34. Quiero ser mejor
Ian no sabía si sorprenderse o resignarse a la nueva locura que Sophie planeaba. En cuanto su novia le abrió la puerta, su gesto cambió al verla con un bruzo azul nada atractivo, una gorra a juego y en manos llevaba un balde de agua y un limpia parabrisas.
— ¿Qué? ¿Andan jugando a los disfraces? —preguntó al ver que Daniel se aproximaba con una pinta similar.
—Claro que no. —Le sonrió—. Las vacaciones están por acabar y el orfanato necesita pintura, no tendremos tiempo con las clases así que debemos hacerlo ahora.
Ian la examinó de pies a cabeza por segunda vez, su atuendo era de todo menos de pintor ¿podía Sophie ser más despistada?
Ya comenzaba a burlase diciéndoles que las casas no se pintaban con agua, cuando ella lo calló con un beso; un corto beso en los labios que, como sabía, era suficiente para callarlo, dejase de burlarse y la escuchase atento.
—Para pintar necesitamos pintura, para la pintura necesitamos dinero y para conseguir dinero... —alargó la última palabra dándole chance de continuar la frase.
— ¿Lavamos autos?
— ¡No! armamos un teatro —explicó mirándolo como tonto, dejándolo aún más confundido.
El padre de Sophie bajaba las escaleras, ella dejó de hablar con Ian y expresó en voz alta:
—Sí Ian, según mis cálculos deberemos lavar doscientos autos, si empezamos ahora acabaremos en tres días; y si no nos detenemos al medio día, pese a que el sol es muy, muy, fuerte... —gritó más mirando hacia su padre, intentado infundiere lástima. Él enarcaba una ceja comprendiendo todo el teatro de Sophie —. Acabaremos, aunque tal vez nos dé cáncer de piel, pero así conseguiremos el dinero para los botes de pintura —cínicamente ya le hablaba a su padre.
—Eres aún más chantajista que tu madre, ya te di mucho dinero, ¿Cuánto necesitas ahora para no lavar autos y morir de cáncer de piel? —le preguntó sarcástico sacando dinero de su billetera.
—Con esto es suficiente —Sophie le quitó la billetera de las manos, sacó un par de billetes y le devolvió la billetera con poca delicadeza—. ¡Ale, apúrate! ¡La pintura no se compra sola! ¡Además debemos recoger a Alan! —gritó hacia las escaleras.
Alejandro bajó y observó de pies a cabeza a Ian, buscando algo sospechoso en él.
—Él es Ian, mi lindo y la mayor parte del tiempo muy molesto novio; él es Alejandro, es mi hermano postizo —los presentó Sophie.
—No soy tu hermano postizo, soy tu tío. —Desclavó la mirada de Ian y reprochó a Sophie.
—No es cierto, eres nuestro hermano postizo —intervino Daniel.
— ¿Cuándo van a dejar de decir eso? —preguntó resignado mientras sacaba las llaves de uno de los autos y se dirigía con los chicos al garaje.
—Nunca, entiende, si decimos que eres nuestro tío debemos tratarte con respeto —explicó Sophie, a lo que Daniel asintió, dándole la razón a su hermana—. Primero iremos a recoger a Alan, está de vago, que ayude; compramos la pintura, luego vamos con Samuel; Alejandro es médico y quiere revisarlo. —Sophie anunciaba el itinerario para el día, mientras se acomodaba junto a Ian en el asiento trasero del auto, apoyando la espalda contra su pecho y dejando que él la abrazara—. Luego pintamos el orfanato, volvemos a casa y hacemos el trabajado; para tu fortuna ya avancé mucho, solo nos falta editar el video —le dijo a su novio, quien no le prestaba atención y comenzaba a besarle el cabello.
—Ustedes dos, sepárense un poco. —Alejandro los miró por el retrovisor, Ian se pasaba de cariñoso con su sobrina.
—Lo siento, no puedo, si me separo no puedo besarla —Ian respondió alevoso, abrazándola más, mirando directamente hacia Alejandro mientras besaba las sonrojadas mejillas de Sophie.
—Mocoso... —musitó, no solía enfadarse o alterarse con facilidad, pero ese chico ya comenzaba a exasperarlo—. Le diré a tu padre —se dirigió a Sophie, quien inmediatamente se separó de Ian y se levantó hacia el asiento del conductor.
— ¡Lo sabía! Ya te arrastró a su lado, se supone que eres mi hermano, debes estar de mi lado y unirte contra el tiránico Nicolás Cohen, quien no permite que el amor verdadero tome su curso e Ian y yo expresemos los profundos sentimientos que sentimos. —Perdiéndose en sus fantasías se tumbó hacia atrás sobre Ian, quien la detuvo y tanto él como los otros dos, volcaron los ojos al escuchar las cursis ideas de Sophie.
—Lo siento, me ordenó que los vigile; además él me sacó de la calle y me pagó la escuela de medicina, estoy de su lado. —Poniéndose en marcha aguantó los reproches de Sophie y Daniel, quienes no lo bajaban de traidor y vendido al poder dictatorial. Ian escuchaba divertido, pasado la mirada de Sophie a la carretera, realmente Alejandro parecía su hermano mayor y Sophie más que dichosa por tenerlo cerca.
Ian aceleró el paso cuando llegaron al edificio de Marcelo y vio una ambulancia en la entrada. Rogando que todo marchase bien, subió las escaleras de dos en dos. Sophie lo siguió con la misma prisa.
La puerta del departamento estaba abierta y un equipo médico sacaba a Samuel en una camilla. El niño no se veía bien, tenía los ojos cerrados y su piel más pálida que de costumbre. Ian sintió su corazón oprimirse, Marcelo ya le había advertido que Samuel empeoraba. Pero no era justo, era solo un niño y nadie le había dado la oportunidad de crecer.
—Ian. —El muchacho levantó la vista y se encontró con los oscuros ojos del padre del pequeño; estos, extrañamente, no reflejaban la amargura y tristeza que uno esperaría por parte de un solitario hombre, cuyo único motivo para vivir se encontraba a punto de desaparecer—. ¡No vas a creerlo, pero un donador anónimo pagó por la operación de Samuel! —Sus palabras optimistas le infundieron una paz y alegría que solo había experimentado con Sophie—. Ahora lo llevarán al hospital, fue en el momento justo, un poco más y Samuel no hubiese sobrevivido. —Sus ojos se llenaban con lágrimas de felicidad, las cuales no había experimentado nunca. Se sentía viviendo en un sueño, envuelto en un milagro que sólo parece posible en los cuentos. Su pequeño por fin recibiría la atención médica que necesitaba, y las posibilidades de que poseyera una vida larga eran altas.
—Qué bueno, justo ahora que le traía un médico, ni modo. —Sophie hablaba despreocupada, dio un vistazo a Samuel, alegrándose por el pequeño y ya retornando a las escaleras, Ian la detuvo tomándola de la mano.
— ¿Fuiste tú verdad? —le preguntó en susurros para que Marcelo no pudiese escucharlo.
— ¿Yo? —preguntó haciéndose a la loca. Ian le sonrió y Marcelo se aproximó al verla.
— Sophie, tenías razón no debía perder la esperanza. —Ya sin aguantar las lágrimas le dirigió esas palabras como agradecimiento y se apresuró a bajar junto a la camilla de su hijo.
—Gracias Sophie, de verdad. —Ian le rozó la mejilla tiernamente, sintiendo que la amaba más.
—No tienes que agradecer —lo interrumpió—. No fue por ti, fue por él. —Le separó la mano y entrelazó sus dedos, dando los primeros pasos hacia la puerta. Daniel se despedía de su amigo, a quien ya subían a la ambulancia. Alejandro y Alan los esperaban al pie de las escaleras—. Sabes, es cierto que el dinero no compra la felicidad, pero puedes usarlo para hacer feliz a otros. Bueno, ¡primera misión cumplida! ¡Faltan dos! —después de su momento serio gritó victoriosa y bajó corriendo casi arrastrando al muchacho. Desde que había decidido cambiar su vida al principio de la vacación, que tenía planeado ayudar a otras personas a ser felices, y más que nunca ella se sentía feliz también.
Mucho más que cuando cantaba o cuando había comprado aquel preciso vestido azul, le encontraba sentido a la vida y a la felicidad. Además de poder ser ella misma frente a las personas que la querían, ya no podía reprocharse el ser egoísta; aunque aún le faltaba un largo camino, sentía que comenzaba con el pie derecho, se sentía más segura de sí misma y más que nunca veía a su plan de cinco pasos, próximo a realizarse.
—Tú y Alan pinten esa pared, Alejandro y yo pintaremos esta, a ver quien acaba primero. —Después del corto viaja al orfanato, Sophie ya pensaba en la siguiente forma de ganarle a Ian.
— ¿Y yo qué? ¡También quiero pintar! —reclamó el más pequeño, quien se sentía ignorado.
—Tú nos ayudas —le dijo su primo Alan, dándole una pequeña brocha para que el niño dejase de reclamar.
