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9. ¿Seguro?


La gente de diferentes edades apareció de la nada como si desconocieran lo que había pasado. Exactamente igual que la noche anterior. Algunos hablaban con sus "protectores". Estos eran los que llevaban la ropa de la Antigua Grecia, en la cual, destacaba su espiral en uno de los lados del pecho, cerca del hombro. Otros entraban y salían de diferentes habitaciones.

Estaba en este mismo lugar, aunque todo era diferente. Más sombrío y oscuro. ¿Me lo habría imaginado? Intenté hacer memoria.

Cuando había llegado a Los jardines de Morfeo, pude ver que había algunas flores más apagadas. Las nubes adquirían un color violeta y escalofriante. Después, en el Castillo, por mucho que intentara hablar con alguien, nadie me respondió. Estaba sola. Empezó a llover de repente, con fuerza, y caía una tormenta eléctrica. Los cuervos querían romper el cristal. Estaba vacío, corría un aire frío que se me helaba en los huesos. Cuando miraba la alfombra con las pequeñas espirales, las puertas se abrieron de golpe. Una persona encapuchada me dijo que no podría escaparme.

¿Quién era? ¿Era un sueño o había pasado de verdad? Parecía tan real. Mi corazón aún latía un poco más deprisa de lo normal. No podía cambiar de un momento a otro. ¿Qué significaba esto? Todo este cambio de vida y la información me estaba afectando mentalmente. Sería eso.

Intenté tranquilizarme y concentrarme en el ambiente que me rodeaba. Este estaba tan lleno de vida. Las personas no se daban cuenta de las expresiones que había ido poniendo a medida que me acordaba lo que había sucedido hace tan solo unos minutos. Hacían la misma rutina todas las noches.

Vi a Emily ir con la misma chica que el día en que tuve ese sueño extraño. Pasaba cerca de mí. Escuchaba con atención lo que esa extraña acompañante le decía sin dejar de lado su alegría y entusiasmo. A medida que se acercaban pude escuchar apenas unas palabras en forma de susurros. Por la conversación, podía percibir que se trataba de un tema importante.

—Vamos a La sala de ensueño —era lo único que pude descifrar.

La chica que acompañaba a mi mejor amiga se percató de que mi presencia. Justo cuando pasaban por mi lado, me miró con sospechas.

—Hola —saludé amablemente.

—Hola —respondió la chica. Mi amiga parecía que estaba distraída. Emily observó a la trabajadora del Castillo con confusión.

—No te preocupes. Casi estamos —le sonrió. Mi amiga asintió.

Daniel había dicho: "Los conscientes son los saben que están soñando y pueden controlar los sueños". Entonces, eso quería decir que Emily no lo era. Me decepcioné. Tenía que encontrar a Daniel. No podía estar muy lejos.

Miré hacía la ventana.

No se veía nada de lo que había pasado. ¿Había sido solo una ilusión? Las nubes oscuras acorralaban por momentos al sol. Era todo normal. ¿La gente dónde había estado?

Ahora, en cambio, corría un ligero aire fresco que hacía bailar las hojas de los árboles a su son. La noche era estrellada. La Luna sonreía con orgullo. Las luciérnagas hacían brillar las flores. Desde aquí, no podía ver si algunas de ellas estaban más apagadas que otras. La oscuridad me dificultaba saberlo. El paisaje se encontraba igual que cuando llegué esta noche a Los Jardines de Morfeo. Suspiré aliviada.

Al volverme, pude apreciar una pequeña cámara de seguridad justo en el mismo lugar que tuve la paranoia y había aparecido una persona encapuchada. Me había dicho que el collar no me serviría para librarme, me había encontrado. ¿De qué hablaba? ¿Escaparme? ¿De quién tenía que hacerlo? ¿Por qué? No entendía. Me acordé de su mirada penetrante, fría. Este lugar era seguro ¿no? Tenía que serlo. Quise creérmelo para poder calmarme.

Caminé entre la masa de gente que había a mi alrededor. Era difícil avanzar, pese a que algunos se iban. Tenía que encontrar a Daniel cuanto antes. Lo pasaba mal cuando no tenía espacio, me entraba algo de ansiedad. Si seguía así me empezaría a dar un ataque.

Empezaba a pasar por aquella clase de tapón que se había formado de la nada. La gente hacía presión entre si buscando su próximo destino y yo quería alejarme de ahí. Con la mirada fija fui intentando hacerme paso entre ellos para salir. Conforme esquivaba a las personas como podía para no chocar con ellas, pude ver de reojo a David y Víctor. Estaban concentrados en lo suyo.

