CAPÍTULO 6
Nota: Hola bestiess <3 No se olviden de votar y comentar, significa un montónnnn ♥
"Yo quiero verte sonreír y que no tengas que mentir
Nos ves que estoy, estoy aquí dejando toda mi verdad
No queda nadie en la ciudad pero por vos me quedo acá"
—Cae el sol, Airbag.
ASHTON.
Hay algo bastante claro.
La miseria atrae la peor compañía.
Lo supe desde siempre.
Mis grupos de amigos, o de gente que creía que eran mis amigos, siempre fue basura tras basura. Inconscientemente, siempre lo supe. Solo que era más fácil ignorarlo, porque la alternativa era estar solo. No. Quizás había otra alternativa. Convertirme en algo mejor y buscarme mejores amigos. Ja.
¿Otra cosa que tengo clara? Basura se junta con basura. Todas las advertencias que mi madre me dio sobre "ten cuidado con la gente con quien te juntas" se esfumaron apenas me di cuenta de que quizás, yo sea la "gente" de la que debería cuidarme.
Volviendo a lo anterior, mi alternativa es estar solo. Lo cual, no me molesta. Sin embargo, hay ciertas situaciones en las que sí.
Por ejemplo, ahora.
—Otra partida —gruñe uno de los tipos con los que estoy. No recuerdo su nombre. Sé que me lo dijo cuando lo conocí hace unas horas, y estoy seguro de que es inventado porque quien demonios le pone a su hijo Broco, Roco, Ronco, no recuerdo.
O tal vez me dijo que ese el nombre de su perro.
—¿Ansioso por recuperar lo perdido? —bromea otro de los sin nombres, el que más dinero se llevó en nuestra partida de Póker.
—Reparte las cartas —ordena el primero. No es de muchas palabras.
—¿Qué hacemos contigo, niño? —cuestiona el que está sosteniendo el maso de cartas—. ¿Te quedas o te vas?
Alzo el vaso medio vacío de mi bebida. Literalmente. Mi bebida. El bar sirve Hawthorne Whiskey, así que pensé, ¿por qué no aprovecharlo? El whiskey no es mi bebida favorita, pero cumple con el trabajo.
Me fijo la hora en el reloj que cuelga de la pared del bar. Está medio caído. Todo en este lugar está medio caído. Aun así, realiza su función más importante. Servir bebida y pasar desapercibido.
Veo que casi son las once de la noche.
Alzo mis cejas sorprendido. ¿En qué momento?
Busco en el bolsillo de mi abrigo mi celular, que ni siquiera me molesté en sacar toda la tarde. Ya saben lo que dicen, con terrible compañía, uno pierde noción del tiempo.
Veo que tengo mensajes viejos de Aggie sin abrir. Más que nada, avisándome que estará en casa de Isabella y preguntando por mí.
—Mierda —carraspeo al darme cuenta de que apenas los veo—. No. Me voy.
—Quédate para una partida más.
—Eso me dijiste la partida anterior. ¿No crees que ya perdí demasiado dinero?
—No luces como alguien que le duela perder dinero.
—Ah, ah —alzo un dedo—. No hay que juzgar. A todos nos duele perder dinero.
¿Un secreto entre nosotros? Soy un jugador de póker de mierda.
Perdí demasiado dinero hoy. Lo cual, en cualquier otro momento, me importaría. Hoy no. Por varías razones. Una de ellas, es que no es mi dinero. Es del idiota de mi padre. Y la segunda, y quizás la más influyente, es la cantidad de alcohol corriendo por mis venas como si fuera una carrera de Fórmula 1.
—Me voy, muchachos —digo—. Nos vemos otro día. Un placer perder todo mi dinero con ustedes.
El que gruñe, hace lo predecible, gruñe. Y el otro simplemente asiente. Lucen como tipos terroríficos, pero no lo son. Conozco mucho peor. Mientras dejes tu dinero donde tengas que dejarlo, todo está bien.
Me levanto de la silla, dándome cuenta de que tambaleo un poco al hacerlo. Es la peor consecuencia de beber sentado. Alzo mi abrigo antes de dirigirme a la puerta, ignorando todas las personas a mi alrededor. El bar comenzó a llenarse más a medida que anocheció. Es un bar de mierda en una parte no muy favorable de la ciudad.
¿Sería mi primera elección de un bar? No. Estoy seguro que no pasa ningún control de sanidad, que tener tanta gente fumando en un espacio cerrado es ilegal y que todas sus bebidas, las sirven aguadas. Son cosas que uno aprende cuando está ocultando algo. Nadie va a buscarme en este lugar.
Después de colocarme mi abrigo, pongo las manos en los bolsillos de él y comienzo a caminar en casa. Son veinte minutos a pie. Perfectos para despejarme un poco.
***
Cuando vuelvo a casa, Aggie no está. Lo cual me preocupa al instante. Son las doce de la noche. Es tarde para que vuelva, y sé que no se llevó mi camioneta. Mierda. Soy un imbécil. Debí haberle respondido los mensajes antes. Hacer lo que hago siempre. Pensar en ella. No lo hice porque no confío en mi forma de escribir mensajes cuando estoy borracho.
Saco mi celular rápidamente.
Yo: Perdón por no responder antes. Estaba ocupado. ¿Sigues en casa de Isabella? ¿Quieres que vaya a buscarte?
Paso las manos por mi cabello, sin sentirme lo suficientemente paciente para esperar una respuesta. ¿Pero qué espero? Si ignoré sus mensajes de antes. No va a responderme.
Me digo que voy a esperar cinco minutos antes de llamarla.
Voy hasta el baño y saco del gabinete mi enjuague bucal. Después de lavarme los dientes, lo uso dos veces antes de volver a guardarlo. Me cambio de ropa, porque si bien mis vicios son solo beber, no fumar, el olor de mis compañeros de póker se impregnó en mi ropa.
Para cuando termino, ya pasaron cinco minutos.
Estoy por llamarla cuando recibo una respuesta,
Rubiecita: Me voy a quedar a dormir.
Yo: ¿Segura? Puedo ir a buscarte.
Se demora en responderme y estoy seguro de que voy a sacarme los pelos cuando mi celular vibra en mis manos.
Rubiecita: Está bien. Ven a buscarme.
Yo: Estoy allí en cinco.
***
AGGIE.
Termino de leer su mensaje y dejo caer mi celular sobre el sofá con un resoplido.
—¿De verdad no piensas que es lo mejor? —me insiste Isabella—. Que puedan... Ya sabes, hablarlo.
—Lo sería —me alzo de hombros—. Si fuera que Ashton pudiera mantener una conversación.
—¿No sabes que hizo que de repente este comportándose así? —me pregunta ella con el ceño fruncido sentada a mi lado. Deja de mirar el episodio de Modern Family que pusimos y voltea a mirarme.
—No lo sé. Sólo sé que no quiero presionarlo tanto. No quiero ser ese tipo de persona.
—¿Crees que puede estar bebiendo de nuevo? —me pregunta Isabella luego de un rato de silencio, haciendo que me quede en aún más silencio.
—¡No! —bufo y luego me retracto cuando escucho como sonó esa palabra—. No... No lo sé. No lo creo —murmuro, sintiendo como el miedo de no haber considerado eso y de que pueda ser realidad comienza a escalar por mi cuerpo.
¿Podría ser posible?
—No me parece... Yo... —balbuceo sin encontrar las palabras.
De repente siento la mano de Isabella sobre la mía.
—Estás temblando —sentencia Isabella, probablemente porque sabe que no me di cuenta de ello—. Respira hondo, Aggie. Estoy segura de que Ashton está bien, y sea lo que sea, todo va a solucionarse.
Trago saliva y asiento.
—No veo.. Señales de que esté bebiendo. Y... Si bien sé que hay decaídas... No... Simplemente no parece.
—Conociste a Ashton sobrio. Nunca lo viste bajo los efectos de la bebida. No digo que sea cierto. Solo... Siempre debes tenerlo en cuenta. Estás viviendo con un adicto.
Asiento.
Isabella tiene razón. Internamente, siempre supe que podría ser una posibilidad que Ashton volviera a beber. Sin embargo, no me permití pensarlo demasiado. Por varias razones. Por miedo, por aferrarme a la ilusión de que todo estaría bien, de que Ashton estaría bien, de que su alcoholismo sea algo que podríamos superar con un chasquido de dedos. Obviamente no es así. Nunca lo será, siempre va a ser gran parte de nuestras vidas, y extrañamente, estoy bien con ello. Quiero a todas las partes de Ashton, a las buenas que hacen que mi corazón estalle enamorado, y a las malas que dan miedo, pero sé que podemos atravesarlas.
Dios. ¿Cuándo volví a ser tan cursi?
Mi celular suena y lo levanto del sofá para ver el mensaje en la pantalla.
—Ya está aquí —murmuro.
Isabella asiente.
—Llámame cualquier cosa. Y sabes que siempre puedes quedarte aquí cuando necesites un poco de espacio.
—Gracias, Izzy —digo y la abrazo. Me despido de ella rápidamente para no hacer esperar mucho a Ashton, por más que estoy temiendo una conversación con él... No sé si lo que voy a escuchar me va a gustar. Lo más probable es que no sea así.
Una vez que estoy fuera del edificio, veo la camioneta de Ashton estacionada justo en frente. Dado la hora, las calles están desiertas. Aferro mi bolso a mí, como si eso fuera a darme más seguridad y entro al asiento del acompañante.
—Hola —murmuro.
—Hola —me saluda Ashton, volteando a verme. Cierro la puerta y dejo mi bolso sobre mi regazo.
—¿Cómo estás? —me pregunta.
Quiero suspirar.
Odio que cada vez que hablo con Ashton, significa no saber qué versión de él me va a tocar. Hay varias opciones. Su versión burlona que siempre tiene sonrisas arrogantes, que aprendí que la mayoría del tiempo me encanta por más que mis mejillas siempre quieran estallar sonrojadas. Otra es su versión malhumorada, la versión que detesta a todo el mundo un poco más de la dosis normal, la versión pesimista que responde borde. También la que empecé a ver hace poco. La versión que me sonríe genuinamente antes de besarme, la que confía en mí y me abraza hasta que comienzo a pesar que no existe ningún mal en el mundo, y que si lo hay, me protegerá de todo. Hay tantas.
Y hoy tengo esta.
—Bien —respondo sin encontrar su mirada.
No cuando solo puedo pensar en buscar indicios que me digan que Ashton está bebiendo. Pero nada se viene a mi cabeza. Nada además de cambios de humor que honestamente, pensé que era algo común.
—Aggie... —empieza—. Quiero pedirte disculpas.
—¿Por qué? —pregunto, con genuina curiosidad sobre qué es lo que piensa que merece disculpas.
—Por no haberte respondido los mensajes hoy. —responde, y siento mis hombros hundirse con decepción.
—Oh. No te preocupes —le digo—. Estuve ocupada con Luca, apenas lo noté.
Mentira.
Lo noté. Y demasiado. Estuve obsesionándome sobre las razones por las que podría no responderme. Sin embargo, un par de mensajes sin responder no afecta en nada comparado a como lo hace esta nueva dinámica entre los dos.
—¿Cómo está Luca?
—Bien —respondo, un poco aliviada del cambio de tema—. Preguntaba por ti. ¿Qué hiciste hoy?
Ashton tamborilea sus dedos sobre el volante mientras estamos parados en una luz roja.
—Lo normal —se alza de hombros—. Fui al gimnasio, fui a ver Xavier.
Me deja más tranquila escuchar el nombre de su psicólogo. Si hay alguien que sabrá al instante si Ashton está bebiendo o no, es él.
El silencio vuelve a rodearnos. Y lo detesto. Lo detesto porque él y yo nunca tuvimos estos silencios incómodos.
No demoramos casi nada en llegar, cosa que agradezco. Por alguna razón, estar confinada en una camioneta con él mpezó a sentirse asfixiante.
Ninguno de los dos dice nada en el trayecto hacia arriba.
—¿Estás bien? —me pregunta apenas la puerta del departamento se cierra y estamos adentro.
Estoy por abrir mi boca y decirle que solo estoy cansada, que necesito irme a dormir cuando me detengo a mí misma. Tengo que hablarlo. Tengo que decirle algo o esto solo va a escalar a peor. Me molesta ser yo la que siempre empieza las conversaciones difíciles, pero más me molesta que no hablarlo.
