La oscuridad de una mente puede llegar a ser deslumbrante

entre intentos de sacar ideas no marchitas...

aquellas palabras que siempre pugnaron por salir.

Duele ver como se apaga la luz que quisiste que nos guíe.

Un nudo en la garganta que te lleva por senderos que creías haber olvidado,

ese ser que habita en los rincones más ocultos,

al que siempre intentaste mantener enjaulado...

o contenido,

el que te puede carcomer de a pocos,

tan lentamente que se torna imperceptible,

hasta que te das cuenta que no eres más que un cascarón,

y surge la oscuridad que no podías ver

como un trueno imprevisto en la zona más segura que podías encontrar,

esa tormenta dentro de ti se avecina,

luego te ves como un extraño,

cuando llega la calma,

pero sabes que la calma nunca llega.

No te reconoces frente al espejo,

harías tus uñas sangrar si así pudieras borrar la imagen,

es un ser desconocido el que te mira fijamente.

La palabra, los recuerdos y las lágrimas

que siempre intentaste erradicar,

pero que te consumen,

son los fantasmas de todo lo que hiciste mal,

convertidos en una persona ajena a lo que deseas ser.

Esos recuerdos que conforman un remolino en tu memoria,

memoria de la falsa soledad,

el corte del viento,

exasperación perpetua frente a lo que nunca tus manos van a poder conseguir,

dominio de los instintos y las furias,

sucumbir ante la derrota que no sabes por donde va a llegar.

Reino del dolor indescriptible,

angustia que se esconde detrás de una sonrisa cada mañana,

falta de un horizonte claro,

todo son tinieblas,

recurriendo a una posición fetal emocional,

esperando a que la esperanza no se canse de esperar por ti.