Capítulo 8
"Tell me what you want to hear
Something that will light those ears
I'm sick of all the insincere
So I'm going to give all my secrets away"
—Secrets, One Republic.
Traducción:
"Dime lo que quieres oír,
algo que iluminará tus oídos,
estoy enfermo de toda la falsedad,
así que voy a revelar todos mis secretos."
#LunesDeSecretos ! ♥ No se olviden de votar y comentar, ayuda un montonazo cuando el libro esta empezandoo ♥ Gracias y nos vemos en la nota del final:)
| CAPÍTULO 8 |
AGGIE.
¿Quién demonios piensa que es este imbécil?
Doy un paso hacia adelante, quitando mi espalda que estaba incómodamente sintiendo la presión madera de los estantes. Los trofeos tintinean mientras Ashton se va de la habitación enojado.
¿De verdad piensa que va a ser así?
Me echo a correr detrás de él. Lo observo caminar por el pasillo enojado. Antes de que pueda desaparecer por las escaleras, acelero y cuando lo tengo cerca, no estoy pensando mucho. Solo en lo enojada que estoy por todo lo que me dijo. Es por eso que no medito mucho mi decisión de estirarme y cerrar mi mano sobre su cabello, tironeando sus mechones como si hubiéramos vuelto al jardín de infantes.
Ashton sisea sorprendido cuando tiro de su cabello y lo obligo a voltear. Lo suelto una vez que está quieto y escondo mi mano detrás de mí como si no supiera que fui yo.
—¿Acabas de...? —inquiere Ashton y parpadea sorprendido. Lo ignoro. Ni siquiera yo sé que acaba de pasar.
—No tenías ningún derecho de hablarme así en la habitación —espeto, recobrando mi enojo y me cruzo de brazos—. Hice lo que tenía que hacer para detenerte.
Ashton frunce el ceño enfadado y está por contestarme cuando alguien atrás de él aclara su garganta. Los dos volteamos rápido y encontramos a Caroline, la hermana de Ashton, quien claramente vio todo lo que acaba de suceder.
Trago saliva y siento mis mejillas enrojecerse. Una cosa es tirar del pelo de Ashton como si fuera una niña en el preescolar enojada con su enemiga, a solas. Que me vea su familia hacerlo es vergonzoso. Dios, ¿qué va a pensar de mí?
—La cena está lista —anuncia en un tono extrañado. Probablemente pensando que su hermano está viviendo con una loca.
Ashton aprovecha este momento para asentir y escaparse, dejándome a solas con Caroline. Fantástico. Este imbécil sigue empeñandose en que me enoje con él más y más.
Ella me mira unos segundos. Se parece mucho a Lauren, y solo un poco a Ashton. Comparten el mismo cabello color oscuro, solo que ella se lo aclaró en algunas partes y también esos ojos que no se deciden entre verdes y marrones.
Estoy segura de que va a regañarme cuando simplemente suspira y se alza de hombros..
—Mi hermano es todo un trabajo. No te culpo —dice simplemente antes de voltear y seguirlo.
Respiro hondo. Acomodo mi cabello y bajo las escaleras.
La cena transcurre sin problemas. Ashton se niega a siquiera mirarme, así que entablo conversación con su familia mientras él juega a ser un niño que está molesto porque le quitaron su juguete favorito.
Si su familia se dio cuenta del cambio de humor de Ashton, debe ser normal porque no dicen nada.
Horas más tarde, estamos saliendo de la casa de Lauren y Richard. Ashton mantiene el silencio y no dice nada. No en el camino hasta el auto, tampoco durante el viaje de vuelta. Me niego a ser la que empiece la conversación porque es su culpa, tiene que reconocerlo.
De vuelta en el departamento, el gato nos recibe sentado al lado de dos almohadones destrozados. Eran mis favoritos. Respiro profundo para mantener la paciencia. Al parecer no le gustó el paseo de hoy. O no le gustaron los almohadones, quién demonios sabe. No tengo fuerzas para lidiar con esto.
