14. ¡Vamos a morir!
De forma mecánica pasó la mirada hacia la asombrada mueca de la muchacha. Volteó hacia atrás para encontrarse con el impávido rostro de un hombre desconocido. Él, grande y desaliñado, parecía estudiarlos con detenimiento, como si pensara qué acciones tomar frente a los dos adolescentes que lo contemplaban inquietos.
— ¡Por fin alguien! —Sophie salió de su aturdimiento, agradeciendo encontrar a un adulto que seguramente les indicaría el camino. El muchacho, por su parte, mantenía el semblante desconfiado que había adquirido al notar la actitud del extraño sujeto—. Estamos perdidos. ¿Puede mostrarnos cómo llegar a la carretera? —Continuó bajando un poco el tono de voz, siendo amedrentada por las intimidantes actitudes de los otros dos.
— ¿Quiénes son? —Apareció un segundo hombre, y los corazones de ambos jóvenes comenzaron a bombear con fuerza al notar el rifle que el nuevo desconocido portaba.
Ian reaccionó antes, intentado ignorar a los sujetos, tomó la mano de la chica y la jaló dándole a entender que se moviera. Ella no podía despegar la mirada del arma y el hombre que la portaba, quien examinaba a la chica de arriba a abajo, curvando los labios en una maquiavélica sonrisa. Ian advirtió las intenciones del segundo hombre y la peligrosa situación en la que se encontraban, seguramente ese pueblo no se encontraba abandonado como crearían, o al menos no una parte de él.
Se apresuró a dar el primer paso, alejándose de aquellos desconocidos, cuando uno de ellos imitó su movimiento, en un indicio de impedirles el paso.
— ¿Y ahora qué hacemos con estos? —preguntó el hombre mayor, el primero que los había encontrado.
—Tal vez sí se perdieron, pero no podemos dejarlos ir. —El otro hombre, quien se veía más joven y astuto cargó el rifle con ambas manos, en un indirecto acto de intimidación, más para el chico, quien mantenía un semblante altanero; que para la muchacha, quien se encontraba asustada.
—Solo estábamos de paso por este pueblo vacío. —Ian les alzó la vista, recalcando las palabras, intuyendo cómo debía tratar la situación para intentar salir de apuros—. Nos iremos. —Añadió levantando las manos como señal de mantener la calma. Intentaba no demostrar nervios ni miedo, sino seguridad; si tenía suerte saldrían de ahí pese a mantener las esperanzas bajas.
—No sé, no sé. Nada me asegura que no hayan visto nada y que no vayan a hablar tampoco —dijo el hombre joven, rascándose la barbilla con una mueca burlesca.
—Pues no vimos nada, no tenemos idea de lo que hacen aquí —habló directamente el chico, cansándose de andar con rodeos.
Ambos hombres cruzaron miradas, comunicándose entre ellos con gestos de cabeza. Sophie casi no comprendía la situación, tampoco le interesaba meditarla. Ese hombre tenía un arma y no los dejaba ir, esa era su única preocupación. Por un momento consideró avisarle a Ian y salir corriendo, luego la imagen de ellos escapando por el bosque mientras un sujeto los perseguía disparando, la disuadió de cualquier intento de huida.
—Ya es hora del almuerzo, los invitamos a comer. —El sujeto volvió a clavar la mirada en Sophie, Ian solo pudo gruñir por lo bajo, colocándose disimuladamente delante de ella—. No voy a quitarte a tu novia. —Se dio cuenta de lo que el muchacho debía estar pensando y habló con mofa—. Por ahora, capaz ella decida quedarse conmigo luego.
Recién en ese momento Sophie abandonó el miedo para poner un gesto furioso, tanto por considerarla la novia de su mayor rival como por el descaro de ese sujeto, quien debía tener la edad de su padre.
—Pedófilo. —Recién el hombre mayor cambió su seria expresión por una más relajada.
—Pero si ella no es una niña, es una hermosa señorita. —Volvió a mirarla y le guiñó un ojo.
Su invitación a comer era una orden que los chicos no tardaron en comprender, caminaron siguiendo al mayor, el del arma casi les pisaba los talones avanzando tras ellos.
—Te lo dije, te lo dije, te lo dije —murmuraba Sophie, bajando la cabeza mientras se adentraban en el pueblo—. ¡Van a torturarnos, descuartizarnos y comernos! ¡Luego harán platos de sopa con nuestros cráneos! —expresó más fuerte.
Tanto Ian como sus captores la miraron perplejos.
—Ve muchas películas —les comentó el muchacho, resignándose a su destino, o mala suerte, o cualquier sustantivo con el cual pudiese denominarse esa espeluznante situación.
Como a un kilómetro, las casas aún aparecían dispersas entre los árboles. Todas lucían viejas, pobres y desgastadas, pero no abandonadas. Algunas personas se encontraban en los portones, lavando ropa en baldes plásticos llenos de agua del río. Un par de niños ayudaban con el trabajo y otros les dirigían curiosas miradas por un momento, y luego volvían a sus juegos y actividades.
Una construcción un poco más grande era custodiada por un hombre, el cual también portaba un arma. Siguiendo órdenes los chicos entraron en dicho lugar. Varios turriles de metal se encontraban acomodados sobre el piso de cemento. A un costado, contra la pared, un cúmulo de paquetes color marrón se apilaban junto a grandes bolsas negras rebosantes de hojas verdes y alargadas.
— ¡Ay no! —exclamó Ian. Tras una breve inspección cayó en cuenta del tipo de lugar donde se encontraban.
Sin tiempo a que la muchacha preguntara, los empujaron hacia una habitación, sin decirles nada cerraron la puerta tras ellos. Aquel lugar era un depósito, varias bolsas de basura ocupaban gran parte del espacio y el fuerte aroma de las hojas de coca aniquilaba el poco aire respirable en aquella habitación.
Sophie se tapó la nariz, respirando de a poco para acostumbrarse al olor.
— ¿Dónde estamos? —preguntó asustada.
— ¿Qué no te diste cuenta? —Ella negó con la cabeza ante la pegunta del chico—. Es una fábrica de cocaína —explicó casi tan incrédulo como la chica.
Ella comenzó a reírse, primero con una pequeña risita y luego con hilaridad. Ian enarcó una ceja sin hallarle lo divertido a la situación. Tras declararla loca, Sophie aminoró su irónica risa.
—Debí ser realmente malvada en mi otra vida ¿Cuántas son las posibilidades de que me deje un bus varada en medio de la nada junto a la persona que más me detesta, me pierda en un bosque y vaya a terminar capturada por narcotraficantes en una fábrica de cocaína? Eres mi amuleto personal de mala suerte. —Finalizó reclamándole muy molesta.
— ¿Yo? ¡Tú eres un imán de problemas! —respondió alterado.
— ¡Tú eres el estúpido que nos metió en esto! ¡Si ayer me hubieras hecho caso de ir por donde decía, habríamos llegado a la carretera en lugar de pasar la noche en el bosque! Ahora de seguro van a matarnos. —Cruzándose de brazos se dejó caer sobre uno de los costales y comenzó a sollozar.
Ian se sentó alejado de ella, guardando silencio y culpándose internamente. Gran parte sí era su culpa, en un principio le pareció divertido perderse en el bosque, jamás se le había cruzado por la mente que terminarían en problemas tan serios y que pondría Sophie en peligro.
Después de lamentarse unos segundos, Sophie inspeccionó el lugar, buscando un lugar por el cual escapar. La habitación era bastante oscura, húmeda y fría. El sol entraba apenas entre algunos de los costales. Caminó a hacia ellos y derribó la columna, permitiendo un mayor ingreso de luz y aire. La pequeña ventana estaba rota, pero era demasiado pequeña como para salir a través de ella.
Resignada buscó otros puntos de escape, mientras su compañero permanecía inmóvil, en espera de que sus captores volvieran para avisarles las acciones que tomarían respecto a ellos.
Sin encontrar salida volvió a sentarse. Ambos permanecieron en silencio, esperando despertar del mal sueño o que de un momento a otro un par de sujetos entrasen con enormes equipos de filmación, avisándoles que se trataba de una broma pesada para la televisión. Los minutos pasaban y ninguna de las dos situaciones parecía factible.
Ian nubló la vista contemplando una araña peluda y grande que caminaba con lentitud hacia la muchacha; ver al arácnido era lo único interesante que surgía por el silencio sepulcral. Sophie se arrimaba más a la pared y se alejaba con tal la araña se aproximaba a ella.
— ¿Le tienes miedo a las arañas? —se burló Ian.
—No, no me dan miedo, solo, no sé... me dan nervios, ¿nunca te ha caminado una encima? —habló sin desprender la vista del minúsculo animal.
— ¿Quieres que la mate? —le preguntó el chico, notando que ella se la pasaría huyendo por toda la habitación en una graciosa persecución.
— ¡No! ¡No puedes matarla, ella tiene tanto derecho a vivir como tú y yo! solo que en otro lugar... lejos de mí —explotó de repente—. Sácala —le ordenó haciendo un gesto con la mano.
Él puso los ojos en blanco y tomó al bicho con la mano, lo aproximó a la ventana y lo soltó fuera.
—Listo, viva y lejos de ti, ¿por qué sigues asustada? —Vio que ella aún permanecía en la misma posición encogida.
—Busca a la pareja, debe andar por ahí —Volvió a ordenarle, moviendo los ojos de un lugar a otro buscando al segundo arácnido.
—Está en tu cabello —le dijo con tono sereno y ella enseguida se levantó gritando y sacudiéndose—. No es cierto. —Se destornilló de la risa ante el gracioso espectáculo que ofrecía la muchacha.
—Te odio —le respondió con una mirada asesina—. ¿Y ahora qué?, ¿nos dejaran viviendo acá? —Cambió de tema, impaciente por no saber qué sería de ellos—. Tengo hambre ¿crees que cumplan con lo del almuerzo?
—No lo creo. —Se recostó en el piso apoyando la cabeza en el costal.
—Mañana es el cumpleaños de Tiago y harán una gran parrillada, creo que compraron una vaca entera, vamos a perdérnosla. ¿Nos dejarán aquí hasta mañana?
—Dudo mucho que Tiago vaya a festejar su cumpleaños si tú estás desaparecida. Ahí tienes coca, come eso. —Le señaló con la cabeza una bolsa rota de la cual escapaban algunas hojas.
—Sólo si no nos alimentan hasta la noche —consideró—. Eso si no nos matan antes. ¿Crees que nos maten? —Tragó saliva mirando hacia el chico.
—Posiblemente —respondió serio, dándose la vuelta para verla de frente, aproximando su rostro al de ella—. Eso puede suceder y no quieres morir virgen ¿no? —Puso una perspicaz mirada y la acarició seductoramente.
— ¡Estúpido, prefiero que me descuarticen viva! —respondió ante su sugerente comentario. El rió volviendo a su posición cuando la puerta se abrió abruptamente.
Uno de los hombres ingresó y les lanzó una botella con agua de río.
— ¡Cuándo van a dejarnos ir! —le reprochó la muchacha enfrentándolo con pose altiva.
El mayor bufó ante la pregunta y se agachó tomándola del mentón. Ian no tardó en jalarla del brazo y alejarla de él.
—No vamos a decir nada, ni siquiera sabemos dónde estamos, por lo menos déjenla ir a ella.
—Así que resultaste un caballero. Más bien aprovecha el poco tiempo que te queda con tu novia, aunque después pasarán una eternidad juntos —les avisó con un tono cruel, saliendo de la habitación y volviendo a trancar la puerta.
Ian descargó su rabia golpeando la pared, Sophie se asustaba más, indirectamente les habían avisado que morirían.
—Sólo lo dicen por asustarnos, seguro nos dejarán ir. —Volteó hacia la chica, quien superaba la primera etapa de negación e incredulidad para enfrentar la realidad y la posibilidad de que aquellos fuesen sus últimos momentos de vida.
Temblando fuertemente se dejó caer al piso. Un calor desagradable subía de su estómago a su cabeza, invadiendo su cerebro al punto de casi llevarla a la inconsciencia. Apenas sintió a Ian abrazándola para intentar tranquilizarla.
Él se sentó en el suelo, apoyando la cabeza de la chica en sus piernas. Acariciándole la cabeza le hablaba intentando que le respondiera. Ella sentía náuseas y arcadas involuntarias que le provocaban dolor en el pecho por tener el estómago vacío.
Ian también tenía miedo, pero Sophie ya era presa del pánico, debía ser él quien mantuviese la cabeza fría buscando una posible escapatoria. La chica temblaba más y se ahogaba al no poder respirar con calma.
—Sophie respira, no va a pasar nada. —La incorporó dándole más espacio. Ella intentaba hablar, pero las palabras se le atoraban. Ian se ponía más nervioso al no saber qué hacer con ella. Le acercó la botella con agua y la obligó a tomar un trago. Eso pareció sentarle mejor, al menos ya solo respiraba agitada.
