20 - UN ARTE MARCIAL
El príncipe Jimin te pidió salir con él tras haberse acabado la puesta de sol.
No se vieron ni durante el desayuno, ni durante la comida. Te pasaste el día con Taehyung en los establos jugueteando con él a «Veo, veo», «¿Qué prefieres?», y hasta a «Yo nunca, nunca». Juegos básicos con los que descubriste un montón de datos básicos acerca del mozo de cuadra. Como que le fascinan las fresas por encima de las manzanas, que nunca ha besado a nadie, y que le gusta ver todo tipo de flores.
Pero ahora te encontrabas con el príncipe.
— ¿Ha practicado algún arte marcial antes?
El príncipe Jimin te lo preguntó al abrir un par de puertas de papel de arroz, en las que detrás había un Dojo de pisos blancos, y tanto tú como él se quitaron el calzado antes de entrar.
—Cuando era niña tomé un par de clases —admitiste—. Pero solamente aprendí unos cuantos movimientos.
Jimin asintió.
—Me parece suficiente.
El príncipe Jimin estaba vestido con un traje blanco de combate al igual que tú. Él te había brindado la vestimenta especial cuando te habló ese anochecer.
Afuera estaba oscuro, y lo único que le daba iluminación al Dojo eran las lámparas de fuego colgadas en los rincones.
Jimin había tomado un cojín de cuero negro, y se lo había colocado entre las manos antes de hacerte un gesto decidido a la vez que se ponía en posición de guardia.
— ¿Qué? ¿Quiere que le de un golpe? —cuestionaste asustada.
—Vamos, no tengas miedo, estoy acostumbrado.
El nerviosismo no te lo quitaría nadie, herir a los demás nunca había sido tu cosa preferida (a no ser que se lo merecieran), y el príncipe Jimin se veía demasiado inocente como para querer hacerle daño. Sin embargo, lanzaste el primer puñetazo hacia el cojín tan rápido como pudiste hacerlo.
La mano derecha te rebotó y el príncipe Jimin dejó salir una risita.
—Creo que no lo golpeaste con suficiente fuerza —se expresó divertido—. Trate de golpearlo con más determinación. Como si yo fuera el novio que te dejó plantada en el altar.
— ¿Usted haría eso? —preguntaste impresionada.
Jimin se rio ahora con ganas.
—Nunca —negó—. Pero imagine que sí y golpéeme.
—Entiendo...
No estabas convencida. Miraste al príncipe a sus ojos azules rasgados y tiernos con intensidad hasta que lograste imaginártelo como si fuera tu enemigo (lo que te resultó increíblemente difícil), y le lanzaste una patada con la rodilla en la parte baja del cuerpo.
No le diste a la almohadilla, sino que a otra cosa.
El príncipe Jimin gritó ahogadamente antes de caerse sobre el suelo del Dojo, sus manos cubriendo la parte interior de sus piernas.
— ¡Príncipe Jimin!
Te hincaste a su lado. El príncipe se removía dentro de un agonizante dolor en la suavidad del suelo, pero sus sollozos no eran suaves.
— ¿Qué hiciste? —preguntó él mientras se removía incómodo, casi sin aire.
—Lo lamento tanto —dijiste al mover tus manos a los costados de tu rostro—. Simplemente intenté lo que usted me dijo «golpear a la persona que odio», y yo golpearía a la persona que odio de esa manera, creo que fue inconsciente, por favor perdóneme —repetiste preocupada—. Le juro que no fue intencional.
El príncipe Jimin asintió, al mismo tiempo que se ponía de pie nuevamente con suma dificultad.
—Creo que la descendencia de este reino será menor ahora... —susurró por lo bajo, pero alcanzaste a escucharlo—. Bien, entonces con esto terminaremos con la clase de hoy. Nos veremos mañana.
Y el príncipe Jimin salió por las puertas del Dojo con pasos lentos, dejándote sola.
Sentiste las mejillas calientes.
Pero qué vergüenza.
Espero que hayas disfrutado la lectura♡.
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Gracias por tu apoyo,
Alex.
Siguiente capítulo el próximo lunes.
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