—Ashton... Sabes que puedes confiar conmigo —empiezo. Aunque quizás no son las mejores palabras cuando veo como aprieta sus labios, empezando a enojarse.
Y es que, ¿cuáles son las mejores palabras?
—¿De nuevo con esto? —inquiere en un tono cansado.
—Déjame hablar —espeto—. Hay algo extraño. Y no puedes decirme que no es nada, no puedes decirme que estoy loca. Después de todo lo que pasó en ese viaje, de todas las cosas que me dijiste, todo lo que hicimos... No puedes simplemente pretender nada de eso pasó. Que todo va a seguir normal, que lo que pasó fue algo del momento. Porque no lo fue. Y ambos lo sabemos. Intenté darte tiempo y espacio, porque sé que tenías tus propias razones para no dejar que las cosas entre nosotros escalaran, pero lo único que recibo a cambio es indiferencia.
No dejo de mirar los ojos de Ashton. Los mismos ojos verdes que me miraron en la playa con todo el amor del mundo mientras me decía que era lo mejor que le había pasado. Quiero a ese Ashton de vuelta.
Deja su postura defensiva a un lado. En cambio, asiente.
—Lo siento, Rubiecita. No... No sabía que estaba haciéndote sentir así.
Espero.
Un segundo.
Tres segundos más.
Espero a que diga algo más, sin éxitos porque no lo hace.
—¿Eso es todo lo que vas a decir?
Ashton niega con la cabeza. Da los pasos necesarios hacia mi para acortar la distancia. Toma mis manos con las suyas, dejando que su pulgar acaricie el dorso de una de ellas.
—No sabía, y soy un imbécil por no darme cuenta. Estuve tan sumergido en mis pensamientos y todo lo que está pasando que no me detuve a... A verdaderamente pensarlo. Las relaciones se me dan mal. Con todo el mundo, y esto contigo... Es la primera vez que considero algo en serio con alguien. Necesitaba el espacio y el tiempo para pensar.
—Te entiendo. Pero no puedes alejarme de esa manera cada vez que necesites tiempo y espacio. No sin darme explicaciones. No sin tomar en consideración mis sentimientos —digo lo último en un murmuro casi inaudible.
Ashton asiente.
—Lo siento —vuelve a decir antes de tirar de mi mano, haciendo que choque suavemente con su pecho. Me envuelve en un abrazo. Sentir su calor y su aroma se siente aliviador. Como si tuviera un peso menos sobre mis hombros.
No sé cuánto tiempo permanecemos así, pero lo suficiente para que gane coraje y pueda preguntarle:
—¿Estás bebiendo de nuevo?
Siento a Ashton tensarse en mis brazos. Deshace el abrazo y se aleja de mí, provocando un dolor ardiente en mi pecho que detesto que sea tan familiar.
—¿Cómo puedes preguntarme eso? —cuestiona ofendido por la pregunta.
—Es una pregunta válida —me alzo de hombros—. ¿Puedes responderla?
—Por supuesto que no estoy bebiendo de nuevo, Aggie.
Asiento.
—¿Estás diciéndome la verdad?
—Por supuesto que estoy diciéndote la verdad, ¿por qué mentiría sobre esto?
Relajo mis hombros con alivio. Sospechaba que el problema no era la bebida desde un principio, pero tener la confirmación me deja respirar mejor. ¿Qué clase de persona sería si no puedo darme cuenta de que Ashton está bebiendo de nuevo?
Tan solo recordar la conversación que tuve con Quinn antes de que Ashton se mudara sobre que su psicólogo no recomendaba que viva solo durante este periodo hace que mi miedo irracional renazca. Sé que no es mi responsabilidad, que no es mi hijo, que no soy su psicóloga, pero... Quiero ver a Ashton bien. Es suficiente razón para tener miedo.
—No es para que te alteres. Solo quería asegurarme —respondo.
—¿Ahora vas a culpar todos mis cambios de humor a que estoy bebiendo?
—No.
Ashton es rápido en darse cuenta lo que está haciendo, porque respira una vez antes de hablarme:
—No debí haber reaccionado así —reconoce—. No, no estoy bebiendo.