—Vamos a morir, ellos van a matarnos —sollozó con un hilo de voz.
— ¡No van a matarnos ya deja de decir eso! —se exasperó—. Mejor cuéntame algo. —Bajó la voz, intentando distraerla.
— ¿Algo como qué?
—No sé, cuéntame algo vergonzoso de Alan o Tiago, así lo molesto luego. —"Si es que sobrevivimos" pensó al finalizar la frase.
Sophie lo pensó un momento, temblando un poco menos.
—No recuerdo nada, generalmente soy yo la que pasa vergüenzas —confesó poniendo una mueca. Ian se le rió afirmando que era cierto, recordando los graciosos momentos que había pasado gracias a ella—. Espero volver a verlos, y al resto de mi familia, por lo menos conocer a mis nuevos hermanos —soltó con melancolía, rogando poder volver a su casa.
—O hermanas —dijo sonriendo—. Apuesto a que no quieres que sean niñas.
— ¿Por qué crees eso?
—Porque si son mujeres ya no serás la niña consentida de tu padre, tendrás que competir con otras dos tiernas bebés —sonrió maliciosamente, agradeciendo internamente que Sophie comenzara a molestarse.
—No es cierto, me da igual. —Cruzó los brazos—. Ayer debían decirle a Thaly el sexo de los bebés, me llamarían en la noche para avisarme. —Suspiró e hizo una pausa—. Ya que vamos a morir. ¿Vas a decirme quién eres realmente?
Ian saltó ante la pregunta, pensando qué debía decirle.
—Soy Ian Key, tengo quince años, nací en Londres, voy al mismo colegio que tú y vivo a media cuadra de tu casa.
—Hablo en serio —le reclamó acomodándose a su lado—. ¿Con quién vives?
—Con mi tutor.
—Sí, claro —dijo con ironía—. Tú y yo sabemos que tu tal tutor no existe, nadie lo ha visto.
—Por supuesto que existe, solo que viaja con frecuencia, cuando termine un trabajo se quedará acá permanentemente ¿Sino con quién crees que vivo? ¿O de dónde se supone que saco el dinero para vivir y pagar las cosas del colegio?
—Tal vez asaltaste un banco y huiste de tu país —habló con perspicacia—. O no necesitas alimentarte porque vienes de otra dimensión.
—Tienes mucha imaginación —rió—. Soy una persona normal, increíblemente inteligente y perfecta, pero pertenezco a este mundo.
Sophie lo empujó, al menos sus estúpidos comentarios le hacían reír y olvidarse del miedo que tenía.
— ¿Por qué vives con un tutor? ¿Qué pasó con tus padres? —por primera vez pensó en los padres de Ian, antes había estado tan concentrada en ser mejor que él, que nunca había considerado los motivos por los cuales él no vivía con su familia.
Ian pensó un momento cómo responder ante la pregunta que todos le hacían, en cierta forma agradecía que Sophie nunca se lo hubiese preguntado, odiaba relatar la misma historia inventada una y otra vez. Sabía que no pasaría mucho antes de que ella preguntara. Como era posible que de verdad fuesen a terminar enterrados juntos en el bosque, decidió contarle la versión más próxima a la verdad.
—Mi madre murió después de que yo nací, por falta de atención médica —explicó levantando los hombros.
—Lo siento —dijo pretendiendo disimular la pena que sentía por él—. ¿Y tu padre?
—No sé quién es —soltó con desinterés.
— ¿Entonces te crió tu tutor?
—No, vivo con él desde hace siete años, antes viví en un orfanato y en "foster homes".
—No es cierto —lo miró incrédula.
—Sí lo es —confirmó—. Pasé por cuatro casas, de la penúltima escapé con un par de chicos y viví en la calle un par de meses.
—Eso explica muchas cosas, ya veo de donde aprendiste tus modales —lo cortó y él prosiguió con una sonrisa.
—Me atraparon y me llevaron a otra casa, donde había mejores condiciones. Con una pareja que no podía tener hijos; eran buenas personas, querían adoptarme; pero apreció mi tutor, dijo que era un pariente lejano de mi madre y como pudo demostrarlo me mandaron con él.
— Hubieras preferido irte con esa pareja, ¿No es así? —Sophie notó el cambio en la expresión del chico cuando nombró a su tutor—. No te creo. —Espetó cruzando los brazos, el chico le preguntó el por qué—. Suena muy increíble, como una extraña mezcla de Tom Sawyer y Oliver Twist —comenzó a reír y el chico la imitó.
— ¿Creyeras que me escapé de esa casa porque no nos daban comida?
— ¿Qué? ¿Querías más sopa? —se mofó.
— ¡No! qué asco, odio la sopa. Si estuviera muriendo de hambre y sólo tuviera la opción de tomar sopa o comerme mi propia pierna; preferiría comerme mi pierna.
— ¿Y si tuvieras que elegir entre un plato de sopa o comerme a mí? —preguntó un tanto preocupada, notando que se encontraban muertos de hambre.
—La sopa —respondió sin pensarlo.
— ¿Por qué? —preguntó desconcertada.
—La sopa es más substanciosa, tú tienes menos carne que una ardilla. —Le sonrió de medio lado y ella entrecerró los ojos con una mueca.
—Pero debo tener buen sabor, sino no me besarías. —Le volcó la vista con una actitud orgullosa. Entonces Ian supo que ya se encontraba mejor, se sintió más relajado al menos, lo último que quería era lidiar con un ataque de ansiedad—. A veces pienso que Dios es muy injusto. —Soltó de repente, él preguntó por qué con la mirada —. Los hombres pueden ir al baño cuando quieran y donde sea. —Cerró los ojos un tanto desesperada.
— ¿Quieres ir de nuevo? —Volcó los ojos mientras sonreía, la chica afirmó con la desesperación reflejada en sus pupilas—. Tomas mucho jugo, vas a intoxicarte con esa porquería. Ve a esa esquina. —Le señaló con la cabeza un espacio detrás de algunos bultos.
—Tal vez así lo hacen en el zoológico de donde escapaste, pero en el mundo civilizado vamos al baño —declaró molesta.
—Entonces tomate el agua y hazlo en la botella —Sophie lo miró con más repugnancia ante su comentario.
—Puedo aguantar —manifestó acomodándose nuevamente.
Ian se levantó, ya se desesperaba, si querían matarlos, pedir un rescate por ellos, o lo que sea, quería que lo hicieran de una vez, ya había pasado como tres horas desde que los habían encerrado. Tocó la puerta con fuerza. Después de unos momentos el tercer hombre que habían visto custodiando la entrada de la casa les abrió.
—Qué quieres —espetó fríamente.
—Queremos ir al baño y a menos que quieran tener que lavar la coca o tomarla empapada en...
—Está bien —lo interrumpió—. Salgan y cuidado con lo que hacen —los amenazó.
Los chicos salieron, después del viciado aire de la habitación cerrada, el golpe del aire exterior les supuso un gran alivio. Ambos contemplaron a su alrededor, mucha gente se encontraba trabajando y más hombres custodiaban la salida, escapar sería una misión imposible a menos que de un momento a otro desarrollasen súper poderes.
— ¿Qué pasa? —apareció nuevamente el hombre que los había llevado al lugar, quien parecía tener más jerarquía que el resto.
El otro le explicó que los llevaba al sanitario y tras recibir una autorización los condujeron a otra pequeña habitación dentro de la misma casa.
Sophie entró primero, Ian le cuidó la puerta.
La chica contempló con mayor asco el pequeño y mugroso cuarto. La idea de Ian de usar una botella se le hizo tentadora. Ya estaba por salir alegando que no había fuerza humana que le hiciera acercarse siquiera a ese inodoro, cuando escuchó que Ian hablaban con sus captores. Curiosa se aproximó a la puerta, no podía escuchar mucho, pero captaba algunas palabras.
—Les digo la verdad, solo hablen con él —decía Ian en murmullos.
—No me tomes por estúpido —habló un hombre sin prestarle importancia.
Sophie salió e inmediatamente todos se callaron, como si hubiesen estado hablando mal de ella en el colegio.
—Ya no pierdas el tiempo, llévatelos a la parte de atrás. —El hombre mayor que los había encontrado parecía bastante cansado de ellos.
—La chica está bonita, déjamela un rato —respondió el otro, causando espanto en la muchacha; se aproximó a ella y la jaló de brazo, Ian corrió a empujarlo bruscamente y el hombre le respondió con un golpe.
Sophie lanzó un gritó cuando vio que le puntuaban con un rifle.
— ¡Esperen! —lo detuvo pensando cómo salvar a Ian—. Mi padre tiene mucho dinero —atropelló sus palabras—. Si hablan con él les pagara una recompensa por ambos.
Bajaron el arma pensando un poco en lo que la chica decía, hasta que el mayor los hizo entrar en razón.
—No somos secuestradores y seguro nos está mintiendo como el muchacho. Mejor deshazte de ellos de una vez.
—No es mentira, se llama Nicolás Cohen, puedo darles el número. Les aseguro que pagará y no dirá nada —suplicó rogando que le hicieran caso y una retribución económica los sacase de apuros.
El hombre que miraba a Sophie con interés desde el principio, cambió su expresión abruptamente al escuchar el nombre del padre de Sophie.
— ¿Cohen? ¿En verdad es tu padre? —preguntó un tanto asombrado.
Ella asintió rápidamente con la cabeza, mientras Ian se levantaba del piso, limpiando sangre de la comisura de su boca.
—Tal vez los mocosos dicen la verdad —dijo el tercer hombre.
El líder sacó un teléfono de su bolsillo y se lo pasó a la muchacha.
—Marca —le ordenó.
Ella obedeció sin pensarlo. Ya estaba por llamar cuando le arrebataron el aparato de las manos. Tras una orden volvieron a encerrarlos en el depósito.
— ¿Qué fue lo que les dijiste? —le preguntó Sophie a Ian, aproximándose a ver si no lo habían lastimado.
—Nada —respondió volcándole el rostro—. Parece que conocen a tu padre —dijo un tanto molesto.
—Tal vez, no lo sé, eso qué importa —susurró intentando comprender lo que sucedía.
Por algún motivo Ian parecía enojado con ella, y el no saber el motivo la irritaba también. Esperaron como media hora, finalmente volvieron a sacarlos.
Tomaron a Sophie primero, le vendaron los ojos y la sacaron afuera mientras el chico luchaba por evitar que se la llevaran. Le dieron un golpe en el estómago para que se calmara y procedieron a vendarle los ojos también. Al menos escuchaba la voz de Sophie próxima a él mientras los obligaban a caminar, aparentemente por el bosque.
Se detuvieron. Sophie comenzó a llorar esperando sentir el disparo en su nuca, imaginado si sería rápido o dolería. Se sobresaltó al sentir una mano en su cabeza. Le retiraron la venda y abrió los ojos, encontrándose nuevamente con los pinos del bosque.
—Caminen un kilómetro en esa dirección. —Les señaló un pequeño sendero que zigzagueaba entre los árboles—. Ya saben, no vieron nada. —Les lanzó la última amenaza antes de dar media vuelta, dejando a los dos muchachos solos.
Ian comenzó a caminar sin perder el tiempo. Sophie regularizaba su pulso intentando que su cuerpo volviera a la normalidad. Miró hacia atrás asegurándose que los hombres se fuesen y no les disparasen a traición.
Ian avanzaba en silencio, molesto, o perturbado tal vez. Sophie comenzó a sentirse culpable por motivos ni ella misma entendía. El chico le causaba esa sensación. Un tanto triste, asustada, hambrienta y cansada continuó por el camino, hundiendo sus pies en la hierba.
—No camines por ahí caerás en una zanja —habló de repente, cortando la quietud y el silencio.
Ella no le prestó atención, y como si el chico pudiese predecir la mala racha de Sophie, ella cayó en un estanque de barro.
A Sophie ya nada le sorprendía, si se encontraban con "Pie grande" en ese instante tampoco sería sorpresa ante su nuevo y oficial "peor día de su vida". Ian se rió de ella, al menos era mejor que su enfadada actitud. Le extendió la mano para ayudarla a levantarse y Sophie lo jaló con fuerza, intentando que él cayera también. Su esfuerzo fue en vano, él amplió su sonrisa.
—No funcionará, soy muy pesado para ti. —La jaló con fuerza y la levantó.
Sophie volteó hacia él y lo abrazó intempestivamente llenándolo también de barro.
—Suéltame, me ensucias —le reclamó entre risas. Ella lo soltó y saltó sobre el barro salpicando por todos lados—.Y a mí me dices cerdo —dijo sacudiéndose lodo del rostro.
Sophie reía y jugaba como una niña pequeña, eso lo alegró bastante, después de verla al borde del colapso nervioso, ese era un cambio positivo. Su juego se vio interrumpido por incesantes ladridos que se escuchaban en la lejanía.
