1 - EL PRIMER REINO
Hortensia gritó al levantarse de la silla.
La chica ya era una adulta de veintidós años de edad, y sin embargo, seguía comportándose como una niña de doce primaveras. Llevaba puesto un vestido rojo y desteñido hecho de algodón, y también unos zapatos de piel color verde con varios agujeros.
—¿En serio decidiste volver? —preguntó consternada—. ¿Después de tantos años? ¿Y ahora? Ay, y yo que empezaba a considerarte mi hermanita menor.
Hortensia se llevó las manos al pecho aparentando tener el corazón roto.
—Lo lamento, Horti.
—No te lamentes, querida. Si crees que es lo mejor para ti, lo aceptaré, cueste lo que me cueste. Pero... —se veía triste al sollozar repentinamente—. ¿Ahora quién me ayudará a vender mis historias por las calles? Seré de nuevo una escritora novata sin ayudante —se sorbió la nariz.
—Tranquila —la consolaste con un abrazo—. Me aseguraré de mandarte a alguien del palacio para que te ayude, o podrías venir conmigo.
—No, no te molestes. Sabes que sólo bromeo. Después de todo, no creo que nadie sea capaz de reemplazarte y ni soportaría vivir entre la nobleza.
La abrazaste fuertemente por varios minutos.
Hortensia era tu mejor amiga de toda la vida, se conocieron un día en que perseguiste a tu madre afuera de las puertas del palacio y la viste escribiendo en una pequeña libreta, le pediste a la reina que te permitiera hablarle, y cuando te dio su permiso no pudiste esperar.
Hortensia te contó un sinfín de cuentos disparatados que ella misma se había inventado, pero a ti no te parecieron estupideces, como ella les llamaba, y se llevaron bien al instante, era mucho más divertida que todas las niñas del palacio. Te fuiste a vivir con ella cuando te enfadaste una noche en la que te dijeron que ya no podrías seguir jugando por los bosques, y que tendrías que comenzar a ser una princesa responsable, la que algún día sería coronada como la nueva reina.
Pero ahora ya no podías seguir escondiéndote, no debías. Lo que debías hacer era asumir tu responsabilidad, esa que te prometiste que ibas a cumplir la velada anterior, justo después de despedirte de él.
—Nos veremos pronto. No dejes de escribir —te despediste de ella antes de salir por la puerta de madera carcomida de la chozita.
—Tranquila, no lo haré.
El reino del amor era amoroso, y ensoñador. No por nada era considerado el primer reino de todos los siete reinos de las tierras consagradas de Bangtan.
Después de todo, el amor es esa fuerza que nos mueve a todos los seres humanos, lo aceptemos o no, si no fuera por el amor ninguno de nosotros existiría. Pero, la realidad era que en ocasiones el amor se violaba, y por ende se convertía en algo oscuro y desagradable. Pero eso no ocurría en el primer reino. En el primer reino sólo habitaba la forma más pura del amor: el amor verdadero.
Y a todos los que deshonraran esa tradición eran castigados, debidamente y de inmediato, con nada menos que con la horca y a la vista de todos. Ya varios violadores, sucios patanes y desquiciadas mujeres habían sido privados del derecho de contar con una cabeza, aquellos que ni siquiera tenían cerebro no merecían tenerla. En el reino del amor no se perdonaban las ofensas de tal grado, nunca, jamás.
El consentimiento era la mayor virtud para los amores, el pueblo amoroso del reino del amor.
Y para ello era necesario un gran reinado en conjunto, para que se dividieran las obligaciones equitativamente. Una reina, y un rey.
Y algún heredero. O heredera.
Esa que ya estaba llegando al palacio.
Te llevaste la mano al corazón una vez estuviste frente a los guardias, los que iban vestidos de brillante armadura plateada con un gigantesco corazón tallado en el pecho.
—Yuvia Jang, la princesa de cabellera morada del primer reino de las tierras de Bangtan —dijiste sin titubear—. La única hija del rey Halo Jang y la reina Fresia Jang. La heredera legítima del trono corazón del Reino del Amor.
Hiciste una formal reverencia, y en el instante en que te volviste a levantar, las inmensas puertas blancas frente a tus ojos se abrieron de par en par.
—Princesa Yuvia —llamó tu nombre uno de los guardias con los ojos vidriosos—. Estamos felices de que haya decidido regresar.
—La reina estaría tan feliz de verte —se expresó el otro guardia, y no lo comprendiste.
— ¿Estaría feliz de verme? —repetiste confundida—. ¿A qué se refiere, mi fiel guardia?
—La Reina Fresia de Jang falleció esta misma mañana.
Y tras esas palabras cargadas de profundo y lastimoso pesar, saliste corriendo adentro de las blancas puertas del palacio que era justo del mismo color, y atravesaste el camino de piedra que estaba construido en medio de los jardines verdes con flores blancas.
Te volviste a presentar con los guardias con la debida elegancia, y al estar justo de pie frente al trono lo viste, al Rey Halo Jang, de cabellera morada con canas, larga hasta sus caderas, una corona dorada sobre su cabeza. Hablaba con unos caballeros acerca de unos asuntos que parecían importantes, pero dejó de hacerlo cuando te vio, sus labios abiertos en su totalidad.
—Padre —lo llamaste con prisa—. Padre. ¡Oh, padre! —te tiraste al suelo dentro de una profunda reverencia, y las lágrimas no tardaron en salir por tus ojos—. Lo lamento tanto. Lo lamento tantísimo, padre. Por favor, dime que mi madre no murió. Por favor...
El rey Halo Jang te sonrió débilmente cuando alzaste la mirada para verlo.
—Tu madre murió —dijo con tristeza—. La reina estaba demasiado afligida que no comía. Tu madre no podía soportar que no regresarás, no podía soportar no encontrarte, y murió de pura pena. Tu madre murió, querida Yuvia.
No... no... no...
El rey trató de ponerse en pie para caminar hasta donde tú estabas, pero tosió repentinamente y con fuerza, y se desplomó en el suelo de mármol blanco.
—Padre... —dijiste repentinamente al ponerte de pie para correr a sujetarlo, y varios guardias y gente de la corte también se acercaron al ver el estado del único monarca que quedaba en vida.
—Debes ser la nueva encargada del reino, Yuvia —tu padre dijo con apuro y sin muchas fuerzas—. Me temo que no podré resistir más de un mes —confesó y te llevaste las manos a la boca—. Tienes que casarte con un caballero de uno de los siete reinos de Bangtan lo más rápido posible. Ya había ordenado a los guardias que fueran a buscarte en todas las chozas del reino del ala sur del bosque, pero no me dieron respuesta, y había perdido las esperanzas...
Volvió a toser.
»Sí que eres buena escondiéndote. Pero ahora debes ser la nueva monarca, y para ello, tenemos que organizar un banquete. No. Un baile real y esta misma noche. Hazlo ya, Ferian —el rey Halo Jang le ordenó a uno de los hombres en la sala, y este salió de inmediato por una puerta en forma de corazón tras haber hecho una inclinada reverencia.
— ¿De verdad tengo que casarme, padre? —le preguntaste sin querer aceptarlo del todo.
—Tienes que —continuó el rey ya sentado en el trono nuevamente—, y las muchachas te ayudaran a vestirte. Ve a tu alcoba y asegúrate de estar lista para antes del atardecer. Eso es todo lo que tu madre y yo deseábamos para ti y para este reino, y espero que puedas cumplir con ello. ¿Lo harás?
Tu padre te sujetó las dos manos.
—Lo haré.
Se lo prometiste al rey Halo Jang, a la memoria de la adorada reina Fresia Jang, y al honor de todos los antiguos reyes del reino del amor.
Tú te convertirías en la próxima reina, y estarías lista para el baile real de esta noche.
Para encontrar a tu prometido y próximo rey.
Espero que te haya gustado la lectura♡.
Si lo deseas puedes seguirme en instagram @alexibalu para encontrar poemas y pensamientos escritos por mí.
Instagram de mis minicomics, memes y frases lectoras: @oasisdelibros
Gracias por tu apoyo,
Alex.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro