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7. La grieta


Salí despedida hacia atrás por una fuerza que desconocía. Era como si me hubiera metido dentro de un monstruo y quisiera deshacerse de mí escupiéndome con repugnancia.

Estuve unos segundos mantenida en el aire como si flotara, y luego, caí al suelo desde el espejo de un baño. Un golpe se hizo eco, provenía de mi rodilla. No tenía ni idea de dónde me encontraba. Delante de mí, había un lavamanos con tres espejos, uno para cada uno de ellos. Hacía poco tiempo que los debían haber limpiado ya que todo brillaba y olía a productos de limpieza. Se podía ver los retretes apretujados. Por alguna extraña razón, sonaba música en los lavabos ¿Por qué demonios había altavoces? ¿Para que hiciéramos nuestras cosas en armonía?

Una pequeña grieta era perceptible en todas las esquinas. Tuve que entrecerrar los ojos y fijar la vista para poder verla.

Abrí la puerta que daba al pasillo. No sabía cómo había podido llegar aquí, pero había pasado de estar en El castillo de Morfeo a un baño de la universidad. Parecía que los espejos estuvieran conectados con los sitios a los que iba.

Lo último que recordaba es que vi a Romeo y Valentino echar cosas en algunas copas, ellos las repartieron. Romeo bebió, y, al poco tiempo, se desmayó quedándose fulminado ante el extraño brebaje. Después de él, fui yo. Los momentos posteriores me notaba como si algo me absorbiera al vacío. Todo a mi alrededor se fue volviendo poco a poco más oscuro hasta que aparecí en la universidad. ¿Y si lo que necesitaba saber hasta ahora de las vidas, me echaba de alguna manera para reflexionar? ¿Y en ese caso, qué es lo que tenía que hacer? ¿Qué había aprendido?

Me puse a pensar en ello. Veamos, no todo es lo que aparenta. Aparte de eso, no se me ocurría nada más.

Miré mi espiral. Al levantar un poco mi camiseta, se volvió de un color anaranjado. ¿Volvía a su estado natural? Estaba inclinado hacia la derecha. ¿Qué había dicho Daniel? Ah, sí. Quería decir que podía volver a "Mi mundo". A la inversa era para ir al Castillo de Morfeo. Además, también comentó que cada color de la espiral significaba un estado de ánimo. Recordaba haber leído acerca del naranja. Me puse a pensar, y tras unos segundos un flash me vino a la mente: Originalidad, sociabilidad, entre otros, como cosas positivas. Lo negativo era que podía llegar a advertir de peligro y frialdad.

Sonó una campana. Me sobresalté.

La gente de las diferentes clases comenzó a salir. Algunos de ellos, iban con la mochila y sus cosas dando la sensación de que llevaban un gran peso sobre sus hombros. Otros, en cambio, caminaban sin ninguna presión, ni responsabilidad, ya que no llevaban nada. Estaba tan concentrada mirándolos que alguien me tuvo que sacudir para volver en sí.

—¡Alaya! ¡Alaya! ¡Llamando desde el planeta tierra! —decía una voz masculina a la vez que me sacudía—. ¿Estás ahí? —me tocó en busca de alguna respuesta. Oí una risa femenina.

Me giré. Emily y David estaban mirándome con una mezcla de diversión, curiosidad, y preocupación. Parecía que podían hablarse entre ellos con los ojos, pude notar una pizca de complicidad en ellos. Enseguida supe que había sido él el que me había movido como un loco. Las colas de mi amiga la hacían lucir más juvenil, junto con su vestido de flores. El nuevo amigo vestía informal, como siempre.

—¿Estás bien? Parecías ida —comentó David con preocupación. Emily lo miró por un momento y luego a mí.

—Si. No te preocupes —sonreí para tranquilizarles. Lo logré.

—¿Dónde estabas? —habló Emily con voz preocupada—. ¡La profe parecía que te había cogido algo de cariño! Me preguntó que te había pasado —prosiguió con los ojos como platos—. Hablamos de los sueños —estaba entusiasmada.

No pudo evitar sonreír ampliamente y gritar de alegría. Eso atrajo la atención de los estudiantes que cruzaban los pasillos, haciendo que a David y a mí nos diera vergüenza, aunque Emily no le importaba. Incluso podría decir que eso hizo que se emocionara aún más, si podía caber. Después de un buen rato, fue conteniendo su sentimiento.

Cada uno de ellos me cogió por un brazo. El de David se notaba que lo hacía con timidez por la falta de contacto visual, pero estaba a gusto con nosotras. En cambio, Emily me empujaba con energía sin dejar de lado el tener tacto.

—¡Ven! ¡Vamos a comer algo! —los dos me estiraron para que les siguiera.

Más que caminar, me llevaron a rastras. Cada uno de ellos, me tiraba de uno de los brazos haciendo que fuera un par de pasos por detrás. Las personas que caminaban por los pasillos nos miraban con interés y diversión. Las mejillas se enrojecieron.

Mientras nos dirigíamos hacía el comedor, apenas pude ver de reojo en secretaria a Daniel. Buscó a la persona que le estaba observando. Se le notaba tenso, sin embargo, cuando me miró, me dedicó una sonrisa. ¿Me preguntaba por qué? Me fijé que pronunciaba algo con los labios, leí algo como "No bajes la guardia", o algo por el estilo. Si surgía la oportunidad, debería preguntarle. Además, me acordaba que me explicaría algo más adelante relacionado con las cámaras de seguridad. Esperaba que fuera pronto.

Llegamos al comedor. Era bastante grande. La pared llevaba pintura rojiza. Las columnas que aparecían en el interior de este y que servían para separar algunas mesas, tenía un color blanco. Había gente que entraba y salía continuamente. Hacía mucho ruido dentro debido a que algunos grupos que estaban sentados en las mesas o haciendo cola para la comida levantaban la voz, obligando a los demás a hacer lo mismo para poder oírse.

A nuestra izquierda, las comidas del menú de hoy esperaban a ser elegidas. Pese a haber bastante gente dentro, la comida prácticamente estaba llena. Nos pedimos lo mismo: Un gazpacho, una porción de pizza y un yogur. Era una extraña combinación, desde luego.

Nos sentamos cerca de la entrada. En cuanto lo hicimos, la gente bajó el volumen. Algunas personas se fueron del lugar.

—Bueno, ¿Qué me perdí en clase? —pregunté con curiosidad.

Emily y David empezaron a comer el primer plato, lo saboreaban. Tardaron un rato en contestarme. Se les había olvidado hacerlo. No pude evitar reírme. Me miraron como si estuviera loca, aunque tenía ganas de saber el motivo.

—¡Sois unos muertos de hambre! —grité entre risas. Ellos se intercambiaron una mirada y se unieron. Las personas de algunas mesas se giraron hacia nosotros captando su interés. Me sentí avergonzada.

—Preguntaba que me he perdido en clase —bajé el volumen. Me puse seria de pronto. Se asustaron por el cambio extremo de expresión.

La gente de alrededor empezaba a volver a levantar el volumen.

—Sobre los sueños y vidas pasadas —contestó David pensando en algo. Enseguida volvió en sí—. ¿No es extraño? —se preguntó a sí mismo.

Alguien se sentó al lado mío. Los tres dirigimos la vista hacia el chico de pelo castaño y los ojos marrones que acababa de colocarse junto a mí. Me recordaban al color de la tierra. Vestía ropa deportiva. Se mostró con seguridad.

—¿Habéis oído lo que ha dicho la profe? Una tal Mar, me parece —negó con la cabeza sin poder creerse sus propias palabras—. Ha anunciado que en unos días pondrá la fecha de examen ¿Os lo podéis creer? —continuó sorprendido maldiciendo—. Bueno, me tengo que ir ¡Nos vemos! —se marchó despidiéndose con una mano antes de que pudiéramos decir nada. Emily y yo nos quedamos mirándole.

—¿Quién es? —preguntamos las dos.

Se hizo un breve silencio.

—Es Víctor —contestó David con obviedad—. Juega al equipo de baloncesto de la universidad —fue alternando su mirada entre él y nosotras—. Aunque entre nosotros, en realidad se le da mal —susurró para que no le oyera el chico, aún se encontraba cerca de nosotros. Ambas asentimos.

Cuando acabamos la comida, nos dimos cuenta de que quedaban pocas personas. Salimos del comedor para ir a la entrada de la universidad y despedirnos hasta el siguiente día.

Desde la puerta, podía ver que corría una brisa en el exterior. Los árboles se movían a su compás. El cielo estaba despejado. Había bastante movimiento de universitarios entorno al parque de la universidad y los transportes que quedaban al final de las baldosas grises. Marcaban el camino de retorno.

—Oye, ¿De dónde has sacado eso? — Emily señaló el collar de las amapolas con las nubes.

Pensaba que era cosa de los sueños. Al parecer, no era así. Me vino a la memoria que Daniel me había dicho que no explicara nada. A mi amiga no se lo podía ocultar. En un futuro, lo haría. Tenía mucha confianza con ella que había ganado con los años.

—Oh, ¿Esto? Me lo regaló mi madre al llegar a casa —le dediqué una sonrisa. Mentí.

—¡Es muy mono! ¡Me gusta! —me devolvió el gesto.

—Bueno, nos vemos mañana chicas —David nos sonrió y se fue. Tenía un aspecto cansado.

—¡Hasta mañana! —Emily me dio dos besos.

—Lo mismo digo —le sonreí.

Cuando estaba lo bastante lejos, vi que se acercaba una profesora. Debía ser Mar.

—Alaya, tendremos que hablar —me miró con seriedad y antes de que pudiera responder se fue.

Miré una última vez la universidad antes de volver a casa. La grieta era apenas perceptible en el lado derecho del edificio. Tenías que forzar la vista para verlo. Diría que desde que había llegado, creció un poco. ¿Tendría algo que ver con cada vez que me teletransportaba de un mundo a otro? Y eso me llevó a cuestionarme otra cosa ¿Cosa del azar que seleccionaba donde volvería a "mi mundo" o no? Era lo único que había cambiado desde que había comenzado a tener esos extraños sueños sobre vidas pasadas.

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