. Ian ahora acaparaba a sus amigos, su propia familia, en su casa y en su cumpleaños.
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holaa!!! no sé qué decir o.o
nos leemos mañana o no se sibuqieren otro capi hoy.
gracias por votar y comentar! espero que les haya gustado
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