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CAPÍTULO 8

"I'm so good at telling lies
That came from my mother's side
Told a million to survive"

Traducción:

"Soy muy bueno diciendo mentiras,
lo heredé del lado de mi madre.
Dijo un millón para sobrevivir"

—Family Line, Conan Gray.

notita: recomiendo releer 🫣

ASHTON.

Una vez en casa, suelto un resoplido. Hoy en vez de desviarme a un bar, fui al gimnasio para distraerme. Funcionó. Por quince minutos.

Mi corazón galopea en mi pecho cuando escucho las risas de Aggie en la cocina. Esta en videollamada con alguien. Me quedo quieto, escuchando quién es la otra persona.

Casi suelto un gruñido exasperado cuando me doy cuenta de que es Liam, su mejor amigo.

Entro a la cocina, donde esta preparando una ensalada mientras tiene su celular apoyado enfrente de ella en la encimera para que la vea bien mientras hace lo suyo.

Está tan entretenida en una conversación sobre vestidos y zapatos que no se da cuenta cuando estoy detrás de ella. No hasta que me ve a través de su propia cámara.

—¡Ashton! —exclama asustada y luego me apunta con una de las cucharas con la que estaba mezclando—. No vuelvas a asustarme así.

—Voy a tenerlo en cuenta para la próxima —respondo y colocando una mano sobre su cintura, la atraigo de un tirón hasta que su cuerpo se pega a mi pecho. La mirada de sorpresa que pone Aggie lo dice todo. No esperaba esta muestra de afecto, y a decir verdad, yo tampoco.

¿Es este un pobre intento de volver a nuestra normalidad? Lo es.

Me convencí de que si quiero dejar de beber y que funcione, ¿qué mejor que volver a comportarme cuando las cosas de verdad eran así?

—¿Cómo estás? —le pregunto, haciendo que salta de su asombro. Carraspea, sus mejillas enrojeciéndose.

—Bien.

—Yo también estoy bien, gracias por preguntar, Ashton —replica la voz de Liam a través de la pantalla. Suelto un pequeño suspiro. Olvidé que estaba ahí.

—Me alegro mucho, Liam —suelto en un tono sarcástico.

Volteo a ver el celular, y observo a Liam alzar sus cejas ligeramente poco impresionado.

—Voy a colgar. Hablamos luego, Aggie —se despide—. Buenas noches, Monroe.

—Buenas noches para ti también, Liam —replico logrando que niegue con la cabeza antes de desconectar la llamada. Vuelvo mi atención a Aggie—. ¿No son como las tres de la mañana allí?

—Casi las cuatro —afirma—. Su hermana Olive... —titubea—. Digamos que tuvo una noche difícil. Acaba de dormirse y Liam me llamó.

Asiento, entendiendo exactamente.

—¿Qué estás cocinando? ¿Necesitas ayuda con algo? —le pregunto, observando las cacerolas.

—Sí, ¿puedes poner agua a hervir para los fideos? La salsa va a estar lista en unos minutos. Espero que salga bien, vi la receta en TikTok.

—¿Confías todo lo que ves ahí? —cuestiono.

—Obviamente —replica, haciendo que niega con la cabeza divertido.

Me pongo a hacer lo que me dijo, llenando una cacerola con agua y dejándola en el fuego. Luego pongo la mesa para los dos. Aggie se reclina contra la encimera, observándome atentamente. Es casi como si fuera la primera vez que me ve y está intentando descifrarme. No la culpo.

—¿Algo más? —le pregunto, rompiendo el silencio. Ella niega.

El gato entra a la cocina en busca de comida de las noches. Aggie parece recordarlo al verlo, porque se apresura a servirle su porción de comida y rellenar su agua. El gato se mantiene sentado, observando todos los movimientos de Aggie hasta que tiene su comida enfrente.

Perdió mucho peso, casi está en su peso normal. Es un gran avance.

Una vez que los fideos están listos, Aggie sirve dos platos y los llevo a la mesa. Mira su creación con orgullo y le saca unas cuantas fotos antes de sentarse.

—No puedo creer todo lo que mejoré —murmura con asombro cuando me siento a su frente.

—¿Nunca te interesó cocinar? —le pregunto para hacer conversación.

Aggie niega con la cabeza.