Recordé el timbre del patio de la universidad. Todos salíamos disparados y con prisas para ir a la siguiente clase, pero entonces me encontraba en otra situación. Ahora mismo, había un tapón enorme en medio de la sala principal. Todo lo que me envolvía era del mismo color, blanco: La gente, las paredes, excepto la cámara y la gran puerta. Había algo en ella que me llamaba la atención sin ninguna razón. No sabía describirlo. Me atraía como un imán. Tal vez fuera la espiral, aunque en sí, todo aquel lugar tenía algo de enigmático.

Continué haciéndome paso entre la gente, sin poder apenas seguir. Mi corazón empezó a latir más deprisa. Me estaba ahogando. ¿Las paredes se estaban encogiendo? ¿Este sitio no era grande? A este paso, el sitio quedaría como una casita con un gran paisaje. Comenzaba a costarme respirar. Estaba teniendo un ataque de ansiedad. Necesitaba salir de ahí. Me estaba mareando.

—¡Parad! —grité con todas mis fuerzas una vez tenía los ojos cerrados y las manos en la cabeza. Los trabajadores de ahí me miraron raro, pero volvieron a lo suyo.

Siguieron moviéndose todos con su destino fijo. No entendía de donde había salido ese colapso. No podía durar para siempre. En algún momento tendría que desvanecerse, ¿no?

Me encontraba un poco más arriba del centro del tapón. Estaba acorralada sin saber por dónde tirar. La sala me daba vueltas. Me dolía la cabeza. Tenía una presión en el pecho que me impedía respirar profundamente. Iba a desmayarme.

Una mano me agarró del brazo derecho, a mis espaldas. Me empujó a rastras hacia el fondo de La sala principal, sin decir nada. Vi como rápidamente, aquella masa de gente se alejaba de mí. Por fin pude empezar a respirar con normalidad, aunque aún me costaba controlar los latidos de mi corazón. Una especie de incertidumbre floreció en mi interior. No sabía quién era el que me había salvado.

—Te veía entretenida ahí dentro —Daniel miró al centro del tapón que se iba dispersando. Lo imité.

—Si que té de un ataque de ansiedad lo llamas así —abrí los ojos.

—Ya sabes que me gustan las bromas—se río a carcajadas. Sonreí.

Se hizo silencio.

Dirigí la vista hacia el tapón en el que hacía un momento me había encontrado atrapada por ello. En pocos segundos, había disminuido bastante. Apenas quedaban unos cuantos. Cualquiera diría que no se podía pasar con lo grande que es el lugar.

—¿Has visto el cuervo y la persona encapuchada? —pregunté temerosa. Me observó de manera extraña.

—He llegado hace unos segundos a la sala principal, justo cuando te vi atrapada —sonrió—. No he visto nada fuera de lo normal, excepto el tapón —observó a la gente como yo y sus compañeros—. Es suficientemente amplio como para que no se forme uno —juntó las cejas.

—Pues si —coincidí con él—. ¿Va todo bien? —pregunté preocupada.

Hubo un silencio.

—Tenemos mucha faena acumulada —Daniel suspiró—. Pero si, no te preocupes—sonrío.

Miré alrededor. La gente paseaba tranquila sin dificultad hacia su destino. ¡Qué alivio! La estancia volvió a su estado normal. Me acordé de la cámara de seguridad. Estaba puesta en un ángulo que le permitiría ver cualquier cosa que pasara aquí dentro. Me hacía sentir algo más tranquila. Una pregunta pasó por mi mente.

—¡Oye! ¿Para qué está eso? ¿No es seguro? —indiqué con la cabeza y la mirada donde estaba la cámara. Me siguió.

—¡Oh, eso! —intentó sonreír—. Es para que no entre —intentó calmarme.

—¿Quién? —junté las cejas. Confusa.

En ese momento, apareció la chica que estaba con Emily seria. Concentrada, ni siquiera se dio cuenta de que estaba ahí cuando pasó por mi lado para ponerse con Daniel.

—Daniel. Tenemos una reunión en 5 minutos —puso un tic en el cuaderno.

—Está bien. Ahora iré — suspiró mientras la chica extraña se marchaba.

Se hizo un silencio.

—Alaya, nos vemos luego ¿ok? —sonrió brevemente mientras seguía mirando por donde se había ido la otra.

—Vale —contesté. La palabra se la llevó el viento.

Miré alrededor.

Todo estaba como el primer día que vine aquí. Las paredes blancas, la alfombra roja con la espiral, la escalera, el ambiente enigmático. Un momento, dos cosas eran diferentes: La grieta que había aparecido en una esquina de la pared de la entrada, y, la pequeña mancha negra que se situaba en la parte baja de la puerta. Curioso. Al mismo tiempo, se empezó a ver la grieta en la universidad. ¿Qué relación tendría?

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