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24. Caos

Los ruidos se escuchaban cada vez más cerca, hasta que visualicé a las dos personas que venían agotados por el maratón que habían hecho: Mar y Daniel. No podían ser otros, de verdad se les veía preocupados. La ropa de Mar estaba movida. Daniel tenía el pelo alborotado a consecuencia de haber corrido.

Me alegraba saber que no estaba en el otro lado, esperando a que apareciera la persona encapuchada con sus cuervos o el individuo de la túnica negra, así mi corazón podía volver a sus latidos regulares.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Mar con voz tranquila, pero expresión alarmada.

—No podemos retrasarlo más, no pensábamos que teníamos tan poco tiempo —le contestó Daniel a Mar muy preocupado y suspirando.

Nunca había visto a Mar y a Daniel así, dos personas que, aunque estuvieran nerviosos sabían mantener la calma, fuera lo que fuera debía ser importante y que pudiera poner en peligro El castillo de Morfeo.

Miré alrededor. Emily estaba a mi lado bromeando con David, tenían una conversación divertida, al parecer, podía oír las carcajadas que echaban, y la verdad, me gustaría reírme también, pero no sabía de qué iba. Más allá, en una esquina, Víctor estaba pensativo mientras jugaba con lo que parecía una moneda, se escuchaba el sonido del metal cada vez que la lanzaba al aire. Apenas había hablado con él, solamente sabía que le gustaban los cotilleos y que odiaba a Mar. Siempre me había llamado la atención la gente que conocía poco, me intrigaba.

Un momento... Hacía un rato era la única que estaba en este lugar, no había nadie más. El frío se había apoderado de mí en el interior, pero sobre todo la única compañía que había tenido era la soledad. Nunca la había sentido de manera tan intensa. Entonces... ¿Cómo era que estaba rodeada de mis compañeros sin haberme enterado? Parecía que llevaban un buen rato ahí. ¿Dónde estaba yo? ¿Tal vez no me había dado cuenta que estaban conmigo? Lo que había pasado era tan real. ¿Serían imaginaciones mías? Solo podía saberlo por una cosa: La cámara de seguridad.

Me giré en busca de la pequeña videovigilancia. Eran amarillas y blancas. En efecto, estaban tiradas en el suelo. Rotas. Con algunos pedazos desperdigados.

—¿Cuánto lleváis aquí? —interrogué con curiosidad.

—¿Cómo dices? —dijo Emily confusa cruzándose de brazos.

—El mismo que tú —David frunció una ceja, hice lo mismo.

¿Cómo podía ser que llevara el mismo tiempo que ellos y no los hubiera visto? Quizás habría estado tan sumergida en mis propios pensamientos y luchando contra los demonios internos que dormían en el interior, que no me había dado cuenta de que verdaderamente no estaba sola. Lo que, a diferencia de todas las otras noches en las que me había cruzado con mis compañeros, en esta no estaban el resto de las personas con camisón como yo junto con los trabajadores, o mejor conocido, sus protectores de El castillo de Morfeo. Algo andaba mal, ¿Cómo podían desaparecer tantas personas de un lugar? Entendía que no estuviera tan abarrotada como otras veces, pero que no hubiera nadie me extrañaba.

La grieta estaba totalmente completa, al igual que en La universidad justo antes de que hablar con Mar, y posteriormente el suelo cayera en pedazos ¿Qué iba a pasar? Las ventanas luchaban por detener la fuerza de viento y que este no entrara, pero parecía que no podrían aguantar mucho más. Afuera había unas nubes llenas de oscuridad que rodeaban todo el paisaje y el castillo, los rayos color amatista hacían que se apreciara el vacío que había en el exterior. No podía ver bien el estado de las flores desde aquí, aunque por el aire que hacía estarían intentando sobrevivir para no salir volando.

Mar fue donde estaba Emily para contarle sobre su evolución por lo que pude oír. En cambio, Daniel que se le notaba algo nervioso, vino hacía mí con una media sonrisa, supuse que quería que me sintiera más tranquila.

—¿Cómo estás? —se le notaba preocupado.

—Bien, un poco confusa —alternaba la mirada entre el suelo y él.

—¿Y eso? —abrió los ojos.

Hubo silencio. Los demás dejaron de hacer sus cosas para prestar atención a nuestra conversación, mis mejillas se sonrojaron ante todas esas miradas puestas en mí.

—¡Cómo es que no hay más gente! —grité asustada, mis compañeros observaron el entorno con sorpresa, no debían haber caído hasta ahora, cosa que era rara. Mar miró a Daniel diciéndole sin necesidad de palabras que debía tener cuidado con su respuesta.

El silencio reinó en todo el ambiente, tardó unos segundos en romperlo.

—Eso... —se quedó pensativo—. Es una de las cosas que Mar y yo os queríamos comentar —bajó la voz, pero los demás le pudieron oír—. Hay cosas más graves...—se quedó mirando las cámaras que había en el suelo—. ¿Qué? —las tocó. Todos se acercaron, especialmente Mar.

—¿Qué significa eso? —David señaló los restos de la cámara. Todos miraron a Mar y Daniel.

—Las cosas están peor de lo que imaginábamos Daniel —Mar miró a Daniel fijamente, preocupada y asustada.

—Ah —suspiró Daniel—. Quiere decir que la persona que vigilábamos para que no se acercara, ha roto las cámaras —dejó las cámaras como estaban—. Por tanto, está dentro —todos abrimos los ojos.

—Déjame hablar a mí Daniel en esto, no eres un gran informador —Mar le puso una mano en el hombro sonriéndole con cierta diversión.

—Adelante —contestó devolviéndole el gesto.

—Tal vez estabas en dos dimensiones a la vez —me susurró Víctor al oído de repente. Me miró fijamente con una mezcla de burla y... ¿Amabilidad?

—¿Huh? —es todo lo que pude decir.

Todo este tiempo le había estado dando vueltas a ese tema, por ahora, todos los encuentros que había tenido con la persona encapuchada y lo que pasaba en ellos, sucedía después ya fuera en La Universidad o en El castillo de Morfeo.

No lograba descifrar con que intenciones iba Víctor.

—Bueno chicos... —Mar buscaba las palabras—. De lo que queríamos hablar Daniel y yo es que como habréis visto la grieta está por todo el castillo —informó. Asentimos.

—Al igual que La Universidad —comenté en voz baja, todos me miraron un momento y guardaron silencio.

—Si... —afirmó despacio Mar.

—¿Y qué pasa? —Víctor le restó importancia., seguía lanzando al aire su moneda. Mar y Daniel se miraron.

—Las cosas van a ponerse feas...—continuó Mar seria. Fruncimos la ceja.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Emily intentando sonreír.

—Está relacionado con las cámaras —comentó Mar. Todos pusimos atención al objeto.

Hubo un silencio.

Había algo que no me cuadraba en todo esto. ¿Iría relacionado esto con las veces que estaba sola? ¿Por qué romper las cámaras? ¿Qué quería conseguir? Esto de la cámara de seguridad me recordaba cuando la tiraron los cuervos en la última vez que apareció la persona encapuchada, me sonaba familiar.

Se escuchó un ruido. Todos nos giramos. Era el viento, iba a hacer estallar las ventanas, justo como pasó cuando la persona encapuchada alzó su brazo y se concentró en ella, a la misma vez que los cuervos rompían la cámara de seguridad, pero esta vez la cámara había sido la primera en caer.

— ¡Todos abajo! —nos indicó Daniel. Le hicimos caso.

En ese momento, las ventanas se rompieron haciendo que los cristales estallaran y fueran como cuchillos intentando dar con alguno de nosotros. El viento sonaba amenazador, el frío envolvió el ambiente. Mar protegía a Emily de que sufriera algún daño. David y Víctor se abrazaban mutuamente. Y Daniel me cubría para que no pasara nada. Me pareció ver en uno de los árboles un cuervo, pero no estaba segura.

Los truenos violetas hicieron su presencia de forma más llamativa y empezó a llover fuerte, parecía que iba a caer un diluvio. Los árboles se movían con violencia haciendo que varias hojas de los árboles no pudieran resistir en sus ramas y salieran volando.

—Queríamos hablaros de la puerta también —dijo Daniel mientras nos ayudábamos entre todos a levantarnos. Víctor se negó a pedir ayuda.

—Acompañadnos —Mar señaló con una mano la dirección.

Pasamos todos cuando Mar abrió la puerta. Esta estaba completamente negra, ya no quedaba restos de su belleza con su espiral en el centro rodeado de dorado y blanco. Ahora era todo oscuridad.

—Esta toda negra —indicó Mar. Asentimos.

—Por no decir de las flores —Daniel suspiró preocupado mirando a Mar.

—¿Qué les pasan a mis flores? —exclamó alguien. Todos nos giramos, era Morfeo.

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