—Voy a sonar como una malcriada, pero siempre tuve alguien que me cocine —responde—. Así que poder hacer un plato de principio a fin yo sola es... De mis mejores avances.

Sonrío de lado al escucharla.

—No suenas como una malcriada. Y si lo suenas, entonces somos malcriados juntos porque tampoco tuve que preocuparme por cocinarme —agrego y me alzo de hombros.

Eso hace que Aggie se ría.

Tengo que alzar mi mirada de mi plato al oírla, porque siento que no escucho esa risa hace siglos. Me surgen las ganas desesperadas de hacerla reír siempre con tal de oírla todo el tiempo.

Sin embargo, después de eso, el silencio se apodera de la mesa. Es extraño, porque por lo general, Aggie y yo nunca tenemos silencios. Siempre hay alguna broma, alguna conversación pendiente o música de fondo. Es la rutina en la que nos pusimos cómodos, y ahora se siente como si estuviéramos en una realidad alterna.

Le doy el primer bocado, y no me sorprendo con lo delicioso que está porque le tenía fe. Se lo digo, y ella agradece. Luego volvemos a sumergirnos en un silencio, y sé que es todo mi culpa.

—¿Mañana tienes clases? —pregunto para romper el silencio aunque sé su cronograma de memoria.

—Sí, dos a la mañana —contesta y carraspea ligeramente—. ¿Tú?

¿Qué día es mañana? Me tomo unos segundos para recordar que hoy es martes.

—No —contesto—. Puedes llevarte mi camioneta si quieres.

Aggie asiente.

—¿No tienes clases o no irás? —pregunta.

—No tengo —aclaro.

Vuelve a asentir, como si esto fuera una entrevista incómoda de trabajo.

Mueve su comida con el tenedor, como si de repente hubiera perdido el apetito. Me reclino en el respaldar de mi asiento frustrado.

—Aggie, ¿pasa algo? —me atrevo a preguntar.

Muerde su labio inferior indecisa.

—Quiero preguntarte algo, pero tengo miedo de cómo vas a reaccionar.

Sus ojos celestes hacen contacto con los míos y un escalofrío me recorre el cuerpo cuando puedo ver un ligero miedo en ellos, y ni siquiera quiero empezar en lo que me dijo y su tono. Me confirma más que mi proceso de autodestrucción no esta encargándose solo de mi pero también de mi lazo con Aggie.

¿Qué hice con la chica que a la primera vez que le hablé mal por no saber controlarme salió corriendo detrás de mi y me tironeo del cabello hasta que pedí perdón?

—Puedes preguntarme lo que sea, rubiecita —le prometo en el tono más suave que tengo.

—Es sobre lo que hablamos el otro día. Sobre tus planes con la universidad.

Asiento, aliviado de que sea eso y nada relacionado a la bebida. Sé que no soy capaz de tener una conversación más con Aggie sobre eso sin romperme en pedazos y decirle la verdad.

—Es... Difícil —confieso la verdad—. No sé qué estoy haciendo. Siento que entré a la universidad porque era el siguiente paso lógico a tomar, y... —exhalo aire, intentando encontrar un poco de estabilidad en todos mis pensamientos—, por momento sirvió porque era una manera de estar lejos de casa, pero ahora que... Que no estoy huyendo o escondiéndome y me pongo verdaderamente a pensar en ello, no creo que soy capaz de seguir.

Por un momento, tengo miedo de encontrar a Aggie juzgándome, porque siento como si fuera un fracaso constante, pero cuando alzo la vista, solo encuentro a los ojos más comprensivos que vi en mi vida.

—La universidad no es para todos. Y no lo digo de forma despectiva, lo digo porque es verdad. No es el único camino y nunca lo será, siempre hay más —responde ella, y por más que sea algo que haya pensado antes, que Aggie se siente diferente, como si de repente fuera más válido—. Encontrar algo que te guste va a llevarte tiempo, no hay un límite respecto a eso.

Resoplo por lo bajo.

—Haces que suene tan fácil.

Aggie sonríe de lado.

—Siempre es fácil hablar —se alza de hombros.

Pongo mis ojos en blanco con diversión.

—No sé qué se supone que debo hacer ahora —confieso, internamente refiriéndome a más de un aspecto en mi vida.

—Encontrar lo que te gusta —responde, nuevamente demostrándome que es más fácil hablar.

—¿Cómo encontraste lo que te gusta? —le pregunto con genuina curiosidad.

—¿Honestamente? Sigo pensando si es lo que me gusta —responde con simpleza—. Toda mi infancia y adolescencia la pasé leyendo revistas. Empezó cuando mamá me obligaba a acompañarla a salones de belleza, y mientras ella se hacía sus mil y un tratamientos, yo pasaba mi tiempo leyendo las revistas. Eran mi fuente de entretenimiento, leer las columnas dedicadas a la moda, en las que responden preguntas de lectoras, absolutamente todo. No pasó mucho tiempo hasta que empecé a coleccionar mis propias revistas, y eso me llevó a que me guste mucho leer.

—¿Y eso es todo? ¿Tomaste una pequeña cosa de tu personalidad y decidiste volverla tu vida? —cuestiono.

Aggie entrecierra sus ojos en mi dirección.

—Estamos intentando solucionar tu problema, no crear uno para mi.

Resoplo por lo bajo.

—Lo siento, es solo que... Quiero entender.

Ella asiente comprensiva.

—Supongo que al final del día es eso, encontrar algo que nos guste, especializarnos, y ver que sale. Hay veces que va a apasionarte, hay veces que va a costar pero mientras sea parte gratificante sea mayor, tal vez sea para ti. Pero... Creo que no hay que verlo como una sentencia de muerte, sino que si quieres, puedes cambiar porque al final del día, siempre estamos creciendo y cambiando según nuestro entorno. Es normal intentar ajustarnos. ¿Por qué decidiste estudiar negocios?

Alzo una ceja.

—¿Por que quería irme de casa y sonaba fácil? —inquiero.

Aggie niega con la cabeza.

—¿La única manera de irte de casa era irte a la universidad? ¿Tus padres te obligaron?

Niego con la cabeza. A mi padre no podría importarle menos qué demonios hago de mi vida, y mamá es ese tipo de persona que siempre iba a apoyarme, decida lo que decida mientras no me haga daño.

—A veces me sorprendes. Tenías la respuesta al frente de ti y no entiendo por qué no lo elegiste.

Ruedo el anillo de mi dedo índice con mi pulgar, sintiendo un alivio familiar cuando siento el ardor en mi piel.

Me quedo en silencio, sabiendo a lo que se refiere, y es algo en lo que en su momento, pensé muchas veces, y sin embargo, todo se reduce a dos cosas: Miedo y mi placer por autosabotearme.

Miedo porque hacerme una carrera surfeando iba a tomarme tiempo, mucho esfuerzo y dedicación, y en ese momento, no quería sentir nada. Quería estar totalmente anestesiado, quería no tener que atravesar ningún pensamiento o sentimiento. Quería hacer mi mejor intento por desaparecer.

Y mi recurrente problema de autosabotearme a cada oportunidad que tengo porque sentirme mal es más fácil que sobrevivir sentirme bien. Es a lo que me acostumbré, mi lugar predecible, donde no tengo que preocuparme porque las cosas salgan mal porque ya están mal.

—No se dio en el momento —me alzo de hombros.

Aggie mantiene mi mirada, probablemente leyéndome como un libro abierto, sabiendo que estoy desviando para evitar contarle la verdad. Asiente.

—Estoy cansada, creo que iré a dormir —habla, levantándose de la mesa. Levanta su plato, llevándolo en silencio con el resto de los trastes sucios. Ni siquiera me mira cuando sale de la cocina, el gato siguiéndola con sigilo.

Apoyo mis codos sobre la mesa y entierro mi rostro en mis manos, sintiendo la culpa atravesarme de arriba hacia abajo. Cada conversación con Aggie hace que me sienta como si fuera un fracasado, no importa qué haga o qué diga.

La voz más asfixiante en mi cabeza me grita que beba para olvidarme de esta conversación y aliviar el dolor que siento en mi pecho. Todo importa menos cuando bebo, todo parece mejor, todo parece fácil y accesible.

Pero no puedo beber, sé que no soluciona mis problemas, que solo los acumula en una bola de nieve que luego me va a enterrar vivo.

Respiro hondo. Una, dos, tres veces. Intento distraerme pensando en otra cosa pero mientras más intento, con más fuerza mi mente me arrastra al recuerdo del fracaso que soy.

Me levanto de la mesa. Levanto lo que queda en ella, moviéndome en automático cuando tiro los restos y empiezo a cargar el lavaplatos. Solo tengo que sobrevivir una noche más, un día más. Todo va a estar bien, todo va a salir bien, todo va a estar bien.

Con las manos temblando, busco mi celular en el bolsillo de mis jeans. Busco el contacto de Caroline, y cuando por fin lo encuentro, marco su numero. Cierro mis ojos, esperando que responda.

—¿Hola? ¿Ashton? —su voz me llega con claridad.

—Hola —contesto y carraspeo al darme cuenta lo débil que sonó mi voz. No quiero que se preocupe—. Solo llamaba para chequear como va todo.

—Oh. Me asustaste —confiesa riendo—. Siempre hacemos estos chequeos por mensaje.

—Alguien tiene que encargarse de que a la melliza buena no se le caigan las alas.

—Ja, ja, ja —murmura sarcástica—. Todo esta bien. Estuve resfriada la semana pasada, pero ya estoy mejor. ¿Tú?

—Bien —contesto—. Ehm... Todo esta bien.

—No suena muy convincente.

—No estoy mintiendo, todo esta bien —bufo.

—Okaaay, voy a decidir creerte —responde—. ¿Cómo esta Aggie?

—Bien.

—Eso tampoco sonó convincente. ¿Cómo están las cosas entre ustedes? Mamá me contó que estuvieron inseparables en los últimos días del viaje.

—¿De nuevo hablando de mi?

—Eres nuestro tema de conversación favorito. No me cambies de tema y responde la pregunta.

Suspiro. Me apoyo contra la encimera.

—Un poco difícil. Pero ya vamos a encontrar nuestro ritmo.

—Espero que lo hagan, porque... Esto va a sonar como demasiado, pero nunca te vi tan feliz que cuando ella esta cerca.

No puedo evitar una pequeña sonrisa en mi rostro.

—Es verdad.

Escucho a Caroline ahogar un grito.

—Ashton Daniel Hawthrone, ¿estás enamorado?

Aprieto mis labios al oírla usar mi segundo nombre.

—No voy a responderte.

Vuelve a gritar.

—¡Entonces es un sí! —exclama—. Ahg. Que viva el amor.

Pongo mis ojos en blanco.

—No seas dramática, Caroline. No puedes proyectar tus historias de amor en otras personas.

—¿Por qué no? —protesta—. ¿Qué es la vida sin que la romanticemos?

—La realidad —respondo.

—Aguafiestas —masculla por lo bajo—. Oh. Casi lo olvido. Tengo noticias.

Mi estomago da un vuelco.

—Ya no puedo más con tus noticias. ¿Qué tipo de noticia es esta vez?

—Tranquilízate, no es nada del otro mundo. Aún —se echa a reír como si fuera una niña—. Frank y yo decidimos que es mejor no esperar tanto para casarnos.

—Caroline Amelia Hawthrone, ¿estás...? —titubeo sin siquiera poder decir las palabras.

—¿Embarazada? No. Aún —aclara, estando de más esa acotación—. Pero teníamos planeado hacer tantas cosas y... ¿Qué sentido tiene hacer tantas fiestas? Es mejor ir al punto.

—Tus palabras, no las mías.

—Entonces... Hablé con papá y...

—Espera —la interrumpo—. ¿Idea de quién fue que no haya tantas fiestas? ¿Tuya o de papá?

Resopla.

—No es todo tan blanco y negro, Ashton —repone en un tono de reproche—. Simplemente estuvimos hablando y llegamos a la conclusión que es mejor tener la boda y ya. En Connecticut.

Apenas escucho donde, sé exactamente lo que está pasando. Caroline no conoce las peores partes de papá como yo, quien tuvo un asiento de primera fila a su forma asquerosa de ser.

—Caroline, sabes que papá te manipuló para poder controlar él la boda y asegurarse de que sea en casa porque tu idea era hacerlo en la casa de la abuela, casa que él perdió cuando me la dejaron a mi y no a él como siempre pensó que pasaría. Porque quiere obligarnos a todos a volver a estar bajo su techo, especialmente a mamá.

—¿Por qué siempre tienes que pensar en lo peor? —cuestiona, empezando enfadarse—. ¿De verdad crees que papá hace todo esto para evitar pisar la casa de la abuela?

—No es solo eso. Es todo su ego en juego, su necesidad de querer controlarlo todo.

—Estás siendo paranoico.

Cierro mis ojos con fuerzas y respiro hondo. Sé que intentar razonar esto con Caroline es estúpido. Ella nunca lo verá como yo, no importa cuanto intente explicárselo.

—Nunca lo vas a entender —murmuro.

—Entiendo que papá fue una mierda toda nuestra vida, pero creo que la distancia nos hizo bien a todos y no voy a perderlo por algo como esto. No cuando estuvo ayudándome con todo. Y no esta "manipulándome", soy su hija, por Dios. La boda será en dos meses, quieras o no. Y de verdad espero que estés Ashton, porque mi corazón se partirá en mil pedazos si mi persona favorita no está conmigo en uno de los días más importantes de mi vida.

Dicho eso, Caroline corta la llamada, dejándome en silencio.

Bajo el teléfono hasta dejarlo en la encimera y respiro. Una, dos, tres veces. Es inútil. Necesito despejarme y tomar aire.

Salgo de la cocina y agarro el abrigo que dejé colgado cuando entré. Miro hacia el pasillo, donde la puerta de Aggie esta cerrada y las luces apagadas. Podría hablar con ella, o simplemente quedarme a su lado pero sé que no debe querer cargar conmigo ahora mismo. Mierda, ni siquiera yo quiero estar conmigo mismo.

Abro la puerta con cuidado de no hacer mucho ruido, y la cierro una vez que estoy afuera. No tengo ningún plan. Solo caminar hasta despejar mi cabeza, aunque quizás tenga que caminar hacia el fin del mundo para lograr eso.

Las calles están casi vacías, ya es de noche y no hay mucho movimiento en esta zona de la ciudad.

Mi cabeza es un torbellino de pensamientos.

¿Cómo Caroline puede ser tan inteligente y no ver este tipo de cosas? ¿No ver que por supuesto papá salto a la primera chance de tomar las riendas de la situación? Primero, fue él quien le sugirió una segunda fiesta de compromiso en Connecticut porque quiere controlar los invitados y el ambiente. Y fue poco a poco convenciéndola de que se casen allí, en un lugar para nada neutral donde él sostiene todas las cartas.

Estoy seguro de que mamá ve con claridad las intenciones de papá, pero no dirá nada porque no querrá enojar a Caroline al ser su boda. Se dejará pisotear de nuevo con tal de mantener a Caroline feliz.

¿Y qué se supone que pasó con el sueño de casarse en la playa, lo que le prometió a nuestra abuela antes de que muera? Hasta hace semanas su boda de ensueño era en esa casa. ¿Tan rápido cambio de opinión? ¿Con tanta facilidad dejo que su casamiento se convierta en un evento tan frío y sin alma? Porque la memoria no me falla en lo absoluto. Sé donde crecimos, sé la frialdad y todos los malos recuerdos que alberga esa casa. ¿Y Caroline simplemente se casará allí?

Tal vez no debería molestarme tanto, pero son tantas cosas que se fueron acumulando a lo largo de los años, que algo tan simple como esta decisión que ni siquiera es mía puede hacer que vuelva a dar vueltas por este espiral.

No estoy dándome cuenta de a dónde voy, no es como si tuviera un destino. Simplemente sigo avanzando por las calles familiares. Cuando busco mi celular, me doy cuenta de que no lo tengo porque lo olvidé sobre la mesa de la cocina. Fantástico.

Suspiro y miro a mi alrededor, prestándole finalmente atención a mis alrededores. Parece un chiste mal contado. Sé donde estoy.

Observo la esquina que tengo en frente, dándome cuenta de que se trata de nada más y nada menos que el bar de origen dudoso al que recurrí todos los días la semana pasada.

Es lo que pasa cuando caminas "sin rumbo".

Se siente como si no pudiera despegar mis pies del suelo. Estoy congelado, observando las luces encendidas del bar y la puerta entreabierta. Una guerra en mi cabeza se desata con más intensidad, haciendo que mis oídos se ensordezcan.

Cualquier argumento de por qué si, por qué no, que debería hacer y que no, se esfuma en mi cabeza. Mi cabeza simplemente se pone en blanco, y es lo mejor que me pasó en mucho tiempo. Cruzo la calle y me detengo en la puerta del bar.

Es un momento decisivo y tengo dos opciones. Voltearme y volver a casa, probándome que soy más fuerte de lo que pienso o entrar.

Mi cadena de pensamientos se interrumpe cuando escucho a alguien llamarme. Volteo, encontrándome a un rostro vagamente familiar.

—Te conozco —resalta el chico de cabello gris, un color poco regular en alguien de su edad, pero de alguna manera, lo hace funcionar con los piercings en su rostro. Le da una calada a un cigarrillo casi a la mitad—. Eres amigo de Leo.

Quiero estrellar mi cabeza contra el asfalto. No es momento para lidiar con uno de los novios de Leo.

—¿Y tú eres?

—Nos conocimos hace unos meses. Soy Axel —responde exhalando el humo.

Lo miro durante unos segundos, intentando hacer memoria hasta que recuerdo que es el imbécil que se sentó en nuestra mesa y luego Leo nos contó que estuvo preso un tiempo.

—Ashton —respondo.

—¿Estás por entrar? —pregunta y señala con su cabeza el bar.

Niego con la cabeza.

—No.

—¿No? Parece como si estuvieras por entrar —agrega alzándose de hombros.

—No escuché bien cuando dijiste por qué te interesa qué estoy por hacer y que no —espeto.

Axel entrecierra sus ojos. Lanza el cigarrillo a lo lejos luego de haberlo terminado.

—Me caes bien —sentencia de la nada, haciendo que quiera poner mis ojos en blanco exasperado. Se acerca hasta palmear mi hombro—. Venga, vamos a beber. Luces como si necesitaras algo fuerte.

Me empuja y mis pies comienzan a moverse automaticamente.

Debería detenerme. Decirle que soy un alcohólico en recuperación, que no puedo siquiera beber una gota porque no sé cómo parar. Es todo lo que aprendí en las malditas reuniones de AA. Hacerle saber a la gente que no bebo, no hace falta desparramar mi vida en detalles, pero simplemente hacerlo saber.

Sin embargo, cuando entramos al bar, todas las palabras que tenía pensadas desaparecen al minuto que el ambiente me succiona. La música, el bullicio de las personas, tintineos de botellas y vasos, fichas de póker chocándose entre sí.

—¡Tom! —exclama Axel sin soltarme hasta que llegamos a la barra. Tom es el señor que estuvo sirviéndome bebida toda la semana pasada.

—Axel. No quiero que vengas con tus estupideces —advierte.

—¿Yo? —replica Axel fingiendo inocencia—. Nada de eso hoy, solo vengo a beber algo con mi amigo Ashton.

Tom finalmente posa su atención en mi.

—Te recuerdo. Throne Whiskey con hielo, ¿verdad?

No me da tiempo de responder cuando voltea, agarrando del estante la botella de whiskey. Con rapidez, llena dos vasos luego de haberle echado cubos de hielo. Lo desliza hacia nosotros.

Siento mi boca aguarse con el simple pensamiento de tocar con mis labios aunque sea una gota. No recuerdo en qué momento empecé a sudar, quizás en el mismo momento en el que mi cuerpo comenzó a hiperventilar.

Axel toma ambos vasos, entregándome uno que no tengo otra opción que recibir. ¿Qué culpa tiene él de no saber la guerra desatándose en mi cabeza, lo mucho que estoy intentando luchar no beberme este vaso que tengo en la mano de un tirón?

—Salud por mi nuevo amigo, Ashton —habla Axel, chocando mi vaso con el suyo, salpicando un poco de bebida en mi mano. Axel bebe el whiskey de un solo tirón.

Y yo tomo la estúpida decisión de hacer lo mismo.

***


Nota:

BUenas. pERDón.

No sé como explicarme jajant. Solo decirles que hay cosas pasando además de que estuve UN MES rindiendo parciales  porque idk decidieron tomar parciales y recuperaciones tan espaciados.

Lo que si les prometo es el proximo capítulo dentro de poco porque sería las consecuencias de este y todo el drama que eso conlleva y AMO escribir este tipo de partes

Espero que estén bien:)

Love,

su ingeniera estresada de confianza,

cande


(Espacio para gritar por las decisiones de Ashton Hawthrone)

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