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22. Charla reveladora

Tenía los ojos cerrados por el miedo ante lo que me podía encontrar. Lo que fuera que me había alejado de esa conversación, no quería que supiera los secretos que escondía, era más que probable que hubiera sido cosa de la persona encapuchada.

Algo no encajaba. Había ido a La sala de seguridad, lugar donde nada escapaba de la eficacia de las cámaras, en el que se grababa todo desde tiempos inmemoriales. Por tanto, en algún lugar debía estar escondida la cinta que confirmaría que mis sospechas eran ciertas, y, con suerte, a la persona responsable que la hizo desaparecer. La persona encapuchada debía ser real al igual que el individuo de la túnica negra, del cual éste último no lo había vuelto a ver desde que había observado con interés la puerta. Esos dos seres me provocaban emociones opuestas, mientras uno me transmitía temor, el otro me hacía estar tranquila y en paz. Me intrigaba averiguar quién o qué se escondía tras esa capucha y máscara.

Hasta ahora, sabía que la espiral significaba la búsqueda del conocimiento, cada vida que pasaba me hacía crecer como persona y cuando cumplía con la misión que me había sido asignada, me iba. Además, cada persona que era "una consciente" llevaba un collar como el mío, formado por una amapola que le rodeaban las nubes y, del cual, cuando lo necesitaba o estaba perdida, el collar brillaba por luz propia; tenía otras funciones que aún desconocía. Hacía poco, me había dado cuenta de que David, Emily y Víctor también lo eran, eso me sorprendió, porque parecían estar idos y resulta que habían estado actuando.

El tiempo había empeorado en El castillo de Morfeo. Las flores que había en Los jardines de Morfeo se apagaban conforme pasaban más minutos, las nubes oscuras comenzaban a rodearlo. La puerta de La sala principal que recordaba por su color dorado, ahora apenas tenía un pequeño respiro por las manchas negras que le ganaban el terreno y la grieta estaba prácticamente completa. ¿Qué pasaría cuando lo estuviera? Tenía la intuición de que se iban a poner peor las cosas.

Una brisa me recorría en forma de caricias cada parte de mi cuerpo, especialmente el cabello. Era una sensación agradable, quería dejarme llevar, relajarme y olvidarlo todo, pero sabía que tal y como estaban las cosas, no podía permitírmelo. Aun así, me ayudaba a tranquilizarme un poco.

Abrí los ojos.

Era extraño. Me encontraba sentada en una ventana abierta de clase. ¿Cómo había llegado ahí? Las cortinas se movían al son del suave viento de manera elegante. Se podía ver muchas hojas de los árboles, y, en algunas de ellas, había flores de diferentes tipos, así que intuía que sería primavera. Si ponía atención, escuchaba algunos pájaros cantar en las ramas de los árboles. El cielo estaba despejado. El sol entraba para dar su calidez y hacer que la clase tuviera menos tensión en el ambiente que se percibía.

Hacía un momento soñaba que estaba teniendo una conversación interesante de la última vida pasada que había visto, pero que, por alguna razón, no podía escucharla y alguien o algo me empujó hacia atrás. Por las expresiones de los rostros del resto diría que era un tema importante ¿Quién era? Ni idea. Lo más seguro es que tuviera que ver con la persona encapuchada, como lo de la cinta. ¿Por qué no quería que me enterara?

—Ya hemos acabado de resolver las dudas sobre las vidas pasadas para examen —la profesora cerró el libro de golpe—. Voy a hacer un esquema en la pizarra en modo de resumen para que os acordéis que entra —anunció con voz seria. Se levantó, cogió una tiza y sin mirar ni un momento a los alumnos, se puso a hacerlo.

En la clase se respiraba un ambiente tenso, mientras la profesora estaba de espalda a nosotros y concentrada en su tarea; algunos alumnos, incluido Víctor, se giraban entre ellos y murmuraban en voz baja comentarios ofensivos tanto de ella como del examen, estaban indignados. David y Emily que se habían sentado uno al lado de otro, hacían caso omiso de esas palabras apuntando todo lo que ponía la profesora en la pizarra. Aproveché el momento de distracción para ponerme en el asiento vacío que quedaba junto a Emily.

—¿Cuándo has entrado? —me dijo sorprendida en un susurro mientras continuaba tomando notas.

—No te lo creerás, pero aparecí sentada en la ventana —le contesté indicando con la cabeza.

—¿Quién ha entrado dónde? —se giró David curioso.

—Alaya ha entrado por la ventana —se volvió un momento a David que me miró levantando una ceja—. Me estás tomando el pelo —se giró confusa. Al verme seria abrió los ojos—. ¿En serio? ¿Cómo vas a aparecer ahí de repente? —sonrió y soltó una risa lo suficientemente baja para que nadie más lo pudiera oír. David también sonrió divertido.

—Eso es lo que me pregunto —me encogí de hombros—. ¿Quizás los espejos sean portales? —dejé la teoría en el aire.

Hubo un silencio.

—Podría ser —comentó Emily—. Se dice que los espejos son portales a otros mundos, ¿Y cuál mejor que el mundo de los sueños, o más conocido, El castillo de Morfeo?

—Tiene su lógica —afirmó David pensativo.

Los dos volvieron a tomar apuntes y yo hice lo mismo antes de que la profesora borrara lo que había puesto. El pequeño grupo se había callado, pero de vez en cuando se miraban de reojo. Le quedaba poco para acabar de hacer el esquema a la profesora. Se me daba bien escribir rápido, así que, en nada había apuntado todo.

Decidí utilizar esos segundos para echar un vistazo a la espiral que Daniel había creado en mi estómago, y, posteriormente, pude empezar a ver a los demás que vestían como yo. Levanté la camiseta verde claro y vi que había una mezcla de violeta y azul oscuro. ¿Podría combinar los colores? Tal vez, salía cuando tenía más de un estado emocional.

—Eso es todo —dejó la tiza en la pizarra—. Esperaré unos segundos para que podáis acabar de copiarlo —miró a cada uno de nosotros, empezando de la primera fila de izquierda a derecha.

Hubo un silencio.

—Esto... —Víctor se aclaró la garganta—. Algunos de nosotros pensamos que hay mucho temario para tan poco tiempo —sus ojos se fijaron en Mar—. Nos preguntábamos, si se podría atrasar unos días. Lo agradeceríamos —sonrío con esperanza. Los que estaban de acuerdo con él, esperaron con atención a la respuesta de Mar.

Hubo un silencio espeluznante. Los pocos que continuaban pasando los apuntes de la pizarra al papel, se habían quedado paralizados ante el ambiente que se respiraba. Nadie se atrevía ni a mover un músculo para no ser un blanco.

—Estamos en la universidad, tenéis que aprender a organizaros —contestó fríamente—. No voy a cambiar el día, un mes es suficiente —Mar miró a cada uno de nosotros, pero especialmente a Víctor. Se escucharon algunos insultos por lo bajo. Víctor se enfadó, la odiaba.

Víctor se levantó de golpe y lanzó una mirada fulminante a la profe. Se fue hacía la puerta de la clase antes de que se acabara, le siguieron algunos de los que estaban indignados como él.

—Víctor, no estamos en la ESO para observar este tipo de actitudes, estás en estudios postobligatorios, cámbiala por tu bien —comentó fríamente echándole un vistazo.

Se hizo un silencio. Todos estábamos atentos e impactados ante la escena que se había montado y al ambiente tenso que reinaba, nadie se atrevía a mover ni un músculo.

—Por supuesto, profesora —contestó Víctor escupiendo las palabras y se fue, le siguieron los otros que estaban con él.

Sonó el timbre de la campana.

A continuación, se oyó el ruido fuerte de las puertas como si se golpearan contra la pared, junto con las prisas de los alumnos por salir de clases. Hubo una estampida por querer todos salir de ahí y poder descansar por un rato.

Salí al pasillo.

—Eh... ¿Qué tal te fue ayer? —quiso saber una voz masculina a mis espaldas. David Sonrió.

—Bien... Soñé con Leonardo Da Vinci y Miguel de Cervantes —se sorprendieron—. También con una extraña pintora llamada Anguissola —añadí con ojos pensativos y con el índice en la barbilla.

—Eso es alucinante —contestó sonriendo Emily—. Por tu propio bien, más vale que vayas con cuidado —sonrió.

—Si es increíble —coincidí con ella sonriendo—. ¿Cómo dices? —pregunté al cabo de un rato cuando me di cuenta de lo que había dicho.

—Me gusta la camiseta. Te queda bien. ¡Cómo todo! —contestó sonriendo mientras tocaba mi camiseta verde claro.

—Vamos a comer, tengo hambre —David se tocó la barriga. Nos reímos. Se puso rojo.

Mientras íbamos de camino al comedor, pude observar que la grieta en las paredes se había hecho más grande, las separaba entre sí unos centímetros, al igual que en El castillo de Morfeo ¿Qué pasaría cuándo la grieta estuviera completa? Daba miedo ver lo deprisa que había crecido en tan poco tiempo.

Entramos en el comedor, había mucha gente. Llevábamos todos algo de comida, así que con cautela nos sentamos en la mesa de siempre. Saqué mi zumo de melocotón y lo abrí. En ese momento, Víctor se sentó a mi lado.

— ¿Qué pasa tíos? —sonrío con su pelota de básquet en el brazo derecho —. Siento no haber podido estar mucho tiempo la última vez —parecía apenado.

—No pasa nada hermano —David y Víctor chocaron los cinco a modo de saludo.

—No te preocupes —contestamos Emily y yo. No pude evitar que se me subiera un poco el color a la cara, pareció divertirle a ella.

—Oye Víctor...—me miró con delicadeza—. ¿Ayer estuviste en La sala principal? —pregunté con curiosidad.

—Pues claro —sonrió con suficiencia mientras giraba su pelota con un solo dedo.

—¿Dónde fuiste después? Te perdí de vista —entrecerré un poco los ojos.

—Pues... A mi sala de ensueño, llegaba tarde —se alarmó—. ¿Por qué lo preguntas? —levantó una ceja. Quería saber adónde quería llegar.

—Por nada...—miré a la nada mientras bebía el zumo.

De repente, se oyó un ruido como si algo se rompiera. Pensaba que era la única que lo escuchaba, pero todos los que estaban conmigo se quedaron mirando para descubrir de dónde venía.

Nos levantamos todos a la vez y salimos del comedor. Nos pusimos los cuatro en forma de línea para averiguar que había sido ese extraño ruido: La grieta. Estaba toda unida. ¿Qué pasaría ahora? Tenía un mal presentimiento.

Sonó el timbre que indicaba que la hora del almuerzo había acabado. Hubo bastante movimiento, los alumnos paseaban para arriba y abajo buscando la clase que les tocaba, otros cogían antes el material de las taquillas.

—Oye, ¿Has visto la grieta de la pared? — le pregunté a un chico de aspecto retro señalándola. Juntó las cejas.

—¡Qué dices! ¡Ahí no hay nada! —me contestó confuso mirando la pared y a mí unos segundos antes de irse. Se me puso la cara blanca. David, Emily y Víctor estaban concentrados a lo suyo, observándola y hablando entre ellos.

La grieta no pasaba desapercibida. Era gruesa y llenaba todas las paredes. ¡Cómo no podía verlo! ¿Éramos los únicos? ¡Qué demonios!

—Escuchad, hay un chico que me ha dicho que no ve la grieta —les comenté la respuesta que me había dado con la cara más blanca de lo que la tenía.

—¿En serio? —Emily abrió los ojos incrédula—. Oye, ¿Estás bien? —puso una mano en mi hombro al verme blanca.

—Si... Pensaba que todos podíamos verlo —respondí siendo sincera—. Es extraño ¿no? —la miré confundida.

—Tienes razón —sonrío.

—¿Y si tiene que ver en que los demás no son "Conscientes"? Eso explicaría porque solo podemos nosotros, ¿no? —propuso Víctor. Nos quedamos pensando.

Oí que alguien se acercaba.

—Alaya, ¿Recuerdas que teníamos que hablar? Es el momento —Mar estaba seria.

Los demás se giraron para ver quién era. David y Emily la miraron con interés; al contrario que Víctor, quien no se molestaba en expresarle su molestia ante su presencia.

—Claro —respondí con cierto temor—. Hasta luego chicos —sonreí a la vez que me daba la vuelta. David y Emily sonrieron, en cambio, Víctor hizo un simple gesto con la mano.

Me giré una vez más mientras me iba y vi que los tres estaban aún mirando la grieta y conversando. Caminé de cara al aula de siempre. Antes de entrar a la clase, pude ver en un lado a Daniel llevando una serie de ficheros, no dejaba de sonreír, pese a que estaba concentrado en algo, en cuanto me vio, sonrío como de costumbre y me saludó con la mano a modo de despedida.

Entré en el aula y me senté en la silla más próxima a la mesa. Tenía curiosidad. Mar se sentó en su mesa. ¡Qué inesperado!

—Bien —puso en orden unos papeles—. Ya sabes qué hacemos aquí —entrelazó sus dedos y me miró fijamente.

—No lo sé —levanté una ceja.

—Sabes quién soy ¿no? —se puso seria. Sonrío ligeramente.

—No, me he perdido —me rasqué la cabeza—. ¿De qué estamos hablando? —junté las cejas. Confusa.

—Alaya...Soy la que se encarga de cuidar a Emily en El castillo de Morfeo —me quedé sorprendida. Ella sonrió.

—Oh...—es todo lo que pude decir. Se me ocurrió al poco una duda—. ¿Cada trabajador está cerca de la persona que tiene que proteger? —salió la pregunta antes de que pudiera pensar más en ella.

—Todos vigilamos de cerca las personas que tenemos que proteger, aunque la gente que no es "Consciente" no se acuerda de la cara de su cuidador, pueden sentir la energía de sus protectores y sospechar, eso sí —pronunció cada palabra despacio para que llegara la información con claridad y sonrío.

—Entiendo... —contesté cuando medité lo que había dicho.

—Todo tiene sus consecuencias Alaya, no confíes en nadie —me advirtió seriamente.

En ese preciso instante, el suelo tembló. La grieta aparecía también, al igual que en la pared. Las baldosas caían al vacío. Esto me sonaba familiar, ahora me acordaba, era lo que había soñado cuando vi a la persona encapuchada en La universidad. Me estaba mareando, no sabía si serían los temblores.

—Creo que me encuentro un poco mal...—pude decir antes de desmayarme.

Sentí que caía en la oscuridad.

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