— ¿Y qué ganamos? —Ian se aproximó a Sophie retadoramente, el resto los ignoraba, en especial Daniel y Alan sabían que ese era su juego. No podían hacer ninguna actividad sin competir.
—Si yo gano... —Pensó llevándose el dedo al mentón, esa era una buena oportunidad, estaba segura de ganar—. Te conviertes en mi asistente personal por tres días. —Recordando la forma en la que Ian le había chantajeado en el pasado, aprovechó de pagarle con la misma moneda, solo que ella no lo llevaría a una cita, no, lo haría sufrir, sería su carga bolsas toda una tarde de compras e irían ver una romántica película al cine, y más le valía abrazarla y decirle cosas cariñosas mientras la veían.
—Bien, y si yo gano, el primer día de clases te pararás frente a todos en el aula y gritarás que eres una princesa mariposa y que me amas. —La desafió escupiendo en su mano y estirándola hacia ella. Sophie imitó el gesto ante el degrado y asqueo de quienes los veían.
Poniéndose manos a la obra comenzaron a pintar, Sophie lo hacía a mucha velocidad, mientras Ian pintaba relajadamente, con una sola mano mientras la otra se acomodaba detrás de su cabeza.
—Se ve que se llevan bien —le dijo Alejandro mientras pintaba los lugares más altos.
—Sí, no tienes idea, pese a que es mi novio, a veces me dan ganas de matarlo.
—Igual que un matrimonio —bufó y se calló con la mirada de odio que le dirigió la muchacha—. Por cierto, es curioso que justo vengas a esta zona —le cambió el tema pintando con calma.
— ¿Por qué? —se agachó a empapar su rodillo con pintura y volvió la vista a la pared.
— ¿Ves esa casa de allí? —Alejandro dejó lo que hacía y le señaló una casa al frente del orfanato; una humilde, con una fachada de color celeste, derruida y un muy pequeño y descuidado jardín delantero. La pequeña morada no parecía tener más de tres habitaciones contando con la cocina y el baño.
—Sí, algo fea y tétrica y creo que se derrumbará en cualquier momento —observó la muchacha.
—Pues tu madre y yo vivíamos ahí cuando éramos pequeños —le contó volviendo a recoger pintura.
Sophie fue quien dejó su labor, aquello no era posible, de seguro su tío se hacía al interesante y le contaba una mentira.
—No es verdad —incrédula repasó con pintura un trozo de pared—. Thaly siempre vivió en una enorme casa, me la mostró un día. Su familia era millonaria.
—Bueno, eso fue después, cuando se fue a vivir con su padre, pero antes vivíamos ahí.
Sophie se perdió en sus pensamientos, la vida de Thaly nunca la había comprendido, y los adultos tampoco la ayudaban.
—Ale, no entiendo algo, tu eres hermano de Thaly, pero mi tío que vive en Inglaterra no es tu hermano, ¿Son medios hermanos o algo así, no? —continuó con la conversación, si tenía suerte le sacaría Alejandro la mayor información posible.
—Sí, somos medios hermanos. Thaly es mi media hermana por parte de madre y Santiago es hermano de Thaly por parte de padre —pensando que ahí acababa su conversación dejó de prestarle atención.
— ¿Y qué pasó con sus padres?
Alejandro se tensó, ese era un tema tabú en su familia. Thaly le había prohibido hablar sobre eso a cualquiera de sus hijos.
—Murieron... Sophie nos están ganando, mejor nos apuramos.
La muchacha soltó el rodillo y se cruzó de brazos, de nuevo esquivaban las preguntas, como sucedía siempre que preguntaba por sus abuelos maternos.
— ¡Ya estoy cansada! ¿Por qué nunca quieren contarme la verdad? lo único que dicen es que Thaly tuvo un triste pasado y nada más. A veces ella se pone triste y depresiva y no sé por qué, y me siento mal porque no puedo ayudarla, ni siquiera sé qué pasa con ella.
—Te entiendo, pero entiéndela a ella, no quiere que nadie lo sepa, sabes que odia darle lástima a la gente, lo último que necesitaría es que sus propios hijos la miren con pena.
—No lo haré, por favor, te juro que haré de cuenta que no sé nada y jamás le diré que tú me contaste, tampoco se lo contaré a mis hermanos —suplicó juntando las manos y poniendo su mejor gesto de niña sufrida.
Ian ya acababa de pintar y se aproximaba a la pared de Sophie, al escuchar lo que le pedía a Alejandro, la curiosidad pudo más que él y pretendiendo que pintaba se puso a escuchar atento.
