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25. Sin retorno

Daniel y Mar cruzaron una mirada entre ellos entristecida ante algo que aún desconocíamos los demás, y que parecía que iba a afectar especialmente a Morfeo con el tema de sus flores.

—Será mejor que me sigáis todos —dijo Mar con voz quebrada alzando una mano mientras empezaba a caminar.

El paisaje estaba totalmente a oscuras, apenas podía ver a mis compañeros, Mar, Daniel, y Morfeo. La lluvia nos había dado una pequeña tregua y caía tan poca que no se notaba, agradecía que hubiera parado porque así podríamos ir con tranquilidad a ver las flores. Las nubes amatistas tapaban todo aquel cielo estrellado que había visto anteriormente y envolvían El castillo de Morfeo, dejando caer de vez en cuando algunos rayos, cada uno hacía que mi corazón diera un vuelco. El viento continuaba agitándose con fuerza haciendo su presencia entre los árboles, nuestros cabellos y la ropa. Era un aire vacío, su ruido me dejaba sin respiración. Había algo siniestro en todo el ambiente de Los jardines de Morfeo, aparte de la clara evidencia de que no había nadie más.

Mar era la que nos indicaba el camino hacia las flores. A su lado, Daniel le hacía compañía, parecía que continuamente hacían una conversación entre ellos. Era la primera vez que no oía a mi mejor amiga reír y a David hacer bromas. Víctor estaba detrás de mí, poniéndose bien la chaqueta continuamente. Al final de todo estaba Morfeo, quién nos miraba con interés. Entre todos nosotros empezó a formarse tensión, lo que fuera que pasara nos iba a cambiar a cada uno de algún modo, aunque tratáramos de ocultarlo.

Me daba la sensación de que la charla que había entre Mar y Daniel tenía que ver con todo lo que había estado pasando: La puerta, la cámara de seguridad, la gente que había desaparecido y ahora las flores. Algo no nos habían contado todavía... ¿Qué sería? Esperaba saberlo pronto. Eché un vistazo a Morfeo y, pese a que seguía mirándonos con interés, su mente estaba en otra parte, muy lejos de nosotros. ¿Qué estaría pensando? Desde que había tenido el primer sueño, llevaba cada vez más preguntas que respuestas en mi cabeza.

El viento se hizo más intenso y empezó a costar continuar caminando por el puente para poder observar el estado de las flores. Las nubes eran totalmente violetas y envolvían todo el lugar, empezando a formar un pequeño agujero en el centro de El castillo de Morfeo.

—Es aquí —Mar señaló con la mirada donde estaban las flores. Nos pusimos unos al lado de otro.

Estas estaban caídas. Algunas, incluso arrancadas como si alguien o algo les hubiera quitado la vida. Todas, y cada una de ellas, se habían quedado sin color, negras, tristes y sin vida. Se podía ver el sufrimiento que habían pasado mirándolas con atención.

— ¿Qué demonios les ha pasado a mis flores? —Morfeo se adelantó un paso volviendo en sí, estaba afectado.

—Morfeo... —Mar y Daniel le pusieron una mano suya en cada uno de sus hombros agachándose junto a él.

—¡Quién haya hecho esto...! —se le notaba la ira en su voz mientras tocaba con delicadeza algunas de ellas—. ¿Por qué no me habéis dicho nada? —se giró de cara a Daniel y Mar, los ojos sacaban llamas. Justo después, respiro hondo y pareció controlar un poco mejor su enfado. Pude ver una expresión de tristeza en su rostro.

—Es...—empezó Daniel, pero Mar le cortó.

—No sabíamos cómo decírtelo, y más, con todo esto que estaba pasando... —explicó Mar. Parecía que iba a decir algo más, pero se calló. Echó un vistazo con significado a Daniel y Morfeo y ellos parecieron entender a qué se refería.

Se hizo un silencio.

—Entiendo... —suspiró Morfeo profundamente.

Sabía cómo se sentía Morfeo. Le habían arrebatado todo lo que se había esforzado, para mantener este lugar perfecto y hermoso para todos. De un momento a otro, se había quedado sin nada, excepto los que quedábamos.

Nunca había visto tan sensibles a Mar y Daniel, pero fueron a darle un abrazo a Morfeo para que se calmase. Tras un largo tiempo en silencio, parecía que se había calmado, al menos en apariencia.

—Todo esto debe tener algo en común, ¿no? —Víctor hizo presencia. Me había olvidado de que estaba con nosotros.

—Si... —afirmó con la cabeza Daniel—. De hecho... —miró a Morfeo y Mar—. Creemos que todo está relacionado...—empezó a decir, pero lo último no se oyó por un gran trueno.

La lluvia empezó a caer con fuerza sin ninguna clase de piedad queriendo que nos uniéramos a esa extraña oscuridad.

—Creo que deberíamos volver —planteó David.

—Estoy de acuerdo —Emily le apoyó sonriendo.

—Es hora de despertar —me despedí de Morfeo, Mar y Daniel—. Nos vemos mañana, chicos —sonreí a Emily, Víctor y David.

—Si, lo mismo digo —David y Emily me imitaron el gesto de vuelta. Víctor asintió. Los demás se quedaron confusos y extrañados.

Estaba segura de que había más de una cosa que nos estaban ocultando. ¿Por qué nos miraban extrañados cuándo decíamos de irnos? ¿Qué había pasado? ¿Qué eran? ¿Por qué Mar y Daniel tenían tantas conversaciones entre ellos? Morfeo que era el jefe, por así decirlo de este lugar, siempre le acababa llegando la información.

—Esto... —empezó a decir Mar mientras volvíamos.

—No podéis volver... —suspiró Daniel. Mis compañeros y yo abrimos los ojos como platos.

—¿Por qué creéis que no hay la demás gente como de costumbre? —soltó Morfeo como si fuera obvio.

—Espera...—David estaba acumulando datos.

—¿Estáis diciendo que no podemos volver a "nuestro mundo"? —Emily se quedó con la cara boquiabierta.

—Si...—respondió lentamente Daniel—. Al completarse la grieta, todo aquel que no estuviera en este lugar no podrá soñar, y, aquellos como vosotros que estabais aquí cuando sucedió no podréis despertar —Daniel habló con voz preocupada. Morfeo y Mar nos miraron con tristeza.

Me quedé pensando un rato. ¿Cuánto hacía que no estábamos en "nuestro mundo"? Tenía ganas de volver a La Universidad, reírme de las bromas de David y contagiarme de la energía de Emily mientras desayunábamos en el comedor. Deseaba que todo esto fuera una pesadilla, en el fondo, sabía que era real.

¿Cómo podríamos volver a casa? ¿Qué o quién había hecho esto? ¿Por qué nosotros? El miedo que, hasta entonces se había ido, empezó a acumularse en mi interior.

—Espera... ¿Por qué no nos habéis comentado nada antes? —acusé a Morfeo, Daniel y Mar con voz tranquila, pero mirada nerviosa.

—¿Qué crees que habría pasado si lo que sospechábamos y las teorías que creábamos en las reuniones urgentes que teníamos lo supiera todo el mundo? —preguntó irónicamente Morfeo—. Hubiera hecho que la gente entrara en pánico. Hasta no estar seguros, decidí que era mejor que todos los trabajadores lo mantuvieran en secreto —se rascó el cuello sutilmente.

Se hizo un silencio.

—Será mejor que volvamos antes de que el tiempo empeore —aconsejó Morfeo observando el cielo.

La lluvia apretó con más fuerza haciendo que las gotas salpicaran en el suelo y formaran burbujas. Las nubes violeta oscuras brillaban dejando caer, tras de sí, los rayos eléctricos más furiosos que nunca. El viento hacía caer algunas hojas de los árboles a la vez, solo con oírlo hacía que todo el cuerpo se me paralizara. Por suerte, en ese momento entramos en el interior del castillo. Mar fue la última en entrar. Enseguida llegó donde estábamos todos.

Miré alrededor. Las ventanas estaban rotas y algunos trozos de cristal desperdigados por el suelo, al igual que las cámaras de seguridad. Me acordé en el momento que nos contó que alguien había entrado, y justo después, las ventanas se rompieron a causa del fuerte viento. Tuvimos suerte de verlo venir, sino tal vez alguien hubiera salido herido. Las cosas que había presenciado cuando veía a la persona encapuchada se habían hecho realidad, excepto por la cinta de seguridad.

Justo en la ventana, había un par de cuervos picoteando los trozos de cristal, me miraron a los ojos con superioridad e ira. Los demás me imitaron. No estaba loca, me hacía sentir mejor saber que eso tampoco me lo había imaginado.

—¿Qué hacen unos cuervos aquí? —preguntó Emily con cierto temor.

Hubo un silencio incómodo. Tenía miedo. Todos sentíamos que algo había cambiado, pero cada uno lo disimulaba a su manera.

—Están esperando a alguien... —soltó Mar en un susurro.

—¿Y qué significa eso? —frunció una ceja.

—Problemas... —soltó Morfeo lentamente tras estar en silencio un rato.

Daniel indicó que me acercara con un dedo, estaba un poco alejado de los demás. Esa sonrisa que le caracterizaba, se desvaneció para dejar paso a una preocupante.

—¿Qué pasa? —levanté la voz sin quererlo. Los demás se giraron. Daniel hizo una seña para que la bajara.

—Alaya... —buscaba las palabras—. Las cosas se van a poder feas y raras —continuó rascándose la cabeza mientras me miraba a los ojos.

—¿Quién eres Daniel? —pregunté con curiosidad.

—Todas las vidas he estado contigo ayudándote, pero por ahora no puedo contarte nada más —pidió una disculpa.

—¿Qué significa que se va a poner feas? —fruncí la ceja.

—Escucha... —se acercó a mí—. Hay... Uno de nosotros es la persona encapuchada —me susurró en el oído. Abrí los ojos como platos.

En ese momento pasó algo extraño. Todos con los que estaba hicieron un glitch, viendo a cada uno de ellos siendo la persona encapuchada y se giraron en mi dirección. Fijé la vista en mis brazos y pude observar que también lo era. En un instante, volvieron a ser ellos mismos igual que yo.

Esto fue raro, pero la peor pesadilla se había hecho real. La persona encapuchada era uno de nosotros, y, nadie sabía quién era.

FIN DEL PRIMER LIBRO

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