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Capítulo 7

Ya sé que hoy no nos toca pero,

YYYYYY

POR FIN CAMPEONES.

Soy una persona que cumple lo que dice así que... Festejemos con Ashton y Aggie domésticos y LA TENSIÓN POR DIOS, LA TENSIÓN.



| CAPÍTULO 7 |


"They say all good boys go to Heaven
But bad boys bring Heaven to you"

Traducción.

"Dicen que todos los chicos buenos van al Cielo,
pero los chicos malos te traen el Cielo a ti."

—Heaven, Julia Michaels

AGGIE.

Tal vez sea solo yo, pero siento que siempre hay algo extraño en subirte a un auto con alguien por primera vez.

Ashton le quita el seguro con su llave, y un reluciente Range Rover negro tintinea sus luces. Alzo mis cejas sorprendida y no puedo evitar soltar un silbido. No sé mucho de autos pero sé que este es uno costoso. Es último modelo. Básicamente el primer auto de todo chico de dieciséis que es de donde vengo.

A mi lado, Ashton simplemente niega con la cabeza. Me subo en el asiento delantero, observando lo limpio que está el interior.

—¿Hace cuanto lo tienes? —pregunto pasando un dedo por el cuero que huele a nuevo.

—Un año —contesta desinteresado.

Eso lo explica.

Ashton enciende el auto y su Bluetooth se conecta. Lo primero que empieza a sonar es una canción de The Neighbourhood. Salimos del estacionamiento rápidamente. Es la primera vez que estoy aquí abajo así que observo mi alrededor con interés.

—Míranos, haciendo mierda doméstica —Ashton resopla mientras nos internamos por las calles.

—A menos que quieras pasar hambre, es lo que hay que hacer.

—Generalmente ordeno mis compras por Internet —responde. Nos detenemos en un semáforo en rojo, el tamborilea sus dedos contra el volante al ritmo de Cry Baby.

Pienso que se dirigirá al supermercado que tenemos a unas cuantas cuadras pero me sorprende cuando dobla en un Starbucks y se mete en la fila para autos.

—¿Qué hacemos aquí?

—No desayunaste —apunta lo obvio. Frunzo el ceño, algo asombrada con que se haya percatado de ese detalle.

—Planeaba hacerlo cuando volvamos —aclaro mi garganta para ocultar mi sorpresa.

—A eso se le dice almuerzo —voltea a mirarme con una ceja alzada.

Tan solo dos autos después, es nuestro turno. Estoy por decirle a Ashton qué ordenar por mi cuando él apoya su espalda por completo en el asiento y con un gesto con la cabeza, me indica que me estire a hablar. Por supuesto.

Tendría que haber pensado esto antes.

—Hola, bienvenidos a Starbucks, ¿qué van a ordenar hoy? —inquiere una voz melódica.

Estoy indecisa por unos segundos. ¿Tal vez sea mejor gritar desde aquí? No. Solo voy a humillarme más. Decido ceder a esto y con un suspiro, me quito el cinturón de seguridad y estiro mi cuerpo, ayudándome a mantener el equilibrio al poner una mano sobre la rodilla de Ashton y otra sobre la puerta del auto.

Hablemos de posiciones incómodas.

—¿Ahora no sabes hablar? —mascullo bajo para que solo él me escuche antes de voltear y darle mi orden. Ashton también agrega algo, y en ese tiempo solo me concentro en el calor de su cuerpo, en que estoy tocando su pierna y en la cercanía de su rostro con el mismo.

Esto es una mala idea.

Vuelvo a mi asiento y ajusto mi cinturón de nuevo como si eso fuera a ayudar mis nervios.

Ashton actúa como si esto fuera algo que hiciéramos todos los días. Pasamos a la siguiente ventana. Estoy sacando dinero cuando Ashton simplemente revuelve su bolsillo, saca un par de billetes y paga por ambos.

Le entrego mi dinero una vez que seguimos avanzamos. Ashton mira los billetes por unos segundos antes de mirarme y negar con la cabeza.

—Mi idea, yo pago.

—No quiero que sea costumbre.

—¿Desayunar? —inquiere incrédulo y solo para tomarme el pelo—. Es la comida más importante del día, rubiecita.