El silencio nos sigue hasta que me encierro en mi habitación. Apoyo mi frente contra la pared más cercana y suspiro mientras mi cabeza repite la conversación en su habitación. Solo le pregunté si fue así como pasó, cosa que ya sé que fue pero quería oírlo de su parte.
Y pensándolo bien, tal vez la pregunta haya sido demasiado brusca, porque el tema claramente es sensible pero esa no es manera de reaccionar.
***
A la mañana siguiente, hago todo lo posible para evitar a Ashton. Me despierto dos horas antes de lo normal. Ni siquiera me quedo para mi café, vistiéndome rápidamente con mi ropa para correr y saliendo del departamento como si estuviera en llamas. La razón por la cual lo estoy evitando es simple. Estoy enojada y no quiero verlo hasta que se disculpe, cosa que no veo que suceda en un futuro cercano.
Paso toda la mañana afuera. Corro el mismo camino de siempre, desayuno en un lugar por la ciudad que no había probado antes y me paso un buen rato en mi celular investigando la universidad a la que empezaré a asistir después del receso de invierno, lo cual me lleva a otro tema aún más cansador que Ashton y sus dramas. Mis padres no me incluyeron en sus planes de este año, lo cual era de esperarse pero eso no quita que siga doliendo. Pasarán Navidad en Nueva York como todos los años y Año Nuevo en París. París es como su segunda casa, siempre están allí cuando no están en... Quién sabe. Es su trabajo. Papá tiene una compañía de marketing que se especializa mayormente en marcas de alta costura y su oficina principal está en París. Mamá tiene un título en Letras o algo así, pero se despidió de él cuando conoció a papá.
Supongo que asumen que estaré en Nueva York para Navidad. Están equivocados, lo último que quiero es pasar las fiestas allí, pretendiendo una sonrisa mientras me paseo por una fiesta aburrida en un vestido incómodo. La diversión de pasar Navidad allí era pasarlo con mis amigos, cuando todos nos quedábamos en el penthouse de mis padres y parecía que era el mundo contra nosotros. Fueron esas pocas veces que Navidad se sintió como dicen que se tiene que sentir, cómodo y cálido. Nada de fiestas pretenciosas, nada de soportar a personas que no queremos, simplemente nosotros cenando juntos y charlando después de haber pasado el día entero en el orfanato que empezamos a visitar cuando teníamos 16.
Pero el grupo de amigos ya no existe. Cada uno se fue por su lado y ahora me toca pasar Navidad en San Francisco. Sola. Mi plan de ir a Miami se evaporó cuando me di cuenta de que no tengo a nadie en la ciudad. Quinn viajará a Nueva York con toda su familia.
Está bien, no necesito a nadie. Puedo pasar las fiestas sola. Nada que una maratón de películas y mucha comida no pueda solucionar.
Suelto un gruñido y entierro mis rostro en mis manos al recordar que también tengo que lidiar con Ashton Hawthorne.
Maldigo el día que decidí que un desconocido se mudara a mi departamento pensando que sería una buena idea. Solo estaba queriendo hacer algo bueno, ¿y así es como me paga Ashton?
Es cerca de la hora del almuerzo cuando decido volver. Llegué a la obvia conclusión de que no puedo seguir evitando mi propio departamento. Al entrar, desgraciadamente encuentro a Ashton en la sala de estar viendo televisión en el sofá mientras el gato duerme en su regazo
Gira a mirarme brevemente antes de volver su vista a la pantalla como si no existiera.
De verdad cree que no hay nada malo con su reacción de ayer. O si sabe que hay algo malo, no le importa. Detesto a ese tipo de personas. Cometiste un error. Admítelo y pide disculpas, no es nada de otro mundo y es frustrante que Ashton no sea capaz de hacerlo.
Niego con la cabeza y voy directo a mi habitación.
Me doy una ducha rápida para quitar el sudor, por suerte me toca lavar mi cabello mañana y no hoy. Me lanzo a mi cama agotada. Levantarme dos horas más temprano parece cobrar factura porque cierro mis ojos dos segundos y es suficiente para que me duerma.
No sé cuánto tiempo pasó durmiendo cuando tocan la puerta. Sueño bastante ligero así que eso es todo lo que toma para despertarme. Espero, pensando que fue solo mi imaginación.
—Rubiecita, preparé el almuerzo. —me avisa Ashton desde el otro lado. Nop, no mi imaginación.
¿"Rubiecita, preparé el almuerzo"?
Cierro mis ojos y paso una mano por mi rostro.
—¡Vete a la mierda! —exclamo.
—Aggie, no seas inmadura. Tienes que comer y...—
Es cuando tengo suficiente. ¿Que no sea inmadura?
Me levanto de la cama de un salto y abro la puerta para ver a un Ashton que intenta lucir inocente. Tiene la boca entreabierta porque sus planes eran seguir hablando.
—¿Es en serio? —espeto aún sujetándome de la puerta porque tengo miedo a hacer algo drástico, como volver a tironear de su cabello. Aunque pensándolo bien, tal vez no sea una mala idea—. ¡¿Después de lo que me dijiste ayer, vienes a decirme que preparaste el almuerzo?!
Ashton parpadea confundido. En sus ojos no veo ni una pizca de reconocimiento.
—¡¿Y actúas como si no supieras lo que está mal?! —exclamo lanzando mis brazos al aire, sin importar que parezca una loca. Ashton se merece cada pedazo de mi ira y mi locura en estos momentos.
Arquea una ceja.
—¿Hablas sobre cómo te dije que no te metas en mi vida privada? —inquiere.
—¡No! —vocifero y para probar mi punto, planto mis manos en sus hombros y lo empujo. Lo agarra por sorpresa porque retrocede—. ¡Hablo sobre como me acorralaste contra la pared y me amenazaste! —vuelvo a empujar hasta que su espalda choca contra la pared, tal como esperaba. Pagar con la misma moneda y todas esas cosas—. ¡No es manera de tratar a la gente! ¡No es manera de tratarme!
Estoy por golpearlo para seguir probando mi punto, pero esta vez Ashton lee mis intenciones y atrapa mis muñecas en el aire antes de que pueda tocarlo. Apenas registro cuando de un fuerte tirón, me hace girar hasta que mi espalda está contra la pared y él es quien tiene las riendas de la situación.
Y cuando pensaba que no podía enojarme más, Ashton me prueba lo contrario.
—¡Imbécil! —exclamo intentando librarme aunque estoy segura de que luzco como una lombriz revolviéndome—. ¡No puedes usar tu fuerza a tu ventaja!
—¿Puedes hacer silencio? —inquiere en un tono aburrido—. Los vecinos van a llamar a la policía.
—¡Que lo hagan! —vuelvo a gritar más fuerte y continuo haciendo fuerza para que me suelte. Es inútil. Esta es una señal para volver al gimnasio y empezar a construir músculo para poder romperle un par de huesos a Ashton.
Mi cabeza se ilumina cuando se me ocurre levantar mi rodilla para golpearlo en su entrepierna y que me suelte. Subo la rodilla totalmente convencida de mi idea hasta que la pierna de Ashton empuja la mía para evitar que lo haga. ¿Qué se supone que es esto? ¿Es un ninja y apenas me entero?
Tal vez no sea mala idea que venga la policía.
Con todas mis fuerzas, empiezo a gritar como si me estuvieran asesinando. Ashton pone sus ojos en blanco, cansado de mi y cubre mi boca con su mano, ahogando mis gritos.
Si las miradas pudieran matar, Ashton Hawthorne ya estaría muerto.
—¿Podemos hablar sobre esto como dos personas civilizadas? —me pregunta con cuidado.
Sobre mi cadáver.
Sin embargo, decido jugar su juego. Dejo de intentar gritar. Trago saliva y asiento con mi cabeza.
—Voy a soltarte ahora. No hagas nada estúpido —me advierte. Vuelvo a asentir. Lentamente, Ashton quita su mano de mi boca y retrocede un paso, liberándome por completo. Respiro hondo.
Esto no es estúpido, es venganza.
Me echo a correr por el pasillo mientras continuo gritando. No sé cual es mi plan. Tal vez salir del departamento y desaparecer. No sé a dónde llegaré porque hace frío, estoy descalza y solo tengo puestos mi shorts de pijama y una sudadera.
Los planes se evaporan cuando Ashton me sujeta de las piernas y me tira sobre su hombro como si fuera una bolsa de papas. El grito que venía soltando se ahoga en mi garganta porque ahora estoy boca abajo.
—Deberías haber hecho caso —suspira cansado.
—¡Bájame! ¡Ya mismo! —grito y empiezo a pellizcar sus piernas por encima de sus pantalones grises. Si no me quedara una pizca de dignidad, pellizcaría su trasero pero quiero creer que todavía la conservo.
—Como digas.
Suelto un chillido cuando me suelta, pensando que voy a partirme la cabeza contra el suelo. Por suerte caigo sobre el sofá y mi cabeza golpea uno de los almohadones que el gato despedazó ayer y todavía no tiré porque estuve demasiado ocupada evitando a Ashton.
—¿Te vas a quedar quieta o tengo que atarte? —me mira desde arriba con una ceja arqueada. Por la luz que contrasta, sus ojos lucen oscuros y amenazadores. ¿Es parte de su plan para intimidarme?
Suelto un bufido y me cruzo de brazos.
—Te sigues comportando como un imbécil —anuncio.
—¿Alguna vez dije que no lo fuera? —cuestiona.
Hago el intento de sentarme en el sofá pero Ashton hace algo inesperado. Se agacha, y cuando pienso que es para tocarme e inmovilizarme, levanta al gato que no sabía que estaba cerca y lo deja encima de mi estómago.
Toso por el repentino peso.
El gato me mira con ojos que están gritando que va a arañarme a la primera oportunidad que tenga.
Tengo que admitir que es una buena jugada.
—Ahora sí podemos hablar —resopla Ashton y con una mano, corre mis piernas logrando que me estremezca y se sienta en el borde del sofá. Pone una mano sobre el gato para acariciarlo y que se quede allí.
—No vamos a hablar. Tú vas a pedirme disculpas —declaro sin mover siquiera un pelo en caso de que el gato decida que ya he vivido suficiente.
Ashton entrecierra sus ojos. Creo que lo que más odio de la situación es que haga lo que haga, Ashton Hawthorne es demasiado atractivo para mi bien. Es difícil mantenerse enojada cuando luce como si lo hubieran sacado de un catálogo de modelos. Por no hablar de sus tatuajes y la actitud despreocupada de "me importa una mierda todo" que tiene. Es diferente a todos los chicos que conocí en el pasado y me enfurece.
Se da cuenta de cómo lo estoy mirando y arquea sus cejas.
—Cuidado, Aggie, se te cae la saliva —comenta burlón y para marcar lo que dice, se estira a pasar su pulgar por la comisura de mis labios, sujetando mi mandíbula con el resto de su mano. Ignoro cómo mi cuerpo entero se calienta y probablemente mis mejillas luzcan como dos tomates. Reacciono rápido y muerdo la punta de su pulgar, haciendo que sisee del dolor y quite su mano de mi rostro —. Eres peor que el gato.
Me alzo de hombros. Cruzo mis piernas.
—Quiero escuchar tus disculpas.
El gato se remueve en mi estómago y mis pelos se ponen de punta. Por suerte es solo para ponerse más cómodo. Al parecer tiene planeado quedarse aquí mucho tiempo.
Ashton suspira y vuelvo mi atención a él.
—Tal vez esa no haya sido la mejor manera de decir las cosas, pero... —declara y tengo que morderme la lengua para no gritarle—. Ya sabías la respuesta a esa pregunta. Y si sabes la respuesta, sabes que es un tema complicado. Por lo menos, sabes sobre que no preguntarme. Además, no actúes como si tu no hubieras reaccionado igual.
Frunzo el ceño.
—¡Por supuesto que no!
El gato sisea en mi dirección como si ahora fuera el protector de Ashton el poderoso, y yo la amenaza.
