Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

17. Sangrienta venganza

—Me pregunto qué dirán todos cuando vean esto en el facebook del curso. La chica ruda y perfecta en todo, quien pretende no importarle los sentimentalismos sueña con su príncipe azul y ser una rock star —dijo esperando un contra ataque, en lugar de eso Sophie soltó un par de lágrimas.

Ian tragó saliva, quería molestarla un poco y de nuevo había sobrepasado los límites; aunque Sophie parecía volverse más sensible cada día, al menos antes no se ponía a llorar cuando él la molestaba.

—No se lo muestres a nadie —le rogó. Ya todo estaba perdido, no había forma de negar que el muro y todo lo escrito fuese real.

—No, no se lo diré a nadie, bueno al menos no lo haré si haces lo que te pido. —Entre todo el nerviosismo intentó sonar confiado. Odiaba encontrarse en esa situación, tener a una chica llorando por su causa, peor si se trataba de Sophie—. ¿Y qué es eso de la audición? ¿En verdad quieres ser cantante? —Intentó distraerla para que abandonara sus lágrimas, y tal como pensó, ella cambió sus emociones de forma abrupta, pasando esta vez a una pose petulante.

— ¿Por qué crees que quiero ser cantante? —preguntó altanera mientras el chico tomaba la guitarra y se sentaba en la silla del escritorio, tocando suavemente una melodía sencilla.

—Ahí dice que quieres participar en una audición y hace un rato cantabas, no es difícil de deducir —explicó sin retirar la vista de la guitarra.

—Sí, bueno, de hecho seré una gran cantante. —Cruzó los brazos y se sentó al borde de la cama; aún con la cabeza baja, el chico levantó la vista.

—No sabía que cantabas, de hecho nunca te he oído cantar. Sé que el colegio tiene cada año un acto de fin de año; vi algunos videos de los archivos. Actuaste en algunas obras y a pesar de que varias chicas presentaron actos musicales tú no estás entre ellas.

Sophie observó con nerviosismo a su alrededor, buscando en su mente alguna excusa. Ian ya casi conocía cada detalle de su vida; su máxima debilidad, uno de sus tres temores más grandes, no podía caer entre la colección de cosas bochornosas y secretos de los cuales él ya tenía pleno conocimiento.

—Eso es porque... no desperdicio mi talento en insulsos actos colegiales —dijo con seguridad. Él bufó y le extendió la guitarra.

—Demuéstrame tu talento. —Soltó el instrumento y se sentó de brazos cruzados, esperando que ella comenzara a cantarle alguna canción. Después un largo momento en el que la chica solo acomodó los dedos en las cuerdas e intercaló la mirada de la guitarra al chico, él se impacientó—. Lo sabía, no cantas, no tienes talento. Es un sueño que nunca va a cumplirse.

— ¡No es verdad! Sí canto, pero no tengo por qué demostrarte nada, pregúntale a Tiago o Alan si quieres. ¡Me hartaste, vete! —Intentó levantarlo del asiento, pero como una vez él le había advertido, era demasiado pesado para su insignificante fuerza.

—Seguramente ellos están conscientes de que cantas pésimo y no quieren decirte la verdad por lástima. —Se levantó lanzándole el reto, si la conocían tan bien como creía, ella no se contendría. Y de nuevo había atinado.

Sophie buscó entre sus CDs y le entregó uno.

— Aunque no lo merezcas, tendrás el placer de tener mi primer demo. —Depositó el disco en sus manos y lo empujó fuera. Él se dio media vuelta y volvió a acomodarse en la silla.

—Esto puede ser cantado por cualquier. —Guardó el disco en su bolsillo y esperó que ella cayera nuevamente—. Si no me demuestras que en verdad tienes talento eres una cobarde y una perdedora —afirmó con soltura y eso fue suficiente para herir el orgullo de la muchacha.

"Perdedora" era el adjetivo más odiado por Sophie, el mayor insulto que alguien le pudiese dedicar.

Agarró la guitarra y pensó cuál canción de su amplio repertorio tocaría. Empezó segura, pero con tal tocaba y el muchacho la miraba expectante para escuchar por fin el sonido de su voz, la seguridad se iba esfumando. De todas formas cantó, suave, con la suficiente intensidad para que él la escuchara. Bastante temerosa intentaba no hundirse en la mirada del muchacho, focalizando su concentración en las notas y melodías para sonar lo mejor posible.

Terminó, bajó la guitarra y lo contempló expectante. Era la primera vez en mucho tiempo que cantaba frente a alguien que no era un miembro de su familia, y, por algún motivo, su opinión le importaba demasiado.

Él se reclinó en la silla, exhaló y después de meditarlo un momento le habló a la nerviosa chica:

—Bastante insegura y demasiado dulce para mi gusto, pero sin duda tentador.

Sophie puso una mueca de desconcierto, sin saber qué decirle. ¿Esa había sido una buena o mala crítica? ¿A qué se refería con "tentador"? ¿Alguna mala traducción de un modismo inglés?

— ¿Al final te gustó o no? —soltó para salir de su duda, si no le explicaba sabía que no dormiría toda la noche cavilando sus palabras.

—Sí, cantas bien, te concedo esa —dijo despreocupado, volviendo a mirar las fotos en su aparato.

Ella susurró un "gracias", volviendo a su preocupación principal: ¡¿Qué rayos haría él con esas fotos?!

—Tu muro, tus canciones... hoy conocí mucho de ti, te lo tenías bien guardado princesa mariposa.

Resopló, de nuevo empezaba con lo de princesa mariposa.

—Qué quieres. —Se dejó caer en la cama doblando ligeramente su labio. Su destino era estar bajo el mando de Ian. Si no era por chantaje, era él precisamente quien le salvaba la vida en situaciones peligrosas.

Esas palabras sonaban tan bien viniendo de ella, que le era imposible ocultar su dicha. Sophie estaba en sus manos, dispuesta a obedecerlo en todo por evitar que sus secretos fusen develados. El abanico de posibilidades se abría. Innumerables imágenes de ella acatando sus ordenes y Alan muriendo de la rabia sin poder oponerse, pasaban como las imágenes de sus sueños dorados.

Curvando los labios, se acomodó a su lado. La miró fijamente, logrando aislarla del mundo exterior, de la habitación, de la casa. Era relativamente sencillo sacarla de la realidad, puesto que generalmente su cabeza volaba junto a sus sueños y fantasías. Previéndole con la mirada sus intenciones, ella dejó que nuevamente probase sus labios. Por un instante pensó en no corresponderle y remedar el desplante que él le había hecho un par de días antes, pero en un momento en el cual ella no se percató siquiera, Ian la abrazó, aproximando mucho sus cuerpos, disminuyendo el espacio al mínimo entre ambos, sin darle posibilidad de escape.

La tenía apresada. Degustaba ansioso sus labios, pensionándolos con fuerza y mordiéndolos ligeramente, para luego introducir lentamente su lengua, jugando con la de la muchacha de forma apacible, como una preparación ante el inevitable momento apasionado.

Ella se sentía abrumada. Era demasiado, un exceso de sentimientos se alborotaban en su estómago y se expandían por sus venas como un intenso calor. Caía fácilmente ante las caricias de Ian. Sin comprender nada que no fuesen esas cálidas sensaciones, se dio cuenta que su espalda se encontraba sobre el suave colchón e Ian sobre ella, abandonando sus labios para dirigirse a su cuello.

No estaba bien, no podía dejarlo acariciarla y besarla de esa forma, pero se sentía tan bien que no se creía capaz de reunir el coraje para pedirle que se detuviera.

El sonido de la puerta principal cerrándose los sobresaltó ye les obligó a separarse. Entonces se dieron cuenta del poco aire que había estado recibiendo. Sophie se sentía acalorada; intentaba descifrar lo ocurrido: ¿Qué había sido todo eso? Jamás le había pasado algo similar, sentirse presa de su cuerpo y no de la parte racional de su cabeza.

—Borra las fotos —le dijo tomando aire de manera disimulada.

— ¿Por qué haría eso? —simuló también.

— ¡Porque ya te pagué! Es más, te sobre pague con el beso. ¡Borrarlas y no se las muestres a nadie!

—Nunca dije que el beso fuera el pago, eso solo fue una reconciliación —sugestivamente le acarició ambos hombros desnudos y la chica abrió los ojos con una expresión de horror.

— ¡No es justo! ¡Te odio! —le gritó indignada, aún incrédula por haber caído en su trampa.

— ¡Qué le estás haciendo! —Alan se apresuró a la puerta en cuanto escuchó gritar a su prima.

La hizo a un lado con cuidado y se interpuso entre ambos de forma retadora. Ian no pudo más que volcar los ojos ante su intento de actuar como héroe.

—No le hice nada, sabes que es una gritona. Ya me voy, Sophie hablamos luego. —La miró directamente, destacando el hecho de que le hablaba a la chica e ignoraba abiertamente al muchacho.

Después de un desafiante cruce de miradas por parte de ambos varones, Ian salió al pasillo donde Tiago le dio alcance y lo acompañó fuera.

— ¡Por qué siempre tiene que ganarme! —se quejó Sophie una vez que ella y Alan se encontraron solos.

Alan la miró preocupado, notando lo acalorada que se veía y le puso la mano en la frente para controlar su temperatura.

—Estoy bien, solo que Ian me hace enojar. —Lo esquivó para que no le siguiera preguntando por qué se encontraba tan colorada—. ¿Qué haces aquí? —le cambió el tema, dándose cuenta que él rara vez la visitaba en días de semana.

—La verdad tenía la esperanza de que él no se encontrara hoy. Quería hablar contigo, últimamente no nos vemos mucho y te extraño —la abrazó de la misma forma protectora de siempre—, y también quería proponerte algo. —Puso una suspicaz mirada, la cual Sophie ya conocía muy bien, algo macabro surcaba su mente—. ¿Quieres vengarte de Ian?

—Por supuesto, pero ese chico es... no sé cómo lo hace, siempre se sale con la suya y no puedo encontrar su debilidad.

—De eso quería hablarte, digamos que yo sé a qué cosa Ian le tiene miedo —alardeó con una socarrona sonrisa—.Ya tengo un plan en mente y necesito tu ayuda, pensé en decírselo a Tiago, pero parece que se volvió la mascota de Ian —añadió molesto y Sophie compartió su sentimiento.

Tiago era lo de menos en ese momento, Ian iba a pagárselas, lo harían sufrir; pasaría el peor momento de su vida.

Los días de las siguientes semanas pasaron entre tensión, retos indirectos y burlas. Sophie miraba con odio a Ian cada clase; él le hacía recuerdo de sus secretos. Una guerra fría estalló entre ambos y todos, maestros incluidos, se dieron cuenta, sólo que ya se habían acostumbrado. Ni bien uno de los dos respondía algo en clases, el otro se lanzaba a corregirlo, hubiese necesidad o no. Lo mismo pasaba con las tareas, en cuanto recibían su nota le echaban en cara al otro la superioridad de su trabajo, pese a tener la misma calificación.

Ya era costumbre verlos retarse frente a cualquier situación, y los maestros decidieron dejarlos con su juego. Preferían no meterse con la hija de director, quien siempre causaba ese tipo de problemas, ni con Ian, quien poseía el mejor promedio del colegio y, como iban las cosas, de seguro tendría el mejor de la ciudad cuando acabase el año.

Sophie entró cuando la clase ya había comenzado un viernes por la mañana. Tras responder pretenciosamente a la queja del maestro, se dirigió al curso con un aviso importante de la dirección.

Sin ánimos de escuchar y aprovechando de tomarse unos minutos libres para fumar un cigarrillo, el profesor salió del aula.

— ¡Aviso importante de mi padre! —Anunció Sophie en voz alta, una vez que se subió al escritorio del maestro—. Un grupo de alumnos de intercambio de Inglaterra vendrán a pasar el resto del semestre con nosotros. Hoy habrá una reunión con ellos, un comité de bienvenida debe resolverles las dudas, mostrarles el colegio y explicarles la dinámica de las clases. —Enseguida, murmullos entusiastas se dejaron escuchar y no faltó el grupo que se ofreció voluntario. Sophie los calló de un grito y prosiguió—: El comité ya fue elegido, personalmente ayudé a conformarlo, serán los mejores alumnos y aquellos que representen mejor a la institución. Seremos: yo por supuesto, Missy, Juliana, Patricia. —Les sonrió y ellas la saludaron con entusiasmo—. Andrés e Ian —dijo el último nombre con desprecio—. Mi padre insistió en que estés porque también eres inglés. La reunión empezará esta tarde después del final de clases en la sala de reuniones, procuren que su uniforme esté prolijo —finalizó saltando del escritorio al suelo y yéndose a sentar en su lugar.

— ¿Por qué Claudia no irá? —le preguntó Ian—. Es la tercera mejor alumna, debería estar en el grupo.

—Están los que representen mejor al colegio, o sea los más lindos... y tú, la mascota —dijo socarronamente y le sacó la lengua.

Ian sentía que todo eso era estúpido, no quería perder la tarde, menos permanecer en la misma habitación que sus compañeros de clase. Los seis chicos esperaron en la sala de reuniones, una oficina grande con finos muebles de cuero, una mesa circular de vidrio en medio y grandes ventanales que dejaban al sol entrar en su esplendor. Después de un momento en el cual esperaron impacientes, Ian miró su reloj.

—Si van a tardar tanto yo me voy —dijo haciendo el ademán de levantarse.

—Deben estar hablando con mi padre, iré a ver qué pasa —lo detuvo Sophie y salió de la sala.

Alan la esperaba apoyado contra la pared.

— ¿Todo listo? —le preguntó.

—Sí —afirmó contenta, recibiendo de su primo una bomba de humo. Abrió la puerta lo suficiente para que la bomba entrarse a la sala y rápidamente cerró con llave, esperando que el resto sucediera solo.

Cuando Ian vio la lata humeante entrar, se dio cuenta de inmediato qué sucedía. Las chicas gritaron asustadas y respiraron aliviadas al ver que el humo cesaba rápidamente.

"Qué tonta" pensó Ian, la bomba de humo de Sophie se había apagado sin logar ningún efecto, o eso creyó, hasta darse cuenta que eso había sido suficiente para activar la alarma contra incendios. En cuanto la sirena sonó, corrió a abrir la puerta, pero su intento fue inútil, de inmediato se abrieron los aspersores, regando toda la sala con un líquido rojo.

Al ver caer las primeras gotas rogó que no se tratase de lo pensaba, pero al verse cubierto y sentir el nauseabundo aroma se dio cuenta que una de sus peores pesadillas se hacía realidad.

Sangre, todo estaba cubierto de ella: las chicas que no paraban de gritar histéricas, Andrés que intentaba abrir la puerta, e Ian, quien palidecía y sentía ganas de arrancarse la piel con tal de no tener ese líquido encima.

Alan y Sophie miraban desde fuera como los ventanales chorreaban, parecía la escena de un asesinato masivo en una película de terror.

Ian se mantenía contra la pared, respirando agitado, deseando que todo acabase y la sangre no lo siguiera cubriendo.

Por fin la regadera se detuvo, Sophie abrió la puerta y los chicos salieron a tropezones. Juliana la amenazaba, Patricia corría vomitar a una maseta, Andrés era el más sereno ante la situación, e Ian no se detuvo a reclamarle, corrió a las duchas.

Con la ropa puesta se puso bajo la regadera, dejando que el agua se llevase lo más posible.

No aguantaba la sangre, no podía verla en grandes cantidades y menos sentirla encima. Con tal el agua bajaba por su cuerpo se desprendía de la ropa, haciéndola a un lado, lejos de él. Se refregó la piel desnuda con fuerza. Debía quitarse de encima hasta el más mínimo rastro.

"Maldito Alan" reprochaba internamente. Se lo había contado a Sophie y usado su fobia en contra. Por más peleados que estuviesen, los amigos no contaban los secretos. Alan comenzaba a jugar sucio y él no se quedaría atrás, conocía perfectamente la mayor debilidad de Alan y no dudaría en usarla: Sophie.

No le importó quedarse sin mesada, tampoco tener que pasar las horas libres del recreo limpiando y repintándola sala. Sophie se había vengado, la expresión de Ian al salir corriendo cubierto en sangre valía más que cualquier trofeo, Grammy o lámpara mágica que le concediera sus deseos.

— ¡No puedo creerlo, llegaron demasiado lejos! —regañó Nicolás a su hija y a su sobrino—. Desde principio de año que te estabas comportando mejor Sophie, de verdad te tenía fe, ya no eras la peor en disciplina y ahora... no sé, ¡Debería expulsarte!

—Nuevamente soy la número uno en indisciplina —recalcó la palabra "uno"—. Y esos se lo merecían, ¡Me dejaron en medio de la carretera donde casi me matan! Lo que les hice fue nada, al final yo me llevo la peor parte al limpiar.

Thaly los escuchaba, pero la palabra sangre y las grotescas imágenes la ponían mal, así que salió.

— ¡Ves, ya pusiste mal a tu madre! Ustedes dos van a dejar esa sala como nueva, no me importa cuánto tarden, ni cuanto les cueste, ni cuanto asco les provoque —finalizó saliendo tras su esposa para comprobar su estado.

Ian y Tiago entraron minutos después. Sophie no pudo evitar sonreír, Ian aún parecía perturbado. Tiago prefirió mantenerse al margen y se llevó a su hermana para que Ian y Alan pudieran hablar a solas.

—Eres un traidor —comenzó Ian—. Esto era entre Sophie y yo, tú no tenías por qué meterte.

—Lo que tenga que ver con Sophie tiene que ver conmigo.

— ¿Desde cuándo? ¿Desde que te diste cuenta que nunca se fijaría en ti y yo tengo mayores posibilidades de estar con ella?

—De nuevo con lo mismo —rodó los ojos—. Te detesta ¿cuándo lo vas a entender?

—No importa lo que pienses, llegue más lejos con ella de lo que tú no podrás soñar siquiera —sentenció, el otro cambió su expresión—. Hasta hace unos días quería arreglar las cosas contigo, pero esta me las vas a pagar, te daré donde más te duele —dijo por último, empujándolo con el hombro al salir de la cocina.

Sophie se regocijaba, nada podía ser más maravilloso. Le había ganado, más que nunca podía gritarle al mundo que le había ganado a Ian Key. Tatareaba alegremente una canción en su habitación hasta escuchar que alguien entraba y cerraba la puerta.

Ian la contemplaba con rostro gélido. Ella curvó los labios.

— ¿Así que el pequeño Ian le tiene miedo a la sangre? —ironizó estallando en risas.

Él no respondió nada, se acercó a ella, haciéndola retroceder hasta casi chocar con el armario.

—Fue una muy mala idea Sophie —le susurró al oído, provocándole ligeras cosquillas en la piel—. Recuerda que sé todo sobre ti. Planeaste mal tu estrategia, debiste esperar a que borre las fotos y te jure silencio.

Sophie tragó saliva; Ian tenía razón. Más que nunca querría vengarse, seguro mostraría las fotografías, también tenía su demo, sabía de su enfermedad... ¡Rayos! Realmente su estrategia había tenido una falla gigantesca.

Después de alejarse de ella lentamente, rozando apropósito su mejilla contra la de ella, salió de la habitación, dejándola más aterrorizada que nunca.

Casi no pudo dormir ¿Qué le haría Ian? ¿La humillaría públicamente? Eso era lo más seguro, para el lunes todos sabrían de su plan de cinco pasos y se burlarían de ella por sus románticas fantasías; sobre todo por lo de casarse con su único y verdadero amor.

Abrazó a su gata, más que a la soledad, las habitaciones oscuras, o cientos de bichos caminándole encima, ahora tenía pánico de Ian.

Debía adelantarse. A primera hora de la mañana convencería a su padre de que la cambiara de colegio, o la expulsara por cambiar el agua de los aspersores por sangre vacuna.

Apenas concilió el sueño en la madrugada y el sonido de su celular la despertó. Miró la hora, eran las siete ¿Quién mandaba mensajes el sábado a las 7 de la mañana?

Puso una cara de espanto al ver el remitente y otra mayor al leer el mensaje:

LLEGÓ LA HORA DE PAGAR PRINCESA MARIPOSA

*o* chantaje!!

Espero que les haya gustado! :D
Nos vemos mañana, no olviden comentar

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro