Capitulo 7: Los Angeles impuros
La esperanza y la desesperación son dos caras de la misma moneda.
—Akiyuki Shinbo
—Quizás no soy lo suficiente... Si me convierto en un dios, podría ser bueno para alguien. La vida es fugaz; somos seres que buscan estar con otros, sentirnos cómodos y estables. Pero yo, a pesar de anhelar tanto ese estado quo, me siento a la deriva.
—El mundo no es causa y efecto, es un universo de posibilidades. Todas nuestras acciones nos llevan a algo, o quizás no; ser feliz depende de lo que eres y haces.
—No sé cómo ser alegre, quiero ser amado. Podría aferrarme a cada ser vivo existente en la tierra, e incluso así sería inútil, porque no encajo con nadie, solo soy una pieza mal hecha que un dios no se encargó de arreglar.
A medida que avanza el viaje, Aquiles permanece en silencio, dibujando corazones en el vidrio empañado.
—Bueno, entonces nos dirigimos al aeropuerto más cercano y nos vamos directo a Las Vegas —dice Liam, el conductor nocturno.
—Solo preciso acceder a mis cuentas y listo. Aunque en mi tarjeta tengo suficiente dinero para un hotel. Necesito bañarme... —añade Helena en tono de súplica.
Después de media hora de viaje, concurren a un hotel llamado "El Cantinero", un lugar de mala muerte situado a la salida de la carretera.
—Finalmente, llegamos —exclama la pelirroja, y parte del auto para entrar al hotel. Al ingresar, se siente asqueada; no solo por el olor a humedad, sino también por la notable diferencia entre la lujosa mansión que habitaba y la sala principal del hotel.
—¿Estás feliz, princesa? —Liam aparece detrás de Helena, intentando contener la risa.
—Bienvenidos a "El Cantinero" —El recepcionista les da un recibimiento amable.
—A-ah... —Helena titubea al hablar y deja un pequeño monto de dinero en la mesa frente a ellos, no le importa mucho haber pagado de más, solo quiere asearse—. Dos cuartos de tres, dame una llave, por favor.
—Claro que sí, señorita, pero esto es más de lo que cuesta una noche aquí. —El chico sonríe y le da dos llaves a la mujer.
Helena, por obvias razones, ignora al hombre, toma una de las llaves y sale corriendo por las escaleras.
Después de este acontecimiento, el resto del grupo finalmente llega exhausto al hotel. Un consenso generalizado impera en el ambiente: la necesidad de descansar. La jornada ha sido larga y agotadora, y todos los miembros están ávidos de recuperar energías. Con la mirada puesta en el amanecer, la decisión compartida es clara: una buena noche de sueño para recargar fuerzas antes de dirigirse hacia el aeropuerto en la madrugada venidera.
—Tristán, Holden, Aquiles y yo dormiremos en la habitación catorce, el resto irá con Helena. Mañana a las seis AM nos despertamos, avisen... —advierte Liamcon seriedad, antes de caminar hacia el segundo suelo.
El hotel, de un estilo arquitectónico más bien austero, se reduce a una modesta sala de recepción y dos pisos contiguos de habitaciones. En cada cuarto, una alfombra verde musgo se aferra al suelo de mármol, añadiendo un toque de contraste en medio de su aparente monotonía.
Ahí es donde los semidioses se regocijan en su parvedad de riqueza, y concilian el suelo, mientras dejan sus rostros sobre sabanas decoradas con desaire.
5 AM
En la habitación de los hombres, las manecillas de un reloj francés tocan las cinco de la mañana, y una alarma comienza a vibrar y emitir un sonido irritante.
—Maldita sea y los santos —Liam apoya sus pies sobre la alfombra húmeda, enviando una rasca a través de todo su cuerpo.
Holden y Tristán, ataviados con prendas desgastadas provenientes de la sección de "objetos perdidos", permanecen en un profundo sueño sin mostrar signos de despertar. Sus cuerpos descansan en un estado de tranquilidad, ajeno al tumulto que les rodea.
Liam, aún medio adormilado, se levanta y se encamina hacia el reducido cuarto de baño, impropio al sonido constante de las gotas de agua que impactan rítmicamente contra el suelo. Sus ojos entrecerrados no logran identificar la figura de Aquiles. Sin percatarse de la presencia de su compañero, Liam prosigue con su rutina matutina, despojándose del pijama antes de comenzar a orinar.
—Liam... me estoy bañando —dice el chico, mientras tapa sus partes íntimas con la toalla del lavamanos.
—¡AH! ¡LO SIENTO! —Liam sube sus pantalones con rapidez—. No sabía que estabas aquí, mis funciones cognitivas no funcionan si no tomo mi café matutino.
Aquiles emite una suave risa, seguida de una expresión de incomodidad en su rostro.
—Ah, claro, me voy —El chico le sonríe y se retira del baño.
Luego de una hora, todo el grupo ya se ha despertado y se preparan, mientras Aquiles y Liam observan el amanecer.
—¿Es hermoso, no? —añade Aquiles en medio del silencio.
—Sí, el planeta Tierra es hermoso. También las personas que lo habitamos, aunque es difícil relacionarse entre sí...
—Lo entiendo. No me cuesta amar, pero sí ser amado. —El chico moreno fija su mirada en Liam.
—¿Por qué sería difícil amar a alguien como tú? —Liam le sonríe de forma amable.
Aquiles queda petrificado ante el comentario de su compañero.
—Vamos, idiotas, tenemos que tomar un vuelo. —Helena aparece en la escena y destruye cualquier momento agradable con su comentario.
Los jóvenes del zodiaco suben a la camioneta. Estos embarcan un viaje por la gran ciudad con destino al aeropuerto. La radio empieza a entonar "Runaway" de Galantis, y la música llena el espacio, infundiendo un toque de alegría en el trayecto.
A medida que avanzan, los altos edificios se alzan majestuosos, con las luces titilando en las ventanas como estrellas urbanas. La oscuridad de la noche aún no se disipa por completo, y las carteleras iluminadas a lo largo de la avenida se destacan como guías luminosas en el denso tráfico de autos. Es como si la ciudad estuviera despertando junto a ellos,
—Bueno, creo que llegamos. —Liam avisa a sus compañeros, aunque la mayoría ya ha conciliado el sueño durante el largo viaje—. Aquiles, despiértalos, que debo estacionar el auto.
Una vez despiertos, salen del automóvil y comienzan a explorar los alrededores del aeropuerto Heathrow. Desde su ubicación privilegiada, la majestuosa silueta de los aviones en el centro de la terminal se alza en sorprendente contraste con la efervescente ciudad de Londres que se extiende a lo lejos. Después de un largo y significativo paseo por esos terrenos, deciden adentrarse en el imponente edificio.
—Quiero siete pasajes hacia Las Vegas —dice la pelirroja—. En cualquier aerolínea, pero que salga ya. No tenemos equipaje.
—No hay vuelos a Las Vegas hasta dentro de... diez horas. —La secretaria le muestra una blanca y reluciente sonrisa.
—Oh, claro que hay un vuelo. Para mí siempre hay algo disponible. Soy Helena D'Paris, modelo internacional y heredera de toda la empresa automovilística D'Paris. Quiero un vuelo para... —echa un vistazo a su reloj—, dentro de una hora.
—Por supuesto, señorita Helena. Hay un viaje ya programado, pero podemos hacer una excepción para usted. —La mujer comienza a teclear en su computadora con nerviosismo—. Además, justo ahora el sistema me informó de que una familia completa canceló su vuelo debido a un fallecimiento.
—Eso suena fantástico, haces tan bien tu trabajo. —Helena sonríe con ironía—. Chicos, vayan a tomar un café, yo solucionaré todo el tema del papeleo. Solo déjenme sus documentos.
—Yo no traje mi pasaporte, lo tiene mi mamá... —una voz apenada interrumpe, era el pequeño Tristán.
—Oh, bueno —Helena cierra los ojos y cambia su sonrisa a una más amable—. Yo creo que todo se puede solucionar, con un poco de motivación.
Helena, consciente de la necesidad de una alta suma de dinero para asegurar los pasajes de su grupo, decide tomar medidas rápidas y efectivas. A pesar de no disponer de un teléfono celular, sabe que tiene una billetera cuidadosamente resguardada en el interior de sus zapatos altos de cuerina.
Con paso seguro, se encamina hacia uno de los bancos situados cerca de la salida del aeropuerto. Allí, retira todos los fondos restantes de su cuenta. La mujer se beneficia de su linaje sanguíneo, que le otorga el privilegio de resolver cualquier situación con un par de billetes. De manera discreta, enrolla una generosa cantidad de dinero sobre la mesa del asistente del banco.
La expresión de sorpresa y gratitud del empleado es evidente al recibir la inesperada oferta de Helena. Sin dudar, este procede a gestionar la transacción con la eficiencia que solo un gesto de generosidad como ese puede inspirar.
Los chicos dejan que Helena se encargue del tema y se retiran a una cafetería.
Después de una hora, quizás gracias al poder adquisitivo de Helena o a su actitud intimidante, los jóvenes logran subirse al avión. Los asientos acompañados por diseños aeronáuticos desprenden a los sentidos de Liam un olor a vainilla. Dentro del transporte hay una cantidad de personas surtidas en etnias y apariencias; desde monjas leyendo su mini testamento, hasta adolescentes riéndose de cosas sugerentes.
—Sigue sin tener sentido cómo podemos estar sobrevolando un continente sin documentación —comenta Sophie, a su hermana gemela.
—Mi padre es muy importante, además tiene acciones invertidas en esta aerolínea, y no son acciones de un monto pequeño...
Los signos emprenden su vuelo hacia Las Vegas, distribuidos entre las filas de la sección delantera, la mitad de ellos durmiendo para recuperar energías, eso hasta que llega la azafata a ofrecer bebidas.
—Yo quiero un vasito de Pepsi. —Aquiles le sonríe a la mujer.
Esta le sirve el refresco en un vaso desechable de plástico, dándoselo y retirándose con una inclinación de cabeza como gesto de amabilidad.
«Tristán no dejes que tome eso», una voz resuena en su cabeza, la visión de este se ralentiza, mientras la mano de su compañera roza ese vaso de plástico. Por inercia, le toma la mano a la azafata vestida con un traje azul marino.
—¡No bebas eso! —El chico le da una bofetada a la mano del moreno.
—¿Qué demonios fue eso? —Holden se levanta de su asiento y reclama.
—Ella es un demonio... —dice el chico que acaba de tener una visión cuasi divina.
El grupo de jóvenes dejan sus asientos y clava su mirada en la mujer que anteriormente se mostraba tan amable.
—¿Por qué son tan molestos? —dice la mujer. Comienza a sacarse con lentitud las prendas—. Las legiones de Buer, Gusion y Botis comunicaron que eran bastante problemáticos. Creí que podría asesinarlos por dentro y el comandante Satanachia me dio el visto bueno. Los odio tanto...
—Intentaste matarnos de una forma pretenciosa y además fallaste, qué ridícula. —Helena, antes de que la demonia tenga tiempo de responder, le lanza uno de sus zapatos.
—Soy Velaciei —susurró con desdén, su voz, llevando consigo el peso de siglos de existencia—. Uno de los espíritus subordinados. —La mujer, ahora desnuda, parece estar en perfecta armonía con el gélido poder que emana de ella. Mientras se desenvuelve en su terrible danza con el frío, el ambiente a su alrededor se convierte en un paisaje congelado.
Tras momentos de una tensión palpable, Velaciei eleva su mano con una gracia sobrenatural. Con ese simple movimiento, convoca una estructura de hielo que se erige majestuosamente desde el suelo, su filo letal apuntando hacia la cabeza de Helena.
—Ya cállate. —Liam, antes de que el hielo atraviese a su compañera, se lanzahacia ella, lanzándola en otra dirección, pero recibiendo el ataque en sacrificio.
—¡Liam, no! —Aquiles, muy preocupado, corre hacia él.
El avión es un caos total, todos los pasajeros están gritando y corriendo por doquier. El ambiente se vuelve oscuro y no se ve un futuro amigable para ellos. Las paredes del transporte de forma progresiva comienzan a agrietarse, mientras los asientos ya sucumben al poder demoniaco.
—No dejaré que dañes a mis compañeros... —Holden, el único que había presentado poderes muy útiles, siente la responsabilidad sobre sus hombros.
—Cuando los asesine... Seré ascendida a uno de los espiritus inferiores. —La mujer ríe mientras se eleva del suelo.
El gélido viento es tan implacable que ni siquiera el fornido Holden se atreve a acercarse más que unos pocos metros, sucumbe ante la aterradora e imponente majestuosidad de la escena.
—Liam, estás perdiendo mucha sangre... —dice Helena mientras aprieta su herida con un pañuelo.
—Ve a ayudar a Holden, yo socorro a Liam. —Aquiles intercambia puestos con la chica.
Helena se levanta con cautela. No sabe qué puede hacer, pero si no actúa rápido, el avión caerá.
«Avanza y despierta tus poderes», reflexiona la pelirroja antes de encontrarse cara a cara con el demonio. En su interior, percibe una voz ardiente que recorre sus huesos y aflora.
Un alarido escapa de sus labios tras el dolor agudo, proyectando un relámpago de fuego que la impulsa hacia el otro extremo del avión. Este ardiente asalto impacta contra la demonia, quien se envuelve en llamas carmesíes descomunales.
Turbada, pronuncia—. Eres una... Te condeno con todo mi poder a que siempre encuentres dolor en tu vida. —La figura de la mujer empieza a disolverse en lo que parecen cenizas que se desvanecen en el aire.
—¿Qué demonios fue eso? —dice una de las gemelas, quienes estaban resguardando a los pasajeros.
—No sé, pero creo que voy a vomitar. —Tristan corre hacia el baño.
—¿Ustedes son héroes? —pregunta una niña, que sale de la multitud aterrada.
—Sí, nosotros somos... los Signos del Zodiaco. —dice Liam antes de caer desmayado.
El vuelo transcurre relativamente normal, en comparación con lo que acaba de suceder. Los pasajeros, aunque todavía nerviosos, vuelven a sus asientos y la tripulación hace lo posible por restaurar el orden.
Los jóvenes héroes se reúnen en un rincón del pasillo, intercambiando miradas cansadas pero llenas de determinación.
—¿Están todos bien? —Aquiles escudriña al grupo con preocupación.
Helena asiente, aunque con expresión fatigada. —Liam está herido, pero está estable por ahora. Afortunadamente, pudimos evitar un desastre mayor...
Luego de la gran complicación que significa enfrentarse a un demonio, los signos logran bajar con vida del avión. El sacrificio les recompensa con la hermosa vista de "Las Vegas".
—Ustedes diríjanse a la salida, yo necesito ir al baño —dice Victoria.
Pero su hermana gemela nota algo raro en su actitud, así que tras las paredes, la sigue con cautela.
La chica rubia ya está frente a uno de los espejos, asegurándose de que no haya nadie, pero no logra contener las lágrimas.
—¿Qué te sucede? Tú eres la sociable y desde que sucedió lo del bosque no has hablado ni siquiera conmigo.
—Sophie, te dije que quería estar sola. —La chica cubre su cara y se resguarda en uno de los extremos del baño—. Estoy cansada de estar corriendo, temiendo por mi vida. Extraño a mamá, a mis gatos...
Victoria se lanza rápidamente hacia su hermana y la abraza con todas sus fuerzas. Estaestá tan fría como el mármol en invierno, pero con su gemela, no puede ignorar sus sentimientos.
—Todo va a estar bien, Vico. Solucionaremos esto y volveremos a nuestra vida normal.
—Hace mucho que no me llamas así, Susu. —Seca sus lágrimas y abraza a su hermana.
Las niñas se mantienen abrazadas por un largo tiempo, como si fueran pequeñas amigas que curan sus heridas la una a la otra, incluso sin hablar, intercambian miradas de afirmación. Ya reincorporadas a su grupo, las gemelas ahora mucho más felices salen del aeropuerto, la vista de un hermoso día en pleno auge solar.
—¡Oigan, oigan! —Un chico de aspecto jovial corre hacia el grupo, agitando sus manos.
—¿Alguien lo conoce? —pregunta Liam, dirigiendo su mirada a su compañero.
—No me mires, yo no tengo ni idea —replica Holden y saluda desde lejos.
El hombre, a punto de llegar, es interceptado por un auto. Este, aunque debería haber explotado en sangre y otros órganos, se convierte en polvo, dispersándose por el viento.
—Eso estuvo cerca... —El hombre aparece detrás de ellos.
Helena se asusta y le dirige una patada, misma que termina sin dar en ningún objetivo.
—Controla ese pie, jovencita. Estás hablando con el mismísimo Dionisio.
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