— ¡Es Gatorade! —gritó Sophie con un brillo de esperanza en la mirada.
—Claro que no, es un perro cualquiera —dijo Ian.
— ¡Es Gatorade! Yo conozco la voz de mi perro, lo vi nacer y lo visité todos los días hasta que cumplió dos meses y se lo regalé a mi padre —comenzó a caminar presurosa hacia el sonido.
—Todos los perros de esa raza suenan igual —comenzó a decir cuando de los arbustos surgió el gran perro.
La chica corrió en un clásico reencuentro de película. Ian se admiró, Sophie de verdad reconocía la voz de su perro.
— ¡Te lo dije! ¡Gatorade vino a recatarnos! Es el perro más inteligente del mundo. —No cabía en su dicha mientras el animal le limpiaba el rostro a lamidas.
A lo lejos también escucharon que los llamaban, aproximándose cada vez más distinguieron la voz de Alan. La chica se lanzó a los brazos de su primo en cuanto lo vio.
—Sophie te buscamos desde ayer ¿Estás bien? —Tomó tiernamente el rostro de la chica entre sus manos.
—Está bien —intervino Ian.
Por un momento ambos se miraron con reproche y caminaron un par de metros, ya estaban cerca a la avenida. Tiago les dio alcance y luego el padre de Sophie. Nicolás respiró aliviado al verla y la abrazó con fuerza elevándola del piso mientas ella lloraba sintiéndose segura en los brazos de su padre, como cuando era una niña pequeña y caía al trepar árboles.
— ¿Están bien? —les preguntó a ambos.
Ian asintió, Sophie no dejaba de llorar y Alan abrió la puerta de la vagoneta para que entrara el perro.
Tiago le preguntaba a Ian lo ocurrido y Nicolás intentaba que su hija lo soltara para poder manejar.
—Sophie ya suéltame, podrás abrazarme luego, tengo que llamar a tu madre, está histérica.
—Que llame Tiago —habló enterrando el rostro en su hombro.
—Tengo que conducir.
—Que conduzca Tiago.
— ¡Sí! yo conduzco —dijo el chico caminando a la cabina.
—Ni lo sueñes. —Lo detuvo su padre. Los brazos de su hija ya parecían cansados, así que la depositó nuevamente en el suelo. Le extendió el celular y le dirigió una mirada extraña, como si le advirtiera que no le contase todo lo ocurrido a Thaly.
Sophie pudo comprenderlo de alguna forma. Mientras convencía a su madre de que se encontraba bien, subieron todos a vagoneta. Alan se sentó adelante, sin dirigirle ni siquiera la mirada a Ian.
— ¡Sí! —gritó Sophie de repente—. Los bebés son varones ¿No es genial? —les preguntó a los presentes.
Ellos asintieron de mala gana. A Ian no le costó notar que tanto Tiago como su padre se encontraban decepcionados, seguro esperaban tener otras niñas en casa aparte de Sophie.
—Deben estar con hambre ¿Quieren que paremos a comer? —les preguntó Nicolás.
Sophie e Ian prácticamente alabaron su idea, habían pasado un día entero sin comida y ya no aguantaban más.
Se detuvieron en un restaurante de comida rápida cerca de la ciudad. Sophie pudo escuchar al coro de ángeles cantar cuando vio la puerta del baño. Sin pensarlo corrió ahí. Ian la siguió con paso trémulo.
Mientras se lavaba las manos, Alan entró al baño de varones.
— ¿Vas a decirme qué te pasa? —le preguntó a su amigo sin desprender la vista del chorro de agua.
—Estoy seguro que Tiago y mi tío piensan igual, aunque no lo dijeron. Eres un estúpido, pusiste a Sophie en peligro. —De repente lo agarró del cuello de la camiseta y lo enfrentó lleno de ira.
—No sé de qué hablas, nos dejaron olvidados e intentamos buscar un pueblo... —comenzó a explicar y Alan o empujó con fuerza.
—Sophie es muy ingenua y puede que crea que eso sucedió, pero yo no. Lo hiciste apropósito, ese bosque no es tan espeso y todo el tiempo estuvieron como a doscientos metros de la avenida. Le hiciste creer que se perdieron, ¿No es así?
—No sé de qué hablas y si hubiera sido así ¿qué? —contestó altanero.
— ¿Qué? ¡Que pudo haberle pasado algo! —estalló reprimiéndose para no golpearlo.
