31 +Una batalla dolorosa+
Todos estaban desconcertados, aún Cronos que parecía tener conocimiento de todo, estaba segura de que esto lo había tomado por sorpresa tanto como a mí.
La mujer se puso en medio, dándome la espalda y quedando frente a Cronos. Heze, Alpherg y Skat habían caído al suelo y empezaban a incorporarse al igual que yo.
—¿Por qué no luchas contra alguien que sí puede vencerte? —La voz de la mujer resonó por todo el santuario.
Cronos soltó una carcajada y le dio una rápida mirada a Tom, el cual se echó a reír también.
—¡Insolente! —Replicó él—. ¿Quién te crees para venir delante de mí y declarar tal necedad?
—Es gracioso que pienses que eres tan poderoso y no puedas reconocer a tu propia hija justo cuando la tienes enfrente —respondió con la misma autoridad con la que había hablado anteriormente.
Mis ojos se abrieron en gran manera.
¡¿Qué había dicho?! ¡Su hija! ¿Qué rayos estaba pasando?
—No me hagas reír, todos aquí sabemos que ella es, por desgracia, mi hija —me señaló—. No sé quién seas, pero te destruiré al igual que ellos.
Cuando quiso dar un paso al frente, detrás de mí aparecieron muchos seres de semblante majestuoso, semejantes a mis estrellas cuando aparecieron delante de mí la primera vez. Vestían trajes de color blanco, como si fuese un uniforme real. Todos estaban en posición de ataque, como esperando órdenes y me invadió un sentimiento de esperanza. No todo estaba perdido.
—Creo que sigues sin comprender —musitó la mujer, quién seguía erguida delante de Cronos—. Yo soy tu verdadera hija. Yo soy Hera o, mejor dicho: La diosa Hera.
¡¿Cómo que ella es la diosa Hera?! Y si era cierto, entonces, ¿quién era yo?
Preguntas se arremolinaban en mi mente y solo obtendría respuestas si lograba sobrevivir.
Heze se paró silenciosamente a mi lado, lo mismo hicieron Skat y Alpherg. Skat me tomó del brazo y de forma discreta me hizo retroceder hasta quedar detrás de los seres que vestían de blanco.
—Tienes que alejarte de aquí, esto se convertirá en un campo de batalla —me susurró al oído.
Le di una mirada llena de confusión a lo que él respondió señalando la piedra Pandora que tenía apretada en mi mano izquierda. Hice una ligera afirmación con mi cabeza, aunque en realidad, lo hice por los nervios y no porque entendiera las razones.
—¡Este será tu fin, Cronos! —Proclamó la diosa Hera y levantó su brazo en alto, siendo esa señal una orden para que sus acompañantes avanzaran en contra de los Black Holes.
Skat tenía razón, frente a mis ojos se libró una fuerte batalla, en donde se hacía uso de poderes mayores que los de mis estrellas y me quedé paralizada con la increíble escena. Los seres de blanco luchaban con todas sus fuerzas y de igual forma lo hacían los Black Holes.
El lugar fue lleno de estrepitosos sonidos y destellos electrizantes que amenazaban con derribar el gran santuario en donde nos hallábamos. Cronos y la diosa Hera se batían en un duelo que parecía no tener fin, mientras que de los dos lados empezaban a haber bajas.
Un par de Black Holes vinieron en mi contra, sin embargo, fueron detenidos por Skat y Alpherg, lo que me permitió retroceder acompañada de Heze.
—Maia, debes marcharte —vociferó Heze, mostrándose muy preocupado.
—No puedo irme y dejarlos aquí —le contesté.
—Corres mucho peligro aquí, tienes que irte —esa vez lo dijo con más firmeza, haciéndome comprender de que se trataba de una orden y no de una sugerencia.
Vi a mi alrededor la gran batalla en donde yo era la más débil y al ver a Skat y a Alpherg luchando ferozmente contra unos Black Holes que tenían el control sobre ellos y de seguro iban a ganarles, me hizo desear no tener que dejarlos, pero, Heze tomó mi mano donde apretaba la piedra Pandora.
—Abre el portal —ordenó—, te llevaré a un lugar seguro.
Lo miré a los ojos que suplicaban que le obedeciera y luego volví a mirar a mis otras estrellas que estaban recibiendo ayuda por parte de los seres vestidos de blanco. Fue algo que me tranquilizó por un momento.
—Vamos Maia, tengo que sacarte de aquí, por favor —esa vez fue como una súplica.
No quería dejar a Skat y a Alpherg, nuestra conexión me hacía sentir cada uno de sus dolores y no estaría tranquila hasta que también estuvieran a salvo.
Vi caer a Tom, siendo el Black Holes más poderoso, fue derrotado tras recibir una gran descarga de poder por parte de dos de los seguidores de Hera. Si él había caído podría ser que Cronos y sus secuaces también lo hicieran.
No había lugar allí en donde pudiera refugiarme, estaba en peligro y conmigo mis estrellas, ellos tenían más oportunidad de vivir si yo sobrevivía, así que no tuve más remedio que abrir un portal y entrar aferrándome al brazo de Heze.
Lágrimas se desprendieron de mis ojos y mi mente estaba centrada en la batalla. ¿Cronos sería vencido o saldría victorioso? Esa pregunta daba vueltas en mi cabeza.
El portal nos guiaría hasta la Tienda Mágica, el único lugar donde me sentía segura porque lo habían creado mis estrellas para mí. Un golpe en mi costado me hizo perder mi posición y terminé arrastrando a Heze conmigo, cayendo por un lado de la espiral. Rodamos sobre una capa de nieve en un campo desolado; mi cuerpo se entumeció al sentir el frío suelo.
—¿Estás bien? —Inquirió mi compañero enseguida y cuando intenté responder, divisé a Sagitario A con un tridente en la mano a cierta distancia de Heze.
—¡Cuidado!
Traté de advertirle que uno de nuestros enemigos estaba detrás de él, pero ya era tarde, Sagitario A lo atrapó usando el poder del tridente y haciendo que se retorciera al tratar de liberarse lo hizo volar hacia un lado para hacerlo estrellar contra un árbol grande que estaba a unos metros de allí.
El impacto me hizo caer y soltar un alarido de dolor. Todo había sido tan rápido, como en un abrir y cerrar de ojos.
—¡Heze! —Grité con la poca energía que logré acumular.
—Así que nos engañaron —declaró nuestro enemigo—. Tú no eres la hija de Cronos y por tu culpa nuestros planes se arruinaron —bufó, estaba lleno de rabia y rencor—. Ahora que sé quién eres puedo matarte yo mismo.
Yo me sostenía sobre mis rodillas y mis manos que casi estaban congeladas por el contacto directo con la nieve.
Sagitario A inclinó su tridente hacia mí y la piedra brilló soltando un destello de luz como un rayo que iba directo a mi cabeza, cerré mis ojos esperando el impacto que nunca llegó porque Heze se había puesto en medio de nosotros recibiendo la descarga que lo hizo gritar de la misma forma que había escuchado gritar a mis otras estrellas que habían desaparecido.
—¡Nooo! —Chillé.
Heze cayó delante de mí, su cuerpo se retorcía a medida que la corriente recorría con celeridad cada espacio, y de él salía una hilera de luz que estaba conectada con la piedra en el tridente. Su luz estaba siendo adsorbida.
Me llené de ira y apreté la piedra Pandora con tanta fuerza que se partió, de ella salió una energía que me invadió y en mi mano apareció una especie de espada. Recobré mis fuerzas y me puse de pie con la única intención de acabar con Sagitario A.
Algo había entrado en mi cuerpo y me guió con destreza hasta donde se hallaba mi enemigo sosteniendo el tridente. La luz que le estaba quitando a Heze sin duda le estaba dando más poder a él y con rabia le atiné un golpe certero en su pecho, lo traspasé con la espada. Cayó al suelo de rodillas y mi espada se iluminó al grado de hacerme cerrar los ojos y apartar la vista. Él soltó un aullido de dolor.
Saqué la espada sin delicadeza y mi enemigo me miró a los ojos.
—Podrás destruirme, pero nada hará que tu estrella se salve —sonrió de lado—. Ya es tarde.
Con la espada le corté la cabeza y su cuerpo se convirtió en cenizas.
Dejé caer la espada sin poder creer lo que había pasado; me di la vuelta y me dirigí hasta donde se hallaba Heze acostado boca arriba, con las manos apretando su pecho. Me arrodillé a su lado tratando de hacer algo para ayudarlo porque sabía que estaba sufriendo mucho. Mis ojos derramaron incontables lágrimas cuando vi que su piel parecía tener muchas grietas oscuras como si su cuerpo fuera un cristal estrellado.
Sabía que ya no le quedaba mucho tiempo, él iba a desaparecer como Spica, Zuben, Kaus y Dabih, solo que esa vez yo lo había presenciado y podía verlo en sus últimos minutos.
—No... No puedes desaparecer —dije en medio del llanto, con mis manos sobre las de él.
Sus ojos me observaron y unas lágrimas mojaron su tierno rostro.
—Lo siento —musitó en voz baja—. Quería quedarme en tu cielo como una estrella.
—Lo sé —lloraba llena de dolor y amargura, no quería perderlo a él porque sentía que había sido muy poco el tiempo a su lado—. Desearía tener más tiempo contigo para atesorar muchos bellos momentos como los que tuvimos.
—Aquellos momentos, aquellos días... Si hubiese sabido que terminarían así, me hubiera aferrado a ellos más.
—No sé cómo, pero rogaré a todos los dioses que existen para que me permitan tenerte conmigo de nuevo. Haré todo para verte otra vez. Te lo prometo —las palabras salían acompañadas de jadeos.
Extendió su brazo lentamente hacia mí y con su mano temblorosa limpió mis lágrimas.
—Te creo y, cuando nos encontremos otra vez, te miraré a los ojos y te diré: te extrañé.
Apreté mi mandíbula para ahogar mis jadeos.
—Te amo, Heze.
Me acerqué y le di un beso en donde estaba entregando mi alma.
Enterré mi cara sobre su pecho mientras lloraba desesperadamente a tal grado que pensé que moriría asfixiada porque mi pecho lo sentía trancado.
—Te amo mucho más —susurró.
Apenas terminó de hablar su cuerpo desapareció dejándome sola en un mar de lágrimas, al borde de un abismo, en el medio de un desierto... En medio de una hoguera.
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Describir esta pérdida me dolió bastante. Pobre Maia :'(
No olviden apoyarme dejando sus votos y comentarios.
Les amo <3
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