18. Empieza el juego
Las manos le temblaban y con dificultad sostuvo el aparato. De pronto lo sintió vibrar y la fuerte música hizo que diese un brinco en su lugar. Lo hizo caer sobre las frazadas e indecisa contestó. Acercó el teléfono a su oído lentamente, como si fuese una bomba que estallaría con el más ligero movimiento.
—Asómate a la ventana. —Escuchó del otro lado. Lentamente retiró la cortina y observó el exterior. Ian la esperaba en la calle, apoyado en su motocicleta, sus labios se curvaban de una maliciosa forma—. Tienes diez minutos para vestirte, te espero abajo —le ordenó antes de colgar.
Sophie se dejó caer al piso con sufrimiento y pavor ¿Qué tenía Ian en mente?
Fuera lo que Fuera, quería acabar con eso rápido, que él le hiciera lo que le tuviese que hacer, para que luego ella pudiera enterrarse tranquilamente debajo de una roca.
Se vistió y peinó trémulamente, el miedo y el cansancio apenas la dejaban moverse ¿Qué Ian no podía vengarse un poco más tarde?
Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina, un par de voces llamaron su atención.
—Por eso no está en ningún equipo de deportes. Cuando estaba en el de fútbol nunca llegaba al segundo tiempo, siempre le sacaban tarjeta roja —decía Thaly mientras tomaba un sorbo de té.
—Tu hija necesita controlar su temperamento, ¿No pensaron en llevarla a un grupo de control de ira? —Ian conversaba con ella, como si fuesen grandes amigos.
—A Sophie le cuesta controlar sus emociones por su trastorno de déficit atencional, y a veces es solo una forma de descargar energía por su hiperactividad. Ya toma demasiados medicamentos y no queremos drogarla para mantenerla tranquila. Alejarla de los deportes bruscos ayudó bastante, además le gusta más cantar y eso es una actividad tranquila....
— ¡Por que están hablando! —gritó conmocionada, esos dos parecían en una reunión de adultos, conversando sobre ella mientras tomaban desayuno.
—Tu amigo te estaba esperando afuera así que lo invité a desayunar —fue la despreocupada respuesta de su madre.
— ¡No es mi amigo! —protestó sentándose, su madre ignoró el reproche y le sirvió más café al chico, con un cariño maternal que causó repulsión en Sophie.
Ian atisbaba hacia ella mientras comían en completo silencio. Thaly pasaba la mirada del uno al otro. Su hija parecía tenerle cierto temor al muchacho, y él parecía divertirse al notar la reacción que le causaba.
—Ya nos vamos, hasta luego. —Después de terminar la comida, Ian se levantó del asiento, haciéndole una cortés reverencia de cabeza a la mujer.
— ¡Cómo que vamos! ¡A dónde! —Se sorprendió Sophie.
—Diviértanse y cuida que no se meta en problemas —Thaly volvía a ignorar a su hija y se despidió de ellos con un una sonrisa.
— ¡No! ¡Yo no voy a ningún lado y menos contigo! —la chica gritó qqqy se tumbó a piso, no había forma que Ian pudiese llevársela. Él volcó los ojos y abrió la puerta trasera, para arrastrar a la chica por el piso hasta la salida.
— ¡No! ¡Suéltame! ¡Thaly haz algo, me secuestra! —Gritó mientras la llevaban a rastras, su madre se limitaba a mirarla con una mueca extraña—. ¡Me traicionaste! ¡Me diste el beso de Judas! ¡Esto quedara en tu consciencia Thaly! ¡Vendiste a tu hija! —lanzó sus últimos gritos al verla alejarse, más bien ella se alejaba y Thaly se despedía moviendo la mano, pensando que Sophie se volvía más dramática con los años.
Cuando por fin se dignó a caminar, Ian le extendió un casco y se sentó en la moto, esperando que la chica se acomodara detrás.
— ¡Dime que me harás! —El desconcierto la carcomía y no pensaba seguirlo hasta saber qué sería de su destino.
—Sube, ya te diré cuando lleguemos.
El miedo de Sophie se convirtió en pavor al ver el rumbo extraño que tomaban. Ian conducía de la misma forma veloz e imprudente, y eso le agradaba: sentir la adrenalina fluir, la velocidad y el viento. Era emocionante y bastante divertido.
Se detuvieron a la entrada de un parque. Ian se bajó y le ordenó con la mano que la siguiera.
La imaginación de Sophie comenzó a volar. Ese parque parecía el lugar perfecto para asesinarla y ocultar el cuerpo, pero Thaly sabía que se habían ido juntos, él no sería tan impudente para dejar que lo descubrieran tan fácil.
Lo siguió hasta el borde de un mirador, hasta una baranda improvisada de madera. Desde ahí podía verse la ciudad.
Entonces Sophie se dio cuenta. Ian podía atarla y colgarla al borde del barranco, dejándola ahí por horas o incluso días.
Al ver la desconfianza que ella le tenía, Ian le aseguró que no le haría nada, simplemente le explicaría sus condiciones.
—Serás mi asistente personal —le informó apoyándose de espaldas contra el barandal.
—O sea tu esclava
—No, esclava suena feo, serás algo así como mi secretaria, sólo por hoy. Tengo que hacer varias cosas, vendrás conmigo y harás lo que te pida.
Sophie lo pensó, eso era demasiado fácil. Seguro había algo más, Ian debía tener algo planeado, no era posible que las cosas le salieran tan baratas.
— ¿Y qué hay de las fotografías y las cosas que sabes sobre mí?
—No se lo diré a nadie, nunca. Es una promesa de caballero, por más sangre que me eches encima o venganzas que planees con Alan, no diré nada sobre tu cursi mural. Además estoy seguro de que encontraré más cosas sobre ti en el futuro. —Le extendió la mano para cerrar el trato y ella le correspondió con desconfianza—.Vamos antes de que este lugar se llene de gente. —Cruzando los dedos detrás de su nuca caminó de regreso.
Como ya se encontraban en la ciudad, recorrieron un corto trayecto hacia el centro comercial. Sophie lo siguió hasta una tienda de ropa. Aparentemente Ian compraría y ella le haría de carga bolsas. Él miró a su alrededor, se dirigió a una gran caja de cartón con ropa de descuento y eligió un saco beige con rombos amarillos.
—Ese es el saco más ñoño y horrible que he visto —dijo Sophie cuando Ian se aproximó a la caja para pagar.
—Ya sé. No he comprado ropa desde que vine de Inglaterra y mi tutor me ordenó que hoy compre algo decente —ironizó la última palabra—. Que vea que compré esto y no moleste, además así me quedo con dinero extra —dijo extendiendo un billete a la cajera.
Sophie le arrebató el billete de las manos y devolvió la prenda al cajón de descuento.
—Ya que seré tu asistente, seré la mejor asistente que hayas tenido. Me encargaré de administrar tu dinero y que compres ropa decente —le avisó sonriendo, si quería ser la número uno en todo, esa no sería la excepción.
Ian no se esperaba eso, ahora la chica no se le desprendería y lo obligaría a comprar.
Refunfuñando eligió varias prendas que a él le gustaban y se aproximó a pagar, solo para darle el gusto.
— ¿No te la vas a probar? —le preguntó extrañada, pensaba que esas prendas las elegía para ir al cambiador, no a la caja.
—Son de mi talla, me gustan, qué más da.
— ¡Pues que tienes que ver cómo te quedan! no solo la talla importa, también la forma, el color, el material... —comenzó a enumerar como si fuesen las cosas más obvias.
Ian la miró con odio. Ella eligió otro par de prendas: pantalones, poleras y camisas a juego. Le entregó la montaña de ropa y lo empujó a los cambiadores.
Se puso algunas prendas, molesto con ella. ¿Quién la había nombrado su asesora de modas?
—Me queda bien, ¿feliz? —salió vestido con una polera, un pantalón negro y una camisa guinda.
Ella lo contempló pensativa, examinando con cuidado el atuendo.
—Sabes... está bien, sobretodo el pantalón, va con tu estilo, la camisa también, pero el color no me convence —lo rodeo observándolo de arriba abajo logrando que él se sintiera como perro de exhibición. Sophie hizo el gesto de tener una gran idea y le trajo una camisa igual a la anterior —pruébate esta.
—Es exactamente igual a la que llevo puesta.
—No es igual, esa es guinda esta es roja —reprochó señalando ambas prendas.
—Yo las veo igual. ¿Cuál es la diferencia entre el guinda y el rojo? ¡Es lo mismo, me veré exactamente igual con la otra!
—No es lo mismo el guinda se asemeja más a un color uva.
— ¿Cuál es el color uva? Hay uvas verdes y moradas, ¡Eso no es un parámetro de color! ¡Las frutas no son parámetros de color!
— ¡Tú ponte la otra! —le gritó entregándole la camisa y empujándolo nuevamente al cambiador, cruzándose de brazos se tumbó en el asiento.
—Por eso yo no vengo con mi novia —le dijo un chico universitario a un vendedor.
Ian comenzaba a exasperarse con ella, se puso la camisa roja solo para darle el gusto y una situación similar se repitió con cada conjunto que le hizo probarse.
Después de casi toda la mañana perdida en la tienda, Sophie lo arrastró a la tienda de zapatos.
— ¡Qué no entiendes, ya tengo zapatos! —le repitió por tercera vez.
— ¡Pero no zapatos que combinen con la ropa que compraste! —se enfadó ¿Qué acaso le costaba tanto comprenderlo?
Ian pagó con lo último de dinero extra que le quedaba; lo que había estado guardando para unos repuestos, ahora sólo le quedaba lo que había apartado para ese día.
Dieron unas últimas vueltas por la tienda de comics y la de música, esa mañana había una gran conmoción por la muchacha de dieciséis años que había ganado en un show de talentos. "Una de las mejores cantantes pop del momento" aseguraban los medios. Sophie se ponía mal cada vez que pasaban la noticia en la televisión, esa chica había ganado en el concurso para cual ella se había presentado a audicionar y luego escapado en el momento que escuchó su nombre.
No dejaba de pensar que esa podía haber sido ella. Bajaba la cabeza con melancolía cada vez que escuchaba "Sherry Ducane".
—No sé por qué hacen tanto lio, nadie se acordará de ella en un par de semanas, además tú cantas mejor —comentó Ian dirigiéndose al patio de comidas.
Ella sonrió un momento, no sabía si aquello iba en serio o era otra de sus extrañas bromas, prefirió pensar que era verdad y lo siguió en silencio.
Aún estaba desconcertada, Ian no le hacía cargar las bolsas, ni le daba órdenes, ni la molestaba; en realidad la molestaba, pero en la dosis normal.
Recorrieron casi todos los puestos de comida. Ian compró algo en tres y cuando las manos no le alcanzaron para llevar tantas bandejas, Sophie tuvo que ayudarlo.
—Ya pasamos por casi todos los puestos ¿Qué vas a comer? —le preguntó cuando vio que se dirigían a una mesa.
— ¿Qué lo que compraste no era para los dos? —preguntó sorprendida, él le contestó con una mueca extraña y caminó de vuelta a los puestos.
—Elige algo —le ordenó impaciente.
Sophie miró alrededor un momento, después optó por sushi y un cartón con jugo de piña. Para su mayor sorpresa, Ian pagó antes de que ella acercara la mano a su bolsillo.
—Considéralo tu sueldo —dijo caminando hacia una mesa.
—No necesito tu limosna —masculló la chica y se sentó frente a él, quien ya había comenzado a devorar la comida. Por un momento le recordó a su hermano, y su teoría de que los chicos tienen cuatro estómagos pareció afianzarse en ese instante—. ¿Qué haremos luego? —preguntó jugando con los palitos.
—Los sábados voy al cine, serás mi carga gaseosas. —Por primera vez desde que se habían sentado, levantó la vista hacia ella. Sophie no se veía muy convencida.
— ¿Quieres ir al cine que está en este centro comercial? —preguntó insegura.
—Sí, para qué vamos a ir a otro.
—Tendrás que entrar tu solo. —Nerviosa jugó con un mechón de su cabello, pensando en decirle o no la razón—. Tiago y yo tuvimos un pequeño incidente en este cine y no nos dejan pasar, hasta tienen nuestras fotos en la taquilla —decidió contarle, total él lo descubriría al comprar boletos y ver un letrero en el que ella y su hermano aparecían con el mensaje: Estos chicos tiene la entrada vetada a este establecimiento.
— ¿Qué incidente? —eso era algo que Tiago jamás le había contado.
—Queríamos ver una película de terror clasificada para mayores de dieciséis, como no nos vendían entradas nos escabullimos por la salida de emergencia. Luego unos idiotas nos tiraron palomitas, les tiramos palomitas de vuelta, luego nos lanzaron caramelos chupados así que les lanzamos una gaseosa, pero le llegó a una señora que se quejó en la administración. Cuando el acomodador vino a sacarnos, Tiago pensó que eran los que nos molestaban desde el principio, así que lo golpeó. Él acomodador lo jaló, entonces yo lo golpee también, detuvieron la función y cuando se dieron cuenta de que éramos menores nos sacaron y llamaron a la policía; antes de que llegue nos tomaron fotos y para que mi padre no se entere, Tiago volvió a golpear al sujeto que nos cuidaba y escapamos —finalizó tomando aire y sorbiendo su jugo para humedecer su boca de nuevo.
Ian dejó de comer preguntándose cómo rayos Sophie se las arreglaba para meterse en tantos líos. Sólo porque Tiago estaba involucrado, no se animó a chantajeara con acusarla.
—No me quedaré sin mi película por tus tonterías —afirmó acabando el último plato de comida.
Sophie refunfuñó por lo bajo, seguramente tendría que esperarlo en la entrada del cine hasta que él acabara de ver su bendita película, o dar vueltas sola por el enorme establecimiento.
Guardaron las bolsas con las compras en los casilleros para no entrar con carga y se dirigieron a la entada del cine.
Mirándola de arriba abajo se le ocurrió como hacerla pasar. Se quitó la sudadera verde que llevaba y le ordenó que se la pusiera. Sophie obedeció demostrando su poca convicción. La sudadera le quedaba enorme, Ian reprimió el decirle una innumerable lista de adjetivos sobre lo pequeña que era y lo graciosa que se veía con la prenda. Le puso la capucha y la cerró en su rostro; si ella se mantenía alejada de los guardias y la taquilla, no la reconocerían. La agarró suavemente de la mano y la llevó al interior.
Ian contempló las carteleras, decidiendo cuál película ver.
No importaba con cuanta ilusión y fascinación Sophie mirase la publicidad de una película romántica, él no soportaría dos horas de besuqueos y frases cursis.
La segunda opción era una película de acción con sexis mujeres semi desnudas, tal vez eso era demasiado; y la tercera opción era una película de superhéroes, parecía la más neutral así que decidió ver esa.
Sophie mantuvo la cabeza baja todo el tiempo para no ser descubierta. Entraron a la sala y por fin pudo deshacerse de la sofocante capucha cuando las luces se apagaron.
Eso de ser la asistente de Ian no estaba tan mal. Había tenido un almuerzo y una entrada al cine gratis, no sabía si Ian tenía alguna maldad guardada para el final o era tan torpe que no se había dado cuenta que en lugar de un mal le hacía un favor.
Después de casi dos horas de película, Sophie se movía impaciente. A pesar del espectacular tráiler y la enorme publicidad, la película era bastante aburrida, mucho diálogo y poca acción. Ian también comenzaba a aburrirse.
La chica de su lado contemplaba la pantalla con los ojos muy abiertos, el matiz azul de sus iris brillaban con la tenue luz que causaba la proyección. Parecía atenta, aunque el inquieto movimiento de sus piernas indicaba lo contrario.
El movimiento incesante comenzaba a irritarlo así que la detuvo poniéndole una mano sobre la rodilla.
Eso hizo que ella volteara a verlo y no supo en qué momento el impulsivo acto de besarla se ejecutó por cuenta propia. Apenas juntó sus labios con los ella cuando la sintió alejarse abruptamente.
— ¿Por qué haces eso? —reclamó en susurros.
—Porque esto está aburrido.
— ¡No puedes besarme sólo porque estás aburrido! —le reprochó hablando un poco más fuerte. En seguida se escucharon reclamos de la gente del rededor.
—Mejor cállate, harás que nos echen —le susurró volviéndola a besar, pasó un segundo desde que rozaron sus labios y una bolsa de papel arrugada cayó entre ambos.
— ¡Cállense! —les gritó alguien sentado dos butacas atrás.
No le importaba quien fuera, Ian iba a matarlo por interrumpir. Sophie les lanzó un par de palomitas y él la detuvo, recordando el incidente que le había comentado antes. Lo último que necesitaba era que su fotografía apareciera junto a la de Sophie en la zona de "personas no gratas".
La película acabó y las luces se prendieron justo cuando les llegó una lluvia de palomitas. Sophie puso su conocido rostro de sed de venganza y corrió tras el grupo de chicos que salían de la sala.
Sophie le lanzó la bola de papel a uno de ellos, un chico muy alto de cabello castaño claro. Él se dio la vuelta lentamente, buscando al culpable. Se encontró con los ojos azules de una muchacha de su edad, quien lo miraba de forma retadora.
Ian le dio alcance y cerró los ojos con sufrimiento al ver de quién se trataba.
—Cómo te atreves —le dijo el chico a Sophie, su grupo de amigos la miraban negando con la cabeza—. ¿Ian? —retiró la vista de la muchacha y se dirigió a su acompañante.
—Hola Vincent —lo saludó con tono aburrido y jaló a Sophie hacia él.
— ¿Esta chica es tuya? —le preguntó como quien hace referencia de la mascota de alguien.
Sophie ya estaba por gritarle cuando Ian le tapó la boca.
—Sí, viene conmigo —afirmó seguro, sosteniendo con fuerza a la chica que se contorsionaba para que la soltara.
—Supongo que es del colegio de plebeyos al que te metiste —habló con tono petulante y sus compañeros se rieron—. Pensé que si volvías regresarías al colegio, me sorprendió cuando Alan nos dijo que entraste a un colejucho de convenio.
—De hecho me cambié porque este colegio sí es un reto, pasas por tu capacidad intelectual, no por las donaciones de tus padres.
El comentario pareció molestar a Vincent. Sophie por fin se soltó después de que Ian se diese cuenta que comenzaba a sofocarla.
— ¡No es ningún colejucho, nuestro nivel es mayor al de ustedes y siempre les ganamos en básquet, fútbol y cualquier deporte que se les ocurra! ¡Y no soy la chica de Ian! —gritó lo que su compañero le había estado impidiendo decir.
—Enséñale a tu presa a respetar a su superiores —intervino otro de los chicos, un muchacho de cabello negro que se apoyaba en la pared con pose de modelo de revista.
Ian sostuvo a Sophie por la cintura y la alzó evitando que patease al chico de cabello negro.
—Ella es Sophie, la prima de Alan —Ian la abrazó por la espalda para evitar que se moviera.
— ¿Una Cohen? —dijo Vincent con una media sonrisa—. Se habla mucho de tu familia en mi colegio porque voluntariamente se bajaron de clase social.
—Es que mis padres le tiene aversión a los gremios burgueses —espetó altanera y el chico moreno silbó por el atrevimiento de Sophie. Abandonó su pose y se aproximó a ellos. Ian la abrazó con más fuerza, advirtiéndole al otro que guardase su distancia con ella.
