Escribir genera un temor profundo por expresarse al desnudo,

un pánico escénico que lleva a la automutilación.

Miedo, ansiedad y angustia por enseñar el ser oculto.

Escribir es pararse en un estrado a esperar el linchamiento,

es estar a la expectativa de ser pisoteado.

Sentirse tan vulnerable que se alcanza un punto de ebullición

en el que todo lo creado arde
para evitar ser dañado y pasar vergüenza

para pasarla recordando creaciones
que se perdieron en el tiempo malgastado.

Escribir obliga a confrontarse con uno mismo

y si esa batalla se pierde,

solo quedan lamentaciones de partes desaparecidas.