—Que pagues por mí —replico en un tono aburrido.

—No es para tanto. Es un café y un muffin, nadie va a morirse —suspira—. Pero si te sirve de algo, puedes pagar la próxima vez.

Entrecierro mis ojos y asiento, volviendo a guardar el dinero.

Minutos después, tengo un café caliente y un muffin enorme en mi mano. No sabía cuánta hambre tenía hasta ahora. Prácticamente lo como en segundos, haciendo que Ashton se ría y apunte que tenía razón.

Para cuando estacionamos en el supermercado, no queda ni una migaja, solo café.

—Andando —ordeno, sintiendo la patada de energía recorrer mi cuerpo gracias a la cafeína. Ashton está mucho más calmado que yo y se nota por sus movimientos. Este es mi segundo café de la mañana así que lo último que sucede en mi cuerpo es calma.

—¿Qué se supone que debo esperar esta noche? —le pregunto. Agarro el primer carro que veo en la fila, y se lo entrego a Ashton. Detesto ir empujándolo.

—Muchas preguntas. —resume él. Al entrar, observo lo grande que es el lugar. Dudo que terminemos en la próxima hora. Hace falta comprar de todo. Desde que llegué a San Francisco solo hice las compras una vez.

—¿Qué clase de preguntas?

—Imagínate un interrogatorio.

—Eso me deja tan tranquila —murmuro empezando a observar los productos en los estantes. Empezamos en el pasillo de limpieza. Antes de irme a vivir a Cambridge, le pedí a Gloria que me diga todos los productos que debería comprar porque siendo honesta, la única limpieza que hacía era a mi habitación de vez en cuando. Pero ahora soy una persona nueva. Tengo un día designado a la semana para limpiar.

Empiezo a echar en el carro los productos de siempre.

—Caroline y mi madre van a caerte bien. Y bueno, Richard... —escupe con odio.

—¿Richard Meyer? ¿Qué te hizo ese hombre para que digas su nombre así?

—¿Existir? —se alza de hombros, estando recargado sobre el carro y observando como me muevo para buscar las cosas. Avanzamos al siguiente pasillo.

—Deberías darle una oportunidad —digo observando mis alrededores en busca de algo que necesitemos—. Richard es un buen hombre.

—¿Lo conoces?

—No personalmente. Nunca tuvimos la oportunidad de cruzarnos porque no vive con Quinn desde que ella tiene 16 que fue cuando la conocí —explico—. Pero sabemos de la existencia del otro.

—¿Y entonces cómo sabes que es un buen hombre? —cuestiona desafiante.

Dios. Ashton desconfía hasta de su propia sombra.

—Por Quinn. Sé que es un padre excelente con ella —digo, recordando todas las veces que Quinn me habló de su padre y sentí envidia arremolinándose en mi estómago porque siempre quise tener una relación así.

—Mhm —murmura nada convencido y sé que no lo haré cambiar de opinión así que dejo el tema atrás.

Pasamos la siguiente hora eligiendo productos. Como esperaba, discutimos en cada pasillo. Por cualquier razón. Desde la marca de los fideos hasta el color de las alfombras del baño. Ir de compras con alguien te da un amplio pantallazo a la persona. Por ejemplo, Ashton prefiere los condimentos más picantes, Coca Cola antes que Pepsi, queso Cheddar, no el normal, su fruta favorita son las manzanas y puso en el carro una ridícula cantidad de jugo de naranja. ¿Quién demonios bebe tanto jugo de naranja?

—Shsh, este momento es decisivo —espeto cuando nos detenemos en el pasillo de higiene femenino. Ashton me mira aburrido.

—Es todo lo mismo.

—No lo es, cállate —espeto.

Me paso cinco minutos intentando encontrar mi marca de siempre y trato de llenar el carro para poder cubrir los próximos tres periodos. Las cremas que uso no las venden en supermercados pero nunca viene mal tener repuestos.

—¿Quién necesita tanta mierda? —bufa.

—¿Y tú? No veo ni un solo desodorante en el maldito carro. Si vas a vivir conmigo, no puedes tener olor a podrido.