—Conozco a tu hermano, ¿Es el capitán del equipo de básquet de tu colegio no? —habló serio e impasible —. La temporada comienza pronto, ¿Participarás Ian? —abandonó la vista de la muchacha y se dirigió al chico.
—No, la vedad no tengo tiempo para entrar a ningún equipo —explicó alzando los hombros—. De todas maneras tenemos al mejor equipo de básquet de la ciudad, que yo esté ahí no hará mucha diferencia.
—Pena —dijo dando media vuelta para irse con sus amigos. Vincent se mantuvo en su lugar.
—Mi fiesta anual es la próxima semana, me aseguraré de que te llegue una invitación, es con pareja así que puedes llevar a tu presa —añadió despidiéndose de ellos con un vago movimiento de mano.
Sophie volvió a intentar golpearlo, pero Ian la detuvo de nuevo.
— ¿A qué rayos se refiere con eso de presa? —preguntó furiosa.
—Es su jerga estúpida, no les hagas caso. —Esperó un momento a que el grupo se alejara y salió aún abrazando a Sophie.
—Sabes, creí no había nadie más arrogante, insoportable e imbécil que tú, pero esos chicos son diez veces peor, en especial ese tal Vincent ¿Quién diablos se cree?
— ¿El hijo del empresario más rico del país? —Ironizó antes de sonreírle—. Ellos son compañeros de Alan, cuando estaba en "Saint Abel" tuve el placer de estar en el mismo salón que ellos también. Vincent y Evan son algo como mis archi enemigos —dijo haciéndose la burla y Sophie se molestó con el comentario.
—Creí que yo era tu archi enemiga.
—No, tú no clasificas, solo eres... un pequeño fastidio.
Sophie le dio un codazo para que la soltara y se alejó un par de pasos antes de dar media vuelta.
—Ya viste tu película ¿Ahora qué quieres hacer? —cambió el tema, el encuentro con los compañeros de Alan la había irritado y quería olvidarlo.
—Vamos a los videojuegos —avisó cambiando el rumbo.
Sophie corrió a sentarse en el mostrador y saludar con un beso en la mejilla a Aitor, el propietario del lugar. Ian vio el acto con mala cara y lo disimuló caminando hacia ellos con desinterés.
—Hace tiempo que no venías Sophie ¿Qué pasó? —preguntó Aitor amablemente.
—Tuve varias cosas, bueno tú sabes, cosas del colegio —habló nerviosa y entusiasta, ya había olvidado que Aitor le gustaba.
—Qué pasó con tu novio, el grandote ese que me miraba con odio.
— ¿Esteban? Es historia antigua —mencionó molestándose al recordar su fracasada primera relación.
—Ya veo —bufó viendo a Ian—. ¿Cambiaste de novio tan rápido?
— ¡No! no es mi novio, ni siquiera es mi amigo —reaccionó antes de que él se quedara con la idea equivocada —Ian es... mi... —se trabó. ¿Qué era Ian?
—Soy amigo de su hermano —intervino el muchacho—. Sophie, recordé que no tengo mucho tiempo, vamos. —La jaló del brazo para bajarla del mostrador.
Se despidió de Aitor y siguió al muchacho, quien no se veía muy contento.
Recogieron las cosas y dieron un par de vueltas por la ciudad. Ian sabía que a ella le gustaba ir motocicleta así que dieron un paseo antes de regresar.
Cuando pararon frente a la puerta de su casa, el miedo volvió a invadirla. Ian debía soltar su plan maestro en ese momento, no lo había pensado hasta ese entonces, pero tal vez todo había sido una distracción, y al entrar a su casa se encontraría con una desagradable sorpresa.
—Fuiste una buena asistente —le dijo después de mirarse un momento.
—Sí, te dije que sería la mejor; fue un tanto divertido —mencionó intentando ocultar el entusiasmo—. ¿Quieres quedarte a cenar? —preguntó creyendo que tal vez era lo correcto, aún era temprano y si Ian le había armado alguna trampa sería más fácil desquitarse teniéndolo cerca.
—No puedo, debo cenar con mi tutor, pero tengo un poco de tiempo —añadió rápido—. ¿Quieres que te enseñe a manejar la moto? —se sintió estúpido al preguntarlo, pero era una buena manera de pasar otro rato con ella.
—Yo ya sé manejar —dijo orgullosa—. Bueno un poco, mi padre me enseñó, pero no me deja hacerlo sola.
— ¿Tu padre tiene motocicleta? —preguntó algo extrañado, aunque por el entusiasmo que había demostrado el director cuando llevó su motocicleta al colegio, no sonaba tan raro.
Sophie sonrió y lo llevó de la mano al garaje trasero.
— ¿Tiago nunca te mostró esta parte de la casa?
—No —dijo con los ojos a punto de salirse de sus órbitas al ver un hermoso auto deportivo negro que parecía recién fabricado.
—Mi padre lo diseñó, recién saldrá a la venta en tres meses —explicó presuntuosa notando la impresión de Ian—. Y eso no es todo. —Se dirigió al fondo del garaje donde una tela azul cubría algo grande. La retiró y develó una motocicleta roja.
— ¡Una Ducati! —expresó el chico. Aún más impresionado que antes, intentó pasar la mano por el vehículo y Sophie lo detuvo golpeándolo.
—Ni siquiera yo tengo permitido el tocarla.
— ¿Por qué el director no me deja llevar una moto al colegio cuando él también tiene una? —protestó sin despegar la vista de la Ducati.
—Porque yo soy un adulto. —Escucharon a sus espaldas y brincaron en su lugar.
Su corazón volvió a su pecho cuando vieron a Nicolás; entre sus muchas habilidades se encontraba el aparecerse como fantasma.
—Es increíble, sueño con tener una así —comenzó a emocionarse—. Y el auto también es sorprendente.
Sophie volcó los ojos y se retiró, dejando a Ian alabar a su padre.
Al entrar a la sala recién cayó en cuenta de lo cansada que se encontraba.
Thaly leía un libro recostada en sillón mientras comía pie; se incorporó al ver entrar a su hija.
— ¿Cómo te fue en tu cita? —le preguntó interesada.
— ¡No fue una cita!
—Lo siento, ¿Qué fue lo que hicieron entonces?
—Lo acompañé a comprar ropa, almorzamos, luego fuimos al cine y antes de venir dimos un par de vueltas por la cuidad —enumeró los acontecimientos del día.
—Eso a mí me suena a cita —dijo volviendo a recostarse.
— ¡No fue una cita! —repitió subiendo las escaleras al segundo piso.
Se quitó la chaqueta y se recostó en la cama, pensando en lo que le había dicho su madre. Eso no había sido una cita ¿O sí?
No podía ser, las citas se pedían y debían ser románticas. Solo había tenido una cita en su vida y si lo pensaba había pasado un mejor momento con Ian que con Esteban, cuando aún lo consideraba el amor de su vida.
Realmente se había divertido, no podía creer que hubiese pasado un gran día con Ian. Tal vez sí había sido una especie de cita: salió con un muchacho, pasaron casi todo el día juntos, él pagó por la comida y el cine y hasta se besaron. Pero... el que ellos se besaran no significaba nada, al menos así pensaba ella. En realidad no sabía por qué a veces se les daba por besarse, suponía que era divertido y agradable y generalmente prefería no darle vueltas al asunto, como Ian había dicho, él era amigo de Tiago y su compañero de clases, con quien competía por el mejor promedio del colegio.
Decidió no pensarlo más, lo importante era que Ian le había jurado silencio respecto a su muro de sueños y metas y su deuda estaba saldada.
Gracias por leer, no se olviden de comentar su opinión es importante para mí. Y para ustedes simquieren un capítulo más hoy.
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