—¿No? —inquiere con humor y niega con la cabeza—. ¿Y si te pregunto por tu ex novio? ¿Qué pasó con él? ¿Por qué rompieron? ¿Por qué te mudaste a San Francisco realmente? ¿Por qué estás sola y no tienes ningún amigo? ¿Dónde demonios están tus padres?
Aprieto mi mandíbula porque cada pregunta se siente como un corte en mi corazón.
Ashton me mira por unos segundos antes de darme una mirada que dice: "¿Ahora lo ves?"
—Es lo que decía —habla luego de darse cuenta del entendimiento en mi mirada—. Ambos tenemos cosas privadas de las que nos duele hablar. No hay que presionar.
Muerdo el interior de mi mejilla. Detesto darle la razón. Ashton tiene un punto.
Hay secretos que es mejor mantenerlos escondidos. Él lo sabe. Yo lo sé. No hacen falta más aclaraciones.
—Ahora, —anuncia, y por fin levanta al gato de encima de mí y lo deja en el suelo—. Dije que había preparado el almuerzo. Andando que se enfría.
***
ASHTON.
Desde mi conversación con Aggie, las cosas se tornan más tranquilas. Defino "tranquilas" a que ya no me mira como si quisiera asesinarme con sus propias manos. Ese día, ambos llegamos a un acuerdo. Yo no presiono por respuestas que ella no quiere darme y ella tampoco.
Y si nos ponemos más exactos, Aggie sabe más de mí que yo de ella. No es como si pudiera quejarse.
Así es como transcurre una semana sin complicaciones y caigo en una rutina. Gimnasio por las noches, sesiones con Xavier dos veces por semana, reuniones semanales de AA, algunos almuerzos con mamá y sacar a pasear al gato. Lo cual es completamente ridículo y recibo más de una mirada rara, pero por lo menos puedo decir que está adelgazando. Me tocó llevarlo al veterinario hace unos días y el doctor está contento con su progreso.
¿Quién diría que tener un gato gordo es tan cansador?
Vuelvo del gimnasio después de dos horas intensas. Es tarde, quizás sean las nueve de la noche. Así que lo último que espero al regresar es que Aggie no esté. Nuestras rutinas hacen que generalmente no nos crucemos. Una que otra vez comemos en silencio algún almuerzo pero por mis horarios, siempre ceno tarde y Aggie temprano.
Y para esta hora, Aggie está tirada en el sofá mientras ve unos de esos reality shows totalmente estúpidos.
Estoy por enviarle el primer mensaje de texto en nuestra historia para preguntarle dónde está cuando la puerta se abre justo detrás de mí. Volteo y encuentro a Aggie cargando un montón de bolsas.
—Oh, estás aquí —apunta lo evidente. No pregunta, simplemente me entrega las bolsas para que la ayude. Al parecer la princesita estuvo de compras. Llegamos a su habitación y las dejo en el suelo. Es la segunda vez que estoy dentro de su espacio y me causa curiosidad. Siempre mantiene la puerta cerrada porque al gato le encanta romper cada objeto y almohadón que posee Aggie. Es gracioso y a veces dejo la puerta abierta a propósito.
Sigo con mi ropa sudada que consiste en una camiseta sin mangas y shorts deportivos. No pasa desapercibido como Aggie observa con atención mis tatuajes mientras le echo un vistazo no muy sutil a sus cosas. Al ser invierno, nunca tiene una buena chance de verme sin una sudadera. Sé que tiene curiosidad de ver más de cerca el diseño pero no es algo que vaya a mostrarle. Me cruzo de brazos para que no los vea y volteo hacia la cocina. Tengo sed. A mis espaldas, Aggie suelta un bufido casi inaudible.
—¿Cuándo ibas a decirme que mañana es tu cumpleaños? —espeta de repente.
Me pregunto si en algún momento dejaremos de tener estas conversaciones que más que otra cosa, son discusiones disfrazadas. Abro el refrigerador y saco la primera botella de agua que veo, la destapo mientras observo a Aggie apoyarse en la isla.
—¿Por qué tendría que decirte eso? —inquiero antes de beber.
Dios. Por lo menos antes disimulaba. Ahora creo que no se preocupa demasiado porque es como si estuviera absorta en los movimientos de mi garganta.
—Porque es tu cumpleaños —carraspea y se alza de hombros.
—Así es. —murmuro—. ¿Cómo lo sabes?
—Tu madre—responde a lo que frunzo el ceño.
—¿Se hablan?
Aggie asiente. Se acerca al sector donde estoy y abre un estante. Tiene que ponerse de puntitas para sacar unos paquetes de M&M. Tengo que mirar al techo para no observar como su suéter se sube, enseñando un pedazo de su cintura.
Vivir con Aggie a veces se siente como un juego olímpico.
—Hablamos cada tanto. Intercambiamos números el día que me trataste mal.
No puedo evitar reírme. Si hubieran premios a personas resentidas, ya sé quién tendría el primer puesto.
—¿Y de qué hablan? —le pregunto.
—De ti, de compras, recetas, lo que sea. Le enseñé a usar TikTok y ahora nos pasamos TikToks.
Simplemente perfecto. Aprieto el puente de mi nariz con fuerzas. Tengo que tener una seria conversación con mamá.
—Y me dijo que Caroline regresa mañana a la ciudad con su novio porque nunca pasaron un cumpleaños separados —me cuenta lo que ya sé—. Es tierno.
Pongo mis ojos en blanco.
—Si tú dices —repongo.
Es verdad. Desde el día que nacimos, Caroline y yo nunca pasamos un cumpleaños separados. Ni siquiera cuando estábamos en universidades diferentes. Tal vez sea tonto. No, me corrijo. Es tonto. Pero es una tradición que nunca rompimos.
Sin embargo, siento mi piel darse vuelta y torcerse cuando recuerdo que hace unos meses, estaba tan seguro de querer dejar atrás la tradición, de querer dejar todo atrás y dejar a mi hermana melliza llorando en todos sus cumpleaños porque la conozco. El recordatorio de que nunca más estaré con ella va a pesarle todos los días pero especialmente en nuestro cumpleaños.
Es así como mi humor termina derramándose por completo. Recuerdo que Aggie sigue en la cocina. Me está mirando expectante, queriendo saber cada detalle que pasa por mi cabeza.
—Voy a ducharme —anuncio y salgo de la cocina porque lo último que quiero es seguir hablando de mi cumpleaños.
Me encierro en el baño y enciendo la ducha. Estoy actuando en automático cuando me despojo de mi ropa y dejo que el agua caliente caiga sobre mi espalda.
Soy un egoísta.
No pensé. No pensé en nada más que terminar mi sufrimiento, los años de dolor y hacer que todo sea silencio. No pensé en que terminar mi sufrimiento sería el comienzo del de Caroline. Mi hermana no se merece eso, no se merece pasar una vida llorando a su hermano que decidió tomar el camino fácil y quitarse la vida.
Cierro mis ojos con fuerzas y cuento hasta diez, como vengo haciendo desde que soy niño. Intentando ahuyentar a mi imaginación que me quiere hacer saber cómo habrá sido una realidad en la que nadie me haya rescatado ese día y me haya perdido en la profundidad del océano.
Caroline parece ser fuerte y tener todo bajo control, pero debajo de esa fachada hay una niña con sentimientos intensos y sensibles. Lo sé porque después de ese día, me desperté en el hospital por sus llantos. Tenía su mano entrelazada con la mía, su cabeza enterrada en el borde de la cama mientras lloraba y lloraba, susurrando que nunca más me dejaría, que todo saldría bien.
Lo primero que sentí al despertar fue mi corazón partiéndose. Caroline nunca llora. Y sin embargo, ahí estaba, luciendo más pequeña que nunca, aferrándose de mi mano con fuerzas como si hubiera algo que me estuviera tirando lejos de ella.
Hay muchas cosas en mi vida que nunca voy a olvidar por más que quiera e intente, y Caroline en ese estado es una de ellas.
Pretendí seguir durmiendo hasta que Carolina dejó de llorar. Parecían haber sido horas. Se acercó a dejar un beso sobre mi frente y me dijo algo que me quedó grabado: "No sé qué sucedió, ni por qué, pero lo que te duele a ti, me duele a mi. Nunca más vas a sentirte así, Ashton-ton, te lo prometo"
Al día siguiente, cuando mamá y un psiquiatra vinieron a hablarme sobre el centro de rehabilitación, solo pude decir que sí. Mamá estaba esperando a que ponga resistencia y me niegue, pero la realidad es que estaba cansado. Cansado de pretender que estoy bien. Cansado de negar ayuda, y más que nada, completamente roto por Caroline.
Las palabras no fueron necesarias. No cuando asentí y firmé los papeles. Tampoco cuando mamá me vio por primera vez después de lo que pasó.
Ella sabe. Las señales siempre estuvieron ahí, desde que soy un niño y es por eso que paga psicólogos desde que tengo memoria. Sabe que soy excelente nadando, que tengo premios y premios por natación, por surf, que estar en el agua es como una segunda casa. Sabe que no nadar fue una decisión, que beber toda esa botella de alcohol también. Sabe que antes de ese día, durante dos semanas no tuve ni un día sobrio.
Sabe, pero al mismo tiempo no.
El agua se torna fría en algún momento y sé que tengo que salir. Tengo que enfrentar el mundo como sea, por más que duela, por más que no quiera. Y tengo que hacerlo sin una gota de alcohol, a pesar de que rehabilitación haya ayudado en ese aspecto, y sigo yendo semanalmente a reuniones, hay momentos en los que solo quiero beber algo y olvidarme de que el resto del mundo existe y tengo que existir.
Me envuelvo en una toalla y me cruzo a mi habitación. Puedo escuchar a Aggie en la cocina, seguramente preparándose su cena. Me encierro en mi habitación y luego de cambiarme a unos shorts deportivos, me tiro a mi cama y marco el número de la persona que sé que va a entenderme por más cabeza dura que sea.
Tan solo dos tonos después, su voz me recibe.
—Xavier —suelto casi en un tono aburrido y sintiendo un gusto amargo en mi boca porque odio tener que doblar mi orgullo—. Necesito hablar.
Es la primera vez que lo llamo así desde que volvió a atenderme. Solo hice esto dos veces, una cuando tenía 16 y la otra el año siguiente.
—Estaba esperando esta llamada —es lo único que dice en un tono suave—. Cuéntame qué está pasando.
Y eso hago. Durante la siguiente media hora, le hablo sobre Caroline, sobre Aggie y su emoción por nuestro cumpleaños, sobre que mis manos están temblando por ir a la primera tienda y comprar una botella de whiskey, vodka, lo que encuentre.
Para cuando la llamada termina, resoplo y pienso que quizás, pedir ayuda no está tan mal.
***
Nota:
Okay, alguien más quiere abrazar a Ashton?
Me gusta mucho escribir a Aggie y amo la dinámica rara que tiene con Ashton. No se odian, no se quieren, no se soportan pero tampoco se soportan, es entretenido de escribir.
En el proximo capítulo van a conocer a dos personajes nuevos, uno creo que les va a caer bien, el otro no tanto. Ya veremos cómo los escribo.
No tengo nada más para decir, espero que tengan una buena semana:) Si están de vacaciones, DISFRUTEN ESAS VACACIONES. No saben lo que es NO tenerlas.
Love, Cande.
Síganme en mis redes sociales para adelantos y cositas, idk
--Si están pasando por algo como Ashton o se sienten mal, lo mejor que pueden hacer es pedir ayuda. Siempre habrá alguien dispuesto a escuchar por más que pienses que no. Si conoces a alguien que puede estar pasándola mal, aprende a reconocer las señales de depresión para poder ayudar (persistente estado de ánimo triste, cambio en los hábitos de sueño, reducción/aumento del apetito, irritabilidad, perdida de energía, dificultad para concentrarse o para disfrutar cosa que antes sí disfrutaba). Chequeen con sus amigos, pregúntenles como están, pueden llegar a hacerle el día a alguien. Uno nunca sabe.
Centro de Asistencia al Suicida
Horario: de 8 a 00 hs. Idioma: Español
(011) 5275-1135
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