22 +Arrepentimiento+
Después de caminar por mucho tiempo de regreso a la casa, Dabih se encargó de animarme y hacerme reír con sus muecas y bromas, además, me llevaba tomada de la mano y sentí una gran seguridad por dicho gesto que se me hacía familiar. Mis manos eran pequeñitas comparadas a las de él y al sostener mi mano esta casi desaparecía entre la suya.
Cuando estuvimos muy cerca de casa nos detuvimos y él me recordó lo fuerte que soy y que confiaba en mí, esto debido a lo que hablamos en nuestra larga caminata, me abrazó y luego me dio un beso en la frente.
—Vamos, los demás deben estar preocupados —sugirió.
Al entrar a la casa solo hallamos a Zuben, quien al verme corrió y me abrazó.
—¿Dónde estaban? Nos tenían muy preocupados.
—¿Y los demás? —Preguntó Dabih.
—Salieron a buscarlos y me pidieron quedarme por si acaso regresaban. Volverán todos en treinta minutos —aclaró mirando su reloj—. Ese fue el tiempo estipulado para venir a comprobar si ya los habían encontrado.
—Rayos, me da pena con ustedes, por mi culpa se han preocupado... Todo sería más fácil si me hicieran caso y compraran teléfonos.
—Ahora que lo pienso, tienes razón —Zuben estuvo de acuerdo—. Mañana mismo iremos a comprarlos.
Como forma de disculparnos, Dabih me pidió que ordenara unas pizzas y esperamos que llegaran los demás.
Kaus fue el primero en llegar y darle un sermón a Dabih, pues, lo culpaba de haberme puesto en peligro, cosa que yo negué cuando me dio la oportunidad de hablar. Minutos después llegó Heze con Skat y Alpherg apenas un minuto después que los anteriores. Antes de que empezaran a acusar a Dabih me apresuré en decir que yo había sido la culpable debido a que quería estar sola, que él solo me había seguido para asegurarse de que estuviera a salvo.
—Ordenamos pizza —mencionó Dabih para cambiar el tema antes de que hicieran más preguntas—, deben estar cansados de buscarnos.
—Olviden lo que pasó, Maia está con bien y ya todos estamos juntos nuevamente —añadió Zuben con una sonrisa simpática.
Como mi madre volvía a casa muy tarde le guardé unos trozos de pizza y le envié un mensaje para ponerla al tanto.
Los chicos se estaban turnando para acompañarme en mi habitación, se quedaban de uno en uno a menos de que se tratara de Heze y Dabih, en ese caso si alguno de ellos iba a hacerme compañía Skat o Alpherg los acompañaban, ya no los dejarían quedarse juntos a acompañarme; también llevaron la cama plegable hasta mi habitación para evitar dormir en mi cama. Zuben era mi compañero de esa noche y me agradaba tenerlo cerca puesto a que su personalidad era muy tierna, aunque a veces su mirada podía llegar a ser intimidante.
El mensaje de respuesta de mi madre fue bastante inesperado e interrumpió la conversación que empezaba a tener con Zuben. En el mensaje me solicitó bajar a verla porque quería hablar unas cosas conmigo y eso me puso nerviosa, tenía tanto tiempo sin dirigirme la palabra y antes de que los chicos llegaran no recuerdo ni un día en el cual me hubiera hablado de forma agradable.
—Mi mamá quiere que baje a verla —dije en voz baja.
Zuben se acercó y me tomó de las manos.
—¿Quieres que te acompañe? Puedo hacerlo si así lo deseas.
—No, no te molestes, debo ir sola.
—Está bien, solo recuerda que puedes enfrentar tus miedos y salir victoriosa, y también estamos aquí por si necesitas ayuda, ¿de acuerdo?
Respondí con una leve afirmación con mi cabeza.
Bajé lentamente las escaleras tratando de calmar mis nervios e intentando poder lucir segura y firme delante de mi madre; ella me hizo señas para que la siguiera hacia afuera y así o hice.
Quizás otras personas pueden sentirse seguros caminando en la noche al lado de su mamá, pero en mi caso no había otra cosa que miedo... Temor de lo que pudiera hacerme.
Nos detuvimos en un pequeño parque de niños que se hallaba cerca y nos sentamos en una banca; el lugar estaba solo y eso me hizo sentir más insegura.
—Me alegro de que tus amigos no vinieran contigo —pronunció en voz baja mirando hacia el frente—. Necesitaba hablar contigo a solas por eso te traje hasta aquí, no quería que escucharan nuestra conversación.
—El hecho de que no estén ahora aquí conmigo no quiere decir que no puedan llegar si se dan cuenta que corro peligro —advertí sin dejar de estar alerta.
Me miró con tristeza.
—Miedo, ¿eso es lo que causo en ti? —Sonrió con ironía—. Bueno, creo que es algo de lo que soy culpable, he sido una maldita que te ha hecho sufrir durante toda tu vida, por lo que es normal que sientas miedo de estar cerca de mí.
—Sí, tienes razón, tú me has tratado tan mal que temo por mi seguridad al estar contigo a solas.
—No te haré daño, te lo prometo —sus ojos se cristalizaron y giró la cabeza para evitar verme a la cara—. Necesito pedirte algo...
—¿Qué quieres? —Indagué de mala gana.
Giró a verme de nuevo.
—Que me perdones.
Nos quedamos en silencio por un minuto.
—¿Así de fácil? ¿Crees que dieciséis años de sufrimiento se reducen a esto? No lo creo. ¿Sabes lo difícil que ha sido para mí vivir al lado de alguien que solo me maltrataba y que era capaz de dejar que me hicieran daño delante de sus propios ojos? ¡Estuve apunto de suicidarme! —Chillé.
Mi madre comenzó a llorar y de pronto se puso de rodillas delante de mí.
—Me siento muy mal por todo el daño que te he hecho, ¡soy una maldita loca que arruinó su propia vida y la de las personas que la rodean! Te he culpado de mis desgracias cuando tú solo has sido una víctima y yo he sido la única culpable, ¡soy un monstruo!
Me quedé en silencio, mirando hacia otro lugar y sollozando.
—Sí, tienes razón en que yo solo he sido una víctima... Pero tú no eres la única culpable de todo, mi padre también lo es y está pagando el precio de sus males al igual que tú. ¿Sabes algo? A pesar de todo, no te odio, aunque es algo que quise hacer muchas veces y para hacer esto más corto, créeme que te perdono. Eso sí, no me vayas a pedir que te ame como una hija a su madre, no puedo hacerlo. El amor es algo que se gana y tú lo único que hiciste fue alejar cualquier rasgo de amor que haya sentido en algún momento por ti.
—Lo sé, lo sé... No te voy a pedir tal cosa, además, eres libre de odiarme porque la verdad es lo que merezco después de todo. Quiero que me perdones porque merecías que hiciera esto después del daño que te he causado. Sé que pedirte perdón no va a reparar lo que hice, pero sí siento que puede marcar un nuevo comienzo para ti, puedes estar segura de que no cometeré los mismos errores de antes y que no sufrirás nuevamente mis agravios. Maia, me iré lejos si así me lo pides, haré lo que quieras solo para demostrarte lo arrepentida que estoy. Pídeme lo que quieras.
Ambas estábamos llorando y aunque muchas veces imaginé ese momento, no se compara a lo que sentí en realidad: como si un peso era quitado de mí. Quizás no sentía que la podría llegar a amar como mi madre, sin embargo, podría marcar la diferencia al tratarla como un ser humano, así como mínimo ella debió tratarme a mí. Solo le pedí que cambiara de verdad y que buscara mejorar su estilo de vida.
No dije más y ella me prometió repetidas veces que me demostraría que había cambiado y que ya no tenía por qué tenerle miedo.
Regresamos a la casa y Zuben me esperaba sentado en las escaleras, su rostro se mostraba preocupado y una vez que estuvimos en la habitación le confesé lo que había pasado. Él se sentó a mi lado y me rodeó con sus brazos haciendo que recostara mi cabeza en su hombro.
—¿Crees que todo se debe a lo que hiciste en ella? —Le pregunté porque quería obtener una respuesta concreta que disipara mis dudas.
—Hay algo que no te dije, Maia... Hace tiempo quité el encanto de tu madre. Creí que volvería a ser como antes, pero no fue así, ella siguió sintiendo el dolor de sus pecados y me impresiona que haya dejado de lado el orgullo y te pidiera perdón.
—Entiendo. Igual todo es gracias a ti porque le ayudaste a llegar hasta esto. Desde hace años imaginaba este momento y gracias a ti se hizo realidad; solo espero que cumpla con su promesa de que va a cambiar.
—Sí lo hará, si decidió pedirte perdón es porque está dispuesta a cambiar. Tu madre es de esas personas que no dice las cosas por decirlas, sino que lo estuvo pensando por mucho tiempo y decidió hacer lo correcto pidiéndote perdón como el principio de todo —acarició mi cabello—. Estoy contento de que las cosas estén mejorando para ti, pequeña. Mereces ser feliz y quiero que sepas que siempre ha sido mi propósito el ayudarte a conseguirlo.
—Y te lo agradezco muchísimo. Tú y los demás también merecen ser felices y no sé cómo, pero créeme que no descansaré hasta conseguirlo.
—Sigues siendo la misma en cada vida —suspiró—, sigues siendo mi pequeña.
Lo oí reír con ternura mientras una lágrima corría por mi mejilla izquierda, estaba agradecida por tenerlos en mi vida.
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¡Gracias por leer, los amooo! <3
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