19. Viejos recuerdos
—¿Qué están saliendo más manchas negras en la puerta? —preguntó sorprendido Morfeo cerca de Daniel y la chica. Al llegar, se le veía contento y con cierta diversión. La información de Daniel cambió su estado de ánimo.
Emily, David y yo estábamos un poco más alejados entre donde estaban Daniel, la chica, y Morfeo. Los tres escuchábamos con atención lo que estaban hablando, aunque nos hacíamos los sordos, fingiendo tener una conversación sobre los sueños que habíamos tenido. En el ambiente se percibía un aire extraño, diferente al que había vibrado hasta ahora.
—Si. Está empeorando —contestaron suspirando—. No sabemos el motivo —bajaron la voz. Se hablaban con los ojos, expresaban preocupación.
Cada vez tenía más la sensación de qué nos ocultaban parte de la información. Y más, después de haber ido a La sala de seguridad pensando que en el vídeo desaparecería o el rayo amatista caería contra el suelo, y no fue así. Lo raro era que una vez todos volvieron a su reunión y me quedé a solas, me volví a encontrar con la persona encapuchada. Sabía el motivo que hacía que las flores se apagaran, y se estuviera oxidando la puerta. Conocían todo lo que estaba sucediendo, sin duda, el lenguaje secreto que mantenían con los ojos, como si no quisieran que los demás se enteraran indicaba a ello. Si no, ¿Qué necesidad habría? ¿Por qué lo ocultarían? ¿Por protección? ¿Desconfianza?
Durante este tiempo, había llegado a la conclusión de que ninguno de mis compañeros ni de la gente que conocía era "consciente" como yo, pero me equivocaba; tanto Emily, Víctor como David lo eran. El collar servía para diferenciar los que pertenecían a este pequeño grupo. Un recuerdo pasó por mi mente. Al regresar del primer sueño, pregunté cómo era que el colgante brillaba y Morfeo me contestó con media sonrisa: "El amuleto te ayudará a guiarte en el camino y a ver con claridad entre la oscuridad". También, cuando se fue Morfeo a investigar el extraño sonido que había, quise saber para qué servía el amuleto, Daniel comentó: "El colgante te ilumina cuando estás en la oscuridad y puedas encontrar las respuestas que necesitas, que no siempre son las que quieres. Hay otras funciones que descubrirás con el tiempo. La espiral también tiene las suyas propias". Entonces, dependía de mí misma descubrirlas.
Me acordé que, desde que abrí los ojos después de que una luz interfiriera en mi visión, desaparecieron Víctor y el cuervo. No había vuelto a ver a ninguno de los dos. Era mucha casualidad. Aún recordaba cómo el desafío en su mirada había llegado hasta mi alma, y lo incómodo y temeroso que había resultado como mínimo. Me alejé de esos pensamientos y volví a la realidad.
Escuché el sonido del viento levantarse de forma amenazadora. Las nubes oscuras tapaban todo el cielo ocultando la noche estrellada y la luna sonriente. Se podía oír las hojas de los árboles bailar a su son, luchando por seguir con vida sin mucho esfuerzo. Un cuervo se camuflaba entre uno de los árboles más cercanos a las ventanas, su atención llena de curiosidad se enfocaba en mí, vigilando cada uno de mis movimientos y respiraciones.
Morfeo meditó las palabras que había dicho Daniel. Su sonrisa se había desvanecido para dejar pasar, durante unos instantes, la preocupación que guardaba en sus ojos. Leí hace algún tiempo que la sonrisa podía actuar como una máscara que camuflaba los verdaderos sentimientos, hasta este momento, no me paré a pensar la verdad que se escondían en esas palabras.
Morfeo se percató que había más personas aparte de la chica que acompañaba a Emily, Daniel y él. Giró la cabeza para quedar frente a nosotros y vio que Emily, David y yo estábamos sentados en el suelo; empezó por Emily que quedaba a mi derecha, después a David, y finalmente, a mí. Se me quedó mirando unos segundos, sonriendo. Se fijó en nuestros collares de amapola que le rodeaban unas nubes.
—No creo que los conscientes deban saber esto, los preocuparía —comentó Morfeo con tacto alternando su mirada entre Daniel, la chica y nosotros.
—Morfeo...—suplicó Daniel.
—Morfeo, son diferentes —La extraña intentó convencerlo con una sonrisa cálida, para luego, echarnos un vistazo un momento.
Hubo un silencio.
—Somos conscientes, tenemos derecho a saberlo —Emily se le veía ligeramente enfadada. Sus ojos aparentemente tranquilos se concentraron en los de Morfeo.
—Oh...—alzó las cejas—. En ese caso, está bien —se giró y nos sonrió. Le imitamos—. Bueno, sí me disculpáis, tengo cosas que hacer —miró fijamente a Daniel y la chica—. Ha sido un placer... —nos sonrío amistosamente haciendo una reverencia. Acto seguido, se fue por una de las puertas del fondo y desapareció.
Era cierto lo que me había dicho Daniel tiempo atrás. Al principio, Morfeo se mostraba serio e incluso frío, pero cuando pasaba un tiempo se mostraba amable, incluso divertido. Lo veía poco, sin embargo, estaba cómoda con su presencia. Siempre me había generado interés en saber acerca de su vida, y más, cuando me contó sobre como tuvo El castillo de Morfeo y su familia, solo hacía que el gusanillo de la curiosidad se hiciera más grande.
—Bueno, Emily es hora de irnos — la chica que le acompañaba le sonrió con ternura. Recibió una sonrisa de vuelta—. Tienes que ir a "La sala de ensueño" —Emily asintió lentamente.
—Oh... vale...—suspiró de decepción mirando al suelo—. Nos vemos, Alaya —me sonrió. Nos dimos un abrazo—. David...—le abrazó con timidez. Él reaccionó un poco tarde ya que le sorprendió el contacto físico, pero se dejó cerrando sus ojos para intensificar el momento—. Mañana nos vemos ¿no? —se despidió sonriendo.
—Claro —respondimos David y yo al unísono.
Mi amiga se fue alegremente con la chica. Por alguna razón, me era familiar, no llegaba acordarme por mucho que pensara. Las dos iban hablando, parecían tener una conversación agradable. Las perdí de vista en cuanto giraron la esquina del pasillo que quedaba a mi derecha de la entrada.
Eché un vistazo a mi alrededor. La puerta que antes era dorada, apenas quedaba pequeños rincones algo apagados de lo que alguna vez brillaba por su resplandor y elegancia. La grieta prácticamente estaba completa, le quedaban unos centímetros en todas las esquinas. Las paredes del lugar mantenían su calidez y ambiente mágico, pero comenzaba a sentir algo diferente.
La gente con camisón blanco, acompañados por sus protectores, caminaban por la sala dirigiéndose a algún destino fijo, observé que eran menos que de costumbre. No me había dado cuenta que se había hecho un silencio entre los que quedábamos: Daniel, David y yo.
—Disfrutemos mientras podamos de estar todos juntos —Soltó David con un extraño brillo en sus ojos. Hablaba solo—. Nada dura para siempre... —suspiró—. No ¿Alaya? —se giró sonriéndome tristemente.
—¿Huh? —es todo lo que pude decir. Me quedé confusa con sus palabras.
—Nada. A veces me da por pensar en estas cosas... —negó con la cabeza volviendo en sí—. En fin... también debería irme. Nos vemos mañana —se despidió saludando con la mano mientras me sonreía y se daba la vuelta.
Me acerqué donde estaba Daniel. Miraba una especie de cuaderno, concentrado. Parecía ser de los sueños de una persona "consciente".
—¿Qué lees? —pregunté con curiosidad intentando averiguar lo que ponía. Se sobresaltó al verme que estaba al lado de él.
—Tu evaluación respecto los primeros sueños —me contestó sonriendo. Volvía su característica principal—. Respondiste positivamente. Todo dentro de lo normal —volvió a sonreír mientras echaba un ojo a los apuntes—. Eres una profesional en esto ¿eh? —se burló. Su sentido del humor surgió de nuevo.
—Puf... Soy una profesional en todo —le sonreí. Se río y me uní con él.
Estaba a gusto con Daniel. Me hacía sentir bien, aunque diría que tenía otro trasfondo que ocultaba con la sonrisa. Creo que no quería preocupar a los demás, y por eso sonreía. Sus ojos, con solo una mirada me decía "Todo está bien" que me calmaba por mucho miedo que tuviera ante las cosas que me habían pasado hasta ahora.
—¿Lista para volver a "La sala de ensueño"? —esperaba ansioso la respuesta.
—Claro —sonreí.
Subimos las escaleras de La sala principal que conducían a la planta superior. Estas iban en dos direcciones en forma de espiral, fuimos por el de la derecha; a diferencia de la última vez que pasé por ellas con Daniel y Morfeo para ir a La sala de seguridad.
Una vez arriba, nos encontramos un largo pasillo con un montón de puertas en los dos lados. Las paredes eran un equilibro perfecto entre la tranquilidad y la pureza. Pasamos por todas ellas, cada una conduciendo a una habitación desconocida. Una me llamó bastante la atención, estaba separada del resto.
Volví al mismo lugar después de conocer a Morfeo y descubrir que lo que había soñado era real. Una gran sala violeta, con tan solo una puerta que se situaba en el medio de esta. Era reconfortante y acogedor, pero a la vez daba miedo y sonaba solitario.
—Recuerda que estaré aquí. No te preocupes —sonrió tristemente abriendo la puerta. Le devolví el gesto.
Tras pasar por ella, oí un ruido que me confirmaba que volvía a estar a solas en la oscuridad.
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