—Bien, pero no se lo digas, ni la mires raro, te cuento y después nada pasó. —Ante la entusiasta afirmación de la chica, continuó—: Verás... el padre de Thaly era un militar de alto rango, estaba casado y tenía un hijo: Santiago, tu tío. Mi madre trabajaba para él. Ella era muy joven y mantenía a todos en su casa, andaba necesitada de dinero y la verdad fue bastante tonta. Se involucró con ese hombre porque necesitaba dinero, se volvió su amante. Se embarazó de Thaly, y le exigió a ese hombre que dejase a su esposa y se fuera con ella, creo que en cierto momento mi madre en verdad se enamoró de él. De todas formas, él tenía una reputación que mantener, le pasaba dinero a condición de no decir nada. Un par de años más tarde mi madre se casó con mi padre, me tuvieron y el dinero escaseaba más que nunca. Mi padre era alcohólico y la pensión que el padre de Thaly nos pasaba no era suficiente. Vieron la opción de irse a trabajar al extranjero así que mi madre le pidió al padre de Thaly una gran suma de dinero a cambio de no exigirle nada de nuevo y desaparecer de su vida.
Él acepto, pero mi padre convenció a mi madre dejar a Thaly en casa de tu abuelo de todas formas antes de irnos. Mi madre le obedeció, siempre lo hacía, obedecía todas sus órdenes. Terminó abandonando a Thaly, en una enorme casa donde solo la tenían como a un mueble. Le daban todos los lujos posibles, pero nunca la trataron con cariño, sobre todo su padre, quien la golpeaba en cada oportunidad y no le perdonaba ni un solo error; para él, Thaly solo era un objeto del cual podía disponer, incluso la vendió, en realidad le arregló un matrimonio con un primo de Santiago que vivía en Inglaterra. En fin... Le hicieron mucho daño, Thaly sufrió muchas otras cosas, pero tuvo suerte, tu padre le ayudó a salir de ese horrible lugar donde vivía.
— ¿Y qué pasó con sus padres, y ese estúpido que quiso llevársela?
—Mi madre murió hace cuatro años y el padre de Thaly, no sé —levantó los hombros—. Al parecer traficaba con armas y cuando lo descubrieron escapó, no tengo idea de que fue de él. El primo de Santiago, quien quiso llevársela, también estaba involucrado con tu abuelo, al él si lo llevaron a prisión.
Sophie lo meditó, al fin tenía una idea de qué había pasado con Thaly. Aún tenía miles de preguntas y detalles inconclusos de los cuales quería enterarse, pero parecía que Alejandro no estaba dispuesto a soltar ni una sola palabra más. Poco a poco iría averiguando, por el momento, varías cosas le daban vueltas.
Su abuela había muerto hacía solo cuatro años atrás, y posiblemente tenía un abuelo en algún lugar del mundo, pero según había escuchado, no era el tipo de persona con la cual quisiese cruzarse nunca.
Mirando su balde vacío y con la cabeza aún en las nubes, se dirigió a cargar pintura. Pasó junto a Ian y este al sentirla cerca, de improvisto movió la mano, todavía sujetando la brocha y descuidadamente pintó una de las mejillas de Sophie.
Al sentir el suave roce y la fría pintura en su cara, abrió la boca con asombro y volteó furiosa hacia Ian.
—Sophie fue un accidente, te lo juro —se explicó aguantando las ganas de reír.
La chica apretó los puños y con los brazos en tensión siguió caminando.
Ian y Alan comenzaron a reír y su carcajada se interrumpió con el baldazo de pintura que les llegó a ambos.
—Eso también fue si querer —dijo la chica entre dientes, lanzando el ahora vacío cubo a un lado.
Ian miró como su ropa, en realidad todo su cuerpo, chorreaba con pintura, Sophie ya sonreía victoriosa y rápidamente se aproximó a ella, para abrazarla y embarrarla también.
La chica echó a correr cuando se dio cuenta de lo que Ian pretendía. Lo esquivó entre los columpios y ya cerca al tobogán Ian se abalanzó sobre ella lanzándola al piso.
Ambos reían y se revolcaban en el piso, embarrándose con pintura y tierra.
Daniel apareció con otro balde, y con mucha maldad les lanzó el agua que llevaba en la cubeta.
Antes de que los muchachos se levantasen, huyó corriendo con los otros niños del orfanato.
—Al menos ya estamos limpios, o más bien creo que más sucios —Ian se levantó estirándole la mano a Sophie para ayudarla—. Por cierto yo gané. —Con el pulgar le señaló la pared acabada.
Por conversar con Alejandro, Sophie había perdido frente a Ian y Alan.
Con lentitud cayó de rodillas en el piso, poniendo su pose de fracaso. De nuevo perdía ante él, y para completar el cuadro, empezaría su primer día de clases haciendo algo vergonzoso.
—Deja —reclamó Ian.
Después de su productiva tarde, se encontraban finalizando su trabajo, el cual no les había resultado tan complicado. Echados de estómago sobre la alfombra de la sala, miraban las pantallas de sus computadoras, y como venganza por la pintura, Sophie frotaba los dedos en la alfombra, creando electricidad estática que luego lanzaba hacia su novio.
—Ya basta. —Molesto por sentir el choque eléctrico por tercera vez frotó también los dedos y tocó a Sophie.
— ¡Auch! —exclamó continuando con el juego. Un segundo toque le llegó al hombro y empujó a Ian de espaldas contar el suelo. Se puso sobre él zarandeándolo por los hombros mientras él se reía por los vanos intentos de Sophie por lastimarlo.
—No seas molesta dijo abrazándola, recostándola sobre su pecho.
Sophie ya levantaba la cabeza para alcanzar sus labios cuando el carraspeo de su padre los detuvo. Lo habían olvidado, él estaba ahí. Con el pretexto de recibir una mejor señal de internet en la sala, los vigilaba mientras realizaban su trabajo.
Rápidamente se separaron y volvieron la atención a sus computadoras.
De rato en rato se lanzaban miradas. Ian quería tener al menos un par de segundos sin la intimidante presencia del padre de Sophie.
Aprovechando lo concentrado que él se encontraba en su propio trabajo. Entró a una página de videos y comenzó a descargar todos los que el ancho de banda le permitió.
— ¿Por qué el internet está tan lento? —Reclamó Nicolás—. Le dije a Daniel que no descargue tantos juegos a la vez. —Pensando que era culpa de su hijo más pequeño, subió las escaleras, no sin antes mandarle una seria mirada al muchacho, advirtiéndole con los ojos que no tardaba en volver y más le valía comportarse.
En cuanto estuvo fuera de su campo visual, ambos muchachos se pegaron como imanes a un refrigerador, besándose con ansias, descargando todo lo que habían guardado durante el día.
Ian se fue separando de los labios de Sophie, continuando con tiernos roces por su mejilla hasta su oído, ahí fue donde se detuvo. Solo la abrazó, recogiendo en sus brazos la calidez del pequeño cuerpo de su novia, respirando su perfume que se mezclaba con el aroma de su cuerpo de una forma que le resultaba exquisita.
Ella lo abrazó poniendo con firmeza las palmas de las manos en su espalda, percibiendo también esa calidez y el masculino abdomen y brazos de Ian, los cuales demandaban sentir su piel por debajo de la ropa.
—Sophie ¿tú harías todo por mí? —abandonando el tono arrogante y pretencioso con que normalmente le hablaba, se escuchó con aquella seriedad que a Sophie le causaba escalofríos.
—Depende, no sé si mataría a alguien... o tal vez sí... —Sonrió aún perdida en el abrazo—. ¿Por qué?
—Porque yo sí haría todo por ti, absolutamente todo y no lo dudes. —De nuevo esa seriedad que le causaba un poco de miedo. Ian a veces sonaba como si algo trágico estuviese por suceder.
—Suficiente cariño, sigan trabajando o no van a acabar. —De nuevo fueron interrumpidos por Nicolás.
Rezongando volvieron a tumbarse de estómago.
—Cuánto tiempo más nos va a vigilar, ya le dije a tu tía que no te tocaré siquiera —dijo Ian en voz alta, con la intención de ser escuchado por Nicolás.
—Thaly dice que se le pasará en tres días, luego se meterá en sus asuntos —le respondió mirando directamente a su padre, quien sonreía hipócritamente. Los iba a fastidiar un poco más, quería causarle a Ian el temor necesario para que cuando estuviese a punto de sobrepasarse con Sophie, lo primero que se le viniese a la mente sea la amenazante figura del padre de su novia.
—Sólo dos días más —declaró Sophie tomándose un ligero descanso.
Ya quedaba muy poco para que las mejores vacaciones de su vida llegasen a su fin, y sobre todo, solo dos días faltaban para la última y más importante audición del año, para la cual se había estado preparando en cada momento libre.
No escaparía, esa vez estaba segura, su vida era cuasi perfecta y no planeaba arruinarlo. En dos días, su vida podía cambiar para siempre. Si era aceptada en la audición, su sueño de cantar y alcanzar la fama y la fortuna era más que factible.
Hola! pues ya Sophie se va a enterando de muchas cosas :D comenten que les pareció.
Un beso y nos leemos mañana.
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