12. La excursión
Estar ante la gélida presencia de un desconocido que los vigilaba hasta que sus padres llegaran, no era una situación nueva para ellos. En ocasiones anteriores habían vivido la misma experiencia. Claro que cuando era Thaly quien se enteraba antes, lograba suavizar las cosas para que su padre no los castigara por meses, obligándolos a limpiar el colegio por las tardes.
- ¿Cómo se te ocurre robar un libro? -le reprochó Tiago a su hermana por sexta vez.
-No lo robaba, iba a pagarlo, en serio -volvió a responder más apenada.
-Después de lo que pasó esta mañana papá va a castigarme por meses. Va a sacarme del equipo de básquet, ya me lo había advertido.
Sophie se sintió todavía peor antes esas palabras. Su hermano era capitán del equipo de básquet del colegio, no había mayor castigo que sacarlo de la actividad que más disfrutaba; su padre era capaz después de aquello. Aunque los tres hermanos andaban casi a la par en desastres y problemas, Nicolás siempre había sido más estricto con Tiago; él se llevaría la peor parte, y en esa ocasión, como en muchas otras, todo era culpa de Sophie.
-En verdad, en verdad lo siento -suplicó zarandeándolo.
La puerta se abrió e ingresaron Ian junto al dueño de la librería. Sophie podía asegurar que Ian disfrutaba de la situación e incentivaba al dueño a llamar a la policía.
-Señor en verdad es mi culpa -le decía al hombre mayor, un señor bajo de cabello canoso.
-Ian eres muy noble al querer ayudar a tus amigos, pero ambos sabemos que tú eres muy cuidadoso como para olvidar desactivar la alarma -respondió con un rostro de admiración hacia el muchacho que asqueó a Sophie. Los adultos solían mirarlo de esa forma, como si una luz celestial lo rodease y su perfección los cegara-. Ustedes quédense aquí hasta que vengan sus padres, hablaré seriamente con ellos sobre los hijos delincuentes que crían -los amenazó señalándolos con el dedo.
Ian se dejó caer en el asiento junto a Sophie. Tiago parecía en un mundo aparte, ensimismado en su desdicha, pensando en las horas de limpieza que pasaría en lugar de entrenar.
-No necesito tu lástima ni que te inculpes por mí -reprochó la chica en un intento de quitarle la burlesca mueca a su enemigo.
-En realidad lo hacía por Tiago. Tú eres la que hizo todo al revés, debías comprar el libro de "Amor licano" y ocultar el otro en tu chaqueta.
-Yo no quería comparar ese libro... porno -se alteró y dijo la última palabra en voz baja-. Es que... ¡todo es tu culpa! Por qué diablos tenías que estar aquí, ¡No sé si me embrujaron y tengo una pésima suerte o me sigues a todo lado! ¿Cuántas eran las posibilidades de que trabajes aquí? ¡Seguro sabías que venía!
-Ah, claro, veo el futuro y sabía perfectamente que si trabajaba aquí hoy vendrías a comprar libros de sexo y robar -dijo con sorna-. Fue una coincidencia, bueno no tanta en realidad. Esta es la única librería que estrenaría ese estúpido libro hoy, como sucedió en el pasado estaría atiborrado de fangirls idiotizadas como tú, así que pidieron a todos los empleados que trabajen hoy. Un amigo mío tiene dos empleos y no podía venir, por eso me ofrecí para reemplazarlo -añadió, y Sophie lo observó con reproche, casi no lo había escuchado, su mente se había detenido en: "fangirl idiotizada".
- ¡Tu jamás vas a entender lo que es el amor, por eso piensas que ese libro es una tontería! -explotó acercándose a él.
-Estaba seguro que leías esa basura. -Levantó una ceja y devolvió su mirada al frente.
-No, no es eso -intentó excusarse para arreglar su inoportuno comentario-. Lo quería para hacer un ensayo, un trabajo de investigación para una clase avanzada extra que llevo en la universidad.
Ian fingió que le creía así que comenzó a provocarla.
-Qué coincidencia, yo hice uno también, para mi colegio en Inglaterra, de hecho fue tan bueno que salió en una revista. Hice una analogía entre "Amor licano" y "Romeo y Julieta", exponiendo los puntos en común y demostrando que es un burda adaptación a un mundo mitológico mal elaborado. ¿Dos clanes de hombres lobos enemigos cuyos hijos de sus líderes se enamoran? ¿Puede existir algo más estúpido? - Comentó riendo mientras a la chica la sangre se le acumulaba en el rostro, aunque respondía afirmativamente apretando los dientes-. Sobre todo el final es lo más estúpido. Intentan huir juntos, los clanes los descubren y los matan. "Su amor trascenderá la muerte" es la última frase -continuó riendo y Sophie puso una mueca de espanto. Primero porque Ian le había arruinado el final, y después porque imaginó a sus personajes favoritos muriendo en manos crueles para las cuales el amor no significaba nada.
-Creí que no te gustaba y leíste toda la saga -dijo mirando otro lado, para que Ian no notase las lágrimas que salían de sus ojos.
-No me gusta, pero lo necesitaba para mi trabajo... ¿Estás llorando? -preguntó extrañado aproximándose a ella, quien intentaba esquivarlo.
- ¡No! ¡Yo no lloro! -gritó-. Soy alérgica al polvo y aquí hay mucho -soltó en un fuerte gemido mientras su llanto se hacía más evidente al pensar en su heroína descuartizada junto a su amado.
-Si quieres te presto el estúpido libro, salió antes en Inglaterra, pero está en inglés, ¿Entenderás algo? -le dijo como a una nena chiquita que no entiende lo que se le dice.
-Hablo perfectamente cuatro idiomas -dejó de sollozar y habló arrogante.
-Yo hablo cinco -respondió haciéndola rabiar. Como era lógico él debía superarla en eso también.
- ¡Ustedes están en graves problemas! -los interrumpió la voz de su padre.
Los dos hermanos lo miraron con horror. Luego Sophie pasó una expresión de bronca a su hermano Daniel, quien acompañaba a su padre.
- ¡Te dije que le avisaras a Thaly! ¡A Thaly! ¡No a papá! -le gritó.
-Se lo dije a mamá, pero papá estaba en la habitación y me escuchó -explicó tranquilo antes de espantarse ante las amenazantes miradas de sus hermanos, quienes no dudarían en hacerle alguna maldad como venganza.
- ¡Sobre todo tú, vas a estar más que castigado! -Se dirigió a su hijo mayor-. Olvídate del equipo y los torneos, no saldrás hasta que cumplas dieciocho.
-Espere, ya se lo dije al dueño aunque no me cree, ellos no hicieron nada. Sophie pagó por el libro yo no saqué la alarma -intervino Ian.
-No te preocupes Ian, yo arreglaré las cosas con mis hijos.
- ¡No! ¡No, es cierto! -Sophie ya no soportó más, la culpa de todo era de ella, en realidad la culpa indirecta era de Ian, pero no permitiría que su hermano fuese castigado por el noble acto de ayudarla-. Eres muy injusto, yo también estoy involucrada y sólo te las agarras contra Tiago -expresó retadoramente -. Yo robé el libro, él sólo me acompañaba, y lo que pasó esta mañana... Te desobedecí y salí con Esteban, me trató mal y terminé con él, ahora anda diciendo a todo el mundo que se acostó conmigo. Tiago sólo me defendía, ¡Así que si debes castigar a alguien es a mí! -soltó todo de golpe, dejando a todos pasmados.
-Voy a expulsar a ese chico y asegurarme que no se acerque ni a cien metros de ti -le dijo su padre asesinando a Esteban en su mente-. ¿Te hizo algo pequeña? ¿Intentó sobre pasarse contigo? -le preguntó abrazándola muy preocupado.
Ian y los otros dos chicos observaban con la boca abierta. Sophie acaba de confesar todo lo ocurrido y su padre solo la abrazaba paternalmente sin un estibo de molestia.
-Esto sucede siempre, Sophie es su nena consentida -dijo Tiago sacando a Ian de su asombro. Daniel afirmó despreocupadamente y se encaminaron a la salida; Tiago tranquilo porque se había salvado del castigo, Daniel en un mundo aparte empujando una columna de libros para probar su resistencia y Nicolás abrazando a su hija e injuriando contra Esteban.
-Espera Sophie -Ian le dio alcance-. Encontré esto en el aula esta mañana -dijo extendiéndole el celular y la billetera con dinero que la chica había perdido jugando al póker.
Sophie tomó el gesto como un acto de humillación. Lo recibió a regañadientes sintiendo su orgullo herido. No le gustaba perder, pero no soportaba la lástima, en ningún momento pretendía recuperar sus pertenecías, sus pastillas eran una excepción.
Molesta como estaba se encerró en su habitación. Lanzó el libro por el cual su padre había pagado el triple del costo por las molestias a la librería. Se tumbó en la cama y revisó el celular, para ver si Ian le había hecho algún cambio o leído sus mensajes.
Entre la lista de contactos encontró un número nuevo. Bajo el nombre de "Mi héroe salvador" Ian había guardado su teléfono. La chica rezongó y cambió "Mi héroe salvador" por "Imbécil insoportable".
Aunque al final todo había resultado bien, ese día parecía peor que los anteriores.
Enchufó su guitarra eléctrica nueva y con los parlantes al máximo comenzó a tocar con furia pensando en Esteban. Lo odiaba, realmente lo odiaba. ¿Cómo se le ocurría decir que se habían acostado? Apenas y se habían besado y cuando el había intentado posar sus manos en lugares que Sophie no permitía que nadie mirase siquiera, las había movido hábilmente.
Cambió de tonada a una más suave pero intensa, pensando en Ian y la vergüenza que había pasado en la librería. En su lista de cosas vergonzosas esa encabezaba. Nunca había tenido un papelón público tan humillante. La melodía cambió de nuevo a una melancólica mientras recordaba lo que Ian había dicho. La historia de romance que más le encantaba tenía un trágico final. Más que nunca deseaba tener C-4 y la dirección de la autora. Dejó de tocar para alivio de su familia y vecinos y se puso a leer el libro de todas maneras.
Ian regresó a su casa tarde en la noche después de la jornada laboral. Había permanecido horas extra ayudando a limpiar y luego llevó el sueldo del día a casa de su amigo, quien lo invitó a cenar como agradecimiento.
Desde media cuadra distinguió las luces encendidas en su supuesta casa vacía. Apresuró el paso y llegó corriendo. Un camión estaba parado frente a la casa y un lujoso auto parqueado en el garaje.
Su sala parecía un lugar diferente cuando ingresó. Varios empleados acomodaban los últimos muebles, casi todo estaba pulcro y elegantemente decorado. Suspiró resignado, pensando que su habitación debía encontrarse en un estado similar. Su solead y paz habían terminado.
-Señor Ian, es un gusto verlo de nuevo, su tutor lo espera en la biblioteca -le anunció con cortesía el mayordomo.
Tomando aire tocó la puerta, tras el consentimiento del hombre ingresó. Su tutor permanecía serio y callado en el escritorio mientras una mucama ordenaba a su alrededor. Ian cerró los ojos sintiéndose desdichado al ver que el hombre tenía entre manos los exámenes y trabajos del colegio, junto a uno de sus cuadernos de dibujo.
-Buenas noches señor no pensé que llegaría hoy -lo saludó con un ligera reverencia a lo que él solo le respondió con una dura mirada.
- ¿Podrías decirme que es esto? -preguntó extendiéndole su ensayo de biología, donde estaba escrito un nueve.
-Estuve ocupado con lo que me ordenó y con ese trabajo... -empezó a explicar, pero su tutor lo ignoró y continuó hablando.
-Empieza a mejorar, vuelves a bajar una sola nota y te mando de regreso al mugroso lugar de donde te saqué -dijo con una calma que no iba acorde a su amenaza-. Veo que en mi ausencia estuviste perdiendo el tiempo, deja estas porquerías para la clase de arte. -Le extendió su libro de dibujo junto al resto de sus cosas-. ¿Cómo va lo otro? -añadió poniendo mucho interés en lo que el muchacho fuese a decir.
-Bien, hice todo lo que me pidió, averigüé muchas cosas también -dijo rápidamente intentando salvar la situación.
-Cuéntamelo en la cena, si es que la cocinera logró preparar algo. No hay nada de comer, la casa estaba completamente vacía cuando llegué. Llegaste hace casi dos meses y vivías peor que en la calle. Vi la motocicleta ¿En eso gastaste todo el dinero que te mandé?
-No señor, la motocicleta la compré con mi dinero, mi padre me lo mandó por mi cumpleaños.
-Explícamelo mañana antes de que viaje -lo cortó colocándose las gafas y revisando unos papeles.
- ¿Viajará de nuevo?
-Sí, los sirvientes se quedarán, se asegurarán de que no te falte nada. Ve a dormir -añadió por último concentrándose en su trabajo como si Ian ya no estuviese presente.
Él trató de ocultar su molestia. No soportaba tener a una patrulla de gente preguntándole si necesitaba algo cada cinco minutos. No le gustaba que le sirvan o hicieran cosas por él, prefería su independencia y en cierta forma disfrutaba de la privacidad y soledad de su casa vacía, o la compañía de sus amigos y la familia de estos. Aunque Sophie no lo soportaba, su compañía le era más agradable que la de su tutor o el mayordomo.
Los siguientes días Sophie se sintió más humillada que en la librería. Por supuesto que lo ocurrido con Esteban se extendió por todo el colegio, lo peor era que todos creían que Sophie de verdad había tenido sexo con Esteban en más de una ocasión, en lugares impensables de formas inimaginables. El rumor crecía, las risas a sus espaldas eran evidentes y el creciente odio de algunas chicas por la expulsión del chico más apuesto del colegio recaía sobre ella.
Por todos los medio había intentado que su padre no expulsara a Estaban, pero su decisión fue inapelable. Por ese motivo ni sus supuestos amigos se acercaban a ella. Decían temer que Sophie los acusase por cualquier tontería y fuesen expulsados también. Sophie no podía sentirse peor. Su hermano pasaba los recreos y compartía el almuerzo con los chicos de su curso, Ian y una chica pelirroja que últimamente pasaba mucho tiempo con ellos.
Sophie odiaba a esa chica, para ella era de las personas que no caían bien a nadie desde el primer momento. Para colmo nunca recodaba su nombre, otro motivo por el cual la detestaba más todavía.
Melancólicamente comía sola en el jardín o en una mesa apartada, escuchando los murmullos y gritos de euforia de quienes compartían ese momento con sus amigos.
- ¿Tu hermana piensa comer sola siempre? -preguntó Ian mirando a la mesa más alejada.
-Está en su etapa trágica de sentirse sola por ser rezagada -explicó Tiago metiéndose enormes bocados de comida a la boca.
-Ser rezagada no es lindo, pobre Sophie, se debe sentir muy mal -intervino Claudia apunto de levantarse para invitarla. Ella sabía muy bien cómo Sophie se sentía, lo había vivido hasta el mágico momento en el que Ian notó su existencia y comenzó a hablarle e invitarla a compartir los momentos libres junto a sus amigos de un cuso inferior.
-Ni te molestes -la detuvo Tiago-. Al igual que a Ian, Sophie te odia por algún motivo, te llama: "la chica del cabello infernal discípula del demonio mayor". Ya se le pasará, veras que no aguanta pasar desapercibida y sola y se sentará con nosotros la próxima semana, o antes, necesita alguien con quien compartir habitación el día de la excursión.
- ¿Qué excursión? -Ian no estaba enterado de la famosa excursión de la que todos hablaban.
-Cada año hay una excursión a un museo natural que está en un pueblo algo lejos de aquí. Hace dos semanas fueron los de cuarto, la próxima semana nos toca a nosotros y la siguiente a los de primero. Dicen que es muy divertido, es un viaje de cuatro horas en bus, parten en la mañana y regresan al día siguiente -explicó Claudia con cierta decepción puesto que nunca había asistido.
- ¿Por qué dicen? ¿Qué nunca fuiste? -preguntó Ian.
-No, tampoco iré ahora, mis padres no me dejan pasar la noche fuera de casa, aun si es algo del colegio -dijo en un suspiro, cada año tenía deseos de ir, pensaba que existía la posibilidad de hacer alguna pequeña amistad en el viaje. Por otro lado también abría la puerta a que le realizaran más bromas y maldades que nunca. Ese año sentía que por fin estaba haciendo amigos; Ian, sobre todo, era amable con ella y nunca la trataba como menos, quería aprovechar el viaje para conocerlo mejor, pero sus padres ya le habían dado un no como respuesta definitiva, no iría a ese viaje nunca.
La subida a los buses parecía más bien un desfile de modas. No iban con el uniforme así que las chicas aprovechaban de llevar sus más atractivos atuendos. A pesar de ser invierno iban con pequeñas soleras, faldas cortas o pantalones ajustados.
Ian fue uno de los primeros en subir al bus, hábilmente se encargó de poner excusas para mantener un asiento libre junto a él y disuadir a las chicas que intentaban sentarse con el deseo de besarse con él para pasar el rato.
Tal como lo había supuesto, Sophie entró al último. Todos ya ocupaban un lugar junto a su grupo de amigos, a ella no le quedaba más opción que sentarse en el único lugar vacío, aunque hubiese preferido ir con el equipaje.
Ian sonrió al verla, era la única chica que parecía ir de verdad a una excursión pareciendo más pequeña que el resto. Llevaba botas converse de suela plana a diferencia de los tacos altos de sus compañeras, unos jeans desgastados, un suéter rosa, chaqueta de jean y su cabello recogido en dos trenzas bajas que le llegaban un poco más abajo de los hombros.
- ¿Qué no puedes cambiarte con alguien? -le reprochó a Ian cruzando los brazos cuando cayó en cuenta de cuál debía ser su lugar durante el viaje.
-Eh... no -respondió colocándose el auricular en su odio mientras escogía una canción en su Iphone.
-Qué hay de tu amiguita pelirroja, vete con ella -dijo con desprecio.
-Mi amiguita pelirroja tiene nombre, es Claudia, y no vino. -Dejó de prestarle atención y miró por la ventana mientras el motor del trasporte se encendía.
-Cohen, siéntate -le ordenó el profesor encargado.
Sophie lanzó de mala manera su mochila al compartimiento para equipaje de mano y se sentó en el asiento. Cruzó lo brazos y apoyó los pies en el asiento de adelante. Molesta y poniendo una mueca comenzó a empujar el respaldar, haciendo que el chico de adelante se molestara.
- ¡Deja de patear! -le reclamó, y luego regresó a su lugar intimidado ante la mirada asesina de Sophie.
Ian volvió a reír disimuladamente, tenía varias horas para fastidiar a la chica de su lado.
-Quiero apoyarme -dijo empujándole la mano del apoyador que sus asientos compartían.
-Yo legué antes, es mío -dijo Ian.
- ¡Muévelo! -le gritó empujándolo, primero con la mano y luego pisándolo con su pie.
Ian comenzó a empujarla también, aunque intentó no hacer mucha fuerza, terminó por hacerla caer del asiento al piso. Se reía de ella a tiempo que la muchacha se levantaba enojada, de un solo movimiento le arrebató el auricular izquierdo y se abalanzó sobre un par de muchachos para lanzarlo por la venta abierta.
- ¡No hagas eso, estás loca! -se levantó a reprocharle, pero ya era tarde.
Sophie lo miró arrogante y divertida, mientras ambos hacían equilibrio en el pasillo del bus. El transporte frenó de golpe y cayeron hacia atrás, siendo impulsados hacia los chicos que ocupaban la parte posterior del bus.
-Ten cuidado -dijo Missy, haciendo a Sophie a un lado.
- ¡No Missy! No la toques, se lo dirá a su papi y te expulsarán -dijo Andrés con un tono de burla, levantándose con el resto para una corta parada de medio camino.
Por más que Sophie intentó disimularlo, Ian notó que aquel comentario la había lastimado. Alzando la nariz la chica bajó también.
El lugar de la parada era en extremo pequeño. Había un quisco y un baño que sólo alguien con mucha necesidad se animaría a usar.
-Tienen diez minutos para ir al baño y comprar -avisó el profesor de biología, quien estaba a cargo de uno de los dos buses que transportaban a los chicos del colegio.
Sophie corrió para adelantarse a Ian en la fila de la tienda, le sonrió con burla y él la jaló detrás, quitándole el puesto.
-Oye yo estoy antes -reclamó empujándolo también.
Ian no necesito moverla, se adelantó comprando antes.
-Quiero una Coca-Cola, dos chocolates y un paquete grande de galletas -pidió a una señora anciana que atendía la tienda.
- ¡Oye no es justo! -gritó Sophie. Ian volcó los ojos y tomó un chupete de la caja de golosinas.
-Toma y no molestes ¿Sí? -Se lo entregó dándole palmaditas en la cabeza. Pagó y recogió sus cosas.
Sophie pidió un jugo de piña e inconscientemente se metió el chupete en la boca, cuando se dio cuenta de lo que hacía lo lanzó y brincó sobre él con ira, despedazándolo con los pies.
Ian tomaba su gaseosa aprovechado de estirar las piernas, detrás de la tiendita había un viejo y desgastado futbolín.
-Soy excelente en esto, apuesto a que tú ni sabes jugar. -Escuchó la voz de Sophie a sus espaldas.
- ¿Me estás retando? -preguntó, y como respuesta Sophie dejó su caja de jugo a un lado y lanzó la pequeña pelotita a la cancha.
Ambos jugaban muy concentrados, Sophie era realmente buena y le causaba dificultades a Ian. Ella ganó el primer juego.
- ¡Te gane! ¡Soy la número uno como siempre! -exclamó brincando como victoria.
-Fue suerte, dos de tres -dijo Ian volviendo a colocar la pelotita.
-Son peor que niños -espetó Juliana quien junto a su grupo los observaban de lejos.
-Chicos ya suban de nuevo -les ordenó desde lejos el maestro.
Los chicos miraron nuevamente hacia Sophie e Ian; estaban tan concentrados que no habían escuchado.
- ¿Les avisamos? -preguntó Andrés con sarcasmo.
-Dejemos que la parejita se divierta un poco más -dijo Patricia sonriendo con malicia.
-Ya estamos todos profesor, fuimos a revisar -le avisó Juliana al profesor encargado de su bus, quien confió en sus palabras para decirle al conductor que continuara.
Hola!!! gracias a todas esas almitas que me leen! Dejen comentarios. Los leo todos, no siempre respondo porque no sé si les gusta
Me pasa que muchas veces le respondo a alguien que es muy activo y luego deja de.comentar... así que tal vez les incomoda o no sé :s
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro