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5 - UNA CENA ROMÁNTICA


El sol ya no se veía en el cielo y tú estabas lista para salir de tu alcoba, y así lo hiciste.

No habías entablado conversación con el príncipe Seokjin desde que te acompañó en la entrada del palacio hasta los que serían tus aposentos por tres días, lo que fue esa misma mañana, y eso significaba que todo lo que hablarían el primer día sería aquello y lo que se dirían en la cena. Después de eso sólo restarían dos días para conocerlo, y si esto seguía así no podrías descubrir mucho acerca de él.

«Asegúrese de verse lo más bella posible».

Fue una de las últimas frases que te dijo, y esa no era una frase demasiado larga, pero también decía bastante por sí sola.

Creíste que debía de ser porque el príncipe era una persona ocupada, pero también sabías que tenías que emplear mayormente tu inteligencia a la hora de sacarle información, puesto que esa era la oportunidad que tenías para conocerlo, y así serías capaz de juzgarlo justamente al final de tus encuentros con los demás príncipes.

Dabas pasos por los pasillos con lentitud, y al llegar a las escaleras con piedras rosas y preciosas, las bajaste de una en una.

Los escalones tenían incrustados pequeños diamantes en formas de flores de cinco pétalos. Y al llegar al final de la escalera en forma de caracol, te encaminaste con los tacones plateados sobre el suelo azulado de piedra caliza.

Atravesaste dos grandes puertas de cristal que estaban abiertas, y te llevaron directo hacia el jardín del palacio.

Los setos eran de un color verde casi fosforescente aún de noche, al igual que la hierba que cubría todo el terreno, tenía cierta magia y te resultó como si estuvieras dentro de un cuento de hadas.

¿Dónde estarían esas criaturas en esos momentos? Seguro que saltando entre los nenúfares, la última vez que viste un hada fue cuando tenías nueve años, y te concedió el deseo de tener el poder para enamorar a cualquiera.

Pero te lo preguntabas...

.... ¿Por qué no funcionaría del todo con él?

Las florecillas en los arbustos eran todas de colores vivos, y había unas en específico que te encantaron, azules como las moras silvestres.

Y dejaste de verlas al localizar a tu cita de la noche.

El príncipe Seokjin tenía los rubios mechones peinados hacia atrás, el jubón que llevaba puesto era blanco con destellos azules, sus pantalones eran rosa pastel, y se fundían con el mantel de la mesa que tenía a un lado. Él estaba de pie, y la mesa tenía encima dos platos con lo que parecía ser una ensalada de la huerta.

Al acercarte el príncipe movió la silla de metal forjado, la que tenía un cojín de terciopelo color lila para que te sentaras encima. El príncipe Seokjin olía a flores de lavanda, y se sentó en la silla frente a tus ojos tras haberte empujado el asiento hacia delante.

—Luce bellísima —fue lo primero que él te dijo, y tú te viste tanto alagada como sorprendida por el comentario.

Lo único que habías hecho era darte un baño, ponerte un poco de perfume, cambiarte el vestido y cepillarte el cabello antes de ponerte la tiara. Pero por lo visto, eso había sido suficiente para impresionar al príncipe, y te preguntaste si lo diría realmente o por el hechizo que tenías, pero preferiste optar por lo primero.

—Muchas gracias —dijiste al sonreír—. Usted también se ve bastante apuesto.

—Entonces comencemos con la cena.

El príncipe Seokjin y tú disfrutaron de la ensalada con aderezo de arándanos, en medio de una agradable conservación acerca de la decoración del jardín. Después de eso les sirvieron el plato fuerte, que constaba en un festín completo y servido directo a la mesa; carne de res y de cerdo asada, puré de papas, langosta, pollo frito, fideos, sopa de calabaza morada, col picante y un tazón repleto de arroz para cada uno. Las bebidas que les trajeron fueron limonadas con trozos de fresas agridulces.

El chico delante de ti se veía contento al comer, y hasta tarareaba melodías.

Él se reía al decirte varias bromas en momentos inesperados, con una risa contagiosa, y lo hacía con fuerza e imitando al cacareo de una tierna gallina, que se mezclaba con el sonido que se solía producir al limpiar las ventanas con un trapo húmedo.

El príncipe Seokjin tenía el rostro rojo como tomate.

Y cerraron el festín con un postre magnífico. Tu estómago estaba a punto de explotar ahí mismo, pero jamás le dirías que no al postre, no eso no, daba igual si al final parecías una mujer en estado, habría valido totalmente la pena.

El postre era una verdadera joya.

Un tarro repleto de hielo finamente triturado, como nieve increíblemente fina, en la cima tenía trozos de pastel de arroz, fresas y arándanos, y jarabe de chocolate y crema pastelera en círculos lo adornaban por encima. Les dieron dos cucharas, y tú y el príncipe compartieron el dulce manjar entre un momento de relajación, en el que se dedicaron a contemplar la luna creciente y a decirse sus gustos el uno al otro.

—Mis colores preferidos son el rosa y el azul —atinó a decir el príncipe Seokjin, y se llevó una inmensa fresa a la boca—. Desde que era un tierno niñito ha sido así, según las palabras de mi bella madre.

—Pues, a decir verdad, yo no estoy segura de tener un color preferido —dijiste honesta—. Pero quizá sea el morado.

—Como su cabellera —señaló él—. Déjeme decirle princesa que me parece una verdadera obra de arte, usted entera de pies a cabeza. Es como una diosa caída del reino de las nubes.

— ¿Y... cuáles son sus pasatiempos? —preguntaste al tratar de controlar tus nervios alocados tras las palabras del príncipe.

—Digamos que me gusta pintar, bailar, escuchar sinfonías y... cantar.

Te sorprendiste al oír lo último.

— ¿Usted canta? Por favor, muéstreme —le pediste exaltada.

—Muy bien... —accedió al transcurrir unos minutos—. Esta es una canción que ha estado por generaciones en mi familia, se titula Epifanía.

—Ese es un título de lo más bello.

—Lo es —aseguró él—. Y la letra es mejor.

—No puedo esperar para escucharla.

—Aquí voy...

El príncipe se aclaró la garganta, y comenzó:

Es tan extraño

Pero estoy seguro de que te amé muchísimo

Me adapté a ti aceptándolo todo, queriendo vivir sólo para ti

Pero mientras siga haciendo eso, simplemente...

No podré soportar la tormenta que hay en mi corazón

Tengo que mostrar el verdadero yo, que se oculta detrás de una máscara sonriente...

El príncipe Seokjin cantaba al mirarte con sus ojos amielados directo al alma. Su voz era de lo más hermoso, cautivante, significativo y memorable que hayas apreciado en tu corta vida, y te cautivó de una manera desastrosa pero ensoñadora. La letra de la canción te pareció un poema triste pero real, y te preguntaste si así sería como el príncipe se sentiría en el fondo.

Seokjin siguió:

Soy yo al que debería amar en este mundo

Iluminando preciosamente mi alma

Finalmente me di cuenta de que me amo

No tan perfectamente, pero si tan hermosamente

Soy yo al que debería amar

Y dejó de cantar.

Tú estabas sin poder expresar tus sentimientos.

— ¿Qué le pareció? —el príncipe te preguntó avergonzado.

—Sublime —respondiste sin dudarlo—. Bello. Bellísimo. De lo más encantador en esta inconmensurable tierra. ¡Vaya que es un gran cantante, oh, mi querido príncipe Seokjin!

El príncipe tenía las mejillas sonrosadas como si fueran fresas.

—Me alegro de que haya sido de su agrado, princesa Yuvia —dijo sincero—. Es la primera vez que canto para alguien que no sean mis padres, y admito que realmente estaba nervioso, pero es grato saber que no ha resultado ser terrible.

—Ha sido una inolvidable experiencia, mi querido príncipe. Se lo agradezco desde lo profundo de mi corazón.

Y lo dijiste al llevarte las manos hacia el corazón, el gesto más significativo y honroso de tu reino.

—Es todo un honor para mí, princesa Yuvia. Le aseguro que ha sido un majestuoso placer.

—Mi amoroso placer, príncipe Seokjin.

Y tras esas palabras seguidas de una reverencia por parte de ambos, te preparaste para subir a tus aposentos. El príncipe Seokjin se despidió de ti con una mano, y siguió con su camino por las puertas de cristal adentrándose en el palacio, su silueta era encantadora.

Esa cena había sido espectacular.

Dabas pasos alegres sobre la hierba verdosa, y cuando estuviste en una de las esquinas del jardín, escuchaste una gruesa voz, la que provenía de un pequeño cuarto construido con madera de abedul, te pareció que cantaba y te acercaste para poder captar las palabras con claridad:

Te veo otra vez hoy

En una calle llena de flores

¿Sería posible...

...capturar esa escena dentro de mi?

Soporto lo que siento ahora

En un parque donde ha salido la luna de la mañana

Esta canción

va dirigida hacia ti

Oigo el sonido de la película

Reflejada en la luna del cielo nocturno

Y la masculina voz que cantaba se volvió más aterciopelada:

Aun me pregunto, me pregunto sobre esa bella historia

Aun me pregunto, me pregunto sobre la mejor parte

Aun deambulo, deambulo sobre la próxima historia

Quiero hacerte mía

Las últimas palabras hicieron que sintieras un repentino calor, y rebotaron dentro de tu mente como una pelota.

«Quiero hacerte mía».

Tú seguiste escuchando con atención:

Mi corazón se siente triste

Debe haberse perdido en el panorama de este bello momento

Me arrepiento y espero

a que ese momento vuelva otra vez

¿A que ese momento vuelva otra vez?

Reuniré pieza por pieza la luz de la luna

Y crearé luz

Al igual que ayer

Por favor ven a mi

Y quisiste ir hacia él, hacia el chico dueño de aquella hipnótica voz, y te acercaste más.

Aun me pregunto, me pregunto sobre esa bella historia

Aun me pregunto, me pregunto sobre la mejor parte

Aun deambulo, deambulo sobre la próxima historia

Quiero hacerte mía...

Y las palabras profundas dejaron de escucharse cuando estabas a unos pasos de la puerta del cuarto de madera, habías hecho ruido al golpearte con un tablón y varios cubos se cayeron de un estante afuera del lugar, y tú, tú te fuiste corriendo y huyendo despavorida para que no fueran a descubrirte. A toda velocidad como un ciervo asustado en medio de la noche y a la blanca luz de la luna creciente.

¿Quién está ahí?

Oíste vociferar a una voz a tus espaldas, y eso solamente logró que corrieras con más apuro, subiste uno a uno los escalones en forma de caracol produciendo un sonido exagerado y estrepitoso con tus tacones plateados, y cerraste la puerta de tus aposentos una vez te hallaste dentro.

—Eso estuvo cerca... —murmuraste para ti misma antes de dejarte caer contra la puerta.

Pero qué noche.




Espero que te haya gustado la lectura♡.

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Gracias por tu apoyo,

Alex.

Siguiente capítulo el próximo lunes.

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