—Te creo.
Asiente aliviado. Volteo para irme a mi habitación cuando su voz me detiene.
—¿Aggie?
—¿Sí? —pregunto.
—Gracias por preocuparte.
No es sarcástico. Genuina gratitud destella en sus ojos.
—Siempre voy a preocuparme por ti, Hawthorne. —le recuerdo. Camino hacia él, deteniéndome cuando centímetros nos separan. Elevo la mirada hasta encontrar la suya y acuno su rostro en mis manos, bajando su cabeza ligeramente hacia mi. —¿Ashton? —murmuro.
—¿Sí? —repite
—¿Vas a dejar de ser un imbécil?
Eso hace que sonría un poco. La primera sonrisa desde que volvimos.
—Voy a hacer mi mejor esfuerzo. —contesta antes de inclinarse lo suficiente para unir nuestros labios.
Extrañaba besarlo.
***
ASHTON.
Es oficial.
Soy la peor persona que existe.
Respiro hondo y entierro mi rostro en mis manos. Mi cabeza repite mi conversación con Aggie como si fuera algún tipo de tortura.
"Por supuesto que no estoy bebiendo de nuevo, Aggie."
Se sintió tan natural decir esas palabras, negarlo como si estuviera afirmando la mejor verdad de todas. No me detuve a medir el peso de las palabras, ni la gravedad de la situación, no cuando todavía sentía los efectos del alcohol nublarme la cabeza.
¿Voy a culpar esto a la bebida? No. ¿Tal vez? Después de tanto, se siente como si fuéramos un equipo.
Le mentí a Aggie. Y no puedo decir fue algo ligero, algo que no tiene importancia, cuando sé que le mentí sobre algo enorme.
Algo que sé que no va a poder mantenerse un secreto.
Hay algo distinto a años anteriores en los que estuve bebiendo y ahora. Algo tan elemental que me aterra no haberlo visto antes. Y es que tengo alguien a quien le importo.
No estoy diciendo que en el pasado no haya tenido a nadie. Siempre estuvieron mamá y Caroline. Pero era distinto. Ellas no vivían conmigo cuando mi adicción empeoró. Apenas sabían de mi vida tras algunas llamadas y muy pocas visitas. A nadie le importaba si estaba bebiendo hasta perder el conocimiento, y al día siguiente me levantaba para hacer lo mismo.
Y luego, Aggie llegó a mi vida.
Se siente extraño. Tener a alguien que verdaderamente le importe. Y el hecho de que se sienta extraño hace que quiera estrellar mi cabeza contra una pared de la rabia. No debería sentirse extraño. Es una experiencia humana tan normal.
Respiro hondo, en un miserable intento de calmar los frenéticos latidos de mi corazón.
Tengo una decisión.
Y es que no voy a beber más.
No puedo hacerle esto a Aggie, a mi familia, a todas las personas a las que les sigo importando, aunque sea un poco.
Después de darme una ducha, me acuesto a dormir. Es tarde. Casi las dos de la mañana. De todas maneras, espero a que Aggie toque mi puerta y venga a dormir conmigo. No duerme conmigo desde que volvimos.
No lo hace, así que suspiro por lo bajo y cierro mis ojos, intentando conciliar el sueño.
***
Al día siguiente, me despierto sabiendo que va a ser un día de mierda. Dejar de beber es de las cosas más difíciles que hice en mi vida. Y eso que mi vida estuvo llena de cosas difíciles.
La primera vez que dejé fue horrible, pero al mismo tiempo, quizás no tanto por el hecho de que estaba internado en rehabilitación. Es más fácil cuando todas las personas a tu alrededor son conscientes de que no puedes beber, y estar literalmente alejado del resto del mundo bajo el cuidado de profesionales... Facilita bastante la situación.
No fue algo ligero, no es simplemente "dejar de beber" y todos tus problemas se solucionan como si le hubieras echado polvo de hadas. Las consecuencias son... Para nada lindas.
Para que se entienda la gravedad del asunto, tiene hasta un nombre. Síndrome de abstinencia. No sabía que esto tenía nombre hasta que uno de mis doctores me lo informó durante mis primeros días en rehabilitación.
Los síntomas pueden variar. Para mí, empezaron a aparecer el día que me internaron, cuando ya no estaba bajo el efecto de las drogas que me hacían dormir del hospital, para cuando era demasiado consciente de todo lo que había sucedido.
Fue entonces cuando mi cuerpo se dio cuenta de que ya no estábamos recibiendo la dosis de alcohol de siempre, y tuvo que ajustarse a la fuerza a aprender a vivir sin ello.
Al principio, no entendía por qué temblaba tanto, por qué sudaba excesivamente. Pensé que era el miedo y el terror de darme cuenta de lo que había hecho. Que había intentado quitarme la vida. Luego entendí que esa no era la razón principal. De noche no podía dormir. De nuevo, pensé que era porque estaba en un lugar nuevo que era un tanto extraño. Las sábanas tenían pequeños agujeros. Me pareció gracioso. Hasta que entendí que era para que no intentara asfixiarme con ellas. Dejo de parecerme gracioso.
Luego empecé a notar todos esos detalles en toda la habitación. Todo estaba diseñado a la perfección para que no intentara nada. No es como si fuera intentarlo una tercera vez. Iba a ser patético. Aunque después de todo, siempre dicen que la tercera es la vencida.
El resto de los síntomas fueron peores. Náuseas que me agarraban de la nada a lo cual le seguía —la mayoría de las veces— vomito. Los dolores de cabeza eran constantes, apenas los registraba. Y por último, pero no menor, la ansiedad que hacía que quisiera arrancarme la piel.
Sé que hay personas que la pasan peor. Y no sabía si eso me consolaba o me aterraba más.
Lo más gracioso de todo era que nunca quise beber tanto como durante esas semanas. Sabía que volver a ingerir alcohol iba a hacer que todos mis problemas se solucionen. Por lo menos los problemas que me trajo la abstinencia. Sé de sobra que no hay bebida que solucione los otros.
Es distinto para cada persona cuando tu cerebro entiende que no vas a darle más alcohol y consigue acomodarse. Para mí fueron casi tres semanas. Tres largas semanas que fueron como tortura.
Luego empieza el verdadero juego.
No caer en la tentación y mantenerte sobrio.
Y ahora, es la primera vez que me toca hacerlo por mi cuenta.
Cierro mis ojos y dejo escapar una bocanada de aire frustrado.
Tal vez debería pedir ayuda. Decirle a alguien. Considero mis opciones. No puedo decirle a Aggie, no después de todo lo que le dije ayer. Además, ¿qué le diría? "Rubiecita, estuve bebiendo en secreto estas dos semanas. Pero no te preocupes, decidí no hacerlo más. Ahora necesito un poco de tu ayuda." Mhm, no suena como una buena opción. Podría decirle a mi madre, pero solo le ocasionaría más problemas. Esa mujer ya pasó por demasiado.
Luego... Está Xavier.
Quizás, mi mejor opción. El único inconveniente con Xavier es que es demasiado oficial. ¿Qué hará? ¿Mandarme de nuevo a rehabilitación? ¿Contarle al resto de mi familia?
No puedo arriesgar eso.
En parte esa también fue la razón por la que no le dije a Aggie. Decirle a la gente lo vuelve a oficial. Vuelvo a ser el alcohólico que recayó. No es raro, lo veo todo el tiempo en mis reuniones de AA.
Solo que, si le digo, para Aggie no sería más su "Ashton de siempre", sino que sería otro alcohólico más. Una estadística más, un problema más a solucionar.
Estoy harto de ser eso.
Esta vez lo haré por mi cuenta. Y tengo que ser más inteligente si quiero que esto funcione. No veo a Xavier desde que volví. Son dos sesiones a las que no fui con la excusa de estar ocupado con la universidad. Sé que mi psicólogo que me conoce desde que soy un niño ya está sospechando sobre por qué no estoy yendo.
Tengo que ir.
Hoy.
Así que lo primero que hago, antes de salir de la cama, es enviarle un mensaje a Xavier y le confirmo nuestra sesión de hoy. Sin esperar una respuesta, me levanto de la cama. Son las siete de la mañana. Aparentemente, tengo clases en dos horas.
Clases a las que no voy hace tanto tiempo que dudo recordar sobre qué se trata la asignatura.
No sé qué demonios estoy haciendo respecto a la universidad. Ninguna de mis clases me gusta. Detesto estudiar, siempre lo hice.
Me obligo a respirar hondo.
Un problema a la vez, Ashton. Luego me encargo de mi crisis de identidad.
El departamento está en silencio. Sé que Aggie se despierta en exactamente 15 minutos. Lo sé porque es la rutina que teníamos antes de viajar a la fiesta de compromiso de Caroline. Yo preparo el desayuno, ella se despierta prácticamente arrastrándose porque le cuesta conciliar el sueño de noche a menos que haya tomado alguna pastilla que la ayude a dormir.
Luego la llevo a la universidad. Ella tiene clases a las ocho treinta. Yo a las nueve. Usualmente, Leo llega a molestarme durante media hora hasta que el silencio del salón de clases lo obliga a callarse.
Eso va a ayudarme. Sumergirme en la rutina.
Después de dejar el café haciéndose, busco en los cajones de la cocina hasta encontrar una banda elástica. La coloco en mi muñeca, probándola durante unos momentos. La estiro y luego la suelto sobre mi piel, sintiendo el tenue ardor.
Perfecto.
Hace lo que se siente como una eternidad, Xavier me recomendó usar una banda elástica en mi muñeca para ayudarme a lidiar con las urgencias de autolesionarme. ¿Hacía maravillas? No, pero por lo menos tenía algo que ayudaba a distraerme no solo de eso, sino de la ansiedad que me provocaba no poder hacer algo al respecto.
No siento la urgencia de autolesionarme hace años. Si es que mi intento no cuenta. Lo cual, no lo hace porque "lesión" es una palabra leve para lo que verdaderamente quería hacer.
Supuestamente, esto va a ayudarme cuando necesite distraerme y no caer en la tentación de beber.
Unos minutos después, escucho los pasos de Aggie acercarse. Parpadea sorprendida al verme. Sigue en sus pijamas, que hoy consisten en shorts y una camiseta que le queda grande. Se queda mirándome durante unos segundos, como si tuviera que asegurarse de que soy real.
—¿Así vas a mirarme todas las mañanas? —le pregunto en mi usual tono burlón cuando me recargo contra la encimera.
Carraspea.
—No —responde.
Sirvo su café en su taza favorita. Le pongo dos de azúcar, como le gusta y se lo entrego. Ella lo recibe, aún un poco aturdida.
—¿Vas... Vas a ir a la universidad?
Asiento.
—Supongo que es momento de volver —me alzo de hombros.
—No te gusta, ¿verdad?
Aprieto mis labios y niego con la cabeza.
—No —resoplo, aliviado de por fin poder estar hablando con verdades—. Pero de momento, no sé qué hacer.
Aggie asiente, bebiendo un sorbo de su café.
—Ahora es muy temprano para entablar una conversación muy profunda sobre el futuro —responde, haciendo que no pueda evitar reírme.
—Vamos a posponerla, entonces —sentencio y volteo para servirme mi propia taza de café.
Cuando vuelvo a girar, veo a Aggie con una pequeña en su rostro, de esas que tanto me gustan ver.
Esto va a salir bien.
***
Nota:
Dije que no iba a actualizar esta semana? Sí. Tengo un examen final mañana? Sí. Qué hago aca? no lo sé bros, solo disfruten el momento.
quiero saber que opinan sobre la situación con Ashtonnn. Se vienen un par de capítulos interesantes y cargados con drama, ya quiero que arranque este libroo. Vamos 20.000 palabras de blablablabla
Desenme suerte para el final de mañana. Les cuento en el próximo capítulo si aprobé ;)
Gracias por leer <3
no piensen que tengo este libro olvidado, es que hay otras cositas en marcha también. este horno es de capacidad limitada.
idk esa metafora. mejor me voy con la última neurona que me queda.
PD: si tienen canciones que creen que vayan con aggie y ashton, o con situaciones del libro, diganmeeee. no digo que me estoy quedando sin canciones para los capítulos, pero quizá si.
love uuuu ♥
cande:)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro