23. De nuevo a escapar
"Ian no me gusta, Ian no me gusta", se mentalizó mientras bajaba. Tal vez el chico no le gustaba realmente, solo se estaba sugestionando y de todas formas debía mostrarse lo más indiferente posible frente a él. El que Ian le gustase podía ser desastroso, y que él se enterase más desastroso aún. Ya podía imaginarlo con su media sonrisa tan característica, burlándose de ella, alardeando a todo el mundo que había logrado conquistar a Sophie Cohen, la chica más inconquistable del colegio, demostrando nuevamente, que era el número uno en todo.
Respiró hondo, cerró los ojos y caminó hacia la salida. El enrojecimiento y los nervios la consumieron de nuevo al escuchar que le silbaban. Lo había olvidado. Los amigos de Tiago se encontraban en la sala.
Enojada se dio la vuelta para confrontarlos, odiaba sentirse como un trozo de carne frente a una jauría cuando los chicos del equipo de básquet se encontraban reunidos. En realidad odiaba cualquier situación en la cual un grupo de torpes muchachos la contemplasen de forma lasciva. Ya a punto de gritarles se vio interrumpida por Tiago.
—Al próximo que la moleste le arranco la cabeza.
Inmediatamente todos se callaron, era fácil distinguir cuando Tiago hablaba en broma o sus amenazas iban en serio, y cuando se trataba de su hermana mayor, las cosas iban de verdad en serio.
— ¿Por qué tienes problemas con nosotros y no con Ian? —Al salir la chica al encuentro del muchacho, Mauricio le reclamó la injusticia; especialmente a él, Tiago lo tenía amenazado, no podía ni mirar a Sophie sin que lo golpease o amenazara de muerte.
— ¿Ian qué tiene que ver? Él no la anda persiguiendo o mirándola como a un pastel.
— ¡Vamos! —Otro de sus amigos ironizó volcando los ojos—. Los chicos de su curso dicen que Ian y tu hermana se encierran durante algunos periodos libres en uno de los depósitos de deportes y no salen en un buen rato —mencionó con malicia y el final de su frase pareció la señal de partida para el enfurecimiento de Tiago.
—Eso no es verdad, Sophie no haría eso —apeló a la inocencia de su hermanita.
—Yo también lo escuché —intervino Mauricio.
Tiago se movió incómodo en el asiento, los pies le picaban, finalmente no pudo frenar su impulso y salió a vigilar que Ian mantuviese las manos, y cualquier parte de su cuerpo, prudencialmente alejados de Sophie.
Su calma mental había cambiado por ira, al menos eso le había ayudado a olvidar sus posibles sentimientos hacia Ian.
Él la esperaba apoyado contra la puerta de entrada, aún evadía a sus compañeros.
Sophie paró en seco al verlo. Su estómago se hizo un nudo nuevamente y su corazón se aceleró. "No puede ser" pensó cayendo presa de los nervios, rogando no sonrojarse.
—Bien ¿cuál es tu brillante plan? —preguntó Ian. Sophie se limitaba a contemplarlo de una forma extraña.
—Yo... pues, es... —Su mente estaba en blanco, ya no recordaba ni el motivo por el que lo había convocado.
Ian la miraba preguntándose qué le pasaba. De todas sus extrañas reacciones, muecas y expresiones, esa era una nueva en definitiva.
— ¿Qué hacen? —Tiago apreció como si hubiese sido invocado. Eso disminuyó los nervios de Sophie e irritó un tanto a Ian, quien se encontraba más que impaciente frente a la desconcertante actitud de Sophie y la curiosidad mezclada con temor por escuchar su plan.
—Hablamos, de algo privado —dijo Ian.
— ¿Qué cosas privadas tendrían ustedes que tratar? —Entrecerró los ojos y lanzó un aura retadora que sólo Ian fue capaz de percibir.
—Nada. Sabes, ¿qué importa? entre mis planes está que tú te enteres tarde o temprano porque no hay forma de hacerte desaparecer. —Sophie recordó su plan y decidió explicarlo pronto, así Ian se iba y dejaba de intimidarla—. Ian va a correr en una carrera —le explicó a su hermano. Este no pareció inmutarse.
—Sí ya se —dijo con desinterés y los únicos sorprendidos fueron su hermana y su amigo.
— ¿De cómo lo sabes? —preguntó Sophie.
—Me contó Alan, también me contó lo que te hicieron y el sábado iré a arreglar cuentas —mencionó como si fuese lo más normal del mundo.
—Maldito chismoso, ¿Él también te contó que me pegaron no?
—Bien, miren, no importa. —Sophie se desesperó, de verdad quería sacar a Ian de su vista, quería y no quería; deseaba verlo, pero no sentirse tan nerviosa y tensa—. Mira, lo más lógico es que para ganar tengas una buena moto —dijo orgullosa y los otros la escucharon atentos, pensando en la obviedad de lo que decía—. Tu moto es buena, pero no tanto como la Ducati de mi padre.
Los dos chicos abrieron los ojos con espanto.
— ¡No! ¡Ni loco, no le robaré la moto a tu padre!
—No la robaremos, la devolveremos antes de que él se dé cuenta.
—Papá se da cuenta de todo, y más cuando se trata de su moto, alguno de sus autos o de ti. —Tiago no lo aceptaría bajo ninguna circunstancia, sobre todo porque era su pellejo el que debía proteger. No importaba que hubiese sido la idea de Sophie o fuese Ian quien manejara la moto. Su padre lo castigaría a él, por el acuerdo explícito de vigilar a Sophie y evitar por todos los medios que cometiera una locura.
—Escucha, el sábado Daniel se quedará en casa de Samy, papá y Thaly saldrán con nuestros tíos y sabes que cuando eso pasa no vuelven antes de las tres. La carrera es a las diez, salimos a las nueve y regresamos antes de la media noche, tendremos hasta tiempo de limpiarla.
—Sophie, la moto de tu padre es mejor, no hay duda, pero no estoy acostumbrado a manejarla y realmente aprecio mi vida, si se entera, y es muy probable que lo haga, me atropellará con ella y se comerá mis restos.
— ¿Ian tiene miedo? —Se burló Sophie —.Vamos, es la forma más segura de ganar. Ninguno quiere que sea novia de Vincent ¿no? —Puso una mueca que por un segundo los derritió a ambos.
—Bueno, está bien. Odiaré a Vincent, pero no soy tan sádico como para dejar que te soporte tres meses —mencionó con burla, lo último que deseaba era perder y sabía que pese a los riesgos, Sophie tenía razón. No lo pensó demasiado, prefería arriesgarse a ser descubierto y torturado a que Sophie terminara en manos de Vincent.
Tiago era el único que sufría internamente. A esas alturas sabía que no existía fuerza humana que sacase a Sophie de su terquedad, solo le restaba asegurarse de no ser descubiertos; sacar la moto del garaje; que Ian corriera y ganase una insulsa carrera que iba a efectuarse por el mero orgullo de Sophie y regresar la moto en excelentes condiciones, tan brillante y perfecta como su padre la mantenía, con un cariño equiparable al de un padre por su bebé.
Por primera vez se fijaba en los pequeños detalles y características que no había notado antes por falta de interés. Con atención lo contempló mientras él dibujaba durante la última clase de matemáticas antes de la vacación.
Miró sus manos, era zurdo y agarraba el lápiz de una forma extraña mientras dibujaba y de otra cuando escribía. Subió la vista. Su cabello estaba un tanto largo, era lacio, pero por el crecimiento las puntas se curvaban sutilmente. Su nariz recta y sus facciones marcaban su joven rostro, el cual se asemejaba más al de un hombre que al de un muchacho, recién se daba cuenta que Ian parecía un poco mayor. La mirada de sus verdes ojos no se desprendía de la hoja, todo lo que hacía lo realizaba con dedicación, como en ese momento, que parecía repasar una y otra vez el mismo detalle del dibujo.
Sin querer se perdía más en él, en el conteo de sus perfectos atributos. Apoyando la cabeza en una mano permaneció contemplándolo hasta que Ian volteó al sentirse observado. Rápidamente y muerta de vergüenza por el estado embobado con que lo miraba, regresó la vista al frente.
Ian notó que desde el día anterior, Sophie lo había estado esquivando. Evitaba mirarlo a los ojos y sus conversaciones eran monosilábicas, le respondía lo estrictamente necesario, no parloteaba o sacaba a colación temas aparte como normalmente hacía.
En cuanto sonó el timbre la chica guardó sus cosas y salió corriendo del aula sin si quiera atisbar a su compañero. Ian le dio alcance en el patio. Sophie ya había atrapado a Claudia y se la llevaba del brazo a comprar a la tienda del colegio.
— ¿Cómo te va Claudia? ¿Quieres que ya la mate y te libere de esta tortura? —con tono dramático sostuvo a Claudia de los hombros, esta solo rió. Sophie los miró un momento y luego los esquivó, continuando su camino a la tienda.
— ¿Sophie estás bien, te molesta algo? —Claudia corrió hacia ella y le preguntó nerviosa.
—Sí, no pasa nada —masculló con notable enfado sin siquiera voltear a verla.
Claudia permaneció parada en el mismo lugar, incrédula por haber molestado a Sophie o aburrirla tan rápido ¿Tenía algo que ver las palabras de Ian? Eso jamás le había molestado, al menos no de esa manera, en una situación así lo esperado era que Sophie le respondiera y comenzara una discusión y una guerra de insultos. Tal vez a Sophie le había molestado el hecho de que la tocara, pero no había sido un contacto significativo, aun así no descartó la posibilidad.
—Qué le pasa, esta tan... no sé cuál es el adjetivo correcto. —Ian caminó hasta situarse junto a Claudia y observó a Sophie con cierta preocupación. No recordaba haberle hecho nada fuera de lo normal para que se comportara tan esquiva.
—No sé, creo que ya se cansó de mi —dijo Claudia.
—No, no es eso —susurró corriendo hacia Sophie.
De improvisto la jaló del brazo y la arrastró dentro del colegio.
— ¡Suelta, no molestes! —se quejó ella intentando soltarse, pisando firmemente, pero el piso recién lustrado facilitaba que él la arrastrara y los pies de la chica resbalasen.
— ¿Me vas a decir qué te pasa? —la confrontó una vez que cerró la puerta del lugar donde solían pasar el tiempo a solas.
—No me pasa nada, a ti qué te importa. —Aún sin mirarlo directamente intentó salir, él la detuvo y la levantó del piso para sentarla sobre la pequeña mesita del fondo.
—Te pasa algo, toda la mañana te has portado rara, bueno... en realidad eres rara siempre, solo que esta vez estas extraña de una forma diferente. Parece que algo te molestara. —Apoyó las manos en la mesa, a ambos lados de ella.
Sophie cerraba los ojos con fuerza, evitaba mirarlo, la proximidad de él no ayudaba. Las manos comenzaban a sudarle y su corazón parecía querer escapar de su cuerpo, y cuanto habría deseado que así fuese.
—Yo... —balbuceó alejando su rostro todo lo que la pared que detenía su espalda le permitía—. La verdad es que... —dijo rápido y abruptamente se detuvo al abrir los ojos y encontrarse con la expresiva mirada de Ian.
No aguantaba más, quería abrazarlo, besarlo o tener cualquier tipo de contacto. También decirle lo que sentía, pero la fuerza de su sentido común era más fuerte y contuvo las palabras en su garganta.
Él estaba cerca, muy cerca, y sucedió lo mismo que pasaba siempre antes de poder terminar cualquier discusión: se fundieron en un beso.
El tener en cuenta que besaba al chico que le gustaba, hizo que aquel acto fuera aún más perfecto e inolvidable que el primero.
Ian sentía que Sophie lo besaba de forma diferente, con la misma pasión que él siempre le entregaba. Acercó más su cuerpo colocándose entre las rodillas de ella, quien aún permanecía sentada en la mesa.
Perdiéndose como nunca antes, sus manos recorrieron la angosta espalda de ella y sus labios continuaron el camino hacia su cuello. Le dio un delicado beso muy cerca del lóbulo de la oreja, luego atisbó, esperando ver la reacción. Ella cerraba los ojos y se mordía el labio disimuladamente, demostrándole lo mucho que le agradaba. Sintiéndose satisfecho, continuó bajando y subiendo por la suave piel de su cuello, casi saboreando su perfume, deseando recorrer toda la piel al descubierto y todavía más.
Ella ya no pensaba, lo quería, lo quería mucho y resultaba extasiante que la recorriese de esa forma tan cariñosa.
Sus manos abandonaron la espalda, una dio encuentro al muslo de Sophie y la otra a su cuello, casi rozándolo bajó por él hasta posarse en su pecho y desabrochar el primer botón de su blusa del uniforme. Sophie no se quejaba así que continuó con el segundo y su otra mano ya se aventuraba debajo de la falda escocesa.
Las manos de Sophie que hasta el momento habían permanecido equilibrando su peso sobre la mesa, se posaron en el pecho de Ian, desabotonándole también la camisa, pero de una forma nerviosa y torpe.
Ian la pegó más a él, tocándole bajo la falda el extremo de su ropa interior.
Cuando sintió los húmedos besos en el inicio de su pecho, abrió los ojos. Ian tenía la capacidad de hacerle perder el control en cualquier situación, pero no podía dejarlo. Lo sentía mal, no sabía si él le correspondía y se estaba entregando a un momento hormonal, del cual se arrepentiría luego.
El fuerte sonido del timbre la incentivó aún más a parar. Ian se hacía al loco frente al sonido, posaba suavemente una mano sobre uno de los pechos de la chica, cuando ella lo empujó, y antes de siquiera reaccionar, recibió una cachetada.
—Eres un... aish... ¡aprovechado! —le gritó furiosa levantándose de la mesa y cerrándose como podía los botones de la blusa. Quería salir de ahí lo antes posible.
—Pero... ¡Si yo ni te obligué! —le gritó de vuelta sobándose la mejilla.
Sophie abrió a puerta y le gritó antes de salir:
— ¡Te odio! —Tiró la puerta y se fue furiosa, más con ella misma que con Ian. No le importó que Juliana y su grupo de amigos la viesen pasar, mirándola torcidamente, como si supiesen exactamente qué era lo que Sophie había estado haciendo. No tomó importancia al hecho, pero sus compañeros reían y esperaban a que ella se alejara.
Ian permanecía atónito, primero porque era la primera vez que perdía la razón de esa forma, y segundo por la reacción de Sophie. Ella pareció disfrutar cada caricia, ella parecía querer llegar más lejos, a él le hubiese bastado con que lo detuviese de un forma calmada, no con ese golpe que había sido igual a recibir un balde de agua helada una fría tarde invernal.
Sophie no esperó a que acabaran las clases, igual que la primera vez que Ian la había besado, corrió a casa y se encerró en su habitación. Debajo de su cama recordó lo que había estado a punto de hacer ese día. Lo sabía bien, aún en su ingenuidad se percataba que por poco se entregaba por completo a Ian.
No se reconocía, desde hacía días que no lo hacía. Incluso en sus más románticas fantasías ella no llegaba más que a besos y castas caricias. Momentos antes, su cuerpo había actuado por cuenta propia, jugándole una mala pasada a su razonamiento.
Más que nunca deseaba no volver a ver a Ian nunca, no sabía qué debía hacer frente a él, como actuar, qué decir. Lo odiaba, de verdad lo odiaba por hacerle sentir todas esas cosas, por gustarle tanto y controlar sus sentimientos.
—Sophie ya nos vamos, Tiago se quedará contigo —le avisó Thaly antes de salir, desde el día anterior que Sophie se comportaba extraña y a pesar de haber intentado sacarle información, ella se mostraba esquiva. Decidió darle un par de días y la oportunidad de ser ella quien por cuenta propia se abriera.
Sophie se recostó en su cama y de golpe lo recordó, la carrera era esa misma noche, debía ver a Ian quisiese o no.
—Papá y mamá ya se fueron, Ian vendrá en un rato. —Tiago entró a su cuarto y se sentó junto a ella al verla melancólica—. ¿Qué te pasa? —preguntó cuidando que sus palabras no sonaran a interrogatorio.
—Cosas de chicas —respondió su hermana y eso fue suficiente para él. Se levantó y bajó en cuanto escuchó el timbre.
—Vi que tus padres ya se fueron ¿Tienes las llaves? —preguntó Ian. Hablaba con Tiago, pero no podía evitar desviar la vista hacia la hermana de éste.
—Sí, y tómalas antes de que me arrepienta. —Se las lanzó.
—Mi moto está afuera, yo iré junto a Sophie en la de tu padre y tú puedes ir en la mía.
— ¡No! —gritaron al unísono ambos hermanos.
—Yo voy con Sophie —sentenció pensando que no los dejaría solos.
—Sí, tú mejor practica mientras vas a la cuidad —dijo Sophie, lo último que quería era encontrarse a solas con él, aun si iban conduciendo a toda velocidad y las posibilidades de hablar eran nulas, a menos que él se detuviera o se desviara del camino.
De mala gana Ian aceptó. Realmente había tenido la intención de perder de vista a Tiago y desviarse para hablar con Sophie antes de la carrera.
Ian se adelantó bastante a ellos llegando al lugar del encuentro antes. Jamás había montado una moto como esa y tenía el mal presentimiento de que al volver a usar la suya, no sería lo mismo después de semejante experiencia.
Dos cosas lo incentivaban a ganar: la adrenalina que ya corría por sus sistema y la negación rotunda ante la idea de que Vincent se atreviera siquiera a tocar a Sophie.
—No, eso no está permitido. —Saltó Evan en cuanto vio la moto en la que Ian llegaba.
Alan, quien ya se encontraba ahí, reconoció con espanto la preciada motocicleta de su tío.
— ¿La robaste?—le masculló.
—Por supuesto que no, a la loca de tu prima se le ocurrió.
—Escucha, más te vale ganar, pero si no llegas a hacerlo hay que encontrar la forma de disuadir a Vincent de su trato con Sophie —murmuró.
—No soy estúpido, ya lo sé. Prefiero matarlo antes de que se acerque a ella.
—Hola Ian, bonita moto. —Camila apareció y lo miró seductora y sarcástica a la vez, de una forma solo posible en ella—. Si ganas yo puedo ser tu trofeo.
—Eres la persona más cínica que existe —dijo Ian mirándola con desprecio—. Por tus mentiras terminé en un internado militar.
—Sí, lo sé —habló orgullosa—.Espero que hayas aprendido, a mí nadie me deja. —Cambió su rostro a una mueca seria llena de cólera.
Ian le devolvió la mirada mientras ella iba a reunirse con sus amigas.
—Fuiste a la fiesta con ella solo para fastídieme ¿no? —le preguntó a Alan.
—Igual que tú fuiste con Sophie por fastídieme a mi —respondió sonriendo.
—Yo fui con ella porque quería, que tú te enfades fue un bono extra. —Sonrió también. Enseguida Tiago y Sophie llegaron.
—Mi premio ya llegó —Vincent se aproximó a ella y tanto Ian como Tiago contuvieron las ganas de pegarle.
Sophie se cruzó de brazos y lo miró de pies a cabeza con superioridad, de la forma en la que Vincent miraba a todos, pero nadie, hasta ese momento, lo había mirado a él.
—No vamos a perder —Sophie se apartó con Alan y dejó que Ian y Evan programasen la ruta—. Gracias —le dijo a su primo una vez que se alejaron.
— ¿Por qué? —preguntó extrañado.
—Por salvarme junto con Ian, no te lo agradecí ese día, es que estaba bastante asustada. —Le regaló una sincera sonrisa que lo desarmó.
—Tranquila, yo siempre estaré ahí para ti —le puso una mano detrás de la nuca, la observó un rato, ella no cambiaba su expresión. Vio el momento oportuno, por algún motivo sabía que ese era el momento de declararle nuevamente sus sentimientos. Prefirió no hablar, bajó la mirada a sus rosados labios y se acercó lentamente hasta mitad de camino.
— ¡Ya van a empezar! —gritó Sophie volcando a ver a Ian, sin imaginar siquiera las intenciones de Alan.
El chico renegó por lo bajo, de alguna forma le parecía que Ian había logrado interrumpirlos.
Evan e Ian se colocaron frente al semáforo, a esas horas de la noche, ese lugar era vacío y hábilmente Vincent se había encargado de colocar cintas amarillas en las calles que desembocaban en esa avenida.
La ruta era un tanto larga y por un momento debían entrar al tráfico, siendo lo más precavidos, o apelando a la suerte, para no ser descubiertos por la policía.
Sophie, Tiago y Alan, junto a los chicos del otro colegio, miraban expectantes al semáforo, esperando que la luz cambiase a verde.
En cuanto la luz se encendió, Evan e Ian partieron, algunos gritos de vitoreo se escucharon hasta que desaparecieron en una esquina. Según sus cálculos, debían tardar un poco menos de siete minutos.
A Sophie los nervios la carcomían, desde lejos Vincent le sonreía y se relamía los labios de forma lasciva, causándole repulsión. Ian no perdería, estaba segura, a pesar de todo, siempre que se encontraba en dificultades, él la sacaba de apuros de una forma u otra.
Sin soportar la cara de Vincent, se dio la vuelta. Tiago ya se encontraba besándose con una chica que parecía ser de último año. Alan prefería mantenerse al margen, pero Sophie resopló y se acercó a ellos. Tiró del cabello de su hermano y le arrancó un par de pelos.
— ¡Auch! ¡Qué te pasa! —le gritó a su hermana y la chica con la que se besaba le lanzó una mirada asesina.
—Es mi hermano menor, tiene catorce años ¿lo sabías? —le dijo a la chica.
— ¡Me dijiste que tenías diecisiete! —La chica le reclamó—. Niño imbécil —añadió yéndose.
—Gracias —masculló Tiago a su hermana y ella le sacó la lengua, orgullosa.
Ian notaba que Evan se rezagaba y no por qué no pudiese darle pelea, lo hacía a propósito, eso era evidente. Redujo la velocidad, dándole el chance de alcanzarlo y pasarlo, y aún así Evan permanecía atrás. Era frustrante, no sabía qué pasaba, pero así la carrera no era divertida. En ocasiones anteriores él y Evan habían competido y siempre había sido una carrera difícil. Casi parando Ian le hizo una señal y se desvió a una estrecha calle. Se detuvo y Evan enseguida apareció detrás.
Se quitó el casco y le preguntó qué sucedía.
—Yo me voy a casa, tu gana —respondió volviendo a encender su moto.
Ian lo detuvo.
—Claro que no, corre bien, si no, no es divertido.
—No es divertido desde el principio. Esto era entre tú y yo; como siempre corríamos, Vincent y tu novia no tenían por qué meterse, en especial Vincent. No puedo hacer nada sin que él se meta y me use a su conveniencia, solo piensa: ¿Nosotros qué ganamos con esto? Si tu ganas, Vincent no se queda con tu chica y yo como siempre termino siendo su perro faldero. Corramos otro día, los dos solos, sin que nadie se entere. —Volvió a acomodarse su casco.
—Si te retiras Vincent va a matarte, te pasará lo mismo que a mí.
—Que Vincent haga una fiesta y se humille públicamente lo vale, además todos están hartos de él, dudo que me hagan algo. Te llamo para quedar de acuerdo, y usa tu moto, contra eso no tengo posibilidades. —Señaló la Ducati y encendió su moto.
Ian se resignó, Evan tenía razón. Ambos eran manipulados, Evan por Vincent y él por Sophie, si lo veía de esa forma, al menos él hacía todo por una bonita chica y no por un arrogante chico que se creía dueño del mundo.
—Ya es mucho rato, ¿dónde están? —Sophie miró impaciente su reloj. No era posible que tardasen tanto a menos que hubiesen sido atrapados, pero Ian era un especialista en huir de la justicia, así que era improbable.
— ¡Ahí está! —Alan se levantó y vio a Ian llegar a la meta a una velocidad promedio.
Detuvo la moto y en cuanto bajó, Sophie saltó a sus brazos.
— ¡Ganaste! ¡Ganaste! —gritó sin soltarlo.
—No en realidad, Evan se retiró, pero para efectos prácticos gané yo.
Vincent se aproximó más que enfadado.
— ¡Dónde rayos está Evan!
—Se cansó de ser tu perro faldero. Ahora tendrás que cumplir con tu condición. Perdiste.
— ¿Cuál condición? —preguntó y todos los miraron sorprendidos—.Yo no recuerdo ningún trato, ¿O ustedes sí? —les preguntó a todos.
Sus compañeros de colegio guardaron silencio, nadie se animaba a contradecirlo.
— ¡Eres un tramposo y un mentiroso! ¡Hicimos una apuesta! —Sophie se soltó de los brazos de Ian y lo enfrentó.
—No hay pruebas bonita, la próxima vez asegúrate de tener algo por escrito —dijo caminando hacia su auto, el resto de chicos comenzó a dispersar el lugar también.
—Espera —lo detuvo Tiago, y en cuanto se volteó cayó al suelo de un golpe—. ¡Vuelves a acercarte a mi hermana y te mato! —le gritó volviendo a golpearlo, antes de seguir Alan lo detuvo, pero Tiago no se dejaba, toda la noche se había contenido, quería guardarse hasta el final de la carrera y liberar toda la ira que había acumulado al enterarse de lo que Vincent había hecho con Sophie.
Solo las sirenas de policía fueron capaces de detenerlo. Todos los chicos corrieron en diferentes direcciones, los que intentaron huir en autos fueron interceptados por una de las cinco patrullas que tapaban las salidas a calles aledañas.
Ian jaló a Sophie y la subió en la moto junto con él, no podía meterse en problemas, menos con la policía. Aunque no quería dejar a Tiago y Alan atrás, no le quedaba más opción que escapar.
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