Ashton entrecierra sus ojos, claramente queriendo asesinarme. Estoy por voltear para seguir nuestro recorrido como si nada cuando una risa a la distancia hace que preste atención. Es una señora, probablemente en sus setenta y tantos años. Se sujeta de un bastón mientras intenta decidir entre un producto para el rostro y otro.

—Lo siento —dice cuando nota que nos dimos cuenta de que se está riendo de nosotros—. Es solo que... Esas peleas de recién casados me causan gracia. Por poco olvidaba lo que eran.

Ashton frunce el ceño como si estuviera ofendido. Esta por abrir su boca y seguro para decir algo hiriente. Rápidamente doy dos pasos hacia él y le piso el pie para que no hable. La señora voltea por completo hacia nosotros y puedo ver la mirada nostálgica detrás de sus gafas. Estoy segura de que está recordando a alguien que probablemente ya no esté en su vida. Ashton y yo la hicimos recordar.

—Nos casamos el mes pasado. Acabamos de volver de nuestra Luna de Miel —miento con una sonrisa y paso un brazo detrás del cuerpo de Ashton, pegándome a él. Su cuerpo se pone tenso por unos segundos antes de relajarse y seguirme la corriente.

Era mentira lo del olor.

Ashton huele demasiado bien.

—Los primeros meses son caóticos. Los recuerdo como si fueran ayer —niega con la cabeza y sonríe nostálgica.

—¿Hace cuanto está casada? —le pregunto al percatar el anillo que sigue llevando en su dedo.

—Este año serían 58 años —responde—. Mi esposo falleció hace diez.

—Lo siento tanto —murmuro—. ¿Algún consejo que tengas para nosotros?

—Nunca se vayan a dormir enojados —es lo primero que dice—. Y nunca se den por sentado. Todos los días son un regalo, apréciense y cuídense mucho. Uno nunca sabe lo que puede pasar.

Trago saliva y asiento. Por alguna razón, sus palabras me golpean fuerte. Por más que esto sea una farsa.

***

Ashton me pregunta sobre la escena recién cuando llegamos al departamento.

—No lo sé —respondo alzándome de hombros mientras busco con la mirada al gato. Es momento de su paseo para ejercitarlo. Si hay algo vergonzoso en este mundo además de caerte en medio de la calle es tener que pasear a un gato con una correa—. Sentí que la señora necesitaba un buen momento.

—¿Una mentira, quieres decir?

—Pero ella no lo sabe. Solo sabe que nos ayudó con su consejo y se río con nosotros.

—Pero... ¿Por qué? —cuestiona, como si el simple pensamiento de hacer a alguien feliz fuera totalmente ilógico. Aunque, si soy franca, esa debe ser la visión de Ashton al mundo.

—Porque se sintió bien. Hay que hacer las cosas porque se sienten bien. Fin de la historia

Cargamos las bolsas hasta la cocina y empezamos a guardar todo. Mientras Ashton se ocupa de eso, le doy de comer al gato y recargo su agua. Saco de la bolsa el nuevo juguete que le compré. Es un pulpito. Lo mira con desdén antes de girar y buscar su pelota de siempre.

Suspiro.

Algún día, gato, algún día.

***

ASHTON.

Giro en una esquina y empiezo a reducir la velocidad para estacionar en frente de la casa de mamá y Richard.

Aggie suelta un suspiro casi inaudible. Está nerviosa. Lo cual me parece gracioso porque intentó asegurarme veinte veces que no lo esta. Se cambió de ropa dos veces antes de decidirse en jeans negros, un suéter color crema y un abrigo oscuro. Todo el atuendo la hace lucir como la niña buena que nunca mató a una mosca. No sé qué quiere lograr con esa mentira.

No digo nada. Ni siquiera cuando termino de estacionar y quito las llaves de la camioneta. Si fuera un mejor tipo, tal vez le diría que no tiene de qué preocuparse. Pero no lo soy.

—Andando, rubiecita —ordeno y me bajo de la camioneta.

Ella me sigue rápidamente mientras subo los escalones del porche de la casa. Toco el timbre y espero. Aggie mueve sus botas incómoda. Son diferentes a la de esta mañana. No quiero saber qué tan grande es su armario.

—Mierda. ¿No deberíamos haber traído algo? —sisea al darse cuenta.

Sin darme tiempo de responder, la puerta se abre y mamá nos sonríe de oreja a oreja al vernos. Primero me da el abrazo más fuerte del mundo y palmea mi espalda varias veces.

—Por fin. La comida ya está lista —anuncia. Se separa de mi y vuelca toda su atención en Aggie—. Hola, soy Lauren. ¿Cómo estás?

Aggie parpadea y le devuelve la sonrisa.

—Un gusto conocerla, soy Aggie —se presenta. Estira una mano para saludarla pero mamá usa esa mano para atraerla de un tirón y darle un abrazo. Aprieto mi mandíbula para no reírme ante el gritito de sorpresa de Aggie. Aún así, se adapta rápido y le devuelve el abrazo.

—Aggie, qué precioso nombre. Es un gusto tenerte en casa —dice mamá en un tono tan dulce que logra empalagarte la lengua.

Está tratando esta situación como si Aggie fuera mi novia por completo..

Ya es demasiado tarde para frenar ese tren.

Mamá nos hace entrar. La casa luce agradable y cálida como siempre. Algo que el departamento que comparto con Aggie no tiene aún. Nos quitamos los abrigos porque dentro hace calor y los dejamos colgados en la entrada.

No sé en qué momento mamá comenzó a parlotearle al oído a Aggie sobre el menú de hoy y lo que cocinó, en un parpadeo, la guía hacia la cocina. Sin mas remedio, las sigo.

Por poco suelto un gruñido exasperado al ver a Caroline en la cocina. Está cerrando la puerta del horno cuando nos escucha acercarnos.

—Ashton- ton —suelta ella, corriendo algunos mechones de su cabello castaño claro, el mismo tono que el mío, hacia atrás. Se limpia las manos con un repasador y se acerca a nosotros. A diferencia de mamá, Caroline saluda primero a Aggie.

Si estuvo hecha un manojo de nervios justo antes de entrar a la casa, ahora no se nota. Sonríe con calma y se presenta con mi hermana, respondiendo todas las preguntas con una educación impecable.

Así que Aggie no solo era la abeja reina, pero señorita perfección.

Le pregunta a mamá si puede ayudar con algo y mamá le da la tarea de terminar de poner la mesa. Mientras ellas se alejan, Caroline se acerca a mí con sus cejas arqueadas.

—Es aún más linda que en fotos —sisea, queriendo que ilusamente caiga en su trampa.

—Pensé que tenías novio, Caroline.

Ella pone sus ojos en blanco y me golpea con el trapo que tiene en la mano.

—Porque pueda apreciar la belleza en algo no significa que quiera acostarme con ese algo.

Finjo un escalofrío.

—No hables de acostarte con nadie conmigo —mascullo con una mueca de asco.

—Dios, Ashton. Tienes que madurar.

—Tú.

—Tú —espeta de nuevo y vuelve a golpearme con el trapo.

Decido que es mejor alejarme de Caroline antes de que siga golpeándome. Encuentro a Lauren y a Aggie poniendo copas sobre la mesa. Empiezo a ayudar también, buscando las cosas que faltan. En ningún segundo ellas me prestan atención, están sumergidas conversando sobre la comida. Parecen dos almas gemelas reencontrándose.

Estoy por preguntar por Richard cuando la duda se resuelve sola al escucharlo entrar. Aparece en el comedor cargando dos bolsas, al parecer fue a hacer las compras de último minuto.

—Ah, estaba esperando esas bolsas —suelta mamá y se acerca a Richard. Se nota que apenas vuelve de trabajar por el maletín que sigue cargando. Mamá recibe las bolsas y saluda a Richard con un beso en la mejilla antes de meterse en la cocina.

Pongo mis ojos en blanco.

Aggie, que está al otro lado de la mesa rectangular, me atrapa en medio del gesto y niega con la cabeza.

—Ashton, Aggie. ¿Cómo se encuentran? Bienvenidos —habla Richard. Se acerca a mí lo suficiente para palmear mi espalda. Respondo con un breve asentimiento. Sigo intentando aclimatarme a este hombre.

Richard pasa a Aggie.

—Aggie, Quinn me ha dicho tantas cosas de ti que diría que te conozco hace años —se ríe extendiéndole su mano, la cual ella por supuesto recibe con una sonrisa.

—Puedo decir lo mismo. Quinn siempre habla de ti, tienen una muy linda relación. Y bueno, luego Liam me contó todo sobre lo bien que la pasó estando aquí y... —de repente, Aggie deja de hablar. Carraspea y noto la incomodidad en sus ojos.

—No te preocupes. También lo extraño a veces —confiesa Richard con una mirada empática.

Siento como si estuviera espiando en una conversación ajena.

—¿Quién es Liam? —interrumpo.

¿Y por qué hablan de él como si estuviera muerto? Solo que eso no digo en voz alta.

—Uhm, el ex de Quinn —contesta Aggie—. Y mi mejor amigo.

¿El ex de Quentin?

¿Qué clase de loco podría soportarla?

Bueno.

Por algo es ex.

Me alzo de hombros desinteresado y vuelvo a la cocina, donde encuentro a Caroline y a mamá cuchicheando entre susurros Como si fueran dos niñas.

—¿Hablando de mí? —inquiero y me recargo contra la encimera. Caroline deja de mezclar la ensalada para mirarme.

—No —miente.

—Así que no solo de mi, pero también de Aggie —concluyo.

—Es una chica muy agradable, Ashton —interrumpe mamá—. Y tú tienes una actitud muy particular. No lo eches a perder.

—Por decima vez, no estamos juntos. ¿Qué puedo llegar a echar a perder? —espeto.

No le voy a decir que estoy seguro de que a Aggie le encanta mi "actitud particular".

—Solo ten cuidado —es su última advertencia—. Ahora, la comida estará en unos minutos. ¿Por qué no le das un tour por la casa a Aggie?

—¿Este lugar se convirtió en el Louvre cuando no me di cuenta? ¿Un tour? —bufo cansado.

Mamá me da una sola mirada asesina y es suficiente para que murmure un "está bien" entre dientes y vaya a buscar a Aggie. La encuentro a mitad de camino, aparentemente estaba dirigiéndose hacia nosotros. No hay rastro de Richard así que supongo que andará por ahí.

Antes de que puedan verla entrar la cocina, la tomo del brazo y hago que retroceda.

—¿Qué te pasa? —espeta intentando librarse de mí. La suelto cuando no estamos en peligro de ser vistos.

—Lo usual. De todo —le respondo en un tono sarcástico—. Ahora, vamos, voy a hacer que conozcas la casa.

—Tienes una manera rara de decir las cosas —murmura pero me sigue.

Primero recorremos el primer piso. Ya estuvo en la sala de estar y en el comedor, así que solo la llevo por un pasillo y le enseño una habitación sin uso y el baño. No le doy tiempo de siquiera entrar cuando continuo con mi tour.

Sería el peor guía turístico del mundo.

La llevo al patio trasero. Las luces están apagadas y ya es de noche, por lo que no se puede ver mucho. No es tan interesante. Hay un juego de sillones, mesas para cuando Richard hace parrilladas afuera y nada más.

—Más lento —pide mientras la guio escaleras arriba.

Suelto una risa por lo bajo.

—Eso es lo que ellas me dicen.

Aggie gruñe y no dice nada más. Esta atrás de mi pero puedo imaginar sus mejillas encendiéndose seguido del ceño fruncido.

—Hay muchas habitaciones —explico vagamente—. Ya sabes que si esto fuera una familia feliz, seríamos cinco personas contando a Quentin y sus hermanos. Pero nunca coincidimos todos.

Me detengo al final del pasillo y abro la puerta, revelando la habitación que fue mía por un día. Le indico a Aggie que pase y cierro la puerta detrás de mí. En una ocasión normal, tal vez ella hubiera pensado dos veces antes de seguirme y entrar pero esta concentrada observando las cosas que no llevé al departamento y dejé aquí. Mamá también terminó de subir las cajas del garage y ahora cubren gran parte del suelo.

—¿Esos trofeos...? —titubea acercándose al estante. Los trofeos y medallas cubren gran parte de la habitación y eso que no son todos. El resto está en casa de mi querido padre en Connecticut. Casa en donde pasé mi infancia hasta mudarme a California para la universidad.

—Surf, natación y otras cosas —me alzo de hombros.

Maldigo mentalmente. Ahora Aggie va a querer saber más, va a tener más preguntas. Preguntas que no puedo responder. No porque no quiera, pero porque la respuesta es dolorosa y no es algo que quiera revivir.

Pasa sus dedos por el trofeo que tiene más cerca. Recuerdo ese. Fue uno de mis torneos más grandes cuando tenía diecisiete. Si bien vivíamos en Connecticut, pasábamos todos nuestros veranos en California. Mi abuela vivía allí y cada fin de semana o vacaciones que podía escapar, su casa era como un refugio. Es allí donde aprendí a surfear apenas teniendo seis años.

Es por eso que elegí una universidad en California.

Ese torneo fue en Los Ángeles, una semana después de que mi abuela muriera. Sentía como si el pecho se me estuviera partiendo en dos pero de todas maneras fui a competir porque ella siempre fue la persona que me apoyó en todo. Más que nada en surf. Cuando era niño me llevaba temprano a la playa, se quedaba viendo como apenas podía subirme a la tabla sin caerme. Fue ella quien pagó todas mis clases y las entradas a los torneos.

Salí en primer lugar. Se sintió mejor que cualquier otra victoria.

Un tipo de felicidad que siento que nunca volveré a tener en mi vida. Un sentimiento eufórico y la sensación de estar realizado y orgulloso de mi.

—¿No...? —murmura y voltea su cuerpo para mirarme—. ¿No volverás?

—No —contesto.

—¿Tienes miedo? —pregunta. No es en un tono burlón o queriendo iniciar una pelea, sino que realmente suena preocupada y curiosa—. Así fue cómo pasó, ¿verdad? ¿Es por eso que no quieres volver?

Eso hace que mi paciencia se termine.

Me acerco a ella en un solo paso. Aggie suelta un jadeo asustada y retrocede todo lo que puede hasta que su espalda golpea el estante de los trofeos. Trata de escapar pero mis reflejos son más rápidos. Pongo mis manos en los costados de su cuerpo, agarrando el estante y encerrándola entre mis brazos.

Mi intento de asustarla suena estúpido cuando estoy tan cerca de ella que su perfume consigue volverme adicto y solo quiero tenerla aún más cerca. Sin embargo, me controlo cuando mi rostro está a centímetros del suyo. Tengo que bajar la mirada solo un poco por la altura de sus botas.

Relamo mis labios.

—¿Podemos ser amigos? Supongo que sí, con el tiempo, quién sabe. Pero cuando se trata de mi vida privada, tienes que saber que es ahí donde no puedes meterte. No confundas esta relación que tenemos con algo más profundo. No tienes el derecho de preguntar nada de eso. ¿Entendiste?

La respiración de Aggie se entrecorta. Sus labios se abren un poco. Bajo mi mirada a ellos, observando el color rosado que tienen hoy. Lucen tentadores. Y tal vez si la situación fuera diferente y yo una persona distinta, no dudaría siquiera dos segundos en besarla hasta revelar el color natural de sus labios. En seguir empujando hasta que no haya ni un centímetro de distancia entre nosotros. En recorrer con mis manos todo su cuerpo por debajo de su ropa y olvidar que mi familia está abajo.

Sin embargo, esa no es la situación. Y yo no soy otra persona.

Vuelvo la vista a sus ojos azules.

—Te pregunté si entendiste —espeto.

Aggie asiente rápidamente.

Me doy unos instantes de su cercanía antes de dar un paso hacia atrás, liberándola.

No digo nada más. No soy capaz de decir nada más. Simplemente volteo y salgo de la habitación como si estuviera en llamas. Pero en realidad lo que se siente en llamas soy yo.

Suelto el aire que venía conteniendo y vuelvo a respirar profundo. Tan solo unos segundos sin siquiera tocar a Aggie y estoy así. ¿Qué más me espera?


***


Nota:

Y así termina el capítulo de hoy. Yo sé que cada vez tienen más respuestas pero, RECIEN ESTAMOS EMPEZANDO, no voy a mostrar todas mis cartas al principio. ;)

No sé qué mas poner por acá. Síganme en mis redes sociales porque siempre estoy subiendo adelantos y cosas :)

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Love,

Cande.

Nos vemos pronto

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