— ¿Te preocupa lo que pudo haberle pasado? ¿O te molesta que haya permanecido tanto tiempo a solas conmigo?
—No es eso. —Bajó la vista.
—Por supuesto que lo es, para mí que no la has superado, aún te gusta y te arrepientes de haberme dejado el camino libre. —Cruzó los brazos con orgullo notando como su amigo se enfurecía más—. No te hagas daño y olvídate de ella. Es tu prima, y solo te ve como eso, nunca sentirá nada por ti que no sea cariño fraterno. —Sonrió arrogante. Ya estaba por salir cuando volvieron a empujarlo.
—No te vuelvas a acercar a ella. —Le advirtió colocándolo contra la pared.
— ¿Por qué todos me lanzan la misma advertencia? —preguntó recordando la escena tan similar que había tenido con Esteban—. Ella no es tuya y se acerca a quién quiere, y si me prefiera a mi tendrás que aceptarlo.
— ¡Ja! Ella te odia, tampoco te crees ilusiones.
—Después de lo que hicimos en el bosque no creo que me odie —lanzó sólo para ver su reacción. Alan ya estaba a punto de alzarle el puño y Tiago entro a separarlos.
— ¡Basta! Salgan —les ordenó. Ian salió con una sonrisa de satisfacción marcada en los labios, Tiago detuvo a su primo para hablarle en voz baja—. Escuché lo que decían ¿Peleaban por Sophie? ¿Qué eres estúpido?
— ¿Yo? Dile a ese que no se acerque a ella —reclamó en voz baja.
—A mí no me metan. —Salió del baño, no quería encontrarse en medio de una insensata pelea por su hermana, la cual, según su punto de vista, estaba perdida para ambos, puesto que Sophie no mostraba ni el más mínimo interés por ninguno de los dos.
Los tres muchachos pretendían que no había ocurrido nada mientras devoraban la comida, causando sorpresa en más de uno de los empleados, los cuales ya habían perdido la cuenta de la cantidad de comida que les habían vendido.
Con el estómago lleno y la vejiga vacía, Sophie se sentía realmente bien, agradeciendo encontrarse aún con vida.
—Ian ¿quieres que hable con tu tutor respecto a lo que sucedió? —le preguntó Nicolás una vez que llegaron a su casa.
—No se preocupe, él está de viaje, no debió ni enterarse de lo ocurrido. —Después se despidió de todos mirando especialmente a la muchacha.
Mientras su familia entraba en la casa permaneció un momento más para despedirse de Ian.
—Adiós, gracias... bueno, tú sabes —habló nerviosa, él le respondió con una sonrisa.
En el instante en que se dio la vuelta no pudo evitar sonreír también. Ian no parecía tan malo después de todo. Después de su aterradora aventura y conocerlo más, casi había olvidado los motivos por los que lo despreciaba tanto. Tal vez eso supondría un cambio, tal vez podían ser amigos, tal vez... tal vez iba asesinarlo. En ese momento la música que salía de la sudadera el chico la hizo paralizarse y luego arder en llamas de ira, cólera y furia.
—Hola —respondió Ian a su celular.
— ¡Todo este tiempo tuviste un teléfono! —le gritó Sophie abalanzándose sobre él, tumbándolo al piso e intentando golpearlo.
Su padre salió corriendo y la levantó. Sin escucharla la cargó sobre su hombro y se la llevó dentro. Thaly fue a esperarlos a la puerta, ansiosa por abrazar a su hija.
Nicolás la dejó en el piso.
—Luego me cuentas todo lo que pasó. —Le tapó la boca para que dejase de injuriar contra el muchacho—. Pero no le cuentes a tu madre, solo dile que estuviste en el bosque. Nada pasó ¿de acuerdo? —le pidió con un tono tan serio que hasta le causó un escalofrío.
Ella podía ser ingenua, pero no estúpida. Su padre sabía lo que había pasado y había tenido mucho que ver con el hecho de que no los mataran y los dejaran ir tan fácilmente. Por un lado quería saber, y por otro sentía miedo, tal vez habían cosas con las cuales prefería vivir en la ignorancia.
Hola!!! les gustó? espero que sí, como ando metiendo multimedia pueden decirme que quisierán que ponga la próxima vez. Si hay muchos.comentarios subo un capi más hoy. No se olviden seguirme en Instagram, ando respondiendo preguntas en mis storys
@hittofictions
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro